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El eco de sus palabras(él).

en Fetichismo

El suceso que dio lugar a esta historia ocurrió en una noche de primavera de lo más corriente. La chica en torno a la que gira esta historia era una persona que me provocaba sentimientos encontrados, una chica de veintipocos, algo más baja que yo, con una melena rizada de color rubio oscuro que le llegaba por los hombros, unos grandes ojos azules y unos rasgos faciales un tanto duros, pero que a mí me encantaban. Su cuerpo era genial, tenía curvitas y eso a mí me flipaba, sus pies eran grandes y bonitos, esto es importante porque siento una fuerte atracción hacia los pies de las mujeres. Es un reflejo animal, me despiertan un deseo que ningún otro rasgo físico iguala. Una mujer puede llamar mi atención antes descalzándose que enseñándome las tetas. Lo coronaba todo una voz que podía seducirme con tan solo escucharla...De no ser por sus otras maravillosas características. Tenía ego como para llenar una sala de fiestas ella sola, era prepotente y por alguna razón que podía intuir—pues no estaba en muy buenos términos con varias de sus amigas—me tenía mucha inquina. La gracia es que toda esta mezcla me resultaba explosiva y a menudo solo pensaba "si me diese una oportunidad de conocernos, creo que nos llevaríamos hasta bien". Esta chica que describo tenía un grupo de conocidos en común conmigo.

Un grupo de colegas y yo decidimos echar un viernes de cerveceo entre bares, a ver si la noche nos aguardaba algo especial. De entrada parecía que no, birras, charlar, ir de un bar rockero a otro y acabar en una especie de pub en el que sonaba rock y se tiraba abierto hasta las tantas. Allí me encontré con algunas de las amigas que mencioné antes, acompañadas de una conocida mía, de las que teníamos en común. Ahora mismo no tengo claro como ocurrió, pero empecé hablando con mi conocida y terminé enfrascado en una estúpida discusión con dos de las amigas, con cuyas reflexiones filosóficas sobre la sociedad actual no estaba muy de acuerdo. En eso que aparece Laura, la chica que he descrito, se mete en la conversación y se dedicar a picarse conmigo. Tengo que admitir que la conversación se me hizo mucho más interesante a pesar de no dejar de ser una discusión estúpida. Al menos me estaba empezando a divertir, ella me suponía un reto y sentía que lo hacía más por chocar conmigo que por otra cosa. Entonces en una de estas me contestó algo que me dejó totalmente de piedra, me pilló por sorpresa:

—Anda guapo, ¿por qué no me limpias los pies a lametones?

Noté que empezaba a ruborizarme. La imagen de sus pies pasó como un flash por mi cabeza y de pronto hacía mucho calor allí, algo despertaba en mi entrepierna. Entonces recuperé la compostura y le lancé una mirada de puro odio:

—Laura, vete un poquito a la mierda.

Me despedí con un gesto y me largué de allí. Me molestaba que hubiese cortado la conversación de ese modo, pero no era lo que había impulsado mi mirada de odio, ni la consiguiente frase. Se me había subido la sangre a la cabeza y de pronto no recordaba cuanto tiempo había estado bloqueado, temía que se hubiese dado cuenta de ello y quería salir de ahí. Lo que me faltaba, bajar la guardia delante de ella. Fui directo a pedir otra cerveza y un colega se me unió en la barra:

—Vaya tela, macho, a ver si folláis de una puta vez. —Me dio una palmada en el hombro y dejó la mano ahí.

—Corta ya —le repliqué molesto—, solo estaba discutiendo con ella y la acabo de mandar a la mierda.

—Sí, pasa cada vez que os cruzáis más de un saludo, os ponéis a discutir, generáis tensión sexual y en vez de iros a un hotel os mandáis a la mierda y hasta la siguiente. —Se dibujó una sonrisa en el rostro—. ¿No te suena a ti que cuando dos personas se mandan de verdad a la mierda no se suelen dirigir la palabra?

—No es el caso, es una prepotente y tiene que quedar siempre por encima.

—Eso también lo podéis arreglar yendo a un hotel. —Su sonrisa se hizo más amplia.

Le di un golpe amistoso a ese cabroncete y no pude evitar sonreír un poco. Lo cierto es que a mi ella me atraía, mucho, pero aquello que decía mi colega parecía más una fantasía que otra cosa.

El tiempo pasó y aunque alguna que otra noche la vi pasar, no intercambiamos más palabras. A mí se me fue rápido la preocupación por que se hubiese dado cuenta del detalle de mi rubor y la naciente erección, ningún conocido en común me hizo comentario alguno. Algo así habría dado de qué hablar y hay gente muy aburrida caminando por el mundo.

