miprimita.com

Un viejo verde y yo sola en la piscina IV (Final)

en Sexo con maduros

Terminamos agotados y voy tomando conciencia del peligro de lo que está ocurriendo. Me levanto, me doy una ducha rápida, me lavo los dientes y me visto.

"Vaya, qué sorpresa, he ido a comprar el pan y estaba aquí de charla con una vecina" escribo en el whatsapp.

 

Antes de salir lo miro.

- Esto se ha acabado a partir de ahora se vuelve a la rutina. - le digo.

- De acuerdo puta. - Contesta riendo, - pero ya sabes... si necesitas lo que no te da tu marido, ya sabes dónde estoy jajajaja

 

Pero a pesar de lo dicho sé que no se ha acabado... sé que no podré dejar de tener esos polvazos. Sobre todo cuando, tras despedirnos, tomo sus manos y las pongo en mis pechos, que agarra con fuerza. Abro la puerta sin hacer ruido y rápido bajo las escaleras y voy comprar el pan. Cinco minutos después estoy en casa con mi marido. Hago como que me hace ilusión verlo medio día antes, cuando, en realidad, maldigo su "sorpresa".

Me da un par de besos, me abraza y, poco después, me está quitando la ropa.

- Parece que oír a la puta del vecino te ha encendido ¿eh? - le digo sonriendo.

Él me contesta con una sonrisa.

- Pobrecilla, hay que tener estómago para abrirse de piernas para él. No hay dinero que pague eso.

Y no son sus caricias, sino lo que acaba de decir, lo que hace que entren ganas de follar otra vez. Aunque la follada es muy decepcionante. Después de las tenidas en la última semana... casi no siento nada. Me asusta darme cuenta de eso.

Dos días después nos vamos a la playa, donde pienso que se normalizará la relación con mi marido, pero no es así. Cada vez que me pongo un bikini pienso en mi vecino y en cómo me miró las tetas en la piscina. Cada vez que tomamos una copa lo recuerdo a él, bebiendo ginebra a morro. Cada vez que follamos, para intentar llegar al orgasmo, pienso en él y en cómo me esperaba con las manos abiertas y levantadas la primera vez que hice un striptease para él y en cómo fui acercando mi cuerpo hasta que mis tetas se posaron en sus ásperas manos abiertas.

Al final vuelvo a casa sabiendo que no va a ser fácil volver a la rutina y la primera vez que mi marido me dice que vuelve tarde del trabajo, nada más colgar el teléfono, me visto de cowgirl y llamo a la puerta de enfrente.

Nada más abrirme sonríe. No hace falta decir nada. Sabe que lo necesito. Me hace pasar y, mientras se ríe de mi marido, que no logra satisfacerme vuelvo a rememorar todo lo vivido. Empieza por pegar un trago y después me hace abrir la boca para que beba yo la ginebra directamente de la suya. Repite la operación varias veces mientras me va quitando la ropa hasta que se vacía la botella. Algo mareada siento sus labios lamiendo las gotas derramadas en mi barbilla, en mi cuello y en mi escote.

- Desnúdate y colócate en la mesa del salón para que te folle mientras voy por otra botella.

Y así, con una botella en la mano y agarrando mi cadera con la otra, vuelve a follarme días después. Cuando termina me da la vuelta y amasa mis pechos, se los come, hasta los golpea suavemente y, cuando se le pone a tono otra vez, se tumba en el suelo para que le vuelva a follar.

Repito una semana después. Y luego otros dos días después.... Como imaginé, lo de volver a la rutina no va a ser tan fácil. Y entonces la cuarta vez que voy a su casa, me lo deja claro.

- Quiero meterte mano delante de Pablo.

- Eso es una locura. No puedo.

Y follamos. Pero cuando vuelvo a casa, comienzo a dar vueltas a cómo podría satisfacer su deseo. Poco a poco se va dibujando un camino. Sólo hace falta un poco de suerte. Así que, en la quinta visita, con mis pechos apoyados en la mesa y él aún dentro de mí tras haberse vaciado comencé a contárselo. Él se rió y, azotándome el culo, me dijo que encontraría el momento adecuado para ponerlo en marcha.

No tardó mucho. Un día, según llega Pablo a casa me dice.

- Al final el hijoputa del vecino nos va a denunciar por cerrar la terraza sin consentimiento de la comunidad. Me lo encontré antes y ya me lo anunció el muy cabrón.

