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Camila y sus sobrinos en la playa I

en Hetero: General

Camila tenía por entonces a dos sobrinos en su casa de verano. Esa situación le incomodaba porque tuvo que ralentizar su actividad favorita por un tiempo, al menos en su casa. Se trataban de Panchito y Sarita, hijos de una prima suya y que apenas los había visto desde que eran chicos. Ahora eran universitarios y se habían tomado la estancia en la costa como unas vacaciones totales para ellos. Así que ellos hacían su vida por un lado y Camila por otro, aunque con cierta armonía cuando estaban en la casa e incluso a veces iban juntos a la playa.

 

Un día, Camila llegó a una hora distinta de lo habitual. Sabía que había alguien en la casa porque la puerta no tenía la llave echada, y había un silencio fuera de lo común. Se paró un momento y se dio cuenta que no estaba realmente en silencio, se escuchaba un ligero roce en algún lugar de la casa. Se descalzó y avanzó sigilosamente hacia el lugar de donde procedía el sonido. Se encontró a Sarita en el pasillo, mirando absorta a través de una puerta entreabierta. Llevaba la ropa habitual que se ponía en casa: unos shorts elásticos muy ceñidos y la parte superior del bikini bajo una camiseta de tirantes. Tenía un cuerpo con cierto exceso de grasa, pero prieto. Sus pechos voluminosos eran aún firmes, lucía una cintura relativamente estrecha, con algo de barriguita, y unos glúteos y muslos más a corde con sus senos. Su cara era redonda, con unos mofletitos que escoltaban una boca carnosa y unos ojos marrón claro que contrastaban con su pelo negro. Estaba un poco de lado y no se dio cuenta de la presencia de Camila. Llevaba el bikini desabrochado y se le había levantado unos centímetros, por lo que los pezones estaban marcando su camiseta. Con una mano se estaba pellizcando uno de ellos, mientras que la otra la tenía dentro de su short, en un frenesí de frotamiento que hacía que el pantalón tensara y destensara el culo de la chica. La boca estaba totalmente abierta, intentando así que el aire saliese y entrase sin hacer el menor ruido, pero a ojos de Camila parecía que los labios carnosos fueran a recibir de un momento a otro algo que Sarita anhelaba con ardor. Como se le secaba la boca en ese gesto, acabó llevándose la lengua al labio superior, pasándola de un lado a otro lentamente. Esto hizo que a Camila casi se le escapase un suspiro.

 

Camila se puso de manera que Sarita no la descubriese si se daba la vuelta y con una mano bajo su falda, y masturbándose al compás de su sobrina, permaneció observándola. Sarita estaba tocándose el clítorix con violencia, como queriendo llegar al orgasmo y terminar pronto, pero Camila se la imaginaba de otra forma, con el short bajado hasta las piernas, mostrando un culo empinado, mientras se metía el anular y el medio hasta el fondo de su vagina. Con el ritmo que llevaba, Sarita apenas tardó en llegar al clímax, dando pequeñas convulsiones y, para regocijo de Camila, al sacarse la mano de los pantaloncitos se chupó sus dedos mojados. Mientras saboreaba sus jugos no quitaba ojo de lo que ocurría al otro lado de la puerta, y acabó metiéndose la otra mano dentro de sus braguitas. Camila se corrío viendo a Sarita hacerse esa autofelación. La sobrina decidió terminar entonces su momento de placer y se dirigió al baño, en dirección contraria de donde estaba Camila, y al poco empezó a circular el agua caliente.

 

