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Hijo unico

en Amor filial

MI HIJO UNICO

Me llamo Adela, madre soltera, mi único hijo nació unos días posteriores a cumplir mis veinte años,  mis padres me apoyaron y me mantuvieron con la condición de que debía obtener algún título universitario para poder  tener un buen futuro tanto para mí como para mi niño.

Lo bautizamos con el nombre de Matías, y a los meses me inscribí en la Facultad de Ciencias Económicas, que si bien me dedicaba a preparar materias, también salía, iba  a fiestas y tuve algunas parejas  durante ese periodo de estudio. Mis padres me bancaron todo, prácticamente criaron a mi hijo, pero yo también en 5 anos obtuve mi titulo de Doctorado en Economía.

Tuve la dicha de entrar en una empresa en la que dados mis esfuerzos fui muy bien remunerada, mientras mi hijo crecía y mi seguridad económica se iba acrecentando, lo que me permitió tener mi departamento, auto y poder disfrutar de viajes con Matías.

Tuve algunas parejas pero ninguna se termino de concretar, aunque a mi hijo no le caían muy atrayentes, a pesar que trataban de cautivarlo con regalos o paseos. Aunque por un lado pretendía formar una familia, por otro me sentía a gusto vivir con Matías. Los años fueron transcurriendo, muy rápidamente hasta que mi hijo ya era un adolescente y yo estaba a 4 años de los cuarenta. Me mantenía en forma, no había aumentado el peso, me cuidaba con las comidas y creo que mi físico era todavía atrayente.

Con mi hijo manteníamos una relación muy linda y éramos bastantes compinches en una serie de cosas, por no decir en casi todo. Por supuesto que teníamos nuestras discusiones dado que un adolescente de casi 17 años es bastante rebelde, propio de esa juventud en la que todos hemos disfrutado.

Tenía un amigo, llamado Tony, muy rico chico algo mayor que Matías, que venía muy seguido a casa, encerrándose en la habitación de mi hijo, vaya a saber que hacían, cosa muy corriente entre los adolescentes.

Así iba transcurriendo mi existencia, me habría encantado formar una nueva pareja, aunque Matías, parecía rechazar ampliamente a los pocos candidatos posibles.

No recuerdo exactamente en qué momento comencé a tener ciertos pensamientos algo perniciosos, por circunstancias casuales, acciones propias y de mi hijo, o por la suma de ambas partes, pero no sé bien cuál fue el detonante. A lo que puedo remontarme es que en una oportunidad lo vi desnudo durante unos segundos, llamándome notablemente la atención su aparato algo erecto, fue un instante suficiente para llegar a sentir motivar mi interior.

En ese momento tenía una pareja por lo que no solo me aplaco ese día, sino que no hizo que me obsesionase con el sexo de Matías. Si bien se volvió a repetir en determinadas ocasiones solo pensé en que mi hijo se estaba haciendo hombre, o si ya habría tenido su primera experiencia.

También noté que a veces miraba muy deslumbrado mis pechos, que si bien no eran demasiados grandes, se hacían notar. Trataba de evitar su mirada indiscreta, poniéndome ropa no demasiada escotada, tratando de evitar ese fisgoneo sensual.

A veces mientras me bañaba solía dejar la puerta entreabierta, pasando varias veces para ver mi cuerpo desnudo, al que después de esas incidencias, la mantenía  cerrada, la cual no era mi costumbre, vistiéndome en el baño para obviar posibles inconvenientes.

En ese lapso rompí con una pareja que tenia, a lo que me llevó a un tiempo de abstinencia, si bien he tenido periodos largos sin tener relaciones, esta vez no lo podía controlar, estaba nerviosa, contestaba mal, todo me caía pésimo. Pero mis pensamientos recayeron en la vez que vi a Matías desnudo, transformándose en algo obsesivo y hasta llegar a masturbarme recordando ese instante.

En determinado momento llegue a pensar que no estaba bien, así que opté por ir a un psiquiatra o sicóloga, a que me diese una orientación, por lo que me sucedía. Me costó revelarle a mi terapeuta mi secreto, aunque no lo tomó demasiado a la tremenda, explicándome que después de la ruptura con mi última pareja, la nueva búsqueda se reflejaba en mi hijo, cosa algo natural denominada el complejo de Edipo, y un montón de cosas más que no me llevaron a nada.

Después de varias sesiones, traté de desconectarme de esos pensamientos y salir con amigas, intentando encontrar pareja, obteniendo de esa decisión, reproches de mi hijo, cara de culo y toda esa serie de caprichos estúpidos que iban surgiendo. Pensé que estaba algo celoso, propio de un adolecente con su madre, hasta que una mañana mientras desayunábamos, me dice:

“Má, hasta que edad me diste la teta? “. Me quedé algo impactado por ese a pregunta tan fuera de contexto. Estuve unos segundos sin responder, tratando de asimilarlo

“Creo que, hasta casi los 2 años” contesté

Haciendo una mueca algo sensual, la que me hizo esbozar una sonrisa, a la vez que me imaginaba chupándome una teta en la actualidad, sintiendo como mi rostro se ruborizaba.