- ¿Quién? ¿el putero de enfrente?

- Joder, sí, ése, Silvia, ¿quién coño va a ser si no?

- ¿Y qué puede pasar?

- Pues que nos caiga una multa y nos obliguen a deshacerlo o qué se yo.

- ¿Y no podemos pedir ahora permiso a la comunidad?

- ¿A hechos consumados? Ni de coña.

- Bueno, a lo mejor estaba de farol, déjalo estar cariño.

Y así estuvimos durante una semana. Buscando opciones que no existían hasta que al final, el propio Pablo, llega a la conclusión que yo esperaba.

- Voy a ir a hablar con él a ver cómo podemos arreglar esto.

Me quedo mirándolo fíjamente.

- Voy contigo, cariño.

- No deja, igual la cosa se pone difícil.

- Precisamente por eso quiero ir.

- Vale. Pues nada. Vamos.

- No cielo, estás muy muy preocupado y muy alterado. Tranquilízate un rato y vamos luego.

Y así es cómo, entrando en la habitación, aviso a mi vecino de que iríamos en un rato.

Media hora después me visto con una camiseta de tirantes de lycra muy ajustada y unos shorts de estar en casa que dejaban parte de mi nalga al descubierto. Sonriendo, le pregunto:

- ¿Estás ya listo?

- Sí, ponte algo y vamos.

- No, mejor voy así.

- ¿Estás loca? ¿Cómo vas a ir así a casa de ese viejo verde salido?

- Justo así.

- Pero joder, Ya te he dicho que le he pillado varias veces mirándote. No puedes ir marcando pezones a tres kilómetros.

- Lo se cielo, justo por eso... igual esto le hace estar menos agresivo...

- Pero..

- No te preocupes, cielo, lo importante es salir de este lío.

Acepta. "Primera victoria", pienso.

Y llamamos a su puerta.

-Hombre, vecinos, ¿qué pasa?

Nos recibe sonriendo y mirándome fijamente las tetas.

- Ya sabes qué es lo que pasa. - Responde Pablo.

- Venga, pasad, no os quedéis en la puerta.

Pasamos, pero Pablo se queda en la entrada. Yo me sitúo detrás de él.

- Vamos a ver, no se qué ganas con lo de denunciarme con la terraza. Pensé que tal vez podíamos llegar a un acuerdo.

- Jajajaja. Así que ahora sí quieres hablar conmigo, jajajaja. ¿Y qué tipo de acuerdo me ofreces?

- Podíamos cerrar una digamos "compensación económica" para no tener que entrar en líos de abogados e historias.

- Jajajaja ¿Compensación económica? Gracias no estoy interesado. Tengo suficiente con lo mío.

Pablo, aun dándome la espalda, deja ver la tensión que acumula.

- Seguro que podemos encontrar un término de acuerdo.

- Estoy seguro que sí, jajaja.

- ¿Entonces? ¿qué tipo de acuerdo puede ser del que estamos hablando?

- Jajaja. Por supuesto. Tal vez, sólo tal vez... si pudiera ver las tetas de tu mujer, me animaría a quedarme quietecito, jajaja.

- ¿Esta usted loco? ¿Que Silvia le enseñe las tetas? Por favor no nos falte al respeto. No vamos a hacer semejante cosa.

Y durante un minuto ambos hombres se miran fijamente, desafiándose. Mi vecino rompe el silencio.

- Vaya, jajajaja, pues parece que su mujer, en realidad, sí que quiere cerrar el trato. - Dice mirándome.

Pablo se da la vuelta despacio. Le miro fijamente a la cara mientras su expresión cambia al darse la vuelta y encontrarse con que su mujer se ha quitado la camiseta. Mis pezones erectos muestran todo su esplendor para mi vecino putero.

- ¿Pero qué coño haces, Silvia?

- Solucionar este problema, Pablo. Parece que tú no estabas teniendo mucho éxito.

Y luego dirigiéndome a mi vecino le digo.

- ¿Es esto lo que quería, vecino?

En la situación actual está claro que me refiero a su petición inmediatamente anterior, pero los dos recordamos el objetivo inicial que puso en marcha el plan.

- Vaya, vaya, Silvia, ¡vaya tetas! Pequeñitas pero guerreras, con esos dos pezones que pinchan, jajaja. Estoy un poco mayor, cielo, así que tendrás que acercarte a mí para que te las pueda ver bien.

