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Marcos se ha marchado pero va a volver

en Trios

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- Para saber quién es Marcos: https://www.todorelatos.com/relato/140941/

Tras un mes de exámenes y una semana encerrada en casa corrigiéndolos, salí de la rutina para darme cuenta de que el verano había llegado para quedarse definitivamente aquel año. Colgué las notas en el departamento, envié los formularios y me fui de vacaciones a Sri Lanka durante dos semanas buscando reconfortarme en el intenso verdor de la selva y la relajación de practicar yoga cinco horas al día.

Cuando volví tenía una energía más o menos renovada. Durante las vacaciones había intentado evadirme de lo que pasó en aquel baño, y sacar la culpabilidad que sentía a base de meditación y ejercicio físico, sin embargo cada vez que venían a mi mente los recuerdos de aquel polvo notaba cómo mis bragas se humedecían y mi clítoris palpitaba. Dos meses, unos exámenes y unas vacaciones en el paraíso no habían conseguido borrar la intensidad con la que venía a mi mente la medio sonrisa de Marcos, su pene, sus embestidas, su semen en mi garganta.

Al llegar a casa colgué las llaves y dejé la maleta en la habitación. Me miré al espejo. Necesitaba una ducha. Dejé que el vestido cayera al suelo, me desabroché el sujetador y me quité el tanga. Me miré de nuevo al espejo observándome sin ropa. Pensé que habían sido dos semanas sin sexo pero que por lo menos el yoga había dado sus frutos. Me giré para comprobar con mi reflejo que mi culo seguía redondo y en su sitio y me metí en la ducha pensando si debía activar de nuevo la cuenta de Tinder. Fue una ducha más larga de lo que mi ética me dejará reconocer, pero necesitaba dejar correr el agua por mi cuerpo. Esa ducha me cambió el humor. Quizás fue el discurrir del agua que caía de la cabeza a los pies, o quizás el ritual de enjabonarme de la cabeza a los pies frotando suavemente con la esponja que me relajó y me excitó, o tal vez fue la música de fondo que me acompañaba. El caso es que cuando me di cuenta estaba súper excitada, me tocaba los pechos y disfrutaba con el chorro de agua en mi clítoris mientras me metía dos dedos. Joder, dos semanas y parecía que llevara una año sin tocarme.

Decidí no acabar para disfrutar un poco más fuera de la ducha. Me enjaboné de nuevo, me aclaré y salí de la ducha. Al secarme me di cuenta de que tenía los pezones durísimos. Miré en el armario y me decidí por una camiseta de tirantes de licra que se me pegaba a la piel y un culote. Puse el aire acondicionado un poco porque el calor me parecía insoportable y cogí el ordenador. Me tumbé en el sofá con la maravillosa satisfacción de sentirme en casa. Abrí el ordenador y google chrome apareció en la última pestaña que había dejado abierta, el email del trabajo. Tenía 388 correos acumulados. ¡388! Pero hombre, que es verano, que estamos de vacaciones. Repasé la lista de los emails por encima. Mierda de adicción al trabajo. Dentro de mí sentí un poco de decepción al no encontrar ningún mensaje de Marcos preguntando por la asignatura, o comentando las notas. Marcos. Volví a sentirme súper cachonda. Un crío de 22 me ponía más cachonda que cualquier tío que haya conocido en Tinder o en un bar.

Me recosté más en el sofá y empecé a recordar aquel día en el baño. Se me erizó toda la piel. Me empecé a tocar el pecho izquierdo y a jugar con mi clítoris. Recordé cómo quería que me viera desnuda para que su pene se pusiera duro. Me quité la camiseta y aparté el culote para dejar a la vista mi bulba y me metí dos dedos formando un triángulo. Era como si sintiera otra vez cómo me cogía de las caderas para penetrarme. Sin ser muy consciente aceleré un poco el ritmo, y empecé a mover las caderas para acompañar la penetración de mis dedos. Estaba súper cachonda, me di cuenta de que estaba apretando tanto los músculos internos de la vagina que apenas podía mover ya los dedos.

Me acordé del regalo de Alma y fui a buscarlo a la habitación. Me recosté de nuevo en el sofá esta vez con el pene de silicona con vibración en mano. Joder, no lo recordaba tan grande. Jugué un poco con él frotándolo por mis labios y mi ano con la vibración al máximo. Lo lubriqué un poco, me puse con el culo en pompa y me introduje la puntita en el ano mientras me tocaba el clítoris con rápidos movimientos circulares. Si no fuera tan grande.. me apetecía mucho que me follaran el culo. Ya. Necesitaba metérmela ya. Me recosté de nuevo en el sofá, le quité la vibración y me la introduje en la vagina moviéndola frenéticamente mientras apretaba con fuerza dentro y me apretaba el clítoris. Marcos. Con su pene en mi mente llegué a un orgasmo intenso que se llevó toda mi energía.

