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Intercambio equino de parejas

en Zoofilia

Hola, somos Marcelo y Flora. Una joven pareja que tras ir leyendo algunos de los relatos que vais enviando, nos han entrado ganas de contaros una de las tantas experiencias que nos han ido pasando a lo largo de nuestra vida, la cual, aunque nos pasó ya hace bastante tiempo, hemos querido ir manteniéndola en secreto hasta este mismo día, ya que no todas las personas llegarían a entenderla.

Resulta que a los dos desde siempre nos encantan los animales y el campo, por eso solíamos ir bastante de excursión por ahí a la montaña a casas rurales e incluso a alguna que otra granja, en las cuales podíamos lograr tener un contacto más directo con todo tipo de animales.

Además, también poco a poco, nos fuimos aficionando a montar a caballo, por lo que muchas veces solíamos hacer recorridos de senderismo con ellos ya que, a los dos nos encantaba.

Fue así como durante alguno de esos paseos, nos fuimos dando cuenta en más de una ocasión, de que cuando nos parábamos a descansar , a los caballos, tal vez por sentirse más relajados y tranquilos en ese momento, les solía empezar a salir parte de la polla, la cual, aunque a primera vista se la veíamos todavía flácida, enseguida adquiría unas dimensiones considerables, cosa por la cual los dos empezábamos a sentirnos muy cachondos y excitados, acabando en más de una ocasión follando allí como locos en medio del campo o bien haciéndome ella una buena mamada.

Eso al final era ya una vez tras otra, por eso empezó a despertarse en nosotros una cierta curiosidad que después se fue acrecentando con el tiempo y ya no nos queríamos conformar con tan solo mirar aquellas descomunales pollas negras y necesitábamos algo más.

Ese algo más no era otro que el poder tocarlas y acariciarlas para poder así notar toda su dureza y también a la vez su suavidad. Así que un día en el cual el caballo que montaba mi novia se empezó a poner muy empalmado y además en un sitio muy adecuado ya que estaba escondido y por allí no se divisaba a nadie, nos miramos los dos a los ojos con cara de viciosos y nos fuimos acercando poco a poco a él, intentando por todos los medios que no se asustase.

Luego empezamos a darle unos suaves masajes en su testuz y en la frente, para después continuar por todo su lomo hasta llegar a sus cuartos traseros, en los cuales le dimos unas pequeñas palmaditas con la mano abierta, cada uno en su lado.

A continuación, y con mucho cuidado puesto que no sabíamos cómo iba a reaccionar el animal, fuimos acercando nuestras manos hacia su zona genital, la cual estaba compuesta por un par de tremendos huevos negros y colgantes y por una grandísima polla, la cual tenía ya más tiesa y larga que un poste y empezamos a acariciarle todo aquello, aunque muy despacito.

Luego al ver que el caballo era muy dócil y además hasta parecía que le gustaba lo que le íbamos haciendo, continuamos con las caricias, aunque ahora ya con más dedicación y entrega.

La verdad es que aquello de ver a mi novia al otro lado por debajo del vientre del caballo, tocándole los huevos y dándole placer, era de lo más excitante para mí, al igual que lo debía de ser yo para ella, cuando me estaba viendo cogiendo con mis manos aquella portentosa polla, intentando hacerle una buena paja al caballo con el típico sube y baja que ya había empezado.

Por eso mi excitación y probablemente también la de ella, fue en aumento y más aún cuando la invité a que me ayudase a pajearlo conjuntamente con sus suaves manos, ya que como bien podíamos comprobar, allí había trozo de carne suficiente para los dos.

Así que una vez se decidió, continuamos ambos con dicha tarea. Después de un rato, el caballo empezó a resoplar y a mirar hacia atrás, con lo cual nos estaba indicando que él por su parte ya estaba más que a punto para eyacular, y así también lo entendimos nosotros, tras sus constantes embestidas de sus cuartos traseros hacia adelante.

Luego en un momento empezó a disparar un líquido muy abundante y caliente por su polla, con el cual nos dejó perplejos a los dos debido a la cantidad que le salía, y que según parecía, aún no había acabado de descargar.

La verdad es que a mi novia y a mí nos dejó bien mojados, sobre todo las manos, las cuales se nos quedaron todas pegajosas debido a aquel líquido viscoso, el cual ninguno de los dos nos atrevimos a probar ese día, aunque tratamos de hacerlo.

Luego al terminar todo aquello, nos estuvimos limpiando como pudimos con unas toallitas, y a continuación decidimos regresar, no sin antes esperarnos un poco a que se le bajase aquella gran erección que le habíamos creado.

Durante el camino de vuelta fuimos hablando sobre lo ocurrido, y al final mirándonos a los ojos con cara de pillos, tan solo nos dio por reír.

Aquello pasó al igual que pasó el tiempo, aunque en el fondo a ninguno de los dos se nos había ido de la cabeza, tal vez por eso no dejamos en ningún momento de volver a aquel lugar de equitación para poder seguir montando aquellos dóciles caballos por aquellos montes.