Yo avanzo unos pasos, pasando por delante de Pablo que no hace nada por detenerme. Tal vez porque no se ha repuesto de la sorpresa o tal vez porque sabe que así solucionará el problema. O tal vez por otro motivo, quién sabe.

- Yo ya he cumplido lo que pedía. Entiendo que usted cumplirá su parte.

- Jajajaja. Vamos a ver preciosa. - Me dice bajando la cabeza hasta poner sus ojos a solo unos centímetros de mis pezones. - Yo dije que tal vez, sólo tal vez... si pudiera ver las tetas de la mujer de Pablo, me animaría a quedarme quietecito. Y, como sabes, "tal vez" no es "seguro"...

Se hace un silencio tenso.

- Entiendo vecino. ¿Que tiene que pasar para que ese tal vez sea un seguro?

- Jajajaja. Comprenderás que, una vez las he visto, me apetece tocarlas, jajajaja. Con eso me basta. Cinco minutos de tus tetas y nos olvidamos de la denuncia.

Un nuevo silencio en el que espero que Pablo replique. No lo hace, así que sentencio.

- Me parece justo.

Pablo no dice nada, y mi vecino me da la vuelta, me coloca de espaldas a él y frente a Pablo.

- ¿Ves vecino? ella sí que sabe negociar. - Dice mientras sus dos manos cubren mis dos tetas.

Yo miro a Pablo intentando poner cara de incomodidad pese a que las bragas están empapadas. El rostro de Pablo es indescriptible viendo cómo el putero del vecino de enfrente está magreando a su mujer.

Agarra la carne de mis pechos, acaricia mi piel, pellizca mis pezones. El tenso silencio sólo se rompe por la respiración pesada de mi vecino y algún que otro gemido mientras me magrea. Yo, en todo el tiempo, miro a Pablo. Hundido, humillado. Y no puedo asegurarlo, pero creo que mi vecino también lo mira mientras lo derrota.

Nadie mira el reloj. Al rato, cuando estima oportuno, mi vecino me retira, despidiéndose de mis tetas con un golpecito por abajo que las levanta y las hacer bajar de nuevo.

- Efectivamente, vecino. Esto es negociar. Olvidaos de la denuncia. Tenéis mi palabra.

Y se mete para dentro dejándonos solos en la entrada. En completo silencio, me pongo la camiseta y nos vamos a nuestra casa.

Cenamos sin decir palabra y nos vamos a la cama. Al día siguiente tampoco hablamos más allá del buenos días y poco más. Así que decido agarrar el toro por los cuernos (nunca mejor dicho).

- Creo que debemos hablar sobre lo que pasó ayer.

Para mi sorpresa, su reacción fue la apertura de un dique. En vez de tantearnos y ver por donde vamos, Pablo, de pronto, se lanza a hablar. Me dijo que fue sorprendente ver que yo aceptaba su condición y terriblemente humillante saber que ese tío, al que no deben aguantar ni las putas, estuviera viéndome en pelotas.

- Entonces pasó lo peor. Joder, Silvia, ¿podrás perdonarme? Te juro que me excité. Cuando vi la cara con la que te miraba ese viejo putero... se me puso dura...

Veo que está a punto de llorar. Me solidarizo con él... yo pasé por eso casi un mes atrás, cuando, humillada ante las burradas que me decía, volví para ponerme a su lado en la piscina.

Lloramos juntos un rato y, cuando nos tranquilizamos, le confieso.

- Pablo... yo... me ocurrió algo parecido.

- Q...qué?

- Sí, cielo, cuando empezó a tocarme fue terrible, pero luego... no se, la situación... el caso es que....

Y así el siguió confesándose conmigo, comentando que no pudo quitarse de la cabeza la imagen de ese viejo depravado putero agarrándome las tetas y que, cuando lo hace siente humillación y excitación a partes iguales. Bueno, mucha más excitación.

Finalmente, cuando veo que su entrepierna ha crecido lo suficiente, me levanto y tomándole de la mano, lo llevo a la puerta.

- ¿Qué haces Silvia?

Yo respondo poniendo mi dedo indice en sus labios haciéndole callar. Salgo al descansillo y llamo a la puerta de enfrente. Mi vecino abre desnudo de cintura para arriba, mostrando su pecho sudoroso y su barriga peluda. Me mira de arriba a abajo y sonríe.

- ¿y ahora qué pasa vecinos?

- ¿Tiene un segundo? Después de lo ocurrido ayer estamos preocupados por una cosa.

