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La marranita

en Dominación

Ya antes de abrir la puerta de la cuchiquera oigo a la cerdita rascarse contra la madera. Debe de ser que me huele ya mucho antes de llegar… a mí y a la comida. La muy guarrona tiene siempre tanta hambre como ganas de follar. Abro la puerta con cuidado, para que no se precipite hacia afuera, y la tengo que castigar con la vara, para que no se me desmande, pero la alegría la desborda y no consigo que se esté quieta más que pegándole duro. Aunque tiene el culo y los muslos marcados por la vara, en su cara se nota el agradecimiento.

 

-- ¿Tienes hambre cerdita? Mira que cositas más ricas te he traído… Pero estate quieta, quieta te digo…, toma por desobediente…, ahí, en el suelo quietecita, esperando a que te la ponga en el comedero…

 

Tengo que agarrarle la cabeza a la puerca y aplastarle los morros contra el suelo, para que aprenda a estar quietecita y ser obediente, y le doy un par de varazos más bien fuertes: a ella en el fondo le gusta tener claro quien manda. "Estate quieta aquí, guarrona…" La cerdita parece recuperar la calma, con el morro apretado contra el suelo, aunque su culo sigue levantado, dejando ver los dos agujeros bien abiertos, perfumando el ambiente…

 

--Ahí, no te muevas mientras te echo la comida en el comedero o te muelo a palos y hoy te dejo en ayunas… Hoy tienes pienso porcino del mejor, y los restos de mi comida… Y si eres buena, después te daré esa leche tan especial que tanto te gusta…, y que te pondrá las carnes aún más sabrosas para el día de la matanza.

 

La marranita devora con pasión, tengo que volvez a azotarla para que no vaya tan rápido.

 

-- No vas a aprender nunca, marrana…, si comes tan rápido te atragantas y acabas vomitando… Aprende a comer masticando bien, cerdita, que te aproveche bien la ceba y te salgan buenas carnes...

 

La marrana, por más que le pegue en el culo, siempre lo mantiene bien alto, y deja impúdicamente las patas traseras abiertas, para que sus agujeros queden bien a la vista. No tiene pudor en hacer notar lo salida que está, y no le importa que su culo esté sucio como la cerda que es. Su coño salidísimo está empapado y las gotas del flujo le escurren por los muslos, mientras come y come…

 

-- Otra vez comes demasiado de prisa…, toma, a ver si aprendes…"

 

Y los zurriagazos le marcan más el culo. Ese culo enorme que no necesitaría más para resaltar, surcado de verdugones rojos parece arder inflamado y se levanta como un globo, mientras clava los hocicos en el comedero.

 

Mientras se la oye tragar ("despacio, putona, despacio…"), del coño siguen saliendo flujos. Las cerdas, como bestias que son, no tienen pudor, y en vez de avergonzarse, parece orgullosa de mostrarle al mundo lo salida que está. Tanto le chorrea el coño, que el olor a hembra se va imponiendo al hedor propio de la pocilga, e incluso al olor de los restos de excremento seco que tachonan su trasero.

 

Yo miro sus jamones, y pienso en lo sabrosos que estarán algún día, cuando la hayamos carneado…

cerdita-relato. Toda esa barrigona llena de tripas…, ¿cuántos chorizos y morcillas no nos proporcionarán? Una familia podría tener embutido para todo el año con tanto tocino como tiene esta marrana…

 

Hoy en día las tetas de puerca no gozan de tanto aprecio como en el tiempo de los romanos…, pero viendo cómo se le bambolean las domingas, mientras su morro traga y traga, pienso en lo sabios que eran los antiguos: seguro que encontraré alguna receta para esas tetazas que las convertirá en un plato memorable..., ¿a quién invitaré a comer el día que las guisemos?

 

Veo su espalda inclinada, y ya me imagino las ricas costillas que se van criando debajo de ese cuero....  Pero aún falta mucho tiempo hasta ese día feliz de la matanza. Ahora, como buen criador, tengo que combinar cariño y severidad, paciencia y castigos.

