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La semilla del abuelo Fernando. (Parte 6)

en Amor filial

 

Yo era feliz aquí en la casa de campo y con el tiempo mamá también lo fue, fuimos bien acogidos por parte de mis abuelos, sus razones tenían. Mamá era una mujer aún muy joven y bonita, bien proporcionada, de largos cabellos con ojos color marrones claros que la hacían más hermosa, yo había heredado su figura y era un tanto más rubia. No hallaba la hora que mi cuerpo terminara de crecer para parecerme a ella. Me miraba al espejo esperando ver crecer mis pechos, pero compararlos con los senos hinchados de leche de mamá era descorazonador. Esa era mi mayor preocupación por aquellos días, ya no era una nena inocente para darme cuenta de la realidad de las cosas. Pronto descubrí las cosas de la vida que me marcarían para siempre. Una noche veíamos televisión en el sillón con el abuelo mientras mamá en su habitación amamantaba al bebé y lo acostaba en su cuna. El abuelo me abrazaba cariñoso y yo me apretujaba más contra él, nuestros cuerpo se conocían. Cualquier caricia “inocente” de mi parte, se reflejaba en un abrazo más intenso y su mano le transpiraba al rozar la piel desnuda de mis brazos. Entonces puso su otra mano en mis rodillas, la detuvo allí un tiempo como si no se diera cuenta y comenzó a acariciarme, apenas rozándome iba siguiendo el contorno del borde de mi faldita sobre los muslos provocándome un cosquilleo nervioso mientras me susurraba al oído lo hermosa y bella que era. Yo me dejaba hacer, me gustaba ser mimada y era una sensación agradable sentirlo tan cerca, no veía nada de malo en esa muestra de cariño y seguía apretujándome a él como una gatita mimosa… él me acomodó de lado como jugando y casi cubriéndome con su cuerpo mientras reíamos y yo disfrutaba del momento.

Sentí una dureza creciente contra mi muslo… ¡le estaba provocando una tremenda erección! Hice como que no me daba cuenta y dejé que el abuelo siguiera con su juego, ahora incentivado por mi pasividad y mi silencio ya me rodeaba desde atrás con sus brazos me apoyaba descaradamente, casi frotando su verga hinchada en mi culo aún virgen. Un intenso calor me llenaba y aceleraba mi respiración, deseaba librarme de él… y al mismo tiempo seguir así, descubriéndome como una mujer es deseada por un hombre, dominando sus instintos más básicos y animales. Cuando entró la abuela al salón me compuse, pero ya debía haberme visto acaramelada con su marido, hay que aclarar que tanto mi madre como mi abuela tenían conocimiento de mi desfloración por parte del abuelo Fernando, y aunque tuviese 13 años para 14, en casa era bien visto que el semental se fornicara a la joven potrilla que era yo. Él se dio cuenta de cómo me sentía achuchándome contra su poderoso cuerpo masculino… me dio un beso suave en el cuello bajo mi oído, que me hizo estremecer y casi al mismo tiempo con la yema de su pulgar recorrió lentamente mi teta derecha sobre la camiseta, acariciando y sintiendo mi pezón endurecido.

-“¿Estás cariñosa, mi niña? Seguro que tienes el coñito muy mojado…” Me susurró mientras me tocaba y yo no supe que decir, solo un pequeño gemido de aprobación se escapó mientras me mordía los labios dejándome llevar por la excitación.

Entonces oí a mi madre que venía de la cocina y apenas nos dio tiempo para acomodarnos un poco mejor en el sillón. Yo estaba sonrojada y nerviosa, aunque no sé porqué, ella sabía que el abuelo me había desvirgado y seguíamos follando, eso sí en la intimidad. Era ese tipo de compostura que nuestro subconsciente tiene ante la persona de más autoridad… ellas también eran dos hembras en competencia por el “macho alfa”. Me mandó a dormir con el pretexto que era tarde. Me metí en la cama, todo mi cuerpo estaba tibio y deseoso de algo de sexo. Con mi entrepierna húmeda pedía a gritos que me masturbara para desahogarme y me entregué enloquecida a la agradable tarea de tocarme hasta acabar entre jadeos mojando las sábanas con mis jugos pensando en la gorda tranca del abuelo hundiéndose en mis entrañas.

