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De hetero a gay en 10 pasos

en Bisexuales

Me llamo Pablo y tengo 31 años. Este es el inicio de una serie de  relatos en los que voy a contar como pasé de ser un chico completamente hetero a gay, transformándome en una completa zorrita cuando estaba con un chico que me interesase.

Para llegar a mi primera experiencia gay, hay que remontarse al verano de 2005. Entonces tenía 19 años y estaba en primero de carrera. Era un chico deportista, delgado y, aunque no iba al gimnasio, tenía una complexión atlética. Mis 1.75 y mis 63 kg me hacían tener gran éxito con las chicas de mi edad.

Se acercaba junio y, entre exámenes, faltaba terminar el trabajo de aquella asignatura de libre elección que tantos problemas nos dio. Me matriculé con mi amigo Jesús, al que conocía desde pequeño, y juntos decidimos hacer ese trabajo. Jesús era más alto que yo, rondaba los 1.85, extremadamente delgado y muy fibrado. Moreno y con su pelo a tazón, no era excesivamente famoso entre las chicas, pero si conseguía ciertas cosas a través de la fama que se había creado con su miembro. Era el típico fanfarrón que estaba siempre presumiendo de lo grande que la tenía. Aunque, a decir verdad, no le faltaba razón. Se la vi en numerosas ocasiones, durante aquellos años de pajas grupales; esas cosas que haces en el colegio, cuando con 14- 15 años eres una hormona andante.

Lo que no me podía imaginar es que iba a comprobar, muy de cerca, la veracidad de ese rumor.

Desde las 4.30 de la tarde llevábamos enquistados en aquel dichoso trabajo. Maldita la hora en que elegimos aquella asignatura, afirmaba Jesús de vez en cuando. Llegaron las 8 de la tarde y aun seguíamos liados, buscando información en las enciclopedias de entonces, cuando la mayoría de los jóvenes de nuestra edad estaban en la piscina pasando el caluroso mes de julio. Nos merecíamos un descanso.

De repente, Jesús exclamó :

Ey tío, necesito un break -  y se levantó de la mesa de estudio, saliendo de la habitación en la que nos encontrábamos. No sabía muy bien dónde había ido cuando, al momento, apareció de nuevo con un CD-ROOM de la mano.

 – Vas a flipar, mira lo que encontré en el dormitorio de mi tía hace unos días.

No sabía muy bien cuál era el contenido, pero Jesús introdujo el CD en el ordenador sin mediar más palabra. Rápidamente arrancó el programa. Era una serie de juegos con temática porno, muy simples, tipo tetris, en los que, al superar cada nivel, descubrías una imagen o video porno.

– Ya verás, he desbloqueado una serie de pantallas y ¡mira que fotones,! Exclamó excitado Jesús.

Pronto aparecieron en pantalla fotos de auténticas macizas devorando pollas de tamaño descomunal.  Eso hizo excitarme, pero mi amigo, que era el tío más morboso que había conocido, aún lo estaba más.

-          ¿Y si nos hacemos unas pajas? - Sugirió Jesús, quien no esperó mi replica. Volvió a levantarse de su silla al mismo tiempo que me decía que fuese tras él. Atónito a la situación, así lo hice y, tras él, llegamos a uno de los baños de su casa. Jesús tomó asiento en el bidé.

-          Pablo, siéntate ahí – dijo indicándome la taza del WC, situada justo frente a su posición. - Tío, es que este trabajo me está matando, necesito un poco de relajación. ¿Que te parece si nos pajeamos mutuamente?

-          ¿¿¿¿¿Cómo???? - Exclamé sorprendido

-          Sí tío, ya sabes,  yo te puedo hacer una paja, y luego tú me pajeas a mí.

Yo no daba crédito a la situación, pero Julio rápidamente se acercó hasta mi posición, intentado persuadirme.

-          Sácate el rabo -  dijo mientras tomaba posición frente a mí, sentado en el suelo.

Yo estaba completamente avergonzado pero el caso es que me deje llevar. Sin levantar la vista de mis pantalones, fui desabrochando los botones de mis vaqueros. Me levante levemente para facilitar la tarea y saque mi polla fuera de mi ropa interior. No era excesivamente grande, unos 14/15 cm y no demasiado gorda pero, tampoco me preocupaba.

Jesús no tardó en agarrármela. La sensación de notar una mano cálida y grande sobre mi miembro me excitó e hizo que se pusiese dura en unos segundos. Jesús empezó a con movimientos lentos, de arriba abajo. Ninguno de los dos nos mirábamos. Tan sólo él estaba concentrado en su mano, y yo, concentrado en mi polla. La excitación y la vergüenza no me permitían mirar a otro lado. Los movimientos suaves con los que Jesús sometía a mi polla cambiaban rápidamente, moviendo frenéticamente su mano durante unos segundos. Me estaba excitando cada vez más y tenía claro que no iba a aguantar mucho.

Tras unos segundos y unos suspiros por mi parte, avisé a Jesús: ¡¡¡me voy a correr!!!.

En ese momento, Jesús aceleró al máximo la meneada que estaba dándome y cuando sintió que me estaba poniendo tenso, saco mi glande todo lo que pudo, apretando con fuerza. Tras unos espasmos placenteros por mi parte, solté un buen chorro de leche que fue a parar a mi muslo derecho. Otro más, con menos fuerza cayó sobre mi polla y su mano.

