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En casa con dos lolas, Lolita y Carlos.

en Orgías

Hola, soy Antonia, la mujer de Carlos. Me consta que él os ha relatado algunas de las andanzas de las vacaciones pasadas con Marisa y Lolita. (https://todorelatos.com/relato/139555/ y https://todorelatos.com/relato/139658/) Lo que os ha contado es básicamente cierto, aun cuando con alguna exageración sobre sus capacidades, ¿pero quién no exagera un poco con esas cosas? Yo os voy a contar algunas aventuras sucedidas a la vuelta de las vacaciones, que son tan interesantes o más que las que os ha relatado él.

A finales de septiembre, varias semanas después de las vacaciones de marras,  me encontré a Marisa en la puerta del instituto de mi hijo. Para ser finales de septiembre todavía hacía mucho calor, sin embargo, Marisa llevaba un vestido muy cerrado, amplio y por debajo de la rodilla, del estilo de los que siempre le había visto utilizar durante los cursos anteriores, nada parecido a lo que llevaba en vacaciones. En cualquier caso iba muy guapa, porque la jodía lo es.

Ambas nos alegramos mucho de vernos después de los ratos que habíamos pasado en Vera.

-              ¡Qué alegría verte! Quería haberte llamado, pero ya sabes cómo se complica la vuelta de las vacaciones. –Me dijo dándome dos besos-.

-              ¡Igualmente me alegra verte! Yo también había pensado llamarte, pero al final va una de lío en lío. ¿Te apetece un café?

-              Por supuesto, tengo muchas ganas de hablar contigo.

Buscamos una cafetería cercana y nos sentamos en la terraza.

-              Antonia quiero agradecerte vuestra hospitalidad este verano. Además de sacarnos a Lolita y a mí del aprieto, fueron unos días maravillosos.

-              Para nosotros también, aunque un poco agotadores. Veo que has vuelto a tu indumentaria clásica.

-              Si Antonia, me encuentro más cómoda no siendo el centro de atención de todos los hombres a mí alrededor.

-              Bueno, no parecías incómoda este verano.

-              Este verano había decidido liberarme. Déjame que te cuente. Aunque te pueda parecer mentira mi cuerpo me ha acomplejado desde la pubertad. Al cumplir los dieciséis años ya tenía el físico que tengo ahora y cómo te podrás imaginar, trataba de ocultarlo para no ser el escándalo del instituto. –Puedo aseguraros que el físico de Marisa es absolutamente espectacular, según Carlos, Marisa es la mujer que cualquier hombre ha deseado follarse toda su vida-. Vestía blusas amplias, faldas largas, también amplias, sujetadores que me presionasen las lolas, como dice Carlos, para tratar de disimularlas, en fin, todo tipo de prendas que ocultasen la voluptuosidad de mi cuerpo. Me casé joven con el imbécil de mi ex marido que, sustituyendo a mis padres, constantemente me decía que vistiera discretamente y ocultara mis encantos, total que seguí vistiendo con ropa muy holgada y larga, hasta el punto que cuando iba a la playa o a la piscina, además de ir con un bañador de monja, normalmente no me bañaba para no quitarme la camiseta. Después resultó que al tío idiota le gustaban las mujeres con poco pecho, así que me fui acomplejando más todavía.

-              ¡Qué tío más raro, si a casi todos les gusta abundante!

-              Si hija, me tocó el raro y pichafloja. Tú sabes el tamaño de chocho que me gasto, pues el tío la tenía chica y normalmente no pasaba de morcillona. Yo he sido siempre muy fogosa y mi ex me tenía totalmente desatendida, ¡pocos pepinos he gastado tratando de quitarme la calentura! Dirás que por qué no lo despaché antes o me eché un amante, pues por la jodida moral católica, si tenía hasta mala conciencia por satisfacerme con los pepinos. Los complejos y la sensación de que lo que pasaba era por culpa de mí físico, me llevó a tener tendencias masoquistas, como también te darías cuenta este verano.

-              ¡Hija qué mala suerte! ¿Y cómo te separaste por fin?

