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La ardiente hija de un camionero. (Parte 2)

en Amor filial

La princesa de papá me solía llamar de pequeña…. Lo vi a través desde mi ventana apoyado en su deportivo molón…, estaba tan sexy que podría pasar por ser mi novio viendo a buscarme para salir. Papá es arrebatador cuando combina sus vaqueros con su camisas blancas remangadas... es tan fuerte, varonil… se puede decir que hermoso, no sabría definirlo bien. Mi padre no es muy guapo, pero sí atractivo, ese atractivo masculino que cautiva a una mujer con solo mirarlo… tiene la masculinidad de “Clint Eastwood”. Aunque seguro que toda hija que ama a su padre piensa los mismo, lo hermoso que es su progenitor ¿verdad? Mi padre es un hombre alto, con grandes hombros y unas piernas tonificadas gracias a las horas de gimnasio en sus años de juventud, y ahora en su trabajo de camionero la fortaleza la mantiene… no obstante los años no vienen solos, y eso se podía reflejar en que no poseía un perfecto abdomen como lo debía tener a sus 21. Tras el divorcio se empezaron a concatenar diferentes efectos negativos, las comidas desajustadas, las cervezas y las grasas saturadas reinaban en su vida. Sus facciones eran muy varoniles, nariz perfilada, barbilla cuadrada, tenía unos ojos penetrantes de un rico color miel, y su cabello, que aunque ya salpicado por algunas canas, se podía apreciar un hermoso negro azabache. No perdería la oportunidad de intentar que se cuidara un poco más, yo pondría de mi parte todo lo que una hija puede hacer. Mi padre es un hombre entrado en los cuarenta, del que siempre he pensado es inteligente y trabajador. Nunca le vi tener una infidelidad en los años con mi madre, y ahora estando soltero tampoco se anda con fulanas. Durante años había creado su propio camino superando el divorcio, y eso lo hacía más perfecto ante mis ojos. Nuevamente pienso que todas las niñas vemos perfectos a nuestros padres queridos, sin embargo yo no lo veía desde solo la perspectiva de padre, ahora era más como hombre y eso también lo percibía en su mirada sobre mí, esa tan distinta a la de un padre con su hija…, esa sensación la noté a partir del episodio de la gran paja que se hizo en mi honor en la cabina del camión embadurnándome entera ¡La sensación fue tremenda! Y lo mejor es que él no sabe que yo lo sé…

¿Cuándo comenzó en verdad todo eso para mí? No sabría decirlo con certeza, fue algo progresivo… En casa mis padres siempre hemos sido muy liberales hablando de sexo como hablar de religión, política o futbo, no había secretos ni mucho menos tabúes; en especial mi padre que siempre me explicó cómo era la vida, para ser más exacto como eran los hombres. Mi madre por su trabajo llegaba a estar menos conmigo, por lo cual por las tardes las disfrutaba con mi padre al quedarnos solos en casa, y aunque nunca pasó nada fuera de lo normal en la convivencia entre padre e hija, no significa que nunca lo hubiera deseado cuando mis hormonas se empezaron despertar. Un poco antes de mi pubertad, a  la edad de 10 años vi a mis padres en pleno coito..., recuerdo que era una noche fría, mi casa siempre ha sido enorme, aunque solo somos nosotros tres, pues mi madre nunca pudo tener más hijos. En fin, esa noche me levanté a buscar una mantita de más porque la temperatura estaba por los suelos y la estufa me reseca la garganta. Fui a la habitación donde mi madre tiene todas las cosas del hogar guardadas, y allí encontré un nórdico. Cuando iba de nuevo hacia mi habitación escuche ruidos, al principio pensé que era el viento, pero cuanto más me acercaba descubrí que provenían de la habitación de mis padres. Muy curiosa me acerqué, los ruidos sonaban como chillidos agudos y tenía miedo que a mi madre le estuviese pasando algo raro. Cuando logré llegar vi que la puerta estaba a medio cerrar, (mis padres nunca la cerraban del todo, ya que de pequeña siempre me pasaba a su alcoba y al ser muy enana para alcanzar la manecilla me facilitaba entrar y esa costumbre se mantuvo en el tiempo pese que ya estaba bien crecidita) La habitación estaba bañada por una tenue luz que provenía de las farolas de la calle.

