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Marga y Elena. Diálogos de dos niñatas - I

en Voyerismo

 

 

 

I

 

 

 

¡Déjales que miren, pobrecicos! Tranquila, que no te van a gastar el coño.

Es que no los puedo soportar. Para echarse en la hierba ¿hay que venir con los shorts?

Y entonces igual te esán mirando las piernas. Déjales, tonta. Que te importa si miran o no. A mi me da lo mismo.

Los mirones son cuatro obreros que están tomándose un descanso junto al banco donde han cavado una zanja. Las que hablan son dos chiquillas de tercero de ESO durante la hora del recreo, porque el césped es el del Instituto de Enseñanza Secundaria. Hay pocos alumnos por aquella zona. La mayoría prefieren ir a la cancha de baloncesto o sentarse en los gradas. Pero Marga y Elena siempre prefieren alejarse de los demás y ponerse a hablar de sus cosas. Son algo mayores que sus compañeros, porque repitieron curso, y también son las más bonitas, las más lanzadas, las más todo, excepto en los estudios.

Pues a mí no me da lo mismo. No puedo despatarrarme a gusto para que me dé el sol y las piernas se me pongan morenas antes del verano.

Pues yo sí puedo, mira. Bien despatarrada –dice, echada boca arriba, abriendo al máximo las piernas y los brazos–. Y si miran, con su pan se lo coman, ¡que disfruten!

Qué guarra que eres, Margui. No sé como puedes. Se lo estás enseñando todo.

No les enseño nada, que llevo las bragas puestas.

¡Solo faltaría! ¡Les estás enseñando las bragas! Y ahora están mirando para acá sin disimular. Ponte bien que igual vienen y se meten con nosotras.

Si vienen ya me pondré bien. Tú avísame si vienen. Pero desde donde están no pasa nada. Tú también podrías enseñarles las bragas y verías que no pasa nada. Venga, boba, haz como yo, que estoy tan a gusto.

No estaría a gusto con cuatro tíos que no paran de mirar.

Pues ¿sabes que te digo? Que hasta me gusta que miren. No pasa nada. Venga, pruébalo. Verás que da como un gustito. Es como si te estuvieran acariciando el chocho con los ojos. Y es una caricia más dulce que si te la hicieran con las manos, que las tienen guarras de tanto darle al pico y pala.

Pareces una pervertida. Si no te conociera...

A veces lo pienso, si no soy una pervertida. Siempre en las páginas porno, en el ordenador, y haciéndome pajas. ¿Tú no? Tú también. Eso ya lo hemos hablado.

Una cosa es en casa, en el ordenador, y otra cosa es en la vida real, en el patio de la escuela. Si viene la Carmela nos hará ir con los demás.

Si viene la Carmela de Mates le decimos que se siente aquí con nosotras. Hoy también ha venido con minifalda. Podría sentarse con nosotras y enseñarles también las bragas a los tíos esos. ¿De qué color debe llevar las bragas la Carmela? Seguro que lleva tanga d'encaje negro. Pero venga, boba, échate aquí conmigo y no me dejes sola con esos cuatro. ¿Siguen mirando?

Están hablando entre ellos y no paran de mirar. Seguro que están diciendo cochinadas de nosotras.

Échate conmigo. Verás que gusto.

La otra se echa a su lado aunque con las piernas no tan abiertas.

No, tía, así no. Has de separar más los pies.

Si ahora los separo se darán cuenta de que los estamos provocando adrede.

Pues levanta una rodilla. Igual se te verán las bragas. Llevas las blancas ¿no? Venga, cariñito mío, sé buena. Levanta despacito la rodilla izquierda, disimuladamente, como quien no quiere la cosa, con la pierna un poco separada... Y sigue hablando conmigo, como si estiviéramos en una conversación tan interesante que no nos damos cuenta de que haya nadie más a nuestro alrededor. Así... ¡joder, tía! ¡Qué bien lo haces! Seguro que se te ve todo.

Todo no, que llevo las braguitas puestas.

¿Las blancas?

Sííííííí, las blancas.

Mejor que sean las blancas. Lucen más debajo de la minifalda. Lucen más que si no llevaras nada, porque si se ve todo oscuro y de lejos no se ve si es un coño o una braga negra.

Ella no dice nada, balancea un poco la rodilla que está levantada mientras piensa en algo para decir. También cree que han de hacer ver que están muy distraídas charlando.

Y ahora ¿de qué hablamos?

¿A que es verdad que da un gustirrinin raro saber que te están mirando aquí abajo?

Es una sensación rara, sí.

Es como si sintieras las miradas clavadas entre las piernas. Se siente como un calor diferente del del sol, cuando tomas el sol en una playa nudista. Tomando el sol en pelotas ¿no sientes como un fogonazo en el chocho? A mi ahora también se me está remojando, como cuando tomo el sol en pelotas. ¿A ti no?

Sí, pero tampoco es para tanto.

Pero ¿te estás remojando o no? Venga, confiésalo.

Claro que me estoy mojando un poquito, pero enseñar un poco las braguitas tampoco es para tanto. Esto no es como lo que pasa en los relatos puercos de internet.

Lo que pasa en los relatos de internet sale de la imaginación cochina de unos tíos cochinos. No es real. Lo de aquí y ahora es real. Tienes a cuatro tíos reales que se te están comiendo el chocho con los ojos. Es muy, muy agradable. ¿A que sí? ¿A que va a darte para una pajuela esta tarde, cuando estés sola en casa?

No sé. No estoy tan segura.

Pues quítate las bragas si quieres emociones más fuertes, como en los relatos de internet.