No se si había pasado sólo media hora o dos horas, pero cuando me desperté era ya de noche. Mi móvil vibraba. Era Alma.

- ¡Hola!

- ¡Mariam! ¿Dónde coño te metes? He tenido un día de mierda, y necesito una cerve. ¿Te paso a buscar en 15 minutos, y vamos al O’neills?.

- No, tía, que hoy hay intercambio y está lleno de universitarios.

- ¿Qué más te da? Venga, va. 15 minutos.

Y colgó. Así. Como siempre me dejó con la palabra en la boca. Cerveza. Mi mente se empezaba a despertar ¿15 minutos?, joder, ¿en serio? Otra ducha.

En los 5 minutos que me quedaban me puse unos vaqueros cortos, una camiseta de tirantes y unas deportivas y me recogí el pelo en un moño despeinado,  total, íbamos aquí al lado. Alma llegó puntualísima aporreando la puerta y nos dirigimos a O’neills.

- Te veo estresadísima, tía.

- ¿Estresada? Lo que llevo es un cabreo encima que no me aguanto ni yo.

- joder, qué bien… qué gran noche vamos a pasar..

- no, tía, que con la cerveza y después de despotricar un poco se me pasa.

Llegamos al bar y tras dos horas de reloj de soltar literalmente mierda (de forma muy fina, eso sí, como Alma es) cambiamos de tema.

- Tía ¿qué tal tus vacaciones? Perdona, que se me ha ido la olla con todo lo del trabajo y ni te he preguntado. ¿Cuándo volviste?

- Hoy por la tarde.

- ¿Hoy? Pensé que hace unos días. Tienes que estar reventada.

- Bueno, intento no pensar que podría estar durmiendo ahora mismo y centrarme en terminarme la “tercera” cerveza – le dije un poco en coña, pensando que ya sabía yo que no iba a ser sólo una. - La verdad es que he desconectado muchísimo y me he pasado el día haciendo yoga.

- Tía, perdona por cortarte pero es que hay un chico allí que no deja de mirarnos. Me está poniendo nerviosa.

Me volví, y allí estaba Marcos rodeado de sus compañeros de clase. Algunos mis estudiantes. Buenos, muchos. Mierda.

- ¿Me ha visto?

- ¿Quién?

- Nadie.

Instintivamente me tapé la cara por el lado izquierdo con la mano abierta, como si eso me fuera a hacer invisible.

- ¿Qué estás haciendo Mariam?

- ¿Yo? Nada.

- Ah, ¿son estudiantes de la uni? ¿por eso están mirando?

- Eh, sí, creo que son estudiantes.

- Pues hay uno que está buenísimo. ¿Por qué no les dices que se sienten?

- Eh, NO.

- Espera que voy yo.

La fulminé con la mirada. No quería dar un espectáculo e intentar detenerla, porque a parte de no hacerle cambiar de idea, sólo me pondría más en evidencia. Hice una nota mental: devolvérsela de una forma terrible y dolorosa. Se que Alma no era consciente de las consecuencias que iba a tener el invitarlos, así que en parte no puedo culparla del todo, pero si sólo me escuchara de vez en cuando…

La vi hablar con todos, especialmente con un chico que no conocía, pero parecía mayor que ellos. Aparentemente el que estaba buenísimo. Vi que Marcos se acercaba.

- ¡Hola!

- ¡Hola! ¿qué tal?

- Bien. Hace mucho tiempo que no nos vemos.

- Sí, desde el examen.

- ¿Qué tal las vacaciones? Alma ha dicho que has estado en Sri Lanka.

- Sí… dos semanas. Se me ha hecho corto, pero muy bien.

- ¡Qué suerte! Yo no he salido de la ciudad. ¿te importa que me siente?

Podría haber dicho que no, que en realidad estábamos yéndonos, y marcharme. Miré a Alma. Estaba enzarzada en una conversación (flirteo) con aquel tipo desconocido. Dudé. ¿La dejo sola? Lleva ya tres cervezas, pero sabe cuidarse sola. O no.

- Claro, siéntate.

- ¿Y qué has hecho de vacaciones? Estás morena.

- Bueno, principalmente yoga y tomar el sol en playas desiertas.

