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La semilla del abuelo Fernando. (Parte 3)

en Amor filial

Una vez acabaron tomando compostura, observaron al caballo joven de la corraliza de al lado llevaba rato algo nervioso tras ver como el gran semental se montaba a la joven yegua…. Debió de llegarle el olor de las feromonas de la potra. Así que una vez desfogados se acercaron a verle, vi algo que me sorprendió aún más que verificar que mi abuelo acaba siempre con toda su leche dentro del coño de mi madre, y fue cuando aluciné en colores al distinguir a mi abuelo sujetar al joven caballo. Mi madre se dirigió a su suegro…

-“¡Déjame que se la empalme! Vamos a comprobar si ya es un buen semental…”

Le empecé a manosear la polla calmando al impetuoso potro, enseguida comenzó a asomar una verga de unos 20 cms, estaba algo erguida, de color rosado y blanco con un grosor bestial. Continué manoseando el gran pollón equino, que siguió creciendo y poniéndose más dura, se convirtió en un garrote tremendo como mí el brazo o algo más. Me encantaba ver como una mujer de 1’65 de altura y 55 kg de peso, era capaz de dominar a un macho de más de 450 kg y una fuerza bestial. Sentía su olor a esa poca distancia...en mis manos su polla era de piel suave al tiempo que su dureza era musculada y fibrosa ¡estaba excitadísima con aquel cipote joven!

Me atraía poder mamársela hasta que me inundara la boca de semen de macho joven. Se lo acaricie unos veinte segundos que fueron maravillosos y casi me desmayo del morbo, me excité más aún al sentir el tacto muy suave y caliente del pollón de color rosita y manchas blancas que parecía estar diciendo cómeme. Ya pasaba de los 35 cms y le pregunté a mi suegro…

-“¿Quieres ver como se la mamo? ¡Voy a comprobar si su leche es de buena calidad y está preparada para preñar a las potras!”

Sin esperar alguna respuesta por parte de él, besé y succioné el enorme glande, con mi lengua lamia el tallo de aquel descomunal falo y luego me engullí el gran capullo como pude. Por el semblante que tenía el abuelo, le resultaba un espectáculo placentero y agradable ver como su nuera subía y bajaba su cabeza mientras chupaba la gran polla del equino a la misma vez que mis manos la pajeaban. Era tan grande que no podía albergarla por completo, esas pollas equinas son descomunales pero me gusta darles placer y aliviarle su necesidad imperiosa de instinto animal. Cada vez más, aumentaba el ritmo y la succión, mi lengua jugueteaba con su glande enérgicamente hasta que mi suegro tomó la iniciativa movido por la gran mamada que le estaba haciendo al animal en cuclillas. Me levantó cogiéndome de la cintura y me abrió las nalgas, en un instante calzó su potente verga en mi ano, follándome de una manera brutal, llegando a notar el golpeteo de sus huevos en mi vulva. Empalada por el culo por mi suegro y mi boca llena de la hermosa polla del animal, me sentía volar al sentirme deseada como hembra por tan buenos machos. 

Mi madre abrió su boca todo lo posible, aún así el ritmo que llevaba era muy alto. El caballo se mantenía quieto por las riendas que sujetaba mi abuelo a la par que penetraba a mamá sujetando su culo con una mano. Era demencial ver a la mujer hacerle la gran mamada, o sea, chupaba y pajeaba con las dos manos. Mamá se traga el glande y poco más le entraba en su boca y el resto del pollón lo masajeaba a dos manos, después liberaba su boca y lamía toda la parte rosada del cipote equino y vuelta a chupar el gran capullo una vez descansada su mandíbula y así durante casi diez minutos donde el caballo no aguantó más y se corrió. ¡Joder menuda corrida! Comenzó a salir un surtidor de semen soberbio y la mujer con el capullo equino metido en la boca se tragó toda la leche calentita del animal, tanta era la cantidad que se desbordaba inundando toda la cara y sus pechos. Mi madre se mantenía impasible bebiendo el semen del equino con la boca repleta de ingente líquido blanco, pues estos animales cuando se corren sueltan mucho semen debido al tamaño de sus testículos ¡La muy puta! Se tragó todo el esperma que pudo llenándose el estómago de lefa equina, a medida que eyaculaba se lo zampaba sin grima alguna ¡Sin duda la leche de aquel joven semental le gustaba! Con lo que le llenó el abuelo, como si de una fuente de leche calentita se tratase… dado que lo que eyaculaba mi abuelo por esa gran verga era comparable al gran semental. Aquella mañana mamá se fue bien servida de lefa por su coño, y por su boca… chorreaba semen por todo su cuerpo, oliendo a macho como una cerda. Su suegro finalmente no logró acabar en su culo, pero eso era lo de menos...día había para ello.

