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La semilla del abuelo Fernando. (Parte 8)

en Amor filial

Ahora que ya contaba con 21 años, mucha experiencia en el sexo y un “Grado de Nutrición humana y dietética”, a punto de acabar gracias a él que me convenció. El abuelo estaba mayor pero su cipote se mantenía en plenitud, grande, grueso y duro con facilidad de empalmar, sin olvidar la copiosas e ingentes eyaculaciones que su próstata y sus testículos que todavía eran capaces de expeler. Subí al ascensor y apreté el botón para ir al ático de mis abuelos. Mientras subía, mi respiración se hizo cada vez más lenta y profunda, quería borrar de mi rostro el enfado que me causaba tener que ir a cuidarles esa precisa noche, en lugar de irme con mis amigos de fiesta a pasármelo de miedo después de quince días enclaustrada estudiando para los exámenes finales del último curso de Grado.

En el hall del edificio me alisé la corta falda con las manos, observando mi aspecto en el espejo hasta que el ascensor se detuvo. Un retoque con saliva para el rímel en el espejo del ascensor… abrí la puerta de la casa con cuidado y entré en silencio. En la oscuridad del ocaso confirmé que la luz del cuarto de matrimonio estaba apagada y mi abuela roncando como una bendita. Iba a irme de vuelta a donde había quedado, cuando descubrí una luz parpadeante bajo la puerta del comedor. Me acerqué sibilina lo justo para atisbar en su interior. Allí estaba mi abuelo, sentado en el sillón, mirando con atención una película erótica. Yo era consciente del insomnio de mi abuelo, pero en ningún caso de sus gustos por unas películas que yo pensaba que sólo eran para jóvenes. Permanecí en el sitio, mirando un rato a mi abuelo y otro a la película, hasta que una mezcla de curiosidad y excitación me obligó a entrar definitivamente al salón. Mi abuelo no se sorprendió al verme, ni yo que visionara aquella porno con la polla fuera ajándola suavemente como no queriendo precipitar la avenida repantigado en el sofá. Me senté a su lado con toda la naturalidad de siempre…

-“Hola abuelo… ¿Qué haces viendo una porno tú solito…? ¡¿No hay nada mejor que ver?!”

Inmediatamente, se posicionó sobre el sofá más derecho con una postura un tanto más digna pese a estar en pelotas con toda su verga empalaba todo sea dicho, nunca intentó en vano ocultar el majestuoso falo que sobresalía de su entrepierna… me miró con gesto culpable…

-“Hija, ya ves hoy me encontraba bastante sólo y me he puesto este canal ¿Qué haces por aquí?”

No podía apartar mis ojos del mástil majestuoso apuntando al techo después de varios días en total abstinencia por culpa del estrés de los exámenes finales estudiando como una loca. Era evidente que los años no habían mermado el tamaño de su miembro, ni su virilidad que yo pudiera apreciar… si lo había hecho, no había sido lo suficiente como para que dejara de resultar de lo más excitante unos genitales tan alucinantes….

-“Vine a ver como os iba hoy y si necesitabais algo…”.

-“Pues ya puedes ver cariño… ¡Mira hija lo que necesito ahora!”.

-“¿Me refiero a si ya habéis cenado y esas cosa...?”

-“Hace ya rato hija, he preparado para tu abuela y para mí. Ella después se ha marchado a dormir y yo con mi insomnio me he puesto a buscar canales y he dado con el idóneo para mi estado”

-“¡¿Y la abuela?! ¿Por qué no te ha bajado la hinchazón ella…?”

-“La pobre no está para estos trotes…. Ella ya se ha llevado lo suyo en esta vida”.

-“Anda abuelo, déjame ver que podemos hacer con esta hinchazón. ¡Para estas cosas también tienes a tu nieta favorita!”

