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Durmiendo a mi compañera de trabajo

en No Consentido

Quiero decir que este relato, la trilogía completa, es ficticio y sólo tiene el afán del entretenimiento.

 

Quien desee ver este relato con fotos puede acceder a través del enlace https://1drv.ms/b/s!ArEWXBHZGPGGm3iSxbRmKSv-wN2S

 

Las circunstancias habían impedido que devolviera el favor a Jorge como yo hice con su mujer. A Amelia la habían destinado a consultas externas en lugar de atender a los pacientes ingresados. Eso llevó a cambiar su horario, pasando a trabajar sólo por las mañanas de lunes a viernes. Ver relato http://www.todorelatos.com/relato/126223/

Amelia y Elisa, nuestras esposas, iban a irse unos días a Roma con el resto de las chicas de la pandilla. Eso significaba que Jorge y yo nos íbamos a quedar solos, y quedaría un fin de semana entre medias. A esa casualidad se le añadió otra con la que no contaba y según se fueron nuestras esposas, aproveché para quedar con mi amigo y contarle la situación. Si se daban las circunstancias podríamos tener a Natalia, una mujer rubia, cuarentona pero con un cuerpo perfecto.

  • Jorge. Podemos tener la oportunidad de tiranos a una tía de puta madre.

  • Cuenta¡¡¡ – Me pidió interesado.

  • Te acuerdas de Natalia? Mi compañera y también vecina. Sabes que vive en el piso de arriba.

  • Si, claro. La rubia tetona y buenorra, según tú.

  • Resulta que este fin de semana es la despedida de soltera de su sobrina. Van a ir a la discoteca a la que vamos siempre. Me preguntó por ella el otro día, y hablamos que igual nos encontrábamos allí el sábado. Su marido se va con los amigos del novio a celebrar la despedida de soltero a Benidorm. Le comenté que iríamos allí y ella respondió que así podríamos tomarnos algo juntos.

  • Es mayor, no? No me gustan mucho las mujeres mayores, pero bueno. Si te gusta, lo haremos

  • Bueno, tiene cuarenta y dos años, pero está buenísima. Los hijos se quedarán con la madre de Natalia. Tendría que ponerse enferma de tal forma que la acompañásemos a casa y …..... Además. Van a ir disfrazadas, con un vestido supercorto y unas botas hasta la rodilla. Dice que no tiene ya edad para ir así, pero lo hará por su sobrina que se lo ha pedido expresamente.

  • Es complicado. Tal vez la quiera acompañar alguna amiga o familiar.

  • Lo sé. No sabremos si lo conseguiremos hasta el momento final. Piensa en algo..... Mira estas dos fotos suyas que tengo en el móvil. Las copié del ordenador del colegio.

El viernes, Jorge se vino a casa con la idea de pasar el fin de semana en casa. Había pensado una estrategia, y lucharíamos porque saliese bien. La idea era que se sintiese indispuesta en la discoteca y aprovechando que Jorge era médico, ella confiase y la llevásemos a casa. Allí le daría una infusión con sorpresa.

Por fin llegó la noche del sábado. Llegamos a la discoteca y vimos a un grupo de mujeres con orejas de conejito, botas altas y unas faldas extremadamente cortas. No nos costó demasiado trabajo localizar a Natalia entre aquellas chicas. Nos acercamos y nos sentamos en la mesa que tenían reservada.

Natalia se alegró de vernos y nos presentó a sus amigas. Eran todas guapísimas, y vestidas de conejitas, con faldas cortas y botas altas, hacía que todas parecieran strippers Jorge se acercó a mi oído para decirme que Natalia estaba especialmente guapa con esa ropa y que saldría todo bien, además, se le notaba ya bastante contenta por el alcohol, ya ingerido y al que no estaba acostumbrada. En realidad todas estaban un poco pasadas por las copas, incluso una de ellas quiso ligar conmigo, y de forma caballerosa rechacé sus insinuaciones.

