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El Pakistaní

en Interracial

Eran aproximadamente las 4 de una calida tarde de verano. Por fin, después de varios meses me dirijía de vuelta a casa. La estancia había hecho larga, sobretodo el último mes, el cual me pareció interminable. Había pasado una agradable estancia de intercambio pero ya empezaba a echar en falta a mis amistades. El viaje de vuelta había sido agotador, pero por suerte ya veía la puerta de mi casa. Busqué rápidamente las llaves en mi bolso y abrí la puerta. Cargué las maletas como pude en el ascensor y me dispuse a subir hacia mi apartamento. Nunca había sentido tal felicidad al entrar allí. Coloqué las maletas a un lado, y me senté en el sofá. No se escuchaba nada, solo una tranquilidad abrumadora. Se notaba que mi compañera de piso estaba en el trabajo. Yo no había comido todavía, por lo que me dirijí a la nevera a buscar algo. Por desgracia para mí, no había absolutamente nada. Era consciente de que mi querida compañera nunca había sido muy dada a hacer ciertas tareas como era ir a hacer la compra, pero no imaginé que sería hasta este extremo. 

Era domingo, por lo que todos los supermercados estaban cerrados y siendo casi las 5 de la tarde difícilmente iba a encontrar un restaurante con la cocina abierta todavía, así que decidí ir un par de calles mas abajo donde había un supermercado de esos abiertos 24 horas, regentado por un señor originario de Pakistán. Ese establecimiento llevaba ahí toda la vida, siempre había sido "la vieja confiable" de mi barrio. Ideal para cuando te faltaban un par de ingredientes mientras estabas cocinando, para vendernos alcohol a mi y a mis amigos cuando teníamos 15 años, o incluso algun que otro cigarrillo que te daba el señor discretamente cuando ya te conocía. 

Me dirigí al local y entré. Miré hacia la caja con la intención de saludar al amable señor, pero cuál fue mi sorpresa que no era él precisamente quien estaba ahí. Un chico de no mas de 25 años, me miró, me saludó y acto seguido me sonrió. Debo reconocer que a simple vista me pareció un chico guapísimo. Lucía una camiseta blanca y ajustada a su cuerpo atlético, la cual resaltaba más su tono de piel bronceado. Tenía el pelo lacio, muy oscuro y brillante y una barba de unos 3 dias perfectamente cuidada. Le devolví la sonrisa y entré al supermercado. Al ir a pagar, le pregunté al chico por el señor de toda la vida. Me dijo que era su padre y que por motivos familiares se encontraba en su país, por lo que él y su hermano estaban a cargo del negocio. Estuvimos charlando un rato, el chico era muy simpático. Intercambiamos un par de miradas y acto seguido metió mi compra en una bolsa, y me la dió mientras me sonreía. Tenía unos dientes perfectamente alineados, perfectos y muy blancos. 

Durante esa noche, no puede evitar pensar en él, en su cuerpo, su cara, su sonrisa... No me lo quitaba de la cabeza, pues cada vez que le imaginaba un intenso calor invadía todo mi cuerpo, teniendo cada vez mas ganas de que sus manos me acariciasen, de juguetear con su lengua en mi boca. No se que ví en aquel chico pero me daba un morbo tremendo acostarme con él. Desde ese día, buscaba cualquier excusa para ir a comprar, solo por verle a él. Hasta que una mañana, una alocada idea rondó mi cabeza. Me duché, me puse un vestido de color negro, ajustado por la cintura y corto, y con bastante escote. Quería con todas mis fuerzas seducir a ese chico. Me dirigí al supermercado, y entré. Pasé expresamente por delante de la caja y le saludé. Me devolvió el saludo y pude notar como me miraba. Me fuí lo mas lejos posible de la puerta. Una vez allí le llamé. Puse la excusa de que no llegaba al producto que quería porque estaba muy alto con tal de hacerle venir hacia mí. El chico se acercó y yo señalé una cosa al azar con tal de que se acercara. Para mi sorpresa, soltó una pequeña carcajada y permaneció inmovil.

- Estas muy guapa- ,dijo.

Me quedé callada. Había descubierto lo que en realidad quería. Seguidamente, se acercó, acarició mi mejilla con su mano, me apartó el pelo de la cara poniendo su mano detrás de mi cabeza. Me acercó a él y me beso. Primero fue un beso tímido, jugueteó con mis labios frotándolos contra los suyos, y seguidamente los lamió hasta que terminó su lengua dentro de mi boca. Le abracé fuertemente, pegando mi cuerpo contra el suyo, pues quería sentirle cerca. Su boca se movía ahora por mi cuello, besándolo y lamiéndolo. Estábamos cada vez mas excitados, teníamos ganas de arrancárnos la ropa allí mismo, hasta que de repente escuchamos como entraba alguien. Rápidamente nos separámos y pudimos ver como otro cliente había entrado. Él se fue a la caja y yo me dirijí a la salida. Antes de marcharme me dijo en voz baja: 

- Ven a las 11 de la noche y acabamos. 

No pude dejar de pensar en lo que había pasado en todo el día. Quería que fuera ya de noche, pues llevaba todo el día tocándome pensando en mi chico pakistaní. Reconozco que el hecho de que fuera de otro país me hacía ponerme más cachonda todavía. 