Eso fue como un aviso o el punto de inflexión, creo que inconscientemente fui cambiando de actitudes. Una de ellas dejar la puerta del baño abierta, secándome lentamente mientras Matías pasaba y me observaba, digamos más “prolongadamente”. Comencé a disfrutar de mostrar parciamente mi cuerpo, percibiendo cómo reaccionaba mi hijo, al notar su sexo abultar su pantalón.

La vez que pasé por su habitación, con mi torso desnudo parándome frente a su puerta y hacerle una pregunta cualquiera, sus ojos se clavaron en mis pechos, disfrutando del espectáculo. Estoy convencida que terminó masturbándose, cosa que me excitaba también.

Otra vez mientras tomaba sol en el jardín en topless, pensando que estaba sola, en determinado momento me dio la sensación que me observaba, creo que me atrajo la idea y hasta sentí una especie de estimulación. Cuando me levanté para entrar en la casa, noté algo de semen cerca de la puerta corrediza, era evidente que mi cuerpo le producía excitación, de lo que me sentía alagada..

Todo esto no se desencadenó de un día para otro, sino que llevó un periodo prolongado. Una noche me propuso ver una película, si bien no soy demasiada amante de ver televisión, acepté, me puse el camisón, con el propósito de apenas tener sueño me iba  a acostar. Con algo de esfuerzo miraba la película, tratando de no dormirme, aunque algún codazo de mi hijo me espabilaba. Así permanecí hasta que me dormí, recibiendo un golpe con uno de los almohadones del sillón que me despertó, algo ofuscada por su accionar, le pequé con otro, desencadenándose en una lucha. En determinado momento como consecuencia de ese “combate” una de mis tetas se escapó de mi camisón, a la que mi hijo la tomó con su mano, y yo metí mi mano entre su joggings apretando su pene, que rápidamente comenzó a ponerse rígido.

Su boca no tardó en chupar mi pezón, mientras mi mano batía el largo de su aparato genital, no me podía detener en lo que estaba haciendo, su boca succionaba mi tetilla mientras mi mano no se detenía de su alterado falo. Nuestros cuerpos se apretujaban aumentando las tensiones en nuestros cuerpos que iban acrecentando la adrenalina.

No paré hasta lograr que su miembro eyaculase, percibiendo mi piel sus cálidos flujos, apretando su boca con más intensidad en mi pecho. Permanecimos un rato quietos y abrazados durante un corto periodo, hasta que me levante para higienizar mi mano, y sin decir palabra me dirigí a mi alcoba, sin quitar de mi mente lo sucedido. Me costó conciliar el sueño, a raíz que tenía presente dicho desenlace en mi mente, estuve a punto de levantarme e ir a su cama, pero me contuve de realizarlo, a pesar de que al acercar mi mano a mi cara percibí aun el olor del esperma de mi hijo. Me costó dormirme, pensando en ese momento, y oliendo mi mano termine por dormirme.

A la mañana siguiente me levanté como siempre a preparar el desayuno, con la diferencia en que no me puse la bata, creo que fue intencional al no hacerlo. Mientras preparaba el café y las tostadas, Matías se acerco sigilosamente, rodeando mi cintura, mientras besaba mi cuello, un leve escalofrió sacudió mi cuerpo. Levantó suavemente mi corto camisón para acariciar mi vientre, me quedé paralizada, mientras sus manos recorrían mi piel, y mi cuerpo comenzaba a alterarse, hasta que sus manos tomaron fuertemente mis tetas oprimiendo mis tiesos pezones.

Sentí que mis jugos vaginales comenzaban a fluir, mientras sus palmas exploraban mi excitado cuerpo, a la vez que percibía su verga erecta, posarse ansiosamente sobre mis posaderas. La debilidad de mi cuerpo se fue entregando a las presunciones de mi hijo adolescente.

Sabía que estaba mal o no, pero no hice mas nada para impedirlo, cuando comenzó a levantar mi camisón hasta quitármelo. Toco mis muslos y mi monte de Venus a través de mi trusa, sin pensarlo lo tomé de la mano para llevarlo a mi dormitorio, sentándome sobre la cama para bajar su pantaloncito y ver con bastante obsesión su gordo pene erecto, muy atractivo y seductor.