Nos invitaron a unos chupitos en la discoteca. Entre otra chica, Jorge y yo, llevamos los pequeños vasos a la mesa. Aprovechando el desconcierto, mi amigo vertió unos polvos en el vaso que ofrecí a mi vecina y compañera. Cuando todos nos reunimos alrededor de la mesa, brindamos por la futura esposa y de un trago apuramos todos los vasos.

Al rato vi que Natalia charlaba con su sobrina y otra amiga. Sabíamos ya que no se encontraba bien y Jorge, como médico, se interesó por su estado. Mi vecina quería irse a casa y dos de las chicas se ofrecieron acompañarla.

El apoyo de Jorge tranquilizó a Natalia y tal como había planeado mi amigo, la mujer se sintió ligeramente recuperada pasados unos minutos después de darle unas pastillas, aún así, se sentía cansada y prefería irse a casa. Era el momento clave, si se iba sola, podríamos cumplir nuestros objetivos.

  • Natalia. Nosotros nos vamos a ir ya. Si quieres te acercamos. – Me ofrecí con la esperanza de espantar a las otras dos mujeres.

  • Si. Me parece estupendo. Así ellas pueden seguir disfrutando de la fiesta.

A pesar de la insistencia del resto de chicas, terminaron por quedarse y continuar la despedida de soltera. Eran las tres de la mañana. En el coche, Jorge la fue animando, diciendo que lo que necesitaba era descansar, una infusión y que durmiese durante toda la noche.

Llegamos a su casa. Nos invitó a pasar y nos sentamos en el sofá. Natalia se dirigió a preparar la infusión que le había recomendado Jorge, pero éste le siguió y le ordenó que fuera a sentarse, que él se la llevaría. Eso era clave, ya que de esa forma le podría echar el somnífero en la taza. Enseguida volvió, se sentó al lado de Natalia y le dio las gracias por haberla atendido.

  • Vaya nochecita. He bebido mucho. Además, mirad qué pintas llevo. Parezco una buscona con este vestido tan corto y este escote.

  • Estás guapísima. No todas las mujeres pueden presumir de poderse poner un vestido así.

  • Si, pero tengo ya 42 años y este es un vestido para la edad de mi sobrina y sus amigas. No para la mía. – Decía mientras se lo intentaba estirar y llegar hasta la mitad de los muslos.

Natalia se levantó para ir al baño, medio tambaleándose por los efectos del alcohol, que aún no se le había pasado, momento que aprovechamos Jorge y yo para hablar. Sabíamos que cuando tomase la infusión entraría en un profundo sueño y aprovecharíamos para llevar a cabo nuestros objetivos.

Jorge le entregó la taza y Natalia empezó a beber. Estaba contenta y muy relajada, algo que sin duda facilitaba nuestros objetivos.

  • Bueno Natalia. Nos vamos a marchar ya.

  • No, por favor. Quedaros un momento, mientras me tomo esto. Si me quedo dormida, me echáis esa manta. – Respondió señalándola mientras no paraba de sonreír.

  • Vale. Prometemos que no abusaremos de ti si te quedas dormida. – Contesté riendo.

  • Eres idiota. Si de alguien estoy segura en ese aspecto es de ti. He visto como Sonia se te ha insinuado y le has dado esquinazo. Me gustan los hombres fieles. Tu mujer me cae genial.

  • Debes descansar toda la noche. Te vendrá bien. Mañana será otro día.

  • Si, comeré con mis padres y recogeré a los niños. Ya van siendo mayores y resultan pesados para ellos. Mi marido vendrá por la tarde.

Su voz se veía tomada, estaba contenta y no terminaba de articular bien sus palabras. Todo se estaba dando a favor para que pudiéramos conseguir dar un repaso a mi compañera de trabajo. Seguimos hablando, pero su conversación era cada vez más inconsistente.

Notaba como se le iban cerrando los ojos poco a poco y bostezaba. Era ya cuestión de un par de minutos. Pasaron muy despacio, pero al final, su cabeza cayó justo en la esquina del sofá cheslong que dominaba su salón. Jorge le pasó la mano por la cabeza para asegurarse que estaba inconsciente.

  • Tío. Qué buena está. Me tiene loco desde que la he visto con este vestido. Qué tetas¡¡¡¡

  • Bueno, vamos a empezar. Quitémosle el vestido.

