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El remedio de papá. (Parte 3)

en Amor filial

La responsabilidad de su trabajo le exigía viajar por varios días, este se prolongó casi una semana, pero la recompensa valía la pena… Veinte largos días de vacaciones solos para ellos dos., Julieta salió tarde del entrenamiento pero su padre no pudo pasar por ella… llegó alrededor de las nueve de la noche encontrándola viendo la tele. Había sido una  reunión importante en la puesta en común del trabajo ineludible. Dejó todo en su despacho en la planta baja, nada más salir observó a su hija con un vestido de gasa blanco escalonado, elegido hacía años para la boda de una de sus primas, ahora el vestido largo le quedaba más corto de lo normal, mostrando libremente las torneadas pantorrillas. Quizás fue verla en zapatillas lo que le llamó la atención… al prestarle atención le pareció tan pura, tan frágil y tan dulce que no pudo más que mantener el cuello girado, mirando cómo se dirigía como una diosa hacía su cuarto un tanto enfadada con él. Decidió que había sido suficiente. La siguió, subió las escaleras silenciosamente y llegó a su habitación con la puerta entrecerrada. Entonces se desnudó el torso en silencio. Sabía que no iba a necesitar entrar vestido. Empujó la puerta encontrando su figura sentada a la orilla de la cama, desabrochándose sus zapatillas. Ella se percató de la presencia paterna, pero ni se inmutó. No quitó la vista de sus zapatillas, se acercó deteniéndose ante ella. Sólo entonces levantó el rostro para dirigirme la más dulce de sus miradas… sus ojos brillaban como si estuviesen a punto de llorar, pero no era así.

–“Papá” murmuró, con una voz dócil.

Liberada de sus tenis, se fijó en el recio cinturón de cuero que comenzó a soltar con sumo cuidado mirándole directamente a los ojos, desbrochó el pantalón y el zíper rugió cayendo la prenda a sus pies. Los finos de dedos de Julieta engarfiaron el elástico del bóxer arrastrándolo hacia abajo mostrando el recio cipote paterno. Entonces él proyectó contra la cama su enorme cuerpo frente al frágil de su niña sobre el que se abalanzó. Sus brazos la encarcelaron mientras sus labios se unían, temblorosos en un beso que pareció durar siglos. Las manos de él recorrieron cada centímetro de su cuerpo, a través de la suave tela del vestido. Era como si quisiera rememorar cada detalle del que se había privado durante días. Ella cerraba los ojos, sintiendo en su piel, sus gruesos dedos. Levantó su vestido, descubriendo su entrepierna, hizo a un lado la parte frontal de sus bragas de algodón, sólo lo suficiente para que su endurecida verga pudiera abrirse paso entre sus labios vaginales. Un precioso quejido, que después se convirtió en un suave suspiró, escapó de los labios de Julieta  cuando el falo la penetró poco a poco hasta embutirse por completo.

Lo mantuvo unos segundos ahí, con el tronco palpitando en su humedecido coño. Sólo sus bocas parecían seguirse moviendo mientras la temperatura aumentaba en la entrepierna. Fabio se sintió realizado, como si hubiese recuperado algo cuya falta le estuviera matando lentamente. Era la primera vez que follaban “decentemente”, como una pareja que se amaba realmente y no como un par de adolescentes calenturientos. La embistió  con suavidad, y con la misma suavidad ella trotó sobre mi cipote al tiempo que la depojaba de su vestido... el padre tocaba sus tetas y apretujaban sus pezones con suavidad, y las palmas de ella recorrían cada detalle del viril cuerpo de su progenitor, con la ternura y elegancia de dos danzantes contemporáneos o como dos ciegos que trataban de dibujarse en su mente.

