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La semilla del abuelo Fernando. (Parte 2)

en Amor filial

Nos encontrábamos en pleno abril unos días después de ver como copulaban mi madre y su suegro. Aquella mañana tras el desayuno el abuelo comentó bajar una de las yeguas para que el caballo la cubriera, así que un poco más tarde estaba mi madre aguantando la yegua y mi abuelo con el caballo en la operación de monta en la función de mamporrero. A mi madre se le veía hasta la barriga, hacía un poco de calor y solía ir ligera de ropa… parecía que los botones se le habían roto o desabrochado, pero ni se inmuto. Una vez terminado mi madre dirigió la yegua a una corraliza y el abuelo llevo al caballo a su cuadra, al rato veo como el abuelo se dirige a la corraliza donde entró mi madre, que es donde normalmente aparean a los sementales con la yaguas, y tardaron un buen rato en salir… mi madre salió con la cara colorada como un tomate, no era la primera vez que los veía en de esa guisa, en tanto me aseguré que no me viesen, ¡Debía averiguar que pasaba después de la monta!

Pasaba el tiempo en la graja con una vida tranquila, a veces monótona en la que algunas noches sentía gemir a mi madre o a mi abuela según la habitación, no me cabía la menor duda de que mi abuelo se las follaba a las dos con bastante frecuencia y el consentimiento de la ama de casa... señora del semental, claro que a está también le daba lo suyo, pero quien mandaba era el abuelo y si al él le apetecía follarse a mi madre lo hacía con o sin el beneplácito de la abuela. Pienso que todo era cuestión de supervivencia en una casa de campo lejos de cualquier sitio a más de 15 Km, y ambas hembras activas, tenían que descargar de alguna manera y en casa sólo había un hombre para satisfacer a ambas. Mi abuelo como pude comprobar más tarde era un macho que dejaba en mantillas al mejor semental…, capaz de follarse dos veces a mi madre y quedarle fuerzas para satisfacer a su esposa.

Por abril comenzaba la época de apareamiento de los equinos, que siguen una serie de pautas a la hora de aparearse. Todo comienza con la aparición del celo en las yeguas cada tres semanas. Son precisamente estas jornadas primaverales, en los que los días y la luz del sol duran más, los momentos perfectos para que el apetito sexual de las yeguas se despierte. Este periodo de celo tiene una duración aproximada de unos cinco días, y es en esos días cuando el semental realiza más cópulas. De nuevo se dio la situación de cubrir a otra yegua al ver que la vagina de la yegua más joven presentaba los síntomas inequívocos que ayudan a estimar la aparición del celo. Estos signos son el hinchamiento de la vulva y la secreción de flujo por la misma. Entonces la hembra está predispuesta a la aceptación del semental.

Aunque la edad ideal para comenzar a montar a una yegua son los cuatro años, mi abuelo adelantó la yegua joven en la monta, así que ese año con solo tres iba a ser desvirgada y preñada por el gran macho. Avispada como soy antes de que llegaran me metí en la corraliza especial de monta…me subí encima de un montón de paja y esperé, esa vez iba a ver lo que realmente ocurría en el picadero. Entró mi madre con la yegua joven y la amarró en su sitio y se puso a mirar por la ventana de la cuadra, estuvo un rato esperando…, cuando llegó el abuelo con el gran semental, este no tardó mucho en oler a la yegua y ponérsele el cipote como una lanza por lo largo y duro. Como la yegüita estaba en celo segregaba feromonas por medio de la orina, haciendo que el semental se acercarse a la hembra. Es curiosa la manera en la que el macho reacciona, puesto que levantó el labio superior y olfateó el aire con gran énfasis. Una vez que el caballo estuvo cerca de la potra, mostró toda una pose altiva para lo cual arquea el cuello. Es la forma de parecer atractivo e imponente, por eso destaca especialmente los músculos de cuello y hombros.