El vestido de conejita que llevaba Natalia era tan corto que al quedar tumbada en el sofá mostraba parte de sus bragas. Procedimos a desabrochar los corchetes que llevaba por delante, Jorge por debajo y yo por la parte de los pechos hasta dejarlo completamente abierto.

Jorge le colocó la pierna por encima de las suyas, lo que hizo que quedaran separadas. Tenía ya el vestido completamente abierto que caía por los dos lados. Nuestras manos se deslizaban por todo su cuerpo, sus muslos y estómago eran los objetivos, hasta que levanté el sujetador por encima de sus pechos para libéralos completamente, y mi amigo corrió el triangulo delantero de su tanga para llegar a su sexo.

Las tetas eran espectaculares, como ya había imaginado y primero mis manos y después mi boca se hicieron cargo de ellas.

  • Vamos a desnudarla. – Comentó Jorge de forma ansiosa.

Levanté su torso y saqué las mangas del vestido por sus brazos. Después hice lo mismo con el sujetador. Por su parte Jorge sacó el tanga por encima de sus botas, dejándola a excepción de este calzado, completamente desnuda.

Jorge volvió a separar sus piernas. Toqué primero sus pechos y después los mordí, con cierta rabia mientras que mi amigo tocaba su vagina. Sin duda, era una mujer preciosa. Nuestras manos se deslizaban y la boca de Jorge terminó en la entrepierna de Natalia.

Mi amigo se había centrado en su coño, pero a mi me entusiasmaban sus tetas, su tamaño y esos pezones rosaditos. Se los pellizcaba, lo que hacía que se pusieran de punta. Sus piernas se mantenían separadas, un tacón clavado en el sofá y el otro en el suelo lo que permitía ver en todo su esplendor sus labios vaginales. No pude evitar la tentación de pasar la mano por su coño.

Quité la mano y Jorge me sustituyó, tocando la vagina de Natalia y comenzando a masturbarse, tan compulsivamente, que pensé que iba a correrse antes de empezar. Nos desnudamos de cintura para abajo, quedándonos sólo con las camisetas.

Nuestras manos recorrieron el cuerpo de mi compañera de arriba a abajo. Verla inerte, con las piernas abiertas y con esas tetas parecía un auténtico sueño.

  • Vamos a girarle un poco la cabeza. – Pedí a mi amigo. – Quiero metérsela por la boca.

Llevé mi miembro a la boca de Natalia, Abrí ligeramente su boca y la llevé hasta el fondo de su garganta. Por su parte, Jorge decidió follarla. No tuvo ningún problema. Sin duda, haber tenido dos hijos facilitaba la incursión dentro de su cuerpo. Estaba totalmente relajada, por lo que su boca, una vez abierta, se dejaba hacer, permitiendo mi entrada sin ningún tipo de resistencia. Por abajo, Jorge vivía una situación similar, donde su vagina invitaba a la penetración.

Los dos gemíamos mientras llenábamos sus dos agujeros. El cuerpo era espectacular, y aunque había estado con muchas chicas, ninguna tenía el aspecto de aquella mujer. Era absolutamente impresionante.

Intentábamos siempre colocarla y situarnos de tal forma que a uno le permitiese ver lo que hacía el otro. Aquello nos excitaba especialmente. Nos juntábamos mucho y mi amigo se apartaba ligeramente de ella, por arriba, para que pudiese ver como penetraba a mi compañera y vecina.

Jorge retiró su pene y se apartó de ella. Supe lo que quería, como gran amigo mío. Yo hice lo propio. Era el momento de cambiar. Él la tomaría ahora por la boca, mientras yo la probaría por sus otros agujeros. Si, había pensado penetrarla también analmente. Total, al día siguiente tendría una resaca horrible y le dolería todo el cuerpo.

Jorge directamente dirigió su pene a la boca de mi vecina. Yo saqué un bote de aceite y se sorprendió.

  • Qué pretendes hacer? La vas a dar por el culo? – Preguntó Jorge.

