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Alicia y el abuelito. (Parte 4)

en Amor filial

Amaneció un día radiante abrazado a mi nieta, uno de eso días dignos de aprovechar para salir de casa, con una temperatura ideal para pasear por la mañana, y así lo hicimos por las calles de la ciudad. Entramos en algunas tiendas y se compró a mi cuenta, ropa y complementos que le hicieron ilusión. Sus padres no tardarían en llegar en un par de días y apenas habíamos visto nada juntos fuera de casa. Por un lado deseaba recobrar mi vida cotidiana, porque su ritmo era agotador día tras día fornicando como animales, no obstante por otro lado sabía que la echaría de menos, quedándome solo con el recuerdo de cada uno de nuestros orgasmos. Regalos inesperados de este cielo de niña. Tras un par de días intensos de sexo, solíamos tener uno de descanso y los días anteriores no paramos de follar a todas horas…, mis huevos necesitaban un descanso mayor si cabe, de ahí el día de tiendas por los grandes almacenes del centro comercial. La invité a comer en un restaurante de cocina creativa a precio asequible y luego nos marchamos a casa después de más de seis horas corriendo la ciudad cargados de cosas para ella y algunas que me regaló con mi tarjeta de crédito, como no.  Empezó a usar faldas y pantalones piratas sin nada abajo, dejó de usar también las bragas para que cuando nos cruzáramos en la cocina o en algún lugar de la casa pudiera meterle mano en su conejito hambriento a modo de juego morboso. Le metía los dedos sacándolos todos llenos de sus jugos, dándomelos a chupar y oler. Si teníamos un ratito de tiempo se agachaba ofreciéndome todo su coño… no tardaba mucho en sacar mi rabo extra recio bien duro de mis pantalones…. De esas situaciones prefería usar bermudas sin los calzoncillos bóxer de siempre, para que fuese más fácil arremeterla apoyándomela en cualquier rincón de la casa. Se la acomodaba en la entrada de su hermosa rajita juguetona y de una se la metía toda completa. Estaba hecho todo un adolescente con aquella chiquilla por casa… la muy cabrona sabía como mantenerme con la polla casi todo el día tiesa como un palo y ella aprovechaba cualquier situación o momento para pajeármela o chupármela por puro vicio.

Cuando por fin entramos en casa agotados de las compras, nos sentimos en el paraíso. Los dos solos, sin gente a nuestro alrededor, de nuevo mi macho y yo. Me di una ducha relajante y creyendo que el abuelo estaba en su habitación, salí desnuda a decirle algo... lo encontré en el salón. Comentándole lo que había ido a decir en bolas no queriendo aparentar vergüenza por mi error de no ponerme al menos un camisón..., me  asió de un abrazo acompañado de un beso húmedo. El tronco de mi abuelo iniciaba su alzada poniéndose totalmente tieso al verme desnuda ante él, mientras nos besábamos percibí su mano acariciar mis nalgas y mi rajita, al tiempo que me decía…  “¡Qué rica estás, chiquilla! ¡Cuánto te voy a echar de menos!”. Sus dedos salieron de mi vagina, me puso en posición de la perrita y en menos de nada, sus bermudas la divisé en su pies a la par que noté su capullo horadar mi coño... me clavó su estaca por detrás sin mayor dilación. ¡¡Joder con el viejo, qué pronto se empalmaba el muy cabrón!! Que tuviera esa reacción tan espontánea conmigo me elevaba la moral de hembra, pero al sentirme ajada por el coño grité de dolor, ¡no me acostumbrada a sus folladas salvajes!, ¡pero me gustaban tanto! Una de sus manos empezó a acariciarme mi clítoris, se fue deshaciendo de las bermudas desplomadas rotundas al suelo, se los quitó a la par que sus zapatos… firmemente me pegó un tirón hacia su pelvis incrustánmdome hasta los huevos ese arma de follada masiva que posee mi abuelo Sebas entre sus piernas. Me hice adicta a aquella tercera pata rígida y flamante. Cuando pude me estiré y lo empujé al sofá quedando sentado con todo el mástil soberbio, y sin compasión alguna me atrajo hacia él, me asió del culo y de un bravo golpe acabó por clavarme hasta el fondo dejándome caer en su hermosa estaca. Notaba su cabeza de ariete dura en mi barriga y sus pelotas chocar contra mi vulva. Al cabo de un rato mi hombre y yo nos comíamos las bocas, nos miramos sin decir nada y entonces me senté sobre sus muslos. Aquella polla era enorme, tan  grande como la de papá… de tal palo tal astilla, me volvía loca, ansiaba obtener todo el placer que pudiera extraer de ella, incluida su leche sin lugar a dudas. Ese siempre es el premio de una dama que es follada por tan gentil macho, aunque con mi abuelito me comportaba más como una zorra.

