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La ardiente hija de un camionero. (Parte 5)

en Amor filial

…Mi dulce Alicia, mi diosa insaciable… las vacaciones empezaban bien. Salimos muy temprano por la mañana, llegamos a eso del mediodía. No nos costó encontrar el dúplex; era el último de una calle estrecha de una sola dirección, a lo largo de la cual se levantaban las vallas y los pinos de las parcelas. Al ser el último de la calle sólo estábamos adosados por un lado de la edificación a otro dúplex... sólo teníamos un vecino “pared con pared”. El casero nos esperaba, y muy amablemente nos mostró la casa. Era perfecta, pues tenía el tamaño justo y estaba decorada con muebles blancos o de esparto y adornos marineros. Cuadros de paisajes marinos, claraboyas, instrumentos de marinería e incluso una red de pescar en la pared de la escalera, lograban crear un ambiente portuario muy agradable. Comimos frugalmente unas frutas que encontramos en el frigo, y ordenamos (más o menos) el contenido de nuestro equipaje. Ambos deseábamos inspeccionar la playa, así que a media tarde cogimos al niño, unas toallas y fuimos a verla. Para los que somos de interior, el primer olor a playa del año evoca muchas y buenas sensaciones, así que estábamos de muy buen humor, sonriendo y gastando bromas sin parar. La playa era perfecta. Poco concurrida, con un bosquecillo cercano y pocas edificaciones a la vista. Unos pocos jóvenes descansaban aquí y allá al sol de la noche anterior, y algunas familias con niños disfrutaban de la arena y el Mediterráneo. Pusimos el tenderete cerca del agua, no muy lejos de una mujer de unos 45 años. Con una gran melena morena rizada recogida tras una gran visera, hacía pasatiempos sentada en una silla de playa. Llevaba bañador y pareo. Decidimos dar un paseo con los pies a remojo antes de bañarnos y así lo hicimos. Después nos metimos al agua los tres juntos (era el primer baño de la vida de Alexis), y más tarde, las chicas salieron mientras yo me quedaba nadando un rato más. Después de unos minutos, vi a Alicia en la orilla, haciéndome gestos inequívocos de que volvía a la casa y agité la mano haciéndole saber que prefería quedarme un rato más. La observé recogiendo algunos bártulos y partiendo con el bebé en brazos. No sólo era una buena amiga, hija y una excelente amante, también era una madre entregada. Al cabo de unos minutos salí, me sequé ligeramente y cogiendo una novela me parapeté tras mis gafas de sol y comencé a leer. La mujer seguía haciendo pasatiempos unos metros más a mi derecha.

Al poco rato ya no prestaba especial atención al aburrido best-seller, pues las chicas y mujeres que pasaban cerca atraían toda mi atención. Tras las gafas de sol, pude disfrutar impunemente de los paseos de esas anatomías diversas de diferentes edades y aspectos. Tuvieron que pasar más de 15 minutos para ver el primer topless. La excitación llamó tímidamente a mi puerta cuando vi pasar de largo aquellos pechos enhiestos. Recordé nuestros planes de nudismo casero y me excité aún más. Intentaba concentrarme en el libro con el fin de que la erección remitiera cuando algo llamó mi atención. Un intenso chapoteo que había empezado a sonar hacía un par de minutos estaba acercándose. Miré al mar y vi a una chica sobre una colchoneta hinchable acercándose a la orilla. Cuando lo estimó conveniente hizo pie, cogió la colchoneta y se dirigió hacia donde yo estaba. Cualquier descripción de tal aparición sería injusta pues resultaría imposible plasmar tal belleza en palabras. El pelo mojado, moreno y rizado, se posaba sobre sus hombros y apenas cubría sus clavículas. Los ojos eran enormes y almendrados… brillaban con el reflejo del mar a sus pies. La boca, pequeña y de labios carnosos. Su cuerpo era desconcertante. La chica era alta, cerca del metro setenta, pero sus curvas eran como de niña, como si aún estuviera en formación. La estatura no se correspondía con esas curvas… las tetas apenas abultaban, las caderas eran casi imperceptibles y las piernas eran larguísimas y fibrosas. Gotas de agua resbalaban sobre la piel tersa y bronceada acariciando cada centímetro. Pasó por delante de mí y se dirigió a la mujer de los pasatiempos. Tan dura era su carne y tan tersa su piel que no había separación entre su culo y sus piernas, las nalgas no hacían pliegue al encontrarse con los muslos.

