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Ni tan gallo ni tan venado... desvirgando a David

en Amor filial

David es un chico ¿Alto?, bueno, quizás promedio y aun en crecimiento, un poco más que yo que mido 1,63, su anatomía no era definida pero no llegaba a ser fofa, tenía unos cautivadores ojos castaños como su padre. Era sociable y llevaba una vida muy saludable, deportiva y libertina (con sus amigos, si, amigos). Su desarrollo este año comenzaba a ser significativo; su voz se fue haciendo más grave y una pelusilla dispersa recubría sus mejillas –le gustaba poder usar la afeitadora y creer ser más adulto–, pero lo más importante fue; su creciente interés por las chicas y mujeres –casi podría haber jurado que resultaría homosexual–.

Si era por chicas, amigas, novias o compañeras… su padre nunca me había mencionado una siquiera desde que lo conocí y me case con él –por lo que nos preocupaba el fallo desenvolvimiento de David con el sexo opuesto–. En aquel tiempo, aun iba a la mitad 7mo grado, por lo que su adolescencia tras el divorcio no había sido nada fácil para él, menos para mí, el primer año era la intrusa, era la impostora, era la que separo a su papa de su mama. No miento, fue una dura adaptación y larga carrera para ganarme su atención y afecto, y su madre no ayudaba mucho en este aspecto, todo lo contrario.

Este año, más aún que el anterior, han sucedido muchos altibajos, que han hecho nuestra relación más llevadera. Hacía dos trimestres que estaba en 9no grado y empezaba a ser sociable y abierto con el sexo opuesto. Incluso llego a contarme que le gustaba la profesora de castellano –que bueno, según él, le gustaba a toda la clase–. Los recados a la panadería los hacía de buen humor, de seguro por la cajera. Pero, sobre todas ellas, presentía que últimamente se fijaba mucho en mí –al punto de quedar distraído en sus pensamientos–, me observaba con ciertas rarezas; mal encarado, con morbo, suplicante, fastidiado, etc. Una tarde en particular, sirviendo un almuerzo recuerdo que Marcos le recrimino de forma seria y audible.

– Susana me pidió que disimules un poco, que la incomodas cuando te quedas en las nubes  –escuche advertirle Marcos a su hijo, mientras colaboraban poniendo la mesa.

– No se mira a si una mujer –continuo diciendo cruzando las miradas con el –dedícate a tus estudios, tienes muchas cosas en que pensar si quieres llegar a viejo.

            Pero él no vio cuando David voltio, la mirada de disgusto hacia mí era más que evidente –decía, sapos verdes y tripas podrías con los ojos–, aun así, aquello no era algo que se viese frecuentemente, era inusual por demás. Sin embargo, para mal de su desgracia sabía bien que no tenía otras cosas en que pensar. Sus prolongados encierros en el cuarto y el baño, denotaban las continuas alucinaciones femeninas que le perseguían, algunas con visibles consecuencias en los; interiores, medias, sabanas y otras prendas.

Lo bueno en él, era que todo ello no repercutía en sus estudios –lo cual era bueno–. En fechas de exámenes, David era un poco más aplicado en sus estudios y pasaba mucho tiempo en casa, a veces, traía compañeros y “compañeras” –lo que era bueno y nuevo– para estudiar en grupo, mostrándose jovial y seguro apoyado en sus amigos, pero distraído y tímido cuando quedaba al lado de una chica o cuando estas se fijaban en él.

– Papa... ¿puedo pedirte algo?

– ¿Qué quieres? Mira que estoy escaso de tiempo –Marcos era huraño a veces con su hijo y también parecía tener un cohete en el culo, siempre apurado–.

– Tengo que hacer una investigación para una exposición grupal y quería saber si podía venir con los integrantes del equipo a casa.

– No lo sé, pregúntale a tu madre, yo estaré ocupado con los casos judiciales de comercios que estoy llevando adelante.

La imposición que marcaba Marcos sobre él para que me tratara como su madre, algunas veces hacia todo más complicado, que el mismo saboteo de la biológica.

– Por mí, está bien, pero que traigan sus bebidas y golosinas como siempre, nada de estar asaltando la nevera de la casa. –Adelante respondiendo, aquel entonces-

Así fue aquella vez, hace más de un mes y así era casi siempre, un círculo vicioso que se repetía sin cesar, hasta una tarde en particular cerca de las 2:00 Pm –en la cual descansaba un poco de los quehaceres del hogar, sentada en el sofá y viendo televisión–. David llego a casa algo cabizbajo –con gesto algo letárgico– vistiendo el uniforme deportivo y sosteniendo el morral con cierto desdén. Camino despacio y en silencio, sin verme o decirme nada, entro directo en su cuarto, dejándose caer en la cama que rechino un poco al caer en ella. Intente seguir viendo la televisión, pero todo ello me distrajo –pensé, pobre chico, ¿qué le habrá pasado hoy?–, me levante y acerque hasta el marco de su puerta.

– David, ¿Estas bien…? –Dije golpeando el marco como si tocara la puerta– ¿te sucedió algo hoy?

Volteo la cabeza –tenía una cara de melancolía– y sin verme siquiera al rostro respondió.

– No… estoy bien… ya se me pasara, estoy cansado

– ¿Estás cansado…? ¿De qué?, vamos anímate un poco

– No, gracias… quiero descansar

– ¿No quieres platicar?

