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El equívoco

en Hetero: Infidelidad

Mi mayor desasosiego proviene de su normalidad. La niebla del alcohol y la excitación se trasluce en tus ojos, anclados en una conversación fraguada escuchando una palabra equívoca en un espacio inusual, y que ha terminado degustando un cóctel con tres desconocidos, cuya virtualidad es la progresiva eliminación de cualquier barrera formal para adentrarse en el pantanoso terreno de las fantasías.

No sé en qué punto de la noche se consolidó esta alianza, ni cómo tu sonrisa de complicidad, cuando la palabra trío pronunciada en voz alta por Aníbal tronó en el restaurante ha provocado este torrente, como el dedo inocente que empuja la primera ficha del dominó sin medir las consecuencias finales de su gesto, una mesa redonda (mejor cama, diría Satur en un momento de la noche, al quite con la palabra exacta) de filósofos bebidos en el Eurobuilding disertando sobre sexo.

Hay un aguijón instalado en mi estómago desde que los tres reaparecieron que emite una nueva punzada cuando tu relajada posición en el sofá permite que el oscuro triángulo de tu minifalda se ensanche permitiéndoles intuir tu entrepierna, que yo imagino mojada, quizás ellos también, al carecer de frontera entre tu sexo y la tela de la media. Ese aguijón, alimentado por el fondo de vodka añadido al vino previo, hace que contemple la escena con presunción de guionista, como si no fuese real que tu chaqueta se ahueca con el movimiento argumentativo de tus brazos dejando entrever los pezones erectos que desafían el jersey de mezclilla negro sin mangas y cuello alto y que los tres desconocidos pueden disfrutar con la misma nitidez y cercanía que yo.

El trío se conoce desde joven. Eran del mismo barrio de Madrid, pero la vida y el trabajo les dispersó entre Lugo, Tarragona y Badajoz, así que cada año se reúnen aquí un fin de semana para ponerse al día. Aníbal, el de Lugo, tiene una empresa de maquinaria agrícola. Se nota en la desenvoltura, la conversación fluida y en la infatigable capacidad de no darse por vencido. Saturio, Satur para los amigos, vive en Tarragona y es consultor informático para pequeñas empresas. Bastante más retraído que el anterior pero se expande cuando se une a ellos y siempre tiene el vocablo apropiado a punto. Por último, Conrado, el de Badajoz, es dueño de una explotación de equinos en un pueblo de la sierra. Es el más recio, fuerte y grande de los tres. Sus manos, cuya fuerza se intuía solo mirándolas, ocupan casi toda la mesa.

El trío fue la excusa verbal: el reencuentro en el hall del Eurobuilding, el detonante para culminar la ambigua conversación del restaurante, repleta de malicia afilada entre dientes y picante doblez escondida en cada respuesta.

- Qué casualidad – se había acercado Aníbal apenas nos descubrió en la mesa lateral del bar. Sus ojos, al igual que habían hecho durante tu trayecto al baño en el restaurante, no perdieron la ocasión de volcarse en tu minifalda, excesivamente descubierta por mor de la  escasa altura del sillón.

La secuencia fue confusa, pero el resultado, inmediato: tres desconocidos adheridos a la mesa  para continuar el juego en el que habían encontrado una jugadora inesperada. Y allí estabas tú, halagada por su cercanía, implicada en la conversación para conocer una opinión femenina, al albur de aquella primera sonrisa, ya que ellos, pobre solteros, según ocurrente expresión de Aníbal, desconocían los pensamientos reales de una mujer sobre sexo.

Tu desinhibición se acrecienta a cada sorbo de vodka, a cada mirada a tus piernas, cuya ubicación hace que estén tan próximas a sus manos que una mera extensión de estas harían que te tocasen, sobre todo Conrado; te sorprendes imaginando esas manos inmensas perdidas muslos arriba. Mi estómago se contrae definitivamente y mi polla se dispara cuando tus dedos juguetean con el botón de la chaqueta y tras esperar una negativa de mi cabeza que no se produce, con un ligero chasquido la desabotonas. Un nuevo sorbo a la copa, un gesto cadencioso para dejarla sobre la mesa y una espléndida visión lateral de tus pechos.