-              Pillé al imbécil liado con una que era para verla. Ni tetas, ni culo, ni caderas, ni nada, con una piel de esas que parece que no se ha puesto una crema hidratante en su vida y además fea con tres efes. Así que todavía me acomplejé más. Que estuviera con la andrógina esa y a mí, con este cuerpo y esta cara, ni me mirara ni me tocara me sentó fatal. Cuando me separé no quería ver más a un hombre en mi vida, pero afortunadamente apareció Lolita. La conocí en el gimnasio y fue ella la que me entró. Yo iba al gimnasio con un chándal, naturalmente amplio para no llamar la atención. Después de las sesiones me duchaba en casa a la vuelta, para no pasar por el vestuario, pero un día no tenía tiempo de volver a casa para ducharme y llegar a una reunión de la asociación. Me llevé la ropa y tras los ejercicios, cuando creía que no había nadie en el vestuario, entré a ducharme y cambiarme. Me estaba desnudando, salió Lolita desnuda de una de las duchas y se me quedó mirando descaradamente. Me quedé cortadísima, pero no tenía sentido otra cosa que no fuera seguir desnudándome. Lolita no me quitaba ojo y cuando ya estaba totalmente desnuda, se acercó a presentarse. Se pegó a mi cuerpo más de lo necesario y me plantó dos besos en las comisuras de los labios. Yo no había tenido nunca pensamientos lésbicos, pero en ese momento los tuve y me puse más caliente de lo habitual. Después de decirme que era un monumento de mujer, me propuso tomar un café, decidí mandar la reunión que tenía al garete y aceptar el café.

-              La verdad es que Lolita parece una modelo, no me extraña que tuvieras pensamientos lésbicos.

-              Una cosa llevó a la otra y nos liamos, pese a tener una diferencia de edad de veinticinco años. Con Lolita sentí por primera vez un orgasmo provocado por las caricias de otra persona y sus alabanzas a mi físico hicieron que fuera perdiendo mis complejos, empezara a gustarme por primera vez y me reencontrara con mi cuerpo. Para no escandalizar a mi hijo, los fines de semana que pasaba con el idiota de su padre y la andrógina, Lolita y yo nos íbamos a cualquier sitio a pasarlo bien entre nosotras. A final de junio me propuso que nos fuéramos a Almería a la zona naturista. Yo en principio me negué, pero al final llegamos al acuerdo de ir a Garrucha y, en todo caso, acercarnos algún día a la zona naturista. El resto de la historia la conoces de primera mano.

-              No te escapes tan pronto, ¿cómo fue qué de no querer nada con los hombres, pasaras a follarte a Carlos y a Luis?

-              Carlos me encantó nada más verle. Maduro, educado, servicial, generoso,.. Noté de inmediato que yo le gustaba, no dejaba de mirarme las lolas y me encantaba que lo tuvieran subyugado y no como al tarado de mi ex. Cuando os vi follando la primera mañana descubrí lo que me estaba perdiendo y decidí recuperar el tiempo. Lo de Luis, con esa polla, no podía dejarlo pasar, vamos igual que tu, que te faltó tiempo para cepillártelo. Al fin y al cabo a mí me ponen los hombres más que las mujeres.

-              ¡Huy se me ha hecho tardísimo y me tengo que ir! Marisa tenemos que vernos más a menudo y con Lolita y Carlos, que me pregunta mucho por ti.

-              Que cielo, con tu permiso, yo también lo echo de menos.

-              Ahora me vas a pedir permiso, después de habértelo calzado este verano cada vez que te venía en gana, es decir, todos los días al menos una vez.

-              Por eso lo echo de menos. Por cierto, tenemos que jugar al sex-dominó, que he aprendido mucho.

-              No hace falta que me digas cómo.

Nos despedimos con un beso en la boca, que debió escandalizar a los viandantes que nos vieran, y, al menos yo, con una calentura de cuidado al recordar las vacaciones. A mediodía le conté a Carlos el encuentro y le dije que teníamos que quedar con ellas. Carlos comenzó a salivar y a babear y dijo que por supuesto, que cuanto antes, que él ya se había repuesto del desgaste del verano.

El fin de semana siguiente nuestro hijo y el de Marisa tenían una excursión con el instituto, así que podía ser una buena ocasión para volver a ver a nuestras amigas. Llamé a Marisa y le propuse que vinieran a comer el sábado a casa. Aceptó encantada por ella y por Lolita. Le propuse que se vinieran temprano, para poder tomar un poco el sol en la terraza antes de comer y así recordar las vacaciones. A Carlos no le dije nada, para que no estuviera hipersalivando lo que quedaba de semana.

El viernes volvió Carlos primero a casa a mediodía. Cuando llegué me dijo que habían traído un paquete y me preguntó que era. Le mentí y le dije que unas cremas para mí, no quería que supiera nada de lo que podía ocurrir al día siguiente. Le dije que para mañana preparara comida para cuatro, que igual venían a comer Marta y Javier, unos amigos nuestros muy formales. Pese a sus quejas lo tuve a palo seco, no quería que perdiera fuerzas y luego empezara a quejarse.

Carlos pensó hacer una barbacoa en la terraza, salió temprano a comprar la carne y poco antes de las doce se puso a encenderla. Casi a la misma, vez llamaron al portero electrónico, contesté yo, eran Marisa y Lolita. Me divertía pensando la cara que se le iba a quedar a Carlos, que esperaba a la pareja de amigos más formales y pacatos que tenemos.