-“De acuerdo Laura… ahí lo tienes todo para ti”, dijo tras una pausa eterna durante la cual pensé que se iba a negar. Se levantó, momento que aproveché para sentarme frente a él mientras se sacaba la camiseta y su cipote templaba frente a mi cara… su vello había desaparecido casi por completo, y las venas se marcaban en su piel bajo el reflejo de la televisión. Le toqué el glande con los dedos, su humedad hizo que dirigiera la otra mano hacia mis bragas. Paseé la mano por toda la superficie carnosa, con reservas al principio para ganar firmeza, y acabé masturbándole y mamándosela como otras muchas veces había hecho su nieta a sus pies…él siguió viendo la película a mis espaldas ¡El sabor a macho de mi abuelo me pone muy perra! Levantó su manaza y acarició mis crecidas tetas sobre la camiseta. Luego, me la levantó con dulzura y palpó mis pezones cornados..., eran ya dos cuernos de un Miura. Le miré a los ojos, y comprobé que estaba disfrutando tanto como yo

-“¿Por qué no te bajas las bragas?” Me susurró. “Así estarás más a gusto”.

Miré estúpidamente hacia mi coñito… descubrí que no había parado de acariciarlo y tenía ya las bragas mojadas, así que con una sonrisa de disculpa, obedecí, tiré de ellas y las dejé al lado de él...empecé a meterme los dedos anular y corazón en mi bocana frotándome a la vez con la palma de la mano el “cappuccino” que cubre mi clítoris. Parecera que estaba indicando rock and roll.

-“Sigue chúpamela un poco más  cariño…”, me pidió. La miré su ojos y con cierto gesto pícaro de aprobación. "¡No abuses!”

Tenía novio como tantos otros tuve desde los 13 años, solo que Javier era el único que me pareció el ligue más serio que he tenido… llevo con él un año y medio. Es un chico guapote, listo e inteligente y nunca desde la primera vez tuvo reparos en comerse mi coñito ¡Yo creo que le entusiasma hacerlo! Mucho más que follarme, que ya es decir, pero la relación con mi abuelo Fernando estaba por encima de cualquier otra, eso lo tenemos muy claro los dos. Con él no solo era sexo, sino una conexión íntima entre nuestras conciencias y nuestros dictámenes… tal vez por eso no ponía reproches a comerme su sabrosa polla, mucho más grande que la de Javier. Entonces, se agachó y empezó a lamerme los pezones mientras me apartaba la mano y me acariciaba la vagina. Cuando sus gruesos dedos quedaron empapados en el flujo vaginal, los introdujo con cuidado en mi ano. Rodeé su cabeza entre mis brazos y le supliqué que me los introdujera con más rudeza. En lugar de ello, hizo que me recostara y mientras me aguantaba la cabeza con una mano, introdujo su verga en mi boca con la otra. Se la agarré por la base, aguantándome con el codo, para controlar la cantidad de carne que me metía y evitar atragantarme. Con delicadeza, mi abuelo dejó que manejara su verga a mi antojo y empezó a acariciar la parte interior de mis muslos para ir acercándose lentamente a mi culo, donde introdujo un dedo dilatando mi anillo.

Con el paso de los minutos, fui cogiendo confianza… comencé a usar la lengua con fiereza para lamer su glande y recorrer toda su verga y testículos vorazmente, acariciando con la mano y los labios, succionando, apretando y mordiendo. Sin previo aviso, dejó a un lado su dulzura y me atravesó el ano con el dedo índice, introduciéndolo cada vez más deprisa y más profundamente, provocándome gemidos de dolor placentero que acalló apretando mi cabeza contra sus huevos. Notaba la boca llena de polla, y mi nariz se estrellada contra su pubis. Me costaba respirar, pero me gustaba la sensación de su poder sobre mí, y a la vez conseguir descontrolar de aquella manera sus impulsos sexuales que creía dormidos. Tan repentinamente como había introducido sus dedos en mi culo, los extrajo y comencé a masturbarle delante de mi cara. Le observaba con la boca abierta, lamiendo su glande con la punta de la lengua, le pajeaba duro y mamaba su orondo capullo durante unos minutos hasta que me obsequió con su caldo. Cerré mi boca alrededor del glande y mamé succionando con sus huevos agarrados con una mano y pajeando el tronco con la otra… un primer chorro de lefa y otro seguido fue atorándome la boca de engrudo tibio. Solté para respirar y un último Chorretazo me cruzó la boca y mentón, lo recogí para no desperdiciar una gota y haciendo una bola alimenticia con mi lengua me lo trague a la vista del semental que me lo suministró. Como siempre ocurría esta eyaculación solo era la previa a la gran corrida, mi abuelo tenía esa forma tan particular de correrse en dos etapas. Seguí chupando, lamiendo y bebiendo hasta que no quedó nada más que una verga flácida y completamente limpia. Como recompensa, me obsequió con un beso.