- ¿desnuda?

La pregunta me cogió desprevenida e intenté salir del paso como pude.

- Digamos que no tengo marcas del sol.

Marcos sonrió girando la cabeza hacia un lado y elevando los ojos levemente. Pareció estar satisfecho con la respuesta.

- ¿Por qué preguntas?

- No, por nada. Pareces de las que vas a playas nudistas.

- Ah, ¿hay un perfil de personas para eso?

- No se, en mí cabeza sí. Aunque últimamente estás acaparando todo el espacio.

- ¿Perdón?

Le miré con cara de no te pases, estamos en un bar. Se rió, y me miró como retándome. Me dio la risa.

- Venga, va, te invito a una pinta.

- No, pago…

Se alejó hacia la barra. Segunda vez que me dejan con la palabra en la boca hoy. Qué gran día..

Alma y el por ahora desconocido se acercaron. Me lo presentó. Se llamaba Carlos, tenía 29 años y era fisioterapeuta en una clínica local. También vino a la mesa otra chica amiga de Carlos, Elena. Tenía 27 años y trabajaba en una empresa de diseño gráfico de la cual tampoco recuerdo el nombre. Hablamos de cosas intranscendentes y me dijeron que querían ir a casa de Alma a seguir de birras.

- Yo paso.

- No, venga tía, vente, va a ser divertido.

- Me acaban de pedir una cerveza.

- Vale, nos la terminamos entre todos y movemos.

Liada. Las cervezas duraron 10 minutos, y salimos del bar para dirigirnos a casa de Alma. Pensé que debería estar yéndome a casa, pero entre las cervezas, y que Alma parecía bastante borracha, mis pies me dirigieron a la puerta del taxi. Éramos 5 así que cogimos dos. En uno entramos Alma, Marcos y yo, y el segundo lo cogieron Carlos y Elena.

Alma decidió cambiarse para dar conversación al taxista. Pobre taxista. Se pasó todo el viaje asintiendo con la cabeza, mientras Alma no paraba de hablar de cómo encontrar trabajo ahora es súper difícil y encima con un sueldo de mierda. A los pocos minutos noté como una mano me tocaba el pecho. Cogí la mano y la aparté. Las cervezas hicieron que en el mismo momento me arrepintiera. Cogí la mano y la puse otra vez en el pecho. Le miré a los ojos, me sostuvo la mirada durante unos segundos y nos empezamos a besar como si hubiéramos soltado algo que había estado retenido durante mucho tiempo. Metió la mano por debajo de la camiseta y empezó a acariciar mi pezón izquierdo. Con la mano apretaba mi pecho mientras me metía la lengua hasta adentro. Le empujé hacia la ventanilla y le empecé a tocar su pene por encima del pantalón. Le susurré al oído:

- Tu pene también ha robado mucho espacio en mi mente últimamente.

Instantáneamente noté como su pene aumentó de tamaño. Metí la mano por debajo del pantalón y se lo saqué para pajearle. Él me miró expectante. Yo le devolví la mirada, después miré su pene, y noté unos ojos en mi nuca. Giré la cabeza y vi que el taxista nos estaba espiando por el espejo. Mierda. Me corté muchísimo y se la metí de nuevo en el pantalón.

- No jodas… ¿me vas a dejar así?

- Marcos, el taxista. Nos está viendo.

- Que le jodan al taxista.

- Que no, paso de seguir en el taxi.

- Me la vas a deber.

- No lo uses contra mí, y apiádate un poco..

Mierda. No mola deber.

Al poco llegamos a casa de Alma. Compramos cerveza en el chino de debajo de su casa y subimos. La casa de Alma es espectacular. Es una casa antigua que reformaron hace unos años para que se fuera a vivir ella. Tiene techos altos, unas ventanas enormes  y está en pleno centro. Cuando lo dejé con Adri estuve un mes acoplada en su casa antes de empezar a alquilar sola.

Estuvimos bebiendo unas horas más. Alma sacó una botella de whisky, otra de vodka y otra de pacharán que tenía de la última fiesta en su casa hace diez días. Entre risas pasó el tiempo y nos terminamos las botellas. Alma y Carlos entre besos, tonteo y toqueteos, de vez en cuando participaban en la conversación con el resto, que por cierto estaba muy animada. El cansancio pasó factura. Elena cayó dormida. Y Alma más por borrachera que por cansancio se quedó también dormida en el sofá cuando cayó la segunda botella. Cuando se terminó el alcohol yo sucumbí al sueño y visto que no quedaban sofás me despedí para ir a la cama. Marcos me siguió, pero le dije que estaba muy cansada. Me miró con cara de perrillo degollado pero yo había empezado el día en otro continente. Me merecía un descanso.

