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Marta recibe su recompensa

en Confesiones

Durante varios días no pude ver a Marta. Aquella época no era la de hoy, dónde con el móvil tienes la posibilidad de hablar con cualquiera en cualquier momento. Yo no tenía ni móvil, y ella tampoco. No conocía el teléfono de su casa y la única posibilidad de hablar con ella era cara a cara en clase.

Tras la Cremá de la falla, contada en el anterior relato, tanto mi novia como sus amigas se fueron juntas, ya que vivían cerca unas de otras, y yo me fui por mi lado hasta mi casa, que se encontraba en otra dirección, muy sorprendido por lo sucedido. Tened en cuenta que acababa de correrme en medio un montón de gente, al lado de mi novia, gracias a las manos de una de sus amigas.

Ni me lo esperaba, ni sabía cómo responder. Por eso necesitaba hablar con Marta para saber qué iba a pasar ahora.

Sin embargo, ese momento se retrasó. El lunes siguiente comenzaban las clases, dónde coincidía con ella, pero mi novia también asistía a todas ellas, y lo que es peor, muchas veces las dos se saltaban las clases y se iban al bar mientras yo quedaba con mis amigos o me iba a la sala de ordenadores.

Pasaron tres semanas hasta que surgió la oportunidad. Mi novia se puso mala, y me la noche anterior preguntó si tras las clases del día siguiente podía ir a verla a casa.

En principio no había ningún problema, aunque el camino era largo. Primero tenía que coger un autobús urbano, estar casi una hora en él, coger uno interurbano y llegar hasta el pueblo donde vivía ella, tras unos veinte minutos de viaje. Un rollazo el estar sentado tanto tiempo sin nada que hacer.

Por suerte en aquella época solía ir siempre con mochila, y dentro de ella siempre tenía uno o dos novelas, que me permitían pasar largas pausas entre clases, o como ahora, largos caminos en el autobús. Así que subo, pago el billete y me siento en la última fila, esperando que nadie me molestase mientras leía.

Pero no duró mucho. Cuando llevaba unos cinco minutos leyendo, noto que alguien se sienta a mi lado. También es mala suerte, pienso. El autobús casi vacío y no se le ocurre otra cosa que sentarse junto a mi. Podía dejarme leer tranq... y al levantar la mirada me doy cuenta de que la chica que estaba a mi lado era Marta.

Tanto tiempo queriendo hablar con ella, imaginar miles de polvos, y al verla sonreír me quedo en shock.

Marta era una chica de mi edad, bastante gordita y de voz intensa. Vestía siempre de negro, y le encantaba la música heavy. No era lo que se dice una belleza, pero con ella te reías continuamente, y cuando coincidíamos nos pasábamos el esto tirandonos pullas. Pero claro, si masturbas a un tío, esa relación suele cambiar un poco.

Y así fue. Yo me quedé embobado mirándola, intentando decirle una frase ingeniosa que hiciese que nos riesemos, pero nada me venía a la mente, cosa que ella aprovecho para sentarse.

- Hola

- ‎Hola

- ‎¿Donde vas?

- ‎A casa, ¿y tú?

- ‎A casa de Nuria (mi novia)

- ‎Ah, que bien, pues entonces vamos juntos.

Ya he comentado que Marta vivía cerca de Nuria, así que durante todo el camino íbamos a ir juntos. ¿No buscaba un momento para hablar con ella? Pues ahí estaba.

Empezamos a hablar de cosas superfluas. Qué si las clases, que si las vacaciones de Pascua que se acercaban, etc, etc. Ella no decía nada, y yo estaba muy nervioso, así que me decidí.

- ¿Puedo preguntarte una cosa?

- ‎Claro

- ‎¿Por qué lo hiciste?

Marta espero unos segundos, mientras desviaba la mirada y encogía los hombros.

- No lo se. Me apetecía hacerlo. ¿No te gustó?

- ‎Si, pero me dejó muy descolocado. Y no sé cómo nos atrevimos.

- ‎No lo tenía pensado, pero me puse muy caliente cuando noté tu polla en mi culo, y como vi que no te molestaba decidí continuar. La verdad es que si hubiera podido te habría follado allí mismo.