Disimulé con el libro entre las manos, repasando a aquel ángel desde detrás de mis gafas de sol. Se acercó a la mujer y tras debatir, decidieron irse. La que parecía la madre se levantó y comenzaron a recoger. Tenía ubres y caderas generosas, así como labios carnosos. La chica, dándome la espalda, se agachó a coger algo, regalándome una panorámica de su entrepierna que no dejaba mucho a la imaginación. Una candorosa almohadilla se mostró bajo el bikini…, abombado y surcado longitudinalmente por una hendidura que nacía entre los cachetes de su culo se abrió paso holgadamente entre sus muslos al agacharse, quedando enmarcado por aquellas sólidas nalgas, era una raja vaginal profunda y casi infantil. Al momento se enderezó y se giró para mirarme directamente. Afortunadamente, mi libro y mis gafas de sol la tranquilizaron y siguió a lo suyo. Parecía que la chica aún estaba acostumbrándose a que los hombres la miraran y empezaba a ser consciente de su poder sobre estos. Con seguridad, de repente había sido consciente del espectáculo que me estaba ofreciendo y rectificó su postura con brusquedad. Cuando hubieron recogido todo empezaron la marcha charlando. Yo quedé excitado, con el miembro a punto de reventar mi bañador. Aprovechando que la playa empezaba a estar desierta, salí corriendo hacia el mar con la esperanza de que el agua fría me calmara pero tuve que hacer unos largos extra para bajar mi erección. Por un momento pensé en masturbarme, pero preferí esperar a estar en casa para aliviarme con mi querida Hija y Esposa.

De vuelta de la playa…. Entré en la parcela y me dirigí a la ducha que había en el patio trasero. Antes de ducharme dije un cantarín “Hola” esperando que se me oyera dentro de la casa pero no obtuve respuesta. Me asomé por un ojo de buey que daba a una sala de estar y vi a Alicia de pie junto a la cuna, completamente desnuda, meciéndola mientras se llevaba un dedo a los labios en clara petición de silencio mientras daba de mamar a nuestro bebé…. Era tremendamente erótico observar tan bella mujer desnuda realizando una actividad que no congeniaba para nada con el sexo. Sus pezones semejaban caramelos de fresa y su rajita, totalmente depilada, se acomodaba plácidamente en el triángulo que formaban sus muslos. La observé unos instantes sintiendo mi polla crecer de nuevo. Aunque sólo podía verme la cara ella adivinó lo que estaba pasando y me sonrió. Siempre podía leer en mi cara lo que estaba pensando o sintiendo. Me conjuré para follar a Alicia después, y soltando bártulos, dejé caer el bañador al suelo y entré a la ducha equipado únicamente con las chanclas. Sentir el agua tibia limpiando la arena y recorriendo mí cuerpo reafirmó mis deseos lujuriosos y mi rabo alcanzó una consistencia y un tamaño que me hacían sentir una especie de tonto orgullo. Estaba aclarándome el jabón cuando sentí las manos de Alicia masajeando mi espalda y mis hombros. Dejé los brazos muertos y disfruté del momento, pero enseguida, se acercó a mí, pasó sus brazos por mis axilas y me abrazó por detrás. Apoyó su cara contra mi espalda y sus pechos se aplastaron contra mí. Tiernos besitos recorrieron mis hombros mientras sus sabias manos acariciaron mi torso y descendieron hasta agarrar mi badajo erguido. Un par de caricias después no pude aguantar más, me giré bruscamente y mi lengua azotó su boca. Ella no pudo evitar un gesto de placentera sorpresa pero yo no podía más…