Una noche como otra cualquiera salimos de fiesta para celebrar el cumpleaños de un amigo. Yo iba con pocas ganas, me convencieron de salir por compromiso más que otra cosa, así que tocaba tratar de cambiar el chip, mezclarse con la gente y pasarlo bien. Sería complicado, aquel día estaba decepcionado con el mundo. Alguien a quien tenía por un amigo muy preciado y cercano resultó no ser tan amigo. Veréis, a menudo hablo de colegas porque para mí un amigo es un nivel superior. Es alguien a quien conozco mejor, en quien tengo una confianza más allá de lo habitual —soy desconfiado por naturaleza—. Cuando uno de esos pocos amigos que tengo me da una puñalada por la espalda me debato constantemente entre la ira y la apatía. Así que ahí estaba, el alma de la fiesta, cerveza en mano e intentando no poner cara larga, estamos celebrando. Bebí poco aquella noche, el alcohol y yo tenemos una relación complicada en momentos como ese. Entonces vi a Laura caminando derechita hacia mí. Se acerca, hace descaradamente como que no me ve...Y vaso al suelo. El intercambio de palabras fue breve:

— ¿De qué vas?

—Huy, perdón.

No tenía ganas de discutir, así que simplemente respiré un poco y me tragué el enfado. Pasé un rato más intentando desconectar, pero fue corto, me fui. Caminaba tranquilo a casa cuando de pronto algo ligero chocó contra mi pantalón. Lancé automáticamente una mirada de "¿y ahora qué pasa?" Laura, sentada en un portal:

—Perdona, lo he tirado sin mirar y te he dado sin querer.

—No es lo primero que me tiras hoy.

Le vi la cara y algo me hizo click en la cabeza. No tenía buen aspecto. Me puse en cuclillas para estar a la misma altura que ella y le pregunté:

—Oye, ¿estás bien?

— ¿Te importa? —La misma altivez de siempre—. Perdona, de verdad. No, no estoy bien. Siento lo de antes con la copa, no lo he hecho queriendo —su tono se volvió más suave.

Me senté en el portal, sin llegar a sentarme justo pegado a ella:

— ¿Necesitas hablar?

— ¿Contigo?

—No soy tan mal tío como parece que crees. La verdad es que no te entiendo, lo de intercambiar puyas cuando charlamos hasta me parece interesante, pero tirarme copas y ser tan desagradable... ¿Te acuerdas que el día que nos conocimos sí que estuvimos un rato charlando de buen rollo?

—Pasa que soy así de bruja —no pude evitar sonreír—.Mira, hoy he tenido un día de perros...

Comenzó a contarme la mierda de día que había pasado. No me resultaba difícil conectar con ella, yo tampoco estaba teniendo el mejor día del año. De ahí pasamos a hablar de diversos temas pero, a diferencia de otras veces, esta vez no discutíamos. Charlando de buen rollo, riéndonos en la noche de aquel día que creímos que no tendría nada bueno. Para mi su voz era como un narcótico, estaba disfrutando mucho de ese momento. Estaba preciosa, joder.

Vi que se iba a levantar y la ayudé a ello. Supongo que todo lo bueno se acaba:

—Ouch, llevo los pies doloridos de estar todo el día de aquí para allá.

De pronto, sentí que algo en mi interior terminaba de despertar. Lo controlé, "sólo es un comentario, Vic".

—Cuando te quites los zapatos te vas a quedar en la gloria —le contesté intentando parecer despreocupado.

—Pues yo mataría por un buen masaje —mi autocontrol se desvanecía. Mi mente se llenaba de imágenes de ese masaje, mi cuerpo reacciona despertando mi instinto—. ¿A ti qué tal se te da eso?

—Se me da de puta madre —sonreí, con cuidado de no dejarme llevar demasiado. Esto podía ser algún juego.

—Va, sé que es tarde pero, ¿por qué no subes y me enseñas si es verdad? Total, te has tirado un buen rato escuchándome, ¿qué te da un ratillo más? —Me quedé mirándola por si se le escapaba alguna risa sarcástica en el último momento—. Es en serio, que tengo los pies cansadísimos y doloridos. —Sonreía, pero no era una sonrisa de burla—. No he podido hacer eso de quitarme los zapatos para relajarme en todo el día.

Me dejé llevar. La situación parecía surrealista, demasiado ideal, pero empezaba a costarme pensar con claridad imaginando todo lo que me decía.

—Bueno, vale. ¿Vamos?

