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El senador

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Inés Torrente observa la gran mansión. No hay vallas ni medidas de seguridad como corresponderían al inquilino, Vincenzo DaMatta, senador vitalicio del parlamento de la ciudad autónoma de Villalobitos, uno de sus próceres mas influyentes. Inés, antigua inspectora de homicidios, expulsada del cuerpo por lesbianismo, es hoy detective privado. Normalmente se dedica a casos domésticos de poca monta, aunque hace un año uno de esos casos acabó de forma especialmente trágica. Su hija de 13 años fue brutalmente asesinada, y también ella estuvo a un paso de la muerte. Todo por implicarse personalmente en un asunto de honor. Después de un año de juicios y hospitales, se reincorpora al trabajo, como único medio de escapar al suicidio, ayudada por Magda, su fiel secretaria, antaño pareja sentimental, hoy ocasional compañera de lecho. Un día recibe un encargo que se sale de lo habitual.

Inés llama al timbre. La recibe una mujer mayor. Inés se presenta.

—el señor Vincenzo DaMatta la está esperando. Sígame por favor.

El senador DaMatta la recibe en la biblioteca.

—Buenos días Sra. Torrente, siéntese por favor. Ante todo decirle que lamento muchísimo su pérdida y creo que la justicia no fue justa con Vd.

—gracias Senador. dígame, ¿qué puedo hacer por Vd.?

—Se trata de Candy, mi nieta. Mi única nieta. Vive conmigo desde que tenía 2 años, en que murieron sus padres en un accidente. Ha sido siempre una buena niña, estudiosa y recatada. Últimamente la veía un poco extraña y contestona, como si no fuera ella, así que registré su habitación... encontré un sobre con un polvo blanco... cocaína. Temo que vaya por mal camino, así que he pensado en contratarla para que siga sus pasos. quiero saber qué hace, con quien va, todo, a ver si todavía estamos a tiempo.

—qué edad tiene su nieta Sr. Damatta?

—Candy acaba de cumplir 15 años.

—Una edad difícil; muy bien Sr. DaMatta, empezaré hoy mismo.

—gracias Sra. Torrente , mi secretaria la Sta. Maky le dará todo lo necesario.

Esa noche Inés y Magda comparten intimidad. Son momentos de cariño y ternura. El deseo quedó irremediablemente truncado desde que Inés sufriera el terrible trauma que supuso la horrible pérdida de su hija Teresa, a causa de su implicación personal en aquel malhadado asunto. Su turbulenta relación con Zuleima le costó demasiado caro, incluyendo la ruptura con Magda.

—Como te ha ido con el gran hombre?

—Perdona Mag. No se donde tengo la cabeza. Se me olvidó contártelo. Bien, problemas con su nieta, una adolescente problemática.

—¿Como lo ves?

—No se. Ese hombre no me inspira confianza. Estos casos a veces no son lo que parecen.

—Inés, te apetece un masaje?

—Si. Gracias Mag.

Veinte minutos después...

—Inés tengo que irme ya. Mi madre no está muy bien

—Mag, nunca te he dado las gracias.

—Porqué Inés?

—Por todo lo que haces por mi y por lo poco que te correspondo. Y tampoco soy muy buena compañera de cama

—Inés. No espero que me ames si es a eso a lo que te refieres. Con dejarme estar a tu lado soy feliz. Me voy. Procura dormir.

—Gracias Mag. Lo intentaré.

Tres semanas después, Inés había reunido suficiente información para mostrársela a su cliente, el senador DaMatta.

—Sr. DaMatta, aquí tengo un borrador preliminar de las actividades de Candy. De acuerdo con los datos que Vd. me facilitó no ha cambiado de amistades, no falta al colegio. En sus salidas no abandona su grupo, no se emborracha o se droga, no tiene ningún chico en preferencia... alguna vez habla más a menudo con uno... lo normal a los 15 años. Lo he investigado también y es un buen muchacho. Nada extraño en su vida que sugiera ese cambio excepto una dirección que ha visitado  3 o 4 veces por semana desde que me hice cargo del caso , la última ayer, y por cierto, salió de allí bastante afectada.

—¿drogada... borracha?

—no, muy impresionada y enfadada.

—¿Sabe qué es aquella casa...quien vive allí?

—Sí , el apartamento figura a nombre de Sofía Díaz, pero es un alias. Su nombre verdadero es otro, pero todavía no lo he averiguado. Vive sola, no tiene oficio legal conocido ni, que yo sepa, está casada, o divorciada. No se le conocen amantes o amigos. No tengo acceso a otros datos de momento pero estoy en ello, así como qué hace su nieta en esa casa.¿le ocurre algo Sr. DaMatta?        

