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Compañeras- Capitulo 1: El friki.

en Sexo Oral

Nota: Si habeis entrado a leerla sin saber mucho de la historia, os sugeriría que pasaseis por mi perfil primero para leer el prologo y así enteraros un poco de que va. Como siempre, agradeceré los comentarios. Espero que disfruteis del relato.

Capítulo 1- El friki.

La clase acababa de empezar. Todos los alumnos estaban sentados en sus sitios, aunque más que centrados en comenzar la lección, perdían el tiempo hablando entre ellos. Los chicos se reían y conversaban sobre videojuegos y futbol. Las chicas cuchicheaban sobre los últimos rumores que había en el instituto y se burlaban de alguno de sus compañeros. Era lo habitual en ese lugar y a esas edades.

En la última fila, las cinco amigas se hallaban conversando tranquilamente. Esta era la única clase donde podían estar todas juntas, así que lo aprovechaban para hablar entre ellas de sus asuntos y vivencias. En esta ocasión, se encontraban contando cuantos amantes ya había tenido Clara. A la chica no solía gustarle presumir de sus conquistas, pues lo consideraba algo privado, pero dada la reputación que había adquirido, lo consideraba inevitable.

—Entonces, ¿cuantos van ya? —preguntó llena de mucho interés Marta.

Clara no estaba muy por la labor de responderle, pero notando la forma tan fascinada con la que la miraban, no tuvo más remedio.

—No se tías, hace tiempo que perdí la cuenta.

La decepción se reflejó en el rostro de todas.

—Pues vaya cosa. ¡Olvidarte de con cuantos tíos has estado! —comentó jocosa Natalia.

—Bonita, cuida tus palabras —le dijo desafiante Clara—. Te recuerdo que tú aun eres virgen.

Al oír esto, la pelirroja se puso muy nerviosa. Miró a un lado y a otro, llena de nervios, por si alguien había escuchado a su amiga.

—Clara, coño, no te pases —intervino Vanesa—. Ya sabes lo sensible que es la pobre con ese tema.

La morena miró a la lesbiana con cierta mofa.

—Que no empiece ella —contestó.

Vanesa calmó a Natalia. Mientras, Marta siguió pinchando a Clara, quien no parecía muy animada a querer presumir de polvos.

—Venga, dime al menos si te has tirado a todos los tíos de la clase.

Cuando escuchó esto, Luz, que permanecía ajena a la conversación, se volvió para mirar a su compañera. La pelinegra parecía resuelta a indagar en la vida amorosa de su amiga. Clara por supuesto, le contestó.

—Te diré que me he liado con todos los de aquí.

Luz quedó petrificada y a Marta se le iluminó el rostro.

—¿Con todos? —preguntó animada.

Clara echó un vistazo a la clase y entonces, sus ojos se posaron sobre alguien. Sus amigas se percataron de esto y enseguida, supieron de qué se trataba.

—No me jodas, ¡el friki! —habló, por fin, Luz.

Tres filas por delante, en una de las esquinas, estaba sentado Guillermo. Solo. Lo conocían entre ellas como “el friki”, aunque peores apodos le tenían puestos otros chavales de la clase. Gafotas era el menos grave. Se trataba de un chico alto, pero eso sí, delgado. Tenía la piel muy clara, casi pálida, y aunque el rostro ya no tenía tantos granos como antes, alguno se dejaba ver de vez en cuando. Eso, unido a su alborotado pelo marrón y las gafas de pasta oscuras, le daban el aspecto que venía acorde con su sobrenombre.

—Pues sí, me temo que ese es el único tío con el que aún no me he acostado —comentó con picardía Clara.

Las cuatro chicas miraron atónitas al chaval, quien además de tener un aspecto tan peculiar, solía destacar por su actitud solitaria y reservada. Apenas hablaba con la gente, se cortaba cuando lo sacaban a la pizarra para resolver algún problema y en los recreos se le veía siempre solo. Todo ello, le había convertido en el centro de burlas e incluso, agresiones, por parte de sus compañeros. Él parecía habérselo tomado como algo normal, pues nunca protestaba. A las chicas les daba pena, pero no es que pudieran hacer mucho por el chaval. O no se atrevían.

—¿No estarás pensando en liarte con él? —le preguntó Marta alucinada—. ¿No te atreverás?

Una descarada sonrisa iluminó el rostro de la morena y la chica supo adivinar en ella sus intenciones. Iba a decirle si se había vuelto loca, pero entonces, la profesora Ceballos entró al aula y tuvieron que dejar de hablar.