Me monté a mi nieta sobre el espolón, entrando en su conejo con toda facilidad, deslizándose suavemente. Me la follé como tantas veces habíamos hecho estos días, cabalgando sobre mi cipote endurecido por tan tremenda hembra. Ella se posicionó de espaldas y yo conduje la verga dura como un clavo de nuevo a la entrada de su coño. Subía y baja su culo viendo cómo se abría y cerraba la raja de sus nalgas succionando mi nabo con su apretado chocho adolescente, no por ello menos tragón. Ahora estaba lista para recibir toda la  polla del abuelo…. Comencé a restregar mi verga en pie de guerra en su diminuta rajita, así lo hice desde su clítoris hasta su culito ella se estremecía de placer, gemía y suspiraba le dije… “Toma aire cariño, porque te va doler un poco” le solté una estocada fuerte y rápida… ella solo dijo “MMMMMMGGGGHHH”, y se le empezaron a rodar unas lágrimas… “Abuelo eres muy malo conmigo por eso me gustas tanto cabrón...”, a lo que le conteste… “Aguanta un poco” No le di tiempo, la extrajo y se dio la vuelta. Se sobaba el clítoris frente a mí mirándome a los ojos y con la otra mano me pajeaba el badajo lubricado con sus jugos vaginales. El placer por esas caricias hizo que se le olvidara el dolor infringido, me acerqué a su rostro para besar sus lágrimas. Alicia se volvió a montar y al sentir mi cipote en su entrada, esta vez sí se lo caló entero comenzando el mete saca.

Por instinto empezó a contraer sus músculos pélvicos, lo que me proporcionaba un gran placer extra. No quería lastimarla, pero al sentir como su vaginita se acomodaba fácilmente a mis casi 22 cm de carne de cañón, empezó a metérsela un poco más fuerte. Ella solo gemía y suspiraba mientras yo sentía cómo su conejito lampiño succionaba mi verga con las contracciones que mi nieta ejercitaba con sus músculos. Observó mi cara de placer y me preguntó… “¿Te gusta abuelito como te folla tu nieta preferida? No contesté, el goce me tenía abotagado. Con cada embestida que le daba oía un “oh, ah, así abuelo”. Así estuvimos como unos diez minutos hasta que ella empezó a estremecerse nuevamente. Percibí mojar mi verga con un tibio jugo que empapaba mi falo y mis huevos.  Volví a notar los muslos de mi nieta presionarme, eran firmes y musculosos. Apresaba mis caderas impulsoras, eso me recordaba que me estaba follando a una mujer joven, sedienta de sexo sin clemencia. Tal pensamiento alimentó la lujuria en mi corazón impulsándome a joderla con más ímpetu. Mi nieta se volvió a correr y después de su orgasmo continué  follándomela como un león, su corrida ayudaba a que mi soberana gran polla pudiera entrar más profundamente en su coño, empalándola como un semental monta a su yegua. Entonces alcancé mi límite… noté el estremecimiento en todo mi cuerpo como una descarga que recorría desde mi cabeza a los testículos, los cuales se vencieron desalojando su néctar. Avancé más profundo con el estoque en el coñito de mi nieta, apretando mis huevos contra su esponjosa vulva y simplemente dejé a la naturaleza que tomara su curso, llenando de semen las entrañas de la puta de mi nieta… la polla se hinchó y escupió toda la leche en su oprimida vagina justo en el mismo cérvix, sino en el mismo útero. Mi niña me había ordeñado otra vez sin precaución alguna, sin permiso dejándome hecho una piltrafa. Mientras descargaba en su interior notaba como sus músculos contraídos apretaban mi falo, me lo mamaba con sus contracciones vaginales. Casualidad o no fue la primera vez que obtuvimos un orgasmo mutuo, algo que desde luego era de una gran belleza y complicidad. Duranre un rato nos estuvimos besando como dos enamorados, mientras mi torpedo seguía sumergido en los mares del sur, deslizándose dentro y fuera de su vagina lentamente en cortos tramos manteniéndola dura. Cuando habíamos terminado de follar, me la coloqué sobre mí, enviándole el mensaje de que yo era el macho dominante, que había atendido exitosamente a la hembra. Mi nieta me  dejó disfrutar de la victoria pasando uno de los días más divertidos de todos, pese a que solo follamos esa vez, por suerte para mis agotados cojones… completamente exasperados de producir leche sin parar como nunca antes lo hicieron.