Me desperté sintiendo algo dentro de mí. Estaba aturdida, sin saber muy bien dónde estaba.

- Buenos días.

La voz de Marcos sonó como un susurro en mi oído. Me di cuenta de que estaba empapada. Marcos me abrazaba por detrás y tenía sus dedos dentro de mí, los movía de forma discontinua, más rápido y un poco más lento después. Joder, me podían despertar así todos los días.

- No voy a dejar que te corras.

Le miré con cara de póker pero el placer me hizo encogerme, cerrar los ojos y soltar un gemido. Sacó los dedos de mi vulva y me los metió en la boca. Los chupé uno por uno mirándole a los ojos. El me sonrió maliciosamente, se levantó y salió de la habitación. ¿En serio? ¿ya está? ¿Me vas a dejar así? Esperé unos minutos tocando mis pechos y estimulando mi clítoris pensando que volvería. Pero no. 5 minutos. Intenté evadirme del tiempo. ¿Dónde coño se había metido? Comprendí que me la estaba devolviendo por la del taxi. Decidí ponerme la camiseta y el tanga y salir a buscarle. Lo encontré hablando con Carlos en la habitación de al lado.

- ¿Sabes que Carlos es mi hermano?

- ¿Tu hermano?

- Sí. Es mi hermano mayor. Y ahora estábamos hablando de que nunca nos hemos tirado a la misma tía.

- Una vez estuve a punto de tirarme a Claudia, la chica esta con la que te liabas de vez en cuando hace unos años – dijo Carlos

- Ah, hostia, Claudia, hace siglos que no la veo.

- ¿Y por qué a punto? – pregunté con curiosidad

- Bueno, era muy jovencita, y además tenía drama con el ex novio, o novio no se lo que era, pero vamos que no me iba a meter yo en esa movida.

- Las cosas tienen que ser fáciles, ¿verdad Mariam?

Me quedé mirando a Marcos como diciéndole, ¿lo dices por algo? Leí en la carta de Carlos que sabía lo que había pasado. Capullo. Me entraron ganas de cortarle el cuello a Marcos. ¿A cuánta gente se lo habría dicho? Como leyéndome el pensamiento Carlos me dijo:

- Deja de darle vueltas. A nadie le importa con quién te acuestas. Deberías relajarte.

Marcos me miró como diciendo, ¿ves? Me puse a la defensiva. Claro que a nadie le importa una mierda con quien me acuesto, pero aún así sigue existiendo la  puta posibilidad de perder mi curro. ¡Que estábamos en el baño de la facultad! A lo mejor en vuestros mundos de Yupi nada tiene consecuencias, pero en el mundo real sí las hay. Me mordí la lengua. No soy quien para echar sermones, pero estaba cabreada. Carlos se dio cuenta del poco acierto de su comentario.

- Perdona, tía. No pretendía rayarte con el tema. Sólo que pienso que somos todos adultos, y que cada uno debería poder hacer lo que quisiera con quien quisiera. Es sexo. Es pasárselo bien.

- Ya, bueno. Hay diferentes formas de verlo. Bueno, me voy a la ducha, a ver si me cambia el humor.

Volví a la habitación, me desnudé y entré en la ducha. Nada más sentir el agua en mi cuerpo note como el cabreo resbalaba saliendo de mí. Contuve la respiración debajo del agua y me empecé a enjabonar. Oí el ruido de la puerta.

- Mariam.

- ¿qué coño quieres?

- ¿puedo entrar a la ducha?

- Estás loco, ¿verdad?

Moví la cortina de la ducha lo justo para sacar la cabeza y verle desnudo. Flipé. Carlos estaba buenísimo. Me quedé cortada y sin palabras. Él seguía de pie mirándome poniendo cara de pena.

- Pasa, pero sin tocar. Sigues estando en el lado de los gilipollas.

- Por eso mi idea era cambiar tu opinión. Si quieres no te toco, pero yo venía a hacerte un masaje para pedirte perdón.

- Un masaje suena genial, pero con las manos quietecitas.

En realidad me excitó mucho verle desnudo. Si tengo que ponerle algún pero sería que parecía que su pene era de un tamaño mediano tirando a pequeño. Entró en la ducha conmigo y se posicionó detrás. Se frotó las manos y empezó a darme un masaje en la espalda mientras caía el agua.

- Tienes un culazo, se nota que te cuidas.