Me acosté sobre la cama algo sonrojada, mientras me quitaba mi única prenda, aprovechando que estaba bastante a oscuras la habitación,  mi desnudez y fundamentalmente  el vello que cubría mi intimidad. Pero para Matías eso parecía no afectarlo, se volcó sobre mí algo temeroso, besándonos levemente, hasta que tomé su miembro y lo llevé a mi cavidad vaginal. Al sentir su rápida penetración, mi cuerpo se convulsionó rápidamente, al inicio de un bombeo vertiginoso que en escasos minutos eyaculó en mi interior. Si bien no llegué a tener un orgasmo, lo mantuve abrazado, con su aparato bastante erecto en mi vulva. No estaba arrepentida, todo lo contrario, había hecho debutar a mi hijo, y hasta me sentí presuntuosa de que habría sucedido así. El olor a tostadas quemadas nos trajo a la realidad, me levanté súbitamente para ir a sacarlas.

A pesar de eso, creo que fue el desayuno más feliz de mi vida, a pesar que estábamos algo abochornados, pero contentos. Apenas terminamos de merendar, Matías pretendió volver a tener sexo, lo disuadí en su intención diciéndole

“Hijo, si bien lo pasamos de maravilla, creo que no debemos continuar con esta relación, sucedió, nos gustó y lo damos por terminado”

No le agrado demasiado mi comentario, pero aparentemente lo comprendió, así que me duché rápidamente y me fui al trabajo, por supuesto que mis pensamientos habían quedado anclados  en ese momento. Sabía que había encendido la mecha, era muy difícil apagarla, pero puse todo mi empeño en no volver a repetirlo, pero el diablo siempre mete la cola.

Un día después de bañarme, estando frente al espejo, pensé en afeitar mi pubis, así que me rasuré hasta ver esa zona libre de vellosidad, permitiendo ver mis labios inferiores, no sé si lo hice con doble intención, para mostrarle a Matías que podría agradarle, aunque eso equivaldría a retomar un nuevo encuentro.  

Matías siempre fue un chico meloso, hasta que obtenía su objetivo, así que trataba de seducirme  para tener un nuevo encuentro, oponiéndome a pesar que me atraía repetirlo.

Un día al llegar Matías del colegio, estaba hablando con un amigo, nunca habíamos llegado a nada, aunque sabía que me pretendía.  Me reía de sus ocurrencias, mientras que mi hijo con mala cara escuchaba mis comentarios jocosos.

De repente se dirigió a su dormitorio, pegando un portazo, sin aparente motivo, que al finalizar mi charla, me dirigí a su alcoba, traté de que me explicase su aparente enojo, sin tener una respuesta, sin insistir demasiado me fui a la cocina a preparar el almuerzo. Apenas finalizamos la comida se fue a su cuarto nuevamente sin decir palabras. Después de terminar  de limpiar la cocina y como no tenía que ir a trabajar, me arme de paciencia y me dirigí a su cuarto. Estaba tendido sobre la cama en calzoncillos, me senté a su lado preguntándole qué demonios tenia.

Le acariciaba su abdomen, mientras le hablaba, dándome respuestas con monosílabos,  no llegaba a tocar su bulto, pero le agradaban esas suaves caricias, a pesar de no demostrarlo.

En determinado momento, me cansé de la situación, así que roce su bulto, y me levanté para irme, cuando sorpresivamente me tomó de la muñeca atrayéndome hacia su cuerpo en ese momento manotee su aparato, bajando su calzoncillo y sin pensarlo demasiado, se la empecé a lamer y besar, produciéndosele su inmediata erección.

Sin despegar mi cara de su sexo, trataba de sacarme mis prendas, hasta quedar solo mi ropa  interior, me volqué sobre la cama mientras Matías me quitaba el sostén para succionar con fuerzas mis pezones, introduciendo  su mano entre mis piernas, para friccionar mi vagina. La pasión se había hecho dueña de nuestros cuerpos, ya no éramos madre e hijo, solo dos seres dispuestos a tener sexo.

Así continuamos con total ahínco, hasta que su gordo pene se introduzco en mi vibrante vagina, agitando y friccionando las paredes de mi vulva, para finalizar eyaculando en mi interior. Esta vez nos quedamos en la cama para retomar nuevamente en esta loca actividad, aunque Matías se dedico a explorar y descubrir mi desnudo cuerpo, haciéndome vibrar, cada vez que abría mi vagina, para introducir sus dedos, llenos de indagación, hasta  culminar con su lengua, estimulando hasta mi última fibra, para finalizar con una copulación  salvaje y escandalosa.

Esa tarde permanecimos en la cama reiterándolo varias veces, hasta que nos dormimos para despertar cerca de las 22 hs. A partir de ese día nuestro sexo fue bastante continuo, hasta nos manteníamos desnudos gran parte del di, disfrutando de nuestros cuerpos.