 

-- Cómetelo todo, cerdita…, que se te ponga bien gordo el culo y las tetas…, que las mantecas se te críen rollizas… Menudos chicharrones sacaremos de tu tripa…No dejes nada…, pero despacito, cerdita bonita…, no tengas prisa, que la polla de tu amo no se te va a escapar: tu amo siempre te da lo que necesitas para crecer rolliza y feliz.

 

La cerdita va acabando de comer y, como acostumbran a hacer todas las guarras, el final de la comida queda solemnizado por el inicio de sus largas deposiciones.  Primero es una fanfarria de pedos, explosivos, solemnes…, pero ella sigue apurando su comida.

 

Me retiro un poco, porque sé que pronto empezará a cagar: el pobre animal necesita hacer sitio en su aparato digestivo para todo lo que acaba de deglutir. No es elegante, pero los buenos jamones no nacen en los rosales.

 

La guarra caga sin pudor, mientras sigue comiendo y sin dejar en ningún momento de mantener su altanero culo en pompa. Algunos trozos de mierda salen disparados como proyectiles, manchando incluso la pared. Otros salen sin fuerza, escurriéndole por los jamones. No falta algún proyectil deyectivo que acaba yendo a parar al comedero…, pero la cerdita ni se inmuta: lo que salió de su tripa bien puede volver a ella otra vez.

 

El comedero está casi agotado, y la guarra lame con fruición las últimas partículas, mientras su culo prosigue el concierto de trombón. Cuando por fin ya no queda ni una partícula de comida en el comedero, la pobre bestia se da la vuelta y se pone a comer los excrementos del suelo.

 

-- No comas eso, cerdita, que te puedes poner mala…, mira que si te nos enfermas y el veterinario decide que no sirves para carne… No comas eso, te digo, puta ¿No me oyes? Toma, guarrona, toma, fuera de ahí… Es hora de beber, marranita… Ven al bebedero…

 

La cerda obedece, y, meneando el culo, enfila su morro hacia el abrevadero. Siguiendo la sabia tradición familiar, en el bebedero hay que mezclarle una buena dosis de vino a las guarras, que irá mejorando más y más el "buqué" de la carne. Son famosas en toda la comarca las mantecas perfumadas de mis guarras: pero sólo algunos privilegiados pueden catar tales untos.

 

Mientras bebe, la marrana se mea encima, igual que antes se había cagado. El chorro sale al principio como con dificultad, abriéndose paso entre ese bosque de pelos que cubre su coñazo, pero luego, abierto el camino, sale con fuerza, disparado, rebotando en el suelo. Y al final, cuando ya la vejiga de la marrana está casi vacía, los meos le escurren por los jamones, limpiando en parte la mierda fresca de su reciente cagada. Su larga meada ha encharcado la pocilga.

 

-- Cómo lo ha manchado todo esta marrana. Llevo toda la vida criando cerdas, y ninguna he visto antes tan sucia como ésta… Tendré que sacarla al patio, para lavarla con el chorro de la manguera…

 

La marrana hace un extraño gesto, como si hubiera entendido, como si estuviera orgullosa de ser la cerda más marrana que ha criado su amo, como si se alegrara de que la lavaran en el patio para presumir de sus jamones reluciendo al sol.

 

Como la marrana es tan impulsiva, no puedo llevarla suelta y tengo que ponerle la correa. Menos mal que tiene anillado el morro.

 

-- Ven aquí, marranita bonita…, levanta bien el morro, así, que enganche la correa a la anilla del hocico…

 

Y la marrana, como si entendiera, levanta el hocico, con la boca muy abierta, como si se carcajeara.

 

-- Cierra la boca mientras te engancho, puta, que las puercas sois muy mordedoras y poco de fiar.

 

La anilla es grande, y resulta fácil enganchar el mosquetón a ella. Un pequeño tirón, y la guarra no puede menos que apresurarse para evitar el dolor.

 

--Venga, marrana, vamos "pal" patio, que te has llenado de orina y de mierda, y no voy a clavar mi polla en esos agujeros tan sucios.

 

La cerda corre a cuatro patas hacia donde la dirigen los tirones de la nariz. Lleva tanto tiempo en la cochiquera que no está acostumbrada a la luz del día y al principio no puede ver nada…, sólo siente los tirones en su hocico y los sigue a ciegas.