Había vuelto de la playa “calentito” y tenía que descargar salvajemente en su coño, sin preliminares. Pellizqué sus nalgas con toda la extensión de mi mano separándolas mientras con todo el cuerpo la aprisioné contra la pared. Bajé las manos hasta agarrar los muslos y la levanté en peso. Ella me abrazó con las piernas en mi cintura, colgada de sus brazos sobre mi cuerpo, se enfrentaron ambos genitales… uno expuestamente abierto y el otro erecto tremendamente rígido, y… ¡Zas! La penetré hasta el fondo. Las embestidas fueron salvajes. El agua recorría nuestros cuerpos y hacía que un par de mechones de pelo rebeldes se pegaran a su cara, el agua no ayudaba a la penetración, pero mejoraba la fricción con tan exuberante lubricación de la cría. Mi rabo entraba y salía a toda velocidad ayudado por el balanceo de su cuerpo, con lo cual la penetración se agudizaba profunda a cada estocada. Aquel era un buen ejercicio y los brazos de mi hija se notaban fuertes para sostener su liviano cuerpo y los empellones al que era sometido su coño.... No aguantamos más de cinco minutos cuando alcanzamos el orgasmo a la vez, entre gemidos de placer que se fueron acallando poco a poco…. ¡¡Vaya mi papaíto!! ¡Vaya sí que tenías ganas! Dijo sonriendo… Eso es que has estado mirando las chicas de la playa. Voy a tener que regañarte. Si todas las regañinas van a ser así, no me importa… seguiré mirándolas. Trato hecho, dijo ella riendo a carcajadas. Debo reconocer que su comentario me sorprendió un poco. No es que Alicia sea especialmente celosa, pero nunca habíamos comentado nada acerca de mis posibles deseos hacia otras mujeres.

Cenamos en el porche, totalmente desnudos. Era agradable notar la caricia de la brisa veraniega en los testículos. Además cualquier roce era vivido con risitas de complicidad. Para recoger la mesa, ella hubo de poner sus nalgas ante mi cara, pues yo seguía sentado, así que no tuve más remedio que darle un buen mordisco. No podía dejar de manosearla ante estas situaciones… un pellizquito en un pezón, un intrépido dedo buscando sus labios menores, una nalga castigada por una cachetada…. Gracias a estos jugueteos, mi miembro pasó por todos sus estados desde flácido a sólido, varias veces esa noche sin necesidad de ser acariciado. De alguna manera sentía que nuestra sexualidad estaba a punto de pasar a otro nivel. Al fin, ella se tumbó un rato a ver la TV, y yo anuncié que subía al balcón de nuestro cuarto a fumar hierba, pues había allí una oportuna mesa y unos sillones muy cómodos. No soy fumador, no tengo el vicio, pero a veces me apetece relajarme al final del día con un whisky y un porro. Preparé todo y me acomodé en el sillón del balcón sin encender luces. La terraza no tenía barandilla sino una especie de pared que llegaba hasta la cintura, así que una vez sentado, permanecía prácticamente oculto.

Justo al otro lado de la calle, se elevaba un dúplex idéntico al nuestro. La habitación del balcón (que debía de ser como la nuestra) permanecía con la luz apagada, pero de la ventana de al lado salía el tenue brillo de una lámpara de noche. Sólo se veía una puerta abierta que daba al pasillo. Escudriñé unos segundos ¡Viva el voyerismo! Pero sólo vi un pie, que parecía femenino, aparecer de cuando en cuando por la parte inferior de la ventana. Evidentemente, alguna persona estaba tumbada boca abajo en la cama y movía los pies. Me dediqué a leer unos artículos en la Tablet rodeado por la penumbra y al cabo del rato me volví a fijar en la ventana. Ni rastro del pie. ¿Quién sería su dueña? ¿Sería una chica? ¿Sería guapa? Y lo peor ¿Me la había perdido por leer aquellos estúpidos artículos? Una especie de ansiedad me invadió y sentí gran curiosidad por averiguar quién era aquella persona. La providencia me deparaba una grata sorpresa. De repente, la lolita que había obnubilado mis sentidos en la playa apareció por la derecha y se esfumó rápidamente por la izquierda. Mi corazón se disparó. Sus rizos, ahora secos, se habían contraído unos centímetros, y se movían saltarines a su paso, dándole un aspecto tribal y salvaje. Como única indumentaria lucía una camisetita de tirantes pegada al cuerpo y una braga culote. Aunque por la tarde la había visto con mucha menos tela encima, ahora me parecía infinitamente más sexy y mi verga empezó a reaccionar cuando volvió a pasar, ahora hacia el otro lado. La camiseta ceñida evidenciaba la escasez de pecho (aunque sus tetitas parecían empezar a pugnar por desarrollarse), pero marcaba dos botoncitos magníficos a la altura de los pezones.

