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Robinson y viernes

en Gays

ROBINSON Y VIERNES

Cuando abrió los ojos sintió el rumor del mar a lo lejos. La vista nublada. Era como una especie de sueño o pesadilla. El marino era el único que había sobrevivido a aquel naufragio.

Una mano oscura, negra, le pasaba un paño en la frente. El estaba acostado en una especie de cama. Debajo de una choza precaria.

__¿Donde estoy?__ preguntó obnubilado, aún mareado

__¡Isla!_ dijo el otro

__¿Isla, qué isla?

__No saber, prisionero…__decía el negro joven. El hombre se incorporó lentamente. Su cabeza se iba despejando. Por fin vio la cara de su interlocutor.

__¿Prisionero?

__Si, demás tribu__ arrugó la cara el hombre blanco, no entendió mucho.

__¿Como te llamas?__ preguntó viendo que el negro era enorme porque se había puesto de pie. Brazos grandes. Cuello robusto y una espalda bastante ancha. Parecía no haberlo escuchado. Estaba de pie en la entrada de aquella improvisada choza.

__¡Mucho tiempo!__ dijo de pronto. Se movió hacia afuera. Se veía un débil luz. A lo lejos se empezó a escuchar un ruido. Ruido a tambores.

__¿Qué es eso?

__Tambores

__Sí lo sé, pero ¿Quiénes son?

__¡Malos!

__¿Como te llamas?¿Tu nombre?

__¿Nombre?

__¡Déjalo, déjalo!¡Ya veremos!_ el hombre salió de la cabaña. Vio que estaba rodeado de mar. Palmeras altas. Vegetación y mar mucho mar. Trató de recordar como había llegado allí. Haciendo un esfuerzo, se vio con los piratas. Recordó al capitán forzándolo. Haciéndolo gozar más luego. La gran tormenta. El naufragio. Cayó en la cuenta que solo el estaba vivo.

__¿Has encontrado a otros blancos, como yo?

__Nada…Muertos

__Somos los únicos habitantes…__ el negro lo miro sin comprender. Señaló al negro.

__¡Tu y yo!¡Nadie mas!— la cara del negro de sorpresa. Los tambores sonaban mas altos, más fuerte. El viento soplaba y hacía que el sonido se escuchara aún mas cercano.

__Malos__ dijo el joven negro señalando a  alguna parte de la isla. Caía la noche. Apareció de la nada con unos frutos que el hombre comió sin protestar. Durmieron.

El día siguiente se levanto con un sol brillante y fuerte. El hombre salió a caminar. Recorrió un largo trecho. Vio restos de la nave,, se acercó sigilosamente, con cuidado. Encontró armas y provisiones para varios días. Las empezó a trasladar para el lado de la choza. Agotado después de un rato cayó rendido a la entrada de la cabaña.

El negro le daba agua en los labios cuando despertó. Apoyada la cabeza en el  regazo musculoso y duro del muchacho negro. Se sintió cómodo y relajado. A gusto. Parecía muy pequeño entre los brazos de aquel negro. Entre dormido lo dejaba hacer. La piel desnuda del joven negro lo excitaba. Hacía tiempo que no saciaba sus apetitos sexuales. El joven negro parecía a gusto también. El blanco se acomodaba un poco más contra el cuerpo del negro grande. Rozó los enormes pechos. Notó que las tetillas se erizaban al contacto del otro ser humano. Empezó a restregarse. Se fue dando vuelta. Alcanzó con su boca las tetillas y las empezó a chupar. El negro suspiraba. La lengua se extasiaba con los pezones duros del muchacho joven. Las manos gruesas del joven negro empezaron a acariciar la espalda blanca. Hasta llegar a la cola del naufrago. Apretaba las nalgas. La carne aún apetecible del hombre maduro. Las sobaba con gusto. Su animal, el animal del negro, empezaba a despertar. Lo noto el, hombre golpeando contar su vientre. Intentaba alzarse. Era grande. Duro. Morado.

El blanco llegó a la boca del negro. Se juntaron. Pegados se besaron. Intercambiaron salivas y lenguas. Calientes. Absorbidos por el placer. El mar se oía a lo lejos. Solo un rumor. Los cuerpos estallando de calentura. La mano del hombre alcanzó la vara. La apretó. Los gemidos del negro se hicieron escuchar. Mas apretó el hombre.