Por la mañana, cuando desayunábamos juntos después de una noche sin sexo las miradas eran cómplices de nuestra íntima relación. Quise volver a mi rutina de antaño de leer novelas de la sonrisa vertical, tal vez conseguiría ideas que me hicieran parecer un macho más atractivo para mi nieta. Me metí en el aseo a leer y aquella lectura desembocó en una erección cojonuda… de pronto en medio de la lectura tan excitante, mi nieta golpea la puerta para poder entrar. Le urgían las ganas de mear, dejé de leer con el cipote tieso, por supuesto y puse la novela encima del armario ropero, para no salir con ella en la mano. Me acomodé el estoque erecto en mi bóxer, subí mis pantalones y salí del baño con una erección notoria, que se notaba sobre el pantalón. Ella se dio cuenta porque me miró el bulto, se sonrió y me lanzó una mirada cómplice. Yo me fui a la cocina a tomar agua y regresé al baño cuando terminó ella, para buscar la novela. Para mi sorpresa no logré encontrarla, me acerqué a su habitación, con la puerta cerrada escuché unos gemidos. Me imaginé que se estaba masturbando leyendo los relatos, no quise molestarla en su momento íntimo y me marché.

De ahí en adelante comencé un nuevo juego de seducción para con ella. Me mostraba liviano de ropa y dejé más a la vista el resto de libros de la sonrisa vertical para que ella los encontrara y los leyera. Noté que ella también empezó a mostrar más de su cuerpo, solía andar en ropa interior por casa, con la excusa de buscar algo en el congelador, se agachó mostrando todo su culito y lo movía mirándome de reojo para excitarme. Atraído como abeja a la miel me acerqué al frigo con la excusa de buscar agua o algo que estuviera bien al fondo para aprovechar apoyar sin ningún disimulo mi avivado rabo duro en su culo de esa manera notaría. Ella agachada a 90 grados masajeaba su culo contra mi polla y daba pequeños suspiros. Se dio vuelta y me dejó sus labios a centímetros muy escasos de los míos, frotando su mano en mi bulto, dejándome a nada de darme un beso. El juego solo pretendía animar el lívido y hacer descansar a mis huevos que no paraban de producir leche para ella. Por la noche, cuando nos sentábamos en la sala a ver cine. Ella sentada delante de mí disponía sus piernas bien abiertas para dejarme a la vista su tanguita y parte de sus labios vaginales. Es más, yo notaba que se metía la tela del tanga entre la raja de su conejo para que quedasen casi descubierto por completo su hermosa vulva. Disimuladamente se metía la mano por debajo de la camiseta XXL y muy silenciosamente se masturbaba. Se levantó del sillón y acomodándose a mi lado… “Abuelo quiero que me sigas tú.” Apretaba sus piernas y soltaba la presión mientras le frotaba su raja y pulsaba en el clítoris. Mis dedos entraban y salían de su coño embadurnados de jugos. Abierta de pierna me zambullí entre sus labios vaginales y le comí el coño durante el tiempo suficiente para que se corriera, ese también era mi placer. Seguramente mi cría deseaba probar mi leche pero no se la ofrecí, necesitaba recuperarme, comenzaba a tener dolor de huevos por aquella niña insaciable… le rogué que me permitiera descansar, ella muy compresiva no intentó nada en toda la noche.

