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La visita de Celia en Semana Santa

en Trios

Siempre habíamos tenido muy buena relación con nuestra gran amiga Celia. Se trata de una excompañera de trabajo de Sofía, la cual ya trabajaba en el restaurante cuando ella llegó. Fue la que la recibió con los brazos abiertos y le enseñó cómo funcionaba todo.

Celia es una muchacha morena, de la misma estatura que Sofía y algo más joven que ella, unos 24 años. No se puede decir que sea una chica extremadamente atractiva, sin embargo, tiene algo que hace que todo el mundo se termine fijando en ella.

Desde el momento en el que la conocí supe que el cariño que le tenía a Sofía era algo más que cariño. Se notaba que nunca había tenido oportunidad de acercarse tanto a otra chica y, como Sofía se lo permitía, aprovechaba cada momento que tenía junto a ella fuera del trabajo para ir un paso más lejos y seguir experimentando esa sensación.

Congeniamos en seguida, por lo que habitualmente las recogía del trabajo y nos pasábamos la noche bebiendo cerveza de local en local. Pronto se dio cuenta de que a mí no me importaba la cercanía con la que trataba a Sofía mientras me incluyera de alguna forma en su juego. De esta forma, era habitual que nuestras conversaciones  terminaran tratando sobre sexo.

Todo comenzó con un juego que teníamos Sofía y yo  en el que cada uno tenía que decidir  con cuáles de los presentes en el local  se montaría un trío. Teníamos que elegir tanto al chico como a la chica a la que invitaríamos a unirse a nuestra noche de sexo. Celia no tuvo problema  en unirse a nuestro juego y,  poco a poco, pasamos de elegir en cada local  a nuestras posibles parejas sexuales  a contarnos con todo detalle nuestras experiencias y fantasías.

Resultó que nuestras fantasías eran muy parecidas. Los tres habíamos fantaseado con incluir a una tercera persona en nuestros juegos y lo habíamos hablado con nuestras parejas, llegando incluso a proponer la idea del intercambio de pareja. Sofía y yo lo habíamos hablado alguna vez, pero nunca nos habíamos atrevido a dar el paso, lo mismo ocurría con Celia y su novio.

Otro tema recurrente eran los tatuajes de Celia. Sabíamos que tenía varios pero solo alguno estaba a la vista, por lo que continuamente Sofía y yo le pedíamos que nos enseñara el resto. Esto nos dio bastante juego, ya que cada vez que nos quedábamos en casa de alguno de nosotros, insistíamos en que Celia perdiese algo de ropa para enseñarnos sus tatuajes. Aunque todo esto nos gustaba a los tres no pasó de ser más que imaginación, pues nunca se planteó nada seriamente y además ninguno de nosotros nos atreveríamos a realizarlo.

 En cada ocasión en la que quedábamos, la cercanía entre Sofía y Celia  se acentuaba aún más, hasta que, según supe más tarde por Sofía, una noche Celia chocó de bruces con ella en el almacén del restaurante. Entonces se le confesó diciéndole que le encantaría hacer locuras con ella, pero que como tenía pareja no era capaz de hacerlo, a lo que le contestó que no se preocupara porque su pareja también estaba invitada a hacer locuras con nosotros. Tras esto, se limitó a salir de allí, dejando a Sofía en el almacén.

A partir de ese momento,  aunque la complicidad se mantuvo intacta,  la frecuencia con la que quedábamos disminuyó bastante. Al parecer, Celia prefería dejar a su pareja al margen de todo, por lo que nuestra relación volvió a ser sencillamente de amistad, aunque aderezada con esos momentos picantes gracias a nuestros juegos o a la búsqueda de tatuajes en el cuerpo de Celia.

Así estaban las cosas cuando un día Celia nos dio una mala noticia. Se mudaba a Valencia. Había tenido la suerte de encontrar trabajo en un restaurante de allí, además de ser aceptada en una escuela de la localidad, por lo que podría continuar sus estudios y compartir piso con su pareja, que trabajaba por allí. Fue así cómo nos dejó para vivir su nueva vida en Valencia.

Pasaron los meses sin saber nada de ella, excepto por alguna conversación aislada por WhatSapp. Continuamente, Sofía y yo, recordábamos las situaciones tan comprometidas en las que nos habíamos encontrado los tres, y no dejábamos de pensar que tendríamos que haber aprovechado alguna de esas situaciones para llegar hasta el final con ella.

Así continuó la situación hasta que un día, en una de esas conversaciones aisladas con ella, nos dijo que tenía intención de visitarnos en Semana Santa. Obviamente, le contestamos que la acogeríamos en casa y que se sintiera como si fuese la suya propia. El día antes a su llegada Sofía y yo tuvimos una conversación, quedamos de acuerdo en que, si se producía la situación, la aprovecharíamos en lugar de dejarla pasar como tantas otras veces, esta vez no nos arrepentiremos de no haber llegado hasta el final.