Y es que el senador pareció sufrir una honda impresión que no supo o no pudo disimular.

—no Sra. Torrente, nada. Es que me ha afectado  su información.

—tendré más detalles sobre...

—creo que es suficiente. La Sta. Maky la acompañará y le dará sus honorarios.

—¿no espera a tener  el informe detallado con las fotos y pruebas y los datos completos sobre esa mujer?

-—no gracias, me basta con su palabra. Gracias por todo... cuídese.  

Inés abandonó el lugar, extrañada, pero sin darle excesiva importancia. Era tarde para volver a la oficina. Mag a causa de la enfermedad de su madre ya no estaría, así que se fue al Penny a ahogar sus penas. Al día siguiente...

—buenos días Mag, perdona, me dormí.

—¿sigues sin descansar bien verdad?

—bueno, a ratos.

—deberías buscar ayuda Inés.

—nada puede ayudarme Mag. Solo tú.

—gracias Inés. Oye, ha llamado el teniente Olivares. Dice que vayas inmediatamente a la central. Es urgente. Ha telefoneado ya dos veces.

—ese seboso de Olivares... qué querrá?

Media hora después, en las estancias de la Dirección Central de Seguridad....

—Siéntese Sta. Torrente

—Sra. Torrente, no soy soltera.

—vaya, es cierto, nadie lo diría verdad?

—ahórrese sus comentarios y dígame qué quiere.

—¿porqué y para quien ha estado investigando a Sofía Díaz?

—eso es secreto profesional y Vd. lo sabe. 

—ya no lo es. Sofía fue asesinada ayer en su domicilio... Ahí tiene la prueba. Vd. ha ido por ahí husmeando... conteste a mi pregunta.

—Vincenzo DaMatta; me encargó que siguiera a su nieta. Ella frecuentaba la casa de Sofía. No sé porqué. No me dejó averiguarlo.

—¿DaMatta? ¿El juez  y senador?

—sí, el mismo.

—¿qué pasa, que su nieta anda un tanto descarriada como su hija?

—Sr. Olivares, desconozco de donde sale esa infamia, pero otro comentario como ese y le denuncio.

—está bien, puede irse. Ya tendrá noticias mías.

 Ha terminado su jornada. Mag está con su madre. Inés esta muy cansada para ir a su bar favorito, el Penny Malones, donde todo empezó y que ejerce una extraña atracción sobre ella. Está bebiendo como es habitual. Suena el timbre.

—¿Qué ocurre ahora Olivares?

—Sta Torrente, aquí tiene una orden judicial que nos lo autoriza. Venimos a registrar la casa.

—porqué razón si puede saberse.

—llevamos una orden. No tengo porqué darle más explicaciones...

Al día siguiente en la oficina

—Mag, anoche la poli vino a casa. Me lo pusieron todo patas arriba. No entiendo porqué ni qué buscaban.

—Inés, esta mañana me estaba esperando en el portal el inspector Saint. La fiscalía estudia presentar cargos contra ti por el asesinato de Sofía Díaz. No te avisé porque tenemos los teléfonos intervenidos. Me lo dijo el inspector.

—pero... porqué? No lo entiendo. Y DaMatta?

—dice que no sabe quien eres. Que nunca te ha contratado. Inés... Sofía era pederasta... captaba niñas para pedófilos de la jet. El nombre de Teresa apareció en una de sus listas de contactos.

—¿Teresa? ¿mi hija? ... no. No no...

—Siento decírtelo pero Saint lo ha comprobado. La lista apareció en casa de Sofía. Por eso creen que la mataste tú. Es cuestión de tiempo que te detengan. DaMatta es demasiado poderoso. Creo que deberíamos buscar un abogado.

—no lo entiendo... Mag... ocúpate de todo. Cancela la cita con la Sra. Pons   Me voy... tengo que pensar...

Inés sale con una gran confusión en su cabeza. Sabe por experiencia que los padres no siempre conocen a sus hijos, pero para ella es inimaginable lo que le ha contado Mag sobre Teresa. Por otra parte la explicación sobre la pederastia de Sofía encajaría con el comportamiento de Candy, la nieta de DaMatta. Solo hay un modo de saber la verdad.

Dos horas más tarde, frente al Colegio Guadalaviar de Señoritas.

—Tu eres Candy verdad?       

