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La ardiente hija de un camionero. (Parte 4)

en Amor filial

El verano que todo cambió. Me hija Alicia y yo hacíamos vida de casados, no se puede decir que lo nuestro fuera amor a primera vista pero se le parecía. Evidentemente, era la imagen del puro morbo, con su aspecto de niña “bien” modosita… melena castaña a capas, alisada con discretas mechas, ropa cara, pendientes de perlas, en fin todo el uniforme de pija estudiante. Yo nunca he sido un tipo especialmente atractivo, pero no me manejo mal en las distancias cortas y tengo bastante labia. Tras empezar a convivir unos días por accidente nos enamoramos de golpe, se perfilaba una de las épocas más felices de mi vida… soñábamos con el futuro, nos comprometíamos con causas sociales, salíamos de fiesta… Éramos una pareja muy popular entre mis amigos, la gente siempre nos invitaba a sus saraos porque éramos gente simpática y amable (Alicia es especialmente risueña), teníamos conversación agradable, y por supuesto, mi niña deslumbraba con su discreta belleza allá donde iba. Era una chica tremendamente atractiva pero nada despampanante. Su cuerpo breve pero bien proporcionado, su rostro angelical de niña buena, y su eterna y acogedora sonrisa conseguían que todos los chicos sintieran por ella una atracción repentina. No era muy alta, pero si tenía grandes curvas, lo que hacía pensar a cualquier pardillo que ella estaba a su alcance, cuando en realidad mi dulce Alicia era una mujer maravillosa en todos los aspectos, físicos, emocionales e intelectuales y siempre estuvo, desde su adolescencia, al alcance de muy pocos elegidos. Me consta que tuvo varios novios en el instituto, quien la desfloró a los 15 años y más tarde otros que no daban la talla como bien me dijo ella. Yo al principio sufrí en silencio algunos ataques de celos cuando alguien se mostraba especialmente cariñoso con ella, pero cuando comprendí que esto nos acompañaría toda la vida y que ella me amaba con amor sincero y fiel, estos pensamientos desaparecieron. Los meses pasaron y Alicia se fue convirtiendo en una mujer increíble; definitivamente me había tocado el premio gordo y para colmo, cada vez nos amábamos más.

Me encontraba a gusto con un buen trabajo muy bien remunerado, por lo que empezamos a llevar una vida agradable y desahogada. Cenas con amigos, salidas nocturnas, conciertos, viajes por todo el mundo y ese tipo de cosas…. Solo nos faltaba casarnos, pero eso era innecesario, ambos teníamos un contrato de por vida y más allá  firmado en nuestra sangre, en nuestros genes compartidos. Como era de imaginar entre un padre y una hija, al principio ninguno de los dos estábamos interesados en tener hijos así que disponíamos de todo para nosotros solos. Nuestra vida sexual era escandalosamente maravillosa; el sexo con ella es, aún hoy, como una especie de droga de la que es imposible desengancharse. No obstante, bajo el gesto dulce y aspecto ingenuo de Alicia, resultó esconderse una auténtica viciosa, que estaba dispuesta a disfrutar de su cuerpo y sus sentidos a todos los niveles sin ningún tipo de remilgo moral. El INCESTO está muy sobre valorado nos decíamos. Buena parte de ese placer lo conseguía al proporcionármelo a mí, lo que la convertía en una amante lasciva, complaciente y muy activa. Abiertos a experimentar cualquier juego o práctica sexual que se pudiera realizar en pareja, solíamos usar para nuestras fantasías todo tipo de juguetes y complementos. Follábamos a cualquier hora, en cualquier parte, en aseos de bares y restaurantes, en parques, portales de edificios, en la cabina del camión era más que frecuente al ser nuestro segundo hogar… y en casa por supuesto. Anales, besos negros, esposas, lubricantes, consoladores… de todo había en el repertorio.