Con estos pensamientos en la cabeza llegó el día en el que nos reencontramos con Celia. Pasamos unos días maravillosos en el que después de recoger a Sofía de su trabajo nos íbamos toda la noche de cervezas. Como podéis imaginar, llegábamos bastante perjudicados a casa. Las dos primeras noches no pasó nada extraordinario, simplemente llegamos a casa y nos derrumbamos sobre la cama. Sin embargo, la tercera noche fue bien distinta.

Sofía y yo llevábamos sin follar desde la llegada de Celia y la tensión sexual que había entre nosotros tenía que estallar de alguna forma. Durante los tres días previos las indirectas habían sido constantes y la picardía que teníamos antes de que se mudara seguía ahí, por lo que las ganas de desahogarnos eran tremendas. De esta forma, esa noche cuando llegamos a casa, Celia se fue directa a su cuarto mientras que nosotros nos fuimos al nuestro, pero no nos limitamos a dormir.

En cuanto Celia cerró la puerta de su cuarto empujé a Sofía contra la cama y me abalancé sobre ella besándola por todas partes. Ni que decir tiene que me desentendí completamente de cerrar la puerta del cuarto. La desnudé rápidamente y a continuación me desnudé yo mismo. Una vez hecho esto, cogí las dos almohadas de la cama y, con sus fundas, le vendé los ojos a Sofía y le até las muñecas a la espalda.

En aquel momento yo ya tenía la erección al máximo y Sofía estaba chorreando. Me tumbé sobre la cama y la obligué a sentarse sobre mi boca, disfrutando así de una de sus posiciones favoritas para el sexo oral. Tras un rato así, me incorporé y me senté en el borde de la cama, justo enfrente de la entrada al cuarto, mientras que Sofía, aún sobre la cama y con sus manos a la espalda, buscaba mi polla con su boca. Rápidamente la encontró y me recompensó con una de sus increíbles mamadas. Mientras ella estaba a la faena yo no podía parar de pensar en que, si Celia decidía salir del cuarto (que estaba justo enfrente), lo primero que se encontraría sería a Sofía chupándome la polla. Me habría encantado ver la cara de Celia al encontrarse con esta imagen, sobretodo cuando Sofía, al no ver nada y no poder percatarse de la situación, hubiese seguido con la faena sin saber que estaba siendo observada.

De repente, como si me hubiera leído el pensamiento, se abrió la puerta y Celia apareció en el umbral. Se quedó paralizada, al igual que yo, y lo único que atiné a hacer fue hacerle un gesto para que mantuviera la boca cerrada. Aunque no hubiese hecho el gesto ella no habría podido articular palabra, estaba paralizada, con su vista fija en mi polla mientras Sofía me la chupaba con deleite. Su cara era de asombro absoluto hasta que por fin se le pasó un poco el shock inicial y apartó la vista de mi miembro hasta que sus ojos se encontraron con los míos. Su cara permaneció inmutable hasta que yo acerté a dedicarle una sonrisa, que ella me devolvió ahora que ya se había recuperado de la sorpresa. Se quedó en el umbral sin mover un músculo, mirándonos alternativamente a Sofía, a mi polla y a mí mismo.

Al cabo, le hice un gesto para que se acercara en silencio y, cuando se situó junto a la cama sin hacer ruido, le hice otro indicándole que se quitara la poca ropa que llevaba. Tras dudarlo unos segundos, comenzó por quitarse la camiseta, dejando al descubierto unos pechos redonditos y pequeños con unos pezones que en ese momento estaban duros como piedras. Tras la camiseta, la única prenda que le quedaba eran unas braguitas negras y ajustadas de las cuales no tardó en desprenderse. Al terminar, se dio la vuelta para dejar que admirase su culo y de paso su tatuaje, ese que había mantenido oculto para nosotros durante todo ese tiempo. Yo no podía dejar de pensar en lo que se estaba perdiendo Sofía. Celia al fin había decidido enseñar su tatuaje más personal y ella lo único que podía hacer era seguir entretenida con mi polla, ignorando lo que estaba ocurriendo.

Alargué mi brazo para acariciar ese tatuaje que tanto había deseado ver, mientras que, con mi otro brazo, tenía sujeta la cabeza de Sofía para ayudarla en sus vaivenes. Al rato, dejé de conformarme con el tatuaje y mi mano empezó a explorar otras zonas del cuerpo de Celia. Comencé por apretar sus cachetes para luego rodear su cintura, acariciar su tripa y terminar apretando sus pechos. Por último, insinué una caricia a su sexo y pude comprobar que estaba más que dispuesta a pasarlo en grande.

Entonces aparté a Sofía y me incorporé. Le hice echarse sobre la cama y abrir sus piernas para mí. Me arrodillé junto a ella y comencé a comérselo todo bajo la atenta mirada de Celia, que no perdía detalle de lo que ocurría. Tras unos minutos así, Celia se acuclilló junto a mí y terminó por sustituirme entre las piernas de Sofía, al parecer, sin que ella lo notara. Mientras tanto yo me tumbé en el suelo, con mi cabeza justo debajo de Celia. De esta forma ambas disfrutaron de un buen rato de sexo oral mientras que yo no paraba de sobar el culo de Celia.