-“¿Qué te ha parecido el nuevo semental? Preguntó mi suegro.

Me puse de pie con buena parte de la corrida sobre mi cuerpo, debía de parecer una zorra y jugué a ello…, empecé a jugar con el último trago esperma en la boca, para luego tragar todo con una sonrisa. Yo solía ser la catadora de esperma en los machos jóvenes que estaban predestinados a ser grandes sementales. Mi suegro los elegía por su porte, fortaleza y hechuras, mientras yo le daba el visto bueno a su semen por su sabor, acidez, consistencia gelatinosa y cantidad eyaculada. Formábamos un buen equipo, donde nunca fallamos con nuestro veredicto tras hacerlo todo el chequeo al semental… Los elegidos siempre resultaban ser grandes copuladores, preñando al 100% de las yeguas.

-“Tiene un sabor bastante agradable, gelatinoso y consistente… eso significa que tiene mucho esperma y va a preñar fácilmente a la yegua. Además se le pone dura rápidamente, con lo cual la cópula la tenemos asegurada”

-“¡¿Entonces podemos decir que ya tenemos un buen semental sustituto?!”

-“El padre aún es bueno y no lo podemos retirar, y este aún se tiene que acostumbrar al mamporro, pese a que ya eyacula casi un cuarto de litro de leche”. Estimó mi madre.

-“¡¡A las yeguas las va a tener bien abastecidas el muy cabrón!!”.

-“¡A mí me ha puesto perdida de lefa, más todo lo que me he tragado!”.

Estaba satisfecha pero sabía que aunque el abuelo hubiese acabado una buena corrida en mi coño esa mañana no estaba completamente saciado… ¡Es más inagotable que el gran semental! Y a mí me faltaba un punto… así que posiblemente me lo follase una vez más antes de acabar el día. Hicimos las tereas que nos faltaban y nos fuimos a comer…. Mi hija y mi suegra andaban atareadas en la cocina preparando las viandas, ellas se encargaban de la casa y mi suegro y yo de las faenas más duras de la casa de campo. Nada más entrar por la puerta mi suegra me mira de arriba abajo viendo que me hallaba salpicada de lefa por toda la bata y parte del pelo, cara y otras partes del cuerpo.

-“¡Vaya parece que hoy ha sido dura la batalla!”, decía ella con gracia dirigiéndose a mí.

-“Pues cuanto te puedes imaginar cuando llega esta época Matilde. Los caballos dan mucha faena y con el abuelo ya sabes, estoy a sus órdenes”, le dijo mamá con total confianza.

-“En estos días se pone como un verraco, esperemos que dentro de unos días se canse y aminore, si no nos va a matar a las dos a base de pollazos…”. Se le escapó, y miró a su nieta diciéndole con la vista que obviara lo que acaba de oír.

-“No pasa nada, ya no es tan niña y ya sabe de qué va lo de la monta… ¿Verdad cariño? Es ley de vida”. Dijo el abuelo.

-“Aun es muy niña, solo tiene 13 años…”. Apunté haciéndole ver que no era tan mayor como su cuerpo mostraba.

-“Hija…. Contigo aquí ya me liberé en parte de este animal…. Ahora he vuelto a ser una mujer felizmente casada”, comentó Matilde con regodeo.

-“¿Y eso qué? Casada o soltera, en esta casa da igual, yo cumplo como se debe cumplir con todas las hembras. ¿O no creéis que sea así? La labor de todo hombre en su casa es mantener a sus mujeres satisfechas… que no les falte de nada.” Espetó Fernando imponiendo las cartas machistas sobre la mesa, se hizo el silencio unos segundos y de pronto la abuela rio en respuesta no dando importancia a la subida de testosterona.

Cuando la abuela volvió a echar un vistazo, el abuelo sostenía una mano debajo de mi bata sobándome las bragas mientras yo ponía las cosas sobre la mesa. Me quedé unos segundos recibiendo las caricias del hombre aguerrido de aquel hogar… ¡Me gustaba el abuelo porque era un hombre de verdad plantado en su sitio en su rol tradicional como debe ser! Como los hombres suelen decir... ¡Un hombre con un par de cojones! Después introdujo un dedo en mi coño y luego otro apartando a un lado la prenda… subió cuidadosamente por toda mi raja al clítoris y lo masajeo un instante, la abuela salto…

-“Saca las manos de ahí que después van al pan”. Cuando le dejó el plato de comida se fijó en su empalme. “Vaya, pero si sigues bastante entero. ¡¡A poco te vas a quedar así Fernando!!” Le espetó la abuela en un tono más descarado.