Y finalmente, llegó la hora. Volví al supermercado, y allí estaba, en la puerta. Me miró y me hizo un gesto indicando que no hiciera ruido. Se acercó a mí, me llevó hasta la esquina y me saludó con un beso. Puso sus manos en mi culo y mientras acariciaba mis nalgas por encima de la ropa me preguntó donde me apetecía ir. Le propuse subir a mi casa ya que estaba sola, y automáticamente accedió. Al entrar, nada mas cerrar la puerta nos abalanzámos uno encima del otro. Nos besábamos sin parar y nos tocábamos el uno al otro. Nos fuimos quitando ropa hasta llegar a mi dormitorio. Una vez allí pude contemplar su torso desnudo, con unos abdominales perfectamente marcados. En este punto ya era más que evidente la erección que ocultaba debajo de su boxer de color azul. Estaba deseando quitarselo, pero no, me apetecía jugar un poco más con él. Me senté en la cama, y mientras él me observaba me quité el sujetador, dejando a la vista mis grandes pechos mientras le indicaba que se acercara. Se sentó a mi lado, y empezó a lamer mis pezones con delicadeza. Podía notar como la punta de su lengua se deslizaba sobre mis pezones ya duros, para despues terminar succionandolos con su boca. Me encantaba que empezáse tan tímidamente para después querer meterse casi todo mi pecho en su boca, restregando su cabeza mientras yo suspiraba. Entonces, él mismo se quitó su boxer, dejando a la vista su gran erección y me hizo un gesto con la cabeza, gesto que entendí al momento. Tenía el pene de un tamaño perfecto, bronceado como toda su piel y perfectamente rasurado. Lo agarré con mi mano, y lo introduje todo en mi boca. Pude oír como soltó un pequeño gemido. Comencé a chupar sin parar, tenía muchísimas ganas de tener en mi boca el pene del chico con el que tanto había fantaseado. Me arrodillé delante de él, y seguí chupando mientras paraba para mirarle a los ojos mientras le masturbaba con mis manos. La metía y sacaba hasta mi garganta, dejándola así bien lubricada con mi saliva. Paré, me incorporé un poco y se la puse entre mis pechos. Le masturbé durante un rato mientras lamía su glande con la punta de mi lengua hasta que soltó un gemido y empezó a correrse sobre mis tetas. Se la chupé otra vez hasta dejársela limpia, y lamí su semen de mis propios pechos. Me sentí desilusionada ya que creí que ya habia terminado, pero entonces me agarró, me tumbó sobre la cama y empezó a besar mi vientre hasta llegar a mis bragas. Rápidamente me las quitó, me miró con lujuría y sin dejarme articular palabra comenzó a lamer mi clítoris. Jugana con la punta de su lengua, y empezó a introducirme dos dedos en mi coñito. Yo no podía decir nada, solamente gemir. Era realmente bueno haciendo aquello. Besaba, chupaba, lamía mi coño sin parar mientras sus dedos iban entrando y saliendo cada vesz más ráìdp. Yo tenía mi mano en su cabeza, agarrándole del pelo y apretando su cara contra mí. No podía más ya, me iba a correr. 

- Córrete para mí -, dijo mientras me seguía masturbando.

En ese momento grité, un inmenso placer invadió todo mi cuerpo y me vine en su boca. Él siguó lamiendo mis jugos mientras yo seguía inmersa en aquella ola de placer. Sacó sus dedos, y los acercó a mi boca para que los lamiera. Los lamí hasta dejarlos bien limpios. En ese momento estaba tan caliente que me lanzé a comerle la boca, la misma boca en la que me acababa de correr. Le abracé apretando su cuerpo contra el mío, estando yo debajo y él encima. Podía notar el roze de su erección contra mi vagina. Le miré, y se supliqué que me la metiera. Quería que me follara, que me hiciera suya. Frotó su pene contra los labios de mi vagina, haciendome gemir mientras le besaba, y me la metió toda de golpe. Empecé a gemir de nuevo. Él siguó embistiendome cada vez más rápido, encima de mi, mirándome a los ojos y besándome mientras yo gritaba en su boca, mordiéndome el cuello y haciéndome de su poder. Paró, me dio la vuelta, me puso a 4 patas, y volvió a meterla para seguir follandome sin parar. Yo le suplicaba que no parase, que me follara más rapido, que era suya y me podía hacer lo que quisiera. Me daba azotes en el culo, me agarraba del pelo y manoseaba mis tetas mientras sentía como su pene entraba y salía de mí. No podía más, tuve un orgasmo de nuevo y grité mientras tiraba de las sábanas de la cama. Fue bajando el ritmo de sus empestidas hasta que paró, y desde atras, sin sacármela me besó en el cuello. Yo no quería parar todavía, queriá correrme de nuevo en manos de ese chico. Entonces la sacó, se recostó en la cama con su erección delante de mí y me tomó por las caderas para que me sentase encima de él. La metí entera y empecé a cabalgarle encima sin parar, mirándole a los ojos mientras me manoseaba las tetas. Me excitaba mucho ver su cara de placer. Me incliné hacia delante, y puse mis tetas en su cara para que las fuera chupando. El colocó sus manos en mis caderas, haciéndome seguir el ritmo mientras me iba dando algun azote en el culo. Seguí cabalgando encima de su rico pene hasta que me dijo que se iba a correr. Quería que lo hiciera dentro de mí. Subí el ritmo de mis movimientos pelvicos mientras le decía que se corriera dentro de mí, que quería sentir su semen dentro. Soltó un grito ahogado, y acercó mi cabeza hacia él para besarme, mientras notaba como su pene bombeaba dentro de mí, sintiendo así su semen caliente dentro. Acto seguido nos besamos durante un rato, y nos quedamos dormidos abrazados el uno al otro.

Y este, este fue el comienzo de muchos otros encuentros.