- Claro que sí, decidme. - Pregunta intrigado.

- Aquí es complicado, puede pasar a casa ¿por favor? - Le pido.

Él accede sonriendo y entra.

- ¿Y bien?

- Pues que, dado que nos amenazaste con denunciarnos con lo de la terraza, suponemos que te has dado cuenta también de otra cosa.

Voy hacia el salón y él me sigue. Señalo la ventana.

- Seguro que se ha dado cuenta también de que el aire acondicionado no lo colocamos según las normas de la comunidad, sino que está desplazado como medio metro a la derecha y, además, el desagüe apunta hacia afuera.

Mi vecino no responde y me mira expectante.

- Así que queríamos asegurarnos de que no nos denunciará tampoco por eso...

Y tras decir esto, me saco la camiseta y me quedo en tetas.

- Jajajajaja. Claro vecina. - Dice lanzando sus manos directamente contra ellas y agarrándolas.

De nuevo me pone de espaldas a él y de frente a Pablo.

- Pero estás tetas ya las conozco de ayer, bonita. Si quieres que no os denuncie, necesitaré algo nuevo, ¿no crees Pablo?

Mi marido se queda callado mientras él suelta mis tetas y agarrando la cintura del short lo desliza junto con las bragas muslos abajo, despacio, pero sin pausa, hasta que ambas prendas llegan al suelo. Su postura para hacerlo hace que tenga su cara frente a mi culo.

- Pero si estás hecha toda una jamona. - Dice palmeando fuerte mi trasero.

Se incorpora y, aún de espaldas a mí me dice:

- Date la vuelta, vecina. Veamos ese potorro.

Yo estoy a mil, hago lo que me dice, rememorando esa primera vez, cuando él mismo desgarró mis bragas mientras bailaba para él.

Lo mira y me hace dar media vuelta de nuevo. Entonces una mano suya va a mi pecho y la otra a mi sexo mientras no para de decirme guarrerías al oído delante de mi marido.

Yo comienzo a gemir. Sus caricias en mi cuerpo me encienden demasiado. Gimo, jadeo. Me retuerzo.

- Vaya, vecino, parece que tu mujercita disfruta mucho con el pago para que no ponga denuncias, ¿no crees?

Miro la entrepierna de Pablo que esta abultadísima, pero no puedo mirar más porque mi vecino comienza a chuparme la cara delante de mi marido. Es demasiado para mí. Eso mientras sus manos me trabajan... tengo un orgasmo bestial en sus manos. Apenas me deja descansar un minuto cuando me da la vuelta y comienza a chupar mis pezones. De nuevo su mano baja a mi sexo recién derramado y vuelve a estimularme.

Yo no puedo más. De nuevo en sus manos y frente a Pablo... me mata. Sigue chupando, mientras una mano ataca mi sexo, acariciando burdamente mi clítoris, y la otra recorre mi pierna, desde la pantorrilla hasta el culo... Creo que no duré cinco minutos hasta el siguiente orgasmo.

Quedo sin fuerzas. Y me siento agarrada y llevada sin voluntad hasta la mesa del salón, donde apoya mi pecho. Me abre las piernas y dice.

- Y ahora, Pablo, me voy a follar a tu mujer. Con esto, tampoco diré nada de vuestro aire acondicionado, jajaja.

Y siento su verga deslizarse sobre mis entrañas. Yo grito. Él bombea. Yo gimo, él jadea. Muevo mis caderas para acomodarme a su ritmo. Es demasiado. Miro a Pablo que nos mira incrédulo, pero sigue empalmado.

Más bombeo. Mi vecino me agarra el culo para follarme. Sigue taladrando. No aguanto más. Tercer orgasmo en pocos minutos. Demasiado también para él, porque acompaña mi viaje regando mi interior con su semilla. Sale de mí, se limpia la verga con mis nalgas y, sin decir nada, se marcha de casa.

Me quedo derrotada en la mesa. Pablo sin moverse, mirándome desnuda, rendida y agotada. Después se quita los pantalones y acercándose a mí, coloca su verga en mi entrada.

- Ese putero te ha follado como a una puta, Silvia.

- Veo que no va a ser el único, ¿no?

Efectivamente, él me la mete de una tacada y me empieza a follar salvajemente.

-¿Qué voy a hacer ahora, Silvia?¿Cómo coño le voy a mirar a la cara cuando me cruce con él?