Me puse las bragas en su sitio hasta acomodármelas. En agradecimiento, le di un tierno beso al abuelo al mismo tiempo que una de mis manos se topó con el miembro duro y erecto. Noté que se la había puesto tan firme como cuando le hice la mamada…, me senté entre mi hija y el hombre, aprovechando frotar uno poco más aquel pedazo de carne. Fernando me acarició el rostro…

-“Si continuas así me vas a correr aquí, en tu hermosa carita”. La mirada de Matilde era inquisitoria, la de Laura divertida ante tal situación casi grotesca, y yo me sonrojé bajando la mirada un poco avergonzada.

-“Parece que no habéis tenido bastante ¡¿No?!  ¡¿Por qué no lo dejáis para después de comer…?!” Dirigiéndose a su esposo le dijo… -“¡Y ya le das buena cuenta en la siesta si tanto os apetece!” 

-“Pero qué dice Matilde yo…”

-“Si hija, si te huele el coño desde aquí de lo chorreando que lo tienes… ¡Y no se olvide para la próxima vez que te sientes a la mesa darte una ducha y cambiarte de ropa, que estás perdida…!”

-“¿Por qué dices eso…? ¿Perdida de qué…?” Le contesté queriendo ignorar los chorretones de esperma reseco del joven semental, de los que ya no me acordaba.

-“Ay nena, porque va a ser. ¿Acaso no te estás oliendo?” Me dijo Matilde como señalando lo obvio sobre mi bata y un poco en mi cabello pegado en mechones.

-“¿A qué está oliendo…?” Preguntó incisivo el abuelo maliciosamente.

-“Pues a qué va a ser, A SEMEN… mira como te han dejado perdida de leche por la cara, el cabello y la bata ¡Joder menuda corrida le has pegado a la pobre!” Nos dijo Matilde poniéndome las mejillas más rojas que un tomate. El abuelo se rio…

-“La abuela tiene razón… hueles a leche de caballo. Pero a mí me gusta mamá, por mí no hace falta que te duches…”. Respondió Laura sorprendiéndome. No era de extrañar si asistía a las montas regularmente y se quiera o no después de la eyaculación equina, el olor a semen lo impregna todo durante unos minutos.

-“No te preocupes Carmela. ¿Qué te parece si después nos echamos una siesta, si a la abuela no le apetece claro?”.

-“No Fernando, tengo muchas cosas que hacer después de comer… ¡Esta noche si aún te quedan fuerzas!” Contestó la abuela.

Yo no me hice mucho de rogar, acepté echar una cabezadita con él durante la siesta. Era más que obvio que al abuelo le encantaba retozar durante esas horas de relax, y las mujeres le dábamos el gusto, lo queríamos mucho y teníamos asumido cada uno el rol que nos correspondía en esta vida… máxime sabiendo cuanto trabaja a lo largo de la semana el hombre en su puesto de encargado de la fábrica de harinas, más la faena de la granja con los caballos… ¡Se merecía el gran descanso del soldado tras la batalla con final feliz! Lo besé en señal de asentimiento, a la par que mi mano a la altura de su enorme miembro masajeaba con fruición mirándole a la cara. Nada más acabar de comer, mi suegro marchó a mi cuarto. Se podría pensar que la conversación de sobremesa no era la más adecuada para una niña de 13 años, y así es, pero ya debía de estar acostumbrada porque no era la primera ni sería la última vez que pasase. En aquella casa había una premisa fundamental, y era ser natural tratando a las cosas como son sin eufemismos, lo acaté enseguida y mi hija también, y eso espantaba a mis cuñados que nunca aparecía por allí. Considerar el sexo, la procreación o la inseminación de las hembras es un hecho cotidiano entre los grupos de congéneres de distinto género, y allí en la casa de campo éramos tres hembras y un macho, no hay mucho más que entender....

Yo terminé de recoger la mesa y mi suegra se encargó junto con la niña de lavar los platos y limpiar la cocina, mientras me daba una ducha y me cambiaba de ropa, acto seguido, fui a la habitación y allí estaba el macho de la casa. Me acosté sobre la cama…

Continúa...

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