Míralo, sí, bien inflado

deseando ser comido,

por tu pasión empinado,

por tu lujuria crecido;

atento a tus agujeros,

babeando enloquecido.

Cómo, profanando fueros,

os implora ser metido

en esos aliviaderos

que penetra tu marido.

 

 

 

¡Oh señora! ¡Qué delicia

estar mostrándote el rabo,

mientras miro con codicia,

vuestras tetas, vuestro culo

vuestra divina impudicia!

 

 

 

A ti puta y a mi chulo,

imaginar, trasladados

a un trasmundo de lujuria

y follarnos aperrados:

jodernos, Ana, con furia.

 

 

 

Mirar su brillo en tus ojos,

incitar vuestros sonrojos

con inocencia mentida;

de tu lujuria, querida,

gozar postrado de hinojos.

 

 

 

Y, ¡sí! en tus carnes meterlo

hasta mis mismos cojones

y hasta tus mismos riñones

y en ellas sostenerlo,

mordiéndote los pezones,

y magreándote el culo

hasta inundarte, señora:

mientras tú te convulsionas,

en tus adentros, ya blando,

abandonarlo rendido.

 

Y, de lujurias hablando,

indecencias, perversiones,

conocer tus intenciones

de pajearte la entrepierna

para dar más tentaciones

a esa polla ya tierna,

te juro por mis cojones

que me incita tu indecencia;

que con gesto tan obsceno,

tan descarado, está cierta

que me vuelves a empalmar

sin haber de utilizar

señora mucha paciencia.

 

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