Al principio no vi muy bien, pero los ruidos seguían presentes, esforzando un poco la vista vi dos siluetas en la cama…, al principio pensé que estarían dormidos, pero no fue así, un movimiento me percato de lo que allí pasaba. La colcha se movía de arriba abajo y ambos formaban un solo cuerpo. Después se desembarazaron de la ropa de cama mostrándose ambos completamente desnudos. Frente a mí se encontraba mi madre apoyada en el dosel de la cama con sus dos brazos mientras que su culo se alzaba dejándolo al descubierto un ojete que mi padre lamía con vicio. Mis ojos se abrieron de asombro al ver tal gesto, entonces yo solo tenía 10 años y nunca había visto tal cosa como esa, ni siquiera imaginaba que alguien pudiera hacérselo chuparle el culo a otra persona. Sin embargo, por esa época descubrí que al rozar mi coño con la almohada me producía una sensación muy rica, esa caricia me encumbraba de gusto, por ello empaticé con mamá que gemía de gozo. Mi padre le lamía desde el coño hasta su culo y mi madre gemía como perra en celo, al parecer mi padre se cansó de mamarla, por lo cual se acomodó detrás de ella, se acarició su larga y hermosa verga de tamaño colosal que se mostró exultante ante mí. Lo vi hipnotizada, como algo completamente extravagante… Su polla era gruesa y larga…recia, sin exagerar ahora sé que posee un tamaño mucho mayor que la gran mayoría de los hombres, algo que sin duda todos envidiarían tener y muchas mujeres sentirse llena de tal badajo. En aquel momento se encontraba totalmente erecto apuntando hacia el cielo, su prepucio remangado dejando ver el glande de un color rosado frente al resto del tronco de piel más oscura… ¡Su capullo se asemejaba a un champiñón! Vi como mi padre escupió en su mano, y la paso por toda su cabeza rosada. Acto seguido de una sola estocada empotró a mi madre la cual emitió un chillido de placer, más parecido al que emite un cochinillo en el matadero, que al de una hembra siendo follada tamaña estaca.

En verdad mi madre parecía transformada, nada que ver con la mujer recatada que salía de la habitación todos los días. Esta parecía una puta de burdel jadeando, gritando y gimiendo completamente descompuesta de gozo, entregada y sumisa al placer canal, sumida al macho que la estaba follando sin compasión. Mi padre la siguió empalando con dureza utilizando diestramente el rabo descomunal que Dios le había otorgado para fornicar salvajemente, un falo digno de un caballo que ninguna hembra despreciaría si se le ofreciera ¡Qué suerte la de mi madre! Pensaba yo años después cuando comprendí el gozo que suministra una verga de gigantesca envergadura. Miraba embobada como esa preciosa polla entraba y salía del coño de mi madre hasta desaparecer, dejando fuera el par de pelotas colganderas proporcionales a la dimensión del cipote del que eran parte. Mi madre fue aumentando sus gemidos y pronto tuvo su primero orgasmo, o eso supuse yo. Mi padre salió de ella y se bajó de la cama; mi madre como una perra se arrodillo a sus pies y comenzó a comerle ese tronco como una experta ya que se lo metía todo en la boca y le hacía una garganta profunda. ¿Quieres leche? Le preguntaba mi padre entre dientes con la voz alterada por sus jadeos, una respiración irregular y su cuerpo bañado en sudor por el esfuerzo de someter a tal hembra a un apareamiento bestial. Mi madre siguió chupando su orondo glande pajeando el resto del tronco y amasando sus ciclópeos cojones, hasta que mi padre se corrió llenándole la boca de espesa lefa que ella trago ávidamente. El primer chorro de engrudo le atoró la garganta, hizo un gesto de rechazo al percibirlo, pero los siguientes los acogió extrayendo un tanto la punta de la polla de papá a fin cupiese todo el cargamento suministrado de su huevos. Se tragó todo el avío de esperma espeso que mi padre guardaba en sus genitales, unos genitales similares a los de un equino… con varios sementales como papá podrían montar una Central Lechera. Salí corriendo del lugar un poco agitada, mi pecho bajaba y subía excitada de no haber sido descubierta, y de lo que yo había descubierto. Sentía una sensación extraña en mi coñito aun virgen sin vello, aún sin explorar. Cuando llegué a la habitación me acosté sin dejar de pensar en lo que había vivido. Nunca en mi vida había visto porno ¡Ni siquiera sabía que existía algo llamado porno! Cuando me acosté sentía algo entre mis piernas, como un calorcito con regusto placentero que no supe bien lo que era, pues jamás antes había sentido algo parecido. Así que para calmarlo metí una almohada entre mis piernas despojándome de mis bragas y me froté, la sensación se sintió mi chocho fue muy rica…, pronto el deseo se sació. Tiempo después me di cuenta de había tenido un orgasmo, faltaba revelar mi clítoris como órgano vital del placer sexual para estallar de gusto.