Aníbal sigue centrando la pieza, utilizando su destreza de vendedor, seguido por Satur que, aun carente de iniciativa, sabe acompañar con ironía los planteamientos de su amigo.

- Hablemos de fantasías. A ver, ¿son tan diferentes las fantasías de los hombres y las mujeres? Por ejemplo, ¿cuáles son las tuyas?

- ¡¡¡Uuuuhhhh, tema peligroso!!! – dices aleteando teatralmente los brazos regalándoles una abertura completa de chaqueta que aprovechan a la perfección. – ¡¡No quiero que penséis mal de mí!! – dices lanzando el anzuelo.

- ¿Por qué vamos a pensar eso? ¡¡No, mujer, que somos buenos!! – persiste  Aníbal. – Venga, te digo la mía, que es la de todos los hombres: liarme con dos tías a la vez.

- Vaya, el famoso trío – ríes. - ¿Por qué os gustará a los tíos tanto ver a dos tías enrollándose?

- ¿Tú lo harías? – replica Satur de inmediato.

- Podría ser… - musitas pensativa. - ¿En qué variable has pensado?  ¿Qué me lo monte con otra tía mientras miras o que lo hagamos las dos contigo? – contraatacas certera.

- La primera mejor, me va el papel de mirón….- confiesa.

- Vamos Conrado, te toca – le anima Aníbal.

- Ufff, la mía….No me atrevo….

- Venga, hombre, que no pasa nada – le dice Aníbal.

- Yo es que soy de campo…Bueno, ahí va….Mi fantasía es llevarme a un establo  a una ricachona estirada vestida de amazona y montarla como si fuese una yegua….

Cuando llega mi turno, salgo del paso con la fantasía de la mujer negra. Todos te miramos expectantes. Dejas la copa despacio en la mesa para ganar tiempo. Por un breve momento el vuelo de tu chaqueta me muestra tus pezones, que están a punto de atravesar el jersey. La imagen repetida de las manos de Conrado en la cintura de la amazona te estremece, sobre todo cuando esta cobra tu rostro. En el reloj del hall suenan las dos de la madrugada y un camarero, discretamente, se acerca para comunicarnos que el bar ha de cerrar.

- Salvada por la campana – exclamas divertida pero con un punto de fastidio, deseosa de prolongar la escena.

- Es una pena - dice Aníbal torciendo el gesto de manera cómica. - Ahora que por fin íbamos a conocer los secretos ocultos de una mujer….- termina con voz misteriosa entre risas. - Tengo una idea. Tememos la última en mi suite. Hay sitio para todos y podremos escuchar la confesión de la dama….

- Si confieso a lo mejor ya no me consideran una dama – silabeas también divertida. – Está bien, alarguemos la velada – aceptas al fin incorporándote.

- ¿Quieres que mienta o quieres que siga? – me dices acorralándome en el ascensor de camino a la suite. Los tres acompañantes suben en el otro.

Mil alarmas se disparan en mi mente pero el alcohol impide que ninguna sea oída. Mi dedo sube por tu muslo comprobando hasta dónde llega la humedad. Ahogo tu gemido caliente con un beso que sabe a alcohol. Mi lengua lame tu boca.

- Quiero que hagas lo que te apetezca – te digo despacio. Un nuevo gemido es tu única respuesta. Esta vez son mis dedos lo que chasquean el botón de la chaqueta que había vuelto a su lugar.  

La suite del Eurobuilding tiene un salón separado del dormitorio. En la esquina hay un mueble bar con taburetes. Hay una mesa de comedor y un espejo que cubre casi toda la pared. También hay un amplio sofá que acaba en un cuadrado para los pies. La puerta corredera que da paso al dormitorio está abierta y junto a la cama King Size hay una descalzadora. Como en todas las habitaciones de los hoteles, la temperatura es un poco alta.

Aníbal, perfecto anfitrión, tras servir las copas, retoma la conversación donde quedó.

- Bueno, se te han acabado las excusas. La fantasía de la dama.