—sí, porqué?

—Quisiera que me dijeras si conoces  a la chica de la foto.

—no, no la conozco, lo siento.

—Mírala bien, por favor, es importante. No la has visto nunca en casa de Sofía?

—Sofía ?  como lo sabe?

—Sofía Díaz, lo sabes muy bien. Has estado allí varias veces; me llamo Inés Torrente y soy detective privado; estuve siguiéndote por orden de tu abuelo... por favor, se trata de mi hija.

—lo siento, tengo que irme. No puedo hablar con Vd. Mi abuelo me mataría

Solo hay un lugar donde Inés encuentra alivio. Inexplicablemente una especie de síndrome de Estocolmo la lleva a al club de bolleras Penny Malones, ese oscuro lugar donde conoció a Zuleima y que fue su perdición. Allí desahoga sus penas con bourbon, sin cesar de recordar lo que ocurrió. Hoy su cabeza no para de darle vueltas a todo... A la infeliz Zu, cuyo paradero desconoce, a la pobre desgraciada a la que pillaron por medio, a Mag, pero sobretodo a su niña de trece años, torturada, violada y asesinada por los sicarios de aquel hombre atroz, y que ahora aparece en un listado infame...

—Inés, no bebas más. Anda, vete a casa...

—Sam, la última... Te lo prometo

Ha pasado un día, uno más en la atormentada vida de Inés Torrente. La solícita Mag sigue ocupada con su madre enferma. El Penny está cerrado. Una nueva botella de Four Roses está casi vacía. Suena el timbre de la puerta.

—Hola... puedo pasar?

La figura tímida de Candy estaba al otro lado.

—claro ... Adelante

—¿como has averiguado donde vivo?¿y no es muy tarde para que estés aquí?

—Mi abuelo cree que estoy en casa de una amiga... estudiando. Registré entre  sus cosas, y leí su nombre y dirección... verá... esta mañana cuando hablé con Vd...

—¿vas a contarme algo sobre la chica de la foto?

—No, no es eso. A esa chica, su hija no? No la he visto en mi vida, se lo juro. Es sobre Sofía. Mi abuelo... sabe que voy a verla?

—Si, ya te lo dije.

—Es que... Sofía ... quiero decirle que...  Sofía es mi madre.

La sorpresa de Inés fue evidente. Candy continuó...

—cuando tenía 2 años mis padres tuvieron un accidente. Mi abuelo siempre me dijo que habían muerto los dos pero no fue así. Hace unos meses al salir del colegio una señora se acercó a mi. Quería hablar conmigo. Decía que era mi madre. Al principio no la creí. Mi abuelo había quitado todas las imágenes que pudieran recordar a su hijo muerto, pero Sofía tenía copias del certificado de boda, libro de familia, fotos de ambos, en mi casa, con mi abuelo y conmigo... en fin, que decía la verdad... y la creí...

—me había visto en el Hola y no pudo resistir el impulso de madre. Me dijo que no se lo dijera a mi abuelo, que él no la quería, y si se enteraba no la volvería a ver. Cuando tuvieron el accidente y mi padre murió, la obligó a desaparecer dejándome a su custodia. Ella no podía reclamarme y tenía que contentarse con verme así...

—yo voy a verla siempre que puedo. Hablamos, nos contamos cosas... lo que hacen una madre y una hija; hasta que el viernes pasado... lo descubrió todo. Hacía mucho calor y me duché. Ella entró en el baño sin que yo me diera cuenta y vio mis cicatrices.

—¿tus qué?   

—Mi abuelo abusa de mi desde que tenía 9 años. Al principio como yo me resistía me azotaba. Lo hizo tantas veces que me dejó estas señales... y ahora que mi abuelo lo sabe no podré verla más ... y quizás pase algo peor. Mi madre al saberlo todo dijo que iba a acabar con mi abuelo, aunque le costara la vida...

—Yo quise disuadirla pero no hubo forma. Me confesó que había hecho cosas muy malas pero quería empezar de nuevo aunque la mataran. Tengo mucho miedo de que le pase algo. 

—¿te dijo qué cosas malas hacía?

—no no me quiso decir nada. yo quería saber pero....

De nuevo el timbre de la puerta sonó de forma insistente.

ABRAN... POLICÍA...

—¿Otra vez Olivares?

—Inés Torrente, queda detenida por asesinar a Sofía Díaz. Léele sus derechos...

—NO, NO, NOOOOOOOOOO

—y tú ven con nosotros, te llevaremos con tu abuelo.