Camila tenía poco tiempo para ver el origen del deseo de Sarita, así que se acercó a la puerta. Por la diminuta rendija vio a su sobrino casi de espaldas, de pie al borde de la cama, follándose a una joven que estaba colocada a cuatro patas. Camila se hizo un análisis de situación. Panchito tenía una polla enorme, tan enorme que cuando entraba en la vagina de la muchacha el sexo apenas le hacía hueco, tan enorme que el ano de la chica estaba muy abierto, como si hubiese acabao de recibir una embestida de Panchito. Camila se montó una película de lo que había sucedido con Sarita: se había estado masturbando mientras veía a su hermano sodomizar a la muchacha, corriéndose mientras esa gran polla entraba y salía del culo de la chica. También se imaginó que Sarita se chupaba los dedos mientras la chica limpiaba el rabo de su hermano con la boca, antes de que éste lo metiera por su vulva. Y si no ocurrió así, a Camila le fue indiferente. Lo que le quedó claro fue la masturbación de una y de que el otro dejase una rendija sabiendo que había alguien en la casa. El subconsciente es como es, y el de Panchito le diría que dejase la puerta así para saber si entraba alguien en la casa, pero seguramente, en algún momento del acto sexual, esa puerta abierta aportaba un toque morboso al frenesí, un añadido en el que Sarita o Camila, o las dos, formaban parte de la fantasía del chico y de su amiga. Esto hizo que Camila idease un plan.

 

Camila solía llevar un poncho muy fresco cuando estaba en su casa de verano, pero desde que ocurrió el incidente se ponía un vestido sencillo, cerrado por unos botones en la parte delantera, ceñido por la cintura y que le llegaba unos dedos más arriba de las rodillas. En esos días tuvo el cuidado de mover la falda al andar, lo justo para que Panchito la mirara, y siempre encontraba una postura en la que podía lucir sus piernas. Tambíen cuidaba de llevar el último botón del escote siempre abierto para que el canalillo destacase sus pechos. La tarde anterior, con los tres en la playa, Camila fue a buscar el protector solar en el bolso, que casualmente estaba junto a Panchito, y se puso a cuatro patas sobre él buscando la crema. También casualmente el bikini estaba mal colocado, y uno de sus pezones se salió, acabando a unos centímetros de la cara de Panchito. Camila pudo ver cómo el chico tuvo una erección.

 

Al día siguiente, estando los tres en la casa, Sarita dijo que se iba a la playa. Panchito estaba viendo la tele y no quiso acompañarla. En el salón había un feo aparador con espejo cerca del televisor y esto le iba a servir a Camila en su plan. Entró en la habitación su vestido habitual y Panchito tuvo el acto reflejo de mirarle las piernas, señal de que los mensajes subliminales habían hecho su efecto. Le preguntó a Panchito si no quería ir a la playa continuando con una conversación liviana y, mientras hablaba, no dejaba de llevarse la mano a la altura del pecho, subiendo y bajando, gesticulando, rozando el escote, hasta que el siguiente botón del escote se salió del ojal. El vestido se abrió un poco, pero de golpe, y no pasó desapercibido a Panchito porque volvió a tener una pequeña erección como en la playa. Camila hizo como si no la viese y lo mantuvo en esa conversación estéril mientras no dejaba de mirar hacia los lados, ocasión que él aprovechaba para acabar desviando la vista hacia sus pechos. Estando Panchito en el estado que ella quería, se volvió al aparador y empezó a ordenar los cajones.

 

Panchito la veía de espaldas, un tanto agachada urgando en los cajones, con la falda llegándole muy arriba de los muslos, las piernas un tanto abiertas y a través del espejo veía sus modelados pechos queriendo salir de su escote. La erección ya no se podía ocultar. Lo prudente hubiese sido irse, pero la curiosidad y el deseo lo mantuvieron en el sofá, cediendo al impulso de tocarse ligeramente el pene... un poco... lo justo para que Camila lo viese.

 

—Panchito, Dios mío —le hablaba a través del espejo, mientras se bajaba lo que podía la falda—. ¿Qué estás haciendo? —estaba como sorprendida y apurada, sacando a su mejor actriz. Seguía sin girarse. Se tocó la parte de atrás de la falda y puso cara de culpabilidad—. Vaya, lo siento, creo que la falda es demasiado corta... —pero esto lo dijo con las manos cerca de sus nalgas—. Siento haberte hecho pasar por esto. Debes verme como una vieja que lleva ropa inapropiada—. Camila sabía que no era tan mayor y lo sexy que se ponía por cada centímetro de su piel dejaba al aire.

 

—Lo sento Camila, perdona. ¡Pero no eres una vieja! —Camila sabía que el calentón del muchacho había que reactivarlo.

 

—Te vas a creer que soy una leona de esas.