Amaneció una mañana fresca, salimos a correr con las bicis y a la vuelta nos enfrascamos en la cocina a preparar la comida, y algún postre especial para nosotros que no nos salió bonito, pero sí bastante rico…. Esa tarde después de una comilona me acosté a dormir la siesta, descuidadamente dejé la puerta un poco entreabierta, completamente desnudo tirado en mi cama boca arriba por el calor y el dolorcillo de testículos un poco aminorado. Adormilado me hallaba cuando ella se asomó por la puerta, miró un rato hasta que se decidió a entrar, se acercó hasta la cama muy lentamente y me agarró el badajo un poco desplomado aún. Me dejé hacer y mi polla enseguida se me puso dura como una piedra ante los manoseos implacables de la cría. Ella al ver que yo no me movía empezó a manoseármela y acariciármela, y hasta se daba el gusto de darle un beso en la punta y comerse el capullo… Se fue excitando y se despojó de toda su ropa. Se colocó frente a mí y empezó a masturbarse frenéticamente abriendose el coño con dos dedos y frotándose el clítoris sobre el capuchón con la otra mano. Yo estaba con mi cipote duro y erecto como un mástil de velero, mientras me la masajeaba, de pronto se puso a cuatro patas con su culo apuntando a mi polla y se empezó a meter un dedito por su ano. Gemía y se retorcía de placer… fue cuando me decidí…. Ella se dio la vuelta, me miró y dijo… “Por fin abuelo te has decidido. Te estoy esperando, quiero que me hagas tuya otra vez. Deseo que me folles, que me desvirgues el culo y que me hagas tu mujer, tu amante, tu puta… Como en tus novelas que dejas a mi alcance para que me excite.” Yo le dije, “quédate así como estas amor no te muevas”, y así a cuatro patas como estaba me arrodille detrás de ella y empecé a besarle y chuparle todo su culo y su conejito desde atrás.

Mientras mis dedos masajeaban su clítoris, ella gemía y se retorcía de placer… “¡¡Así abuelito qué rico me comes el coño y el culito!!”. Desnudos nos hicimos un 69 al tiempo que le masajeaba sus tetas y daba pequeños pellizcos a sus pezones, sin dejar de comerme su coñito delicioso, acariciándolo, lamiéndolo y tragándome todo sus jugos… me enzarcé en el clítoris y al cabo de unos minutos se empezó a convulsionar trabajando todas sus zonas erógenas. Se dejó caer en la cama por unos segundos y me dijo… “Abuelo ha sido el mejor orgasmo en días, quiero devolverte el favor”. Se sentó en la cama y agarro mi verga con su mano por debajo del glande y empezó a chupármela con destreza, en unos instantes mamaba de una forma descomunal, lo hacía con pasión y lujuria. Se la sacaba de su boca solo para decirme que rica y grande era mi pollón y que le encantaba tenerla en su boca mientras me miraba a los ojos. Eran mamadas inolvidables, lengüeteaba el glande, su orificio uretral y toda la zona despejada de prepucio con una sovencia impagable. Se la saqué de su boquita, la acosté sobre la cama y le comencé a besar en la boca mientras mi falo se apoyaba sobre su monte de Venus… sobre un coño súper mojado. Le froté su clítoris y labios  de su hermosa vagina con mi duro capullo como tanto le gustaba a la niña, y después fui bajando con mi boca por su cuello, mordí y chupé el lóbulo de su oreja mientras mis manos masajeaban sus inhiestas tetas…. Los huevos me volvieron a doler, pero esta vez no iba a dejar a mi nieta sin su polvo.