Venían preciosas las dos. Marisa con un vestido rojo sin mangas, ajustado, bastante corto, se le marcaban las lolas y el culo espectacularmente, y sandalias también rojas, con tacón alto. Lolita con un short blanco y camiseta naranja, todo bien ajustado, y zapatillas planas blancas. Nos dimos sendos besos en la boca y les dije que pasáramos a la terraza a saludar a Carlos.

Cuando salimos a la terraza al pobre Carlos se le descolgó la cara en cuanto las vio. Primero Lolita y luego Marisa lo besaron en la boca, esta última, además, con sobe en la entrepierna lo que le produjo a Carlos la reacción inmediata de empalmarse. Marisa le miró el paquete, me miró a mí y se desternilló de la risa.

-              Me encanta el efecto que le produzco, me alegra el día. –Me susurró al oído-.

-              Carlos, nosotras nos vamos a tomar el sol a la terraza del dormitorio. Ya nos avisas cuando vaya a estar la comida. –Le dije a Carlos, que seguía con su bulto en la entrepierna-.

Nuestro piso es un ático con una terraza tan grande como la casa que rodea toda la vivienda. La parte de nuestro dormitorio la tenemos arreglada con unas tumbonas, un rociador de agua y una ducha para tomar el sol y no morir del calor.

-              Nosotras no hemos traído bañador –dijo Marisa con cara divertida al entrar de nuevo en casa-.

-              Marisa, por favor, que ya nos tenemos muy vistas – le contesté, pero en mi interior estaba deseando volver a ver y disfrutar ese cuerpo para el pecado que tenía-.

Pasamos a nuestro dormitorio para desnudarnos y tomar el sol. Marisa me pidió que le bajase la cremallera del vestido. Lo hice encantada. Se dio la vuelta y mirándome a los ojos dejó caer el vestido, quedándose completamente desnuda, a excepción de las sandalias de tacón, había venido sin ropa interior. No lo pude evitar y como estaba, en sujetador y tanga, la besé mientras le sobaba las lolas. Lolita, ya también desnuda, se pegó a Marisa por detrás y me agarró del culo.

-              O nos tranquilizamos un poquito o no vamos a poder tomar el sol –dijo la muy zorra de Marisa después de haberme puesto como una moto y continuó.- Tenemos mucho día por delante y no es cuestión de quemar toda la pólvora en el primer minuto. –La que hablaba tan prudentemente, me paseó dos dedos por mi raja, sonriendo cuando notó que estaba empapada-

A regañadientes terminé de desnudarme y salimos a la terraza. ¡Joder que calentón tenía! Marisa había logrado ponerme a revienta calderas en el primer minuto, el poder sexual de esa mujer no era normal. Comprendía perfectamente el efecto que le producía a Carlos cada vez que se le acercaba. ¿Cómo había sido posible que el ex marido ni se le acercara? Desde luego tenía que ser un tío muy raro.

El efecto del sol en mi piel me tranquilizó un poco. Tomar el sol desnuda me produce un efecto relajante inmediato. Mientras miraba a las dos desnudas al sol frente a mí, con las piernas abiertas y sus chochitos pidiendo guerra, me quedé medio dormida o un poco más de medio, pues empecé a soñar que Marisa se estaba haciendo un pedazo de dedo, sin dejar de mirarme, lo que me excitó tanto que yo también empecé a hacerme otro.

Me despertó Carlos cuando vino con unas cervezas y un aperitivo. Pobre, seguía empalmado, lo que no pasó desapercibido a nuestras invitadas. Con mucha sorna, Marisa le dijo que tuviera mucho cuidado con las brasas de la barbacoa no fuera a arruinarnos el día. Carlos, colorado como un tomate, se escapó hacia el otro lado de la terraza donde había puesto la barbacoa.

Para tomarnos el aperitivo nos sentamos las tres en la misma tumbona, yo en el centro y ellas a mi lado. Como quien no quiere la cosa se fueron pegando a mí. El roce de sus caderas desnudas contra la mía, de sus lolas contra las mías y el suave olor a perfume de ambas me fue poniendo cada vez más cachonda. No contentas con eso, al rato comenzaron a besarme el cuello y las orejas cada una por un lado. A esas alturas mi chocho era una fuente, me resbalaba el flujo por los muslos y estaba formando un charco en la tumbona.

-              Lolita ponnos crema solar, que nos vamos a quemar –dijo Marisa-.

Joder, yo me iba a quemar pero no por el sol, sino por la calentura que tenía. Lolita sacó del bolso la crema, se puso de rodillas en la tumbona detrás de Marisa y empezó a ponérsela. Yo no podía apartar la vista de ellas. Lolita empezó por los hombros y fue bajando por el pecho hasta embadurnarle las lolas a Marisa, que gemía quedamente. Desde detrás siguió por el vientre hasta terminar en el monte de Venus. Marisa tiró de sus manos hacia abajo, colocándolas en su chocho, gimiendo ya más fuerte.