- Está bien – carraspeas. – Pongamos que me pierdo como exploradora en una tribu africana. Digamos que, lejos de la civilización, ciertos comportamientos no tendrían las consecuencias del día siguiente.

- No acabo de entender – dice Conrado sinceramente. Aníbal y Satur cruzan sus miradas.

Das un nuevo sorbo en la copa y prosigues. – Verás, lo peligroso de ciertos comportamientos, sobre todo si son femeninos, es que son juzgados severamente por los hombres, curiosamente después de haber disfrutado de ellos. Si yo digo que mi fantasía es estar con varios hombres a la vez y la hago, ¿qué dirán esos hombres al día siguiente de mí? Si me gusta un cierto comportamiento en el sexo ¿serán capaces esos hombres de ceñirlo a esa actividad? Con la tribu africana, no habría ese problema. Un avión de vuelta, y listo. Bueno, eso…y lo que dicen del tamaño – ríes al final. –Tampoco era para tanto –terminas.

Pero sí lo ha sido. Aníbal y Satur vuelven a cruzar sus miradas sutilmente.

- ¿Y si encontraras una tribu de esas en Madrid? – aventura Aníbal.

El silencio es tu respuesta. Dejas la copa sobre la mesa y te despojas despacio de la chaqueta. Descansas los brazos sobre el respaldo, ofreciendo por fin tus pechos descubiertos sobre el jersey. Tu respiración se hace agitada comprobando que todos los ojos de la sala confluyen en tu cuerpo.

- Hace mucho calor aquí - musitas.

- Ahora más – replica Satur.

- No has respondido – insiste Aníbal.

- No lo sé. Veamos. Sé sincero, Conrado, ¿qué habéis hablado de mí en el ascensor?

- Que eras una mujer….

- Que eras una MILF – interrumpe Satur.

Encajas la sorpresa y la excitación por la respuesta directa intentando mantener el tipo.

-¿Eso pensáis? – susurras. - ¿Y qué más habéis dicho? – preguntas tensando aún más el ambiente.

- Que seguro que te iba la marcha –interviene ahora Aníbal que ve cómo las piezas del dominó comienzan por fin a caer.

- ¿Que me va la marcha? – repites fingiendo escándalo pero subrayando cada sílaba. – Solo hay un modo de comprobarlo – terminas incorporándote y deslizando la cremallera de tu minifalda hasta que cae al suelo.

El guión parece continuar por sí solo. Sentado en mi butaca, con la copa en la mano, te veo de pie, con los pantys y el jersey, rodeada de inmediato por los tres hombres, aún vestidos, que han saltado catapultados por el resorte de tus palabras. Las grandes manos de Conrado, por detrás, abarcan tus tetas con rudeza. Satur ha depositado sus dedos suavemente por tu entrepierna, primero por delante, y luego por atrás, ciñendo el panty, abarcando en breves segundos toda la superficie de tu coño y tu culo.

- Os dije que no llevaba bragas – susurra Satur satisfecho por su sagacidad visual.

- ¿Bragas? – ¡qué ordinariez! – dices arqueando tu culo.  

Aníbal, por su parte, busca con sus labios tu cuello, que giras permitiendo su avance gradual hacia el lóbulo de tu oreja. Estás a punto, allí donde la voluntad va menguando conforme el placer nubla los sentidos. Conrado desliza sus manos bajo la tela, lateralmente, frotando tus pezones erectos, consiguiendo que tus gemidos sean aún más audibles. Separa la tela y deja los pezones libres, para rozarlos con más libertad. La lengua de Aníbal juguetea con tu oreja, sus manos ayudan a Satur en tu entrepierna, repartiéndose el suculento pastel.

Algo te dice Aníbal al oído pero solo oigo un susurrante sí y el panty se rasga por el centro, permitiendo que su dedo se introduzca directamente en tu coño, con el camino expedito. Tu gemido hondo de respuesta se multiplica con el movimiento experto de su dedo. Tus manos exploran el aire en busca de sus pollas, marcadas por encima del pantalón.  