Aquello fue como una promesa definitiva, de que pasara lo que pasara, jamás se dejarían… nunca como esa noche habían sentido tanto su calor, nunca entonces mientras la follaba, fue tan consciente de que se trataba de su hija. Mientras la follaba, no sólo podía sentir en su interior el amor ardiente de una mujer sino también el cariño dulce de una hija. Ella gemía despatarrada unas veces, otras abrazada de brazos y piernas al torso y caderas de su padre, como un náufrago a la deriva se sujeta a la única tabla sobre el mar. No tuvieron que decir palabra alguna para entender lo que estaba sucediendo entre ellos… percibía el estoque rígido hundiéndose en sus entrañas una y otra vez, al tiempo que los frondosos testículos le golpeaban de vez en cuando al sumergirla hasta la raíz, sacándole un grito en lugar del gemido perpetuo de la niña. Sin embargo Fabio no podía aguantar mucho más, demasiados días de abstinencia, demasiado deseo contenido, demasiada mujer para no excitarse en extremo… dio dos puñaladas contundentes con el berrido del macho desovando todo su lefa en lo íntimo de su hija. Eyaculó el primer lechazo, pero el segundo y el tercero fueron mucho más  largos y copiosos…se iba deslechando poco a poco dentro de la mujercita que había criado tan hermosa, hasta que acabó la tormenta, amainando sobre la cría con todo empalado aún en su coñito. Y así, desnudos, con su leche guardada en el ajustado conejito de Julieta, se quedaron dormidos.

Por eso, aquella mañana, no pudo más que recordar que las cosas habían vuelto a la “normalidad”. Ahora, ella le miraba con su acostumbrada mirada de zorra mientras se llevaba mi verga a la boca. Casi se había olvidado lo guarrilla que podía llegar a ser su niña nada más despertar, mientras miraba como Julieta intentaba tragarse sin éxito toda la verga completa. Aunque había mejorado, y no iba a pasar mucho tiempo antes de que pudiera verla con todo el falo completo hasta su garganta…. Cuando consideró la polla lo suficientemente erecta, saltó sobre ella, completamente desnuda tal como había dormido al lado de su padre y a amante. Se dejó caer con suavidad, cuidando de no dañar su estrecho coño con la gorda maza de carne severa de papá… 17 cm de larga y un diámetro garrafal que le expandía la boca de su coño al límite del desgarro. Suspiró, como si la estuviese inyectando la más fuerte de las medicinas, y respiró aliviada cuando logró enterrarse la verga por completo.

– “Papi…” – comenzó a murmurar, conforme sus sube y baja iban aumentando de velocidad. “ Papi, papi…”

Extrañaba aquella palabra.

– “¿Te gusta?”

– “Siiii…”,  dijo la cría con la respiración entrecortada, a la par que él alzó las caderas para hacerla incrustarse profundamente con su verga, bajó de nuevo sus caderas, y dejó que ella hiciera lo suyo.

– Salta, salta preciosa.

Ella aumentó la velocidad de sus movimientos. Las manos de Fabio subieron a la altura de sus tetas desnudas, donde pudo sentir como sus pezones se endurecían poco a poco, pezones inflamados y grandes como ojivas.

– “¡Ahh!  Gritó de pronto. Me gusta”, dijo dirigiéndole una sonrisa satisfecha a su padre.

Era claro que los días de abstinencia no se iban a recuperar en una sola noche. Julieta tenía las ganas y las energías propias de su edad, y el padre recién despierto, tenía que respirar rápidamente para poder llevarle el ritmo a sus agiles sentadas y al ritmo de su caderas perreando. A veces saltaba de arriba abajo, rebotando sobre sus firmes nalgas, otras veces colocaba sus manos sobre el pecho de él, para arrastrar su coño sobre la entrepierna de padre, con la verga deslizándose en su interior. Parecía explorar las diversas formas de conseguir placer. Fabio miraba encantado su sonrisa, de alguna manera su expresión le recordó a las primeras veces en que comenzaba a rodar ya sola sobre la bicicleta. Siempre había sido muy hábil aprendiendo, y el sexo no parecía ser la excepción… le había cogido el punto de satisfacer y satisfacerse en el primer coito. Sintió de pronto cómo su coño se adormecía, ella fue disminuyendo rápidamente el ritmo de sus vaivenes hasta que se detuvo completamente. Él la miró a sus ojos, humedeciéndose antes de cerrarse. Su boca se abrió, como si alguien la estuviese apuñalando.

