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Pamela, mi primer encuentro sexual y mi violación.

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Mientras tanto, allí estaba yo, con un pito de 30 cm atravesado en el culo, intentando no llorar del dolor, pero era casi imposible con aquel animalón…

Desde muy chico siempre me atrajo la ropa femenina, ya sea por su delicadeza o tal vez por su estilo tan desarrollado, algo que usualmente los hombres no exploramos, o más bien no se nos permite explorar.

Así que por aquellos años de mi infancia, siempre que mamá y papá salían de nuestro hogar, yo me daba a la tarea de probarme tanta ropa de mamá como podía, medias, faldas, bras, tacones, tangas, todo lo que estaba a mi alcance.

Más o menos durante la preparatoria, mi madre decidió emprender un negocio de ropa de dama, pero como no tenía local pues era algo caro, decidió hacer sus ventas en una camioneta con camper; el sistema funcionaba básicamente entre amigos al principio y después de boca en boca, la gente nos llamaba íbamos a su casa y le mostrábamos un catálogo, que mi madre había hecho ella misma.

Yo le ayudaba siempre pues en las tardes era cuando más ventas se hacían y para mí la tarde estaba desocupada, así fue que fui conociendo y adentrándome aún más en el mundo de la ropa femenina, pues fui conociendo, nombres de prendas, tallas de personas según su físico, colores, buenas combinaciones malas combinaciones etc.

Usualmente los lunes no trabajábamos pues era el día que más gastada andaba la gente así que ni siquiera nos esforzábamos en gastar gasolina recorriendo la ciudad, en cambio  el jueves, el viernes y el sábado eran los días más solicitados, asumo debido a su relación con fechas que todos usamos para fiestas y eventos especiales.

Los lunes eran mi día especial pues no mi madre salía con sus amigas a disfrutar la noche y para aquellos que aún no lo deduzcan, mi padre estaba ausente desde hacía algunos años; así que yo aprovechaba ese día para explorar en la ropa de chica; para aquellas fechas yo ya me había hecho de mi propio stock de ropa íntima, pues mi madre no vendía de ese tipo y aun cuando lo hubiera hecho considero que habría sido antihigiénico que yo me la probara.

Un lunes como tantos, estando yo concentrada en disfrutar mi exploración semanal, alguien tocó a la puerta, gritando el nombre de mi madre y golpeando fuertemente la puerta en el acto.

-¡¡Martha!! ¡¡Martha!! Ábreme.

Yo fui a asomarme por el ojillo de la puerta; era un señor maduro de algunos 40, con barba de días, y un poco desaliñado; decidí hacer caso omiso y continuar con mi ritual pues al fin de cuentas él no sabía que yo estaba dentro.

La puerta principal conectaba a la casa por un pasillo alto, de modo que aun cuando pasaras la entrada principal, aun había otra que impedía el acceso a la casa; iba yo precisamente en ese pasillo cuando pasó lo impensable. Se escuchó como la cerradura de la puerta principal se abría.

Yo me quedé perpleja, congelada ante la posibilidad de que mi madre hubiera llegado precisamente en ese momento pues había quedado con aquel hombre. El pasillo media algunos 20 metros, y aun me quedaban por recorrer quizá 18, la puerta de la casa estaba cerrada y además llevaba unos tacones de 15 cm, era imposible llegar a la casa para esconderme, por lo que solo respiré hondo y acepté el hecho de que mi madre estaba apunto de descubrirme vestido de chica, y además me descubriría en compañía de aquel hombre.

Se abrió la puerta y yo giré lentamente; iba vestida de los pies a la cabeza, traía puesta una peluca rizada que yo misma arreglado al combinar otras 5 pelucas de esas que venden en las tiendas de disfraces, como usualmente están hechas con pocas mechas yo las había combinado todas en una sola para que pareciera algo más real, y la verdad e que lo había logrado.

Llevaba maquilla, labios rojo carmesí, que contrastaban increíble con mi piel tan clara, había una técnica que había aprendido durante las pláticas que mi madre tenía con sus clientas, para hinchar un poco los labios, y era succionar el aire de un vaso hasta que se hincharan, por lo que mis labios se veían bastante apetitosos; llevaba también pestañas postizas y bastante rímel, sombra de ojos y por supuesto un poco de rubor.