Nuestras vidas continuaron,  yo con mi trabajo y los quehaceres domésticos, Matías con sus estudios y su amigo Tony que venía, pero ya sin quedarse a dormir.

A pesar de continuar con esa relación sexual, nunca nos pusimos a plantear un futuro, sabia que tarde o temprano eso acabaría, a pesar que Matías me celaba bastante, que si bien me agradaba saberlo, me impedía buscar una nueva pareja.

En una oportunidad fuimos invitados a una fiesta, bastante importante, me alegro poder ir, aunque a Matías no le cayó demasiado bien esa decisión. Así que después de una larga charla lo pude convencer de que viniese.

Faltaba como un mes para el acontecimiento, pero a pesar de eso traté de hacer los preparativos para ir, con bastante tiempo. No sé si por la actividad sexual o la intención de parecer más joven, había adelgazado bastante, por consiguiente me compré un vestido largo, algo escotado, sin comentarle a mi hijo. El día del acontecimiento me lo puse, recibiendo elogios por parte de Matías, aunque acotó que era un escote algo “llamativo”, y además sin sostén.

Antes de salir, que a pesar de tener unas bragas chicas, se marcaban en el vestido, así que opté por quitármelas.

La fiesta estuvo fantástica, baile bastante, aunque mi hijo a veces me observaba con quien lo hacía. Al regresar cerca de las 4 de la mañana, no habló demasiado mientras manejaba, dado que yo estaba algo mareadita y porque no? excitada.

Al llegar a casa con mis zapatos en la mano, le di un provocativo beso a mi hijo, al momento que me decía algo alterado

“Quieres, guerra parece?????”, girándome bruscamente, mientras bajaba un bretel, para mordisquear mi cuello y manotear una teta. Al bajar el otro el vestido se fue desplazando hasta sentirlo en mis tobillos, quedando como Dios me trajo  al mundo.

Sin pérdida de tiempo y de una manera algo violenta y como un castigo (aunque no tenía motivos, pero era posible, que al carecer de ropa interior, algo lo altero) me tiró sobre el sofá boca abajo, quedándome quieta a la espera de un desenlace.

Sentí que se montaba sobre mis nalgas, jugueteando entre mi raja de una manera algo agresiva. Supuse que pretendía, aunque la única vez que lo hice con otra persona, no me agrado demasiado. El juego entre mis nalgas se fue acrecentando, hasta sentir unos de sus dedos introducirse en mi ano, tratando de profundizarlo. No hice nada por impedirlo, solo me relajé  para soportar mejor el dolor. Si bien era la primera vez que me hacia algo así, demostraba tener experiencia en el tema. Sus dedos hurgaron ávidos de apetito sexual en mi interior, al punto en que esa trasgresión  comencé a aceptarla, mientras percibía como entraban y salían con total desenvoltura.

.Mi agitación se aceleraba al ritmo de esos accesos, hasta comenzar a gemir, mezcla placer y parte dolor, levantado mi culo como consintiendo esa intromisión en mi recto. Mis gimoteos parecían estimular  a mi hijo que aceleraba simultáneamente su cometido.

Cuando al sentir su saliva aplicarla en mi agujerito algo dilatado, para recibir posteriormente a su glande, oprimiéndose contra la abertura anal, que dado su grosor impedía pentrarse. Pero eso no lo detuvo demasiado en su intensión sino todo lo contrario, pareció enardecerse, aplicando una mayor presión hasta lograr introducir una parte. Apenas gesticule, conteniendo el dolor, cuando un nuevo empellón hizo introducirlo algo más, y en escasos segundos la totalidad de la verga de mi hijo, estaba cobijada por el recto de su madre.

Cuando al fin terminó de entrar y la cabeza se alojó profundamente, dejando sus genitales pegados a mi vagina, era atroz sentir su falo metido hasta mis entrañas, dando la sensación de partirme. Le rogué, que no se moviera, quería disfrutar su aparato en mi interior, percibiendo los latidos de su falo en mi íntimo conducto, que no dejaba de hacerme vibrar. Estrechando mi esfínter, aprisionando su verga, hasta que súbitamente empezó su impetuoso bombeo, fue fabuloso. Cada vez que penetra su verga, mi cabeza se elevaba, mientras sus manos apretaban más mis tetas.

Sabía aguantar, al punto de contenerse cuando estaba por venirse, mordiendo mi cuello y apretando mis tetillas, esa especie de masoquismo que me estaba proporcionando, me excitaba mas. Ese acoplamiento duró bastante hasta que después de varias contenciones, su semen se hizo sentir en mi recto.

Cuando acabo, abrazo, y muy tiernamente me dice

“Te quiero má”

Esta experiencia fue repetida reiteradamente, me encantaba hacerlo, y parecía existir una especie de dominación por su parte, a la que sumisamente aceptaba.