—Siento el retraso—se disculpó la mujer mientras se acercaba a su escritorio para dejar el bolso y sacar las hojas con el listado de clase.

Todos los alumnos quedaron en repentino silencio ante la llegada de la insigne dama. No era para menos. Andrea Ceballos tenía ya 36 años, pero no los aparentaba para nada. Su largo pelo rubio y liso le caía de forma grácil y hermosa. Sus ojos azules y claros tenían un brillo especial, conferidos gracias a las lentes de las gafas que portaba. Su cuerpo era un prodigio de atletismo y voluptuosidad único. La falda corta permitía ver hasta un poco por encima de la rodilla, adivinándose unos muslos prietos y fuertes. Su camisa blanca permitía adivinar sus redondeados pechos. Los chicos no le quitaban el ojo de encima. Así daba gusto dar la clase.

—Bien, vamos a comenzar con las operaciones de derivadas —decía la docente mientras se acercaba a la pizarra para coger una tiza y comenzar escribir—. Teníamos ejercicios pendientes, así que los vamos a corregir.

Cada movimiento que la señorita Ceballos realizaba era seguido por sus alumnos de forma precisa. Parecían hipnotizados ante la visión de tan hermosa fémina. Y no solo ellos. Entre las chicas, más que aburridas, una tampoco le quitaba ojo a la profesora. Se trataba de Vanesa. La lesbiana del grupo llevaba prendada de la docente desde hacía años. Pero no era la única chica pendiente de otra persona.

Clara no le quitaba el ojo de encima al friki. De hecho, estaba centrada en espiarlo sin cesar. La muchacha no dejaba de pensar en la razón por la que se estaba encaprichando de Guillermo. En años, jamás lo había hecho. Tampoco lo había ignorado, pues alguna que otra vez le habló, aunque más con intención de provocarle y divertirse. Sin embargo, ahora lo miraba de otra manera. Llevaba así desde hacía algún tiempo, en verdad. Esa aura tímida que tenía el chaval le atraía. No se parecía en nada a los hombres con los que había estado antes y por eso, se estaba planteando seguir adelante con su plan.

Una hora después, la clase había terminado. Todos alumnos comenzaron a salir y fueron a la siguiente clase, Historia, pero cuando llegaron, se enteraron de una terrible noticia. Tras esperar un largo rato a que viniera el profesor, el jefe de estudios fue quien vino en su lugar. Abrió el aula e hizo que todos se sentasen. Les contó que el hombre había tenido un accidente y que por esa razón, no iba a poder darles clase durante lo que quedaba de año. El hombre se notaba muy triste, pero a ninguno de los chavales les importaba demasiado. Parecían más contentos porque iban a tener más horas libres a partir de ahora. Sin embargo, la diversión se les acabó cuando se enteraron de que un interino vendría para sustituirle.

El recreo llegó tras una larga hora en la que lo único que hicieron fue mirar al móvil y hablar entre ellos. Los jóvenes salieron en tropel para disfrutar de algo de libertad. Las cinco amigas iban a ir a la parte de atrás del instituto, a una zona con árboles donde se estaba muy bien. Las chicas se dirigían allí, pero Clara, en cambio, tomó un camino diferente.

—¿Adónde vas? —preguntó extrañada Marta.

La morena se giró un momento para mirar a su amiga y la sonrió con la pillería que tanto le caracterizaba.

—Voy a una cosilla —se limitó a decirle de forma vaga—. Nos vemos en clase de Lengua.

Marta se quedó mirando cómo se alejaba, sabiendo que esta muchacha nunca tramaba nada bueno.

Clara recorría los vacíos pasillos del centro, siendo sus pasos lo único que se escuchaba en aquel lugar. Avanzaba tranquila, aunque a veces, sentía una pequeña euforia en su interior. Era esa sensación de riesgo, de lanzarse a lo prohibido, lo que la impulsaba a querer seducir a todo hombre y ahora, ese deseo la estaba llevando a por su próxima presa.

No tardó en verlo en las taquillas, seguramente guardando sus libros y sacando los que venían para las siguientes clases. Un chaval muy aplicado. Caminó hasta colocarse con sigilo detrás de él. Ni se dio cuenta de su presencia hasta que se dio la vuelta y la vio.

—¡Joder! —gritó Guillermo mientras dejaba caer de sus manos un libro. Este emitió un sordo ruido al estrellarse contra el suelo.

