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La semilla del abuelo Fernando

en Amor filial

Hoy soy toda una mujer a mediados de la cuarentena, concretamente este 2018 cumplo mis 45 años y si miro hacia abajo me veo relatando esta historia con una panza de 30 semanas…, pero la semilla que me fecundó peretenece a una saga de larga tradición comenzando en los años 80’s…. Mi madre era una adolescente cuando escapó de su casa con mi futuro padre, llevándome todavía en su vientre y le propinó a mi abuela un disgusto tan grande que la acabó con un infarto. De todo esto me enteré años más tarde cuando por entonces vivía en una casa modesta en Ciudad Real con mis padres. Mi padre, el muy cabronazo un día de borrachera volvió a casa en coche desde Valdepeñas después de un día de farra y se accidentó, precipitándose por un barranco. Con apenas 8 años y mi madre sin otros ingresos que los de mi padre,  tal y como estaba la vida de mal en 1981 nos hallábamos  completamente desamparadas, por lo que las deudas de la casa nos remataron. Mi abuelo materno se había casado de nuevo y se desentendió de nosotras, motivo por el que acudimos a mi abuelo paterno Fernando, suegro de mamá. Vino a buscarnos cuando se enteró de nuestra situación y se hizo cargo de nosotros y de las deudas. A pesar de que vivía bastante cerca en una casa de campo, en todos esos años habíamos tenido poco contacto, días de vacaciones y poco más. Al principio la coexistencia fue bastante tensa, porque mamá no se acostumbraba a la situación… aun así prefería vivir allí que en la indigencia.

El abuelo Fernando era bastante joven para llamarlo abuelo, creo que esos días no había llegado a cumplir cincuenta y cinco años, y se conservaba con la estampa varonil y vigoroso. A los 16 años preñó por primera vez a la abuela Matilde y en los siguientes ocho le hizo dos panzas más, si ahora era un semental imparable, había que imaginárselo con 20 años. Mi padre era el segundo y no el más querido, no obstante todos mis tíos andaban lejos desentendidos de la granja y de sus padres... acabaron igual de desherrados que mi padre. No entendía esa actitud, solo veía en mi abuelo una forma de vivir un tanto huraña, pasando sus horas libres en su taller arreglando automóviles y motores por hobby lejos del contacto personal…, sin embargo llevaba una buena vida, tal vez demasiado solitaria en compañía de la abuela, hasta nuestra llegada. Conmigo era bueno y cariñoso, no dejaba que nada me faltara y se desvivía por atenderme. Llegué a sentirme mejor y más segura viviendo con él que con su atolondrado hijo, mi padre.

El lugar era bonito y la vivienda es una antigua casa de labranza amplia, con las habitaciones que daban a un patio central rodeado por una galería y madreselvas que trepaban por las paredes, y hasta tenía mi propio cuarto con vistas preciosas al campo y las llanuras de Castilla la Mancha. De siempre había criado caballos y ya de muy niña alguna vez había visto los apareamientos de animales cuando algunas vacaciones las pasábamos allí. Me encantaba cuando se apareaba el caballo con las yeguas, me excitaba ver como el caballo con una verga enorme montaba a la pobre yegua que la hacía soportar todo el badajo de más de casi un metro en su vagina, sin embargo a excepto de las más jóvenes cuando las desvirgaban, a las otras le gustaba recibir todo el fastuoso cipote hasta que eran atestadas de semen… ¡Se dejaban follar con suma facilidad! Con 8 años me lo hicieron ver como una tarea más de las muchas que se realizaban en la casa de campo… les daba de comer, de beber, paseaba a la yeguada, los aseaba y los apareaban para preñar a las yeguas y vender los potrillos en la feria, así que de corta edad creo que sobre los 11 años, la monta de la yeguada me comenzó a  excitar… me manoseaba la vagina, a veces en exceso hasta lograr el gran colofón que me atolondraba unos segundos flojeándome las piernas ¡Cada vez me gustaba más pajearme! Por entonces no conocía a ningún chico y lo más fácil y rápido para calmar mi calentura era masturbarme... todo oramso clitorianos. Mi precocidad sexual debía de ser cosa de familia, así como la vivacidad de mi sexualidad, dado que todos estábamos muy excitados en la época de monta y apareamiento, especialmente el abuelo Fernando.