 

Entre la cochiquera y el patio está la gran despensa, donde cuelgan los restos de otras cerdas convertidas ya en sabrosos jamones, tocinos, chorizos… Pero la marrana no se asusta, sino que parece orgullosa andando entre tanta charcutería. Incluso hay una cerda que mataron ayer, abierta en canal, colgada por las patas y con la careta abajo, con unos palos que le abren la rajada carcasa, para que se oree bien…

 

-- ¿Verdad que te gustaría estar así, como esa marranita que matamos ayer? ¿No la oíste como gritaba cuando le entraba el cuchillo?

 

Las cerdas huelen la muerte de sus compañeras y se ponen mucho más salidas. Esta marranita, que siempre ha sido muy puta, está hoy todavía más cachonda…

 

-¿Qué te parece, marranita? ¿Tus jamones van a ser tan buenos como esos? Mira que hocicazo tenía tu vecina… Le hemos puesto un caldero debajo de la cabeza para que escurra bien la sangre…, pero ya casi está sequita…, ya ves que casi no gotea ya…"

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La cerdita olisquea el morro de su compañera, como si lo besara, y da vueltas en torno, con el culo bien levantado y las tetonas meneándose.

 

-- ¿Y has visto todas las tripas que tenía la muy guarrona? Mira, están en este caldero… Aún huelen peor que tu pocilga…

 

La cerdita olisquea el caldero con las tripas, y desliza de golpe su morro dentro, empezando a comer el mondongo de su compañera.

 

-- Quita, marrana…, eso no es para ti…

 

Y no tengo más remedio que darle una buena ración de palos a la cerda, para que no se zampe las tripas de su congénere. He tenido que marcarle el cuero a base de bien con la vara. Casi le desgarro el hocico tirando de la correa. Cuando por fin consigo reducirla aún le doy unos cuantos palos más, para que no olvide quien manda. Le doy duro, muy duro, para que le duela de verdad…

 

-- Bestia desagradecida…, puta mal enseñada…, ¿así me agradeces el cuidado con el que te crío?

 

La marrana baja el ocico al suelo e incluso agacha su siempre orgulloso culo, Casi me da lástima, pero sé que mi obligación como amo responsable es disciplinarla bien. Le pego tan fuerte que las marcas de la vara, cruzadas unas con otras, empiezan a sangrar en algunos puntos. No me gusta maltratarle así el cuero…, menos mal que aún falta para la matanza y habrá tiempo de que desaparezcan las marcas.

 

-- Como me vuelvas a desobedecer te corto el botoncito del chochete y te lo coso. Te coso el coño y no follas nunca más.

 

Lo digo con cara de enfado, intentando ser convincente… pero no sé si logro disimular que es una amenaza falsa: las puercas no folladas dan mucha peor carne. No puedo permitirme que una marrana engorde sin jodiendia.

 

-- Como no te portes bien, el día de la matanza, en vez de cortarte el cuello y sangrarte, te abriremos la barriga en vivo y te sacaremos las tripas despacito, para que notes cómo te vas muriendo.

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Pero mi filípica es interrumpida por un sonoro pedo de la marrana. Ya sé que es algo natural: ha vuelto a comer, y sus tripas hacen sitio… Le tiro fuerte de la anilla para llegar al patio antes de que me llene la despensa de mierda.

 

-- Corre, marranona, corre…, como te cagues aquí sí que te coso el coño y el culo…

 

Menos mal que hemos logrado llegar al patio sin que lo más substancial de la cagada haya tenido lugar… La empujo a puntapiés a la esquina del lavadero…

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-- Caga ahí, marrana… Menudo cargamento tienes en la panza. Espero que el día en que te hagamos embutido saquemos tantos chorizos de esa tripa como mierda te sale ahora…

 

Mientras vacías la tripa, le doy unos gritos a una criada, para que venga a limpiar lo que has manchado: la despensa tiene que estar siempre impecable.

-- Manuela, baja y trae la fregona, que esta marrana nos ha manchado la despensa".

 

Manuela baja enseguida, armada de la fregona grande. Manuela es una mujer casi vieja, tan gorda y tan fuerte como las marranas que se crían en la casa. Pero Manuela no le tiene simpatía a las marranas, porque siente celos de ellas.