  • Si. Mañana le dolerá todo el cuerpo, que le duela el ano también, no resultará raro. Además mírala. Está superdilatada. Creo que su marido se lo debe hacer frecuentemente.

  • El coño también lo tiene dilatado, supongo que es por que es madre.

Embadurné mi mano y lo pasé tanto por su ano como por su sexo. El tacón de su bota permanecía enganchado en el respaldo del sofá, lo que hacía que permaneciera totalmente abierta. La sensación era especial, metiendo aceite por su ano y por su vagina, mojando también sus labios y clítoris.

Lo sentía tan suave que seguí masajeando su clítoris después de dejar el aceite a la vez que aprovechaba la visión y los tocamientos para masturbarme y seguir excitándome aún más.. Me parecía que la idea que había tenido de aprovechar la despedida de soltera.

Decidí pasar a la acción. Sujeté la pierna de Natalia y la apreté contra su estómago. Iba a meterla por su agujero trasero. Sorprendentemente, una vez más, no me costó ningún trabajo penetrarla. Jorge paró para verlo de primera mano. Se la estaba metiendo por el culo a mi vecina.

  • Joder tío. Qué huevos tienes¡¡¡ Mañana tendrá molestias

  • No lo creo. Lo tiene muy dilatado. Tu mujer tampoco se enteró cuando me equivoqué de agujero.

Di varias embestidas más, pero pensé que tal vez Jorge llevara razón, y lo último que deseaba es que al día siguiente Natalia sospechase algo de lo que había pasado, así que terminé por sacarla y cambiar de agujero. Empecé a penetrarla por el coño.

Empecé a follar a mi vecina. Tenía apoyada su pierna en mi hombro para facilitar la penetración, dado que el sofá no era demasiado ancho. La boca de la mujer permanecía llena por el miembro de mi amigo. La excitación iba en aumento cuando veía como se movían sus tetas al compás de mi penetración.

Por su parte veía como Jorge aguantaba la cara de Natalia y la llevaba a su boca. Todo era muy excitante y morboso. Yo le sujetaba la pierna, pero también se me iba la mano hacia sus enormes pechos. Siempre me había parecido una mujer hermosa, pero jamás pude imaginar que podría tenerla en aquella situación. Simplemente, nunca me planteé poder follarla tal y como estaba haciendo en esos momentos.

Nos manteníamos muy cerca el uno del otro, para ver todos los movimientos, tocamientos y penetraciones vaginales y bucales. Tirarse a Natalia estaba bien, pero lo mejor era poder hacerlo los dos, compartirla con mi mejor amigo.

A medida que iba penetrándola mi excitación aumentaba y tenía que desviar mi pensamiento o simplemente hablar con Jorge para evitar correrme y terminar mi fiesta particular. Fue en ese momento que vi que mi amigo no tenía la polla en la boca de Natalia.

  • Qué haces? Por qué no se la metes por la boca?

  • Estoy tan caliente que tengo que parar. Si la meto voy a pegarle un biberonazo de lefa que no le cabrá en la boca.

  • Jajajaja. – Reí, intentando yo también evadirme durante unos instantes para prolongar la sesión de sexo con esa preciosa mujer. Por cierto. Te recuerdo que decías que no te gustaban las mujeres cuarentonas.

  • Joder. Esta tía está de muerte. No volveré a decir tonterías.

Veía como Jorge se centraba en la boca y pechos de la mujer. Cuando digo boca, me refiero a que no paraba de acariciar sus labios y meterle los dedos. De vez en cuando sus manos se deslizaban a sus pechos. Yo la tenía sujeta por una de sus piernas para poder hacer fuerza y la penetración más profunda.

  • Alberto. Cámbiame el sitio. Quiero volver a probar su coño.

  • Claro amigo. Lo estaba pensando. Me apetece su boca ahora. Veo que tú no la usas demasiado.

  • Quiero darle unas embestidas. Si sigo con la boca voy a terminar corriéndome y no quiero que eso pase todavía.

  • Toda tuya. Esto de compartir mujeres se está convirtiendo en una tradición entre nosotros.

  • Si, pero sé que te debo una noche con Elisa. En cuanto tu mujer cambie el horario lo haremos.