Satur presiona tus hombros para hacerte descender. Te arrodillas ante ellos y desabrochas sus pantalones, uno a uno; tus manos masturbando las tres pollas, tu boca abierta y deseosa, tu lengua lamiendo despacio cada una, alternativamente, veo las manos de los tres presionando tu cabeza cuando su turno llega, tu ronroneo con cada chupada. Aceleras tu succión progresivamente, notas las pollas cada vez más dentro de tu boca.

Satur te eleva nuevamente y te lleva al sofá. Tus tetas están fuera del jersey y tu culo comienza a vislumbrarse a través del panty roto. Te echa sobre el respaldo, dejando tu culo en pompa. Rasga del todo el panty y se arrodilla. Separa tus nalgas con sus dedos y hunde su lengua en él. Ensaliva tu agujero con fruición y te da una palmada. Aníbal se ubica detrás del cabecero, con su polla apuntando a tu boca.

Te aproximas para chuparla. Sus manos cogen tu pelo mientras Satur sigue lamiendo tu culo. Su saliva va resbalando hacia tu mojado coño. Su lengua desciende buscando tus labios vaginales. Vuelves a gemir. Las manos de Satur se aferran a tu culo con determinación, idéntica con la que Aníbal agarra tu cabeza.

Conrado ha ido a por descalzadora y la sitúa frente al espejo. Ahora estás tumbada, la lengua de Satur disfrutando tu coño, brillante en la distancia.

- Me encanta tu coño depilado – dice.

Lame tu clítoris, echas los brazos atrás dejándote hacer; Conrado se acerca desde el lateral y te sujeta la cabeza para que le chupes la polla. La imagen se devuelve duplicada desde el espejo. Tus muslos completamente abiertos, tus tetas bamboleándose hasta que Aníbal las atrapa y pellizca tus pezones, tu boca lamiendo la polla de Conrado a duras penas. Así hasta que lo siente llegar, ascender hasta tensar tu cuerpo entero y gritar desaforada en un orgasmo bestial.

Pides un momento de calma. Conrado sustituye a Satur e introduce un dedo en tu coño. Viendo su capacidad, mete dos. Satur acerca su polla llena de líquido a tu boca.

-¡¡Fóllame, fóllame ya!! – pides.

Conrado flexiona sus piernas sobre la descalzadora e introduce su polla despacio. Una vez acoplada, queda empapada por tus flujos. Consigue sentarse en la descalzadora y desde ahí, follarte despacio. Notas en las paredes tu coño la entrada y salida de su polla. Sus manos agarran tus muslos para mantenerlos elevados 

- ¡Joder, qué caliente! – exclama encantado.

Sus manos, sus recias manos se adhieren a tu piel; van desde la cintura a los muslos, y de ahí al culo. Aníbal y Satur se han repartido tus pezones y los estiran mientras masturbas y lames sus pollas. La lengua de Conrado lame tus tobillos. Observas su rostro desencajado conforme su polla acelera: el ambiente se llena del chapoteo de tu coño, contrapuesto al sonido seco del choque de sus embestidas y de tus jadeos de placer cada vez más incesantes. Satur y Aníbal también colaboran a tu desenfreno: su rostro demudado, desde arriba, pellizcando tus pezones con sus dedos, utilizando su mano libre para situar la polla cerca de tu boca. Miras entonces a Conrado y le dices entre gemidos

- Tu fantasía me ha puesto muy cachonda ¿Quieres que yo sea tu ricachona estirada?  

Conrado no se lo piensa dos veces. Aparta a sus compañeros y baja tus pantys deshechos hasta quitártelos. Te coge casi en vilo y te pone a cuatro patas sobre la descalzadora.

- Déjate las botas. Quiero que me folles con ellas puestas. - A través de la imagen del espejo, el cuerpo fibroso y trabajado de Conrado se muestra desnudo hasta llegar a los tobillos donde resaltan las botas camperas marrones. Anuda los pantys a tu cintura, a modo de cabalgadura. Con solo sentir sus grandes manos aferrando tus caderas te estremeces y gimes con la punta de su enorme pollón rozando tu coño. La mete de nuevo despacio, mirando la imagen reflejada de cómo su polla se pierde entera hasta que sus huevos chocan con tu coño. Lo tienes tan empapado y tan hirviendo que se acopla de inmediato. Un par de vaivenes suaves para prepararse. Aníbal, Satur y yo contemplando la escena. Sientes un extraño placer mirándote al espejo como si no fueras tú, observando mi rostro a su través, como si mi presencia fuese el bálsamo que faculta tus actos, sabiendo que tienes tantas ganas de hacerlo como yo de verlo.