-- Si a esa guarra me la dejara a mi cargo, señor, yo la educaría bien de verdad…, nunca más se cagaría sin permiso."

 

-- Las marranas son animales, Manuela, y es imposible que aprendan a controlar sus agujeros. ¿Te crees que si fuera posible enseñarles no lo habríamos logrado ya nosotros, una familia que lleva generaciones criando cerdas?"

 

Manuela calla humildemente, pero echa miradas de reojo a la cerda, que menea orgulloso su culo sucio. Pero Manuela sabe que al menos tendrá la satisfacción de ayudar en la matanza. Cuando le meta las manos en la barriga para sacarle las tripas, la vieja criada recordará esta pequeña humillación y se sentirá vengada.

 

Mientras Manuela limpia dentro, preparo la manguera. El lavadero tiene un amplio desagüe. No sólo sirve para lavar al ganado, también es allí donde solemos matar las marranas, porque luego es muy fácil limpiar los restos de sangre y de vísceras…

 

Enfoco primero el chorro contra el suelo, para retirar los restos de orina y mierda. La marrana ya está enseñada y se pone sumisa encima del desagüe.  El chorro cae de golpe sobre su nalga izquierda…, es un chorro muy frío y con tanta presión que casi hace que el animal pierda el equilibrio . La marrana tirita y lloriquea, pero no se mueve del sitio. Sacudo el cabezal de la manguera, para que los golpes de agua vayan limpiando todas las capas de mierda y suciedad enquistadas. El chorro va recorriendo el cuero todo de la marrana: después de la nalga derecha, le lavo el flanco derecho, y sigo rodeando con la manguera su suculento cuerpo hasta regresar a la otra nalga. Y cuando ya toda la parte exterior de su culazo brilla como un globo al sol, me concentro en los agujeros. La marrana, que siempre anda salida, asustada por el frío aprieta el culo y esconde el chochete…

 

-- Abre las patas, puerca, enseña bien el chocho y el ojete…, que tienes ahí más mierda que una alcantarilla… Con lo marrana que eres, no voy a tener más remedio que ponerte un tapón en el coño, para que no se te llene de mierda: no sea que nos cojas una infección y tengamos que sacrificarte sin poder aprovechar la carne

 

El chorro te entra con toda la presión por el coño, congelándote la vagina.

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-- Te duele, marranita. No sabía que tuvieras el chocho tan delicado…¿no te has acostumbrado a aguantar cuando te doy con mi polla bien fuerte dentro?"

 

Cada vez que matamos una marrana, la familia nos reservamos las partes más exquisitas. Ya me estoy imaginando lo rica que estará su matriz, toda entera en la fuente con los ovarios, la vagina y toda la vulva, bien guisadita con una gran zanahoria dentro…

 

-- Mira qué gusto da verte toda lavadita, con el cuero brillando en el solcito de la tarde… ¿No te gustaría estar siempre así limpita…? No…, una marrana como tú no puede entender esas cosas…, y bien está que sea así. Ya tendrás tiempo de tener el cuero limpio cuando estés convertida en jamones y tocino…

 

Manuela ha acabado de limpiar y sale de la despensa.

 

-- Cuánto trabajo se toma usted con estas puercas, señor… Si total son tan brutas que no lo agradecen… Si el señor en vez de usar su leche con el ganado me quisiera echar a mi un polvo de vez en cuando…, yo sí que se lo sabría apreciar…"

 

-- No seas celosa, Manuela, que mi obligación es mimar a mis marranas para que tengan la mejor carne de la comarca… Pero para que veas que te aprecio, te voy a dejar que me limpies la polla cuando haya acabado de follarla... A ver, marranita, ¿qué agujerito te toca hoy para la racioncita de leche?

 

Y el animalito bien que ha entendido la pregunta, porque agacha la cabeza, levanta las patas, abre los jamones y enseña su coño palpitante.

 

-- "Así que hoy toca chochete… Bueno…

-- Pero señor –interviene Manuela--¿No le da miedo que se le cague encima, con lo cagona que es esa guarra?

--No, Manuela, que está todo previsto: antes de follarla por el coño, le meto este tapón en el culo, para que no cague , si no fijo que me llenaba de mierda, porque las guarras cuando se corren siempre relajan el ojete.