– ¡No, maá…! Perdón,  Susan, estoy bien… eso creo –siempre me decía así–

– Está bien, si quieres algo me avisas, estaré en la sala –no supe como acercarme a él entonces–

Algo le había ocurrido… así que debía buscar la forma de llamar su atención y hacer que me contara

­­– ¡Hijo…! Perdón, ¡David! Quieres que juguemos play, ¿qué tal si ponemos el de peleas que juegas con tus amigos?

– ¿Mortal Kombat?, No… gracias, paso

– Uff, que aburrido eres, bueno jugare sola entonces

Encendí la consola y coloque el juego. Seguro se parara, nunca resiste que juegue con el play y menos algo que no se jugar

– Me ayudas aquí, que personaje escojo… son muchos… a ver… este, el ninja amarillo –sé que juega con él, lo que seguro le molestara que haga–

– Aaaaaahhhh… que rayos, basta… heeeey eso es trampa. Vamooos pelea

– Con solo patadas y coñazos no ganaras… –dijo acercándose a la sala– dame acá, no me cagues el personaje.

– No no no, deja, quiero aprender, además ¿no que estás cansado?

– See, pero así solo aprenderás a los coñazos, dame, te enseño.

– No, nada… juega conmigo entonces –dije poniendo pausa y acercándole el otro control–

Reiniciamos la partida y empezamos a pelear… o mejor dicho, me empezó a desangrar; en cada puño, cada patada y cada combo, parecía drenar más y más su malestar, eran pocos los golpes que acertaba –Woow, parezco pera de boxeo… pensé–.

– Estas pagando tu frustración conmigo, verdad.

– Pshh ¿Y? ¿Qué con eso? Tú dale a los botones nada más, no es mi culpa que seas ñera

– ¿has pensado alguna vez en esos personajes? –Dije buscando algo jocoso y morboso en el tema–

– Pensado ¿Qué?

– No sé –susurre con cierta ironía a lo sexual– no crees que hay muchas mangueras y pocos huecos, de seguro ellas se lo pasan en grande

– ¿Y? ¿Qué con eso?... tú, con tus cosas raras. De verdad, no estas hecha para este juego

– Y tú… no eres más que un venado, estamos a la par, pipi chiquito ¿cierto?.

– Pshh… tu que sabes. Me voy, juega como te dé la gana –dijo soltando el control y levantándose–

– Heyyy ¿a dónde vas?

– A dormir

– ¡Hey, espera…! disculpa, –dije levantándome tras él evitando que cerrase la puerta– solo  estoy bromeando, más nada

– See, igual, déjame tranquilo… no, espera, está bien, pero no creo que resuelvas nada.

–  Ven hijo… –dije, sentándome en la cama y haciendo señas que apoyara su cabeza en mis piernas–.

– No me llames hijo.

– Ok, ok David, pon tu cabeza aquí y cuéntame.

–  Verás… ¡no te burles ok!, recuerdas que hace como un mes vine con unos amigos y Claudia a estudiar para una exposición. Y luego tras las notas parciales de las materias vinieron y bebimos más de la cuenta aquí en casa.

– Si, lo recuerdo… tu papa se molestó porque se tomaron una de sus botellas y, pasaron la noche aquí, de la pea horrible que cogieron.

– Bien, recuerdas, ¿lo que te conté?, que algunos de mis amigos y compañeros alardean de eso… tu sabes, no. Tienen sus novias, o comentan que fulana es fácil, perdón -suspiro con desgano- recuerdas que Claudia se quedó aquí, y que me pongo nervioso y siempre la cago delante de las chicas, bueno me habían dicho… que ella es una fácil.

– Si lo sé, pero, primero está mal hablar así de las chicas

– Si… también lo sé, pero…. –Shhh, espera no he terminado, lo interrumpí–

Él observaba el rostro de su madrastra desde sus muslos. Ella le sonreía suavemente, acariciando su cabello con una mano. Y sus tetas se veían firmes y redondas debajo del top de lycra rosado chillón que llevaba puesto, en el cual se les marcaban discretamente los pezones –seguro no lleva nada debajo, que tetas más ricas se gasta esta tipa (pensó)–. La piel descubierta de su abdomen y ombligo parecía muy suave y desprendía un olor a crema humectante. Y del mono de algodón azul cielo un suave aroma de jabón de lavar con un vaho corporal emanaba de él. Sus ojos se cruzaron brevemente y ella continuo hablando mientras le acariciaba el cabello de forma cariñosa y juvenil que a veces le revolvía.  

– Eso es normal, además, seguro no todos han llegado a eso –dije, haciendo gesto de penetración con las manos– apuesto que es alharaca y fanfarronería.

– Si, también lo creo, pero… desde entonces, no consigo estudiar bien y tengo fantasías… muchas.

– Te entiendo.

– ¡No, no me entiendes!, veras… esa noche… no sé qué paso… pero cuando desperté, estaba desnudo…

– ¡Huuí que lindo¡ ¿no despiertas así siempre?

– Vamos…, no te burles

– Está bien, sigue. Que te estas sonrojando

– Dale, páralo ya… Bien, no sé qué paso, pero olía a eso… tú sabes, ¿no?

– No, no lo sé, ¿a whisky?