Traía puesta una blusa negra de lunares blancos, holgada en las mangas que llevaba a tres cuartos, pero bastante ceñida en el cuerpo, sobre todo en la cintura, debajo de ella llevaba un brasier 34 a de color blanco, con unas pequeñas almohadillas que yo misma había hecho para que sirvieran de relleno.

Traía una falda amarilla tableada, que me llegaba justo por debajo de la falda; hasta la fecha me gusta usar siempre ropa bonita y elegante, por encima de la ropa exuberante y exhibicionista, debajo un cachetero blanco de algodón que me quedaba muy apretadito, conteniendo así todo dentro de él.

Mi piernas carentes de cualquier bello, estaban brillantes pues había aplicado una loción en ellas, las uñas de mis pies y mis manos iban de color rojo, decoradas no con barniz pues no podía quedarme con el color, sino con pintura vinílica; otro truco que aprendí de las pláticas de mi madre.

Para finalizar llevaba el toque me mas me agravada del outfit, unos tacones sin punta color beige, que permitían que mis preciosas uñas estuvieran a la vista.

-Buenas tardes preciosa, sabes si esta la señora de la casa.

Me dijo aquel hombre que acababa de abrir la puerta mientas entraba en el pasillo. Yo trate de mirar atrás de él en caso de que mi madre pudiera estar rezagada, pero nadie entró; el hombre cerró la puerta y seguía mirándome esperando una respuesta.

-¿Perdone usted?

-La señora, te he preguntado por ella. ¿Pasa algo linda? Te ves bastante nerviosa.

-N… NO en absoluto.

-Pero si hasta estas sudando, con este frio… ¿Estas robando?

Dijo el hombre y soltó una carcajada. Yo lo miré con asombro y con una cara llena de terror.

-No te preocupes nos podemos dividir las cosas.

Dijo en tono de broma y me guiño el ojo. Yo me arme de valor y me decidí a hacerle frente a aquella persona, después de todo estaba allanando mi hogar.

-Deje de bromear, trabajo para la señora Martha y usted no puede entrar aquí de esa manera.

-No te preocupes, soy amigo de tu madre, ella me presto sus llaves, venía a llevar a su hijo con ella, haremos un viaje para aprovechar el día, ¿sabes dónde está el? ¿Podrías hablarle?

-Eh... salió por unas cosas que necesitaba, dijo que tardaría como una... unas dos horas, usualmente los lunes él y la señora no hacen nada.

-Bien, pues lo esperaré sin importar que se tarde. Mientras tanto tú y yo podemos llegar a conocernos más.

Yo estaba ya casi arrinconada en la pared, así que el hombre estiró su mano para recargarse en ella y me atrapó entre la pared y su cuerpo, dejando su rostro bastante cerca del mío, en una clásica pose de macho alfa.

-Tengo cosas que hacer, si quiere puede esperarlo aquí afuera.

Dije decididamente y me dirigí hacia la casa, pero aquel hombre me detuvo del brazo.

-Si quieres te ayudo linda, es más vamos entrando en confianza, ¿cómo te llamas? Yo me llamo Pedro Cazares.

-M… Martha.

Logré decir de manera instintiva pero dudosa.

-como la señora que casualidad.

Al menos conocía el nombre de mi madre pensé; eso me daba un poco de tranquilidad, lo que me la quitaba era que él aun me tenía tomada de la mano.

-Eres muy linda.

Me dijo mientras entrelazaba sus dedos con los míos y con su mano izquierda recorría mi mejilla en una caricia innecesaria, no solicitada pero que se sintió muy rico, sin querer cerré los ojos e incline mi rostro hacia su mano.

-¿Ves? Ya nos vamos entendiendo.

Puso su mano en mi cintura y me jaló hacia él, sin querer puse mis manos sobre sus brazos, era más alto que yo y mis 170 cm de altura, quizá el rondaba los 185 cm.

Miré su rostro, aquel hombre no era feo, era bastante atractivo, vi su cuello y estaba bastante marcado, sus clavículas se veían marcadas y lo poco que se alcanza a ver de sus pectorales, indicaban que era un hombre que disfrutaba de hacer ejercicio.