-“Para tu cumpleaños te tengo preparada una sorpresa, estoy segura que te va a gustar mi regalo”.

Cumpliría 65 años muy bien llevados gracias a su naturaleza física y al deporte que practicaba casi a diario en la bicicleta estática… ya cumplía un año jubilado. Nos abrazamos en el sofá y pasé una hora viendo la tele acurrucada a él olvidándome por completo de mi novio, de mis amigos y de la gran fiesta que se estaban pegando… me eché sobre su pecho extasiada con el dulce sabor de su semen en mis papilas gustativas. Acepté agradecida quedarme toda la noche en casa de mis abuelos como me pidió mamá, que ese día tenía turno de noche en la clínica veterinaria en la que trabajaba. Estuvimos viendo una película y cuando acabó me pregunto si tenía sueño, le dije que no porque solo eran las 12:30 y se puso a hacer zapping dejando otra película…, en esta había una pareja que se besó y luego se metió en la cama a follar. Allí estaba yo tumbada con los pies en un reposa brazo y mi cabeza en su regazo notando que se volvía a empalmar. Se había puesto el pijama y la entrepierna le abultaba bastante, sin dudar un instante, le bajé el pantalón hasta las rodillas aireando el grueso y duro cipote con ganas de aliviar la hinchazón. Agarré el grueso tronco por la base y comencé a pajearle con toda la mano bien cerraba que no cubría la mitad del pollón. Me giré y de rodillas en el suelo, lo empecé a mamar. El abuelo cerraba los ojos y yo abrí la boca como para tragarme un bote de “Red Bull”, introduciéndome el gran capullo en la boca que apenas me cabía, ante mi dificultad me presionó de la cabeza y me tiró hacia su polla hasta que me tragué la mitad. Cualquier otra mujer no podría respirar pero yo ya había aprendido con el tiempo a engullirme semejante cipote.

Movía la cabeceaba golosa zampándome afanosa el esplendoroso bálano del señor de la casa…luego me levantó. Me desnudó quitándome la camiseta y las braguitas que apenas me cubrían el coño, sumisa a sus deseos obedecí ansiosa por recibir al abuelo una vez más. Dejé descubierto mis buenas tetas y la vagina lampiña, pequeña y estrecha recién rasurada sin un pelo que esa noche preparé para que Javier se la comiese y me la follara a base de bien…, lo hice como a los hombres les gusta.  “Les debe excitar follarse a una mujer con vagina de niña”. Me empezó a tocar con la mano derecha por la barriga hasta llegar al cuello, y luego bajó deslizándose al caliente coñito de su nieta… allí estuvo un rato jugando con sus recios dedos en mi rajita, mi agujero de la gloria y mi enervado clítoris ¡Me gustaba mucho cómo conseguía mi orgasmo clitoriano aquel viejo zorro! Luego me hizo tumbar en el sofá boca arriba, me abrió las piernas y puso su cabeza entre mis piernas y empezó a lamerme la raja con la maestría de siempre…, percibía la humedad de su rigurosa lengua cubrir toda mi vulva, mis labios vaginales y mi excelso clítoris… caló toda la sin hueso todo lo hondo que daba la longitud de la misma sorbiendo mis jugos rezumantes como si de miel se tratase ¡Nadie me comía el coño como el abuelo Fernando! Se dedicaba a él como si fuese una tarea meticulosa de montaje complicado. Al cabo de un rato noté esa sensación a ganas de mear que corresponden a un buen orgasmo, pero no me salió mucho flujo… convulsioné estentóreamente tres o cuatro veces y finalmente me produjo “la dulce muerte”, durante unos adorables quince segundos… El viejo sabio me dejó disfrutar de mi corrida y al poco….