En el feo edificio de la dirección central de seguridad, Inés es interrogada en las oficinas de la brigada criminal del teniente Olivares, la que más denuncias por abuso policial acumula, más que los mossos de escuadra del Estado Libre de Catalunya.

—venga zorra bollera... confiesa. Mataste a Sofía Díaz. 

—yo no he matado a nadie...A NADIE. Entérese de una vez.

—NO ME GRITES TORTILLERA DEGENERADA... HABLA DE UNA VEZ.

—Romerales, trae la porra para ablandarle las tetas... con esta tenemos bula.

—enseguida jefe, será un placer...

Se habré la puerta. El joven subinspector Manu Saint hace su aparición.

—un momento agente. Qué Olivares... ¿un poco de brutalidad policial?

—qué quieres tú ahora?

—que la sueltes inmediatamente. Se han retirado los cargos. Inés, es Vd. libre. Si desea formular denuncia contra el teniente Olivares y la agente Romerales puede contar conmigo como testigo.

—esta me la pagarás Manu, te lo juro.

Al día siguiente Inés aparece por la oficina

—vaya cara, ¿te ha atropellado  un camión ?

—Hola Mag, caricias de Olivares. De no  ser por tu amigo Manu hubiera sido mucho peor.

—¿te detuvieron?

—sí, anoche , en mi casa, justo cuando hablaba con Candy. Vino a verme. Salgo ahora de comisaría. Resulta que Sofía Díaz es en realidad Dora LaMatta, la nuera del Senador, y madre de Candy.

—Hostia, huy, perdón. Y como lo sabes?

—Me lo dijo la niña.

Inés contó a Mag detalladamente la conversación con Candy.

—Y tú la crees? Solo está su testimonio para probarlo.

—Mag, todo cuadra. La reacción del Senador, el asesinato. Sofía Díaz es Dora. Y tengo que averiguar la verdad sobre sus actividades, la famosa lista, y... Teresa. Joder, qué mierda. 

—No hay tiempo que perder. Busca todo lo que puedas de Sofía. Lo que  sea, tarjetas, cuentas... Algo que confirme su conexión con Dora LaMatta. Quizás se le haya escapado  algo a ese cabrón.

—OK . Oye Inés, esto lo hacemos por Teresa verdad?

—por Teresa... Pero también por Candy

Conteniendo su rabia Inés vuelve a presentarse en la casa de Vincenzo DaMatta. Le recibe la hosca Sra Maky.

—quiero ver al Sr. DaMatta

—¿tiene Vd. cita previa?

—ya sabe que no.

—pues entonces me temo que...

—dígale al Sr. DaMatta que voy a presentar una denuncia por malos tratos contra su nieta, y que tengo las pruebas de que Sofía Díaz es su nuera, y madre de Candy. No tengo ninguna fe en que prospere pero sí la seguridad de que los medios sensacionalistas se harán eco.

Aparece el senador DaMatta.

—Me sorprende Vd. Sra. Torrente. Se ha librado de una grave acusación de asesinato que la hubiera llevado a la cárcel por muchos años, y tienta a la suerte viniendo a importunarme. Qué quiere de mí?

—Quiero la verdad. Quiero saber si Dora, alias Sofía Díaz, era realmente una alcahueta de menores como dice la policía. Quiero comprobar la autenticidad de esa lista. Quiero saber de donde llegó esa información. Y por último, quiero que deje en paz a su nieta. Bastante la ha hecho sufrir.

—Sra. Torrente, tiene Vd. Una idea equivocada de mi papel en este turbio asunto.  Desconozco los pormenores de la investigación sobre este caso, pero las pruebas confirman el carácter sórdido del apartamento de Díaz. Solo me interesa el bien de mi nieta. Desgraciadamente mis sospechas sobre su conducta se han confirmado. Tengo una prueba de ello: un examen medico confirma que ya no es virgen y que se sometió a juegos sadomasoquistas en ese prostíbulo. Quiero tapar cualquier implicación suya en ese feo asunto, y Vd. debería querer lo mismo. Y ahora márchese y vele por el honor de su hija en lugar de venir con oscuras amenazas.

De repente aparecen los guardaespaldas del Senador que golpean a Inés, y la sacan a la fuerza de la residencia. De nuevo en la oficina unas horas más tarde.

—Lo siento Inés , no encuentro documento alguno que vincule a Sofía Díaz con Dora LaMatta. Se la ha tragado la tierra. ¿Y a ti qué tal te ha ido? Te ha recibido?

