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Pascual

en Zoofilia

¿Cómo comenzar a contar lo que me sucedió hace tiempo? No lo sé, lo que sí sé, es que fue la experiencia más excitante de mi vida, al menos, hasta ese momento.

Desperté tarde ese día, el sol entraba a duras penas a mi habitación debido a las gruesas cortinas, sin embargo, había pasado la noche con la ventana abierta porque estuvo haciendo mucho, demasiado calor esos días, y las noches no refrescaban lo suficiente, y claro, había dormido apenas cubierta con una fina sábana, y bajo esta, reposaba completamente desnuda, aunque eso no aminoraba el calor que sentía. Me levanté, y fui directamente al baño, necesitaba una ducha fría, y después de hacer mis necesidades matutinas, me bañé.

Cuando salí, estaba indecisa sobre que ponerme, un vestido de una pieza, sin nada debajo, o tal vez una mini y una blusa de licra, tan solo con una tanga, no lo sabía, el calor me abrumaba a pesar de tener el aire acondicionado a todo lo que daba. Aún sumida en mis cavilaciones, la voz de mi madre me llegó amortiguada por la puerta cerrada, ¿qué me decía?, no lo sé, solo le entendí que saldría con mi padre y que el tarado de mi hermano no estaba, pero lo que si escuché con atención, y que me hizo enojar, fue que me pedía hacer las tareas del hogar, en especial, lavarle al animal de mi hermano.

No me entiendan mal, no quiero decir que mi hermano sea un animal, bueno…, si, es un animal, pero ese no es el punto, yo me refería al perro dálmata que tenía mi hermano desde que era un cachorro, había sido un regalo de unos tíos por su cumpleaños N° 15, y ya toda la familia nos habíamos encariñado con él, pero me enojaba tener que lavarle, esa era tarea de mi hermano, no mía, pero en fin, no me dio tiempo para reclamar, porque mis padres en seguida se fueron.

Me quité la toalla, quedándome desnuda frente al espejo, ya después decidiría que ropa ponerme, por lo pronto, tenía casa libre, abrí mi cajón de mi ropa interior, y saqué una tanga blanca y un brasier de media copa del mismo color, y ambos de encaje. Unas sandalias de tacón alto, y así salí de mi habitación, fui a la cocina y me serví el desayuno, mientras comía, comencé a revisar mi teléfono, primero redes sociales, pero no me llamaban la atención, mensajes de lo que me harían de tenerme, y por el estilo.

Me llamó la atención un mensaje que decía a detalle donde y como me cogería, aquello me prendió, y mientras tomaba tragos pequeños de café, con mi mano libre empecé a sobar mis tetas, que al instante reaccionaron y mis pezones se pusieron duros, bajé mi mano, y delicadamente me toqué por encima de la tela, no dejaba de leer y de excitarme, tanto que el desayuno se me fue de la cabeza, y con una mano me tocaba las tetas y me pellizcaba los pezones, y con la otra, una vez hecha la tanga de lado, me acariciaba lenta y suavemente mi rajita.

Pero o decepción, el tipo cortaba su descripción abruptamente, y aquello me obligó a dejarme de tocar cuando mi excitación empezaba a crecer. Terminé de desayunar, y me levanté para llevar mis cosas al fregadero, y lavarlos, en eso, mi celular vibró, era un mensaje de mi madre recordándome mis obligaciones, apagué el maldito aparato de mala gana, me chocaba quedarme en casa y hacer todo lo que ella debería de haber hecho antes de largarse a coger con mi padre, pero en fin, lo haría lo más rápido posible, y tendría tiempo para mí.

Para estar más cómoda, me quité el brasier, quedando solo con mi tanga, y mis tacones, y con música a todo volumen me puse a trabajar. Una hora después, estaba sudorosa y algo cansada, pero por fin todo estaba hecho, o casi todo, me faltaba lavarle al perro, y para que no me diera lata, lo metí a la habitación de mi hermano, y me puse a lavarle, agua, jabón, y más agua, y media hora más tarde, estaba hecho, lo saqué y me metí a descansar un poco y secarme, estaba empapada ya no de sudor, ahora de agua, y mi tanga se transparentaba, no importaba, estaba sola.