 

—Ja ja ja, ¿una cougar? todavía eres muy joven. No entrarías ni en la categoría MILF

 

—¿MILF?

 

—Sí, eso de Madres que les gustan follar —eso lo dijo con un tono de importancia, de desafío. Camila puso cara de sorprendida, pero sabiendo que cuando él dijo follar, volvío a tener el pene más duro.

 

—Me sigue dando vergüenza esto. Ya no tengo las piernas de una niña de 19 años.

—esa era la edad de Sarita, pues Carmina no daba puntada sin hilo—. Jamás pensé en que pudiese crear ese efecto en ti.

 

Eso lo decía inocentemente desde el aparador, se había dado la vuelta y el vestido le había quedado subido por atrás, dejando sus piernas más a la vista. Tampoco hizo nada por abrocharse el botón que estaba suelto y tampoco dejaba de hablar subiendo y bajando la mano hacia su escote. Sonrió inocentemente, como si quisiese cambiar de tema.

 

—Jamás pensé verte tocándote... —se quedó mirando fijamente el miembro creciente de Panchito, puso una sonrisa forzada— ...y menos por mi. ¿Ya te habías tocado antes? —Panchito se sonrojó— ¿...pensando en mí?

 

Panchito mantuvo un silencio acusador.

 

— Cuéntame —el tono era concilidador, pero con las piernas a la vista, y ese escote, a Panchito no le llegaba la sangre al cerebro.

 

—Llevo unos días que no puedo dejar de mirarte, tus piernas, las quiero tocar cuando pasas tan cerca. Tus pechos, en ese bikini, en la playa... cuando estamos aquí...

 

Camila lo cortó.

 

—¿Pero te has tocado antes? —esto lo preguntó seria, sabiendo lo que iba a oír.

 

—Desde hace varios días. Ayer me masturbé dos veces pensando en ti. Me obsesiona tu cuerpo.

 

—¡Pero casi tengo la edad de tu madre!

 

—Eres muy sexy, Camila, estás realmente buena, me pones muy cachondo y pienso en ti a todas horas. En la playa me gusta cómo se te pega el bikini a los pechos mojados. Te vi un pezón y...

 

El bikini amarillo que llevaba Camila hacía ese efecto. Cuando se mojaba transparentaba bastante, mostrando cada pliegue de su cuerpo. Ella se acercó y se puso frente a él colocando las piernas de la forma más sexy que pudo.

 

—¿Y qué puedo hacer ahora contigo, Panchito?

 

Y si Panchito no estaba todavía lanzado, Camila terminó la frase mirando su polla. El le cogió la mano y la puso sobre su verga.

 

—Mira, está así de dura por ti.

 

Camila se mostró muy ofuscada, pero no apartó la mano. Panchito empezó a mover la mano de ella a lo largo de su verga.

 

— ¿Qué haces? —decía una cosa y hacía otra, pues se puso de rodillas frente a él—. Tienes la polla muy dura... y es muy grande.

 

La mano de él, aún sobre ella, ya no dirigía el movimiento.

 

— Tú me la pones así de grande —Camila seguía el frotamiento mientras miraba hipnotizada el miembro.

 

—¿Yo?

 

Camila ya tenía a Panchito en el sitio que quería. Dejó de tocarlo.

 

—Esto no puede ser... no sé que pensar...

 

Camila se echó un poco para atrás y Panchito se abrió los pantalones y sacó el pene en toda su extensión. Camila hizo como si no viese uno de esos en mucho tiempo.

 

—Míra cómo está, cómo has hecho que esté. Me has puesto a cien, me va a estallar, Camila.

 

—¡Es enorme! No es una talla normal. —Camila seguía sin moverse—. No he visto una así en mi vida, esto esto es tan embarazoso...

 

Camila sabía que Panchito no oía una palabra, que sólo veía sus labios moverse muy cerca de su rabo.

 

—Pero es tan grande...

 

Le cogió el pene como la que sostiene un vaso, tocándolo con curiosidad, sosteniéndolo con suavidad con las palmas de las manos, manejándolo con apenas dos dedos viendo su consistencia. Una vez satisfecha su aparente curiosidad, lo soltó.