– Pshh… no mujer, a eso, olía a sexo, creo que... –lo interrumpí–

– Estas insinuando que tuviste relaciones con Claudia aquella noche… ¿Y no lo recuerdas? o ¿Cómo sabes que olías a sexo?

–  Veras… eso… no lo sé, es lo creo.

–  ¿a cuál de las dos cosas te refieres?

– A pues… deja de hacerte la graciosa, es en serio… no recuerdo nada.

– Ok, evadiendo eso, que no quieres responder, ¿Que tiene que ver eso con como llegaste hoy…?

– Mmm… ¿que la cague como siempre…? see, y lo peor fue que se rego como pólvora, creí que sí había sucedido algo, y que podría de algún modo ligar de nuevo con ella… la cague, la cague, la cague.

Ella cruzo las piernas bajo su cabeza, mientras lo veía y acariciaba. De algún modo podría decirse que lo estaba consentido algo más de lo usual, pero de un tiempo para acá, se había convertido en algo más que una usurpadora de su madre, era a veces su confidente y otras veces su amiga. Incluso, le ayudaba con su padre cuando se iba de fiesta con los amigos o bajaba el promedio.

– Lo siento, de verdad, no sé qué decirte. O sí, veras, creo que ella se lo pierde, te conozco bien… y sé que eres un gran chico.

– Te burlas ¿verdad?

– No, es en serio, mira, no sé qué ven algunas chicas en los chicos, a mí, por ejemplo, me pareces que tienes unos ojos cautivadores y una mirada penetrante.

– See, como sea… no creo que lo comprendas… me molesta no poder recordar. Pero algo debió suceder, estoy seguro.

Él la observo de nuevo, no entendía bien porque siempre que hablaba con ella, sus temores y sus dudas se despejaban, y lo hacían sentirse más seguro de sí mismo. Pero de momento parecía distraída; por un lado parecía pensar, por otro lado parecía recordar, incluso vio cómo se mordía suavemente el labio inferior, lo que parecía ser común en ella.

Mientras que la mano que le acariciaba el cabello se había detenido, la otra mano de su madrastra le acariciaba: el hombro, el brazo y costado de su cuerpo. Ella seguía distraída. Acariciándolo. Y él inconscientemente empezó a frotar uno sus muslos como devolviéndole el afecto que le estaba dando, a su vez que aquel vaho corporal empezaba a ser más perceptible –Uff, me va a poner la verga dura, puedo oler su coño ¿qué braga estará usando hoy? (pensó)–.

– Susan… ¿me escuchaste?

– Si, perdón. Veras, estar con una mujer, no es nada del porque debas sentirte raro, es algo natural. Ya llegara tú momento. Quizás la que buscas está más cerca de lo que crees.

– No entiendo… preferiría recordar un poco… de algún modo. No creo que entiendas, yo ni siquiera he besado aún una chica, algo tan natural y común como tú dices.

– Uuumm… ¿te sabes el chiste machista que siempre dicen los chicos?, ese de en qué se parecen las mujeres a las bicicletas… que una vez que las aprendes a montar, nunca se olvida. Así es el sexo, luego de aprendido solo hay que vivirlo y disfrutarlo.

– See, lo conozco, algo así como en que se parecen con el número 11, empiezan con uno y terminan con uno. Y si la cagas con una, les pasan como a mí. De 11 pasan hacer 1.111 burlas.

– Oh vamos, no seas tan dramático que no es mal de morir, yo sí creo que ya eres un hombre, con recuerdo o sin él, y entiendo lo que te pasa, pero ¿de verdad es tan importante? No puedes seguir adelante y ya. Eres un chico lindo y seguramente lo superarás pronto.

– See… pero mis amigos y compañeros, alardean de sus proezas sexuales. Algunos ya me están sacando el culo porque no se flirtear con una chica.

– Bueno, no le pares, reúnete con los que no sean tan presumidos o charlatanes. Entiendo que desees experimentarlo y vivirlo. A veces solo es cuestión de vivir el momento, sin ataduras. Qué tal si resultara no ser lo que esperabas.

– Pero…

Sus miradas se cruzaron, mientras su mano, que bajaba por el costado del chico, se detenía en su cadera y bajaba hacia su entrepierna frotando ligeramente su paquete.

– ¡Maá! ¡noooo…! –reacciono el chico sujetando la mano de ella con las de él–

– ¿mamá? Rara vez me dices así, ¿tú me ves como tu mamá…?  ¿O como una mujer?, mira nada más… pero si está despierto

Ambos se sostenían la mirada, ella trasmitía seguridad y lujuria en los ojos, el reflejaba asombro y nerviosismo –incluso se sacudió ligeramente sin saber qué hacer o decir– mientras los agiles dedos de ella rasgaban el mono ligeramente tanteando su miembro

– Su… susan… nooo… yo

– Shhhh, no me interrumpas, quita tus manos de allí -estaba turbado y solo alcanzo a desviar la mirada, aun sujetando su mano-.

– Entonces, ¿No quieres experimentar…? Sin ataduras… –aprovechando su asombro, y que abrió los ojos como dos platos, le presiono el miembro y comenzó a bombearlo sobre el mono. 

– Sí… pero… tú… tú eres…

– Shhh, yo nada… dime ¿Cómo me vez?

– Susan, oye nooo… esto… perdón, esto… no puede pasar…, nooo, por fa… –No pudo reaccionar con suficiente rapidez–

Ella sello sus labios con un dedo, a la vez que su otra mano se deslizaba dentro de su interior y rodeada su miembro en evidente estado de erección.