Un juego que nos gustaba especialmente era el siguiente… como ella parecía y es más joven que yo, y a mí me empezaron a salir mis primeras canas en las sienes y la barba, nos gustaba acentuar esa diferencia de edad con nuestra indumentaria, y salir a la calle. Yo vestía acorde a mi edad y ella con trenzas o coletas en el pelo, y vestía minifaldas de cuadros y calcetines hasta las rodillas. En tales ocasiones solíamos cenar en algún McDonald, entre familias tradicionales. La ropa y el peinado le daban un toque ambiguo a Alicia, quien a ojos de cualquier desconocido podía tener 14 años cuando empezamos a hacer esto. De postre siempre pedía un helado, y ella se lo comía saboreándolo con ganas, con las piernas abiertas mientras la observaba. Después marchábamos a cualquier hotel, y ante la mirada desaprobatoria de la recepcionista, cogíamos una habitación para una sola noche. Tras varias horas siendo el centro de todas las miradas, ambos llegábamos a la habitación excitados hasta el paroxismo, por lo que las sesiones más sucias y salvajes de sexo solían tener lugar en tales ocasiones. Me excitaba mucho su indumentaria de “Lolita”, pero aún más imaginar en secreto que ella compartía conmigo estos gustos y que deseaba juguetear con un tierno efebo. Sin duda, el sexo era la tercera gran pata sobre la que se asentaba nuestra relación, junto a la admiración intelectual, y el fuerte amor que ambos sentíamos por el otro…. No decidimos que se quedase preñada, simplemente nos sobrevino al no poner objeción… Apenas unos meses después de empezar nuestra trepidante aventura Alicia quedó preñada de nuestro primer hijo. Los siguientes nueves meses fueron casi perfectos (ambos ilusionados y enamorados) salvo por un pequeño detalle (o no tan pequeño). En el tercer mes de embarazo, el ginecólogo descubrió que los dolores que sufría a veces mi dulce niña se debían a una mala posición de la placenta: no era peligroso, pero la penetración quedaba aplazada hasta que no hubiera riesgo de nacimiento prematuro.

Seguimos practicando otros tipos de sexo, pero el no poder culminar las sesiones con una caliente y prolongada penetración de mi barra de acero en su chorreante vagina empezó a pasar factura al poco tiempo. Pronto andábamos los dos más que calientes que una cafetera, especialmente yo. Alicia, que no quería poner nada en peligro, ni siquiera me permitía penetrar su delicioso culito, así que nos masturbábamos a diario y teníamos muchas conversaciones tórridas. Nuestra pequeña Alexis nació un 20 de agosto con algo más de 3 kilos. Todos los que seáis padres, comprenderéis el terremoto que supone para una pareja la llegada de un primogénito. Todo nuestro mundo dio un giro radical, y embargados por el amor y la responsabilidad, nos dedicamos en cuerpo y alma a la crianza de nuestro pequeñuelo. Ahora formábamos un equipo perfecto. Alicia estaba más radiante que nunca; se suele decir que a todas las mujeres les favorece la maternidad, y con ella no había excepción. Sus ojos sonreían pícaros, su piel resplandecía. Su cuerpo apenas sufrió ningún cambio significativo. El periodo de lactancia sólo duró más de seis meses, por lo que sus pechos, tras hincharse y descolgarse un poco, casi no sufrieron cambios en su forma o tamaño debido a su juventud, la recuperación de su cuerpo fue casi inmediata. Supongo que hay que tener suerte con la genética, y ella la tenía. Pronto asumimos que nuestra vida había cambiado completamente. Habíamos salido de lo que se suele llamar “zona de confort”, y ahora todo giraba en torno a nuestro pequeño. Se acabaron las salidas nocturnas y  los viajes. Tampoco el sexo fue retomado con la misma pasión que antaño; no es que no tuviéramos las mismas ganas de siempre, simplemente es que íbamos reventados de cansancio. Todos estos factores confluyeron para que, al siguiente verano, nuestra vida diera un nuevo giro…