- ¿Por qué no miras para arriba?

- Sí, profe.

- ¿En serio? ¿También con el morbo de la profesora?

- Bueno, creo que si quisieras podrían enseñarme una o dos cosas…

Aún manteniéndolo en el lado de los gilipollas estaba flipando con el masaje. De los hombros pasó a la mitad de la espalda, con movimientos circulares bajando suavemente hasta mi culo. La espalda es uno de mis puntos erógenos y para cuando llegó a la parte inferior yo ya estaba bastante cachonda. Siguió con los mismos movimientos aplicando presión y me agarró el culo. Sentí su pene entre los dos cachetes. No parecía muy grande, pero estaba durísimo. Empecé a mover el culo curvando mi espalda, con el mismo ritmo que cuando bailo funk. Me golpeó el cachete derecho. Aumenté un poco el ritmo. En realidad me moría porque me la metiera por el culo. Me empecé a frotar el clítoris al ritmo que marcaba mi culo. Perdí velocidad y entonces me agarró por las caderas con fuerza y empezó a marcar él el ritmo frotando toda la largura de su pene en mi ano y parte de los labios.

- ¿Puedo metértela?

- ¿Dónde?

- Donde quieras, profe.

- Si dejas de llamarme profe te dejo que me la metas en el culo.

- Hecho.

Apagué el agua de la ducha. Me ofreció su dedo índice para que lo chupara, y directamente lo metió en mi ano. Pegué un pequeño saltito y casi pierdo el equilibrio. Ya dentro, empezó a investigar por las paredes, y lo acompañé haciendo un poco de presión. Yo lo sentía tan rico que no podía aguantarme las ganas de que me metiera la polla. Se me hizo interminable hasta que decidió probar con la punta. Sentí un poco de dolor y mis piernas se tensaron. La saco para lubricarla más, y de la punta entró entera de un empujón. Solté un gritito. Él empezó a bombearme el culo despacito.

La puerta del baño se abrió y apareció Marcos. Me lo encontré de frente pero no era casi capaz de mirarle. Se acercó y me besó.

- ¿Quieres chupármela?

Intenté decir que sí, pero no conseguí articular palabra. En un esfuerzo por controlar la excitación moví la cabeza hacia arriba y abajo mínimamente mientras gemía de placer. Se bajó los pantalones y allí estaba su pene. Por mucho que lo negara lo había echado de menos..

La posición era complicada. Me dirigió a sus caderas para que tuviera acceso a su pene y aprovechó para tocarme las tetas. Las sacudidas de Carlos disminuyeron.

- No quiero correrme todavía. Te voy a dar suavecito.

Me hubiera encantado decirle que suavecito estaba bien también, pero ya tenía el pene de Marcos en la boca, y por nada del mundo quería sacármelo. El ritmo suavecito en mi ano me hacía tener más control al chupársela, y disfrutar del ritmo que yo quería. Me di cuenta de que era la primera vez que tenía dos penes dentro de mí. Estaba literalmente empapada. Carlos tenía dos dedos en mi vagina y podía corroborarlo.

- Marcos, yo creo que Mariam necesita de ayuda en esta parte.

- Vamos a cambiar de posición.

Carlos sacó su pene de mi culo y me levantó abrazándome por detrás. Yo estaba tan cachonda que me podían hacer lo que quisieran con tal de que me la metieran. Marcos se tumbó en el suelo, y yo me puse encima. Me la metió y como la primera vez sentí que me partía por dentro. Contuve la respiración y empezó a bombear. Yo me dejaba hacer por su ritmo. Sentí la mano de Carlos en mi espalda que me forzó a reclinarme ligeramente. Sabía que me la iba a meter otra vez en el culo. Me preparé mentalmente. No sabía si tenía espacio dentro, Marcos ocupaba todo el espacio disponible en mi pequeña vagina, y de seguro el espacio en mi ano se había convertido en un ínfimo resquicio. Me equivoqué.

Carlos metió su pene y la sensación que tuve me hizo flipar. Me corrí. Muchas veces. Tantas que perdí la cuenta. La sensación de tener dos penes dentro de mí era indescriptible. Yo sólo me dejaba hacer. Sentí que estaba a su merced. Perdí casi las fuerzas, y me acomodé en el pecho de Marcos. Perdí la noción de cuándo terminaron.

Perdí la noción de la hora y del lugar. No se si me desmayé o me dormí del cansancio, o de los orgasmos. Sólo recuerdo que me desperté desnuda en la cama. Sin semen, sin sudor. Oliendo al gel de ducha de Alma.