Se quedaron mirándose por un instante que parecieron horas. El chico no decía palabra alguna, bloqueado ante tan inesperada aparición, y la chica lo observaba con deleite, disfrutando de tan incómodo momento.

—¿Qué te pasa Guillermo? —preguntó maliciosa—. ¡Ni que hubieras visto un fantasma!

La respiración sofocada del chico se notaba. A Clara le preocupó que fuera a darle un ataque o algo peor, pero para su suerte, no ocurrió nada de eso. Lo que si notaba era lo nervioso que se hallaba el friki. Se acercó un poco más, quedando lo suficiente cerca de él para fijarse mejor en como el pavor se apoderaba de su cuerpo, aun a pesar de intentar contenerlo. No era para menos.

Delante, Guillermo tenía a una preciosa fémina, de esas que nunca se le acercarían jamás en su vida. Clara vestía con una apretada camiseta negra que enmarcaba sus pechos y con un pronunciado escote que le permitía ver mejor aquel par de maravillas. También llevaba una corta falda que dejaba al descubierto sus torneadas piernas, atisbándose hasta un poco por encima de las rodillas. Su mirada oscura estaba clavada en él de forma directa y esa sensualidad que emanaba de ella, la hacía muy fascinante.

—¿No dices nada? —comentó Clara—. ¿Es que me tienes miedo? ¡Si no muerdo!

Sabía del efecto que estaba teniendo sobre el chico y le encantaba. No solo por saberse deseada, sino también por como lo dejaba, indefenso y bloqueado. Otros hombres ya se habrían lanzado nada más adivinar sus intenciones, pero el pobre friki no, él seguía en su sitio sin apenas mover un musculo. Nunca había visto nada igual y le gustaba mucho.

—Vamos, no soy más que una chica cualquiera —le dijo mientras se colocaba más cerca—. No voy a hacerte daño.

Guillermo tragó saliva, incapaz de creer lo que estaba viendo. Clara se acercó un poco más y apoyó sus manos sobre su pecho, haciendo que el joven se estremeciese agitado. Miró hacia arriba y cuando se encontró con el rostro del muchacho, notó sus ojos sobre ella, aunque enseguida los apartó, lleno de vergüenza.

—Sabes, nunca hemos hablado y eso que llevamos juntos desde hace tiempo —habló a continuación, tratando de ver si despertaba algo en el friki—. Siempre juntos y jamás hemos intercambiado palabra.

—A… A veces, sí que me decías cosas —balbuceó con dificultad el chaval.

—Vaya, ¡es verdad! —se sorprendió ella, aunque en realidad, no lo estaba—. Si, a veces te decía cosas. Como lo guapo que eras.

Cuando escuchó eso, Guillermo se alteró un poco más. Clara se estaba divirtiendo y quería saber hasta dónde podía llegar.

—Me parecías muy guapo y bueno, aun lo eres.

—¡Venga ya! —masculló el joven—. Todos saben que me lo dices para burlarte.

Al oír eso, un gesto de disgusto se dibujó en el rostro de la chica.

—¿En serio eso piensas de mí? —preguntó algo afligida—. Yo en ningún momento he pretendido reírme de ti.

—Si claro, ahora vamos con esas —le replicó el chico—. Yo nunca le interesaría a alguien como tú.

—¿Eso crees?

Guillermo asintió bien convencido, pero su expresión cambió al notar una fuerte presión en su entrepierna. Cuando bajó su mirada, pudo ver como la mano derecha de Clara acariciaba sin ningún pudor su polla. Al alzar la vista, los ojos oscuros de la chica se clavaron en él.

—¿En serio crees que he venido hasta aquí tan solo para burlarme de ti? ¿Nunca pensarías que he podido hacerlo porque me interesas de verdad?

Ni tan siquiera pudo contestar, pues entonces, la chica le dio un intenso beso. Su lengua se adentró en la boca del friki y relamió su interior con deleite. Jamás en su vida habría creído que besaría a alguien como Guillermo, pero lo cierto era que le estaba encantando. Notaba lo dura que tenía su polla, abarcándola con sus dedos por encima del pantalón. Seguro que ya se encontraba así de erecta desde el primer momento en que la vio.

—Te gusto, ¿verdad? —le dijo tras despegarse de su boca—. Dime, ¿te pongo muy cachondo?

—Siiiii —respondió en un hilo de voz mientras sentía como la chica estrujaba con su mano un poco más su duro miembro.

Clara se estaba dando cuenta de lo cachonda que le estaba poniendo provocar a aquel chico. Notaba su coñito húmedo y eso, la llevaba a querer más.