– “¡Aaaaahhhh! Gritó. Papi, ahhhhh…”

Se llevó las manos al cuello, como si quisiera separar su cabeza de su cuerpo. Las deslizó entonces sobre su cuerpo, como rasgándolo con las uñas. Sus manos terminaron en el pecho de su padre, pues sentía desplomarse, sus deditos intentaron apretujar inútilmente los pectorales antes de que su cabeza se desplomara sobre el cuerpo paterno. Él acarició su piel encrespada y sus cabellos enredados, como quien trata de tranquilizar a un pequeño potro. Su hija estaba experimentando un tremendo orgasmo, y él no pudo más que conmoverme de solo verla. Cuando el éxtasis pareció vaciarse de su cabeza, se incorporó y miró a su padre con una sonrisa agotada, parecía impresionada de lo que había sentido. El padre acarició el rostro de la pequeña.

– “Te ves bonita cuando te corres”.

– “Espero que me veas bonita muchas veces seguidas”, dijo lanzando un coqueto guiño con sonrisa pícara.

Una palpitación natural de la vena superior de su polla, le recordó que su verga seguía alojada en su coño.

– “¿Tú ya estás casi para correrte papi…?”

– “En realidad no”, admitió. Ella me acarició el vientre.

–“Me gustaría ver cómo te corres… me encanta la hombría que proyectas sobre mí al eyacular, al mismo tiempo que siento como me llenas de leche, dijo sin mirarle. Quiero que llenes de semen mirándome a la cara”.

Dicho y hecho, se incorporó. Ella sonrió extrañada, preguntándose qué planeaba. Se dirigió al baño, llevándola de la mano. Se detuvo frente al amplio espejo del lavamanos. La colocó recargada con los hombros sobre la barra del lavamanos y se ubicó tras ella. Notó que algo no encajaba. Ella sólo lo miraba curiosa a través del espejo. Regresó con una escalera plegable de un nivel que ella utilizaba para alcanzar los cajones más altos del estante donde guardábamos el botiquín y los enjuagues bucales.

– “Creo que necesitaremos esto”, le dijo Fabio sosteniendo el escalón

Eso la hizo reír divertida, mientras volvía a colocarse de la misma manera, pero esta vez sobre el escalón. Giró la vista como diciendo “lista”. El padre tomó mi verga, la deslizó desde su espalda baja hasta la entrada de su coño, recorriendo entre sus nalgas todo el canal formado ellas. Ella sólo se limitaba a mirar el rostro de papá  por el espejo, parecía realmente interesada de observar cuales eran sus expresiones. Supongo que detectó la  sonrisa de su progenitor cuando el glande se arrastró sobre su arrogado ojete, y cuando sintió las caricias de sus finos vellos púbicos antes de colocarme sobre su humedecido coño. Entonces la penetró de un solo tajo, hasta lo más profundo. Ella tuvo que cerrar los ojos ante tremendo acto, y exhaló aliviada cuando su coño se acostumbró de nuevo a las dimensiones del conmensurable tronco paterno. Comenzó un mete y saca normal, pero cuando su verga alcanzó su máxima dureza otra vez, aumentó el ritmo considerablemente. Entonces su rostro se descompuso en una confusa expresión entre el dolor y el repentino placer. Como poseído, Fabio no hizo más que aumentar la fuerza de sus arremetidas, en verdad parecía dispuesto a machacar el conejito hambriento de su hija mientras sus gritos desesperados hacían eco en el cuarto de baño.

– “¡Ah! ¡Ahhhh! ¡Ahhhh!” Gritaba y gemía ella, apenas capaz de respirar.

Seguía embistiéndola llevando una de sus manos al hombro de ella, y lo asió con firmeza hacia él… aquello alzó el rostro de su hija.

–“Mírate”, le espetó mientras ella observaba su propio rostro en el espejo. “¿Te gusta lo sexy que te ves?”

Ella movió lentamente la cabeza, afirmativamente, sin que sus jadeos ni su rostro descompuesto desaparecieran.

– Me gusta tu cara de golfilla, me gusta follarte mientras me miras como una fiel perrita, como una putilla malcriada que no quiere más que le llenen de leche. ¿Eres mi preciosa putilla? Ella afirmó.