—Si se puede llamar así... Se escuda en la falta de pruebas. Atribuye lo ocurrido a Candy  a las actividades en el piso de Sofía, lo que lo exculparía de cualquier  acusación.

—¿Y el testimonio de la niña?

—Ella jamás testificaría contra su abuelo. Además, no me extrañaría que creyera que yo maté a su madre.

—Y está la amenaza de airear el nombre de Teresa como una de las prostitutas. Ha sido muy claro. Mag, no sé por donde tirar. La única forma de desenmascarar a ese hijoputa es relacionar a Sofía con Dora.

—Inés, hoy ya no queda más por hacer. Vámonos a casa.

—Vete tú Mag. Tengo demasiadas cosas en mi cabeza. Necesito estar sola.

Inés se va a beber. La desesperación está llevándola directa al alcoholismo. En el Penny ahoga sus penas. A las cuatro de la madrugada...

—Inés, lo siento, tengo que cerrar.

—tienes razón Sam... ponme la última.

Llega un nuevo día. La resaca es estruendosa pero hay que trabajar. Los asuntos diarios requieren atención, aunque este feo asunto de DaMatta no la deja pensar. Cuando llega a la oficina es casi mediodía, y comprueba con sorpresa que Mag no está. Le telefonea por si hubiera un empeoramiento en la enfermedad de su madre.

—Hola Mag, ocurre algo? Tu madre?

—Nada, es que tengo migraña. Estoy mejor. Comemos juntas?

—OK, luego nos vemos donde siempre. Que te mejores.

Hacia las tres de la tarde Inés y Mag se encuentran en el bareto preferido de la última.

—Mag, como te encuentras?

—Como una rosa Inés. Tengo noticias.

—Ya me sonaba rara tu voz. Has encontrado algo?

—tenemos el teléfono intervenido jefa, no lo recuerdas? Creo que si. Escucha:

—Verás, hace trece años el hijo único de DaMatta y su mujer Dora tuvieron un accidente de trafico. Él murió en el acto. Ella quedó en coma. DaMatta nunca quiso a Dora, así que, como no tenía familia, él aprovechó para sacarla del hospital y la llevó a casa con todo el instrumental necesario. Así y todo, el hospital exigía un responsable médico. Adivina quien se hizo cargo?

—La señorita Rotermeyer.

—Exacto, Maky, enfermera diplomada. El caso es que Dora murió. Normal. Hubo un entierro oficial. Las cenizas reposan en el panteón familiar. Asunto liquidado. Candy se quedó con su abuelo y santas pascuas. 

—Pero Dora no murió, y de  alguna forma DaMatta la obligó a tomar una nueva identidad y desaparecer para siempre. He intentado seguir el rastro de Sofía Díaz al revés, y no existe ningún indicio de su existencia antes de trece años. Justo la fecha del accidente.

—Pero... ¿Era una pederasta? Existe realmente esa lista?

—Según la ficha policial parece ser que algo hay pero es secreto de sumario, y aquí, no me preguntes porqué, no hay filtraciones.

—Entonces, qué tenemos?

Una casualidad. Dora estaba esperando la renovación del carnet de conducir. Fue a reclamarlo. Puedes creerlo? Mira...

Mag le tiende a Inés un papel, ni más ni menos que la fotocopia autentificada de la recepción del carnet, firmada y sellada después de su defunción. Dora no era tonta.

—Jooooder. Oye, como has conseguido todo esto?

—Armas de mujer. Saint lo consiguió todo para mi. Una suerte que le gusten las gorditas. Y hay más... La jueza que lleva el caso, es compañera de la facultad. Estuvimos liadas un curso entero.

—Mag, eres una caja de sorpresas.

—Tengo que irme ya. He quedado a tomar un café con ella.

—Mag, no se como....

—Chisssss. Venga, vámonos. Ah, esta noche no me esperes. He quedado.

Sola, con toda la tarde por delante, sin animo ni fuerzas para trabajar en otro de los asuntos pendientes. Solo hay un lugar donde poder refugiarse, el Penny. Inés va a emborracharse.

—Hola Sam

—Hola Inés. Lo de siempre?

—No, hoy necesito algo más fuerte. Un doble de Jim Bean. Solo, sin hielo.

Tras varias rondas

—Oye Sam, qué tiene Mag que gusta a todo el mundo?

—Inés, las chicas como Mag tienen algo que hacen perder la cabeza a cualquiera. No sabes la suerte que tienes.