-              Sigue con Antonia que se va a quemar –le dijo a Lolita susurrando, debió entrarle la mala conciencia por dejarme a dos velas-.

Lolita cambió de sitio y empezó a darme crema en el mismo orden que a Marisa. Al sobarme las tetas y el vientre con la crema y dejar reposar sus tetas en mis hombros, creí que no podría aguantar más y que iba a correrme. Marisa y yo nos mirábamos a los ojos con cara de lujuria. Ella se estaba extendiendo la crema por las lolas y yo suspiraba con cada movimiento de Lolita sobre mi cuerpo.

-              Túmbate, que ahora te toca a ti, que te pongamos crema –le dijo Marisa a Lolita, que obediente se tumbó boca arriba detrás de nosotras-.

Nos giramos y cogiendo abundante crema, comenzamos a extenderla por el cuerpo de Lolita, yo en sus tetas y vientre y Marisa en sus muslos. Decidí que ya estaba bien del calentón y le puse el chocho en la boca a Lolita mirando a Marisa y siguiendo con la crema sobre sus adorables tetas. Marisa se puso de rodillas, subió una pierna de Lolita y se colocó haciendo rozar sus chochos que se veían brillantes por fuera y por dentro. Me eché hacia delante y besé a Marisa en la boca, que me metió la lengua hasta la garganta. Por detrás de Marisa me pareció ver a Carlos mirando, con la polla en la mano cascándosela. Nos corrimos las tres a la misma vez y nos dejamos caer como muertas, desconozco si Carlos acabó con lo suyo o se quedó a medias.

Al rato avisó Carlos a voces desde la barbacoa para que fuéramos poniendo la mesa. Nos levantamos y nos duchamos las tres juntas en la terraza, sin parar de acariciarnos. Era un auténtico placer sobar a esas dos mujeres y que ellas me sobaran a mí. En un momento determinado yo tenía cada una de mis manos en uno de sus chochitos y ellas tenían cada una una mano en el mío. ¡No podía ser que estuviera otra vez salida cuando acababa de correrme!

Ya dentro de casa, y caliente otra vez como para reventar, se me ocurrió una maldad que terminaría de enfermar a Carlos o que le daría nuevas fuerzas, si al final había acabado con lo suyo. A principios de verano Carlos me había regalado lo que él llamaba “bañadores fresquitos”. Uno eran unas cuerdecitas que te colocabas entre el culo, las caderas y los hombros con tres cuadraditos minúsculos, que con mucha dificultad cubrían la rajita y los pezones. Otro era una especie de tanga con dos tiras largas que se colocaban entre el culo y los hombros, suponiéndose que te cubrían la rajita y los pezones. Y el último era un triángulo de alambre y tela que se prolongaba hacia atrás, para que se quedara sujeto en la raja del culo, el triángulo te tapaba la rajita y por detrás parecía que ibas completamente desnuda. El de las cuerdecitas se lo di a Lolita, el otro se lo di a Marisa y yo me quedé con el triangulito.

Cuando se los pusieron volví a ponerme más cachonda todavía, eran las cosas más indecentes y provocativas que había visto en mi vida. La desnudez no tiene maldad, aquellas cosas sí. Lolita estaba preciosa, con ese cuerpo podía ponerse lo que quisiera, pero Marisa era el pecado en persona, con las lolas grandes, duras y altas que tenía, la cosa aquella por delante le quedaba de infarto, pero por detrás era casi peor, le dejaba el imponente culo que tenía completamente al aire, sólo saliéndole de entre las cachas del culo las dos tiras que iban a los hombros.

De esa guisa fuimos las tres a la cocina cogimos las cosas y salimos a la terraza para poner la mesa. Carlos se quedó quieto y mudo y volvió a empalmarse el pobre mío, ¡que mañana le estábamos dando! Cuando recuperó el habla dijo:

-              Sois malas. No os basta con ir desnudas, no, tenéis que poneros esas cosas para ponerme a mí enfermo.

-              No protestes Carlos, hemos querido darte un pase de modelos con tus regalos de este verano, así podrás comparar y decidir con cual te quedarías. –Le contesté entre risas de las tres-.

Cuando Carlos terminó con la barbacoa y antes de sentarse a la mesa, le dijo Marisa:

-              Carlos, no pensarás comer con tanta ropa con el calor que hace y lo fresquitas que estamos nosotras tres.

Carlos desapareció un momento y al regresar venía sólo con un bóxer de esos deportivos con el culo al aire, que yo le había regalado hacía unos años por su cumpleaños, con un paquetón de mucho cuidado.