– “Eso, así responde una verdadera hembra. ¿Eres mi putita?” le preguntó jalonando de sus hombros para hincarla más profundamente en su coñito.

Afirmó de nuevo, mordiéndose los labios inferiores por el insoportable placer que la verga debía de estar proporcionándole.

– “Así me gusta zorrita. Me voy a correr dentro de ti… ¿quieres ver cómo me corro en tu coñito?”

-“Sí papi lléname de ti… ¡PRÉÑAME!

Ya no pudo ver si contestaba, él mismo se estaba calentando con aquellas frases, en tanto que su polla le traicionó y estalló de pronto en un chorro de esperma caudaloso, seguidos de otros tres o cuatro cada vez más leves apuntillando en el fondo de su útero a cada esténtor. Se corrió cuando el rabo la estaba atravesando, y apenas pudo detenerme para que toda la leche manara dentro de su coñito. Ella se sostenía fuertemente de sus brazos, mientras sus ojos se cerraban suavemente al sentir el esperma caliente de su padre sembrando su interior, una lefa copada de millones de bichitos portadores de la semilla paterna. Unos espermatozoides audaces que pretenderían conquistar el vientre fecundo de la niña. Fabio se dejó caer sobre el pobre cuerpecito de la cría besado su cuello, su espalda y su cara. El indescriptible placer le hizo jadear sobre sus oídos, ella respiraba lenta y profundamente, como si hubiese terminado una carrera de ochocientos metros al esprín, a la par que el tronco eréctil seguía latiendo dentro de la vaginita, mientras liberaban las últimas raciones de leche tras varios largos chorros espesos...

– “Hoy vamos a ir a casa de la abuela a pasar el fin de semana en el pueblo… ¡¿No te apetece pasear por la orilla del río en bicicleta como cuando eras un niña…?!”, le propuso Fabio a la desvencijada hija abrazada a su padre con todo el coño chorreando semen a borbotones mirándole a través del espejo.

Le encantaba lo fácil que recuperaba su cándida sonrisa. Desayunaron y prepararon todo en el coche, para llegar pronto al pueblo situado en la base de la sierra bordeado por la ribera del río donde solían hacer sus largas rutas. En esas actividades aprovechaban para crear lazos más fuertes y cómplices entre ambos divirtiéndose y destensándose del agobio de la ciudad, el trabajo y las obligaciones escolares. Ya se dirigían a casa de la abuela paterna, cuando se detuvieron a medio camino sobre las lomas divisando todo el valle, y a lo lejos el pueblo, destacando el campanario del siglo XVI. No esperarían a llegar, ambos estaban muy puestos durante todo el camino. La chica ni tonta ni perezosa se abalanzó sobre su progenitor en un magreo de pura lascivia…

-“Me gustaría probar como se hace en un coche…” dijo la despendolada niña.

Él no lo pensó, aparcó el coche en una pista forestal un poco apartada de la carretera principal bajo unos pinos bajos que producían una gran sombra, y antes de parar el coche la niña le extrajo el manubrio de dura carne por la bragueta dejándose los huevos fuera haciéndole una mamada lateral a tope, a la chica le apartó las bragas su padre a un lado insertándole un dedo, después dos en los prolegómenos. Al rato saltó al asiento del conductor deslizándolo hacia atrás, Fabio en medio del asiento y su niña sentada encima de él apoyada la espalda en el volante, se embutió el duro capullo de su padre sin más preparaciones. Follaban en la penumbra de la pinada con la facilidad que daba el vestido sencillo y corto de alegres flores de Julieta para saltar sobre la endurecida verga paterna. La ágil chiquilla, rodeaba con sus brazos la cabeza de su amante padre, mostrándole el coño atravesado por la tranca deslizandose adentro y afuera con la potencia de sus piernas haciendo sentadillas. A escasos tres minutos del vaivén, un par de golpecitos los tomaron desprevenidos… no sabían cómo habían llegado hasta el coche sin que ellos se enterasen. La chica regresó asustada sobre el asiento del acompañante, y el agente de la guardia civil tuvo que esperar paciente a que Fabio se guardara su verga y abriera la ventanilla.