Nunca me había sentido atraía por algún hombre, pero aquel, al parecer, a pesar de la forma tan extraña en cómo había entrado a mi casa, comenzaba a despertar en mí, cosas que nunca antes había sentido, aunque después de todo, 5 minutos atrás, antes de que el llegara yo estaba súper cachondisima, planeando cabalgar algunos de mis dildos favoritos, por lo que entenderán que el horno ya estaba precalentado, incluso podría decir que ya estaba en su punto.

Él se acercó a mi rostro como intentando darme un beso, yo cerré los ojos y me dejé llevar, total, mi madre estaba esperándolo a él en alguna parte de la ciudad, aun eran las 9 de la mañana y tendríamos que esperar a que Antonio regresara de sus compras.

-Mamita que rico besas, déjame que te saque la ropa.

Se encendía un foco rojo, de preocupación, pero también al mismo tiempo ese foco iluminó mi creatividad.

No, qué tal que llega Antonio, es más vamos dentro a la sala así almenas le podremos escuchar cuando entre.

-¿Y a ti que te importa lo que piense Antonio? ¿Es tu novio o qué?

Prácticamente él me estaba dando el guion a seguir.

-Sí, bueno estamos comenzando a salir.

Me tomó de las manos, me miró fijamente a los ojos y dijo:

-Bueno, abre la puerta de la casa, yo iré a cerrar la puerta principal con llave, eso lo retrasara un poco y nos dejará oírlo cuando llegue.

Para ser un completo extraño, tenía una idea muy acertada de cómo funcionaban las cosas en mi casa, aunque quizá mi madre le había explicado, pensé en ese instante. Abrí la puerta  de la casa, y me pare ella deteniéndola con una mano, mientras tenía la otra en mi cadera.

-Esta irresistible.

Me dijo para después plantarme un beso muy apasionado, me tomó de la cintura y me levanto, yo me deje llevar y puse mis piernas alrededor suyo, para terminar ambos recostándonos en el sofá de la sala.

Él recorría todo mi cuerpo con sus manos, en algunas partes era delicado y cuidadoso y en otras era un poco más brusco, restregando y apretando con firmeza, lo cual por supuesto me ponía muy caliente, al grado que ya podía sentí como mi culito se abría y rogaba por ser penetrado, yo había usado muchos tipos distintos de dildos, desde el aneros hasta plugs anales, pero siempre me había mantenido en el margen de la las cosas delgadas, prefería el placer prostático a tener algo muy grueso dentro de mí, por lo que me intrigaba de qué tamaño la podría tener ese señor.

Pasó su mano por mi entrepierna y en ese instante recordé que yo no era mujer, en todo ese rato, esa parte se me había quedado suprimida a tal grado que no me importaba aunado a la cachondería del momento simplemente no me había podido parar.

¿Y si me golpea por no ser lo que él espera? O peor aún, ¿y si me mata?, pero rápidamente le encontré una solución, justo después de que su  mano comenzara a hurgar dentro de mi panty, pero justo antes de que llegara a mi pequeño tesorito. Tome de su mano le miré a los ojos con la cara más tierna, linda y asustada que pude; logrando asentir solamente:

-Soy virgen.

-Y entonces como chingados….

-Toño me lo hace por atrás…

-Oh ya veo, golosa, por mi está bien, es más está mejor.

Me giré levanté mi falda con una mano y con la otra tire de la panty hacia un lado, para evitar que el hombre la bajara y pudiera ver o liberar cosas que ninguno de los dos deseaba, no es que estuviera ansioso aquel asunto de ser liberado, más bien estaba tremenda y sorprendentemente flácido, pues cuando usaba los dildos solía mantenerse erecto, algo que por supuesto me molestaba. Pero no en aquella acción, se mantenía en su lugar, quieto silencioso, como diciendo “No te preocupes, yo aquí me quedo sin hacer nada”.

El hombre escupió en mi culo, sentí la puntita en él y sin decir agua va, me la metió toda de un solo golpe, a lo cual todo mi cuerpo desde mis entrañas hasta mis piernas reaccionaron abruptamente, en una contracción violenta.

-Eso me imaginé, que apretadita estas chiquita.

Yo no podía articular ni una sola palabra, en ese instante los gemidos eran mi único lenguaje.