-              ¡Huy que guapo y que fresquito ahora! –Le dijo Marisa-.

Nos fuimos comiendo la carne, bien regada con Rivera del Duero. Entre bromas y risas, para calentar un poquito más la comida les pregunte a nuestras invitadas como les habían ido los últimos días con Laura y Luis. Marisa tomó la palabra.

-              Estupendamente, casi tan bien como con vosotros. El pobre estaba encantado de poder follar sin cortapisas y la verdad es que no paraba, hasta el punto que casi me agota.

-              No creo que tú te agotases –le dijo Carlos con su guasa habitual-.

-              Tienes razón Carlos, a mí para agotarme en ese aspecto hay que echarle mucha voluntad y muchas horas. Pero ya el colmo del gusto para Luis fue cuando Lolita consiguió comerle la polla entera, vamos hasta los huevos.

Carlos y yo nos volvimos asombrados a mirar a Lolita.

-              No es posible Lolita, te tendrías que ahogar con los casi treinta centímetros de polla en la boca –dije yo sin poder salir de mi asombro-.

-              Bueno al principio no podía, pero investigué y vi por internet la película “Garganta Profunda”, un clásico del que aprendí mucho –contestó Lolita con cara de satisfacción-.

-              Lolita es todo un portento –subrayó Marisa mirándola casi con orgullo de madre-.

-              He tenido muy buenos maestros –concluyó Lolita cogiéndonos de las manos a Carlos y a mí, como dándonos las gracias-.

-              Pues hija, por mí no será haber desarrollado esa habilidad –dijo Carlos con cara de asombro-.

-              ¡Anda ya, no te quites méritos! –Dijo Marisa mientras le sobaba el paquete a Carlos-. El tamaño importa, pero no lo es todo. Saber cómo estar con una mujer para hacerla disfrutar, es tan importante o más que calzar un aparato como el de Luis. En eso Luis es demasiado brusco o sería que el hombre se estaba estrenando en follar con la polla entera y se volvía como loco, en cuanto me la metía hasta los huevos.

-              ¿Y Laura qué decía de todas vuestras habilidades con Luis? –Le pregunté a Marisa-.

-              Al principio estaba encantada, pero yo creo que al final estaba un poco celosa y eso que le comíamos el chocho por lo menos dos veces al día, para compensarla. De todas formas, nada que ver con el tuyo que nos tiene enviciadas.

-              Gracias por el cumplido –contesté tras besarlas a las dos en la boca-.

Carlos no le quitaba ojo a las lolas de Marisa, la verdad es que el tanga con tirantes le sentaba de maravilla. Terminamos de comer y fui por una botella de champán para brindar por el reencuentro, Lolita se ofreció a ayudarme y se vino conmigo a la cocina.

-              Antonia es fantástico lo bien que le han sentado las vacaciones a Marisa. Parece otra mujer, más abierta, más feliz, más sensual. Estamos pasando las dos una racha estupenda y es gracias a vosotros. Yo no sé cómo agradecéroslo.

-              No digas tonterías Lolita, a nosotros también nos sentaron las vacaciones de maravilla, aunque termináramos físicamente derrotados, fueron realmente excitantes. Con nuestra edad es difícil seguir vuestro ritmo.

Mientras hablaba miraba a Lolita, pero no a sus ojos, sino a su cuerpo. Era una diosa que el morbo de Marisa eclipsaba, pero fuera de su alcance, su belleza perturbaba por igual a hombres que a mujeres. Lolita siguió hablando y yo mirando.

-              Antes de las vacaciones estábamos en un momento bajo. Sabes que para las dos es muy importante el sexo y no conseguíamos la pasión que necesitábamos. Los complejos tontos de Marisa y posiblemente mi inexperiencia en mantener relaciones estables, nos estaban llevando al tedio. Por eso fueron tan importantes los días que pasamos con vosotros.

-              No podéis dejaros caer en el tedio. La pareja hay que reinventarla cada día y ponerle imaginación. Carlos y yo somos también muy fogosos, pero con el niño de por medio no es fácil encontrar los ratos para la intimidad, así que tenemos que echarle imaginación. Cuando Carlos tiene alguna reunión a media mañana, le digo que me voy a quedar en casa un rato más. Él lleva al niño al instituto en el coche y se vuelve a casa. Yo lo espero en la cama o en el baño, fingiendo hacerme un dedo. Sin hacer ruido me espía desde la puerta, me hace algunas fotos con el móvil y se toca. Al cabo del rato finjo que lo descubro y que no lo conozco. Él me pide de rodillas que no lo denuncie, yo, desnuda de pié, le quitó el móvil y voy mirando las fotos que ha hecho. Eso me pone muy caliente y le obligo a que me coma el chocho, el resto ya te lo puedes imaginar. Ahora que podemos los cuatro, vamos a aprovechar la tarde-noche y mañana será otro día, aunque seguramente más aburrido.