Después continúe bajando a sus pezones, con mi boca comencé a chuparlos con avidez sin dejar de frotar mi bálano sobre su entrepierna depilada, entre su raja abriéndola, y en su pepita endurecida haciéndola disfrutar a fondo. Ella jadeaba entre gemidos saliendo de su chocho una buena cantidad de jugos que lubricaban a la espera del invasor recio y enervado que era la estaca de su abuelo. Mojaba mis dedos en ellos, y se los daba a probar para excitarla más todavía se cabe y cuando vi que ya estaba lista hice que apoyara sus piernas en mis hombros. Se lo chupé un rato para probar y oler el coño de mi nieta. Acomodé mi cuerpo y la punta de mi estoque en la entrada de su conejito hambriento, ella me miraba con adoración y suplicándome me pidió que se la metiera, que la follara, que la convierta en toda una mujer, que quería tener toda la verga de su abuelo dentro de ella. Así que empecé muy despacito a meter primero el gordo glande y después centímetro a centímetro el tronco deforme de venas inflamadas. Ella arqueaba su espalda para que le entrase más y más. Sentí chocar mis huevos en su vulva, mi cipote había llegado casi a la entrada de su matriz, le dije “Te voy hacer disfrutar como te mereces ¿estás lista amor?”, y ella me dijo “Sí, claro que sí abuelo. Mira si estoy lista que tengo el coño empapado preparado para que tu pollón se deslice suave hasta el fondo.” Empujé notando sus paredes de expandirse al paso de mi tranca, mi nieta una vez más se rompía de gusto. Ella dio un pequeño grito de dolor, me quedé quieto por unos segundos para que se recuperara, le pregunté que si le seguía doliendo, y ella me dijo… “Ya no abuelo, por favor la quiero toda dentro de mí, quiero sentir chocar tus huevos en mi coño y que se descarguen de leche en mi interior”, y así lo hice, se la metí toda y empecé primero despacito, muy despacito, y fui aumentando mi ritmo al ver que ella me arañaba la espalda con sus uñas, suplicaba…“Así abuelito que bien me follas, dame más duro que me corro de nuevo. ¡Ahora sé porque las mujeres gritan tanto cuando le hacen el amor con una polla tan gorda! ¡Qué placer más intenso sentir toda ese gran rabo dentro de mí!, ahyyy síiii que bien, me corro, abuelo me corro.” La niña se quedó semi inconsciente del subidón de adrenalina. El placer de ser follada nuevamente.

Ella se corrió otra vez en el mismo polvo, como soy un hombre mayor, tengo mucha resistencia sin correrme así que le dije… “Amor mío quiero que me des tu culo te prometo que si te duele te la saco mi vida, pero lo voy a hacer muy despacito y con mucho lubricante”. Así que la hice poner sobre mí en cuatro patas como tanto le gustaba y le chupé bien sus tetas…  usé mi lengua sobre sus pezones como si se tratara de una polla golpeándolos con la punta, mientras con mis dedos le masajeaba su clítoris sin dejar de perforar y acariciar su hermoso culo provocando la dilatación oportuna. Después unté mis dedos con en su jugo íntimo y le embadurné el culo. Empecé a meter primero un dedo después dos… y cuando mis dos dedos entraban fácilmente, le puse mi capullo embadurnado de sus jugos y le abrí bien las nalgas. Con el orondo glande en su agujerito lo forcé hasta que desaperció en su anillo… entró con mucha facilidad de los esperado dada su dilatación. Le pregunté si le dolía y me dijo que un poco, pero seguí poquito a poco, metiendo centímetro a centímetro toda mi polla hasta que mis huevos chocaron con sus nalgas. Me quedé unos segundos así, con toda dentro llenando ese rico culito de adolescente salida, hasta que ella solita empezó con el vaivén del meter y sacar enloquecido. Primero despacio, y después ya se enterraba todo el tallo hasta la raíz, ¡Joder con la niña se tragaba la verga completa por su culo con toda facilidad! Así que el movimiento empezó a ser más rápido y frenético, no hice caso de sus gritos y seguí dándole por el culo a aquella zorrilla. Le extraía todo el estoque de su ano recreándome en lo dilatado que tenía… y vertiginoso sin miramientos, le calaba de nuevo el cipote hasta las pelotas ensalivando el tronco a cada poco.

