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Historia de amor de una hija y su padre (Parte 8)

en Zoofilia

Hola mis queridos, como ven apenas tenía cumpliditos mis quince añitos y ya mi padre/esposo me había desvirgado vaginal y analmente y me tenía tremendamente pérdida enamorada de él, para esto él era vicioso de que yo le lama el ano y que le haga masajes prostáticos, esta era una de las actividades que yo más disfrutaba en mi vida, porque para mí no había mayor placer que otorgarle place a mi macho, y esa era una actividad diaria.

Pero mis queridos no todo era felicidad, ya que mi macho como todo campesino y dueño de hacienda cacaotera tenía que salir con cierta frecuencia, porque debía negociar o llevar a vender la cosecha a la ciudad capital, a veces también le gustaba adentrarse por días enteros en el monte para cazar venados que luego vendía en el pueblo, y no siempre María, la obstetra podía venir a acompañarme, y eran días de eterna soledad para mí.

En medio de la absoluta soledad del campo, mi permanente necesidad sexual que solo era satisfecha en su totalidad por mi bello semental, hacía que mi sangre hierva, fue entonces en que mi afiebrada mente comenzó a divagar para encontrar la manera satisfacerme, tenía que buscar algún objeto similar al menos en dimensiones a la verga de mi padre, u así fue como fui probando diversos objetos pero ninguno me llenaba, hasta que descubrí una belleza llamada pepino, que fue mi permanente compañero en los días en que mi macho salía y pues también ha sido mi fiel amante a lo largo de los cuatro años desde que mi marido falleció.

Aquella mañana, mi vagina se chorreaba sola de la necesidad ya habían pasado dos días desde que mi amado había salido de viaje y estaba enferma de la desesperación, no podía dormir en las noches y no me podía concentrar en mis quehaceres de ama de casa campesina, y pues en mis ardientes de 16 años, estaba preparándome una ensalada cuando tome un pepino y lo comencé a observar y lo encontré maravilloso y me provocó chuparlo, y lo comencé a hacer pensando e imaginando que era el falo de mi marido, no sabía igual pero por lo menos me ayudaba a salir de la desesperante necesidad.

Me desnude por completo y me tire en el piso de la cocina, comencé a acariciar mis enormes senos (habían crecido desde la primera noche con mi padre/esposo), comencé a pasar el pepino por encima por las largas (y jamás cortadas) vellosidades de mi monte de venus como lo hacía mi macho antes de penetrarme, todos esos vellos ya estaban empapados de mis flujos, y me empapaba toda hasta las vellosidades que protegen mi ano, luego acariciaba mi clítoris con el pepino y mis secreciones se hacían mucho más intensas, comencé a estimular la entrada de mi vagina con el pepino y lo comencé a introducir de a poco como siempre lo hacía el dueño de mi vida, hasta que lo logré introducir en su totalidad, fue entonces que me comencé a meter y sacar primero lento y suave para a continuación aumentar el ritmo, la velocidad y la fuerza de las embestidas, podía sentir el pepino golpeando la entrada de mi útero, tal cual sentía la verga de mi macho cuando me amaba.

Al llegar al salvaje orgasmo que me había regalado por primera vez me sucedía lo mismo se me salían fuertes chorros de fluido muy parecido como que estuviera orinando, quede un poco rendida el orgasmo vaginal ya no era suficiente para mí, y pues me dije este mismo pepino me puede servir para poder completar mis necesidades amatorias. Y busque una almohada, y me la puse a la altura de las caderas para darle espacio a mi ano, y comencé a estimularme con los dedos y ya estando muy acostumbrado mi huequito se comenzó a dilatar luego seguí la estimulación con el pepino hasta que noté que la dilatación era la adecuada y lo comencé a empujar con lentitud y delicadeza como lo hacía mi padre/esposo, una vez que el esfínter se adaptó al pepino comencé a embestirme a mí misma con la intensidad y velocidad con la estaba acostumbrada, que sensación tan deliciosa, fueron 10 minutos hasta que una vez más reventé en un estruendoso y abundantemente húmedo orgasmo, el piso era un mar de fluidos, quedé tan agotada que ni siquiera me saque el pepino, mi ano poco a poco lo fue expulsando, y quede tirada como una perra enajenada en el piso, y no pude reaccionar hasta casi una hora después de esos orgasmos.

