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Dormida

en MicroRelatos

El trabajo, la familia, el hogar, la habían dejado totalmente agotada. Cenó ligeramente y no tardó en caer rendida en la cama.

Habrían pasado un par de horas cuando él entró en el dormitorio. Miró la puerta para asegurarse que estaba bien cerrada con el pestillo interior.

A través de las persianas a medio bajar, la luz de una farola iluminaba tenuemente la habitación. Sobre la cama estaba ella profundamente dormida. Boca arriba, totalmente desnuda, los pechos subían y bajaban al compás de su respiración.

Los ojos de él recorrieron todo el cuerpo haciendo que su miembro, solo cubierto por un bóxer, creciese y se enderezase queriendo escapar de su encierro.

Se acercó a la cama, puso las manos sobre los pies de ella y empezó a acariciarla suavemente. Terminó de desnudarse y llevó su boca hacia ese coñito que le tenía atrapado. Lo besó. Comenzó a lamerlo mientras sus manos acariciaban los pezones. Notó como la respiración de ella se agitaba al tiempo que el coñito se humedecía. Jamás se había sentido tan excitado, estaba a punto de explotar, separó los muslos de ella y la penetró con la polla, dura como nunca la había tenido. Unos pocos movimientos más y se corrió llenándola de leche.

Ella abrió los ojos, empapada de sudor y otros líquidos. Allí no había nadie. “Habrá sido un sueño” pensó, al ver que la puerta tenía el pestillo echado. Con cara de placer se dió media vuelta y es entonces cuando vió el bóxer abandonado en la cama.