Después me quedé dando vueltas en la cama sin poder dormirme. Desde mi ventana podía ver el resplandor de la luz en el comedor, tal vez si mamá se había acostado el abuelo estaría solo viendo la tele… y quería estar con él. Fui acercándome despacio en puntillas para que no me sintiera y darle la sorpresa, pero la sorprendida sería yo. La luz ámbar de un velador iluminaba el comedor oscuro y hacía más irreal la escena, casi parecía salida de un sueño brumoso y mis ojos se adaptaban a ella mientras trataba de interpretar lo que veían. No lo podía creer… Mamá se encontraba en el sillón con la cabeza echada hacia atrás en el respaldo, la blusa desprendida y el sostén enredado en el cuello, los pechos grandes como calabazas coronados por pezones de oscuros color chocolate casi brillaban al reflejo de la luz, húmedos de la saliva del abuelo Fernando que los lamía y chupaba enloquecido, estrujaba esas mamas lechosas como hambriento, sobándolas con la mano izquierda mientras su diestra se perdía entre las piernas de mi madre que con la falda levantada hasta la cintura oscilaba su cuerpo al ritmo de ese manoseo lujurioso, y gemía débilmente con los ojos entrecerrados. Mi corazón se aceleraba mientras los veía y tuve miedo de que el retumbar de mis latidos descubriera mi presencia.

El abuelo ahora se estaba bajando apresurado los pantalones dejando al descubierto su mostrenco endurecido y rígido como una daga mora curvada mirando al techo, un cipote completamente hinchado, una verga gruesa y venosa, con la cabezota color púrpura a punto de reventar, grande como el glande de un caballo, la cual la puso frente al rostro de mamá…

-“¡Chúpala Carmela…!

Ella giró la cara y esa actitud excitó aún más al abuelo, entonces él la sujetó de la cabeza mientras con la otra mano aferraba su miembro endurecido y poniéndolo contra los labios de mamá se lo metió de un golpe hasta la garganta, mientras entre gruñidos de gozo decía…

-“Así cariño, ¡sácale la leche al papi...! Llevo todo el día esperando esto... chúpala así, no pares, no pares...”

Y mamá lejos de resistirse poco a poco se entregaba, su boca hacía desaparecer y aparecer la pieza de carne trémula siguiendo el ritmo que le imponía el abuelo. A medida que él gozaba, aflojaba la tensión… y entonces fue mamá la que se convirtió en hembra dominadora, sus labios carnosos primero succionaban despacio y sin detenerse, luego iba aumentando paulatinamente la intensidad de la mamada hasta hacer jadear al abuelo. Entonces ella sacó la verga de su boca solo para besarla y recorrerla suavemente con la punta de la lengua en una lamida lenta desde el gran capullo a las pesadas pelotas que lo hizo estremecer ¡Mi madre sin lugar a dudas era una consumada mamadora de pollas!

Yo me preguntaba si ella estaría también gozando con lo que hacía o solo actuaba, sus ojos miel entrecerrados parecían perdidos, nunca la había visto así con esa expresión en el rostro, su mirada parecía abandonada o completamente ida entre nubes de placer… o tal vez la verga de los hombres tenía algo misterioso que nos cautivaba a las mujeres y las nos convertía en esclavas. Yo misma con solo ver me estaba enloqueciendo, presa de una calentura que recorría todo mi cuerpo. Me dolían los pezones endurecidos y mis manos como actuando solas dominaban mi voluntad y se deslizaban por mis bragas hacia mi coñito húmedo masturbándome presa de una fiebre de locura ante la exhibición de fornicio animal que contemplaba.