A pesar que pude solucionar el problema de mis necesidades sexuales, seguía sintiéndome sola, lo que supe manifestárselo a mi padre, lo que él tan bello y amoroso supo solucionar regalándome a la semana siguiente un hermoso cachorro labrador de 4 meses de edad, que un año después cambió mi vida de una forma que jamás me hubiera imaginado.

En cierta ocasión, que estaba satisfaciendo mis enfermizas necesidades sexuales con mi amado pepino (bueno era uno nuevo en cada ocasión, tanto fue mi uso de pepinos que los comencé a sembrar yo misma en un espacio de la hacienda donde vivíamos), pues no me había fijado que mi Roco (el labrador que ya tenía un año 8 meses), había estado observándome y cuál fue mi sorpresa que de un momento a otro sentí que me estaba olfateando mi vagina, inicialmente me asusté y brinque del piso, pero mi niño buscaba con insistencia mi aroma que en realidad era demasiado intenso, principalmente debido a mis nunca depiladas vellosidades, en un descuido Roco logro pasarme un lengüetazo por mi vagina que me hizo erizar toda, y ahí fue cuando quedé rendida estando de pie abrí mis piernas y lo deje lamer a sus anchas, hoy puede confesar que dada la textura de la lengua de Roco, la sensación de este sexo oral era supremamente superior en intensidad a las que me daba mi marido. Mi Roco me saco el orgasmo en menos de 5 minutos de lamerme, fue tan intenso que como de costumbre caí desmayada y extasiada.

Por algunos días, solo llegamos hasta eso, pero mi eterna curiosidad me hizo buscar su miembro que inicialmente estaba todo cubierto, eché en el piso al niño Roco y comencé a estimular manualmente el saco que envuelve su pene, hasta que poco a poco fue saliendo el extraño y rojizo miembro canino, incluyendo sus testículos, lo seguía estimulando y comenzó a secretar ese líquido preseminal y me enajene por completo, sufro un delirio enfermizo por ese líquido y pues mi Roco secretaba mucho más líquido preseminal que mi marido, y no me pude contener y fue así que comencé a practicar la mejor felación que le pude practicar a mi nuevo amante, hasta que finalmente me eyaculo en mi boca y créanme lo hizo siquiera el doble de cantidad que mi padre/esposo, fue algo alucinante definitivamente quede enamorada, sin embargo, Roco solo podía ocupar un segundo puesto en mi vida, mi dueño era mi amado marido.

Pues finalmente, llego el momento esperado, me preparé psicológicamente por semanas yo estaba convencida que necesitaba convertirme en su perra, no sabía cómo hacerlo ni cómo iba a suceder, y lo único que se me ocurrió fue comportarme como una perra, me puse en cuatro patas y comencé a menear el culo, y el niño Roco me comenzó a lamer desde atrás, y como comprenderán y debido a la costumbre lo primero que se dilató fue mi esfínter anal, el niño Roco no se aguantó más y se me trepo, yo no hice absolutamente nada lo dejé a él hacer a sus anchas, y fue así que de un momento a otro sentí como me ensartó toda su verga en el ano, pero debido a que yo estaba acostumbrada a miembro más grandes y gruesos lo sentí como muy pequeño, lo que me tenía enajenada era la velocidad y la fuerza de sus embestidas, mi perrito me sacó tres orgasmos en un solo envión, pero luego sucedió lo que jamás pero jamás me podía yo haber imaginado, luego de que el niño Roco eyaculó con toda su intensidad comencé a sentir todo lo contrario a lo que sentía con mi macho, la verga de Roco se comenzó a hinchar dentro mío, yo estaba terriblemente asustada, y pues me sentí abotonada con mi perro, no me podía separar de él, tenía mi recto dilatado como nunca antes en mi vida, y era algo doloroso pero enormemente placentero, en esta ocasión me orine en verdad y tuve otro tremendo orgasmo, no sé cuánto tiempo habrá pasado hasta que nos pudimos soltar, quedé desmayada y tirada en el piso con las piernas temblando, por más de 45 minutos, desde ese día y por varios años Roco fue mi compañía en mi soledad, antes de quedar viuda Roco también murió y luego de enviudar me conseguí a Roco 2.

Sin embargo, mi marido no tenía que enterarse de esta relación con mi perro, entonces cada vez que mi padre estaba en casa, me tocaba encerrar al niño Roco en una casita que estaba alejada a unos cuantos metros de mi hogar, toda precaución es válida en estos casos.

Esto es todo por hoy, recuerden que sus comentarios y correos electrónicos son mi motivación para seguir con esta historia de amor.

Besos

Yessenia (yesseniaec2016@gmail.com)