  • No creo que tarde mucho. La verdad es que follarme a tu mujer es mi mayor fantasía ahora, después que tú te hayas tirado a la mía.

Me salí de entre las piernas de Natalia y me dirigí hacia el otro lado del sofá. Jorge hizo lo propio, se levantó y se dirigió a donde había estado yo instantes antes. Levanté la cabeza de mi vecina y situé mis piernas debajo de ella. Ahora trabajaría su boca.

Deseaba con locura meter mi polla en su boca. Estaba muy excitado, pero sabía que aún debía aguantar, pero la boca de Natalia era de ensueño. No costaba nada que la mantuviese abierta.

  • Joder. Qué cuerpazo tiene esta tía. – Susurró Jorge.

  • Es espectacular. De ensueño a pesar de ser madurita, está muy bien conservada.

  • Se la voy a clavar.

  • Hazlo, tuya es.

Mi pene no podía estar más erecto. La boca de mi compañera no podía ser más dócil, abriéndose con tan sólo mover sus labios y la felación perfecta, hasta su garganta. Jorge la penetraba, pero notaba que la sacaba de vez en cuando, teniendo que parar. Sabía que no quería correrse tan pronto, pero aquello se estaba convirtiendo en un suplicio en un lugar de al satisfacción de tener a aquella mujer allí, con nosotros.

  • Vamos a darle la vuelta. Quiero hacérselo por detrás, por el coño, pero por detrás.

  • Como quieras, amigo. No quieres probar su culo?

  • No. Estoy tan caliente, que temo correrme en nada. Además, temo que mañana le duela.

Entre los dos la giramos y la colocamos al gusto de Jorge. Volvió a penetrarla y yo giré su cara para poder seguir con mi polla en su boca. Aún así, noté que mi amigo estaba tan excitado que en cualquier momento terminaría su actuación.

  • Joder. Tiene un culo perfecto.. Quiero que volvamos a cambiar la posición. Déjame ponerme a la altura de su boca. Me gusta ver como le cuelgan las tetas.

  • Estás fatal. – Respondí. – Te pone tanto que no aguantas de ninguna forma. – Añadí unas risas. Pensé que no te gustaban las viejas. – Añadí entre risas.

  • Calla. – Respondió también riendo.

Coloqué las rodillas de Natalia lo más abiertas posible, todo lo que daba el ancho del sofá. Separé su ano para volver a contemplarlo bien. La otra vez lo había hecho de manera frontal, ahora podía verle todo el culo. Pasé mi dedo por su ano y después por toda su rajita, de arriba a abajo. Después apunté mi polla a su vagina y de un golpe seco volví a penetrarla. No quise hacerlo por el ano ya que temía que al día siguiente sufriese fuertes dolores. Jorge también le había agarrado la cabeza y de nuevo su boca estaba llena de su polla.

Entraba y salía. Mis manos apoyadas encima de los cachetes de su culo. No podía dejar de mirar como entraba y salía, y cuando estaba casi fuera, su ano dilatado por la sodomización anterior.

Con mis penetraciones, se balanceaban como columpios los pechos de mi compañera, lo que daba lugar a nuestros comentarios jocosos, relativos al tamaño de los mismos. Ahora los dos, el oral, y yo vaginal, manteníamos enganchada por los dos agujeros a Natalia.

Ahora fui yo quien pidió un respiro. Quería colocarme a su lado y tocarme un poco mientras veía a la mujer que tenía allí. Por eso le pedí a Jorge que se colocase detrás de ella y fuese él quien la penetrase ahora. Comencé a masturbarme mientras veía a mi vecina tumbada y vencida, mientras mi amigo metía su polla sin consideración respirando fuerte y jadeando.

Mientras me dedicaba a mirar. La veía indefensa, tumbada y sus manos inertes, su cara apoyada sobre el cojín y sus rodillas clavadas sobre su corto vestido que permanecía en el sofá. Jorge ahora no se guardaba nada. Si seguía así llegaría en cuestión de segundos.

  • Estoy a punto de correrme, pero te voy a dejar el privilegio que seas tú quien lo haga en su coño. A mi me apetece hacerlo con su boca y terminar manchando toda su cara.