—Lo sé Sam, lo sé.

Una vez más, en la oficina.

—Hola Mag, qué tal ayer?

—Hice jornada doble. Me vas a tener que pagar una extra. Y tú?

—No podía trabajar. Vi como iban los casos pendientes. Podían esperar, así que me fui al Penny. Acabé tan borracha que ni recuerdo como llegué a casa. Por cierto, Sam es una admiradora tuya.

—Ah, sí? Pues tiene un buen polvo.

—Pues ya sabes. Con esas transparencias que gastas últimamente.

—Lo pensaré. Oye Inés, mi amiga la jueza...

—Sí?

—Autorizó las escuchas. Ya no eres sospechosa. Sabe de mi relación contigo. La lista existe. Sabes quien la descubrió? Olivares.

—¿Olivares? Ahora entendiendo lo de su comentario.

—Y otra cosa. Creo que con la copia de tráfico no es suficiente para desenmascarar a DaMatta. Tendría que declarar Candy,  y no existen indicios que justifiquen llamarla a testificar.

—O sea, estamos como al principio.

—Peor diría yo.

—Sabes Mag, creo que nos hemos centrado solo en Sofía. Sabemos que ella y Dora son la misma persona. ¿Y si buscamos los antecedentes de Dora, a ver que podemos sacar?

—Intentaré acceder a la base de datos de la poli, a ver qué hay. 

—Yo voy a hablar con Candy. Imagino que estará vigilada todo el día fuera de casa, así que lo intentaré cuando esté dentro.

—Estoy en ello Mag, estoy en ello.

Es media tarde y empieza a oscurecer. Con su traje de faena Inés, va a entrar en la mansión DaMatta. Examina el exterior y descubre un punto débil, siempre y cuando la habitación de Candy recaiga a esa fachada. Por la configuración del edificio parece ser así pero nunca se sabe. Es el momento de averiguarlo. A duras penas escala por la palmera, accediendo a una terraza. Cruza los dedos. Ha acertado. Llega a la habitación de Candy, que está estudiando.

—Qué?... Váyase váyase...

—Por favor, no me delates. Necesito hablar contigo.

—No quiero hablar con Vd. Además, me dicen que mató a... a Sofía.

—Yo no he matado a nadie. Porqué la llamas Sofía?

—Porque no es mi madre. Sofia me engañó. Me lo ha dicho mi abuelo.

—Mira (le enseña la fotocopia ). La fecha. ¿Es o no es tu madre la de la foto? Mira el nombre: Dora LaMatta.

Candy se puso a llorar.

—¿Entonces porqué la mató Vd.? ¿Porqué? ¿Por su hija? ¿Qué le hizo mi madre a su hija?

 —Ya te he dicho que yo no la maté. Me enteré de lo de mi hija después de que tu madre muriera. No sé que relación había entre ellas, y es lo que  intento averiguar.

—Qué quiere de mí?

—Oye Candy. Estoy segura de que a tu madre la mataron cuando se enteró de los abusos que sufres. Creo que tu abuelo fue a verla y tu madre no consintió en seguir oculta al mundo como Dora. Además, le amenazó. Tu abuelo entonces la mató para que callara. Recuerdas? Tu madre te dijo que iba a acabar con tu abuelo aunque le costara la vida. Tú me lo dijiste.

—Tienes que declarar. Solo tú sabes la verdad. Solo tú puedes denunciar a tu abuelo. Lo que te ha hecho, lo que te sigue haciendo. No quieres librarte de él? Quieres seguí así?

—Pero... Es que... No, no quiero, pero...

LaMatta y la policia irrumpen en la habitación. Inés ha hecho saltar alguna alarma, si no, no se explica la rapidez de su llegada.

—Sra. Torrente, su atrevimiento no parece tener limites. Candy, ven conmigo.

—Abuelo no, no.

—Que vengas, he dicho. Olivares, haga su trabajo.

Mientras Inés es conducida a los calabozos de la Central de seguridad, en el sótano de la mansión Lamatta, Maky bajo las órdenes del Senador, azota cruelmente a Candy. 

—Te prohibí hablar con ella. Te lo prohibí.

—Maky, veinte latigazos

La fusta arranca astillas de carne de la sufrida espalda de la adolescente bajo los duros latigazos. Al doceavo Candy pierde el conocimiento.

—ya basta

Inés lleva ya 24 horas en los calabozos de la Brigada Central de Seguridad. Mag ha conseguido permiso para verla.