__¡Veo que te gusta!!¿¿Hace mucha que no!!!

__¡Bueno!¡Ser Bueno!!__ balbuceaba el negro a fuego pleno. La estaca alzándose. Su tremenda  poronga finalmente arriba. Era larga. Venosa. No muy gruesa. Llegó el hombre blanco y se la fue metiendo en la boca. El negro acariciaba la cabeza y los cabellos.

Era sabrosa, pensaba, el naufrago. Lamía aquel aparato erecto. Lo chupaba bañándolo en saliva. Acarició las bolas del negro. Este gruñía. La verga cada vez mas humedecida. El hormigueo del joven negro se avecinaba. El hombre dejo la espada un momento y volvió a besar los pechos y la boca del negro que seguía de espaldas. Ahora metiendo un dedo en el hoyo deseoso del hombre.

Se besaban acalorados. El anillo del hombre se fue abriendo en forma lenta. El culo estuvo listo para recibir la tranca del negro. Resbalo por el cuerpo del gigante. Se fue enterrando la espada. La cola lo fue comiendo y los gemidos de los hombres se hacían escuchar en el silencio de la isla.

La vergota entró finalmente. La serruchada empezó suave. El joven negro se sacudía y se movía con experiencia. El jinete también. Recordaba cuando el capitán pirata lo sometía por las noches y le enseño a gozar de las vergas en aquel barco hundido.

__¡¡Ohhh sabes como hacerlo!!¡¡Ohh si, si!!__ gemía el naufrago montando la gran pijota que lo ensartaba. Que le abría el ancho canal. El se levantaba y volvía a caer sobre el mástil alzado y durísimo. El macho era magnifico. Imágenes del capitán rodando junto a el en la bodega. Entre barriles y desperdicios. Haciéndole beber hasta las últimas gotas de semen. El encariñándose poco a poco con aquella vida de marinero dura.

Su propia pija al recordar aquello empezó a largar grandes fluidos acumulados en días en sus blancas abolas que empezaban a desinflarse. El líquido blanqueó el vientre del joven negro. Su vergota se inflamaba en el culo experto del hombre blanco que casi bailotea sobre el fierro candente.

Los pechos del joven negro se inflan. El hombre los acaricia y los aprieta, la nariz del negro se hace aún más ancha y comienza a convulsionar mientras salen de su vergajo escupitajos de leche que llenan el culo del hombre que muerde la boca del negro. Babeándose. Chorreándose. Llenándose. Los resoplidos van disminuyendo. La pijota del negro se fue  cayendo. Salió del agujero tentador. Arrastrando líquidos y fluidos. Todo cayendo sobre los cuerpos que ahora se han calmado unos momentos. Siguen enredados.

__¡Oh bueno, bueno hombre!

__¡Has estado maravilloso!¿Tienes experiencia!¡Has estado con muchos hombres?

__Hombres, si, hombres, tribu mala, ellos cazarme, malos tambores

__Esos son hombres malos. ¿Ellos te forzaron?__ el joven negro sonreía. Parecía que a veces no entendía bien lo que le decían. Mucho no se preocupo. Estaba a gusto con su culo aún chorreando gruesas gotas del espeso semen que le había inyectado su amante negro.

El sol estaba alto y ellos retozaban tirados en la choza. Desnudos, sin preocupaciones. De pronto se vieron rodeados por una cantidad de cabezas que observaban risueños y divertidos. El negro dio un salto y se puso en guardia.

__¡Malos, malos!

__¡Tranquilo hombre, calma!!__ dijo también poniéndose de pie el hombre blanco. Salieron a fuera. Estaban rodeados por una horda de indígenas. El que parecía estar al mando se acercó con lanza en mano.

__¡Seguirme!

__¿Hablas mi idioma?__ preguntó el naufrago

__¡Sí, seguirme y tu también!__ refiriéndose al negro que miraba incrédulo. Con la cabeza el naufrago hizo una seña de que no se resistiese. Era mejor así. Eran muchos hombres. Todos con lanzas. Desnudos como estaban marchaban entre los indígenas.

Caminaron bastante tiempo. Pasaron por lugares increíbles en belleza y vegetación.

__¡Malo, malo!__ repetía insistente el joven negro. Nadie hablaba. Al fin se abrió un claro y entraron a una zona de muchas chozas. Los indígenas se adelantaron.

__¡Ven!__ le indico el que había hablado anteriormente. El joven negro quedo rodeado de varios hombres que lo miraban y sonreían.