-“¿Todo bien?” Preguntó el guardia, sin poder ocultar una sonrisa pervertida. 

-“Todo bien, oficial” dijo Fabio algo nervioso.

El hombre echó un vistazo a las piernas de la chica, y al bulto del hombre. -“No pueden estar haciendo estos actos aquí, dijo entonces. Me temo que tendré que invitarlos a la comisaria”.

Aquello puso de nervios a Fabio. -“¡No, no puede ser!”

-“¿No, por qué?” le espetó el agente, con un semblante serio,

-“Perdón, se disculpó Fabio. “Es solo que yo…”

-“Soy una puta…” intervino Julieta.

Aquello llamó la atención del guardia civil, que le regaló una sonrisa a la chica. -“¡Sí! Dijo entonces Fabio…. “Soy un hombre soltero y desesperado, si en mi trabajo se enteraran….”

Su semblante debió parecer lo suficientemente patético, porque el guardia llevó su mano al puente de su nariz y suspiró.

-“De acuerdo, dijo Pero, ¡hey! Dirigiéndose a la chica. ¿Tienes algún número?” Preguntó, con un ademán de teléfono.

La chica se lo dio, y él lo marcó en su teléfono ahí mismo. El tono del teléfono de la chica comenzó a sonar. El guardia colgó la llamada y sonrió.

-“Nos vemos pronto, chica” Se despidió alejándose de la ventanilla.

Fabio y su hija arrancaron, entre risas nerviosas decidieron que lo primero era apagar el móvil y después se daría de baja como abonada de ese número. En casa de la madre de Fabio, se alegraron de ver a la niña tan crecida, prepararon las habitaciones para ellos y comieron arroz y conejo con caracoles. Ambas habitaciones estaban pegadas y con una puerta que las comunicaba, antaño una de ellas era una oficina del padre que hace años murió y la madre lo adaptó para que padre e hija estuvieran cerca, dada la hiperactividad de la niña era conveniente mantener la puerta directa entre ambos dormitorios. En tales circunstancias tras la ovípara comida, lo mejor en los pueblos cuando lo tienes todo hecho es echarte una siesta, y ese día cuando la abuela se quedó trajinando en la planta baja, ellos dos se marcharon a descansar a la buhardilla, formada por las dos habitaciones y un aseo. No tardó cinco minutos en cruzar la puerta común al cuarto de su padre, donde Fabio la esperaba para rematar el coito interruptus del guardia civil.

Ella entró, y él se asomó al pasillo vigilando que la abuela no subiese. Cerró con seguro ambas puertas, y tras echar la persiana se deslizó en la penumbra hasta la cama, donde las tetas desnudas de su hija esperaban sus labios y a sus dientes. Follaron cuidadosamente, con el chirrido nervioso de la cama amenazando con alertar a la anciana. Abierta de piernas recibió a su padre que se posicionó en un acople perfecto entre ellas. La polla se deslizó como un torpedo en el agua perforando el mojado coño de Julieta. Culeaba con cuidado sacando y metiéndola hasta hacer tope con sus huevos, mientras ella gemía pegada al oído de Fabio que sentía cada latido de su corazón, cada suspiro, cada apretón de su hija cuando la perforaba en una locura continua. La puso a cuatro patas y la niña se encargó de enfilar el gordo glande de papá a su anhelante vaginita. Se enfundó de nuevo por completo el falo paterno y tras follarla con todo el amor del mundo terminó corriéndose en el coño de su hija, con una apasionada lentitud.

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Al tiempo que su polla convulsionaba en chorros de leche entregada a su hija, la volteó con la verga incrustada. Julieta besaba la frente de su padre y olía extasiada su cabello sudoroso mientras su coño se pasmaba al momento de recibir la semilla de Fabio. Quedaron abrazados en la misma cama adormecidos por la dosis de dopamina que da un buen orgasmo…. Despertaron a media tarde por los ruidos de la casa, a los que no estaban acostumbrados. Ambos casi al mismo tiempo abrieron los ojos y se encontraron cara a cara con unas ganas locas de repetir lo sucedió una hora antes. Julieta se abalanzó sobre su padre, quien ya tenía su verga lista para penetrar a la chica, pues se había encargado de pajearla debidamente. Entonces, mientras su hija cabalgaba sobre sus caderas, una idea cruzó por su mente. Hizo que la chica se colocara de rodillas sobre el colchón, como la primera vez que la había follado, el día de su desvirgue. Entró al baño y salió con un tubo de crema hidratante.