—Te van a retener las 72 h. Después te llevaran ante el juez. Me ha dicho Saint que te acusarán de allanamiento, injurias y a saber qué más. Pudiste hablar con la niña?

—Si, y creo que le he creado dudas. Se la llevó LaMatta a la fuerza. Temo por ella Mag. ¿Has podido averiguar más?

—No Inés, no hay nada. Le pregunté a Sam y no te conoce, lo siento.

Inés captó inmediatamente a Mag.  Podían estar siendo grabadas.

—Vete Mag, ya no puedes hacer nada. Gracias por venir.

—Adiós Inés.

Han pasado ya dos días. Estamos en el Penny, y Mag está de cháchara con Sam. Llega Inés

—Hola Mag... Sam...

—Por fin. Vamos. Hay mucho que contar.

Cuando se despiden se dirige a Sam.

—Entonces Sam, acabas a la una y media?

—Sí.

—Aquí estaré. Vendré a recogerte.

Se sientan.

—Mag, vas deprisa, eh?

—La vida es corta. Oye, ¿Como te ha ido con el juez?

—Me han soltado sin más. No sé, me da la impresión de que no quieren que hable por si pillo con un juez quisquilloso.

—Es lógico. he accedido a la ficha de Dora LaMatta, de soltera Dora Ruiz. Es más larga que el Quijote. Empezó con catorce. Detenida varias veces por conducta indecorosa y prostitución. Pasó seis meses en el reformatorio por homicidio involuntario. Cuando salió conoció a un tal Angelo, dueño de una cadena de puticlubs. La tía estaba como un tren y el tío la colocó como puta de lujo en su local más exclusivo. Solo tenía 16 años. En poco tiempo tuvo una clientela selecta, la crem de la crem. En la ficha no aparecen nombres pero...

—LaMatta...

—Lo más probable. El caso es que vete tú a saber como, va y se casa con Marc, el hijo único del senador. El certificado de matrimonio está fechado en las Vegas, así que lo harían en secreto. Imagino que LaMatta debió montar en cólera, pero no pudo hacer nada para remediarlo. He hurgado también en el juzgado. Según la partida de nacimiento, Candy nació solo cinco meses después de casarse sus padres.

—Marc la preñó.

—Pues el joven LaMatta precisamente no. Tuvo paperas a los 20. Entré en su ficha hospitalaria.

—Mag, eres increíble.

—No he terminado. Quien era el padre? Pues pudo ser cualquiera, pero por intuición chafardeé un poco. Resulta que hubo una redada en el Angelo's seis meses antes de la boda y el nombre de Dora o su alias, René, no estaba. Pero es que hubo otras dos anteriores. En una sí la pillaron pero en la siguiente, dos meses después ya no. Me colé en el Ayuntamiento, concretamente en empadronamientos. En el intervalo entre esas dos, Dora cambió de domicilio. Pasó de una dirección en Chueca, un barrio popular, a otra, un coqueto apartamento en la exclusiva Avda.  Reina Letizia. Sabes según catastro quien es el propietario de ese apartamento?

—El senador LaMatta.

—No pero casi... La Sta. Rotermeyer, o sea...

—Dora era la amante de LaMatta

—Y probablemente, el padre de Candy.

—Joder Maggie, qué lío

—Inés... Vamos a tu casa, quieres?

—No has quedado con Sam?

—Hasta la una y media hay muchas horas. Además, lo de Sam es solo sexo. 

—Mag, me muero de ganas de sentir tu cuerpo desnudo, tan blandito, tan acogedor.

—¿Quieres que vayamos dando un paseo?

—Me encantaría

Tres horas después, Inés y Mag están en casa de la primera, tumbadas en la cama y desnudas.

—Ayer me invitó la jueza a cenar a su casa. Pegamos un par de polvetes por los viejos tiempos.

—Menuda marcha llevas.

—No me lo preguntes. También hubo un par de kikis con Manu. Ya sabes que me gustan mucho los chicos. Inés...

—Dime

—Nada comparable a estos ratos contigo.

—Aunque no follemos?

—Aunque no follemos

Se abrazan y vuelven a estar inmóviles una junto a la otra. Mag deposita su mano sobre el muslo de Inés. Su intención sería acariciarlo hasta llegar a su sexo mutilado, pero se reprime. Entonces se produce el milagro. Inés toma su mano y la arrastra hacia donde hubo una especie de pene una vez, un clítoris anormalmente voluminoso, una rara cualidad. Inés nació hermafrodita. Mag acaricia la cicatriz con extrema dulzura y por primera vez ve humedecer sus dedos con efluvios de la vagina, también acariciada. El bulto crece...