Se montó con las patas delanteras sobre la yegüita, y el falo se enderezó súbitamente poniéndose tieso buscando el coño de aquella virgen potra… una, dos y tres picadas y ¡Zas! Se la embutió a tope con la ayuda del abuelo. El coño de la yegua se abrió tragándose todo el badajo con un relincho de incomodidad y gozo al sentir que la estaba follando en plena ovulación… esa gran polla era lo único que le aliviaba la desazón a la jovencita yegua, solo tendría que soportar los embates unos segundos, dado que las folladas duran poco antes de quedar inseminadas. Así pues, desde el inicio de la cópula transcurrió no más de veinte segundos. La eyaculación del caballo se produjo con una cadencia de diez impactos que se acompañan de un movimiento de cola que iba de arriba a abajo. Esto no sólo indica la frecuencia de eyaculación sino también que la hembra está aceptando el semen en lo más hondo de su vagina. Mi abuelo se volvió a llevar al macho hasta otra monta. Solían hacerle unas dos o tres veces al días para asegurar dejarla bien preñada. Algo curioso en los apareamientos equinos es que, a veces, es la yegua la que toma la iniciativa, es decir, la que se acerca al macho y lame con avidez su prepucio. Cuando un macho ha copulado tres veces en ese día, es muy difícil que vuelva a montar otra vez, pero a veces las técnicas de la yegua dan resultado y la cópula tiene lugar. Es también curiosa la brevedad del coito. Hay que ser conscientes de que el caballo salvaje es un animal acostumbrado a la huida con el peligro, y su instinto de supervivencia le obliga a no detenerse más tiempo del estrictamente necesario. Además, una buena follada satisfactoria de la yegua depende sobremanera de la intensidad del estímulo, por eso el cipote del caballo es de gran tamaño, para generar el orgasmo en la yegua instantáneamente haciéndola gozar y asegurar su preñado.

https://www.madurashd.com/el-dia-que-mi-madre-se-follo-a-mi-abuelo/  

No llego a comprender qué motivó a mi madre a follar con mi abuelo paterno. Todavía pienso que se trató de un tema de cubrir carencias ancestrales… pero nunca lo he tenido claro. A claras luces mi abuelo era un gran semental, todavía fornido y viril que hacía gozar a la muy zorra como si fuera una jovencita recién desvirgada.

Durante la época de celo de las hembras equinas, y su apareamiento la intensidad de fornicaciones de mi abuelo a las hembras de la casa, a excepción de mí, eran más frecuentes que en el invierno, tal vez porque la primavera la sangre altera o la participación en la monta de las yaguas. Mi abuelo como buen macho se avivaba con la situación teniendo a mi madre cerca y finalmente se tenían que desfogar mutuamente tras la monta.

Mi madre se metió en un rincón frente al pesebre, al poco entró mi abuelo y se dirigió donde estaba mi madre, – “Te veo un poco estresado”, Dijo ella.

– “No imaginas cuánto”. Se acercó lentamente sonriendo con ternura.

– “Parece que necesitas ayuda de tu nuera preferida”.

– “La verdad es que estoy muy tenso”.

– “¡¿En serio?!  Le apuntó arrodillándose entre sus piernas.

Le sacó la verga y comenzó con sus caricias…. Empezó con una paja su cara, a escasos centímetros del gran  falo.

–“Espera” dijo ella bajando sus pantalones para dejar despejados los fastuosos genitales del abuelo Fernando.