Se acercaba el verano,y con él, las vacaciones. Normalmente aprovechábamos para coger un avión y visitar alguna ciudad lejana, pero con una criatura de ocho meses, la cosa cambiaba. No es que seamos mochileros, pero solemos viajar con lo justo, caminamos muchos kilómetros para visitar muchas cosas…, así que pensamos que por una vez, no estaría mal alquilar alguna vivienda en la costa y relajarnos en la playa durante dos o tres semanas. Además, nos merecíamos un buen descanso. Tras las habituales pesquisas por internet, Alicia encontró un coqueto dúplex adosado en la costa catalana, sin piscina, pero en segunda línea de playa. La zona no estaba demasiado masificada por el turismo debido a los precios que por allí se estilaban, y las fotos eran prometedoras, así que nos decidimos a alquilarlo. La noche antes de partir, con la mayoría del equipaje ya en el coche, me encontraba en la terraza, leyendo un libro y bebiendo una copa de vino, cuando Alicia llegó y me informó de que Alexis ya estaba dormida. Al ponerse justo delante de la lámpara, la silueta de su cuerpo se dibujó dentro de su vestidito blanco ibicenco. Pude adivinar, por el tono de su voz, que quería sexo; es algo que pasa cuando llevas tiempo con alguien o es tu propia hija. Me hice el indiferente, respondiendo secamente… sabía que a veces a ella le gustaba encelarse y suplicar su orgasmo ronroneando. Se acercó y se sentó sobre mí abriendo las piernas. Seguí leyendo como si no fuera sensible al contacto de sus nalgas en mis muslos y al olor almizclado de su sudor. Se había recogido el precioso pelo castaño alisado en una cola de caballo; por el escote se veía el inicio y el fin de su canalillo. Apoyó los antebrazos en mis hombros y cubrió de besitos mi cuello susurrando… He estado mirando otra vez las fotos del dúplex. La parcela está rodeada por unos tupidos pinos. Su aliento caliente se esparcía por el vello de mi pecho; su voz dulce y acogedora, el calor de la noche veraniega… Todo ello me provocó una erección de campeonato que se elevó dentro del pantalón por encima de los muslos. La notó y comenzó a frotarse contra ella. Continuó… Quiero que hagamos una cosa estos días. La playa donde vamos es familiar y no podemos dar el espectáculo, pero en casa quiero que esté prohibida la ropa. Iremos todo el día en pelotas y follaremos mucho. Todos los días muchas veces; en todas las habitaciones de la casa y en el jardín también. La idea me encantó… Te voy a dejar seco… te voy a follar todos los días hasta que te tiemblen las piernas. Mientras decía esto, había liberado del bañador el tremendo pollón que gasto, y tras frotar sus labios vaginales y el clítoris contra él a través del tanga, lo acomodó entre sus nalgas, elevándose éste por el carril que mostraba la hendidura entre sus cachetes. Sentir el libre roce contra la suave piel de las nalgas provocado por su caprichoso movimiento pélvico se traducía en un aumento de mi deseo… Te voy a dar los buenos días a diario con una soberbia mamada. Quiero que pases los días enteros empalmado... que mi culito y mi chochito no paren de chorrear tu leche.

No discernía si eran más excitantes sus palabras o sus caricias. Le besé y sobé el cuello paladeando la sal de su sudor. Echó a un lado el tanga y en un eléctrico movimiento consiguió ensartarse ella misma con mi verga en estado de mástil. Al principio fue un lento movimiento circular, con el cual mi glande exploró los lugares más recónditos de su vagina. El calor y la humedad que desprendía su coño eran suficientes para hacerme sentir relámpagos de placer…, no hacía falta fricción ni roce. Cuando comenzó a cabalgar siguió diciéndome obscenidades… Cabrón, lléname entera. Te voy a dejar seco, vas a adelgazar estos días… ¡oh sí!, sigue follándome así… Mmmmhhhh me encanta tu rabo, te lo voy a desgastar. ¡Oh, oh, ah, sigue, sigue…! ¡¡ACASO NO DESEAS VOLVER A PREÑARME!! Yo estaba ya muy excitada, la voz susurrante, las obscenidades, y el calor de su sexo me arrancaron en busca de un gran orgasmo… No dejaba de masturbarme, de restregar su polla por mis labios que ya estaban hinchadísimos y de torturar con su capullo endurecido mi clítoris…, cuando ese glande debía estar Ya, dentro de mi coño por derecho. Sin quererlo yo ya estaba empujando mi cadera contra la suya para comerme con mi conejo hambriento ese pedazo de tranca que se gastaba. ¡Quiero que me la metasssss… que me la metassss de una vezzzz que no aguanto mássss… uffff…!! Si sigues así me voy a correr antes de que me la claves, papá no me seas hijo de puta haciéndome sufrir… ¡¡Eres mi nena preciosa…! ¡¿Acaso deseas ser también mi princesa putita?! Síiiii, seré toda tuya mi amor… ¡Solo encájamela…! Fue un poco doloroso porque, al afollar su polla en la raja presionó con mucha fuerza. No fue nada delicado con el coñito de su hija…. Grité un poco fuerte aliviando su embestida. Rápidamente atraje su cuerpo para que se recostara sobre mí, le arañé la espalda. Para no seguir gritando le mordí el cuello, y aguantó como un auténtico macho mientras su enorme verga se abría paso en mi calenturiento y húmedo interior ¡Percibía otra vez aplacada, el caliente rabo endurecido y venoso de semental! Los dos jadeábamos mirándonos mientras su cadera describía un suculento ir y venir que me ponía como loca. Quería decirle que lo amaba, seguro que él también, pero algo en los dos nos lo impedía en aquella vorágine canal. De todos modos yo estaba más que contenta, tras casi semana y media sin tener a mi macho dentro de mí quedándome cachonda día tras día, por fin podía desquitarme.