Prendí un ventilador que mis padres tienen en la sala, y me quedé frente al chorro de aire que aventaba, poco a poco el agua y el sudor que recorrían mi cuerpo se fueron secando, y con forme la corriente fría me acariciaba, mi piel se fue enchinando, y al tocar mis tetas, mis pezones se endurecieron, mi excitación regresó, y mi rajita, fue el único lugar que no se secaba. Me despojé de la tanga, enredándomela en mi muñeca a modo de pulsera, quedándome desnuda en medio de la casa, a merced de cualquiera de mis familiares que decidiera llegar en ese momento.

Me recosté en el sofá de tres plazas, orientando el ventilador de tal forma que el aire diera directamente en mi cuerpo desnudo, no necesité más aliciente que ese para empezar a acariciarme, lento, suave, apenas tocando mi piel con la punta de los dedos, rocé con ambas manos mis tetas, gimiendo por primera vez, mi piel ardía de excitación, y mis pezones se endurecieron más cuando los pellizqué ligeramente con mis dedos, aumentando lentamente la presión, hasta que gemí de dolor y placer al mismo tiempo.

Subí una de mis piernas al respaldo del sofá, y la otra la bajé al suelo, abriendo mi vulva,, acerqué mi mano temblorosa, deslicé mis dedos sobre los húmedos labios vaginales y no tardé en dedicarme a mi clítoris, empecé a gemir ligeramente a medida que mis propias caricias iban en aumento, sabía muy bien el ritmo que me convenía, y ese día pensaba recrearme para conseguir el mayor placer posible, al fin y al cabo, estaba sola, y así estaría por un buen tiempo, así que podría masturbarme sin miedo a ser descubierta.

Cuando me introduje uno de mis dedos, cerré los ojos, nunca he necesitado mucho para alimentar mi excitación, pero siempre me ha gustado y me gusta pensar en cosas eróticas, a veces en amantes, a veces en pequeñas situaciones muy lejanas, en algún que otro amigo, pero todos siempre enseñándome la verga. Pero esta vez, venía a mi mente la noche anterior, donde había tenido un trio con dos desconocidos, al recordar esto, me vine gimiendo de placer mientras mis dedos no dejaban de introducirse con pasión en mi raja.

Bajé mis piernas, pero mis dedos siguieron dentro de mí, todos llenos de mis jugos, mi respiración estaba agitada por el orgasmo que me había asaltado, no abrí mis ojos, pero podía sentir una mirada en mi cuerpo desnudo y recién masturbado, por fin me habían descubierto, ¿Quién era?, no lo sabía, pero fuera quien fuese, tenía un gran autocontrol, no conocía a hombre alguno que al ver a una mujer en la posición en la que me encontraba no se abalanzara a cogérsela como un animal.

Abrí lentamente mis ojos para ver a mi espía, y allí estaba, en la puerta de la sala, era Pascual, el mejor amigo de mi hermano, mirándome fijamente, con una gran erección, que al instante hizo que me volviera a excitar. Había olvidado cerrar bien la puerta, y este nada tonto, había entrado sin que lo oyera, viendo todo aquel espectáculo que le había brindado gratuitamente. Le hice señas con la mano para que se acercara, y me hizo caso sin rechistar, se notaba ansioso y excitado.

La visión de aquella verga, provocó que me volviera a excitar, mis pezones se pusieron duros y mi vagina volvió a humedecerse, lo que hizo que Pascual se acercara más. Me senté en el sofá, y abrí lo más que pude mis piernas, él se colocó entre ellas, y dio un húmedo primer lengüetazo a mi rajita, que envió una descarga de placer desde ese punto, pasando por mi columna y hasta llegar a mi cerebro. Le sostuve la cabeza, no permitiría que se apartara, y Así continuó él, lamiendo una y otra vez, hasta que me hizo tener uno de los mejores orgasmos de mi vida, y uno de los orales más deliciosos.