-“¿Me dolerá papá?” Preguntó congestionada por la situación y el futuro inmediato. Como si aquella fuera su única y última duda al respecto.

-“Un poquito, pero nada de qué preocuparte…” admitió él.

Untó lo más posible aquel cerrado ojete, metiendo delicadamente un dedo para preparar el interior. Él también se lubricó el tronco de su verga, en especial el capullo por ser mucho más gordo que su polla con esa forma de arpón…puso especial énfasis en el esfínter de la niña. Se preguntó si Julieta estaría preparada para aquello, era una chica lo bastante sumisa y abierta al sexo, por lo que le pareció una situación para la que estaba hecha.

-“Con cuidadito papi que tengo el culito muy apretado…,” pidió Julieta, mientras sentía el duro y gordo capullo de papá empujar contra su redondo y perfecto culo.

Fabio no respondió, completamente concentrado en su esfínter haciendo desaparecer su glande a través del cerrado agujerito. -“¡Uyyy!” Suspiró la chica… Cuidado papi”.

Fabio acarició cariñosamente los glúteos de la chica, tranquilizándola como si se tratara de una yegua virgen. Siguió penetrándola, veía cómo la chica apretaba en sus puños las sábanas, pero ello no lo detuvo en su avance.

-“Joder, papi como me estás abriendo el culo…” insistió la chica, mientras la verga de su padre recorría los últimos centímetros.

Entonces el sonido de una puerta abriéndose en el pasillo les recordó que no estaban solos. Julieta convirtió sus gemidos en respiraciones agitadas, mientras escuchaba lentos pasos bajando las escaleras.

-“No pasa nada…” la tranquilizó Fabio, sin dejar de bombearle el cerrado botón. “No pasa nada cariño, sigamos con lo nuestro….”

Ella se entregó de nuevo, estudiaba la estructura del tronco de su padre atravesando su apretado esfínter, mientras se acostumbraba a la extraña combinación de dolor y gozo que aquello provocaba, a sabiendas que su padre la trataría con delicadeza, cual figura de porcelana. Se esforzaba por mantener en voz baja sus gemidos, en el cuarto se escuchaban más las respiraciones agitadas de ambos. Entonces él disminuyó el ritmo de las embestidas hasta pararse, dando tiempo a su anito a tomar forma y se inclinó para susurrarle al oído…

-“¿Te gusta, mi gatita?” Admitió la chica con tímido sí… “¿Qué sientes?”La chica pareció meditar divertida su respuesta.

-“Tendremos que hacerlo más seguido, para poderte dar una opinión”.

- “Eso me gusta, mi vida” dijo él…

-“¿A ti te gusta follarme por el culo papi…?”

“Hija es algo que siempre había soñado hacer a una mujer, pero hacértelo a ti me gusta mucho más”.

-“¿Por qué?”

-“Porque tu culito aprieta con más fuerza mi verga, porque eres la mujer más hermosa del mundo…porque follar contigo me pierdo directamente en el infierno”.

Ella sonrió, estaba a punto de decir algo, pero fue entonces cuando un par de golpes secos chocaron contra la puerta.

-“¿Fabio?” Julieta giró para ver a su padre, abriendo la boca y ahogando sus ganas de reírse. Él estuvo a punto de salir corriendo de ahí, pero con su verga bien enterrada en el culo de su hija aquello no era factible. Trató de mantener la calma, y enseguida respondió.

-“¿Qué pasa mamá?”

-“Bueno", dijo. no he visto a Julieta en su cuarto”.

-“¿No?” preguntó, en un pésimo tono de sorpresa.

-“La he buscado por toda la casa”.

-“Debió haber salido a correr…” le dijo, mostrándose despreocupado.

-“¿Corre la niña?”