 

—Por favor, Camila, estoy muy salido, no me dejes así. Hazme ese favor.

 

Camila, volviendo a tocarle la polla de esa forma tan indiferente, se tomó su tiempo en contestar.

 

—Bueno, comprende que eres el hijo de mi prima...

 

—Por favor, sólo te pido que me hagas una paja. Por favor.

 

Mientras Camila balanceaba el pene, puso cara de sorprendida y negó con la cabeza.

 

—¡No me puedes dejar así!

 

—Pobrecito... —Camila le agarró el rabo con más fuerza y empezó a moverlo por toda su longitud con lentitud— ...pbre chico —repitió con sorna.

 

Cerró el puño en la base del pene, luego abrió la mano y subió volviendo a apretar un poco, y lo hizo una tercera vez, llegando al capullo. Estaba midiendo el tamaño y la dureza, manteniendo una sonrisa lasciva que no le permitía cerrar la boca— ¡guau! — lo miró con un velado asombro. Siguió masturbándolo con parsimonia.

 

—Quiero decirte que no podía seguir así en esta casa, era verte y...

 

—Shhhh, lo entiendo, lo entiendo, shhhh —Camila seguía frente a él de rodillas, moviendo la mano sonriendo, con la mirada fija en la polla, como si Panchito no estuviese. De pronto sonrió, le bajó un poco más los pantalones y le sacó los testículos, cogiéndoselos.

 

—Vaya, estos huevos deben están llenos.

 

El tono de Camila se hacía cada vez más sexy, y se iba acercando más a él. Le acarició el escroto mientras movía su polla, lo miró a los ojos.

 

—Tu polla es asombrosa —y empezó a masturbarlo con las dos manos.

 

Se colocó con una rodilla en el suelo y la otra pegada a la de él, obligándolo a tener las piernas abiertas. No era una postura muy cómoda para ella, pero así él podía verle bien las braguitas y ella se hacía un hueco frente a él. Empezó a masturbarlo con más rapidez, manteniendo un contacto contínuo con esa polla tan dura. Camila ya estaba muy cachonda también.

 

—Está muy dura —repetía casi sin aire.

 

Bajó el ritmo y le dijo mientras le acariciaba el escroto.

 

—Ya está bien. Tú también puedes masturbarte. —y dejó de pajearlo pero sin soltar la verga.

 

—Por favor, Camila...

 

—Pero tendrás que mantenerlo en secreto y me deberás un favor, un favor que me voy a cobrar.

 

—Sí, sí —la mano de Camila volvía a mover aquella polla con decisión.

 

—Luego se lo contarás a tu hermana, seguro.

 

—No, mantendré el secreto.

 

Empezó a masturbarlo a dos manos con más brío.

 

—Qué polla más grande, seguro ha abierto más de un chochete. —eso lo dijo simulando con las palmas de las manos una vagina abriéndose paso por el pene. Camila tenía que reconocer que pocas veces había tenido algo así entre manos. Siguió con su papel— ha sido una sorpresa saber que te ponía tan cachondo, que no dejabas de mirarme, que te hiciese ese efecto este vestido, que te gustase mis piernas...

 

Ella lo miraba con una sonrisa condescendiente y el miró su escote. ¡Deseaba tanto esas tetas! Camila lo miró con reproche, y con habilidad se sacó un pecho con una mano mientras la otra seguía masturbando.

 

—Esto es un error —dijo con una sonrisa picarona mientras se acarició sutilmente el pezón—. ¿Fue esto lo que viste en la playa? —Se acercó mucho a él y pasó la polla por su pezón para que él notase cómo se iba endurenciendo— ¿Quieres ver el otro?

 

—Sí.

 

Camila se quedó quieta, esperando algo.

 

—Sí, por favor —suplicó.

 

Se apartó y terminó de desabrocharse los botones y dejó caer el vestido, que quedó sujeto por su cintura. Los pechos eran perfectos, mejor de lo que Panchito se había imaginado. Ella se acercó y volvió a masturbarlo con ambas manos, acariciando cada pliegue, pero esta vez los pechos, ya libres se movían a cada movimiento que hacía Camila.