El abuelo cada vez más excitado y enloquecido de gusto se apoyaba contra el cuerpo de mamá apretujándola contra el sillón, tanto que ella perdió el equilibrio y se deslizó hasta quedar boca arriba sobre los almohadones del sillón. Entonces él aprovechó la situación y se montó encima, colocando sus rodillas a ambos lados del torso de mamá comenzó a hundir su verga entre los pechos suaves y lechosos, acunaba su miembro duro entre las tetas frotándolo sin cesar en esos globos húmedos por la leche que manaba de los pezones formando hilitos blanquecinos que caían hacia el interior de ese valle donde mojaban al instrumento lujurioso del abuelo. Él hundió la polla gorda e hinchada en ese líquido tibio y dulce y goteando se la puso en los labios a mamá, que tomó de su propia leche lamiendo golosa hasta que el abuelo se la metió por completo y empezó un mete y saca desenfrenado, como follándola por la boca, adentro y afuera sin parar mientras ella lo succionaba, lamía y chupaba retorciéndose, no sé si ahogándose con ese enorme nabo llenándole la boca que parecía no dejarla respirar o ahogada en su propio papel de hembra complaciente y sumisa.

Entonces el abuelo se sacudió y echó el cuerpo hacia atrás entre vibrantes gruñidos y jadeos de gusto mientras sus ojos se ponían casi en blanco… su miembro viril escapó de los labios de mi madre brincando endurecido y desbocado. Con el glande morado explotando en chorros de leche espeso y caliente que bañaron la cara de mamá y la hicieron agitarse al sentir el semen estrellarse en su rostro. Con su cuerpo aún sacudido por espasmos de placer el abuelo se aferró la verga chorreante y se la metió a mamá de nuevo en la boca para que ella succionara los últimos chorros de su acabada, dejó que ella tragara y limpiara con la lengua para después refregársela por el rostro. El esperma espeso resbalaban por su mejilla y que ella lamía lentamente saboreando los tiros de esperma que todavía brotaban de esa verga. Yo casi que podía sentir su olor, el olor del semen, del sexo, aroma a macho cabrío, a testosterona… me dilataba las fosas nasales llenando mi boquita de nena deseosa del sabor a hombre.

Ella fue quitando poco a poco los mechones de cabellos rojizos que se pegaban a su rostro humedecido por la mezcla de lefa y saliva. Hasta en ese momento mamá se veía hermosa, una hembra cautivante fuente de los oscuros deseos lujuriosos de mi abuelo. Él se estaba tomando un descanso apoyando su cara transpirada en los pechos de mamá, besándolos suavemente como adorándolos, mordisqueando despacio los pezones como un nene de pecho.

Estuvo un tiempo acariciándola, siguió luego besando su vientre, descendiendo hasta meter su cabeza bajo el largo camisón que portaba y que se había enrollado en torno a las caderas de mamá, olisqueando sus bragas de encaje húmedas de fluidos vaginales. Primero las lamió, una, dos, tres lamidas, para después arrancarlas de un tirón y tras quedarse un instante contemplando maravillado el espectáculo que se le ofrecía. Hundió su rostro entre las piernas de mi madre, separándolas y sosteniéndolas en alto con sus manos en los muslos, lamiendo y chupando desesperado, lengüetazos lujuriosos e intensos que llevaban paulatinamente a la perdición a mamá. Su cuerpo oscilaba al ritmo del chapoteo que producía la boca de mi abuelo, la recorría toda desde la vagina al ano metiendo su lengua, sorbiendo sus jugos, metiendo sus dedos gruesos en su vagina encharcada, masturbándole el clítoris al mismo tiempo a base de lengüetazos. Ella jadeaba y se retorcía, cada vez más intensamente, sostenida por mi abuelo que seguía las contorsiones de sus caderas y no despegaba su boca devorándola sin misericordia mientras la pajeaba.