En uno de esos días, en vez de darnos como siempre dos caballos, nos dieron un macho y una hembra, por lo que mi novia enseguida quiso quedarse con el caballo, alegando de que ella estaba ya más acostumbrada a ellos, y a mí me dejó la yegua.

Una vez nos los prepararon, salimos con ellos a pasear como siempre por el monte. Pasado un largo tiempo y ya con nuestros coxis doloridos, decidimos pararnos un rato para descansar. Así que una vez que encontramos el lugar adecuado, descabalgamos y atamos los animales en unos arbustos los cuáles en su conjunto, formaban un estupendo recodo en donde pensamos que podíamos estar todos muy bien.

Entonces nos tumbamos los dos sobre la hierba y tratamos de relajarnos. Desde allí la vista que teníamos era estupenda ya que podíamos ver muy bien todo aquel mundo de flores, así como a aquella pareja de equinos, los cuales por cierto eran preciosos, ya que tenían un color castaño muy brillante y además una estampa estupenda.

Luego seguí contemplando aquella bonita pareja y por un momento se me ocurrió preguntarle a mi novia (en plan de broma, claro) si se había dado cuenta de que sin querer habíamos realizado un intercambio de parejas con ellos, ya que ella se había querido ir con aquel caballo y a mí me había dejado con la yegua.

Entonces ella siguiéndome el rollo me contestó que la verdad es que no se había percatado de ello, pero que ahora que lo decía sí que creía que habíamos hecho un intercambio en toda regla y después también entre risas añadió que en esa ocasión y en lo referente a la polla, ella había salido ganando.

Al ser primavera, el campo estaba precioso y los animales, sobre todo los equinos, tenían sus hormonas en ese período de tiempo a flor de piel, ya que era su época de celo y los caballos y las yeguas, se buscaban mutuamente para lograr satisfacer sus instintos sexuales.

Tal vez por eso vimos enseguida como la hembra empezaba a resoplar al notar tan cerca al caballo y de vez en cuando, iba arrojando por su gran raja, un líquido el cual debía de servirle al macho de reclamo para que la montase, puesto que al momento empezó a relinchar y a ponerse nervioso, a la vez que iba sacando más y más trozo de aquella polla tan negra que tenía, y le iba oliendo todo su gran coño.

Entonces intrigados ya por como acabaría todo aquello, nos acercamos a ellos y fue así como entonces pudimos ver de cerca, como el coño de la yegua no paraba de abrirse y de cerrarse sin parar, y la polla del caballo no dejaba de crecer, dándose ya con ella unos tremendos golpes en el vientre.

A continuación, mirándonos los dos a los ojos y muy nerviosos por pensar en aquella última vez, decidimos realmente hacer un verdadero intercambio de parejas con ellos, puesto que mi novia tenía ya su coño palpitando de gusto y muy mojado, y yo la polla más tiesa y dura que nunca y a punto de reventar bajo mi pantalón.

Así que, sin más dilación, cada uno nos fuimos con nuestra respectiva pareja, y mirándonos pícaramente el uno al otro, empezamos a tocarles sus órganos sexuales con mucho cuidado.

Yo por mi parte, fui masajeándole aquel gran coño negro que tenía y ella hizo lo propio con la gran polla de él.

Así nos pasamos los dos un buen rato y sin dejar de mirarnos para darle más morbo a la cosa, hasta que nos fuimos poniendo cada vez más calientes todavía. Entonces ella, empezó a hacerle una estupenda paja al caballo y yo le fui acariciando a la yegua aquellos grandes labios de su coño y empecé a ir metiéndole también alguno de mis dedos dentro de él, realizándole a la vez un mete y saca constante, ya que aquella raja que tenía era inmensa en comparación con la de mi novia. Ella por su parte debía de pensar algo parecido sobre mí, al tener entre sus manos aquella grandísima polla.

Luego se ve que quiso dar un paso más allá, y volviendo a mirarme como pidiéndome permiso y con sus mejillas ya muy rojas, se llevó aquella descomunal polla a la boca con la intención de querer tragársela entera, aunque en realidad tan solo pudo meterse aquella gran cabezota que era su glande y lamérselo bien a fondo, al igual que hizo con el resto de ella hasta llegar a sus huevos, ya que con tan solo eso dentro de su boca, le quedó ya llena de aquella carne dura, caliente y suave y no pudo meterse  ni un trozo más por mucho que lo intentó.

Entonces quise imitarla en su arrojo y aunque al principio me daba un poco de reparo, traté de cerrar los ojos y empecé a chuparle a la yegua con mi lengua, toda aquella gran raja que no paraba de abrir y cerrar, como si tratara de invitarme a que siguiese más adelante con mi faena.