Sebastián conocía los trucos para ponerme como una perra en celo. Su polla describía ligeros círculos dentro de mí, antes de avanzar hasta el fondo. Esas órbitas ayudaban a expandir mis paredes vaginales mejorando la penetración sin hacerme daño. Lo retiraba un poquito y volvía a dibujar formas circulares, lo hacía con tanto cariño que se me saltaban las lágrimas por el amor con que follábamos. Mis piernas y  brazos colgaron rendidos, ya no podía controlarlos, mi boquita ya no decía nada entendible, solo mascullaba y gemía como una cerda empalada hasta el estómago. De vez en cuando me besaba y chupaba mis labios, me metía su lengua y jugábamos con ellas lascivamente. Mis ojos ya no veían nada al estar vidriosos…, era todo blanco. Me sentía en el cielo percibiendo el cipote percutor abriéndome las carnes tan deliciosamente. Ni mi mejor novio supo follar como lo estaba haciendo Él, me estaba ensartando magistralmente y mi conejito le engullía la tranca a todo lo largo de ella haciendo presión con mis músculos vaginales para succionársela mejor y que mi macho supiera lo que era una buena hembra folladora. ¡Mi PADRE me respetaba haciéndome gozar! Me sentía muy orgullosa de él y de haber logrado ser una gran folladora de polla gordas… A lo lejos escuché mi móvil, me devolvió al mundo real, seguramente era mi madre que me llamaba tras el regresó de su viaje con el nuevo novio…. Pero me importaba una nada en el mundo cuando gozaba con Sebas. Así como mi padre rompió con todo para estar conmigo, yo no tendría problemas para ser suya eternamente. Sebastián miró mi móvil sonriéndose al ver la llamada entrante de su ex…, luego me besó con mucha fuerza, lamió mis labios tan necesitados por la resequedad de la hiperventilación de mis jadeos ante tan buena follada, luego mi sonrojada mejilla

¡Era tan tierno conmigo, sin dejar de ser contundente con mi coño! Nos dimos la vuelta quedando encima de él, me abrí bien las piernas para encajar entre las suyas y embutirme su falo hasta las mismas recias pelotas que posee…. Fue cuando empezamos a follar más duro, más rápido dándole con mi cadera a lo perreo y él alzándose buscando mi coño en un mete saca brutal, donde sus huevos se agitaban arriba y abajo al mismo ritmo aporreándome la vulva a modo de frontón. Seguramente quería que me volviera más loca hasta el punto de olvidarme del móvil y de la llamada de mi madre. Y así fue, me rendí ante su hermosa y venosa polla que se encharcaba de mis jugos blanquecinos por las incesantes sacudidas de su polla en mi chochito, a modo de batidora. Sujeta de mi cadera y yo apoyada en su pecho y sus hombros intentando mantener el equilibrio, me perforaba sin raciocinio. Me recostaba sobre él y me levantaba produciendo fuertes sentones con clavadas profundas…, mis gemidos casi gritos se entremezclaban con la sintonía del chapoteo al chocar nuestros cuerpos creando un ambiente de cautiva lujuria.