  • Si. Yo quiero su coño. Venga. Hagamos el último cambio. Ponte donde estoy yo y vamos a terminar.

Nos cambiamos de sitio pero no la movimos a ella. Ahora ya no nos contuvimos. Jorge agarró su boca y yo continué manejando su coño. Lo hacíamos al unísono. Los dos gemíamos y gritábamos de placer.

  • Joder. Esta tía me vuelve loco.

  • Y a mi. Es una locura de mujer. Nunca volveré a despreciar a mujeres maduras. Esto es una lección. Cuando me lo dijiste no me apetecía demasiado, pero reconozco que ha sido una experiencia inolvidable.

Cambiamos de nuevo de posición. Estábamos casi en el final. Jorge agarró su cara y volvió a meter su pene en la boca de mi vecina. Yo volví a follarla. Ahora si íbamos a tener un final feliz.

Jorge ya estaba muy caliente, hasta el punto que decidió quitarse la camiseta. Mientras mantenía su polla en la boca de Natalia. Yo la seguía follando y tocaba sus pechos aprovechando que mi amigo levantaba su cara.

Jorge no pudo más y soltó una enorme cantidad de leche sobre su cara, llenando sus labios, sus mejillas y prácticamente toda su cabeza. El ver que se había corrido sobre mi compañera me excitó aún más. Me iba a correr dentro de ella.

  • Joder. Cómo la has puesto. Yo voy a correrme dentro de ella.

  • A ver si la vas a dejar embarazada. – Me advirtió mi amigo.

  • Por lo que un día comentó, sé que toma la píldora. Así que no hay problema. De todas formas esto no ha pasado, no la he follado, ni tú tampoco.

  • Entonces hazlo como consideres, tú eres quien la conoces.

Quedé clavado al coño de Natalia. Mi polla quedó incrustada y noté como el chorro de mi semen llegaba hasta el fondo de su útero. La agarré con fuerza para que todo quedase dentro.

Había sido una experiencia inolvidable. Jorge y yo nos abrazamos y chocamos las palmas de las manos.

  • Qué te ha parecido? – Pregunté.

  • Ha sido la hostia. No iba convencido, pero la verdad es que tu compañera está buenísima.

  • Vamos a limpiarla un poco y la vestiremos.

La limpiamos con un poco de agua hasta no dejar rastro de semen por ningún sitio. Volvimos a colocarle el tanga, el sujetador y el vestido, la acostamos vestida, incluso con las botas, y nos marchamos.

Al día siguiente nos levantamos tarde, pero antes de irnos a tomar unas cervezas y comer, decidí visitarla, ver si se encontraba bien, y sobre todo, si sospechaba algo. Había oído ruido de botas en su casa, por lo que supuse que estaba a punto de marcharse a comer a casa de su madre.

Subí y estaba muy contenta y radiante. Vestida con una falda de tuvo gris y una camiseta negra. Decía que tenía aún un poco de resaca y le dolía todo el cuerpo. Pensé en su ano, que había sido penetrado por mi la noche anterior, pero viendo su estado de ánimo, supe que no sospechaba nada.

  • Por cierto, muchas gracias por quedaros un rato anoche. Me quedé frita. Dale las gracias también a tu amigo y también gracias por acostarme, aunque deberíais haberme despertado, tengo los pies destrozados, por haberlo hecho con las botas puestas.

  • No fue nada. Siento lo de las botas, pero no era ético quitártelas. – Pensé en que precisamente le habíamos quitado todo, menos las botas. – Me alegro que estés mejor. Jorge se está duchando. Ahora nos iremos a tomar algo y luego a comer.

  • Yo me voy ya también a casa de mis padres. Ya os comenté ayer que comería con ellos y recogería a mis hijos.

Me quedé muy tranquilo, nos despedimos y quedamos en vernos al día siguiente en el colegio. Sólo que yo no la volvería a ver nunca de la misma manera. Aquella mujer que vestía tan decentemente para ir a comer con sus padres, había sido nuestra puta la noche anterior, pero ella nunca lo sabría.