Conrado, poco a poco, va aumentando el ritmo de su embestida, moviéndote más rápido las caderas. Sus manos se clavan más fuerte en tu cintura y tus tetas se balancean al aire. Sus músculos, tensados, se van marcando conforme su esfuerzo aumenta. Vuestras miradas se cruzan a través del espejo. Descarga la palma sobre tu culo, dejando el sonido flotando.

- Mmmmm – respondes relamiéndote con la mirada fija en el espejo.

Veo en tu cara dibujado el vicio, qué sucia y qué puta te sientes; has traspasado el umbral de toda culpa abandonándote a la lujuria. Conrado deja caer la mano de nuevo, enrojeciendo tu nalga con una nueva palmada. Después la deja sobre el culo, tomando posesión de tu piel; lo hace con las dos; sus embestidas siguen aumentando de ritmo.

- ¡¡Sigue, sigue!! ¡¡Diosss, me encanta que me follen!!

Conrado, ebrio de excitación, agarra el panty con una mano y tu pelo con otra, tirando hacia atrás. Le miras de nuevo a través del espejo. Su rostro se ha transformado definitivamente; sus brazos, poderosos, sosteniendo tu pelo y los pantys a modo de montura; sus botas, ancladas a ambos lados de la descalzadora utilizada como catapulta de su polla en tu coño. Sus embestidas entonces se vuelven salvajes. Tus gritos, también. Tu cuerpo se sostiene solo porque él lo sujeta.

- ¡¡¡Así, así, así!!!! – insistes.

- ¿Así cómo? - exclama desaforado Conrado palmeando de nuevo tu culo -¿Montada como una yegua?

- ¡¡Sí, como una yegua!!- exclamas abandonado cualquier rubor.

Tus gritos deben escucharse desde el hall del hotel. Aníbal y Satur asisten ensimismados al espectáculo que se les presenta en primer plano. Sus pollas apuntan al techo de la habitación. Conrado te cabalga sin atisbo de fatiga, sus manos, soltado ya tu pelo, se han concentrado en las nalgas contra las que arremete con enorme ímpetu. Sus dedos quedan marcados tras cada palmada, que resuena en la habitación un segundo después de cada embestida. Tu culo, enrojecido y sudoroso, se contrae al ritmo del resto del cuerpo.

Conrado siente que está a punto. Sus manos se aferran a tu cintura para obtener más impulso y saca su polla fuera. Varios proyectiles salen disparados hacia tu espalda y tu culo, que recibe la descarga caliente de su polla.

Te desplomas en la descalzadora desmadejada. Apenas vuelves la vista, Satur espera su turno. Su polla está increíblemente dura.

- Menudo espectáculo – dice girándote para que te tumbes de espaldas. Contemplas el cuerpo de Satur. También parece cuidado: flexiona sobre tu cuerpo hasta que su polla entra en contacto con tu coño. Lo acaricia con su punta mojada. Echas los brazos hacia atrás y te ofreces de nuevo.

- Vamos, hazlo, que lo estoy deseando – le dices.

Una sonrisa de satisfacción se dibuja en su rostro.

- ¿Te lo has pasado bien con mi amigo? Menuda cara de guarra tenías mientras te montaba.

- Sí, ¿verdad? A ver si consigues que se me ponga de nuevo.

Su polla comienza a clavarse en tu coño empapado. Tu cabeza queda colgando ligeramente hacia atrás. Conforme comprueba su humedad, sus embestidas aumentan de ritmo.

- ¡¡Sí, fóllame, fóllameee!! – exclamas.

Con las manos haces un gesto a Aníbal para que se acerque. Se aproxima por detrás y flexiona igualmente sus rodillas para dejar la polla a la altura de tu boca.