Aquello, más que calmar mis ganas, las incrementó, nunca creí que Pascual me pudiera dar tanto placer, pero ahora no lo dejaría ir tan fácilmente, necesitaba verga, y él me la daría. Me levanté del sofá, las piernas me temblaban, por el orgasmo y por la excitación, me quité los tacones, pues estaba segura que si daba un paso con ellos, terminaría en el suelo, subí las escaleras con los zapatos en una mano, creía que Pascual no me seguiría, pero crédula de mí, me siguió por el pasillo hasta llegar a mi recamara, entramos, y cerré la puerta.

Pascual hizo por seguirme más allá del umbral, pero le hice una seña y se quedó parado cerca de la puerta, yo caminé hasta mi cama, boté los zapatos a donde fuera, me había vuelto completamente loca, ¿Qué diablos estaba haciendo?, me empezaron a asaltar las dudas, ¿Cómo con Pascual?, estaba trastornada nada más por pensarlo, y más por haber dejado que me hiciera aquel oral, ¿Qué pasaría si mi hermano se enteraba?, y más que eso, ¿qué pasaría si toda la familia se daba cuenta?, pero tenía que reconocer una cosa, con aquel oral, me había dado un orgasmo maravilloso.

¿Qué era más fuerte, la excitación o la razón? Volteé lentamente a verlo, nuestras miradas se encontraron, había algo salvaje y animal, aquel primitivo deseo de cópula lo llenaba por dentro, y aquella verga que pendía de él, se veía enorme y con ganas de penetrar la primera rajita que tuviera enfrente, teníamos un ganador, la excitación ganaba mi cuerpo a la razón por nocaut. No me apetecía ensuciar mi cama con los jugos de aquel coito que estaba a punto de llevarse a cabo, así que me tiré al suelo y le hice señas a Pascual para que se acercara a mí.

Lo abracé, podía sentir su calor, su excitación que me contagiaba y me excitaba más cada vez, llevé mi mano y tomé su verga, estaba dura, caliente y viscosa, lo acaricié lentamente, arriba y abajo, y cada vez más rápido, después no aguanté más, y me llevé aquel pedazo de carne a la boca, lo recorrí con la lengua, no me cabía todo, lamí la cabeza, el tronco y los huevos, me tumbé de forma que ese pedazo de carne no se saliera de mi boca, y para que Pascual volviera a lamer mi rajita, a lo que no me hizo esperar, inmediatamente sentí su lengua recorrerme por completo.

Gemía al mismo tiempo que mamaba aquella verga, de seguir así, no tardaría en deshacerme en otro orgasmo, recorría desde mi clítoris hasta mi ano y de regreso, y cuando tocaba aquel agujero prohibido, el placer incrementaba unas diez veces. Seguimos en esa posición otros cinco minutos más, hasta que el placer fue insoportable, y sacándome su verga de la boca, grité mi orgasmo a todo pulmón, había sido intenso, muy intenso, más que el primero que Pascual me provocara en la sala.

Quedé algo aturdida por la intensidad de aquello, pero mi calentura continuaba ahí, como pude me di la vuelta, continuando tumbada de espaldas en el piso, abrí mis piernas, las flexioné y yo misma dirigí su dura verga a mi rajita, sentí la punta en la entrada, y me estremecí, estaba a punto de cometer una locura, y no me importaba, lo guié, y lentamente fue entrando en mí, era largo, muy largo, pero entró por completo, cuando sus huevos chocaron con mi ano, de inmediato él comenzó a cogerme a una velocidad vertiginosa, espiraba como pez fuera del agua a cada feroz embestida de él, ni en mis más locas fantasías había soñado con coger con Pascual, y ahora estaba sucediendo, estaba que ardía, más caliente que nunca, sacaba mi propia lengua para juntarla con la de él, mientras este me cogía velozmente.

Continuamos así por varios minutos, en los que vinieron a mí, varios orgasmos pequeños que él me provocaba a cada embestida, y que me afanaba por no ocultar. Finalmente, después de un buen tiempo de recibirlo por mi vagina, se me antojó sentirme bien perra y dejarlo entrar por otro lugar, con algo de esfuerzo lo separé de mí, me reincorporé un poco, me di la vuelta y me puse a cuatro, Pascual entendió mi acción, y me montó cual perra, intentó meterme su verga, pero estaba tan ansioso y excitado que falló.

