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Mis sesiones más calientes con Roger69

en Sexo Virtual

Mis sesiones más calientes con Roger69

 

 

Debido a que trabajo como traductora, paso muchas horas ante la pantalla de mi ordenador. Empezó siendo un trabajo aburrido con el que ganar unos cuantos euros sin salir de casa, pero todo cambió cuando apareciste tú. A causa de este trabajo debo revisar a menudo la bandeja de entrada del hotmail, por lo que permanezco con la ventana abierta de la aplicación Outlook. Fue así, por las casualidades que a veces te regala la vida, como empecé a recibir tus mensajes a través de Skype.

Ya hacía unos años que coincidimos en un foro donde se publicaban relatos eróticos e intercambiamos nuestros mails. Por aquel entonces aún no existía Skype, solo el Messenger. De este modo hablamos una temporada y la cosa comenzó a calentarse, pero justo entonces me tocó vivir una mala experiencia en el "mundo real" y eso eclipsó cualquier relación virtual... Me olvidé de ti y, de hecho, de todo el mundo virtual, hasta que volviste a aparecer en Skype cinco años después mientras estaba con mis traducciones. Debo reconocer que ahora me alegro de que no borraras mi mail...

Esta mañana he tenido que madrugar para terminar una tarea urgente. Uhm, veo en Skype que ya estás conectado y estoy a punto de interrumpir el trabajo para saludarte, pero consigo contenerme a tiempo. El que no se contiene es mi culito, el muy traidor, que sin mi permiso se contrae y se remueve sobre la silla, clavándose más profundamente el plug que tiene en su interior. Una oleada de placer recorre mis entrañas y empiezo a sentir humedad entre las piernas. Meto una mano bajo el vestido, acaricio el suave encaje del tanga y separo un poco las piernas. Aparto la tela y toco mi vello, que ya empieza a mojarse con los fluidos. Con el índice rozo apenas el clítoris y doy un respingo: ya está duro. Ufffff, pienso que si sigo así no terminaré la tarea.

Casi una hora más tarde, consigo terminar y enviar la traducción. Ahora sí, entro en Skype y te saludo: "Bon dia", tecleo, y añado una carita sonriente. Contemplo la sonrisa perfecta del emoticón mientras mi culo vuelve a contraerse y se roza contra la silla. Una vez, y otra, y otra más... Hasta que un orgasmo estalla en mi interior con tanta intensidad que mis ojos se cierran y tengo que apoyar las manos sobre la mesa. Diossssss, ¡es increíble como una cosa tan pequeña metida en el culo puede hacerte correr de esta manera! Si lo he descubierto es gracias a ti, como también me has hecho descubrir los squirts.

—Bon dia —contestas en ese momento tú, mientras aún siento que la ola del orgasmo me baja por las piernas—. ¿Has cumplido el castigo del amo?

—Por supuesto, amo.

En este punto tengo que hacer un inciso para comentar que cuando empecé a chatear contigo me gustaste por lo educado que eras. Tan educado que, a veces, parecía que te cortabas. Pero luego, cuando descubrí que tras tanta educación había un buen ejemplar de macho ibérico, aún me gustaste más. La lástima es que vivas en la otra punta de España, pero bueno, nadie es perfecto... No puedo quejarme, pues me recompensas interpretando el papel de amo y regalándome muchos orgasmos.

—Aha, así me gusta. ¿Has llevado el plug toda la noche?

—Sí, aún lo llevo.

—¿Cuántas corridas has tenido?

—Dos anoche, antes de dormirme, y una hace un momento.

—Muy bien, esa es mi zorrita. ¿Tienes trabajo ahora?

—De momento, no. Acabo de terminarlo.

—Perfecto. ¿Llevas el tanga, como a mí me gusta?

—Sí.

—¿Esa es manera de responder?

—Sí, amo, llevo el tanga.

—Eso está mejor. Quiero que compruebes si el tanga está mojadito.

—Lo está —respondo tras levantar el vestido, separar las piernas y acariciar mi coño empapado.

—Mmmmmm.

—¿Puedo ir a buscar mi juguete?

El juguete al que me refiero es una botellita de colonia de cristal que suelo utilizar como consolador. Hace años que el perfume se terminó, pero la forma alargada del envase me pareció adecuada para otros usos más íntimos. Y, en efecto, tras probarla una primera vez con ciertas reservas, se convirtió en uno de mis juguetes favoritos. Con ella me he corrido más veces que con todos los hombres con los que he estado.

—No. Ahora quiero que te pongas de pie y con una pierna sobre la silla.

—Sí, amo.

—Mira la pantalla como si yo pudiera verte y córrete para mí acariciándote el clítoris.

—Lo estoy hac iendo... esta mu durooo, uuh —tecleo con los dedos pringosos.

—Sigue, sigue, sigue...

Mis dedos acarician el clítoris dibujando círculos a su alrededor. Voy aumentando la velocidad y la presión, y a veces lo rozo con fuerza, lo que me provoca una mezcla exquisita de dolor y placer. Comienzo a gemir y me alegro de que en este momento no haya nadie en casa. Me siento sofocada y me quito el vestido, por lo que la única prenda que me queda puesta es el tanga de color negro, que a estas alturas ya está tan empapado como mi coño.