Al volver allí arrodillada, retomó su labor masturbatoria con su mano derecha y con su izquierda presionaba el escroto hacia abajo estirando de sus testículos y en consecuencia estirando aún más la piel del prepucio. No fue necesario mucho rato para hacer que aquella arma de destrucción masiva llegará a sus dimensiones máximas. Tras lograr una erección completa, tiró el forro del prepucio para dejar descubierto y tenso, el rosado y brillante glande. Para proseguir con pequeños besos en la punta, muchos y suaves, provocándole pequeñas cosquillas. Poco a poco siguió con lamidas cortas y suaves, para continuar con unas más largas y cargadas, hasta lograr lamerlo en toda su extensión, soltando su mano derecha. Besó sus orondas bolas, las lengüeteo y se tragó una a una como si fueran caramelos de Semana Santa, y volvió lamiendo mi tallo desde la base hasta la punta. Para engullirlo finalmente en un ritmo frenético, profesional, con sus manos en las caderas del abuelo. Lo tragaba como experta. Una mano estaban bajo mis bragas torturando el clítoris, extasiada miraba como se perdía la verga en su boca con cada succión. Su lengua envolvía cálidamente la maza dentro de su boca. Sus labios circundaban con la presión justa ese rabo, adaptándose en cada bajada y subida, a la forma de este. A pesar de lo placentero de su actuar no estaba logrando hacerle correr al semental.

–“Carmela… Necesito algo más de ti… No puedo sacar de mi cabeza volver a llenarte”. Al momento ella sacó el falo de su boca y sonriendo…

– “¡¿A si…?! Parece que te estás poniendo cada vez más exigente. ¡Vaya conseguir preñarme como los sementales hace con las yeguas”.

– “No se trata de eso nena, es que quiero sentir el placer que significa penetrarte”.

– “mmmmm…. Aun así, creo que es muy pronto… Pero puedo ofrecerte otra cosa antes”. Se puso de pie y desabrochó la bata dejándola caer al piso. Dejando a la altura de su cara sus rebosantes tetas atrapadas en un gran sostén.

– “¿Te gustan?”

– “Me encantan”.

– “Y como sé que te encantan… hoy no las has probado como debes”. Llevó sus manos a broche en su espalda para soltar su sostén.

Apenas soltó la prenda sus tetas se descolgaron pesadas según su caída natural, tras las copas del sujetador. La ansiedad del macho hizo que le ayudara por su cuenta soltando los breteles moviéndola sobre sus hombros para que cayeran hacia los lados. Y sus mamas maravillosas quedaron al descubierto. Eran hermosas, gigantes, blancas, con unas aureolas de unas 7 centímetros de diámetro y unos pezones grandes y erectos de unos casi 2 cm de largo. No aguantó y con uno en cada mano los tomó desde abajo sintiendo el peso reposado de esas enormes masas a medida que las levantaba. Los juntó en el centro y se acercó a besarlas con hambre. Sus pezones apuntaban a mi abuelo llamándole a chupar y lamer. Disfrutaba del contacto cálido de sus ubres, del sabor de su piel y su suavidad al colarse entre sus dedos. La abrazó con su brazo izquierdo, atrayéndola con fuerza mientras mamaba su pezón derecho y amasaba su teta izquierda. Ella se sentó encima de sus piernas con su brazo derecho en su cuello y con su mano izquierda bajó a seguir ordeñando la verga. Su suegro la sujetó con las grandes manos por su culo, mientras seguía mamando sus tetas y ella continuaba con la paja, y mamando la punta cuando aparecía por arriba, le escupía en el canalillo para lubricar y así estuvo un buen rato hasta que el abuelo Fernando la espetó diciéndole…

-“Ahora quiero que me des tu coño”

Mi abuelo y mi madre necesitaban pocas palabras para entenderse e iban directos…. Se puso en pie a la orden del viejo y se inclinó apoyando sus manos en el pesebre formando una escuadra a 90º. El abuelo colocado detrás, se bajó los pantalones del todo y en nada le enchufó la verga por el coño… estuvieron follando como locos, mi madre gemía extasiada de gusto mientras yo excitada debía aguantar sin moverme a que terminaran. El abuelo sujetaba a mi madre de las caderas para asegurar una buena clavada que le ejecutaba hasta los mismos huevos una y otra vez…, ella a la par recibía los pollazos de mi abuelo con toda naturalidad. El calor de su sexo envolvía su miembro viril de manera completa, con sus húmedas paredes de suavidad absoluta. Sus músculos vaginales recorrían la longitud de mi falo estimulándolo en toda su extensión. Lo más delicioso debía de ser la sensación de su glande apretándose en lo más profundo de ella cada vez que la empotraba con fuerza hasta la misma cepa de su pollón contra la pared vaginal. Con sus manos ayudaba a llevar el ritmo sujetándola desde sus grandes nalgas. El semblante del abuelo le delataba en el paraíso disfrutando de uno de los mayores placeres que nos ha regalado la naturaleza… el sexo fogoso, con machos como mi abuelo y hembras ardientes y hermosas como mi madre y mi abuela. Se sentía envuelto por su cuerpo, usándolo como su objeto de placer. Aquel formidable badajo entraba y salía de su vulva empapado totalmente. Con empaladas más lentas y profundas siguió moviéndose, manteniéndose cadencioso y apretada su polla en el estuche de mamá… en lo más dentro y apretando con que sus músculos internos podían realizar.