Pasaron los días y fui creciendo al mismo tiempo que lo hacía mi curiosidad. Me interese por el sexo a muy temprana edad, necesitaba saber cómo funcionaba todo ese mecanismo por el que hombres y mujeres son capaces de hacer locuras…. En clase de ciencias nos explicaron la teoría de fecundación y gestación de los animales. Cuando tenía trece se me reveló que lo que hacía con la almohada era una clase de masturbación, algo muy común en las mujeres y los hombres. En casi nada sirvieron las clases del instituto, sino las de mis amigas a nivel práctico y morboso. Con ellas aprendía cosas que nunca pasaron por mi imaginación complementando la teoría oficial de los profesores, mi madre y mi padre, con el que tenía largas charlas sobre muchas cosas, entre otras sobre el sexo masculino. En algunas ocasiones mi mente volaba recordando su descomunal pollón entrando saliendo del tragón coño de mamá. No lo volvía a ver con tanta claridad desde los diez años. Por otro lado Internet también me ayudó a entender diferentes comportamientos nada modélicos. Con el tiempo dejé la almohada como elemento masturbatorio, y pasé a tocarme el coño con mis manos manifestándose nuevas sensaciones un poco más fuertes. Al principio solo frotaba mi clítoris, después comencé a meter los dedos en la vagina, este se mojaba más y las sensaciones eran mejores…. Finalmente las masturbaciones se consideraban totales con los dedos en el clítoris, penetraciones con los dedos y con diferentes objetos fálicos. Los más recurrentes eran ciertas verduras o fruta que pululaban por casa, como por ejemplo el pepino o los plátanos, eran mis favoritos. También con el paso de los años continúe espiando a mis padres siempre que tenía ocasión, y en esas convocatorias descubrí un sentimiento especial por mi padre, un cierto antojo del que nunca nadie supo nada. Aunque mi padre era muy liberal, nunca me trató de forma diferente de como un padre trata a su hija, pero eso no evitaba ver sus aventuras con mamá a la hora de la siesta sobre todo. Estas visiones inspiraban mis mejores pajas en su honor.

De la masturbación compulsiva solo quedaba un paso para llegar al coito, así que cuando cumplí los 15 perdí mi virginidad con un chico mayor que yo unos tres años, aunque es una historia que se zanjó con un hasta luego, pues me folló un par de ocasiones una Semana Santa de vacaciones. Luego no supe más de él, ni me apetecía, pues apenas me duró cinco minutos en un coito rápido sin un manoseo previo, ni un post-coito como Dios manda ¡¡Cómo era posible que sea esto lo que tanto nos gusta a las chicas!! Me dije la primera vez. Tras dar mi virginidad en un acto soso del que esperaba mucho más, se manifestó un mundo de placer casi sin límites. Con el segundo novio los polvos fueron más preparados por mi parte por lo que la cosa cambió bastante. Iba adquiriendo experiencia y la iniciativa generalmente la tomaba yo, por eso en los siguientes, todo iba mejorando. Sin dejar de ser fiel al chico con el que estaba en cada momento me volví una perra en celo adicta al sexo…, quería hacerlo todo el tiempo con mi novio de turno, algo imposible para un hombre normal, por lo que cuando me calentaba de más me masturbaba en cualquier sitio. En más de una ocasión me toqué en el autobús camino a casa, al punto de conseguir dos orgasmos en un trayecto de 20 minutos. El caso era que quería vivir con algo dentro de mi chochito de manera permanente. Después de clase me metía en mi habitación para pajearme varias veces hasta saciar mi calentura, especialmente cuando tenía en casa a papá a solas conmigo. ¡¡Ahora sé que el motivo del sexo irrefrenable de mi pubertad se debía a la búsqueda del placer que veía en mi madre al ser follada por mi progenitor!! Así que con el tiempo desarrollé un deseo basado en la figura de papá por sus cualidades amatorias, el macho mejor dotado que nunca había conocido. Siempre que me follaban mis amigotes pensaba que era él quién me la metía sin parar. Veía en sus pollas pequeñas, la gran verga descomunal horadándome el coñito apretado, por eso más de uno conseguía un orgasmo, si hubiera sido por sus pichas jamás los habría tenido. Siempre que me masturbaba pensaba que era su polla la que me perforaba, por eso tenía unos excelentes orgasmos. Si bien nunca conseguí de mi padre una observación lasciva hacia mí con mis provocaciones, no por ello dejaba de escudriñarme ligera de ropa. Reconozco mi comportamiento de putita en ciertas ocasiones, cuando me metía en su cama en bragas y un top de algodón haciéndome la friolera para que su cuerpo me calentara, y es que con el paso de los años las ganas hacia su sexo crecían, así como el ansia de recibir su cipote dentro de mí. Nunca vi un comportamiento fuera de lo correcto en todo el tiempo…. Entonces sobrevino lo peor… se produjo la ruptura de mis padres, mi padre se tuvo que marchar derrumbado el pequeño artesonado que comenzaba a tener con él. Me quedé en casa con mamá y los novios que se echaba, mientras el pobre de papá se tuvo que buscar la vida, cayendo en una depresión fuerte.