La besé en la boca, le sobe su culo juvenil y volvimos a la terraza. Allí, Marisa le estaba comiendo la boca a Carlos.

-              Un poco de orden –les dije-, que esto no va ser tan fácil. ¿Os habéis traído el sex-dominó?

-              Lo iba a coger Lolita –contestó Marisa-.

-              ¿No lo ibas a coger tú? Pues entonces no lo hemos traído.

-              Vaya, que lastima –dije yo-.

-              No os preocupéis que se me ha ocurrido otro juego, el parchiXXX –dijo Carlos-. Os cuento, se juega igual que el parchís normal, pero cuando uno se come una ficha, además de contar veinte, puede hacer lo que quiera durante tres minutos con el que ha perdido la ficha. El que gana la partida puede hacer lo que quiera con los otros tres jugadores, sin límite de tiempo.

-              ¡Carlos, hay que ver lo que piensas cuando te interesa, bribón! –Le dije dándole un beso-.

-              ¡Nos gusta mucho! –Dijeron Marisa y Lolita a la misma vez-. Vamos a jugar, que además a mí se me da muy bien el parchís –continuó Marisa-.

-              Me da igual como se te dé el parchís, voy a ganar yo –le dije a Marisa-.

Carlos trajo el tablero, las fichas, los dados y un reloj de arena de otro juego. Brindamos y comenzamos a jugar. Durante las primeras tiradas disfruté internamente de la situación. Cuatro adultos a los que les gusta el sexo, liberales y disfrutones, sin malos rollos al día siguiente, sin celos, echando la tarde más desnudos que vestidos jugando al parchíXXX, para calentar todavía más una situación ya más que caliente. ¿Qué tenía de malo lo que estábamos haciendo, si lo hacíamos voluntariamente? Pensé que había mucha gente con la mente podrida o envenenada por la jodida moral judeo-cristiana o por la inseguridad personal o de pareja. Pero bueno, dejemos las reflexiones para otro momento y volvamos a lo que estamos.

Marisa empezó teniendo muy mala suerte con el dado y no le salió un cinco hasta después de unas pocas de tiradas. Ver el movimiento de las lolas de Marisa cuando movía el cubilete, era hipnótico. Como es normal, al principio de la partida no es fácil comer fichas, ya que hay pocas en juego y separadas, pero conforme fue avanzando, la cosa empezó a ponerse más interesante.

La primera en comer fue Lolita y la primera víctima Carlos.

-              Quiero que me comas los dedos de los pies –le dijo Lolita a un Carlos expectante, separándose de la mesa y quitándose las zapatillas -.

Carlos se levantó se acercó a Lolita y se arrodilló. Tomó uno de sus pies y se metió en la boca primero el dedo gordo y luego todos los demás. El chocho de Lolita quedó al aire, estaba brillante de los flujos. Yo me calenté más todavía de ver la escena, Lolita gemía quedamente y Carlos se estaba empalmando por momentos. Por mí podía pasarse toda la tarde comiéndole los pies, mientras yo lo viera, pero Marisa quería seguir jugando y advirtió que se había pasado el tiempo. Carlos se levantó con un paquetón como la catedral de Burgos y volvió a su sitio.

-              No te animes tan pronto que queda mucha partida –le dijo Marisa a Carlos sobándole el paquetón-.

¡Joder, como me había puesto la comida de pies, a que iba a resultar que era fetichista y yo sin saberlo! La calentura y el olor a sexo iban impregnando el ambiente. La siguiente en ser comida fue Marisa y yo quién se la comió.

-              Hazte un dedo –le ordené. Estaba deseando ver como se lo hacía desde que lo había soñado antes de comer-.

Marisa echó para atrás la silla, se abrió de piernas, apoyó un pié en el asiento, se desplazó el tanga a un lado, se chupó los dedos de la mano derecha y empezó a sobarse el chocho. Los tirantes del bañador, por llamarlo de alguna manera, se le juntaron entre las lolas, quedando estas al aire. Yo la miraba sin perder detalle, notaba como mis flujos me desbordaban y caían en el asiento. Marisa empezó a gemir con fuerza. Carlos se tocaba descaradamente sobre el bóxer, pero Lolita quería venganza e indicó que ya había pasado el tiempo. Tratamos todos de recomponernos, lo que era muy difícil tras la escena que habíamos contemplado

Seguimos jugando, yo había logrado ya llevar dos fichas al final, los demás todavía no habían hecho nada. Si tenía suerte conseguiría ganar. Le comí otra ficha a Carlos que era el que peor iba.