En esas estábamos cuando Sofía no pudo contener una exhalación seguida de un “Luis fóllame ya que no puedo más”. Yo me dispuse a cumplir su petición sin rechistar. Aparté a Celia y, sin más, comencé a follarme a Sofía en la misma postura en la que se encontraba. En cuanto comencé a follármela note que estaba más cachonda de lo normal y no pude evitar tomarle el pelo y ya de paso intentar poner aún más cachonda a Celia:

–¿Qué te ha pasado Sofía? Te veo más cachonda de lo normal...

–Uff, sigue follándome y calla, que no sé qué has hecho hoy pero estoy muy mal –contestó entre gemidos.

– A mí no me engañas –dije mirando fijamente a Celia–, seguro que llevas todo el rato pensando en Celia detrás de esa puerta tocándose mientras nos escucha.

– Por si no estuviera suficiente cachonda encima hazme pensar en Celia –contestó entre risas y gemidos.

En ese momento la cara de Celia era ya un poema. Se notaba que estaba tan cachonda que iba a saltar sobre Sofía de un momento a otro, pero yo quería provocarla todavía un poco más.

–Sé que te gustaría tanto como a mí que saliera del cuarto y se uniera a nosotros, ¿qué es lo primero que te gustaría que hiciéramos si ocurriera?

–Eso ya lo sabes. Me pondría cachondísima que me lo comiera mientras me follas la boca y que luego me follaras mientras ella sigue comiéndomelo.

Entonces fue cuando Celia no lo soportó más. Me apartó de un empujón y se volvió a arrodillar ante Sofía. Esta vez no se limitó a usar su boca, sino que se valió de sus manos y sus dedos para acariciarla por todas partes y darle todo el placer posible. Yo me fui derecho hacia la cabeza de Sofía y le susurré al oído –Espero que lo disfrutes tanto como yo –y, tras esto, le metí mi polla en la boca y comencé a follársela con todas mis ganas.

Fue en ese momento cuando Sofía tuvo plena conciencia de lo que estaba ocurriendo, lo que hizo que se pusiera aún más cachonda de lo que estaba. Mientras le follaba la boca aproveché para desatarle las manos, que fueron directamente a entrelazarse con la melena de Celia para obligarla a seguir comiéndole el coño como a ella le gustaba. No tardó en estallar en el mayor orgasmo que le he visto hasta la fecha.

Cuando terminaron los espasmos Celia se incorporó y se tumbó sobre ella, desde donde se entretuvo mordisqueándole los pezones mientras yo le quitaba la venda improvisada de los ojos.

Una vez libre, Sofía buscó la boca de Celia para besarla durante un buen rato mientras yo quedaba como mero espectador. Cuando terminaron Sofía tumbó a Celia y se puso sobre ella, momento en el que comenzaron un fantástico 69.

En esas estaban cuando Celia me hizo un gesto para que me acercara. En cuanto estuve a su alcance abrió la boca y sacó su lengua a modo de invitación. Sin dudarlo un instante le metí mi polla en la boca y comencé a follársela despacio. Al ver que ella lo estaba disfrutando sin tapujos comencé a alternar entre su boca y el coño de Sofía. De esta forma a ratos me follaba su boca y a ratos a Sofía mientras Celia le comía el coño o, en alguna ocasión, se entretenía con mis huevos.

Después de unos minutos así Sofía llegó a su segundo orgasmo sobre la boquita de Celia por lo que decidí que ahora le tocaba a ella disfrutar. Me dirigí al otro extremo de ese increíble 69 e intercambiamos papeles, ahora era Sofía la que comía polla o coño según la situación y Celia la que disfrutaba de una buena follada.

No tardó mucho en correrse, cosa que agradecí, pues yo estaba tan excitado que no podía hacer mucho más. En cuanto ella terminó las dos pusieron sus bocas a mi disposición y sus lenguas a trabajar. Ambas me chupaban la polla a la espera de la corrida final, que llegó poco después. Fue increíble ver como las dos trabajaban para proporcionarme placer a la espera del final y cómo, finalmente, sus bocas se llenaron de mi leche mientras me miraban con deleite. Entonces Celia se apartó un poco y, mirándonos a los dos, se tragó todo el  contenido de su boca para después pasarse la lengua por sus labios para aprovechar hasta la última gota de semen.

Pero Celia aún no había dado por terminada la noche, guardaba un as bajo la manga. Se acercó a Sofía, cuya boca aún estaba llena de leche, y, sin pensárselo, la besó metiéndole la lengua todo lo que pudo para jugar con mi semen dentro de su boca. Luego, sin separarse en ningún momento de Sofía, se tumbó boca arriba con Sofía sobre ella y la empezó a separar despacio de ella, dejando su boca abierta y obligando a Sofía a abrir la suya, dejando caer todo mi semen de su boca a la de ella. Una vez más nos miró a ambos mientras se lo tragaba todo y se relamía nuevamente los labios. Una vez hecho esto se levantó de la cama y abandonó la habitación sin decir ni una sola palabra. No volvimos a verla hasta la mañana siguiente.