Yo no contesto y él, está tan empalmado que apenas dos minutos después une su leche a la de mi amante. Deja caer su cuerpo sobre mi espalda.

- ¿Eh Silvia?¿Qué voy a hacer?

- Sí, cielo, supongo que es complicado aguantar la mirada de un tío que se ha follado a tu mujer en tus narices. Pero no te preocupes, ya veremos qué hacer. Yo tampoco podré mirarlo a la cara.

Lo llevo a la ducha donde, además de limpiar los restos de la juerga, le hago una mamada que finaliza conmigo apoyada en la pared de la ducha y rellenada otra vez con su leche.

Cenamos y dormimos como bebés.

No es hasta dos días después que nos encontramos los tres. En el portal. Mi vecino nos da jovialmente los buenos días. Nosotros devolvemos el saludo en voz baja y mirando al suelo. Él se comporta de forma razonablemente normal, sin dejar de reír.

Una vez en el ascensor, sin embargo, me da un cachete en el culo.

- Como te quedan los pantalones cortitos, Silvia, jajajaa.

Pablo y yo continuamos con la mirada baja. Yo contesto con un "gracias" y él, vista nuestra reacción agarra de nuevo mi trasero.

- Muy bien, Silvia, te quedan muy bien.

Yo, con el rabillo del ojo veo que mi vecino no para de mirar a Pablo, para cerciorarse de que sabe que me está metiendo mano y que, aún así, mantiene los ojos en el piso mientras manosea mi culo. Al llegar a la planta, se despide con otro cachete.

- Hasta otra vecinos.

Al llegar a casa comentamos lo sucedido y parecemos estar de acuerdo en que parece estúpido que, después de haberme follado en casa, ahora le quitara la mano del culo o que Pablo montara una escenita. Entonces doy un paso más.

- ¿Y si en vez del culo...?

- Lo sé, Silvia. Yo me pregunto lo mismo... No sé, me veo incapaz de enfrentarme a él Imagino que tú aún menos... Supongo que no podremos hacer nada...

Por supuesto, todo esto se lo cuento por whatsapp a mi vecino, para que esté al corriente. No forzamos nada para vernos, pero la siguiente vez en el ascensor, directamente se pone detrás de mí y agarra mis pechos.

- Los echo de menos, vecina...¿no tenéis algo más para que os pueda denunciar? Jajaja.

No respondemos. Pablo sigue mirando al suelo. Termina el viaje en ascensor y sale riéndose. Entramos en casa nosotros humillados y excitados. Ha quedado claro. Cada vez que me mete mano, nosotros permitimos y callamos.

Pasa un mes sin encuentros cuando una noche, Pablo y yo, tenemos una charla que, cada cierto tiempo abordamos.

- Creo que es el momento de intentarlo.

- ¿Ir a por un crío?

- Sí.

- Pero según están las cosas con el vecino, no creo que sea buena idea dejar de tomar la píldora.

- Hace tiempo que no lo vemos y, en cualquier caso, podemos pararlo todo en cuanto queramos.

- ¿Estás seguro? Porque hasta ahora no lo ha parecido.

- Ya, pero no había en juego nada más que unos cuernos... ahora sería un crío.

Lo pienso un rato y respondo.

- No sé. Es difícil..., pero sí. Habrá que ir a por el niño ya.

Por supuesto, al día siguiente llego un poquito antes de trabajar y llamo a casa de mi vecino para contarle nuestros planes. Me siento sucia al hacerlo, pero sé que no tengo otra opción. También le cuento días después que he ido al ginecólogo para dejar la píldora de forma controlada, así como el momento en el que ya podía engendrar. Entonces acordamos los siguientes pasos.

Al día siguiente volvemos a encontrarnos los tres en el portal. Entramos juntos en el ascensor.

- Hombre vecinos. Hacía tiempo que no os veía.

Nosotros correspondemos el saludo, siempre mirando al suelo.

- La verdad es que me gustaría veros un día... ¿por qué no pasáis por casa y nos tomamos unas cervezas?

- No puedo beber... - Digo yo, según había acordado el día anterior.

- ¿Y eso vecina? ¿Estás enferma?

Yo me quedo callada.

- Aaaaah, coño, jajajaja. Que estás preñada, jajajaja. ¿No será mío no? jajajaja.

- No, no estoy embarazada aún...