– Shhhh, tranquilo, deja ya… entonces, ¿Ya no soy aquella Susana? ¿La que te buceas algunas veces? –Le dije frotándole la punta del glande– ¿Alguna vez te masturbaste pensando en mí? –Añadi, frotándolo arriba y abajo–

– No, eso… no es… no, puedo... decirlo, además… ¿Mi papá…?

– ¿Tú papá? “nada…” sabes, él fue quien me propuso en esta ridícula situación de antemano… mejor dicho, quería “que te desvirgara”. Ciertamente lo rechace, me moleste y hasta peleamos, matando el tema y dándolo por sepultado. Pero, me fui adaptando a la idea. Hasta esa noche que quedaste ebrio y somnoliento, y no podía creer que no sacaras ventaja sobre tus amigos.

El chico volteo a verla, su madrastra se relamía los labios con la lengua de forma lasciva, y su mirada estaba cargada de deseo. No sabía que decir o cómo reaccionar, se sentía como la presa de una fiera, no podía creer lo que estaba escuchando ni sintiendo –ella le estaba haciendo una paja lenta, muy lenta bajo el interior, con presiones entre intervalos-, todo le era difícil de asimilar. 

– ¿Crees que te estoy mintiendo?, piensa, ¿Acaso mi forma de vestir en casa, no cambio? Usando ropas más juveniles y más atrevidas, ¿ello no te hacían verme?, ¿Acaso no fueron mis bragas las que empezaste oliendo en el baño? Sí, las dejaba allí con esa intención.

            La erección ya era un hecho claro, y toda aquella información si bien su boca decía una cosa su cuerpo indicaba otra, y su miembro seguro estaba más rígido que en cualquiera de sus mejores pajazos. Parecía más bien una clase de zanahoria, ñame o cambur recubierto por una suave y fina piel por la cual se deslizaba mi mano

– ¿No eran mis bragas las que desaparecían de la ropa sucia también, tiempo después? Cuando no las veías en el baño… ¿creíste que nunca me daría cuenta, verdad? Sí, su ubicación cambiaba cada cierto tiempo ¿no?, estoy segura que más de una vez las lamiste queriendo saborear mi sexo ¿no?, estoy segura que más de una vez acabaste sobre alguna de ellas ¿no?, estoy segura que dijiste que despertaste oliendo a ¿Sexo?, o seria ¿oliendo a mí?

– Dime… cuál de todas ellas es una mentira…

– No yo… pue… puedo… expli…no, yo… yo lo… lo siento –decía tartamudeando y tapándose el rostro de pena y vergüenza- Si… es verdad… todo es… cierto.

– Dime, entonces… ¿crees que dejaría que esa chica tomase tu virginidad…? ¿Crees que sería justo para mí, después de tanto esfuerzo? No, yo me encargue de que se embriagaran, yo me encargue de darle diazepam esa noche a tu padre para que durmiera, ¿Quieres tener experiencia…?  

– Yo… yo… no lo sé… –respondió aun con la cara tapada–

– ¿No lo sabes?, esto de aquí dice lo contrario –respondí mientras le frotaba el pene–

En ese lento y continuo subir y bajar, algunas gotas de líquido pre seminal salieron del miembro, las cuales extendí por todo su miembro haciendo que la paja fuera más suave y placentera que antes.

– Mírame y deja de taparte el rostro –el chico movía la cabeza de lado a lado en señal de negación-

– Entonces, ¿hacemos borrón y cuenta nueva?.

– No… no pue… do pensar…

– Esta bien, todo está bien… así como tú estás de excitado, yo también lo estoy. Así como estas de nervioso, yo igual lo estoy… dime, ¿no es algo natural? que nos deseemos… es acaso que no te gustaría, verme, olerme y tocarme… ¿no te gustaría hacerlo conmigo?

Yo… si… siempre he… fanta… seado… contigo.

– Ya lo vez, bien dicho hijo, muy bien… ahora mírame, dime “mami” y te diré la verdad de esa noche.

El muchacho descubrió su rostro quitando el brazo, sus ojos estaban vidriosos por las lágrimas de excitación y vergüenza que salían de ellos.

– ¿Cuál… verdad?

– No dijiste mami.

– Mami, ¿Qué sucedió… esa noche?

Ella sonrió de forma cariñosa, saco la mano de su interior, y le acaricio el cabello peinándolo hacia atrás, antes de responderle.

– Nada… aquella noche no tome tu virginidad… pero si pasaron cosas, ¿quieres que lo repita? –El chico acento moviendo la cabeza–.

– Perdón hijo, no te escuche.

– Si mami… por favor

– Para mí, ya no eres ningún niño… esto de aquí lo comprueba –le dije mientras le apretaba el pene por encima del mono– es casi tan grande como el de tu papa pero más robusto –añadí levantando las cejas–, tienes un buen instrumento, tus compañeros deberían estar celosos de ti, créeme.

– Mami… ¿De verdad? Lo dices… en serio, –dijo teniendo un corto espasmo–

– Si hijo, lo digo en serio… ven dame un permiso y te enseño –dije haciendo ademan de querer levantarme– acuéstate boca abajo como sueles hacerlo cuando te tiras cansado, sí, más o menos, pon las piernas diagonales hacia el borde lateral de la cama, así.