Al abuelo le notaba que acabaría en cualquier momento porque abrazó a mi madre tomándola desde sus hombros hacia él con firmeza, para presionarla contra su pelvis. Logró que le entendiera y empujó también ella durante todo el rato. Fue como presionar un botón con la punta del grueso glande, y al sentirlo éste como se apretaba en sus profundidades, el abuelo Fernando inició sus convulsiones previas a la inminente eyaculación. El semental la seguía follando e incrementó el ritmo asiendo fuertemente a su nuera por el cuello y hombros para que no se escapase de sus acometidas. Yo observaba desde arriba como la polla se embutía en el coño de mamá a través de la gran raja de su culo totalmente abierto para el regocijo del macho. El tamaño de ese falo era extraordinario y proporcionalmente mayor del que tienen los caballos atendiendo a la diferencia de envergadura de un humano y un equino ¡Efectivamente, allí pasaba lo que pensaba! ¡Mis sospechas se habían confirmado!

El pollón del semental se puso engatillado endureciéndose la masa fibrosa fálica, y al momento se produjo el primer disparo de su uretra. Mi abuelo descargó con fuerza sobre mamá con un bufido llenándole el coño de leche. La apretó fuertemente para que no se moviera mientras recibía chorro tras chorro de lefa espesa cargada de millones de “abuelitos Fernandito” que se apresuraría a navegar desde la cérvix, tropas de Falopio arriba. Ella apretó su mano en las gónadas el semental por entre sus piernas entre gritos gemidos de placer que seguramente se escucharon en toda la zona, como queriendo escurrir toda la Semilla del Abuelo. El macho pareciera que liberase litros de semen en sus entrañas por las fuertes convulsiones y gruñidos de verraco que también soltaba al eyacular con toda la presión de su embravecido garrote. Varios disparos contundentes que no paraban de salir de su glande. Ella se estremecía con cada uno. Sentía como temblaban sus carnes sobre el cuerpo viril de él, hasta que todo se fue menguando pasados unos segundos, que dejaron de moverse, gritar, gemir y de eyacular…. Quizás no temían lo que pudiera suceder después, dado que fornicar era algo que sin duda buscaban ambos. Pero una vez concluida la follada tremenda recibida, no se pararon a hablar sobre ello y las consecuencia nos incumbía a toda la familia… mi madre era fértil, mi abuelo era fértil y las llenadas de esperma en su útero eran constantes… “Blanco y en botella…LECHE”

Una vez acabaron tomando compostura, observaron al caballo joven de la corraliza de al lado llevaba rato algo nervioso tras ver como el gran semental se había montado a la joven yegua y hermana suya…. Debió de llegarle el olor de las feromonas de la potra. Así que una vez desfogados se acercaron a verle..., oteé algo que me sorprendió aún más que verificar que mi abuelo acaba siempre con toda su leche dentro del coño de mi madre, y fue cuando aluciné en colores al distinguir a mi abuelo sujetar al joven caballo. Mi madre se dirigió a su suegro como si otras veces ya lo hubieran tratado y le soltó…

-“¡Déjame que se la empalme! Vamos a comprobar si ya es un buen semental…”

Continúa...

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