A nuestra llegada en casa éramos, mis abuelos, mi madre y yo. Mi madre es una mujer típica de la Mancha... fuerte y con anchas caderas, casi siempre andaba con un vestido de abotonar por delante, y utilizaba mucho unas botas de goma bajas, en ocasiones con el ajetreo del trabajo se le veía hasta las bragas, pero ella era así, no le importaba que su suegro, mi abuelo estuviera delante…, se adaptó rápidamente a la vida en el campo. Decían que yo era igual que mi madre, me crié fuerte en el campo en esos cuatro años, con 12 años era una niña muy desarrollada, tenía casi un cuerpo de chica de 18 con un ancho culo.

Con 13 años empecé a darme cuenta de muchas cosas que ocurrían en la granja, y una noche desperté no sé porque cuando escuché unos ruidos raros que resultaron ser gemidos, después supe que eran de placer. En un principio pensé que mi abuelo le estaba dando una buena follada a la abuela. Mi curiosidad fue más fuerte que las ganas de dormir y muy suave me deslicé hacia el pasillo, para mi sorpresa los gemidos venían de la habitación de mi madre. Salí fuera y por la ventana observé cómo dos cuerpos se movían, los ruidos eran más claros desde allí. Descubrí que eran los movimientos de cama con ritmo y murmullos, rechinidos y sonidos del colchón al moverse y respiraciones agitadas…se oía la voz agitada baja de mi abuelo decir…

-“Sí, sí muévete ¡Mmmmm mi amor que bien te mueves! En eso la voz también agitada y baja de mi madre dijo… -“¡¿TE GUSTA QUE ME MUEVA ASI?! TE GUSTA ABUELO

Contestaba –“¡Así muévete me encanta!

No podía creer lo que oía, sentí un choque eléctrico en todo mi cuerpo pero también me llené de morbo al oírlos. Bien parapetada podía contemplar claramente a los dos amantes… a mi madre agitándose totalmente desnuda con sus tetas descolgadas en un vaivén de arriba abajo, con las manos del abuelo sujetándola de las caderas. La cama tronaba y sonaban ello gimiendo y jadeando como 10 minutos en eso mi madre se hizo a un lado…

-“Oye gordito ahora súbete encima de mí”

Fue cuando vi por primera vez a mi abuelo completamente desnudo con toda la verga empalmada, mi primer hombre en pelotas me causo mucha curiosidad, la verdad. La cara de mi madre se perdió de mi vista de repente, se mostró el cipote del abuelo grande grueso ante mí apuntando al techo de lo duro y rígido que la tenía, también era la primera vez que yo veía uno así real. Con mi madre despatarrada, separadas las piernas al aire completamente abierta, el macho se inclinó y se acomodó en medio de ellas. El panorama que se mostraba eran sus cuerpos yacidos ofreciéndose de lateral desde el culo de ambos… el de mi abuelo sobre mi madre con todo el coño abierto… sin dilación la tranca se clavó en el coño de mamá de un solo envión hasta las mismas pelotas. Se comían las bocas a la par que el martillo pilón del viejo horadaba las entrañas donde estuve 9 meses y por donde nací. Las piernas de mi madre se arqueaban con movimientos lentos, luego las manos se deslizaron agarrando las nalgas de mi abuelo atrayéndolo hacia ella para que no saliera de su coño entre gemidos y palabras de ella como…

-“¡Mmmmm, aajj, aajj, sí, así, mmmm, aahhh, aaahhhh! ¡Muevete más, así! ¡Métemela hasta adentro, la quiero toda! ¡Más rápido, más fuerte cabrón…! ¡Lléname el coño de leche! ¡Me encantas como me follas!

Mi abuelo se agitaba la cadera más rápido, empezó a jadear más fuerte diciendo… -“¡Empuja con fuerza quiero sentirlo todo! ¡¿Te gusta nena como te tengo ensartada?!”

Otra vez la cama parecía que se desarmaba, estuvieron así un rato y luego mi abuelo se detuvo… -“Ponte empinada anda”.

Mi abuelo se puso de pie en la orilla de la cama… volví a contemplar su mostrenco pese a estar casi en penumbra una leve luz de la lampara de la mesilla de bajo voltaje..., mi madre se acomodó rápido en la cama y pego su cara a la cama poniéndose a cuatro patas con el culo hacia mi abuelo que le acariciaba las nalgas a mi madre…

-“Me encantan tu culazo, Carmela”.

-“Métemela abuelito, no me desesperes más”, le decía mi madre.