– Esa noche… sucedió esto, pero prométeme que no te moverás por nada… prométeme que no harás nada que yo no te pida o deje hacer.

– Lo prometo – respondió con una sonrisa

– Disculpa hijo, no te escuche

– No me moveré mama, de verdad

– Muy bien hijo… imagina, estas muy ebrio y somnoliento, al grado que balbuceas cosas inaudibles, solo que esta vez estarás muy despierto y sobrio

Me fui acercando a sus pies y les quite los zapatos deportivos, luego remangue un poco el mono y les quite las medias, pase una de mis manos subiendo por su pierna y llegado al glúteo lo apretuje –Uuuumm, me gustan esas nalguitas-, a él aquello le hizo gracia y se rio un poco –es cierto, así mismo sucedió, añadí–, tome el mono por la liga y se lo fui bajando hasta despojarlo y tirarlo al suelo. Él volvió a reír, su semblante ya era otro, estaba sonrojado, pero no se veía tan timorato, al contrario estaba risueño. Voltee a verlo y le sonreí guiñándole un ojo. Me agache frente de él y acomode su cabeza en la posición de aquella noche dándole un piquito en los labios – si te portas bien… le susurre–, pase la lengua por toda su oreja, lamiéndosela –mami esta noche… tomara tu virginidad–.

Aquello tuvo el efecto de un corrientazo, estremeciendo el cuerpo del chico levemente. Luego puse una mano en su hombro y otra en su costilla y le di la vuelta dejándolo boca arriba.

– Si no fueras tan tímido… y tan pendejo… sí, lamento haberte embriagado así, pero  quizás habrías estado con Claudia –le dije agachándome, antes de quitarme la ropa.

Luego me separe un poco y me fui desvistiendo lentamente –esto no pertenece al libreto… pero por ser espectador, hoy lo hare un poco diferente, le dije– poco a poco y de forma muy sensual me fui despojando de cada prenda, contorneándome suavemente con las caderas y las piernas ligeramente separadas; subiendo y bajando, mientras, mis manos danzaban armoniosamente por todo mi cuerpo; frotándome el top de lycra rosado para que mis pezones despuntaran y, apretando y frotándolos delante de él; una, dos, tres, cuatro veces –una mano era el espejo de la otra– proyectando en lo posible un gesto de placer en el rostro antes de darme vuelta, y como una bailarina erótica fui bajando top hasta la cintura. El show apenas iniciaba… y sumergida en la danza, me frote las tetas y hale los pezones antes de darme vuelta. Me giro muy despacio con las manos cubriendo aún mis senos, hasta que se deslizan por mi abdomen, mostrándole los senos firmes y redondos con los rosados pezones tiesos.

Mis manos bajaron traspasando el mono, frotando sin pudor mi entrepierna (ya que andaba rueda libre abajo) –él veía y no veía, en un juego de seducción implícita y sarcástica al mismo tiempo– a la vez que mis senos se balanceaban ante sus ojos, reflejando todo el placer que ello me producía. Tras ese momento de placer estire la liga del mono y de la manera más erótica que imagine lo fui bajando y subiendo dejando ver fugazmente la ausencia de prenda bajo el, y sádicamente volvía a restregarme el coño, emitiendo uno que otro gemido, llevando mis dedos a la boca y lamiéndolos.

David, sonreía mientras escuchaba a su madrastra y disfrutaba del espectáculo –No podía creer lo que había dicho, menos lo que estaba viendo–. Cada movimiento de su cuerpo, cada gesto de sus brazos y de sus piernas, que se flexionaban sensualmente para deshacerse de las prendas que cubrían su exquisita figura, desprendían un aroma sofisticado; una mezcla a perfume y vaho agridulce, que le llegaban a él aumentando su excitación. Su cabello negro y ondulado caía grácil entre sus hombros, sus senos eran firmes y turgentes con unas aureolas más pequeñas que una oreo, y su cuerpo bien proporcionado; de curvas suaves y armoniosas lo hacían sumamente apetecible –Ya antes había visto a su madrastra en bikinis o mayas deportivas, e incluso fantaseado su cuerpo y masturbado con ella–, pero desnudarse en su cuarto, eso era diferente… no lo podía creer. Trago saliva mientras experimentaba una fuerte erección que le levantaba el calzoncillo como una carpa. Y sin percatarse de sus propios actos, se sacó la verga y empezó a masturbarse con cierta ansiedad.

– ¡Oooh No! Nada de eso hijo –dije, corriendo hasta él y deteniéndolo– dije, que estabas ebrio y somnoliento ¿recuerdas…? sin abusar

– ¡Y tú! Niño malo, niño malo –agregue dándole dos cachetadas a la insolente verga que se alzaba y bamboleaba ante mis ojos

El chico volvió a reír y sonrojarse un poco mientras su miembro palpitaba oscilando levemente. Retrocedí nuevamente para continuar, pasándome la lengua por los labios mientras me frotaba la entrepierna por fuera del mono una, otra y otra vez, sin perder de vista aquella culebra que se mecía provocativamente. Una vez más, estire la liga del mono  jugando al sube y baja con ella, hasta dejar al descubierto la exuberante parcela de vellos púbicos negros ensortijados que cubrían mi concha (ya que solo rasuro lo indispensable que salgan de mis prendas o depilo en momentos especiales), con una sutil raja en medio de la entrepierna delimitada por los vellos púbicos en los labios superiores. Seguía meneándome con el mono apenas por debajo de mi sexo.