…Se puso encima de mí metiendo un dedo en la vagina y al cabo de poco un segundo dedo cuando me lo metió me dolía un poco y solté un gemido, estuvo metiendo y sacando los dedos unos dos minutos. Cuando creyó que estaba lubricado agarro su polla y puso la cabeza de su gordo ariete roja casi morada, en la boca del coño de su nieta vencida por el deseo carnal y sin contemplaciones me empaló. Me metió el capullo un par de veces solo hasta la zona rosada, después siguió metiendo hasta la mitad, parecía que me partía en dos. Cerraba los ojos mordiéndome los labios de gusto ¡A punto de gritar me tapó la boca con un beso! Y me la metió entera, parecía que me la metía hasta el estómago y empezó con el mete saca espaciándome la vagina para dar volumen al monstruoso invasor. Percibía como es expandían mis paredes vaginales al paso de su cipote dividiéndome las entrañas. Desde que a los 13 años me desvirgó entrándome solo 12 cms de verga, las continuas prácticas ahondando en mi útero han conseguido que mi coñito sea tan tragón como el de mi madre.... Mi abuelo con un poco de paciencia siempre consigue enterrarme hasta la base, aplastándome los huevos contra mi vulva ¡Es una gozada percibir como el volumen de sus 22 cm de recia maza se embute hasta el mismo útero una y otra vez!

Comencé a gemir de placer con mi corazón a mil. Me metió el pulgar en la boca que chupaba a modo de cipote ¡Cómo me gustaba y deseaba que me follara un macho como mi abuelo! fue aumentado el ritmo del vaivén de sus caderas más fuerte, ¡Era increíble cómo se movía el viejo y qué duro se le ponía el espolón cada vez que me follaba! En cada clavada sus pelotas me golpeaban en la entrada del coño, lo que hacía más que excitarme para llevarme a otro orgasmo en el Olimpo de los dioses. El dolor de la primera penetración se volvía placer en pocos segundos haciéndome vibrar todas mis carnes, sus empujones rebotaban en mi culo una y otra vez simulado a un gran postre de gelatina. La sacó después de más de ocho minutos en dicha posición, pero me hizo poner a cuatro patas. Chupé un dedo suyo y me lo metió por el culo, el agujero es muy estrecho por lo que produce un placer visceral. Como sabiendo el camino su erecta verga se enfiló en mi raja abriéndome los labios vaginales cuando la metió de golpe de un solo envión.

Follándome el coño desde el culo estuvo otro tanto donde perdí el conocimiento del tiempo, solo aguantaba gozando sus embates percibiendo el roce de sus manos en mi piel, el sudor de ambos amantes pegándonos por la dermis, y el frotado de mi útero con la vasta verga que portaba a modo de lanza el caballero invadiéndome… y dándome duro frangiéndome mi vaginita, hasta que de repente se queda quieto…. Nunca había tenido ese comportamiento, lo sentí raro. Envió su maza al fondo de mi conducto uterino enterrándome toda el fastuoso rabo hasta la raíz, y sin casi movimiento de su parte fue soltando chorro a chorro de líquido seminal caliente, del cual el primero lo percibí como un somero chorro de leche en mi cavidad profunda, seguido de otro de precipitada fuerza mucho más largo y con mayor presión que acabó inundando toda mi cérvix y finalmente pegando un último gemido donde expelió todo el aire contenido en sus pulmones, en la misma medida que iba descargado toda la leche que le quedaba en sus huevos. Al cabo de un minuto de pausada inseminación como nunca hubo sucedido, la extrajo y se tumbó encima de mí diciendo…

-“Te ha gustado mi vida…”, solo me quedaba contestar un Sí rotundo pese a final raro….

No le dije nada al respecto de lo raro que me pareció la forma en que se corrió dentro de mi coño, solo le susurré… -“Hoy me voy a quedar a dormir aquí abuelo, a cuidar de vosotros…”.

Con mi abuela un poco maltrecha, fue buena idea quedarme casi todo el día en el ático cuidándolos, y ya se sabe que “Cuando el demonio no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo”, y ese demonio lo encarnaba mi abuelo paterno Fernando…, así que al cabo de cuatro días de follar a diario encarnizadamente, con mi abuela despierta o no... ¡NOS TOCÓ IR DE ENTIERRO! Su corazón se paró, el pobre no aguantó y tuvo un infarto, quizás fueran varios, porque sus acabadas no siempre eran normales, y en esas corridas se infartaba un poco más cada vaz. Murió haciendo lo que más le gustaba, ¡FOLLARME! y además murió matando.... la clavó a fondo en aquella última ocasión y convulsionó jadeando ahogadamente entre esténtores, a la vez que me hacía percibir cada unos de sus aldabonazos de lefa espesa en mi más profundo conducto uterino... Y se desplomó sobre mí. Noté que no era como siempre al sentir todo su peso sobre mí, y es que le petó la patata inseminando a su nieta y haciendome mi primera barriga. Al igual que el pájaro Espino murió PREÑANDOME.