Subimos a su casa, me ofreció algo de beber y lo rechacé. Entramos en su cuarto, había un sutil olor a ella en el ambiente, me resultó agradable. Encendió una lamparita de la que emanaba una luz muy suave y se sentó en la cama, ofreciéndome asiento y colocando sus pies en mi regazo, dándome las gracias por lo que iba a hacer. Cogí aquellos zapatos con un 42 marcado en la suela, los retiré suavemente y los puse en el suelo. Me llegó el olor de aquellos pies tan increíbles, me quedé embelesado con su belleza mientras mis manos se ponían a trabajar casi automáticamente. Cogí su pie izquierdo y lo recorrí con mis dedos como mejor sabía. En mi pantalón, mi polla empujaba contra la bragueta sin intención alguna de ceder, el aroma de aquella mujer, la textura de su piel, la forma de sus pies y definitivamente el hecho de que era ella...Todo era una bomba para mis sentidos y fuego para mi pasión. Pasé a su pie derecho, tratándolo del mismo modo que el izquierdo, disfrutando de la planta del pie de mi atractiva compañera. Entonces habló:

—Oye, esto es genial pero... ¿Te gustaría probar otra cosa?—La miré con curiosidad—. ¿Te gustaría usar la boca?

De pronto, me asaltó con fuerza el recuerdo de la frase que me dijo aquel viernes en el pub. Joder, ¿se había dado cuenta? ¿Por eso estaba yo aquí, a sus pies? ¿Qué cojones hago? Entonces sentí su pie izquierdo frotarse contra el bulto de mi entrepierna:

—Te está gustando, y no eres el único.

—Mira, Laura, si esto es— me cortó.

— ¿Por qué no bajas la guardia de una vez y te dejas llevar? No es ninguna broma. —Su mirada era intensa, sus palabras estaban cargadas de sinceridad.

Fuese o no por aquella frase, daba igual. La deseaba, ella me deseaba. Éramos dos personas disfrutando la una de la otra y podíamos llegar a más. Me lancé del todo, fuera inhibiciones, me dejé llevar completamente. Ya no estaba a cargo de mi cerebro, era un mero observador de cómo devoraba con pasión a Laura. Empecé por sus pies, los pegué a mi cara, aspiré su olor, los lamí, cada uno de sus dedos sintió el calor de mi boca y mi lengua repasó cada hueco entre ellos, los besé, los mordí mientras escuchaba su respiración agitarse. Sentí que me agarraba de la camiseta y tiraba con fuerza hacia sus labios, que se fundieron con los míos en un apasionado beso, mis manos partieron a explorar su cuerpo, su espalda bien formada, sus piernas, sus hombros, todo lo que estaba a mi alcance mientras le iba quitando la ropa a la par que ella me despojaba de la mía. No hay palabras para describir el olor de su piel, mordía su cuello y hombros suavemente mientras aspiraba su aroma. Cuando toda nuestra ropa dejó de estar entre nosotros, sentí ganas de penetrarla salvajemente, pero aún tenía mucho que hacer antes de llegar a ese punto. Jugué con ella, jugué con su deseo negándole caricias a su coño, disfrutando de sus pechos con mis labios, agarrando con fuerza sus nalgas, mirándola a los ojos, mordiéndome el labio inferior mientras la acariciaba hasta que vi en su mirada una necesidad y decidí que había llegado el momento. Bajé, quedando mí cara entre sus piernas, observé con deleite que su coño no estaba depilado, si no coronado por pelo recortado. La sujeté con fuerza de los muslos rodeándolos con los brazos y me dispuse a besar y morder todas las zonas sensibles que estaban a mi alcance hasta que, sin avisar, me puse a comerle el coño. Me encanta hacerlo, cada vez que lo hago pongo el alma en ello porque disfruto de cada espasmo, de cada gemido, de sentir sus piernas rodearme y temblar de placer. No me detuve hasta que no sentí como me aprisionaba con fuerza entre sus piernas para seguidamente notar como su musculatura se relajaba por completo. Le di la vuelta a mi amante con toda la suavidad que me permitía el fuego de pasión en el que me consumía. Estaba eufórico, su orgasmo no había hecho más que avivar mis ganas. Me tumbé sobre ella controlando el peso que dejaba caer y me dediqué por unos instantes a dejarla disfrutar de su corrida. Fui retomando entonces los besos y mordiscos por su espalda y hombros, me coloqué entre sus piernas y puse mi polla, que había perdido algo de dureza con la falta de atención, en la entrada de su coño. Masajeé su espalda mientras dejaba que mi glande sintiese los flujos de Laura empujando un poquito hacia dentro, lo cual hizo recobrar la dureza a mi miembro en todo su esplendor. Sentí que se movía para que pudiese penetrarla mejor y fui introduciendo un poco más hasta que se incorporó del todo. "Métemela". Cumplí aquella orden dada entre jadeos empujando lentamente pero con firmeza mi polla dentro del coño de mi amante. Era estrecho, fui con suavidad para no hacer daño y comencé a moverme un poco para ir metiendo cada vez más hasta que pude sentir sus nalgas pegadas a mi cuerpo y mi polla completamente arropada por el coño de Laura. Intenté jugar con ella, intercalar penetraciones profundas y fuertes con varias lentas, pero ella empujaba con fuerza cada vez que sentía que se la sacaba. De ese modo, no tardaría en correrme, aquello estaba siendo increíble, escucharla jadear elevaba mi placer y si llega a seguir hablándome o tuviese sus pies a la vista no habría podido durar más. Se arqueó para besarme, nos fundimos en un beso con lengua a la par que yo me movía para quedarme de rodillas con ella dándome la espalda. Una de mis manos atacó directamente a su clítoris, humedeciéndose primero en los jugos que estaba soltando, la otra a uno de sus pechos...Y así, completamente mezclados, me corrí dentro de ella. Noté mi polla palpitar en su interior, soltando varios chorros de mi semen espeso. Mientras terminaba de derramarme en su interior, ella comenzó a temblar y se corrió entre gemidos. Fue hermoso.