-              Hazte una paja –le dije. Si le ordenaba algo para lo que tuviera que tocarme, me corría sin remedio-.

Carlos se levantó, echó la silla hacía atrás y se quitó el bóxer. Estaba empalmado como no lo había visto desde las vacaciones, tenía el capullo rojo y brillante del líquido preseminal que habría estado generando durante todo el día y los huevos, bien hinchados, le colgaban cerca de una cuarta.

-              ¡Qué preciosidad Carlos, no vuelvas a ponerte el bóxer! –Le gritó Marisa-.

Se volvió a sentar, repanchingándose en la silla y mirándonos a una tras otra empezó el sube y baja. Marisa estaba fuera de sí con los ojos fuera de las órbitas y yo estaba encantada de que adorase a esa polla que era mía. Carlos se estaba animando peligrosamente y decidí dar la hora. El ambiente que el puñetero juego había logrado se podía cortar con un cuchillo.

Finalmente, sin más sucedidos, gané yo. Marisa empezó a protestar por la suerte que había tenido, pero yo le contesté que no protestara tanto, que se lo iba a pasar muy bien. Me levante y les dije a Marisa y Lolita que me siguieran al dormitorio y a Carlos que fuera por otra botella de Champán. Carlos protestó:

-              ¡No se te ocurrirá irte al dormitorio con ellas dos y dejarme aquí plantado con el calentón que tengo!

-              Haz lo que te digo que no lo vas a lamentar –le contesté, marchándome con nuestras dos amigas al dormitorio-.

Al entrar en el dormitorio besé a Marisa con la impaciencia propia del calentón que tenía, después les ordené a las dos que se sentaran de espaldas al armario y que no se les ocurriese mirar. Saqué el paquete que me había llegado el día anterior y extraje el contenido: tres pares de medias negras, tres ligueros negros, tres collares de cuero negro con sus correspondientes cadenas de paseo, un antifaz, un arnés con un pollón realista de por lo menos veinte centímetros, que me dejaba libre el chocho y el culo, y una fusta de cuero negro. Me había gastado bien el dinero, pero más partido le iba a sacar.

-              Ya podéis daros la vuelta –les dije a Marisa y Lolita, cuando había terminado de poner las cosas sobre la cama-.

Al principio se quedaron anonadadas mirando las cosas, sin poder hablar. Luego Lolita se acercó a mí y me besó.

-              Antonia eres sin duda la más guarra y la más imaginativa de las tres –dijo Marisa sin quitar la vista de las cosas-. Ahora entiendo porque tenías que ganar y porque efectivamente nos lo vamos a pasar tan bien.

-              Poneros las medias, los ligeros y los collares –les ordené-.

Mientras ellas se preparaban, yo me puse el arnés con el pollón y unas botas de charol altas y negras, cogí la fusta y el resto de las cosas que quedaban en la cama. Cuando terminaron y se miraron la una a la otra, se comieron la boca con pasión. Le di con la fusta en el culo a Marisa y les ordené que se pusieran de rodillas delante de mí, dándome la espalda, por último, cogí el extremo libre de las cadenas.

Estaba fuera de mí, como en trance, me sobaba el pollón falso y tenía la sensación de que fuera mío. Estaba teniendo una transmutación sentía placer como mujer y como hombre a la misma vez. Desde detrás vi como Marisa se estaba tocando el chocho. Le di otra vez con la fusta, a la misma vez que tiraba hacia atrás de la cadena y le grité:

-              ¡Deja de tocarte guarra!

-              ¡Antonia déjame, necesito correrme, no puedo más!

-              ¿Qué quieres estropearnos la tarde?

-              ¡Pero tú crees que yo me voy a correr una sola vez esta tarde!

Pese a estar totalmente alterada, pensé en lo que había dicho Marisa. Yo también quería correrme varias veces esa tarde y también lo necesitaba ahora.

-              Ven aquí Marisa quiero follarte las lolas. Túmbate en la cama –le dije mientras seguía sobándome la polla, que ya no podía decir falsa-.

Marisa se tumbó boca arriba en la cama y yo me puse de rodillas encima de ella a la altura de sus lolas, mirándola a la cara. Cogí el bote de aceite corporal y unté sus lolas y mi polla. Lolita metió la cabeza entre sus piernas y empezó a comerle el chocho. Primero le metí la polla en la boca, ella la chupaba como si fuera de verdad y yo sentía como si lo fuese, luego bajé algo el cuerpo, se la puse entre las lolas y comencé a moverme. Marisa me cogió el culo con las manos y marcó el ritmo de mis movimientos. Aprovechando la posición y el baño de aceite me fue metiendo un dedo en el culo, hasta que lo tuvo entero dentro, sin dejar ni de moverme ni de chupar la punta de la polla cuando podía. Sabía que no era posible, pero sentía como sus lolas me apretaban la polla y como su boca engullía mi capullo. No pude más y me corrí dando alaridos. Marisa y Lolita se corrieron casi a la misma vez.