-- Qué bien pensado lo tiene todo, señor…, ¿me deja que le ponga yo el tapón a la marrana…, siempre conviene saber de todo.

-- No creas que es tan fácil, Manuela. Primero tienes que amarrarla: engánchale la anilla del morro al aro de la pared… Y ahora tienes que aceitarle el ojete por dentro, con manteca: así, primero le metes un dedo, despacito… haciéndolo girar… Ten cuidado, porque la marrana se tira pedos… Ahora, cuando ya lo tienes abierto, le metes otro dedo…, tú tienes buenos dedos para esto, Manuela…Así, muy bien… Y así, poquito a poco, le metes la mano entera… Sí que es grande el culo de las cerdas, ¿eh? Ahora ya puedes ponerle el tapón… Entra muy fácil, porque está desinflado, pero, una vez dentro, le das a esta perilla y se infla, para que no se le pueda salir… Ínflalo sin miedo, Manuela, que ya te he dicho que las marranas tienen un ojete enorme.

-- Menudo pedazo de coño que tiene el animal…, menos mal que usted, señor, tiene una buena polla, porque sino se iba a perder ahí dentro…

-- Se te nota la envidia que le tienes, Manuela…, Si hubieras sido buena, cuando yo era un crío te habría dejado preñada de buena gana…, pero ahora me debo a mi trabajo, y tengo que reservar mi leche para mis marranas.

-- Señor, a la puerca se le está inflando el coño de una forma que da miedo, y le chorrea como una fuente…

 

"No te preocupes, Manuela, que esta guarra es así de salida… Tú sujétala por el hocico mientras me la calzo… Levanta bien el culo, marranita, que tu amito te va a dar tu racioncita de leche calentita…

Ummmm, qué oloroso tienes el chochete…, no veo el momento de comérmelo…, voy a probarlo un poquito con la lengua, antes de clavarte la polla… Fíjate cómo estás de salida… Manuela, amárrala bien por el morro, que no levante la cabeza…

 

Deseando tener un adelanto del sabor de esas carnes, coloco la punta de mi lengua sobre su enorme clítoris baboso.

 

-- Ummmm, si está así de rica ahora, ¿cómo estará cuando me la coma guisadita …? …Agárrala fuerte, Manuela, que se va a correr y aún no la he clavado… Toma polla, cerdita… Te gusta que te entre bien hasta el fondo, marranita… Fíjate cómo mis huevos se sacuden contra tu botonazo

 

 Estoy tan clavado que noto como el capullo de mi polla golpea contra la punta del tampón anal a través de la tripa. Manuela está colorada, no cabe duda de que el espectáculo le ha afectado mucho… Tiene tantos celos de la marrana, que le empieza a pellizcar las tetas, sólo para fastidiarla, pero los pellizcos de Manuela, en vez de dolerle, parece que aún aumentan más el placer del animal. Bambolea el culazo como un barco en una tormenta, y arquea el lomo… Se corre furiosa, y al correrta, relaja el ojete…, pero el tampón está bien inflado y sólo se sale unos milímetros. La marranita, con el culo taponado, no puede dar curso a sus tripas…, pero vacía su vejiga mientras se corre. Me gusta sentir sus meos, mezclados con sus flujos, correr calientes por mis muslos…

 

-- ¿Estás ya bien corrida, marrana? ¿Quieres ya la lechita…?

 

Manuela, que se estaba pajeando con tan poca vergüenza como una cerda más, no puede aguantar más su corrida…, y se mea en las bragas… La cerdita percibe la leche caliente de su amo inundándole el coño…, y nota sobre la cara la orina húmeda de Manuela. En su instinto de probarlo todo, mareada aún por la corrida, la marrana mete su hocico sobre las bragas de la criada. Su lengua enorme le barre los muslos y la entrepierna, multiplicando el orgasmo de la vieja.

 

Espero unos minutos a que las dos hembras se recuperen un poco.

 

-- No os quejaréis, putonas, de cómo se trata en esta casa tanto al ganado como al servicio. A ver, ¿cuál de las dos va a ser la afortunada que limpie hoy la polla del amo con su lengua?