- Aaaaaah. entiendo, entiendo, jajajaja. Pues vecinos, yo os puedo ayudar en eso, jajajaja. Si lo que quieres es preñarte, mejor tener dos pollas que una, jajaja. Sobre todo si es la del maricón éste, jajaja. Pablo, machote. Anda, trámela luego a casa para que la insemine, que te echo una mano. Como buenos amigos, jajajaja. Traémela una vez por semana hasta que engorde, jajaja.

Salimos del ascensor y entramos en casa. Pablo cabizbajo. Yo fingiendo humillación. En cuanto nos miramos a la cara se que Pablo ha sido derrotado. Ya sabemos lo que toca. Sin decirnos nada yo me voy a la ducha a prepararme. Cuando salgo aparece Pablo.

- ¿Vas a ir?

- Sólo si tu me llevas y me dejas con él...

Diez minutos después ya estoy duchada, peinada, maquillada y vestida para la ocasión, con un picardías transparente. Salimos al descansillo y llamamos a la puerta.

- Jajajaja. Hola vecinos. Así me gusta, pasad.- Nos invita a entrar con una botella de ginebra en la mano y un poco borracho.

Entramos en casa. Yo semidesnuda, Pablo tan excitado como humillado. No decimos nada.

- Pablo, me alegra que hayas venido. Así te aseguras de que la penetro como se debe, jajajaja. Silvia, ve por una cerveza para tu marido.

Cuando vuelvo mi vecino está mirando a Pablo y riendo. Mi marido mira el suelo. Coge la cerveza que le ofrezco, la abre y le da un sorbo.

- Silvia, me has pillado de sopetón, y, aunque has venido vestida de puta preparada para ser follada, yo no estoy entonado... Coño Pablo despelótala para mí anda.

Pablo sabe que mi vecino no sólo quiere verme desnuda. Quiere que sea él quien lo haga. Obediente, agarra el camisón y lo saca por mis brazos levantados, dejándome totalmente desnuda y expuesta.

- Acércamela anda, jajaja.

Pablo me empuja suavemente por la espalda hasta acercarme a él.

- Arrodíllala, vecino, que me la tiene que poner dura.

Ya sabemos lo que viene a continuación. Pablo me presiona los hombros y me pone de rodillas mientras mi vecino bebe de la botella y se la saca a la vez con la mano libre.

El miembro queda frente a mí. Y yo lo beso, lo acaricio y me lo meto en la boca.

Silencio devastador. Sólo roto por los sonidos húmedos de mi boca al trabajar su verga. Mi vecino bebe y bebe mientras se la chupo. Cuando llevo un rato, me agarra del pelo y me hace levantarme. Me pone sobre la mesa del salón y, dando un trago, me la clava y comienza a bombearme. Tras un minuto de embestidas, sonando chof, chof y sin parar de penetrar, oigo cómo da otro trago a la ginebra. Y sigue chof, chof, chof.

- Mira que me parecías gilipollas, Pablo, pero traerme así a tu mujer... hay que reconocer que tienes tus momentos, jajaja.

Me da un cachete en el culo bien fuerte. Chof, chof, chof.

- Aunque claro, tener mis genes bien lo merece, jajajaja. Toma vecina, que ya llega.

Y con dos embestidas mas y sin soltar la botella de ginebra se vacía en mi interior.

Termina y se echa sobre mi espalda para lamer mi cuello. El olor a ginebra es insoportable. Está borracho.

- ¿Que se dice vecina? Jajaja.

- Gracias, vecino. Gracias por inseminarme.

Sale de mí. Yo voy con Pablo, que me coge y me lleva a casa. Al entrar se le llenan los ojos de lágrimas y rabia. Me lleva directamente a la ducha y enfoca mi sexo con la alcachofa, intentando limpiar lo que hay ahí. Se nota su arrepentimiento y su vergüenza al no haber sido capaz de negarle mi cuerpo. Me limpia el coño varios minutos y después, cuando cree que es suficiente, me lleva a la cama y me penetra allí hasta correrse en mi interior.

Nos quedamos dormidos.

Al día siguiente vuelvo a llegar a casa antes de lo normal y voy directamente a ver a mi vecino. Le cuento lo que pasó después y él rompe a reír.

Se sienta en el sofá y me coloca sobre sus rodillas. Desabrocha la blusa y, mientras una mano se introduce dentro de mi sostén, la otra ataca mis muslos haciendo que las medias rocen con las durezas de sus manos.