—Seguro que eres virgen —comentó—. Esta es tu primera experiencia sexual, ¿me equivoco?

Por respuesta, el friki asintió, debatiéndose en el placer que le proporcionaba esa mano. Ella le obsequió con otro sensual beso, a lo cual, el chico reaccionó pegando más su boca. Eso le encantó a Clara, que por fin reaccionase.

—Por favor, para —le pidió Guillermo tras apartarse—. Vas a hacer que me corra.

Le enterneció oír eso. Percibiendo que tal vez tuviera razón, quitó la mano de su paquete para llevarla a la del chico, quien la miró con sorpresa. Tirando de él, Clara lo llevó por los pasillos hasta llegar frente a la puerta del baño de chicas. Notó su mirada llena de desconfianza. No se fiaba de ella, creyendo que tal vez lo dirigía hacia alguna trampa, pero ella le dio un piquito y le susurró que no se preocupase. Tras esto, tiró de nuevo de su mano y juntos, entraron.

Una vez dentro, Clara se lanzó sobre el chico, morreándose sin ningún pudor. Aunque al principio estaba algo intimidado al pillarlo desprevenido, el friki no tardó en responder. La abrazó por la espalda, atrayéndola más a él. Pudo notar como sus tetas se aplastaban contra su torso. De seguro, eso le estaba excitando mucho. Juguetearon con sus lenguas. Le gustaba como besaba. No resultaba ni tan brusco ni violento como otros hombres, pero tampoco se quedaba inactivo. Poco a poco, lo fue llevando hasta uno de los urinarios. Cuando se vio allí dentro, se mostró algo tenso.

—Siéntate encima de la taza —le indicó ella.

Eso hizo él y ella se arrodilló delante. El chico se quedó sin respiración al ver como la muchacha le desabrochaba el pantalón y tiraba para bajárselo. Al notar que le costaba un poco quitárselo, se levantó para facilitarle el trabajo. Luego, le bajó también los calzoncillos y así, su polla quedó libre.

—Guillermo, no sabía que tenías esto entre tus piernas —dijo boquiabierta Clara.

Aferró con su mano derecha semejante miembro. Era delgado y le cabía perfectamente en la enroscada palma pero su longitud la dejó impresionada. Miró al chico, quien la contemplaba en vilo. Apretó un poquito más y escuchó como un suspiro escapaba de su boca. Luego, comenzó a subir su mano de arriba abajo, iniciando una suave y lenta paja.

—Um, tienes una polla muy bonita —piropeó con solicitud.

—Gra…gracias —le contestó el chico entre estertores.

Su mano no dejaba de subir y bajar. El hedor caliente y jugoso le llegaba. Era una polla grande y suculenta. Ansiaba probarla. Sin dudarlo, se la llevó a la boca y engulló el glande.

—¡Clara! —gimió Guillermo muy tenso.

La chica pasaba su lengüecita por la cabezota, paladeándola con ardoroso deseo. El sabor salado y fuerte le parecía delicioso. Con sus labios succionó un poco al tiempo que movía la mano para añadir mayor placer. El joven se convulsionaba y miraba hacia abajo para disfrutar del magnífico espectáculo. Se preguntó si llegaría a aguantar mucho más.

Se la sacó de la boca y empezó a lamer su tronco. Dejaba húmedos regueros de saliva y una vez volvía hacia la punta, la engullía para estremecerlo de nuevo.

—Dime, ¿mis amiguitas y yo te ponemos muy cachondo?

Al oír eso, el friki se quedó sin habla, pero no tardó en contestar cuando ella le volvió a chupar su polla.

—Sí, ¡estáis muy buenas todas!

—¿Y te pajeas pensando en mí y en ellas?

—Ya lo creo. Todos los días desde que os conocí.

Bajó hasta sus huevos, los cuales chupó, lamió e incluso, mordisqueó. El chico cerró sus ojos al tiempo que gemía con mayor fuerza. A ella le encantaba el aroma tan fuerte que desprendía. Le volvía loca.

—¿Y qué pensabas mientras te estabas tocando? —preguntó muy mimosa mientras le besaba la puntita.

—Que todas estabais desnudas en una habitación —confesó el joven aullando ya de descontrol—. Veía como os besabais y acariciabais vuestros preciosos cuerpos.

—¿Y tú que hacías?

—Os follaba a todas, incluso a la lesbiana.