- ¡¡Chúpame la polla, puta!!

- Mmmm, encantada – respondes.

Utilizas tu mano para enroscarla y chuparla. Pronto los dos sincronizan sus movimientos. El ambiente se impregna con el sonido del chapoteo de tu coño y tus gemidos ahogados por la succión de tu boca. Conrado, desde el sofá, observa la escena mientras su polla se va recuperando. Aníbal pellizca tus pezones con sus dedos. Los brazos de Satur apoyados sobre el descalzadora, le sirven para aumentar el ritmo de la flexiones sobre tu cuerpo. Su polla avanzando sobre tu coño con mayor velocidad, provocando choques enérgicos contra tu cuerpo. Tus piernas abriéndose para recibir mejor sus embestidas. Tu boca también abriéndose para recibir la otra polla. Tu coño y tu boca repletas de polla a la vez. Qué sensación de abandono, de otredad, tu cuerpo mecido sobre la descalzadora en un vaivén desenfrenado.

Los ojos de Satur se pierden en tu cara. Sentirlos tan cerca, como sientes su polla tan dentro, chupando otra al mismo tiempo, te hace desbordar la lujuria. Las manos de Satur apartar las de Aníbal y magrea tus tetas en su lugar.

- ¿Tengo ya cara de guarra otra vez? – le espetas a Satur.

- Desde luego contesta.

Unas cuantas embestidas más y se incorpora con la polla en la mano: termina de masturbarse hasta que las ráfagas de leche salen disparadas hacia tu barriga y tus tetas. 

Ahora eres tú quien da el siguiente paso. Arrastras a Aníbal hacia el sofá para que se siente. Te incorporas encima, a horcajadas, hasta incrustar su polla dentro, muy dentro, hasta el fondo. Sus manos se plantan en tu culo. Vas saltando sobre ella, dejándote caer con vehemencia, acompañada en el movimiento por las manos que te suben y bajan. Tu piel, pringosa de semen y sudor, brilla en el compás acusado de tu cuerpo, entre gemidos y susurros.

Las manos de Aníbal se debaten entre tu culo y tus tetas, que se contorsionan cuando quedan libres con la velocidad de la embestida. Satur, ya recuperado, se acerca por detrás, se escupe en los dedos, y ensaliva el agujero de tu culo varias veces.

- Mmmmm, ¿qué haces? – preguntas.

- Voy a darte por culo. ¿Quieres? – dice despacio a tu oído.

- Síííí – exclamas.

Abres tus nalgas con las manos como ayuda. Su polla avanza hasta impactar con tu agujero. Poco a poco va ensartándote hasta conseguir que entre. En la barriga notas la unión de ambas pollas. Aníbal pellizcando tus pezones y Satur agarrando tu pelo y ambos moviéndose despacio, incrustando sus pollas en tu coño y tu culo. Conrado se une también. Te ofrece la polla para que la chupes. Consiguen una perfecta sincronía en sus movimientos. Las tres pollas perforan tus agujeros al unísono, movidas por un resorte simétrico.

Después de un rato, Aníbal le dice a Satur

- Cámbiame el sitio que me toca encularla.

Satur se sienta en el sofá y Aníbal se acerca por detrás. Tu culo, ya dilatado, admite su polla con facilidad. Nuevamente estás ensartada, reanudando su movimiento sincronizado. Aníbal sabe lo que hace. Marca un ritmo constante en su enculada para mantenerte en lo alto de la excitación. Sus manos agarran tu pelo en forma de coleta y su boca susurra a tu oído

- ¿Quieres saber todo lo que hemos dicho de ti en el ascensor? – pregunta Aníbal alargando sus embestidas.

- Síííí – respondes excitada imaginando la respuesta.

- Te hemos llamado calientapollas – dice despacio. - Creíamos que solo querías exhibirte un poco, y luego echar un polvo glorioso, y que nos tendríamos que conformar con una paja a tu salud con el numerito de la chaqueta y la minifalda. Pero luego conforme avanzaba la noche, nos hemos dado cuenta de otra cosa.

- ¿De qué? – interrumpes ansiosa.