Preso de una lujuriosa perversión con los dedos lubricados en los jugos de mamá arremetió en su ano, metiendo dos dedos de un golpe, haciéndola gritar y arquear el cuerpo en el aire. No satisfecho con esto y por demás excitado, vi como su badajo endurecía se balanceaba como una viga empotrada en entrepierna, un tarugo majestuoso deseoso de perforar el rico coño de mamá, jugoso y hambriento después de tanto descanso sexual, en el dique seco tras el preñado y posterior parto de mi hermanito.... Levantado las piernas de mamá sobre sus hombros como si fuera una muñeca la ensartó hasta el fondo, apuntillo su bocana y sin necesidad de guía su polla gruesa se perdió de una sola estocada entre los rosados y húmedos labios vaginales, se hundía una y otra vez en bombeos sucesivos como un tenaz batán de carne, le daba verga sin parar, sometiéndola a su antojo… complaciéndola sin duda. Mamá tenía su boca abierta y jadeaba como poseída, ondulando las caderas arriba y abajo como hembra complaciente para terminar abrazándose a él en gritos de gozo. No sé si el abuelo había quebrado la voluntad de mamá conquistando su cariño, pero sí dominaba por completo su cuerpo, y la estaba haciendo acabar en una sucesión de orgasmos salvajes como creo que nunca lo hubiera hecho mi padre.

Pleno de satisfacción con la victoria obtenida el abuelo Fernando iba por más…, aprovechando que mamá todavía jadeaba ronroneando y recuperándose, expuesta y con las defensas bajas entregada a todos sus deseos, él sabía que podía hacerle lo que se le antojara. La tomó de una pierna y la hizo girar, la dejó boca abajo y lamió su espalda desde la nuca hasta las nalgas, saboreando el bocado que estaba por disfrutar. La abrazó desde atrás por el vientre y levantó sus caderas, dejándola con la grupa en alto, poniéndola en cuatro patas como una yegua a punto de ser servida por el semental….

…Y su verga de macho semental se clavó de nuevo en el coño mojado de mi madre haciéndola reaccionar con suspiros de gozo de grititos entrecortados, completamente domesticada por ese torpedo de carne viril que la llenaba. Y el abuelo ponía sus manos en el culo redondo y terso de mamá y la montaba, apretaba sus nalgas blancas y sedosas dejando marcas rojizas en la piel suave…. Entonces el abuelo escupió entre sus nalgas y con la yema de su pulgar le acariciaba el ano en círculos y se lo ensalivaba, relajándola así se lo fue enterrando poco a poco hasta hundirlo completamente en su culo apretado, la hizo gemir más intensamente y después gritar cuando metió otros dos dedos dilatándola aún más y reparándola para recibir el premio mayor… mamá meneaba la cintura y entre balbuceos entrecortados le pedía que se detuviera, dándose cuenta de lo que le esperaba…

-“¡No, así no… Por favor... no, papaíto... nooo… No me des por el culo! ¡Puedes descargarte dentro de mi coño sin problema las veces que quieras…!

Pero el abuelo no tuvo clemencia a sus súplicas, por toda respuesta sólo retiró sus dedos para dejar lugar en la estrecha entrada a la hinchada cabeza de su ariete, y entonces arremetió sin compasión, deseoso de disfrutar del manjar que se le ofrecía mi madre…. Mamá se sacudía moviendo las caderas en círculos como queriendo librarse del inminente empalamiento, entonces el abuelo, enloquecido por tenerla, la sujetó del cuello con fuerza y apretó su rostro contra el respaldo del sillón, hasta tenerla quieta y lista para servirla de la mejor carne dura del lugar… le embutió el glande y se esperó a dilatase un poco más.

Solo entonces comenzó a penetrarla, con clavadas fuertes y profundas presionando cada vez más… Bufaba de gusto como un toro en brama al sentir que vencía la resistencia del culo de mamá y su glande se hundía en ese pasaje estrecho, caliente y apretado, que ahora parecía ceñirse a su verga gruesa haciéndolo alcanzar el placer de los dioses. Se detuvo un instante como disfrutando del momento, sólo para iniciar un mete saca intenso, cada arremetida se la metía más profundo, deseoso de tenerla toda, no estuvo satisfecho hasta que sus huevos que se balanceándose golpeaban el culo de mamá y al final se apretaron contra las nalgas de mamá, bien a fondo. La tenía calzada por completo, y ahora la poseía sin compasión, casi se le subía encima a mi madre para hundírsela más. La polla le debía de llegar hasta la barriga, lo que la hacía jadear y retorcerse sollozando, sus pechos llenos de leche se bamboleaban con más inercia y se sacudían salpicando leche en cada bombeo de la verga del abuelo y él se los apretaba exprimiéndolos y ordeñándolos con ambas manos mientras besaba y mordisqueaba sus hombros, su cuello, la tomaba del cabello y hacía girar su rostro para lamérselo y besarla con pasión en besos húmedos cargados de lujuria y amor, por qué no.