Continúe acariciándome desde la entrepierna hasta los senos, estimulando los pezones halando de ellos; una vez, dos veces, tres veces, cuatro veces, para luego descender por los costados hasta la cadera y, con una presión controlada y muy despacio, fui deslizando el top de lycra casi hasta la liga del mono. Su verga hinchada, palpito oscilante entre algunas contracciones.

– ¿Te gusta el coño de mami? ¿Quieres sentirlo en tus manos? –Trago saliva y con una sonrisa de oreja a oreja acento con la cabeza.

Me acerque a él, tome su mano y la lleve hasta mi concha entre las dos prendas, tome la lycra y la liga del mono con ambas manos cerca de su mano reteniéndola entre ambas prendas y empecé a menear la concha sobre ella; adelante, atrás, derecha, izquierda, adelante, atrás, derecha, izquierda, embadurnándola en con mis mieles y disfrutando de su tacto conmigo y la sensación mental de infidelidad que me crecía por dentro.

– Mira, mira como estoy hijo mío, provocarte a ti… ha repercutido así en mí. Siéntela, es toda tuya, mira cuan caliente y mojada está.

– Tócame… asiií… así be… beeé –no puede evitar uno que otro suave gemido

Su rostro, su cuerpo y su visible estado de excitación lo decían todo… ¡SEXO, QUIIERO SEXO! Saque su mano de mi concha, observando cómo se la llevaba a la boca y se lamia los dedos –¿Ya habías probado a mami de las bragas, cierto?, sonrió asintiendo–, me gire dándole la espalda y termine de empujar ambas prendas hacia abajo flexionándome hasta dejarlas en los tobillos, mostrándole todo el culo y la raja. Subí una de mis manos por la parte interna de la pierna hasta llegar a ella y separar los labios, metiéndome el dedo medio en ella; una, otra, otra, otra, y otra vez.

Termine de sacarme las prendas pisándolas y, tomando el mono del piso lo estire cual bufanda, pasándomelo por todo el cuerpo bailando suavemente hasta que finalmente se lo lancé hacia su rostro –tomo el mono y lo llevo a su nariz aspirándolo con los ojos cerrados– dejando escapar un par de gotas traslucidas por la punta glande.

– ¿Te gusta el olor de mami? ¿Te gusta lo que vez…? –El chico acento con la cabeza.

– Uff mamá… que buena estas… me mata tu olor… si no… si no lo hicimos… ¿Qué fue lo que paso?

– Digamos… que tú cuerpo no respondió como ahora. Como tampoco… te lamiste los dedos aquel día –le guiñe un ojo, mientras avanzaba, y me montaba sobre su abdomen en horcajadas, aprovechado para quitarle la franela de deporte– ¿te gusto el sabor de mami?

– Ufff me encanta… es más rico… que lamer de tus bragas maá. Pero… ¿Por qué no…? –Decía, inclinándose un poco y subiendo los brazos para dejar salir la franela– no, lo hicimos…

Le sonreí y acaricie el cabello, con el coño pegado a su abdomen –¿hicimos? No, no te lo hice… estas muy cerca de saberlo, solo sigamos un poco más– me apoye con las manos de la pared a la que estaba pegada la cama y fui subiendo poco a poco restregando mi sexo por todo abdomen y su pecho. Su rostro era un poema, me veía a los ojos, a las tetas y luego veía el coño, todo un conjunto de cosas moviéndose cerca de su cara. Seguí subiendo, abriendo cada vez más los muslos –acorde adelantaba– hasta plantarle el coño en la cara y meneárselo por la barbilla, la boca y la nariz; en círculos, adelante, atrás, derecha, izquierda. No resistió tanta tentación y lo sentí abrir la boca y lamerme tímidamente, como saboreando su primera vez –lo deje ser… aquella vez, debí sujetarlo para frotar mi sexo por todo su rostro, sin que hiciera esto–, pero pronto se afianzo a ella como una ventosa con los labios, lamiéndome sin tregua una, otra, otra, otra y otra vez de manera muy tosca. Sus manos se sujetaron por detrás de mí cintura acariciando mi piel suave y tersa desde ella hasta el culo; bajando, subiendo, bajando, subiendo –No es un sueño, ni una fantasía, ni una ilusión, está sucediendo realmente hijo, pensé-. Sentir su lengua y sus manos en mi cuerpo, hizo que mi morbo creciera exponencialmente, como el de una perra en pleno celo.

– ¡Auuh bebe… asííí… no! –Di un respingón– lame… lame suave… con cuido… suave, bebé… mmmmhh

– Ya bebé… para… para… –gemí mientras me alzaba un poco– basta… me mordiste, auuuhh… eso  dolió… –me frote suave la concha cerca al clítoris–

Me di la vuelta como pude y me acomode en sentido contrario y, antes de agacharme sobre su verga en la posición del 69 –añadí. Esta vez, no puedes lamerme, ni tocarme. Estas ebrio y somnoliento–. Ayude a quitarle el interior y me lo lleve a la nariz como él con mí prenda.

– Mmmmhh, que rico huele –dije, restregándole la cuchara mientras inhalaba profundamente– huele a macho vernáculo.