Ella volvió a convulsionar y gritar como una perra en celo mientras se corría de gusto empalada por su abuelito. Me pedía a gritos que le llenase el culo de leche. Aquellas súplicas me eran casi imposible de obviar… aumenté mi ritmo culeándole a extremos del agotamiento, el dolor y la inmisericordia con ese cultito recién estrenado… hasta no soportarlo más y descargar todo mi semen dentro de su esfínter. El atolondramiento por las eyaculaciones me venció lanzando mis aldabonazos donde no hubo esperma antes del mío… debí lanzar cinco seis lechazos cuando la niña sacó mi cipote de su estrecho botón chorreando de leche espesa muy blanquecina, para acto seguido bajarse al pilón y chupar el cetro del abuelo hasta dejarlo reluciente. Nos dimos un beso en la boca y nos metimos a la ducha juntos, la ducha duró más de diez minutos entre juegos, tocamientos y felaciones. La cogí apoyada contra la pared de la ducha y le comí el coño con verdadera dedicación y lujuria, pensaba que me daría un infarto con tanto sexo sin control. Después la hice sentar en el bidet, unté toda su vagina con crema de afeitar y se la dejé rasurada sin un solo vello, como el coño lampiño de una muñeca. Después para que se le pasase el ardor me dedique a chupárselo, logrando que acabase otra vez más en mi boca, tirado en la cama boca arriba y ella arrodillada sobre mi cara, dándome a comer de su rica fruta mientras los flujos de su chocho me mojaban.

Nos vestimos, y nos fuimos  a buscar un restaurante para comer ese día, pasear disfrutando de los pequeños placeres de la vida que nos estábamos perdiendo enviciados en el fornicio que no llevaría al infierno, si no era a la gloria…. En nuestro paseo nos cogíamos de la mano por las largas avenidas, sintiendo que además de ser mi amante era mi nieta predilecta. Ya habían pasado seis días sin salir de casa jodiendo sin parar excepto uno de ellos por puro agotamiento genital. A la vuelta de nuestro largo paseo, era la noche anterior a su marcha y tras una ronda agradable de sexo, estuvimos hablando de cómo quedaría nuestra relación. En el transcurso de la conversación me enteré que si bien su folla-amigo era el único con el que follaba actualmente, su propio padre era un tótem con el que fantaseaba haciéndose innumerables pajas. Seguro que m hijo no tardaría en follarse a la putilla de su hija, mi dulce y cariñosa nieta. Lo que oí me dejó encrespado, pero ella rápidamente me indicó que yo no tenía derecho a indignarme… “Eres mi abuelo y los abuelos no se follan a las nietas…” dijo con toda la razón del mundo… mi comportamiento no fue ejemplar, me dejé llevar por el torbellino de la lujuria personalizado en mi dulce nieta. Por eso sólo me quedaba agradecerle los días inolvidables de sexo apremiante en los últimos años de mi vida.

Cuando mi hijo y su esposa volvieron de Europa, me despedí de mi nieta con un beso y abrazo emocionados, que duró más de lo esperado. A mi hijo y esposa no los veía demasiado contentos, el viaje no les funcionó demasiado bien, corroborándose en un divorcio definitivo meses después. En aquel instante del abrazo nadie pensaba que en su vientre se podría estar engendrando la vida depositada por la semilla imborrable de su amado abuelo, menos yo. Sé que cualquier chico tomaría el turno de la apreciada posición entre sus piernas, pero solo Yo la habría preñado por primera vez con toda seguridad. El tiempo no me dio la razón, pues no la dejé preñada, sin embargo de lo que sí estaba totalmente seguro era que en el futuro follaría divinamente, mejor incluso de cómo lo hacía y su padre se beneficiaría de ello, como así fue.  Ahora sé que viven juntos y a sus 20 años está preñada del segundo hijo de su padre. A mí ya me queda muy poco de vida, nadie se acuerda de mí… pero aquellos días de lujuria y pasión que me regaló Alicia están grabados a fuego en mi memoria. Agradezco no se disipen porque me hacen las noches agradables para coger el sueño cada día que pasa.

                                                                                      FIN

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