 

—Está tan dura, y es tan grande... me encanta tenerla en mis manos. ¿Te gusta así? —dijo aumentando el ritmo.

 

—Sí... —apenas le salía la voz.

 

Le siguió masturbando mientras lo torturaba.

 

—¿Has fantaseado que introduciás esto en mi coño?

 

—Sí...

 

—¿Que me penetrabas con tu gran polla?

 

—Sí... cada vez que me masturbaba. —La polla estaba muy hinchada—. Pensaba en meterla en tu boca, en tu culo...

 

Camila lo miró incrédula.

 

—Pero es muy grande...

 

—En todos tus agujeros...

 

Camila se lamió la palma de la mano y le pajeó el glande.

 

—¿Qué miedo, no? ¿en mi culo? ¿es muy grande, no? — lo miró en silencio mientras seguía el masaje—. Pienso en este nabo enorme dentro de mi coño, entrando y saliendo mientras estas pelotas golpean mi culo... mmm... fuerte... dentro y fuera... —Panchito estaba a punto eyacular—. Esto es un secreto ¿verdad? —Panchito asintió —. ¿Hablas de sexo con tu hermana?

 

—No... no mucho... pero dice que eres muy sexy, también opina que tienes un cuerpo perfecto.

 

—¿También fantaseas con ella?

 

—¡No!

 

—¿Y ella contigo? —Panchito la miró extrañado, con la polla a punto de estallar.

 

Camila se puso el glande dentro de la boca, mientras seguía a dos manos. Se podía haber metido todo el miembro, tenía unas ganas locas de follar, pero se contuvo. Panchito, en cambio, estaba a punto de venirse.

 

—Dímelo, ¿alguna vez has pensado en ella al pajearte, que te hacía esto? —y esta vez sí se metió la polla hasta la garganta. Panchito contenía la respiración.

 

—Sí... —volvió a chuparle el glande.

 

—Que le metes la polla por el culo...

 

—Sí... —esta vez se metió toda la verga en la boca. Panchito jamás pensó en el placer que le daba hablar así de su hermana mientras estaba a punto de correrse.

 

—¿Te quieres correr en mi boca?

 

—Sí...

 

—¿En la de Sarita?

 

—¡No...! —Camila se metió la polla hasta el fondo de su garganta y más allá, sacándola y dejando al pene inmóvil. Panchito reaccionó— ¡Sí, me quiero correr en su boca!

 

—Dilo mientras me trago tu semen.

 

—¿El qué?

 

La boca de Camila chupaba aquel pene a punto de estallar.

 

—Que te quieres follar a Sarita. !Dilo!

 

Abrió la boca y dejó que viese cómo estaba preparada para tragar su corrida.

 

—¡Me quiero follar a Sarita!

 

Tras un breve movimiento de manos, Camila dejó que entrara la primera descarga de leche, tragándosela con rapidez mientras continuaba moviendo la polla. Siguió hablando con los labios pegados al glande mientras seguía saliendo semen.

 

—¡Más!

 

—Quiero que me coma la polla, metérsela por el culo...

 

Camila iba pasando la lengua por las gotas de semen que resbalaban del pollón de Panchito, dejando el puño de forma que el pulgar retuviese aún algo de leche. Pasó la punta de la lengua rodeando esa rudimentaria copa.

 

—Piensa que soy Sarita, ¿qué le dirías ahora?

 

—Trágate la polla.

 

Y Camila, que llevaba un rato frotándose la pipa, se corrió con gusto mientras acercaba su boca al resto de semen que retenía en el capullo, sorbiéndolo con lentitud, abriendo la boca al terminar, manteniendo su lengua en contacto con el glande. Se introdujo el falo todo lo que pudo. Mientras sujetaba la polla con las dos manos, se sacó el miembro y mirándolo con reproche le dijo:

 

—¿Y a mí no me follas? demasiado vieja para ti...

 

Camila se levantó. Miraba a Panchito mientras se colocaba el vestido, con algo de semen junto al labio.

 

—Ahora quiero que te vayas. No quiero verte por casa hasta la noche.

 

 

[Sigue]