– Mamá… te deseo… quiero hacerte el amor… –gemía en tono de súplica o frustración–

– Tranquilo, nadie nos espera… veras que va a gustarte, vas a sentir mucho placer… mucho, muchísimo hijo mío –El chico empujo la pelvis hacia arriba, inquieto de excitación– No bebé, no te muevas, lo prometiste…

Acomode un poco las piernas y antes de agacharme tome sus manos y me las lleve a los senos y le dije –apriétalas, hijo, no te sueltes de ellas–, Me fui agachando, a la vez que mi trasero firme y redondo se elevaba (ofreciéndole un close up de mi concha), y la columna se arqueaba como un tobogán, mientras me acercaba como una fiera a aquella verga que se erguía desafiante ante mis ojos, hinchada, deliciosamente hinchada, con el prepucio cubriendo delicadamente la parte inferior del glande. Sentí sus manos apretarme los senos, con antelación a los acontecimientos. La excitación lo estaba poniendo tenso.

– Tranquilo bebé… relájate y… deja que mami disfrute… y disfruta tú de mami… –le susurre, mientras le fui acariciando los testículos con mucha delicadeza–.

Se los acariciaba con manos de seda, mientras, con la otra le sujetaba el miembro y lo frotaba arriba y abajo de igual manera, haciendo que el prepucio cubriera y descubriera todo el glande, masturbándolo suave y despacio –lo escuche jadear con cada caricia, sintiendo el vaho cálido de su respiración en todo mi sexo–. Empecé a disfrutar de la sensación que ello me producía y me acerque un poco más, inhalando y exhalando muy cerca del glande, disfrutando de aquel fuerte aroma acre, salino y animal que desprendía, que como toxina me golpeaba el cerebro, empujándome cada vez más cerca de él.

Seguí oliendo aquella verga un par de veces más; bajando y subiendo de lado y lado, luego, me coloque cerca del glande y abrí la boca dejando caer por los labios y barbilla la pegajosa saliva que venía reteniendo dentro, hasta caer lentamente en un hilo grueso, blancuzco y viscoso sobre la punta del glande, dispersándola con aquella suave y lenta paja –David; jadeaba y gemía inquieto. Sabía lo que vendría a continuación–, cerré los ojos suspirando suavemente y, me entregué al placer de saborear aquel cipote con todas y cada una de mis pupilas gustativas; bajando y subiendo con la mano; una vez, dos veces, tres veces, cuatro veces, cinco veces… no las contaba en realidad (fueron más), su pene era de piel tersa y suave, su sabor era salino y ferroso. Se contraía, se dilataba, se hinchaba y palpitaba dentro de mi boca.

– Mamá… Oohh… mamiii… que ricooo –gemía él, sintiendo; sus suaves labios, su viscosa lengua lamerle y dispersar su cálida saliva y, la suave presión de sus dientes sobre su glande henchido cuando subía–

Supe de inmediato que el chico alucinaba. Ahora podía entender lo que era una autentica mamada, y del goce que ello producía, no podía menos que jadear y apretar mis senos con sus manos.

– Relájate hijo… estas muy tenso… relájate más… vamos a disfrutar mucho… los dos bebé

Su pene empezó a ponerse cada vez más rígido, sabía que estaba presto a correrse. Por lo que me detengo, y lo saco de mi boca. Le estiro la piel hacia abajo y, haciendo un anillo con los dedos, le apreté el miembro. Observando todo aquel cipote lleno de restos de saliva, mientras, un delgado hilo de está lo conecta aun a mis labios.

– Aaaauuhh maá… eso duele… ufff cuidado

– Aguanta bebé, no te corras aún… vamos, retenlo un poco más

– Me estas… apretando… mucho…

– Concéntrate hijo… aguanta un poco

Decidí limpiarle los excesos de saliva y lo lamí de cada lado de abajo hacia arriba; una vez, dos veces, tres lentas veces, hasta dejarla limpia y, detenerme en el inflamado glande que tras dos lengüetazos, lo acobije nuevamente en el interior de mi cálida boca, lamiéndolo gustosamente como si fuera una chupeta.

– Mmmmhh… que rica verga tienes mi niño –susurre tomando un poco de aire– ¿No quieres lamer el coño de mami…? –Añadí, metiéndomelo nuevamente y meneándole la concha–

Me deje caer un poco arqueando las piernas, sintiendo de inmediato su boca adherida a mi sexo y sus manos ancladas en mi culo, chupando, lamiendo y mordiendo mis carnes; sin norte, ni sur, era algo tosco. Y sus manos amasando y frotando mi trasero.

– Aauhh bebé… con cuidado –Perdón mamá, respondió él– así no… suave hijo… –lleve una mano hasta abajo y me frote el clítoris– Aquí bebé… hazlo aquí, en el clítoris de mami

Con algo de temor sentí su boca acobijarlo y su lengua hurgando entre el vello púbico abriéndose camino hasta llegar a él, lo sentí chupar, lo sentí lamer. Empecé a sacudir la pelvis buscando el placer que aún no aprendía a dar del todo bien –Asiiií… lame, lame… allí, allí, alliiií… lámelo más… así bebeeé– lo fui instruyendo, mientras me movía adelante, atrás, adelante, atrás, adelante, atrás.