Yo no recuerdo que iba a contestar. Sus palabras me habían paralizado y no podía pensar en otra cosa. Había dicho polla (mi polla), culo, y que me habría follado. Tenia una erección de caballo.

- ¿Estabas muy caliente?

- Estaba muy mojada, si.

- ‎¿Por mí?

- ‎Por tu polla y por el roce.

- ‎¿Por mi polla?- no me di cuenta, pero al decirlo, en un gesto involuntario, me había llevado la mano al paquete. Al tener la erección estaba incómodo dentro del pantalon, y necesitaba recolocarmela.

- ‎Si, por tu polla.- contestó mientras miraba como me manipulaba la polla por encima de la tela, mientras se mordía el labio en un gesto inconsciente.

- Uff, me estoy calentando de nuevo.- dijo mientras se aireaba con la mano.

- ‎¿Estas caliente ahora?

- ‎Si. ¿Quieres verlo?

- ‎Pues claro.

Marta se sentó todo lo comoda que podía sentarse en un asiento de autobús urbano. Se hecho un poco para atrás y abrió las piernas. - Toca.

- ¿Cómo?- conteste azorado.

- ‎Que toques.- dijo riendo, como si lo que hubiera dicho fuera lo más normal del mundo y yo un exagerado. Así que adelante los dedos y rocé la tela de su entrepierna.

Estaba muy caliente y húmeda de sudor. Marta dejo salir un suspiro suave. Yo presione un poco, y Marta volvió a suspirar, abriendo un poco las piernas.

Bajé la mano por el coño hasta el culo, por encima de la tela. Estaba muy caliente, por el roce de las piernas entre sí, y aunque la tela vaquera no dejaba pasar casi el tacto, Marta gemía bajito, disfrutando de las caricias.

El autobús eligió ese momento para ponerse en marcha. Por suerte no había subido casi gente, y la persona más cercana era una señora que se encontraba a dos asientos de distancia delante de nosotros.

Yo era cada vez más intrepido. Lo que comenzaron siendo caricias por encima de la ropa pasaron a ser presiones por la misma. El pantalón, de húmedo del sudor comenzó a mojarse realmente con los flujos del coño, y un aroma a sexo intenso empezó a extenderse por nuestra zona.

Mientras tanto con la otra mano comencé a acariciar el pecho. Primero por encima de la tela del sujetador, y en un momento en el que se descuido y pude desabrocharselo, por dentro. Acariciando por debajo del pecho, acariciando su pezón. Alrededor de su pezón. Con suaves caricias o incluso suavemente con las uñas.

Entonces subí la mano del coño. Intenté meterla por el borde del pantalon, pero no pude. No me cabía, teniendo en cuenta la postura en la que estábamos. Marta apartó la mano, respiró hondo y se bajó la bragueta.

Me cogió la mano. Pero no la que tenia junto a su coño, sino la del pecho. La saco de la blusa, y mientras con una mano separaba el borde de las bragas que se veían en la bragueta abierta, con la otra me llevaba mi mano al borde, dónde comenzaba a notar el bello de su coño. Abrió las piernas, empujó mi mano y me cogió del brazo.

La postura era muy cómoda. Los dos estábamos mirando hacia delante, mientras mi mano derecha estaba dentro de sus bragas y ella me cogía el brazo como un par de enamorados.

Sólo que mi mano estaba en el cielo. Habiendo pasado el pubis, mis dedos, mojados completamente, jugaban con los labios, acariciándolos, frotándolos, introduciéndose en el coño. Marta suspiraba debes en cuando, y otras veces me mordía el hombro para no gemir y que le oyesen. Entraba y salía de su interior, cada vez más mojado. Notaba como respondía a mis caricias, como algunos movimientos le hacian saltar de placer, como pequeños espasmos.

De repente comenzó a temblar y a abrazarse a mi brazo con todas sus fuerza. Se estaba corriendo. Y continuó así hasta que poco a poco se le fue pasando el placer.

Cuando llegamos al destino, ya se había recompuesto la ropa y me había chupado los dedos de la mano, para que mi novia no sospechase de mi. Yo estaba a punto de correrme, pero no podíamos hacer nada y lo sabíamos... así que quedamos en solucionarlo más adelante.

Al llegar al pueblo de mi novia, cada uno se dirigió a un destino.

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