- De que eres una puta. Una puta con ganas de muchas pollas- exclama.

- ¡¡Sííí, sííí!!! ¡¡¡¡Lo sooyyyyy!!!! –concedes.

Mientras habla su polla sigue percutiendo hasta el fondo de tu culo, encontrándose con la de Satur a la altura de tu ombligo. La conexión de las dos pollas dentro de tu culo y tu coño, y el roce permanente del clítoris, te preparan para un nuevo orgasmo. Aceleran sus sincronizadas embestidas, hasta que te atrapa con un grito ahogado por la dura polla de Conrado en tu boca.

Ambos salen de ti y Aníbal te hace girar. Coloca su polla entre tus tetas para masturbarse finalmente, ya que está a punto. Con unos pocos roces, su polla dispara toda su carga que percute sobre tus tetas, tu barbilla y tu boca. Tu cuerpo brillante refleja las descargas recibidas.

Conrado no está dispuesto a renunciar a su parte. Rodea el sofá y lees sus ojos apenas te mira

- ¿Qué quieres? – le espetas con descaro. – Dilo.

- Darte por culo. – contestacon idéntica soltura.

Ruedas sobre el sofá hasta alcanzar su posición favorita. Con las piernas bien abiertas y los brazos descansando sobre el respaldo. Sus manos. Nuevamente sus grandes manos perfilándose sobre tu cintura, permitiendo el avance lento y cadencioso de su polla en tu abierto culo hasta llegar al fondo. Satur aprovecha el acople para ofrecerte su polla frente a la cara.

- Mucho mejor así – dices justo antes de introducirla en tu boca.

Conrado marca el ritmo, y qué ritmo; Satur agarra tu cabeza porque las embestidas de Conrado apenas te permiten sujetar su polla. Los gemidos ahogados de las primeras embestidas van transformándose en jadeos: tus tetas se balancean y entrechocan  por la fuerza del movimiento.

- ¡¡Joder, qué boca!! – murmuraSatur. - ¡¡Vas a conseguir que me corra de nuevo!!

 

Tu réplica es acelerar la mamada. Acaricias sus huevos mientras su polla se pierde cada vez más rápido dentro de tu boca. Succionas con avidez, las manos de Satur acompañan el movimiento de tu cabeza para darle impulso; Conrado acompasa también el suyo, atravesando tu culo hasta el fondo, como un taladro que, traspasada la primera barrera, te perfora sin obstáculo en su camino.     

Satur se contrae y saca su polla de tu boca para terminar de masturbase frente a tu cara.

- ¡¡Voy a llenarte de leche tu cara de puta!!! –exclama.

- ¡¡¡Sííí, hazlooo!! –contestas.

Varios proyectiles blancos viajan desde su polla hasta tu boca, tus mejillas y tu barbilla. Conrado se detiene para permitirte saborear la polla de Satur, lamiendo despacio su tronco, metiéndola y sacándola suavemente de tu boca hasta dejarla reluciente.

Satur se aparta exhausto dejando el camino expedito a Conrado. Reposas la cabeza sobre el cabecero del sofá y le dices moviendo en lentos círculos el culo 

- Todo tuyo.

Conrado retorna a un medido vaivén, dejando que su polla vaya recobrando su carril de deslizamiento. Cuando tus gemidos regresan, su velocidad se multiplica. Tu cuerpo se balancea impulsado por sus manos adheridas a tu cadera.

- ¡¡No pares, no pares!! – pides.

- No pienso hacerlo – replica. – No se encuentra todos los días una jaca con esta grupa para montar – dice acompañando su comentario de una palmada.

¡¡Pues hazlo!! ¡¡Monta mi grupa!! ¡¡Móntame bien montada!! –estallas.

 

Varias embestidas después, Conrado se corre con un alarido dentro de tu culo, dejando su rastro de semen sobre él. Entonces, se hace el silencio. Recoges tu ropa que te acomodas de cualquier manera y salimos de la habitación sin despedirnos. No hace falta. En el pasillo, me miras a los ojos, colocas tu mano sobre mi polla y musitas

-Esto no se ha acabado aquí.