Quítatelas tú, que eres la que ha empezado. Yo solo te he seguido la corriente por probar.

Yo no me las quito porque ya te he dicho que las bragas blancas se ven desde más lejos, destacan más. Nos están mirando todo el rato porque nos ven las bragas blancas, si no quizá ya habrían dejado de mirar.

Eso lo dices porque eres una pervertida ligth. Si fueras una pervertida de verdad, y un poco más atrevida, ya te las habrías sacado.

Vaya con la mosquita muerta. Hace un momento no quería que los señores de las obras le vieran las braguitas y ahora ya está proponiendo que les enseñemos el coño.

¡Eh, para, para! Que yo no he dicho que vaya a hacer nada. Yo estoy bien tomando el sol así, con las piernas al aire porque hace un día espléndido y hay que aprovecharlo.

Pero antes decías que no estabas a gusto porque estaban los tíos esos.

Y tu decías que te gustaba que te estuvieran mirando, pero no decías que solo les dejarías mirar un poquitín. Las guarradas en plan internet las dejas para internet. En la realidad prefieres no hacerlas. No te atreves a hacerlas.

Ni tu tampoco.

Yo tampoco, claro. Pero yo lo reconozco. Tú, en cambio, te crees en todo con muchas más agallas que yo.

Es que tengo más agallas que tú.

Pues demuéstralo.

Ojo, eh... mira que sí que lo demuestro.

No te atreves.

A que sí.

A que no.

Entonces Marga se pone en pie de un salto y le dice:

Vamos a hacer que miren a otro lado. Levántate y saluda conmigo a los que hay detrás de la ventana de la clase del tercer piso.

No hay nadie en la ventana. ¿A quien hay que saludar?

Tú saluda, tonta. Hay que hacer que miren para allà.

Y como los cuatro levantan también la cabeza para ver a quien saludan las muchachas, Marga puede, en un santiamén, echarse las manos a la cintura por debajo de la minifalda, bajarse las braguitas y recogerlas del suelo con un movimiento rápido.

Ellas aún siguen saludando un rato como si vieran a alguien detrás de las cristaleras. Ellos quizá piensan que el reflejo les impede ver bien a quienes puedan estar allá. Cuando bajan otra vez la cabeza las ven echarse de nuevo sobre la hierba. Uno de ellos, sin duda el de vista más fina, se da cuenta inmediatamente de la novedad. Cuando la comunica a sus compañeros, estos parecen decir que no es verdad, que está viendo visiones. El insiste, y ahora en lugar de mirar hacia ellas abiertamente, lo hacen de reojo intentando comprobar si es verdad lo de que la más delgadita va con el chocho al aire.

Si no abres más las piernas no lo pueden ver.

No lo pueden ver. Lo pueden entrever. En la penumbra. Antes veían una clara mancha blanca y ahora ven una mancha oscura en la penumbra. No están seguros de si están viendo lo que se imaginan. ¿Los ves?

Si, perfectamente. Estan discutiendo si están viendo lo que están viendo o si solo lo parece. Abre más las piernas para que lo tengan claro. Antes estabas estirada igual que ahora, pero con las piernas más abiertas.

No quiero abrir más las piernas. Así es suficiente.

Vale. Has ganado. Te has atrevido. Pero tampoco te has atrevido a abrir las piernas como las tenías antes.

No es que no me atreva, es que no soy tan bruta. Me están viendo el chocho, lo sé–. Mientras habla tiene la mirada dirigida al cielo, habla a las nubes–. Noto sus miradas clavadas en mi entrepierna. Están mirando y no se acaban de creer lo que ven. Yo ya tengo bastante. Menos mal que me he quitado las bragas porque las tendría empapadísimas y tendría que ir a casa a cambiarme. ¡Oh, que bien se está! ¿Estás bien, tú? ¿Me ves el chumino, tú, desde donde estás?

No, estoy demasiado de lado, pero ellos sí te pueden ver porque estan en linea recta. Pero no lo pueden ver demasiado claro porque están lejos y tienes las piernas muy poco separadas.

Y ahora, ¿lo puedes ver bien tú? –pregunta separando la pierna de su lado y levantando la rodilla de la otra.

Sí, yo ahora lo veo. Si hubiera alguien en la ventana de arriba, también lo estaría viendo. Pero ahora son ellos los que no lo pueden ver.

¡Pues que se jodan! Ellos ya han visto bastante. Ahora te toca a ti disfrutar del espectáculo.

¡Oye, que yo ya te he visto cien mil veces en la ducha en pelotas!

¡Pero esto no es la ducha, tía! No te das cuenta de que te estoy enseñando el coño en medio del jardín del colegio.

Sí, ¿y qué?

Pues que a mi me da gustirrinín que me claves los ojos en el coño.

Pero, ¿qué dices?

Digo que me da cosquillas ver tus grandes ojazos mirando mi coño con cara de embobada. Estoy segura que a tí tambén te da cosquillas, o si no no pondrías esta cara.

Yo no pongo ninguna cara. Tú estás loca.

¡Uy, sí! ¡Estoy loca... muy loca...!

Empieza a sonar el timbre de fin de la hora del recreo. Marga se pone en pie de un salto.

Se agarra del brazo de su compañera, que también se ha levantado, y ambas se dirigen hacia la puerta de los aseos, en los que deberá recomponerse antes de ir a la clase Matemáticas. Se está riendo a carcajadas, mientras chilla para que la oiga todo el mundo:

¡Loca, loca, loca! ¡Estoy loca! ¡Esto es la primavera, que la sangre altera!