– Así bebé… –suspire aliviada que mejorara– así me gusta… lame, lame, lame… disfruta… disfruta a mami –añadí masturbándolo, antes de retomar mi actividad con la boca-

Engullí aquel miembro muy suavemente hasta el fondo sin presionarlo y lo rodee lado a lado con la lengua; subiendo, bajando, subiendo, bajando, subiendo, bajando, muy suavemente buscando que imitara mi trato. Él pareció entenderlo y al poco tiempo sentí como disminuía la fuerza en sus manos y la rigidez de su cuerpo. Su lengua, ya más a gusto, exploraba las rosadas membranas dentro de mi raja, señales claras que me decían lo mucho que estaba disfrutando todo –vamos hijo, lo estás logrando, así, cómeme, cómeme todo el coño, así bebé. Repetía pensando-. Tras un par de minutos en las cuales nuestros bufidos, gemidos, jadeos y suspiros se mezclaron e interpusieron, él se despegó de mi concha casi sin aliento.

– Siiii… Mamá… si… siiii… chuupa… melo… así, asiiií… uuffff… mamá… que ricooo…

Trague algo de exceso de saliva y comencé a mamarle el cipote con desesperación, aumentando la velocidad con la que bajaba y subía. Mamándola ansiosa y enloquecidamente moviendo la cabeza; arriba, abajo, adelante, atrás, arriba, abajo adelante, atrás. Me la metía hasta el fondo de la boca y movía la cabeza en círculos y, moviendo la lengua lado a lado; una, otra, otra, otra y otra vez. Repitiendo la misma rutina.

– Mamaaaá… Ooohh si… asiiií… maaamiiiii… no aguan… toooo…

– Empuja bebe… empuja duro… ¡cógeme la boca…! ¡duro, duro… duro bebeeé…! enséñale a mami… quien manda…

Nuestros cuerpos se agitaban y se sacudían, entre pequeños espasmos que iban y venían buscando esa sacudida final que le dijera –¡SIIIIIIIIIIIIII!...–. Su pene rígido acompañaba mis movimientos, embistiendo cada vez más fuerte y más profundo –lo sentía llegar a la campanilla– me violaba, me penetraba, me follaba la boca una, otra y otra vez. Los músculos vaginales masticaban y movían mis paredes; contrayéndolas, dilatándolas, contrayéndolas, dilatándolas, algo venia bajando despacio desde adentro. Me halo por el trasero para que le aplastara la boca, mi cremita estaba cerca, muy, muy, muy cerca. Empecé a temblar y saque su verga de mi boca.

– ASÍ BEBEEEE… ASÍÍÍͅ ¡LAME CHUPA LAAAMEEEEHH! ¡AAAAAAHHHG… BEBEÉ! ¡COME COME COMETE TODO MI COÑOOOOOOHHHG!

Su boca chupaba, lamia, chupaba, lamia, chupaba, lamia y mi cremita empezó a salir, mientras sacudía sin cesar mi cuchara en su boca. Yo seguía desaforada mamándole el guevo hasta el fondo, como una actriz porno, sentí que se ponía rígido y comencé a pajearlo con fuerza y rapidez, mientas bajaba y subía persiguiendo mí mano, hasta que estallo en una incontenible sucesión de chorros; densos, cálidos, cremosos y agridulces dentro de mi boca –fue una eyaculación maravillosa, el chico grito, gimió, se retorció, se sacudió–

– ¡MAMÁ… MAMAAAAAAÁHHHG! ¡SÍÍÍÍÍÍͅ! ¡AAAAAAAAAAHHHG!

            Fui saboreando la cremosa leche caliente del hijo de mi esposo entre lamida y lamida, no la deje de lamer y chupar hasta dejarla limpia y morcillona. Poco después me quite de encima de él y me recosté a su lado. Él estaba embelesado con lo que habíamos hecho, sonriendo de oreja a oreja, acariciándome libremente el cuerpo. Lo abrace por el cuello y lentamente lleve mis labios a los suyos, lo bese con ternura, metiendo mi lengua en su boca, peleando con la de él –no sabía besar, pero eso no importaba– acaricio mi cabello entre cortos pero profundos besos durante un par de minutos. Luego separo sus labios y sus ojos se encontraron con los míos.

– Ufff mamá que rica estas… ¿Qué era eso que lamia…?

– ¿Eso…? Es algo que eyaculamos ciertas mujeres… mis orgasmos, son diferentes… creo que ustedes les dicen Cream Pussy –respondí acariciando su mejilla–

– ¡Hijo…! creo que la cague, ¡si la cague…! –Sus ojos se pusieron como dos platos- ¡Ohh dios ¿qué hora es…?! Tú, papá… ¡TÚ PAPÁ! –Como un gato dio un brinco que casi se pegó del techo–

– ¡QUE! ¿Por qué? ¿Mi papá qué?, párate, ¡rápido! párate… si mi papa nos ve –empecé a reírme viéndolo reaccionar así–

­– La cague, la cague, la cague… –dije, aún entre risas– Así no fue como sucedió… –dije, moviendo negativamente la cabeza– Pero… ya no importa. Tú papa llamo, que llegaba más tarde, que tenía el desalojo de un local comercial cerca de las 3:30, ósea que debe llegar después de las 7:00… –lo vi halarse los cabellos y sonreír– ¿creo que será una tarde de muchas experiencias…?  

­– Son las 2:38… nos damos un baño… y continuamos