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A mil

en MicroRelatos

Tengo ganas de jugar, unas ganas tremendas de que tomen mi cuerpo, que lo disfruten, de ver que es lo que son capaces de hacer con él, ya que no todo el mundo es capaz de satisfacer a una mujer como yo, una mujer que ha disfrutado, ha follado de tantas maneras diferentes, que pienso que el mismo Kama Sutra se quedaría en bragas sabiendo todo lo que he sido capaz (y sigo siendo capaz de hacer).

Hoy tengo ganas de jugar, y se me presenta un fin de semana agitado, divertido, apasionado, caliente, de esos que dan ganas de relamer una y otra vez, cada centímetro de mi cuerpo, de mi ser. Me da igual que me posea un hombre, que una mujer, o los dos a la vez, me encanta sentir esos ojos llenos de placer, de pasión, de posesión clavados en mi piel, de cómo sus manos agarran mi sexo, mis pechos, mi trasero, como algo que les pertenece, pero saben que no es así, que al final, yo escapo, no pueden poseerme más de una vez, o dos, si el polvo ha sido demasiado bueno y siento la necesidad de ese cuerpo penetrándome, o yo penetrándola con un consolador anal. Esto es gloria bendita. Cuando me quito mi máscara de sumisa, cuando sorprendo y cuando me sorprenden, es puro placer, es orgásmico.

No hay nada como un buen juego de besos, un juego de tira y afloja en la cama, un cómeme tú que después te voy a lamer, chupar, morder, arañar yo, no hay nada como ser un puto animal mientras follas, de manera salvaje, que cuando te hayas corrido tengas que tirarte en la cama a coger aire, llena de sudor, extasiada, pero joder, que bien sienta, como cuando vas al gimnasio y te matas haciendo pesas, solo que aquí, lo que coges es lo que tienes sobre ti, o debajo de ti, o a tu lado.

Aún recuerdo un buen rato que pasé con una chica que conocí en la universidad, una primeriza en sexo lésbico, pero con tantas ganas de aprender, de satisfacer… puedo decir que he tenido los mejores orgasmos con ella, aunque los he tenido muy buenos con otras personas, y también con otros juguetes o con mis propias manos. Cuando una conoce su cuerpo, donde tiene que tocar, con qué intensidad, a qué profundidad tienes que meter los dedos y cuántos dedos, todo es dejarse llevar y disfrutar.

Si os estáis preguntando cuántos me caben, no diré que uno, ni tampoco diré que dos, pero no os hagáis ilusiones, porque me gusta tener mi vagina más estrecha, para sentir mucho más los consoladores, es un placer tenerlo dentro e ir sintiendo todo. Absolutamente todo. Es lo mismo cuando siento el miembro de un buen hombre. Es puro placer que se disfruta con cada una de las embestidas, cierro los ojos, y la siento tan al fondo de mí, que podrá haber buenos momentos en la vida, pero un buen revolcón, eso es mejor que cualquier cosa del mundo.

Como iba diciendo, la chica primeriza, era todo un bellezón, pero fuera de esto, me ponía, era preciosa, estaba buena, pero tenía, como yo suelo decir, un polvazo de tres mil pares de narices, era de esas tías que te acuestas con ella el viernes, y no te quieres levantar de la cama hasta el domingo, incansable, capaz de hacer todo lo que tú le pides, pero también deseosa de experimentar, de degustar, de saborear, de hacerlo todo una y otra vez, recuerdo que una de las veces termine con un buen moratón en el pezón, y es que mi pupila era, digamos que muy pasional, y eso me encantaba. La primera vez que ella probó los juguetes sexuales fue conmigo, la desvirgué literalmente tanto por su bonita vagina, como por detrás. Imaginad como, poco a poco iba introduciéndole un consolador, pero haciéndola sufrir, haciéndola rabiar, haciendo que me pidiera que se lo metiera hasta el fondo y que lo pusiera a vibrar. Pero no, yo no soy así, me gusta hacer sufrir, rabiar, y, sobre todo, notarla como vibraba, tocar su cuerpo y sentirla nerviosa, tensa, deseosa, sumisa a mí. Saborear sus fluidos era otra de mis pasiones, deliciosa, simplemente deliciosa cuando la sentía mía. Igual pasaba cuando lentamente le introducía un plug anal, ese culo era digno de follar, de morder, de darle alguna que otra palmada, y puedo decir que el tiempo que lo tuve a mi merced, hice todo esto y mucho más.

Ya os podéis imaginar. Después de unos cuantos meses de juegos eróticos, de mucha pasión y mucho desenfreno, yo sentía la necesidad de buscar algo nuevo, algo diferente, siempre lo he necesitado y siempre lo voy a necesitar, esas ansias de probar nuevas personas, nuevas experiencias, para saber si puedo llegar a aprender, a disfrutar algo nuevo en mis carnes que me hagan vibrar de la misma manera que yo hice vibrar a mi aprendiz. Cuando has hecho todo, absolutamente todo, a veces lo único que queda es disfrutar de aquello que ya sabes que te encanta, que te vuelve loca, que te pone los ojos vueltos y que te pone a gritar como una perra rabiosa.

Mi cuerpo se está poniendo muy caliente al pensar en ella, noto como mi cuerpo se tensa, y creo incluso que estoy mojada, bueno, no lo creo, lo estoy, pues acabo de tocarme y estoy bastante húmeda por debajo. Creo que voy a hacer algo que antes no había hecho, pero que me apetece, me apetece mucho, pero antes de eso que quiero hacer, voy a acercarme mi consolador, para entrar un poco en calor, para quitarme esta presión que tengo en mi interior y que tiene ganas de salir, una buena corrida para empezar el fin de semana, es todo lo que necesito, pero también la necesito a ella. Voy a llamar a mi pupila para pasar un fin de semana en la cama, mojada, sudada, arañada, mordida, penetrada, estos días tengo ganas de todo. A fin de cuentas, como he dicho al principio de este relato, tengo ganas de jugar.