De repente volvió a aparecer, pero esta vez no pasó de largo, sino que cerró la puerta, dejando visible el espejo de cuerpo entero que había tras ella. Hizo una pose, como de modelo, y con el móvil que llevaba en la mano, fotografió la imagen del espejo. Volvió a poner otra pose sensual y disparó nuevamente. Para la siguiente instantánea se giró y se agachó, enfocando las firmes nalgas. No estaba muy lejos, pero evidentemente no podía apreciar todos los detalles. Pensé en acariciarme, e iba a hacerlo, pero una voz desde lo más profundo de mí ser, me hizo mirar hacia atrás, a la puerta del balcón…, donde estaba Alicia, con un hombro apoyado en el marco y con cara de póker. Me avergoncé. La excitación se hacía evidente en mi virilidad. Era obvio que aquella muchacha me había excitado mucho, y sentí el impulso de disculparme ante mi hija, una mujer hecha y derecha. Abrí la boca sin saber muy bien lo que iba a decir, pero ella se adelantó rápidamente, sonriendo y llevándose otra vez el dedo a los labios en señal de silencio. Entonces sacó la otra mano de detrás de su espalda y vi que sostenía el bote de lubricante que solemos usar para el sexo anal. Se acercó despacio, desnuda y terriblemente sexy. Se arrodilló a mi lado y antes de lamer mi oreja susurró con su aliento caliente… Te queda prohibido moverte. Tienes derecho a Disfrutar ¡Todo vale! Comprendí que mis temores no tenían razón de ser. Estaba claro que Alicia tenía alguna especie de plan con respecto a nuestra vida sexual, del que aún no me había hecho partícipe. Evidentemente, prefería que lo fuera descubriendo poco a poco con hechos, lo que me pareció una gran idea. Al principio elucubré que lo hacía sólo por complacerme, pero a juzgar por la pasión que ponía, a ella también le gustaban estas formas de libídine. Era mi hija sí, le llevaba 24 años de diferencia sí, pero parecía tener mucha más experiencia en el sexo que su padre… Me empujó por el pecho hacia atrás para que me recostara en el sillón. La muchachita había concluido la sesión de fotos, pero ahora bailaba ante el espejo alguna música que no podíamos oír. Parecía ensayar bailes sexys para no desentonar cuando saliera con amigos a bailar. Un buen chorro de lubricante cayó sobre mi polla y mis testículos… Alicia comenzó a masajear. Sus dedos resbalaban aceitosos en torno a mi miembro viril.

Me masturbaba con gran destreza, apretando más fuerte en la base, y deslizando más suavemente los deditos por los contornos del glande. La sujetó por la base con una mano y restregó suavemente la punta con la palma de la otra, para después formar un anillo con el índice y el pulgar, masturbando la parte más sensible de la cabezota del cipote de su padre, con un movimiento de no más de un centímetro arriba y abajo. Después formó un coño suave y resbaladizo entrelazando los dedos de ambas manos y me la machacó. Nunca había imaginado que una paja pudiese ser tan placentera. Las tetas cargadas de leche de Alicia temblaban a cada movimiento de sus brazos. Hizo resbalar mi glande entre sus palmas y entre sus dedos de todas las formas posibles. Desde el principio supe que no iba a usar su boca acogedora, y esa dolorosa renuncia resultó añadir morbo al asunto. La muchacha seguía con su escandaloso baile sensual. Se ponía en cuclillas y volvía a elevarse despacio arqueando la espalda… acariciaba su torso y su culo mientras cimbreaba su cuerpo. Se recogía el precioso cabello con los brazos en alto y lo volvía a soltar…. Alicia también miraba a la chica con evidente placer y mi imaginación me regaló la preciosa imagen de las dos besándose y acariciándose desnudas. Mientras masajeaba mi falo y mis testículos a la vez susurró… ¡¡Qué buena está la hija de puta, quién la pillara verdad papi…!! Este comentario azotó mis ansias lujuriosas y sentí que el placer iba invadiendo mi cuerpo como el mar inunda la playa cuando sube la marea. Mis movimientos y mis ahogados gemidos la pusieron sobre aviso y justo cuando parecía que no había vuelta atrás e iba a eyacular, dejó de masturbarme, consiguiendo que me doblase por el doloroso gusto que provocaba no alcanzar el prometido orgasmo. Gotas de líquido pre-seminal resbalaron por mi capullo cuando contraje el perineo y se precipitaron recorriendo todo mi rabo, morado, tumefacto y reluciente gracias al lubricante.