__¡Inclínate ante mi rey!__ ordenó el indígena. El hombre hizo una reverencia.

__¿Quién ser tú?__ pregunto un negro musculoso y de rostro fuerte.

__¡Un naufrago!

__¡No tener nombre!

__Robinson

__¿Qué pasar?

__Se hundió la nave en que navegaba, se hundió en el mar tras una tormenta, murieron todos salvo yo…

__¡Venir con Viernes!¡El huir hace varias noches!¡Ser mi prisionero!

__¿Porqué?

__Apareció aquí y tomar prisionero del rey…

__El tiene miedo ¿Qué le han hecho?

__Hacer gozar…

__¿Hacer gozar?

__¡Ven seguirme te contare!!__ se puso de pie el rey enorme criatura. Caminaron por un sendero oscuro, frondoso en árboles. El sol allí no podía alumbrar. El joven negro lo miro con ojos desorbitados cuando paso al lado de el.

Llegaron a una especie de cueva en las rocas. Adentro estaba iluminado por antorchas. Robinson iba por delante. El rey por detrás observando las nalgas blancas del naufrago.

Una especie de laguna los recibió en medio de aquella caverna. El rey prontamente se quitó la única vestimenta que tenía puesta. Un taparrabos. Una enorme verga bamboleó entre sus piernas.

__¡Ven agua dulce!__ se hundió en las aguas. Un rato después apareció. El calor era húmedo. Robinson se hundió. Las aguas estaban frescas. Era muy confortable estar allí. Se sentía tan bien. Se refrescó. El rey lo observaba. Sus cuerpos desnudos estaban allí. Seguro que ese hombre negro, gigante, querría algo de el.

__¡Tu acercarte, venir!!__ dijo el negro con un tono seductor o al menos eso es lo que creyó Robinson que no se hizo rogar. Se detuvo muy cerca del rey. Tocó una especie de víbora que se movía debajo del agua como un pez. El agua cristalina le mostró la morcilla del rey. Ya blandía enhiesta y dura. Robinson la tomo en sus manos. La acarició. Eso hizo que el rey gimiera. Diera un soplido de placer largo y sentido. La movió casi con desesperación.

__¡Rico mástil!__ acotó el naufrago. Apoyándose en el pecho ancho y fuerte del rey. Beso el cuello del rey. Este lo dejo hacer. Solo gemía un poco. Con sus fuertes manos fue a palpar las nalgas del hombre blanco. Las acarició. Las amaso para su gozo. Las apretó. Robinson se movió caliente. Ardiendo. Sus dedos entraron por la raja. La frotaron sedosamente. La tranca del rey golpeteaba el agua dura y provocaba un oleaje suave. La mano de Robinson iba y venía por aquel garrote furioso.

El rey clavó sus dedos en la cola dilatada ya de  Robinson. Suspiro. Busco los labios del negro rey. El hombre suspiro. El rey empezó a penetrar la cola yendo y viniendo. Ensanchando el túnel baboso. El animal brioso del rey se engrosaba en las manos hábiles del naufrago.

Los brazos potentes del rey alzaron en vilo a Robinson. La tranca ayudada por el agua fue deslizándose dentro del hoyo magnético. Los gritos de Robinson indicaban  la potencia de la clavada. La vara era casi de caballo.

__¡Ahh, ahh, ah rey me vas a partir en dos, ahhhh!!__ reclamaba Robinson. Mientras la  enorme tranca lo atravesaba hasta el fondo. Las bolas del magnifico negro chocan con las nalgas abiertas a mas no poder. El rey mordisqueaba el cuello del naufrago. El pistón iba y venía. Lo serruchaba haciéndole sentir su poder. El culo rojo y desgarrado del hombre blanco comenzó a amoldarse a aquella tremenda pijota. Las sacudidas iban transformándose en lento placer. El hoyo de Robinson fue sintiéndose mejor. El rey sacaba la vergota y la volvía a enterrar. En un juego sabroso. Había chorros de jugo saliendo del canal y favoreciendo luego la penetración. El rey lo coge sin prisa. El besa el cuello largo y musculoso del rey.

Los dedos aprietan las nalgas duras del hombre naufrago. Las soba. Luego se queda quieto. Siente y hace sentir su morcillón dentro de la cola abierta. Parece que latiera dentro. Golpea las paredes. Soplan. Rebuznan. Vueltos casi animales. El rey saca la monstruosa serpiente. Baja el naufrago. Robinson hunde su cabeza en el agua cristalina. Se apodera del arma gruesa. La mete en la boca. Succiona. Chupa. Muerde. La limpia. La saborea con gusto.