Cambiamos al sofá, me posicioné reclinada sobre los cojines de modo fetal, sin dejar de estrujar a dos manos y morder la colcha que cubría el sofá. De repente los dedos se salieron de mis entrañas y pude notar la presión que ejercía mi hermoso macho con la punta de su polla contra mi esfínter ¡Aaaay! Chillé al comprobar cómo se abría camino castigando el anillo de mi culo. Abrí unos ojos como platos provocados por el dolor que experimentaba. No tuvo ningún tipo de compasión ni de miramiento, excepto que escupió en mi ano para lubricar el encajamiento. Me la estaba insertando a pequeños golpes hasta el fondo. No es que lo hiciese particularmente deprisa, pero tampoco se detuvo a pesar de mis gritos, como si no le importase el dolor y el sufrimiento de su querida PRINCESA. Traté de impedirlo en una ineficaz huida de mi cuerpo hacia delante y terminé cayendo boca bajo sobre la cubierta. Mi padre empujaba con fuerza a la vez que ambos cuerpos caían rendidos en la lucha sobre el sofá. Me tenía inmovilizada por el peso de su cuerpo sobre el mío, y porque hábilmente retuvo mis manos por encima de mi cabeza, dificultando que tratase de moverme y agitarme con la intención de que su polla saliese de mi interior. Hubo unos segundos de forcejeo entre ambos que no hicieron más que aumentar mi gozo y un poco de dolor que se iba diluyendo a los pocos segundos, hasta que sometida a sus pretensiones dejé de resistirme. No parecía el amante del inicio, y eso iba conmigo… que me follen duro me gustaba de menos a más era la fórmula perfecta para tenerme rendida a cualquier pretensión del macho que me fornicaba… ¡Joder cari, ten cuidado por favor, me duele mucho si la metes duro…! Expliqué al tiempo que dejaba de hacer fuerza y trataba de concentrarme en superar el sufrimiento. ¡Sssschhhht! Chistó papá dándome a entender que me relajara al tiempo que comenzaba a culearme lentamente… Aprovecha porque te juro que esta es la última vez que lo hacemos…, le dije totalmente resignada a aguantar sumisa la porculada como si de una penitencia se tratase. ¡Ssschhht! Chistó de nuevo Sebas tratando de transmitirme una absurda tranquilidad que no me llegaba. Dejó de sujetarme las manos para retirar a un lado el pelo que cubría mi rostro. El muy egoísta quería regocijarse contemplando mis muecas y gestos de dolor y gozo…. ¡Vamos cabrón, termina de una maldita vez! Dije malhumorada incitándolo a que se moviese más aprisa, ese lenguaje soez sabía que le ponía la polla dura y no me cortaba soltandome la lengua cuando me follaba tan brutalmente. Esta vez me hizo caso y comenzó a moverse más rápido. ¡Ah, ah, ah, ah,….! Gritaba sin poder evitarlo con cada culeada a la que era sometida liberando el gusto que experimentaba.

Por suerte pude notar en mi maltrecho ano las primeras contracciones de la polla de mi macho. ¡¡Eso es cabrón, córrete, córrete en el culo de tu princesita!! Le espetaba entre quejido y quejido provocándolo para que terminase cuanto antes con mi dulce agonía. Aceleró el ritmo de su respiración evidenciando que estaba a punto de correrse… Así, eso es mi amor, si así… ¡¡Córrete dentro de mi culito!! Le animaba tratando de distraer mi mente… ¡¡Oooh,  ooohh siiih!!  Apagó mi aliento con su voz al tiempo que notaba como un lechazo espeso y caliente inundaba mis entrañas mientras su polla palpitaba dilatando en cada espasmo mi esfínter. No fueron más de tres o cuatro chorros de leche los que me vaciaron sus cargados testículos, cuando noté que la sacaba y en el mismo acto me la metían por el coño… Soliviantada sin fuerzas para negarme la encajó con presteza para follarme el coño durante otro par de minutos…, en nada volvió a correrse… No me lo podría creer… ¡Me estoy corriendo otra vez, Alicia! ¡Mmff! El sofá parecía que iba a romperse de tanto tambalearse de los fuertes empujones que le concedía a mi cuerpecito. Hazlo dentro, por favor, mmm… ufff… he tomado la píldora… Eres una chica formidable, en serio, te has preparado bien para disfrutar de lo lindo de papá, ¿no? ¡¡Mmfff…!! Me tomó fuerte de la cadera y su cara se puso muy rara. Jadeó muy fuerte y sus ojos parecían querer ponerse en blanco. Me la metió hasta el fondo después de un esprín con un meta saca a todo ritmo, de los que llaman a arrebato a toda la leche que restaba alojada en sus huevos, y en menos de veinte segundos de fuertes penetraciones a tope con sus bolas aporreando mi coñito, sentí de nuevo su esperma caliente…, ahora dentro de mi chochito a base de largos chorros de lefa que escupía el gran capullo hinchado. Estuvo dándome tímidamente unos segundos más lo más profundo que podía sumergir su polla en mi útero…. Ahora sí que están secos estos cojones que producen leche para preñar a una vaca. Se retiró de mí una vez acabó de vaciar toda su semilla… los chorros de leche explotaron dentro de mi coño alojándose en lo más profundo de mi vagina en la misma cervix. Fue increíble lo excitado que me hallaba para resultar tan rápido la segunda corrida, casi sin sacarla podríamos decir me había echado dos polvos ¡¿Es un semental o no es un gran semental?! Yo estaba muerta, feliz pero muy cansada, tirada sobre los cojines del sofá con mi culito y coñito rezumando semen…. En nada nuestros fluidos se unieron en una pócima viscosa y tibia que resbaló por sus testículos al escaparse vulgarmente de mis abiertos orificios... Desde allí le pregunté débilmente… Oye, Sebas… ¿Conmigo es mejor que con mamá…? No te quepa duda Princesa, contigo es lo mejor que me ha pasado en mi vida… 

Continúa...

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