Jesús sacudió lentamente mi polla hasta sacar los restos de lefa que quedaban y sin más dilación, se levantó y tomo asiento en el bidé, al mismo tiempo que me lanzaba un rollo de papel higiénico.

-          Toma tio, ¡límpiate! Me sugirió. ¿¿¿Te ha gustado???

No contesté. No sé si del calentón o de la vergüenza.

-          Jesús insisitió sonriendo.  Venga anda, que ahora te toca a ti.

Antes de  que acabase de limpiar los restos de semen que había por mi cuerpo,  Jesús ya estaba preparado, con sus jeans por los tobillos, mientras aplicaba un suave masaje a su miembro, por encima de unos amplios gayumbos.

Suspire y me dirigí a saldar mis deudas. Me senté como el hizo, en el suelo frente a él, y agarré tímidamente la goma de de sus calzones, bajándoselos lentamente. Quizá, mi miedo y timidez de ese momento, lo hizo más sensual y morboso. Mi sorpresa fue notoria cuando descubrí este trozo de carne, aun por terminar de ponerse dura. La cogí tímidamente. Estaba calentita, era suave y muy gruesa. Descapullaba  fácilmente y dejaba ver un inmenso capullo, perfectamente redondo y rosado.

Comencé a pajearle de arriba abajo, despacio, sorprendido por el enorme tamaño de su polla. Quizá unos 20 centímetros y muy gorda. Me sobraba polla por ambos lados de la mano. Creo que me quede atónito con el tamaño, con ese grueso capullo redondeado saliendo a relucir. Olvidé lo que estaba haciendo, dejé de pensarlo y, sobre todo, deje de cohibirme cuando,  cansado de la postura que mantenía, me puse de rodillas delante de él, casi de un brinco.

Concentrado en cada lenta sacudida, cada vez tenía su polla más cerca  de mi cara, totalmente recta, apuntando fijamente al techo. Jesús no se había percatado de eso cuando, sin pensarlo,  me la metí en la boca. Abarque su glande con mi boca y succione como si lenta y profundamente, saboreando aquel miembro casi perfecto que me había  seducido. Jesús, sobresaltado, sin esperar lo que estaba pasando, exclamó: - Pero.. pero… - Sin embargo, no hubo respuesta por mi parte. Estaba tan centrada en degustar esa polla que no llegue a procesar las exclamaciones de Jesús. Seguí cabizbajo, con el ese miembro en la boca, mamándosela lentamente, centrado en el capullo, poniendo en práctica todo aquello que había visto en una de tantas películas porno que acostumbrábamos a ver. Poco  a poco, me atrevía a metérmela cada vez más adentro y, Jesús, ya más relajado, disfrutaba, a decir por sus gemidos, de la chupada que estaba recibiendo. Incluso, llegó a poner tímidamente las manos en mi cabeza, acompañando mis movimientos. Eso hizo que me excitase aún más y aumenté  el ritmo de la mamada, realizando movimientos frenéticos de arriba a abajo. Sólo la sacaba de mi boca pare respirar un poco, tomar aire y lamer el tronco de su dotada polla.

No nos mirábamos. Quizá me hubiese muerto de vergüenza, o me e hubiese dado cuenta de lo que estaba haciendo. Pero eso me ayudo a mantener la excitación, a sentirme como la puta de mi colega, cuyo objetivo no era otro que conseguir una corrida de esas que veía en el porno de aquellos años. Arrodillado frente a él, dándole el máximo placer posible y con la sensación de tener la boca totalmente llena. Eso me excitaba. Y a Jesús también. Note como su polla se ponía cada vez más dura y sus movimientos de nerviosismo me indicaron que estaba llegando al final. Me la saque de la boca para, únicamente, decirle - Cuando te vayas a correr, avísame.

No dijo nada, no asintió, pero tampoco esperé. No quería perder tiempo de esa magnífica mamada que estaba disfrutando. La sensación de tener la boca llena por ese pedazo de carne era indescriptible. Mientras seguía con los movimientos acompasados de arriba abajo, mi mano ayudaba, pajeándole desde la parte más cercana a sus genitales. De pronto, Jesús se estremeció, y me dio un toquecito en mi hombro. Era la señal de que estaba a punto de estallar. Rápidamente me la saque de la boca, y cerrando mis labios, los situé a escasos centímetros de su miembro para esperar algo que siempre me había llenado de morbo, una lefada en la cara. Con mi mano, sacudía su polla rápidamente, hasta que Jesús me la quito de su miembro, para retraer su pellejo y soltar un primer chorro de semen, cayó en mis labios. Nunca olvidaré la sensación de recibir ese líquido caliente en misi labios, y como goteaba por mi barbilla. Sin tiempo para disfrutar, al instante un segundo chorro, esta vez mucho más grande y fuerte que golpeó mi mejilla, llegando incluso a salpicar mi hombro. Por último,un tercero, ya en menos cantidad, que cayó en el suelo.  Jesús jadeaba, vacío de semen, mientras yo permanecía de rodillas, en el suelo, con la cara llena de lefa. Nos miramos, pero no dijimos nada. Al instante, me levanté, me limpié con papel y me enjuagué la cara. Recogí mis cosas y me marché, mientras Jesús seguía con los pantalones bajados, sentado en el wc, ya con su polla flácida, quizá, procesando, la mamada que le había dado su amigo.