Pegué mis tetas al suelo, el contacto frío endureció más mis pezones, llevé una de mis manos atrás por entre mis piernas, y tomé aquel pedazo de carne y lo guié de nuevo a la entrada de mi vagina. Pascual empujó y me la metió hasta la base, provocándome otro orgasmo. Durante varios minutos lo dejé que me bombeara como loco, y cuando consideré que era el momento, saqué su verga llena de mis jugos, y con esa lubricación, lo dirigí a mi ano, me volví a estremecer con la idea de que entrara por ese lugar, pero no me dio tiempo de pensarlo mejor, empujó y entro su glande.

¿Dolió?, claro que dolió, pero rápidamente me acostumbré, no era la primera vez que me cogían analmente, pero si era la primera vez que me metían algo tan grande. No solté su verga, la mantuve sostenida todo el tiempo por la base, más que nada, para medir la profundidad de las embestidas, y no permitir que me la clavara por completo, Pascual la tenía muy grande y muy gruesa, lo estaba disfrutando, finalmente después de recibir la roja y enorme verga de mi macho por el culo durante un buen rato, percibí que éste se vendría, me incorporé y rápido me la metí en la boca, Pascual tuvo su orgasmo, y sin rechistar me lo tragué todo.

Nos tumbamos en el suelo, yo estaba exhausta, pero sinceramente, satisfecha y feliz a pesar de no escurrir leche de mi vagina o mi ano, me sentía bien y al final había obtenido lo que tanto buscaba ese día. Chequé el reloj, ya era tarde, y supuse que mis padres no tardarían en regresar, mi enojo con ellos o más bien con mi mamá se había esfumado, en ese momento mi cabeza solo tenía lugar para aquel sopor que sobreviene al placer, habían sido bastantes orgasmos al menos por esa tarde, en la noche ya sería otro cantar.

Me levanté como pude, dejé descansar a Pascual justo donde se había quedado, supuse que ya era bastante sexo para él por ese día. Estaba sudada, otra vez, con mis jugos orgásmicos aun bajando por mis piernas, pero por el calor, ya empezaba a secarse, no podían encontrarme de esa forma, agarré mi toalla que seguía en el suelo frente al espejo, y me volví a meter al baño, me daría una ducha reparadora para quitar el sudor y otros líquidos de mi cuerpo.

Cuando terminé, me sequé, y salí desnuda del baño, Pascual levantó la cabeza al verme salir y solamente le sonreí, pasé directamente a mi cajón de mi ropa interior, y agarré una tanga cualquiera, me la puse y fui de nuevo a mi espejo, podía ver como él no se perdía ningún movimiento que yo hiciera, y sonreí para mí. Saqué un short de jeans corto, y una blusa de tirantes, la más delgada que tenía, me vestí y me tiré en la cama, dormiría un poco antes de que llegaran.

Mamá me despertó dos horas después, se veía radiante, como se notaba por su cara y en sus ojos que había cogido, tal vez con papá, tal vez no, pero yo me sentía cansada como para preguntarle, la faena de quehaceres y luego la que me di con Pascual, me tenían rendida.

-qué bueno que hiciste todo lo que te pedí Dulce-, me dijo mi madre sentándose en la cama, -solo una cosa-

-¿ahora qué?-, pregunté sin poderme enojar, -¿qué se me olvidó?-

--no se te olvidó nada, solo quiero saber ¿qué hace Pascual en tu cuarto?-, me miró a los ojos, había algo en los suyos que no supe interpretar, -pensé que no te gustaba tener cerca al perro de tu hermano-

-Solo lo deje entrar para no sentirme sola-, dije en un susurro.

-Te entiendo mi niña, te entiendo-, me dijo antes de darme un beso en la boca, -yo también a veces lo dejo entrar cuando estoy sola-, y diciendo esto, se levantó y salió de mi habitación, con Pascual yendo detrás de ella.

¡PUTA MADRE!y literal, que puta madre.