Nos dejamos caer, me besó y pude ver su sonrisa entre sombras. Acompañando a nuestro intento de recuperar el aire la escuché decir "joder" con tono de satisfacción. Se quedó dormida sobre mí y yo me dejé arrastrar al sueño.

Desperté con un sobresalto notando algo húmedo en mi polla. Entre las penumbras de la habitación, Laura se sacaba mi rabo de la boca para darme los buenos días. Noté una de sus manos acariciar mis cojones y simplemente me dejé hacer. Estaba en la gloria, sentía su lengua y sus labios recorrer mi miembro sin dejar un rincón, poniendo mucha atención a los bordes de mi glande, lamiendo mis huevos y dejándolos llenos de saliva. Entonces se incorporó y me puso uno de sus pies directamente en la cara. Aún conservaba un aroma fuerte y noté la sangre entrar aún más en mi pene, haciendo que la erección doliese. Me di un banquete con su pie mientras la veía sonreír satisfecha. Parecía agradarle verme a sus pies y yo estaba dispuesto a darle esa alegría. Intenté alcanzar mi polla con una mano, pero no me dejó y continuó hundiendo su pie en mi boca, intentando meter todos los dedos. Nunca me había corrido sin tocarme, pero de poder, ese habría sido el momento. Fue al sacarlo cuando se colocó sobre mí, sin meterse mi polla, y me llenó de besos y mordiscos. Quería dejarme claro que ella mandaba. Para mí era raro, nunca me había dejado llevar así, pero lo disfruté, "ella lo merece, Víctor", pensé. Cuando se ensartó en mi polla y comenzó a cabalgar sujetándome los brazos, yo me sentí directamente en el cielo.

— ¿Te gusta cómo te follo? —Se mordía el labio interior mientras me miraba fijamente.

—Me encanta, joder, me encantas —fue lo único que atiné a decir.

Entonces se acercó a mi oído y me susurró "córrete dentro de mí". Liberó mis brazos, la agarré de las nalgas y empecé a clavarla fuerte y rápido hasta el momento en que sentí que me derramaba en su interior. La metí hasta el fondo y cumplí su última orden. Más chorros de mi semen liberados en el coño de Laura. No dejé de sujetarla hasta que sentí que se lo había dejado todo dentro, entonces se derrumbó sobre mí, me besó y se dejó caer a un lado.

Al final mi colega tenía razón. Había química entre nosotros, debimos dejar de discutir antes para gastar fuerzas en esto, desde luego. Me sentía genial, esta faceta de Laura era algo que no pensaba ver nunca.

—Bueno. —Sonreí—. Al menos te habrá cambiado la opinión que tenías sobre mí, ¿no?

—No ha cambiado nada, eres el mismo capullo de siempre.

Fue como estar en una nube y poner los pies en la tierra de golpe. Como un jarro de agua fría. Al menos ahora sí que me sentía despierto de verdad, de vuelta a la realidad. Me levanté y comencé a vestirme:

—Esto ha sido un error —dije sin mirarla.

Dejó incluso de interesarme si conociéndonos mejor podríamos llevarnos bien, ya sabía la respuesta. Me sentí como un imbécil por no haber visto que tan solo era un momento de debilidad por parte de ambos y que nunca debí relajarme completamente. Me largué de allí sin mirar atrás.