El abuelo agarró a mi madre de la cintura, y sin guiar su maza la empotró y se empezó a mover despacio dentro de ella… -“¡¿Te gusta cómo se siente?!” Mi madre contestaba que entraba muy bien…

-“Me abres el coño mucho…, te amo gordito”.

En eso mi abuelo le dijo… -“A ver  muévete quiero que te ensartes tu sola mi polla”.

Mientras el abuelo Fernando se quedaba quieto, las nalgas de mi madre empezaron a moverse estrellándose contra la pelvis del macho… lento pero con fuerza. Se escuchaban los chapoteos que hacían sus nalgas al chocar contra mi abuelo “¡Plas plas plasss!” A ese ritmo la cama los acompañaba con sus rechinemos y crujidos de desajustes. Yo ya estaba excitada, mi vagina la sentía húmeda y todo eso era nuevo para mí…, ese lenguaje y verlos en esa forma apareándose. De repente empezaron a moverse los dos… mi abuelo empujando hacia delante y mi madre hacia atrás con un ritmo fuertísimo… -“¡Así abuelo toda dentro…Me encanta esto!

-“Carmencita me encanta tenerte así bien ensartada sabes que te amo que me vuelves loco”

En eso mi madre… -“Me voy a correr… métemela así sigue, así fuerte. ¡No pares por el amor de Dios!”

Ahí puso la cara y las tetas de mi madre sudada, apoyándose con las manos  todo contra el colchón… -“Mmmmm, aaajj, aajj, ssii, siii, assiiii, mmmm! ¡Muévete MÁS! ¡Dame, dame verga, dame duro! ¡Dame, fuerte, rápido, así, así abuelito!”

Ambos a toda velocidad y yo la verdad estaba excitada…, era una de mis primeras veces ya comprenderán como me sentía. Mi abuelo en plena euforia orgásmica le reclamaba… -“¡¿Te gusta mi verga…dime te gusta?!”

Mamá le contestaba entre jadeos con la voz entrecortada hiperventilando… -“Sí, síii… me encanta tu recia polla. Sabes que soy tu puta y me encanta la verga gorda de mi macho”

No podía creer lo que oía en esas frases que se decía ambos… mi abuelo tan serio y tan amoroso conmigo y con todos, diciéndole eso a mi madre… la verdad no lo creería si me lo hubieran contado alguien. Ya se hallaban en plena vorágine y el abuelo arreciaba duro asiéndola con fortaleza del culo con ambas manos. Mi madre empezó a gritar fuertísimo juro que se oía hasta en el pueblo más cercano… -“Me estoy corriendo abuelo”.

Él se apuntó al orgasmo también, cambió sujetándola de los hombros atrayéndola a su pelvis justo cuando la hincó el bálano a fondo y comenzó a correrse dentro de su coño. … -“Sí que buena leche caliente”, decía mi madre al percibir el primer lechazo.

Mis bragas estaban chorreando de fluidos rezumantes de mi chochito, viendo como le atizaba el abuelo a mi madre en largas convulsiones gruñendo como un cerdo al tiempo que eyaculaba en lo más profundo de la vagina materna… embutía la tranca hasta los huevos y descargaba chorro a chorro todo su esperma espeso, aliviando toda la tensión del día en la hembra, en este caso era mi madre con ella a cuatro patas y mi abuelo follándosela por detrás…, me quedé unos minutos observando cómo le empotraba toda la polla a mamá manteniéndola unos segundos asegurando la inseminación de la hembra…, se metía entera en pleno desove e inseminación profunda…

Aquella imagen no tenía muchas diferencias a lo que los sementales hacían con las yeguas…, pronto llegué a una clara asociación entre las montas de las yeguas por sus sementales y las que realizaba el abuelo a mi madre y a su esposa mi abuela Matilde. Por miedo a ser descubierta me metí de nuevo en mi cama sin hacer el mínimo ruido ¡la pobre llevaba años sin marido, en el dique seco! No me importó que el abuelo cubriese a mamá como a una yegüita… trabajaba mucho y merecía disfrutar, y para ese menester en aquellos lares, el único semental disponible era el abuelo Fernando. Me asombró sobremanera el buen cipote que portaba, no se me borraba tal image en mi cabeza, cerraba los ojos y aparecía allí aquella pieza digna de un gran semental…con esos genitales pronto preñaría a mi madre si no tomaba precauciones. 

Continúa...

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