Con la mano izquierda me acaricio los pechos mientras sigo pajeándome con la derecha. Tengo los pezones duros y enhiestos, deseosos también de caricias; los pellizco y tiro de ellos sin piedad. Miro la pantalla del ordenador y, aunque en este momento no tienes cam, te imagino en la oficina, intentando poner cara de póker, mientras vas restregando el bulto que ya se adivina en tus pantalones con el borde de la mesa de tu escritorio. Siempre me da mucho morbo imaginar cómo te masturbas sin que los compañeros se den cuenta.

—Cuando te corras, grita mi nombre —escribes ahora, mientras jadeo y siento las piernas temblorosas.

—Sii, amo.

—Sigue, sigue, sigue... Mientras sigues, voy a sacarte el puñetero plug que es tan suertudo y te llenaré el culo que ya tienes bien abierto con mi amiguito, que ya está más duro que la mesa. Jodo, ¡cómo me pones siempre! ¡Voy a metértela hasta los huevos y a llenarte de leche!

—Si, siiiiiii.

Tengo la frente perlada de sudor mientras siento que tu dura polla taladra mi culo, entrando y saliendo de mis entrañas (la siento de verdad) cuando un intenso orgasmo casi me parte en dos y tengo que apoyarme en la silla para no perder el equilibrio y caer. Mientras los espasmos del orgasmo siguen vibrando en mi interior, subiendo hasta el rostro y bajando por las piernas, pronuncio tu nombre; primero es un susurro, pero termina siendo un grito descontrolado. Ya no me importa que alguien me oiga, tan solo deseo gozar de ese instante que es más real que las mismas paredes que me rodean, y más intenso que cualquier otra sensación. Sin ti no sería posible, por eso soy tuya y tengo que gritar tu nombre.

—Roooogeeeeeeerrrrr!!!!!!

—Uffff, te he oído desde aquí. Yo pronto tendré que ir al baño... Pero dime, ¿ya estás satisfecha?

—No, amo.

—Así me gusta. Una buena zorra siempre desea más corridas. Ahora puedes ir a buscar tu juguete.

Voy a mi habitación a buscar el juguete y regreso rápidamente ante la pantalla. Acomodo el culo en el borde de la silla y abro bien las piernas. Aparto el tanga empapado, echándolo a un lado, y me penetro con dos dedos, que voy metiendo y sacando. Se me escapan unos gemidos mientras recorro con los labios y la lengua el cristal de la botella, mojándolo y adaptándolo a mi temperatura corporal. No obstante, me gusta sentirlo un poco frío al meterlo en mi interior.

—Imagina que el juguete es mi polla, zorra. Abre bien las piernas, que después de romperte el culo voy a follarte el coño. ¡Y no pararé hasta que me mojes con un buen squirt!

Incapaz de esperar más, voy metiendo el juguete en mi vagina poco a poco. Estoy tan mojada y caliente que en pocos segundos ya he calentado el cristal, que se abre paso con gran facilidad entre mis fluidos. Muevo las caderas y arqueo más el cuerpo para que tu polla me penetre hasta el fondo. Sí, la quiero toda para mí. Me siento doblemente llena y las sensaciones se multiplican, pues con el juguete en el coño puedo rozar el plug que aún llevo en el culo, ufffffff.

En este momento me resulta imposible escribir, por lo que solo jadeo y murmullo: "Así, así, fóllame duro". Aumento la velocidad del mete-saca, arqueo aún más el cuerpo y siento mis piernas como de goma, ya no tengo voluntad propia. Mi cuerpo solo desea que tu polla siga invadiendo sin piedad mis entrañas, que en este momento son tuyas. "Más fuerte, más, más, mássssss".

Un orgasmo explota dentro de mí como un tsunami y todo mi cuerpo se sacude y tiembla, pero no puedo parar. Debo seguir porque sé que el squirt está cerca y tú me lo has ordenado. Tu polla sigue penetrándome hasta el fondo mientras la ola del orgasmo va recorriendo mi cuerpo y de repente me doy cuenta de que me estoy clavando mis propias uñas. Y entonces, sí, siiiií, siento que se abre una nueva compuerta y mis fluidos se vuelven más líquidos, casi como agua. Dioooooossssssssssss. Tengo que sacar el juguete que me llena la vagina para que el manantial fluya hasta el exterior, salpicando la silla, el escritorio y el teclado y formando un charco en el suelo, debajo de la mesa.

Agotado pero colmado de placer, mi cuerpo por fin se relaja y me apoyo sobre el escritorio para recuperar el aliento. Luego, hago una fotografía del charco que he hecho y te la mando.

—Jodo, qué buena zorra eres —escribes—. ¡Yo estoy a punto de explotar! Abre bien la boca que voy a darte toda mi leche caliente. ¡Y no debes dejar ni gota!

—Mi boca también es tuya, amo.