Todo esto sucedía mientras yo no me perdía ni un movimiento del bailecito que nos ofrecía la chica. Mi Alicia se centró ahora en los testículos, haciendo un masaje resbaladizo que terminó con su dedo anular masajeando mi ano. El cosquilleo estaba resultando muy agradable y pronto introdujo dos falanges del dedo y dejándolo ahí retomó su trabajo en la base de mi aceitada polla con la otra mano. Pero ¡Oh Dios!, todos los astros conspiraban a mi favor esa noche, y cuando parecía que la cosa no podía mejorar, se encendió la luz de la otra habitación, lo que llamó nuestra atención. De repente apareció la mujer de los pasatiempos. Se había recogido la melena en un sensual moño que dejaba caer mechones de pelo por sus sienes. Como única indumentaria, una toalla envolvía su cuerpo desde el escote hasta los muslos. Entonces se quitó la toalla y la arrojó, quedando casi desnuda ante nosotros. Alicia me miró divertida (sin parar de masturbarme suavemente) y ambos sonreímos. La mujer se conservaba estupendamente, pues a pesar de que aparentaba estar en la cuarentena desde hacía tiempo, y de que tenía un pequeño y delicioso exceso de peso, sus formas eran muy exuberantes y femeninas. El corte del bronceado era evidente, y dejaba sus partes íntimas mucho más blancas que el resto del cuerpo. Estaba equipada con dos melones de campeonato adornados por dos pezones grandes y oscuros. Estaban algo caídos, pero no eran para nada feos… tenía unas tetas espectaculares. Su coño era, desde donde estábamos nosotros, un tupido mechón triangular de vello negro.... Lo vimos porque rápidamente se sacó las bragas blancas y comenzó a embadurnarse el cuerpo con leche hidratante mientras su hija seguía ensayando escorzos y pasos de baile, y Alicia continuaba con la paja más deliciosa que nadie pudiera imaginar. Aquella era la primera de las situaciones ultra eróticas que me esperaban esos días.

Mi hija dejó de masturbarme situándose sobre mí con una pierna cada lado de mi cadera. Su coño enfilado a mi capullo fue bajando lentamente empalándose centímetro a centímetro hasta quedar enterrada por completo toda mi polla en su chochito acogedor. Abierta de piernas formando un “Arco de Triunfo” sobre mí, subía y baja cual ejercicio gimnástico dejándome ver como se perdía mi verga en su entrepierna succionada por la raja divina de su vagina…, de pronto eran 20 cm de rabo y al segundo siguiente quedaban enterrados dejando solo los huevos fuera aplastados contra su clítoris. La lubricación previa, junto a lo mojado de su conejito facilitaba enormemente la intrusión hasta la raíz de mi tranca… una, dos y tres veces. Con mi hija follándome placiendo del ondeo de sus tetas y el sublime espectáculo que madre e hija nos ofrecían en el otro dúplex, ¡¡Me sentía en séptimo cielo!! La mayor se masajeaba las tetas y la menor ponía poses sexys y se tocaba los pezones y las nalgas mientras bailaba. Incluso llegó a subir la pierna como una bailarina, quedando su tobillo a la altura de la oreja. No podía aguantar más, el placer iba en aumento. Empecé a gruñir ahogando los gritos que el cuerpo me pedía para no ser descubiertos. Sin darme cuenta, Alicia había metido medio dedo en mi ano y lo movía levemente, lo que me proporcionaba descargas de placer. Mis manos se deslizaban sobre su sudado cuerpo con maestría buscando las zonas más erógenas. Alicia flexionaba cada vez a un mayor ritmo, dejándose caer sobre mis pelotas con energía en contundentes sentones. Sus jadeos se ampliaban dejando un ambiente enloquecedor, todo mi panorama estaba cubierto de lujuria. Se mantuvo más diez minutos en aquel arrebato de pasión sin precedentes, y el orgasmo llegaba ya, me puse en tensión, y cuando estaba a punto de estallar, agilicé mis embestidas sobre el coño de Alicia…, ella acarició los testículos, los estrujó mientras el dedito se deslizaba con facilidad dentro de mí. Justo antes de estallar mi hija se amorró a mi boca succionándome los labios y lengua en un cerrado apretón, Como ella sabe que tanto me gusta cuando voy a eyacular dentro de ella…y ¡¡Zas!! Estallé en una sorprendente erupción de leche espesa que aterrizó en el fondo vaginal de mi niña. En su cara se reflejaba como iba percibiendo cada andanada de lefa saliendo de mi hinchado capullo en chorreados intensos. Los sucesivos espasmos provocaron cinco o seis erupciones más, igual de impresionantes que la primera, lo que dio paso a un caudaloso reguero de blanquecino esperma que embadurnó sus labios vaginales al no poder albergar tanta cantidad de semen.

