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Trabajo para clase

en Textos de risa

Para los que me leáis por primera vez os recomiendo una lectura previa a mis anteriores relatos, donde podréis saber un poco más de mí y donde podréis encontrar algunas de mis experiencias, fantasías y algunos juegos de complicidad que espero sean de vuestro agrado.

En mis últimos relatos os he ido contando algunas de mis primeras experiencias y seguro que no serán las últimas. Sin embargo, muchos de vosotros me habéis escrito preguntando por mi amiga Silvia y sus travesuras, así que espero complaceros con este microrrelato de hoy.

Desde mi primer año de instituto, Silvia se convirtió en mi mejor amiga y no teníamos secretos entre nosotras. Ella repetía curso y era un año mayor que yo. Quizás por eso y también por su forma de ser mucho más decidida que yo, especialmente alegre y extrovertida, yo intentaba seguirla en todo lo que hacía.

Lo compartíamos todo, nos intercambiábamos la ropa, yo la ayudaba con los estudios y ella me explicaba y me enseñaba cosas que seguramente de otra forma hubiera tardado más tiempo en descubrir.

Estaba encantada de ser su mejor amiga y aunque en ocasiones me sorprendía con sus locuras, siempre lograba hacerme reír y terminaban por parecerme las cosas más normales del mundo.

Ya estábamos en segundo año de instituto y en una ocasión al salir de clase, me preguntó si quería pasar rato divertido. Sin saber de qué se trataba, yo ya me estaba riendo segura de que se le había ocurrido alguna travesura.

La idea era salir a la calle y con el pretexto de estar haciendo un trabajo de clase abordábamos a los chicos mayores y les hacíamos preguntas sobre sus hábitos sexuales para nuestro particular estudio.

Entre las dos hicimos un breve cuestionario para aparentar que el estudio iba en serio y acordamos que ella haría las preguntas y que yo llevaría un bloc en la mano para anotar las respuestas.

En general los chicos no ponían pegas a participar y algunos sonreían con aires de superioridad ante dos chicas más jóvenes a las que estaban seguros de impresionar con sus respuestas.  

Se les cambiaba la cara cuando mi amiga Silvia, se ponía en su papel de “investigadora” y les preguntaba cosas del tipo ¿cuántas pajas te haces cada día?, ¿te lavas las manos antes o después de hacerte una paja?, ¿te has lavado hoy las manos?...¿antes o después?

Luego nos partíamos de risa y buscábamos otra presa fácil hasta que dimos con dos chicos que nos parecieron guapetones y que tenían pinta de ser unos vacilones…

Se partían con nosotras al escuchar las preguntas, hasta que Silvia les preguntó, ¿quién de las dos la tiene más larga?, se quedaron parados ante esa pregunta y se miraron sin saber muy bien que responder, nosotras nos partíamos de risa al ver las caras que ponían. Finalmente, el más alto respondió que era el quién la tenía más larga de los dos y su amigo rápidamente protestó diciendo que no era cierto…

Silvia y yo nos seguíamos partiendo de risa al comprobar que esa pregunta generaba una pequeña discusión entre los dos amigos y aun reímos mucho más cuando Silvia, añadió que era una pregunta fácil pero que si no estaban seguros siempre podían salir de dudas preguntándonos a nosotras.

El más alto no entendió muy bien lo que le estaba sugiriendo Silvia y le respondió que ella no tenía ni idea. Pero Silvia no se amilanó e insistió en que si lo deseaban podíamos dar nuestra opinión, aunque para ello las teníamos que poder ver.

Yo nunca pude llegar a imaginar que con semejante tontería los dos chicos accedieran a mostrarnos su polla, pero así fue.

Aprovechando que a esas horas los trabajadores de una obra ya se habían marchado, nos colamos en una construcción y tras unos muros, se bajaron los pantalones y su ropa interior, dejándola caer hasta sus tobillos para mostrarnos sus pollas.

Mi amiga y yo mirábamos divertidas y nos reíamos por la situación pues no estaba claro cual de las dos pollas era más grande lo cuál no parecía que fuera del agrado del chico más alto.

Con ese pretexto, Silvia se acuclillaba para verlas más de cerca y me preguntó si podía prestarle la regla que sabía que siempre llevaba en la bolsa.

Los chicos la miraban sorprendidos como si se preguntaran que se proponía hacer.

Pero Silvia con toda la naturalidad y con la regla en la mano, cogió con su mano primero una polla y luego la otra para hacerles una medición…

Yo no me lo podía creer, pero tratándose de Silvia, esas cosas y muchas más que os iré contando era fácil que ocurrieran.

Finalmente dimos por ganador al chico más bajo, no por que la tuviera más grande realmente, pero la regla nunca engaña 😉

Y con esa imagen tan sensual os dejo hasta un próximo relato…o con mis anteriores relatos

Espero que os gusten mis relatos y que me hagáis llegar vuestros comentarios a lynda.bcn@hotmail.com