Ya no aguantaba más. Se estaba poniendo tan cachonda al oír todo aquello, que no pudo resistirse y coló una mano por debajo de su falda. Se acarició por encima de su tanga, notando lo mojada que estaba. También se había dado cuenta, por los movimientos del chico, que este no iba a tardar en correrse. Supo que había llegado la hora.

Sin dudarlo, se tragó la polla hasta la mitad, haciendo que el chico gruñese con fuerza y se moviera de forma brusca, haciendo temblar el inodoro donde se hallaba sentado. Podía notar el erecto miembro atravesando su boca entera, lo cual la dejó muy impactada. La agarró de la base con su mano y comenzó a mamársela, moviendo su cabeza de delante a atrás. Mientras, con la mano que tenía en su entrepierna, apartó la húmeda tela de su tanga y comenzó a acariciar su vagina. Atrapó su clítoris con dos dedos y empezó a frotarlo con fuerza.

En poco tiempo, ambos jóvenes estaban apresados por una imparable fuerza de lujuria que los estaba llevando a los dos a las puertas del éxtasis. Clara chupaba la gran polla de Guillermo con implacable gula a la vez que se masturbaba con rabiosa necesidad. El muchacho no resistía más aquellas dulces succiones que la chica le entregaba e incapaz de controlarse, anunció su orgasmo:

—Clara, ¡¡me corro!! —gimió desesperado.

La chica ya lo sabía de antemano, así que arreció con la chupada. Antes de que pudiera darse cuenta, el endurecido miembro del friki comenzó a sufrir espasmos y eyaculó en su boca. Chorros y chorros de semen inundaban su paladar, regalándole un pastoso y salado gusto. Se tragó todo con gusto y ello, fue el detonante para que se corriese. Mientras el chico se convulsionaba y gemía, meneando sus caderas de forma desvariada, ella sintió una fuerte contracción en su coño. Más vinieron detrás y una húmeda explosión la hizo llegar al orgasmo más placentero que jamás había tenido desde hacía tiempo. Por lo menos, desde que el profesor de gimnasia se la folló por primera vez en cuarto.

Al final, los dos quedaron exhaustos. Guillermo se derrumbó sobre el inodoro. Clara se sacó la polla, ya algo más flácida, de su boca y lamió la punta para quitar los restos de semen que quedasen. Justo en ese mismo instante, el timbre sonó. El recreo había terminado. Ella se levantó y, aunque algo aturdida por el intenso orgasmo, pudo mantenerse en pie. El chico, sin embargo, se le notaba débil, como si al chupársela, la chica le hubiera absorbido la vida. Lo miró divertida y luego, le habló:

—Bueno, es hora de volver a clase.

Al escucharla, el friki se reanimó. Abrió sus ojos y se removió un poco.

—Levántate los pantalones, anda —le indicó ella mientras se acercaba.

Una vez frente a él, se inclinó. Guillermo quedó expectante de lo que pasaba mientras la miraba. Una sonrisa se proyectó en el rostro de la morena y sin dudarlo, le dio un beso. Tras sentir sus finos labios apretándose contra los suyos y disfrutar, se apartó.

—Ya sabes, cuando quieras repetir, tan solo dímelo.

Dejándolo con una cara de alucinado perdido, aun sin poder creer que aquello hubiera pasado, Clara abandonó el baño y puso rumbo a la siguiente clase, muy contenta de haber disfrutado de un momento como ese.

Ya una vez allí, se sentó al lado de Marta. Cuando esta la miró, se quedó pendiente de ella por un rato.

—¿Que has hecho al final, guarrilla? —le dijo. Aunque la llamara de esa manera tan inapropiada, era un apelativo más bien cariñoso entre las dos.

—¿Tú que crees, buscona? —le replicó ella bien resuelta.

Marta volvió la vista al escuchar la puerta abrirse.

Guillermo, el friki, entraba en el aula con un rostro donde se leía la satisfacción de alguien que acababa de pasar un buen rato. Cuando uno de sus compañeros le preguntó de forma burlona donde se había metido, él le espetó un “que te den” con todo el desparpajo del mundo. Muchos quedaron alucinados al ver tan inesperada respuesta y tras esto, el chico se sentó en la parte de delante, como acostumbraba a hacer. Antes de que el profesor llegase, volvió la cabeza hacia donde estaban las chicas y le obsequió una cálida sonrisa a Clara.

Cuando Marta miró a su amiga, esta no podía ocultar su sorpresa ante lo que había logrado: espabilar al friki de una vez por todas.