Me hallaba como si fuera la primera vez que sentía esa morbosa sensación del inmenso placer de un gran orgasmo, sumado a la ansiedad de no encontrar casi roce en el momento álgido. Quedé exhausto, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados disfruté del momento con todos mis sentidos… el sonido del mar, la brisa veraniega… Cuando volví a mirar, la mujer ya llevaba un camisón puesto y deambulaba por la habitación preparándose para acostarse. La chavala continuaba con su baile cuando la madre apagó la luz. Alicia había apoyado su cabecita en mi regazo… me miraba amorosa y sonriente aun acoplados nuestros genitales…. Gracia cariño, eres la mujer más increíble que jamás pude imaginar pudiera amarme… Me miró a los ojos a unos centímetros de mi cara. Las gracias te las tengo que dar a ti por haberme engendrado dándome la vida, por amarme durante toda la vida siendo un padre ejemplar y sobre todo por haberme Preñado de la niña más hermosa del mundo. Gracias a ti mi vida por hacerme tan feliz…. A los pocos minutos la chica dejó de bailar y se lanzó a la cama. La luz permaneció encendida un rato más, pero no la volvimos a ver. Con Alicia a mi lado recostado con la cabeza sobre mi pecho, me encendí el porro y lo fumé mientras acariciaba el pelo de mi Princesa…, ella también le dio un par de caladas, pero el resto me lo fumé yo. Al rato, nos duchamos y nos acostamos, sin sospechar que la mujer de los pasatiempos, desde la penumbra de su habitación se había masturbado viendo la escena de un Padre amando e inseminado a su Hija.

Cada uno de los días de vacaciones era distinto al anterior, mi hija siempre introducía alguna novedad en nuestra rutina sabática, siempre con el aliciente de las vecinas con las que finalmente congeniamos los últimos días, más por reencontrarnos en diferentes lugares que por atrevimiento a desear un acercamiento amistoso... Que charláramos sin pretensiones sexuales con ellas en la terraza del restaurante, en la playa sobre la arena o en el súper de la esquina, no quitaba que mostráramos nuestro sexapil cada cual en su casa provocándonos…. Ellas nos facilitaban su striptease y nosotros una sesión de sexo duro sobre la tumbona o el mal llamado cesped. Pero como todo lo bueno se acaba y volvimos a nuestra vida cotidiana…, mis viajes con el camión, las visitas de mi ex y madre de Alicia a ver a su nieta, quien aceptó de pleno nuestra unión conyugal no oficial. Ella siempre iba sola a casa, pues no le permitía que viniese con ninguno de sus novios. Y sobre todo los encuentros tórridos con mi hija tras varios días sin vernos…, esos encuentros se volvían tan apasionados que no medíamos nuestra lujuria, en un descontrol total, tanto que no tardé en volver a dejar PREÑADA a mi princesa a sus dulces y tiernos 20 años. Nunca necesité a otra mujer, las fulanas de los clubes de carretera nunca fueron mi atracción y exceptuando un par de veces al principio de mi profesión de chofer, jamás volví a joder con una puta, ni lo necesité con mi Alicia. Con ella claudiqué definitivamente.

                                                                                     FIN

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