Lo veía de uvas a peras hasta que cumplí los 18 años, entonces un viaje de mamá con su novio lo cambió todo… Desde los 15 años a los 18, la niña había quedado atrás poco a poco en un sutil cambio. Ya era toda una mujer, las téticas de colegiala crecieron y pronto se convirtieron en dos melones que a más de una polla le hicieron gozar, mi culo, aunque no era muy grande, era paradito y duro y gracias a la contextura de mi madre, fui premiada con una cintura estrecha y unas piernas largas como también un sedoso bronceado… un cuerpo que más de un chico ya habían disfrutado.

Era domingo y mi madre llamó a mi padre. Hacía tres años que se había divorciado, me había quedado con mi madre que en el último año convivía con su novio encargado de supermecado, mientras mi padre sobrevivía a duras penas. Tras una larga depresión se estaba recuperando, encontró un trabajo de transportista bien pagado. Cuando mi padre recibió la llamada aceptó en acogerme esos días en los que mi madre no deseaba ocuparse de mí sino de su amante, completamente encoñada con él. Mi vida tampoco no era muy cómoda por el comportamiento adolescente de la pareja que me sacaba de quicio. Cuando me dijeron que me iría con papá me dieron una alegría, y cuando mi padre me propuso el viaje, pese a ser incomodo vivir en el camión y de hostal en hostal, dije que sí…, cualquier cosa era mejor que vivir con los empalagosos de mi madre y su querido. Tampoco me apetecía estar sola durante diez días. El viaje en camión sería una aventura y así me lo tomé, máxime sabiendo que estaría a solas con papá y la libido por él seguía en todo lo alto. Durante el viaje que duró cuatro días, dormíamos en la cabina del camión y hostales, casi siempre en habitaciones dobles. El primer día quise tantear mi atractivo hacia el hombre de mi vida, medio atolondrada por el mareo y las pastillas que me dio papá para soportar el viaje me acosté en la cama que olía a él, a hombre…, sus feromonas me dilataban las fosas nasales. Con ese aroma me dormí plácidamente como anestesiada por el ese bálsamo paterno de macho… Me desnudé sofocada por el calor, y tras unas horas presentí a mi padre que me acariciaba. Le dejé hacer necesitada de mimos masculinos, noté sus manos sobre mis muslos, vientre y tetas. Todo mi cuerpo fue recorrido por sus rudas y amorosas manos. Una vez que me hice la dormida, no pensé que llegaría al extremo de masturbase en mi presencia. Sorprendida, en unos minutos noté que era rociada por un torrente de semen expelido de su polla. ¡¡Había tenido su verga tan cerca de mí, y yo me hice la dormida!! Me taché de tonta del culo. Después de rociarme con su leche, me la extendió por mi cuerpo, mezclándolo con el sudor de mi piel. El olor a macho se intensificó en aquel pequeño habitáculo, maldiciendo la oportunidad perdida de saborear de verdad el falo añorado durante tantos años. Me quedé soñolienta hasta que sonó la música fuerte. Sobresaltada me puse la ropa como pude y salté a la cabina, no tuve más remedio que despertarme para llamar la atención del diablo de mi padre. Allí estaba mi padre para invitarme a tomar un refresco y algo de comer… Desde entonces vi en su mirada otra forma decontemplarme. Sabiendo su atracción hacia mí decidí cambiar de hogar, proponiendo a mi padre irme a vivir con él. Siendo mayor de edad nada me lo impedía, aunque de vez en cuando me iba a vivir con mi madre alternándolos según sus necesidades y las mías.

Continúa...

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