Con locura desbocada por esa hembra que había estado esperado durante años de deseo “incestuoso” reprimido, y ahora por fin liberado. Mamá se dejaba hacer, completamente entregada y sometida, como una muñeca sin voluntad propia, los largos cabellos enmarañados se sacudían y caían revueltos en una cascada rojiza, tenía la boca abierta y respiraba agitada, ahogando roncos aullidos al compás de las embestidas del abuelo. Yo pensaba en esa polla enorme enterrada en su cuerpo la estaba matando, que en cualquier momento se desmayaría por completo. Y como si leyera mis pensamientos y fuera a rematarla, el abuelo le dio la estocada de gracia con una arremetida final que la hizo estremecer y retorcerse sacudiendo todas las fibras de su cuerpo…. Sus gritos sólo fueron ahogados por los gruñidos de satisfacción del abuelo que se derramaba a mares dentro de su culo. Aquella era una de sus grandes descargas de leche en una de la hembras de casa… uno tras otro chorro de lefa le inundaba su esfínter, hasta que de pronto acabó. Los dos se habían quedado quietos, sin fuerzas, exhaustos y completamente empapados en sudor, en leche materna, en esperma y fluidos vaginales… El abuelo recuperaba el aire y se restregaba contra el cuerpo de mamá como no queriendo que ese momento terminara, se hizo a un lado lentamente y al sacar su verga bamboleante pude ver el ano dilatado y como la leche se escurría entre las piernas de mamá. Besó la espalda de su nuera despacio, hizo a un lado los cabellos de su rostro y volvió a besarla, ahora suavemente en la mejilla y en la frente.

Yo no lo podía creer, acababa de culearla sin parar como un animal y ahora se ponía en el papel del padre cariñoso dando su beso de buenas noches, ¡faltaba que la arropara! Y para hacer mayor mi sorpresa…, lejos de reaccionar mal, mamá se acurrucó en su hombro como una nena mimada y tomándolo de la mano,  pasó su lengua lentamente por los dedos lamiendo el semen que él había recogido de su verga... ¡¡La muy puta!! Yo preocupada por su suerte y ella parecía que la había estado gozando todo el tiempo. En tanto se besaban en un candente beso húmedo complaciente, me fui haciendo hacia atrás sin hacer ruido, lentamente los dejé solos en el comedor. Cuando volví a mi habitación y me recosté en la cama estaba perpleja y confundida, llena de preguntas…. Era como si el abuelo fuera para nosotras una enfermedad, una droga que nos corrompía y nos hacía adictas a sus dosis de amor perverso. Y si era un mal de familia…. ¿También yo lo padecería...? ¡¿Me convertiría yo también en adicta a las perversiones incestuosas..?! En verdad SÍ, era de la familia y ahora lo sé con certeza, pues  Cuando pude me follé a mi único hijo casi a diario. Y lejos de ser una maldición era siempre la mejor solución a la apatía en que entraban nuestros matrimonios al cabo del tiempo… y al desahogo de nuestros efluvios sexuales claro está.

Desde mi temprana adolescencia hasta ya que el abuelo cumplidos los 64 años murió, nunca me faltó una buena follada, con una media de tres polvos semanales… después del abuelo me conformé con el polvo del sábado de Javier y los que me buscaba de otros amantes, pero en los últimos tiempos… mantengo el de Javier por cumplimiento marital, y los dos o tres de mi Fer. Hay que reconocer que 30 años follando, era mucha leche la que mi vagina tragó, pero que le voy a hacer soy una mujer que siempre se ha considerado muy hembra, que al igual que al abuelo necesitaba más de una persona que le satisficiera. No es que ahora me falte con mi hijo, el cual me visita todos los días pero también los complementos con alguna cana al aire en los viajes de la “Comunidad de Vecinos”, no está todos para tirar cohetes… pero un polvo discreto a veces cae a la semana y gracias, dos o tres cuando me visita Fer.

Continúa...

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