A las pocas semanas de su muerte los resultados de embarazo dieron positivos, mi abuelo por fin había conseguido preñarme, lo que se puede decir de un preñado póstumo… nadie lo hubiese creído de decir la verdad, así que me fue muy fácil la versión del fallo de las pastillas y mi novio Javier tragó con que era suyo… A los dos años nos casamos con separación de bienes teniendo como querubín en la boda a mi hijo Fernando de 14 meses, quedándonos a vivir en el ático de mis abuelos que heredé. A mi abuela la ingresamos en una estupenda residencia, no debió de adaptarse muy bien porque duró muy pocos meses por tristeza o por falta del calcio que le suministraba todavía su marido. Para sorpresa de mi madre y mía los abuelos nos dejaron un buen montón de dinero en plazos fijos y una finca de olivos de 140 hectáreas… con todo ello nos hicimos de una vida más holgada aunque sin dejar de trabajar. Mi madre se hizo ganadera en la finca con sus caballos que tanto le apasionan, aún recuerdo a mi abuelo enseñándome aquella la finca. Yo me quedé en la ciudad con una boutique de comida ecológica que junto al sueldo de mi marido en una empresa de mantenimiento hostelero nos daba para vivir muy bien, con una economía holgada pudimos traer al mundo a mis tres hijos, mi Fernando, Raquel y Ángela… dándole una educación adecuada. Las niñas tenían una vida independiente viviendo con sus parejas y mi hijo casado con un niño. La línea de hombres de casa seguían produciendo machos que sin duda sería tan buen semental como lo fue su padre... "El abuelo Fernando". UNA LARGA SAGA DE SEMENTALES, de verga gorda y pelotas pesadas, tan ricas para comérselas..., ya con solo dos años se le intuía el buen armamento que tendría de mayor.

Con 44 años mi madre se sentía sexualmente activa, dando un giro de 180º cuando me contó nuestra verdad. Quien era mi padre biológico y como sus necesidades sexuales se complementaban con las mías. No tardamos en sentirnos atraídos y deseosos de tener algo más que relaciones filiales, nuestros cuerpos deseaban llegar más allá. Mi madre sostenía que su marido había perdido bastante interés en ella. Yo acariciaba su barbilla cuando le explicaba que estaba más guapa cada día, se acercó a mí y me abrazó presionándome sus tetas en mi pecho y mi mano se perdió en su pelo. Se separó un poco de mí, lo suficiente como para quedar cara a cara. Nos dimos un beso donde la lengua hizo su intromisión pasional sin pensar en el parentesco. Eso fue abrir un dique de deseo mutuo. Fundimos nuestras bocas mientras nuestras manos exploraban territorios prohibidos hasta ahora. Mi mano en sus tetas y la suya a mi miembro que ya estaba en condiciones de comenzar un ataque. Al introducir la mano por dentro de su malla, esta percibió la humedad de su vagina bajo el tanga… seguí jugando con mis dedos en su vulva entre sus labios, cuando me dijo deseosa de llegar hasta el final… -“¡Por favor cariño…No dejemos esto en nada! ¡Acábame!” La acomodé en el sillón, le bajé su malla y tanga mientras ella se dedicaba a desnudarme. Mi polla lista cual soldado en su misión solidaria, se enfiló en su raja entre los labios vaginales, cuando mamá realizo un arqueamiento de pelvis hacia arriba metiéndose media verga, acompañando ese movimiento con un casi aullido de placer, la otra mitad me correspondía meterla a mí, cosa que hice. Con todo el cipote alojado en su vagina comencé la intromisión en su adorada raja por donde nací…, se deslizaba afuera y adentro mientras pedía más mordiéndose sus labios… demostraba su gozo acompañados de casi estertores orgásmicos, mientras mi badajo se perdía en los interiores de mamá.