Nos quedamos un rato tumbadas sin poder movernos, hasta que oímos como Carlos nos reclamaba desde el salón. ¡Se iba a enterar el “bocas” ese! Nos recompusimos las tres, ellas volvieron a ponerse de rodillas delante de mí, cogí las cadenas y salimos por el pasillo hacia el salón, como si las estuviera paseando. Me parecía increíble, pero justo después de correrme ver aquellos dos culos gateando, me estaban poniendo otra vez cachonda perdida.

-              ¡Ostia puta! –Exclamó Carlos cuando nos vio-.

-              Esta tarde quiero tres zorritas a mi servicio, así que chicas ponedle esto –les di las medias, el liguero y el collar-, pero no se os ocurra tocarle el paquete.

Marisa y Lolita se acercaron gateando hacia donde estaba sentado Carlos, al que ese día se le podría llamar por el apelativo “del empalmado”, pues desde que aparecieron Marisa y Lolita no se le había bajado. Como no se hubiera corrido antes de comer, debía tener un dolor de huevos de los que hacen época.

Primero le pusieron el liguero y luego, cada una de las dos por su lado, le fueron poniendo las medias y ajustándoselas al liguero. Por último le colocaron el collar y regresaron a mi lado trayéndome la punta de la cadena.

-              ¡Ponte de rodillas flojo y ven aquí con tus compañeras! –Le dije tirando a la misma vez de la cadena y sin dejar de sobarme la que ya podía llamar mi polla-.

Tenía a los tres arrodillados mirándome y esperando mis instrucciones.

-              Carlos chúpame la polla y vosotras chupadme el coño y el culo –les dije abriendo las piernas-.

Lolita se colocó debajo de mí para tener acceso a mi coño, Marisa se puso detrás para poder llegar al ojete y Carlos empezó a comerme la polla con cara de auténtico vicio.

-              ¿Te gusta chupar pollas, verdad? –Le dije a Carlos, cogiéndole la cabeza con las manos para marcar el ritmo que quería-. Me estás saliendo un poco mariconcete.

-              Me gusta chuparte entera y lo de mariconcete ya te lo demostraré después –contestó Carlos-.

-              Y tanto que me lo vas a demostrar –terminé la conversación con él encajándole la polla en la boca-. Marisa prepárale el culo a Carlos.

A Carlos se le desencajaron los ojos. Marisa se puso detrás de él, la abrió el culo y empezó a chuparle el ojete para que distendiera. Lolita me tenía en el cielo follándome el chocho con la lengua y dos dedos. Cuando Marisa consiguió meterle dos dedos en el ojete y que entraran y salieran sin problemas, me dijo:

-              Ama, ya está preparado, pero yo le pondría un poco de crema.

-              Lolita, ve por la crema, que no quiero que proteste demasiado.

Obediente y gateando se fue hacia el dormitorio, regresando inmediatamente con el bote.

-              Carlos, fóllate a Marisa a cuatro patas.

Marisa y Carlos se dieron la vuelta y Carlos la ensartó sin contemplaciones. Cogí la crema y unté bien el culo de Carlos y mi polla y la coloqué en la entrada su ojete. Lolita la cogió y se la fue introduciendo a Carlos poco a poco, pese a las protestas de este. Increíblemente podía notar la presión sobre mi polla al irla introduciendo.

-              ¿Te gusta zorrita? –Le pregunté a Carlos dándole dos buenos cachetes en su culo-.

-              Le tiene que gustar y mucho –contestó Marisa-, se le ha puesto más dura y más gorda.

Lolita, una vez terminada la penetración, se colocó detrás de mí para chuparme desde el clítoris hasta el ojete, mientras se metía tres dedos en el coño.

Marisa avisó que se corría y lo hizo expulsando flujo como una fuente. Carlos no paró el mete y saca, que habíamos acompasado.

-              No pares Antonia, que me voy a morir del gusto. –Dijo al cabo del rato sacándole la polla a Marisa, que aprovechó para darse la vuelta y decirle a Carlos:

-              Córrete en mi cara y en mis lolas.

Carlos explotó y soltó varios chorros de leche que impactaron en Marisa. Yo ya no pude más y me corrí sin sacarle la polla a Carlos. Llevaba tres orgasmos en poco más de ocho horas y aunque agotada, todavía seguía caliente. Lolita se corrió también poco después.

Nos quedamos los cuatro tumbados en la alfombra en silencio, tratando de recuperar la respiración, hasta que al poco dijo Marisa:

-              ¿Echamos otra manita al parchixxx?

-              ¡Marisa, cállate por Dios! –Le contestamos todos-.