Por su parte mi novia, mientras se iba metiendo toda aquella polla en la boca y se la iba chupando, a la vez se iba acariciando el coño y se iba metiendo sin parar sus dedos dentro de él, pero era tanta la excitación que tenía en aquel momento, que necesitaba ya algo más para su cuerpo.

Así que, sin pensárselo un momento, cogió aquella grandísima polla del caballo entre sus manos y se la llevó hasta la entrada de su coño la cual ya había ensalibado, y empezó a frotarse sobre ella aquél magnífico glande. Luego intentó por todos los medios metérsela dentro, pero solo consiguió que le entrase tan solo una parte de aquella gran cabezota, puesto que aquello era inmenso para su todavía jovencito coño.

Por mi parte yo veía con incredulidad lo bien que se lo estaba pasando mi novia, y como se iba corriendo con aquellos continuos frotamientos que se iba dando sobre su clítoris, al igual que también veía como a la yegua, por mucho que yo le metía mis dedos, le seguía faltando dentro de su coño algo más grande y gordo para su real deleite, puesto que, aun así, no paraba de arrojar de vez en cuando aquél afrodisíaco líquido y seguía abriendo y cerrando aquel estupendo coño sin parar.

Por eso, mirando a mi novia al igual que ella hizo conmigo como pidiéndole permiso, me decidí a ir a buscar una buena piedra para subirme encima y lograr así ponerme a su altura, y con mi polla ya en la mano, empecé a meneármela sin parar, hasta que se me puso bien gorda y larga.

Después empecé a frotar mi glande entre aquellos grandes labios negros, y así poco a poco le fui clavando toda la polla hasta los mismísimos huevos. Fue entonces cuando noté como sus músculos vaginales se aferraron a ella y empezaron a querérsela llevar hacia adentro sin parar, dándome la sensación de que me la iba a arrancar del cuerpo. Por eso por un momento me asusté un poco, aunque al cabo de unos segundos, vi que todo volvió a la normalidad y ya pude empezar a bombear sin ningún problema sobre aquella gran raja sin parar.

Ambos animales no paraban de resoplar y eso a los dos nos ponía aún más calientes todavía, por eso, aunque mi novia se estaba recreando con aquella polla tan grande y yo seguía allí agarrado a aquellos cuartos traseros dándole fuerte a la yegua, decidimos ambos cambiar de pareja y acabar dándonos placer entre nosotros.

Así que por un momento dejamos a nuestros respectivos y nos dedicamos a besarnos nosotros y a acariciarnos como locos para después seguir haciendo un sesenta y nueve allí tumbados sobre la hierba. Eso, debido a que todavía teníamos impregnados los jugos de los animales en nuestros cuerpos, nos hacía sentir una sensación más que excitante al ir chupándonos con nuestras lenguas.

Al final y ya no pudiendo aguantar más nuestra calentura, mi novia se puso a cuatro patas y yo desde atrás, se la fui clavando en su rasurado coño hasta el fondo, empezando después a bombear sobre él, mientras que notaba como se iba frotando sin parar su ya abultado clítoris, hasta acabar los dos corriéndonos como jamás lo habíamos hecho.

La verdad es que con todo lo que había ocurrido allí, aquello fue para ambos, el mejor polvo de nuestra vida, pero claro, también queríamos que aquellos dos animales tuviesen su recompensa ya que ellos seguían igual o más calientes que al principio puesto que ninguno de los dos se había corrido todavía, por eso decidimos darles su premio, y una vez fuimos acercando el caballo a la yegua, él ya supo cómo acabar la faena, aunque le tuve que ayudar un poco, haciendo de mamporrero, pero de esa forma se la pudo meter entera a la yegua, a la cual entonces sí que se le notaba que estaba ya como en la gloria y el caballo a su vez, pudo descargar toda la leche que tenía acumulada, dentro de ella y que por experiencia, los dos sabíamos que era muchísima. Esta vez sí que quisimos probarla y cogimos una poca de la que le iba saliendo del coño a la yegua con la yema de los dedos y nos la llevamos a la punta de la lengua. La verdad es que no nos desagradó para nada y según mi novia decía que tenía un sabor muy parecido a la mía.

Así que una vez todos contentos tras nuestro primer intercambio de parejas (aunque un algo especial) decidimos dar por finalizado nuestro paseo a lomos de aquellos bellísimos ejemplares, y emprendimos el camino de regreso a los establos, no sin antes esperar como en la vez anterior a que se le bajase aquella tremenda erección al caballo.

Una vez ya de vuelta continuamos hablando sobre todo lo ocurrido ese día y ninguno descartamos la idea de poder volver a repetirlo en alguna otra ocasión.

Y esta ha sido a grandes rasgos una de las muchas experiencias de nuestra vida, la cual nos ha marcado bastante a ambos tras el paso del tiempo, puesto que desde que nos ocurrió, hemos visto la vida de forma diferente.

Esperamos que os haya gustado como a nosotros el recordarla.

FIN

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