Ahogaba mis gemidos avergonzada de exteriorizar lo que sentía en sus embestidas. En cada impulso movía mi cuerpo sobre el sofá desde detrás de mí golpeando sus pelotas en mi coño. Con sus manos me sujetaba de la cadera tirando hacia él con sus fuertes brazos que recorrían acariciándome desde mis pechos hasta mi barriga. Después me levantó y me puso a cuatro patas como una perra, me sujetó de las muñecas por la espalda fuertemente, mientras me clavaba su gran polla con desesperación de ahondar a fondo en busca de mi pared vaginal... su largo rabo pronto daría con ella. En unos minutos enloquecidos llegó a un punto que ralentizó sus perforaciones salvajes, pasando a un movimiento suave y lentamente cadencioso, mientras inundaba con su leche mi profundo coño. Me moría de placer al sentir la tibieza de su esperma derramándose en mi útero, la piel de gallina de la emoción y la boca seca de la extenuante hiperventilación de saber que un nuevo hombre me hacía vibrar. Eyaculaba sin miramiento alguno hasta que colmó la vagina de sabroso esperma por el que suspiraba y gemía, aquel semen que irrigaba mi coño sería el alimento de cada día que calmaría mi hambre de semental cerciorada hacía ya 23 años. Me olvidé de mis polvos pasajeros y me centré en mi marido y en mi familia especialmente en mi hijo convertido en mí amante, cariñoso, atento, fogoso, discreto, viril y tan masculino como su padre. Este primer polvo me pareció frenético, corto o muy rápido arrastrados por la lujuria y el deseo morboso contenido durante mucho tiempo quizás, lo cierto es que mi niño solo me aguantó poco más de cinco lustrosos minutos, maravillosos y agradecidos por su madre. 

Nos quedamos uno al lado del otro disfrutándonos…, cuando nos separamos mamá se levantó hacia el aseo. Quedé con una angustia tremenda, pensando que me había aprovechado de mi pobre madre necesitada de atenciones masculinas. Cuando Laura salió del baño completamente desnuda, con una sonrisa me tendió una mano y me dijo… -“Cariño ha sido maravilloso, es una pena que te tengas que marchar…, por mí nos meteríamos en la cama toda la tarde hasta que me calmes la calentura que me has provocado, que me has revivido y que tenía olvidada para siempre”.

Aquella invitación me tranquilizó y dio que pensar a mi lasciva cabeza hasta el día siguiente que fui a comer de nuevo con ella. Trabajar de profesor en el “IES Gregorio Prieto” de Valdepeñas, me permitía esta en diez minutos en casa de mamá, y de paso la acompañaba, dado que mi “padre” trabajaba casi doce horas fuera de casa, él comía más temprano, por eso siempre coincidíamos mi madre y yo sobre la mesa…. Ese segundo día todo fue más fácil e intenso si cabe pasando a ser nuestra rutina diaria… Comida, charla animada, recogida de la mesa, siesta y FORNICACIÓN penetrante. Mamá y yo no perdemos oportunidad de follar, deseosa de asimilar mi badajo al natural cada vez con más impudicia. Su crisis de los cuarenta abocada por la inaplazable menopausia que sobrevendría en unos pocos años, produciéndole una regla irregular, le indicaba que esta anomalía evitaba cualquier contratiempo y por tanto no me preocupase de llenarla…

-“Hijo alíviate dentro cuanto quieras…, puedes eyacular dentro de ella a placer. ¡Hijo, puedes llenar a tu madre como la sementales de la familia han hecho siempre con sus hembras!”. Confiaba en Mamá, además de ponérmelo muy fácil… si yo no tomaba la iniciativa era ella, sin importar el tiempo que tengamos adaptándonos a la circunstancias, un polvo rápido o con todos los preliminares y posturas, tanto monta que monta tanto. Nos entendemos a la perfección como un complemento de nuestros matrimonios, pero tanto fue el cántaro a la fuente que meses después conseguí preñar a mi madre… Ahora está con una panza de 30 semanas, la visito todos los días y me quedo con ella hasta que llega mi padre y supuesto "padre" de la nueva criatura que será como no VARÓN, al que llamaremos con el nombre de BITTOR, que en latín significa Vencedor, porque sin duda el espermatozoide que fencudo a mamá no pudo ser más que el vencedor de la fraticida carrera pretenciosa de preñar a mi madre.

                                                                                  FIN

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