- ¿Sabías que la Pepi y yo no tenemos hijos? ¿Sabes por qué? Pues porque parece que mis amiguitos diminutos son tan borrachos como yo y no encuentran el camino. Los médicos al final dejaron claro que era yo el culpable. De modo que no te voy a preñar, jajaja. Aunque eso no se lo diremos a Pablito, jajaja.

Yo sonrío.

-Usted es un cabrón.

- Más de lo que crees.

A estás alturas tenía el sujetador completamente deformado por la intromisión así que me lo quité.

- En cuanto a tu marido... llámale al móvil. Tengo que hablar con él

Obedezco. Marco el número y se lo paso. El lo sujeta con la mano que acariciaba mis muslos dejando que la otra continúe amasando mi pecho.

- No, vecino, soy yo, no la guarrilla de tu mujer. No, no pasa nada. Lo único que ha venido a casa a confesarme lo ocurrido. Joder, yo esforzándome en inseminarla y tú... tú... tú tirando a la basura el trabajo... ya, ya... ni perdón ni hostias. Pero no puedo confiar en ti. Hoy es viernes, ¿no? Pues me la quedo el fin de semana y así evito que me vuelvas a joder el trabajo. El domingo por la noche ven a buscarla... bueno, si quieres. Si prefieres me la quedo también esa noche. Ahora se marcha a casa, que tiene que comer y eso. Luego me la preparas, me la vistes de zorra y me la traes ¿Entendido?

Cuelga y me mira sonriendo.

- Jajaja. Te tendré un par de días para mí y así recordaremos buenos tiempos. Además, mira, esto está hecho una pocilga. Me vendrá bien que la dejes de nuevo limpita.

Vuelvo a casa y recibo a Pablo con cautela. Primero me riñe por haberme chivado, pero veo que en realidad no está enfadado, sino abatido.

- No tenemos por qué obedecer Pablo. No tienes por qué llevarme con ese viejo borracho putero todo el fin de semana.

Veo que Pablo está superado. Su excitación sigue ahí, pero se está hundiendo. Me doy cuenta de que el juego se está convirtiendo en algo demasiado peligroso y que puede destrozar su vida y yo no quiero. Decido olvidarme de los flujos que genera la expectativa de volver a estar al servicio de mi vecino varios días y le convenzo para no hacerle caso, aunque no soy capaz de decirle que era estéril.

Poco a poco nos vamos convenciendo. Hemos tomado una decisión y la vamos a defender. Pablo, aún inseguro, propone que no debemos ni salir de casa para evitar encontrarnos con él. Yo no estoy de acuerdo. Si habíamos tomado la decisión, debíamos defenderla. Yo sé que tiene fotos y vídeos míos que puede usarlos para obligarnos, pero lo conozco lo suficiente como para saber que no iba a usar esa jugada conmigo. A fin de cuentas, de mí ya había obtenido todo lo que quería.

Me pongo un chándal viejo para la entrevista final. Con esa ropa, notaría que que todo había cambiado. Y nos dirigimos a su puerta.

Llamamos. Esperamos. No abe. Así varias veces. Nada. Volvemos a casa. Una hora después repetimos. Idéntico resultado. A la tercera vez que vamos nos preocupamos y llamamos al 112. Vienen los bomberos y una ambulancia y, tras forzar la cerradura se encuentran lo peor. Un cuerpo sin vida en el sofá, dos botellas de ginebra vacías por la casa, varias latas de cerveza y un blister de viagra fuera medio vacío. Al final los excesos pudieron con mi vecino .Aunque no me dio pena... que le quitaran lo bailao.

Fue importante, incluso tal vez salvó nuestro matrimonio, haber decidido finalizar con todo antes de lo sucedido. Así, pudimos estar seguros de que no fue la suerte (o desdicha) sino nuestra disposición, la que cambió el rumbo. Por un tiempo estuve muy preocupada por las fotos y vídeos que, el futuro heredero de la casa podía encontrar y el uso que les daría. Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando recibimos la llamada de un notario. Sin descendencia, ni familia, en su testamento constaba que todos sus bienes iban a parar a mí. Una cuenta corriente sorprendentemente cuantiosa, el piso y todo lo que había en su interior.

El resto de vecinos siempre pensó que, tras su muerte, habíamos comprado tu piso para juntarlo con el nuestro. Aunque la realidad era bien distinta. Tomamos el control de nuestras vidas y, un año después, llegó el primero de nuestros niños.