-te prometo dos cosas, preciosa, uno, te va a doler como nunca nada te ha dolido antes, y dos, será la mejor cogida de tu vida, para que te me vayas olvidando de Toñito, ese wey es un pendejito, verás como a partir de ahora mi verga es lo único que te satisface.

Entre todo el asunto no había alcanzado a verle la calza a aquel hombre, el mostrarle mi culito había sido una invitación, un sample, a lo mucho un ofrecimiento a que me lo chupara, pero este cabrón había decidido quitar el jugueteo previo y pasar a la parte donde me rompía el culo.

Nunca había sentido tal dolor, ni con el más grande de mis dildos, y repito no es que fuera partidaria de los dildos grandes, pero digamos que el más grande de ellos habría sido de unos 10 cm de largo con unos 2 de diámetro, y por el dolor que sentía, su verga debía de ser al menos del triple de ese tamaño.

Con su mano derecha me tomó del cuello y lo apretó firmemente, pero sin llegar a lastimarme, tiró de mí hacia atrás y puso su mano izquierda en la parte baja de mi vientre, justo debajo de la cicatriz umbilical, y apretó también. Pude sentir su verga dentro de mí, con aquella presión que hizo, prácticamente su mano y la punta de su pija estaban a la misma altura, aquel carbón calzaba grande, sabía cómo usarlo y no dejaba de bombearme.

Mientras tanto, allí estaba yo, con un pito de 30 cm atravesado en el culo, intentando no llorar del dolor, pero era casi imposible con aquel animalón. El mete y saca de su pija estaba desgarrándome el ano, y podía sentir como algunos líquidos fluían atravesó de él. “Que no sea sangre, que no sea sangre” era lo único que podía pensar.

-No te preocupes chiquita, ahorita hago que tu pijita se corra así como esta toda flacidita.

¿Qué?, Voltee hacia él con cara terror, los ojos grandes como platos, y la boca abierta en signo de sorpresa pero aun si poder articular palabra.

-¿Qué? ¿Creíste no notaría la peluca falsa, las tetas de relleno y tu pitito flácido? Aunque debo admitir que si no fuera por esos tres, es más si no hubiéramos decidido coger, jamás me lo habría imaginado. Tu déjate llevar preciosa, verás que no hay nada mejor que te hagan correr a punta de vergazos y con la pija aguada.

Tenía razón aquel hombre, yo lo había logrado una vez con un vibrador y había sido lo mejor que me había pasado, hasta ahora, pues el tener una verga era mucho más rico, y más por el tamaño que tenía, era tal el placer y tanta mi disposición que hasta mis ojos se debieron poner en blanco.

-Además, es más que obvio que Toño es puto, lo que no sabía era que mi hijo tuviera una novia travesti como tu; sabes que estaría bien, que actuaras como si te estuviera forzando, eso me pone a mil.

¿Qué rayos? ¿Acaba de decir que Antonio e su hijo? ¿Qué yo soy su hijo? ¿Ese hombre era mi padre? Yo comencé a moverme intentando quitármelo de encima, incluso alcance a gritar “No”, pero él ya se había quitado la camisa y el uso para amordazarme, por otro lado, su verga era tan grande que mis intentos por retirarme de él fueron inútiles, y por el contrario lo único que lograron fue prenderlo más.

Yo estaba muy avergonzada, destrozada por dentro, física y mental mente; pero este señor era muy bueno en lo que hacía, a tal grado que aun cuando yo no quería, continuaba sintiendo un placer enorme; a tal grado que tal como lo dijo me corrí, y me corrí de manera abundante, tanto que mis bragas se mojaron e incluso mi semen escurrió por los bordes.

-¡Pedro! ¿Qué estás haciendo? ¡Ese es tu hijo!

Mi madre había entrado sin que nos diéramos cuenta, tenía una cara de terror y estaba llorando.

Pedro, mi padre y ahora el responsable de mi primer encuentro sexual y también mi primer violador, se detuvo de inmediato, me empujó para salirse de mí y me pegó un puñetazo en la cara que me hizo girar para caer de espaldas en el piso.

-¡Puto maricón! ¡Puto maricón! Y todavía te corres hijo de tu puta madre

Alcancé a sentir un puntapié en las costillas y un pisotón de lleno en el estómago, pero luego me desvanecí.

CONTINUARÁ…