—.Mag... me estás excitando

La fiel secretaria se lanza sobre la entrepierna y su boca mastica con delicadeza ese tallo cercenado por los sicarios del marido traicionado. Inés gime por primera vez en mucho tiempo...

Una hora después, Mag abandona la habitación dejando a Inés profundamente dormida. Más tarde, en la oficina. Inés llega con retraso. 

—Hola Mag. Perdona de nuevo.

—Dormiste bien no?

—De maravilla. Gracias a ti

—La que debe dar las gracias soy yo. Oye Inés, importante, en tu mesa tienes un dossier con todo lo que hemos hablado: fotocopias, guión, fotografías... Esta numerado y ordenado. Lo he hecho por si acá. 

—Y ese faenón ¿cuando lo hiciste?

—Anoche. Te dejé dormida y me fui al Penny a por Sam. Cuando terminé con ella me vine a la oficina. Lo he terminado hace una hora.

—No te has acostado entonces? Y tu madre?

—Está mucho mejor. Se quedó mi tía con ella.

—Vete a casa anda, que llevas una vida...

—Movidita y muy divertida.

Llaman a la puerta. Se presenta un policía

—¿Inés Torrente? Traigo una notificación urgente del juzgado de lo penal. Tiene que que comparecer esta misma mañana ante su señoría Kairi Rus.

—Mag, lo sabias verdad?

—Si claro, pero le  prometí no decirte nada.

—Mag... Yo

—Dime

—Te quiero.

—Ojalá fuera verdad. Oye, venga, no hagamos esperar a su señoría. Léete el dossier mientras conduzco.

Dos horas más tarde, Inés sale del edificio de juzgados. Mag la está está esperando

—Como ha ido? Has estado muy poco tiempo.

—Mi intuición me dice que muy bien. Ha tomado nota muy interesada. No sé, ya veremos.

—Genial

—Oye Mag, déjame aquí y te vas a casa a descansar. Estarás hecha polvo.

—ni lo sueñes. ¿Vamos a la playa a pasar el resto del día?

—Si, si es a la nudista.

—En esa estaba pensando je je

Las dos chicas están Tumbadas desnudas tomando unos mojitos

—Mag...

—Dime Inés

—Quieres ser mi socia? Resuelves los casos  prácticamente tú sola.

—Ni hablar. Estoy muy bien así, jefa.

—Cuando todo esto termine... Te llevo una semana donde tú quieras.

—A Roma... Solo cuando dejemos al día el trabajo

—A Roma... Cuando diga la secretaria

Han pasado unas semanas. Enredada en sus habituales casos de infidelidades, la detective Inés Torrente ha recuperado su ritmo normal de trabajo. Llega Inés y encuentra al recién ascendido Manu Saint y Mag que están hablando.

—Hola buenos días Mag... Teniente, qué sorpresa. Enhorabuena por el ascenso.

—Gracias Inés.

—Manu nos trae noticias, Inés.

—Si. Mañana se levanta parcialmente el secreto de sumario y ya lo puedo contar . La jueza ha imputado a LaMatta por asesinato. Ha enviado el suplicatorio al Senado. Además, ha abierto una nueva causa por maltrato. Le retiró la custodia de Candy al declarar ella ratificando tu testimonio. Olivares está suspendido de empleo y sueldo mientras se aclara su participación en los hechos, pero de eso no puedo hablar ahora. Y ya está.

—Y qué va a ocurrir con Candy?

—Al día siguiente de que Vd.  declarara, la jueza fue personalmente a verla acompañada por una asistente social. La niña ratificó todo contra su abuelo . Entonces se quedó en la casa acompañada permanentemente por la asistenta impidiendo que DaMatta pudiera verla. Creo que nombraran un tutor. Por cierto, ella le ha preguntado a la jueza si podría ser Vd. Aceptaría?

—Con mucho gusto.

—Tendría que ir a vivir con ella hasta su mayoría de edad, y recibiría una cuantiosa suma por esa tutoría, pero eso creo que es igual verdad?

Mira a Mag, que asiente

—Porqué no?

—pues me voy, que estoy de servicio. Mag, a las ocho?

—vale guapo. Prepárate que te voy a hacer polvo.

Se ríen sin complejos. El teniente se va. Inés y Mag sonríen.

—creo que nos hemos ganado el sueldo hoy. Pasamos el día de pingo?