-“Claro que sí, forma parte de un equipo de básquet… se tiene que mantener en forma cuando no entrena.” Al tiempo que sus manos apretaban juguetonamente las tetas de la chica… “ya sabes cómo son las chicas de hoy” Julieta giró la vista y le lanzó una divertida mirada acusadora.

-“¡Ahhhh!” La confundida voz de la vieja pareció aceptar aquello como un argumento bastante valido “Bueno, es que quería que me ayudara en la cocina.”

-“Puedo llamarla para que regrese pronto”.

-“¡No, no! Insistió entonces la madre. Déjala, es que yo no sabía que hacía deporte”. 

Fabio esperó que se retirara, pero seguía ahí al ver su sombra bajo el umbral de la puerta. Se estaba desesperando, su verga perdía rigidez aún dentro del cálido recto de Julieta, ella también comenzaba a aburrirse

-“¿Tú estás bien…?”

-“Sí mamá, bueno con cosas de hombres. También me quiero me da una ducha y ponerme guapo”.

Esperaba que aquella respuesta fuera lo suficientemente extraña para su madre.

-“¡Ay!, bueno, no me des más detalles. Os espero para la cena cuando venga la niña”.

Por fin se retiró. Regresó hacía su hija, pensó en que quizás era mejor dejar aquello por el momento. Pero sus intenciones fracasaron, miró la espalda de su hija, recorrió las pecas de su blanca espalda, sentía el ojete de la chica contrayéndose y dilatándose, como si estuviese respirando. Aquello fue suficiente para que su tronco se ensanchara entre aquellas paredes. Julieta lo invitó a continuar, con una mirada morbosa a la que él respondió de inmediato. Las embestidas se reiniciaron. Julieta sentía el éxtasis entrar y salir por su culo el gran badajo de papá, al tiempo sentía que su coño se hacía agua, y se preguntaba cuántas veces se había corrido ya sin haberse dado cuenta siquiera. No podía gritar, pero ganas tenía de hacerlo. Su padre le estaba machacando el culo en la misma medida que ella convertía la intromisión en gritos ahogados. Sus piernas se debilitaron, y su recto comenzó a vibrar lentamente, en espasmos que contraían y dilataban desordenadamente su esfínter. No tardó mucho Fabio en llegar al clímax descargando su preciada leche en el interior de su hija, una vez más. Ella sintió la inconfundible lechada de semen de su padre fluyendo sobre las lisas paredes de su culo. Aquel calor familiar la elevó al cielo, y por un momento sintió que flotaba, y que la verga de su padre no era más que un fuego instalado en lo más sensible de su ser. Chorro tras chorro de leche, lo disfrutó como una gata en celo, pues cada polvo de su padre la dejaba extasiada, hacía más mujer y la realizaba completándola como hembra…

Se sentía una chica afortunada de poder haber llegado a tal extremo de intimidad que muy pocas hijas logran tener con sus padres. Estas se enfadan con ellos, le discuten y se llevan como el perro y el gato, en tanto ella cuidaba de la relación más estrecha que una pareja pudiera tener…. Por supuesto, ese día no cogieron las bicicletas…, la energía la quemaron a base de pollazos, que consume la misma con mucho más placer. Lo dejaron para el domingo o tal vez no porque pensaron ir a una playa nudista y de ahí de vuelta al hogar, donde compartían más abiertamente su amor prohibido.

Continúa...

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La ardiente hija de un camionero. (Parte 1)

La ardiente hija de un camionero. (Parte 3)

La ardiente hija de un camionero. (Parte 2)

La ardiente hija de un camionero. (Parte 4)

De cómo me preñaron de mis dos hijos. (Parte 3)

De cómo me preñaron de mis dos hijos. (Parte 2)

La prima de riesgo. (Parte 2)

De cómo me preñaron de mis dos hijos. (Parte 1)

La prima de riesgo. (Parte 4)

La prima de riesgo. (Parte 1)

La prima de riesgo. (Parte 3)

Todo queda en casa

Volviendo a sus orígenes. Parte 5

Volviendo a sus orígenes. Parte 2

Volviendo a sus orígenes. Parte 3

Volviendo a sus orígenes. Parte 4

Volviendo a los orígenes. Parte 1