El rey dando un salto sale de la pileta natural. Se sienta en el borde con la enorme herramienta. Robinson lo sigue y se vuelve a meter la pijota en su boca. Arrodillado, pero no tanto. Acaricia con la lengua. Sus dedos atrapan al animal. El rey gime y gime. Las bolas son comidas por el naufrago. Hurgan la redondez negra de las bolas duras. Se come los huevos. Los gritos del rey ahora retumban en el espacio. Las manos de Robinson se adueñan del mástil. Lo masajean. Fricciona la piel. Yendo hacia arriba. Yendo hacia abajo. Mordiendo suave la carne. Tragando.

El rey lo gira en  el aire y se coloca con su lengua en el anillo que ya ha probado con su espada. Hunde su lengua. Lo saliva. Lo chorrea. Lo baña. El agujero late. Sigue abriéndose. Mientras la verga de Robinson larga semen sobre el pecho del rey. Bebe. Alcanza a meter la manguera en su boca y traga. Ordeña al naufrago que sigue en su tarea de chupar la estaca del rey. Robinson se abraza a la vergota negra que brilla de saliva y baba. Su lengua lame. Acaricia. Serpentea aquel animal venoso y grueso.

Los gritos del rey se hacen cada vez mas insostenibles. La cabeza de la poronga se inflama de fuego candente. El negro rey lanza sus chorros al aire. Bebe Robinson. Se llena su boca de aquel caramelo espeso. Trata de no dejar nada. Chupa. Come. Hasta lo último. El rey respira. Busca aire. Está tirado.  Mirando la montaña. Robinson se recuesta en el pecho del rey. Besa las tetillas. El rey acaricia el cabello del naufrago.

__¡Oh bueno, bueno, debemos llamar a Viernes!!

__¡Si, claro mi rey!!

__¡Gustarme ser tu rey!!__ los amantes tirados sobre la roca. Desnudos. Se prodigan caricias y besos, ahora un tanto mas tranquilos. Los guardias aparecen con un Viernes desnudo. Mira a su amigo y al rey. El rey le hace una seña. El se acerca. Le cuelga su pedazo sabroso de carne. Se bambolea cuando el negro joven se hunde en la pileta de agua cristalina buscando refrescarse. Los otros lo miran extasiados, tranquilos. Lo esperan. Los guardias se retiran sonrientes. Viernes se lava su cuerpo. Preferentemente su cola de joven muchacho caliente. Se nota que ha gozado de algunos hombres mientras el rey estaba con su amigo. También gozando desenfrenadamente. Una vez que Viernes se ha refrescado, sale otra vez de la pileta. El rey le señala su vara que esta alzándose otra vez.  Viernes se va sentando y con su boca directamente va a la cabezota de la verga. La traga. Suave. Se va levantando totalmente. Erecta. La lanza esta en punta otra vez. Robinson acaricia las bolas del rey, las mima con sus dedos. Mientras lo besa en  la boca. Sus lenguas se cruzan. Viernes recorre la vara de principio a fin. Luego la vuelve a meter. Con otros dedos Robinson se hunde en la cola de el joven negro que ya bufa de caliente. Se acarician así por un buen rato.

Viernes después de eso, se sienta en la vergota del rey. El rey se hunde hasta las bolas en el culito de Viernes. Este gime y gruñe. Comienza a cabalgar. Sube y baja. Le da ritmo. Los ojos en blanco del rey le denotan como goza. Coge con su tranca al muchacho joven. Robinson se prende de la manguera del joven negro que ahora es atravesado por la real poronga. Los tres hombres se dedican a cogerse suavemente. Un poco mas violento. Despacio. El rey ahora clava a Robinson. Lo sacude como a un insecto sin alas. En cuatro patas se aferra a las caderas de este. Su taladro lo penetra sin piedad. Robinson grita y se sacude eléctricamente, recibe en su boca la leche del joven negro Viernes y luego le llenan el culo. Chorrea leche por delante y por detrás. Caen los cuerpos. Uno sobre el otro. Desinflados. Buscando aire. Pero pronto estarán nuevamente con sus lanzas arriba.

La noche cae en la isla, se escuchan tambores y se ven fogatas. Hay cuerpos danzando desnudos por todas partes. Entre ellos Robinson y Viernes.-

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