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La venganza-Tercera Parte

en Voyerismo

Después de haberle enviado a Ricardo la prueba de que puedo disfrutar del sexo sin él. Lo sé, he sido un poco escatológica (habrá quien dirá que guarra pero no ha sido más que despiadada venganza) pero me pareció lo más adecuado: hacerlo por primera y última vez con Mario, el chico más macizo de toda la empresa.

Aprovecho también el día para hacerme una analítica completa para asegurarme que el muy hijo de la gran puta no me haya pegado nada.

Después de ese día, con otro semblante, vuelvo al hotel. Mario y yo nos saludamos de forma profesional, lo del otro día no fué más que “un rollo de una noche”, muy bueno, pero eso. Además, en seis meses yo me marcho y él seguirá aquí.

Al llegar a mi despacho me encuentro un capullo de rosa blanca sobre mi mesa. No tengo ni idea del significado aunque imagino de quién procede.

Dedico toda la mañana a responder críticas, afortunadamente casi todas positivas, de clientes en diferentes páginas web y a pedir explicaciones e indagar qué ha salido mal en las negativas. Así s eme hace la hora de comer. Pido algo ligero de comer a nuestra cocina y mientras pienso en como ha cambiado todo en cuatro días:

Al despedirme de Ricardo yo tenía una relación estable, un trabajo y una vida sexual divertida…

Ahora he descubierto que Ricardo llevaba meses poniéndome los cuernos, mi director financiero lo averiguó y no fue capaz de decírmelo porque no le creería (seguramente tendría razón), en vez de eso se las ingenió para grabarlo en video y hacérmelos llegar con una nota. Tras muchas dudas veo los videos y resulta que soy una mirona, me excita ver o otros follar… y encima estoy tan desatada que lo he hecho con un compañero por el mero placer de hacerlo, ¡me he vuelto completamente loca!

Afortunadamente para mi salud mental llaman a la puerta y tras mi permiso Susana trae la comida: una ensalada y un salmón a la plancha que me los como con voracidad, no creía tener tanta hambre, pero está todo delicioso, ¡tenemos unos cocineros fantásticos!

Creo que necesito hablar con alguien con calma. Tenemos cita para cenar en casa, pero es mejor hablar sinceramente antes, que los dos sepamos el terreno que pisamos, le aprecio y sé que él también a mi. No quiero que ninguno de los dos resulte herido y que esto que tenemos, esto que no es ni amistad pero es un compañerismo en el que uno se apoya en el otro y viceversa, no puede perderse. Respiro hondo y le llamo:

-Javier, ¿puedes venir a mi despacho? Necesito comentar algo contigo.

-Dame diez minutos que termine un asunto y voy –me responde.

Los diez minutos se me hacen eternos, pero son eso, diez minutos. Javier siempre ha sido muy meticuloso y puntual.

-Cuéntame.

-Estos últimos días han sido una locura –empiezo- y no quisiera que nada ni nadie estropeara el magnífico feeling que existe entre nosotros. Nos conocemos desde hace ocho años y no me gustaría que desaparecieras de mi vida. Has sido un enorme apoyo durante el año y medio que llevo aquí, digo más, durante la carrera incluso…

-Eva, ¿qué te pasa? –me interrumpe un preocupado Javier- este discurso me está asustando.

-Que en los últimos cuatro días he descubierto muchas cosas sobre mi y he hecho alguna estupidez.

-Yo descubro cosas sobre mi con frecuencia y lo de hacer estupideces… -me replica.

Decido jugármela:

-¿Tú has descubierto que eres un voyeur?

-No sé si lo soy o no, pero suena excitante… -me reta- ¿y la estupidez?

-¡Uff! Me lo he hecho con Mario, de recepción –digo bajando la mirada.

-¡Tú también! –dice entre risas- creo que Mario ha catado a casi todo el hotel…

-¡Dios! Me siento como una golfa –me lamento y hundo mi cabeza entre mis manos.

Javier se levanta y me pone una mano en el hombro:

-Es una reacción visceral a lo que te pasó, no le des más vueltas.

Sentirle cerca me tranquiliza, le cuento lo del sobre la nota y el preservativo, primero pone fingida cara de asco pero se termina desternillando de risa intercalando “que se jodas” en medio de las carcajadas.

Cuando deja de reírse me comenta:

-Oye, se me está ocurriendo una idea… es un poco loca, pero como tú eres una mirona y yo quiero saber si lo soy o no, ¿qué te parece si lo comprobamos juntos?

La idea, aunque descabellada, no deja de parecerme excitante.

-¿Y cómo lo hacemos? ¿vamos juntos a uno de esos…?

-Claro que no, tenemos una habitación perfecta e internet está lleno de “profesionales”. Si quieres lo preparo para dentro de un par a lo sumo tres días… ¿qué me dices?

Dudé un par de segundos, los mismos que necesité para imaginar la escena.

-Adelante.

-Te aseguro que será digna de tus más tórridos sueños.

Y se marcha de mi despacho.

La tarde transcurre más o menos tranquila. Al salir tropiezo con Javier que me dice que no puede acudir a la cena prevista, que le han surgido otros planes, se disculpa y sale disparado. En recepción veo a Ruth, que sabía de los líos de Ricardo y no dijo nada, le entrego la carta de despido. Ni me quedo a esperar su reacción.

Vuelvo a casa y tras una cena ligera me acuesto tranquilamente. Durante la noche me asaltan imágenes de verdaderas bacanales. Me despierto cubierta en sudor y bastante caliente. Me ducho y “juego” en la ducha y más calmada reviso el móvil, hay unos whatssap de Ricardo, llevaba varios días sin abrir la aplicación:

Lo mío con Silvia fue sólo sexo. Te quiero a ti, perdóname. Hablemos.

Por favor, respóndeme.

Eres una puta guarra! A quien te has follado so zorra!!!!

Cerda! Además de follarte vete a saber a quién tienes que mandarme esa mierda! Zorra!

Le bloqueo. Durante ocho años le fui fiel, centrada en el y mi trabajo y ¿para qué? Para nada, para que me la pegara con vete tú a saber con cuantas. ¡Y ahora tenía las narices de insultarme! Pues ahora le esperaba mi indiferencia, además, ¿no había firmado un acuerdo de alejamiento?

Me visto formalmente y voy a trabajar. Nada más llegar a mi despacho mando un correo a los servicios jurídicos de la cadena informando del incumplimiento del acuerdo por parte de Ricardo con copia a mi hermano Alberto.

Tengo una mañana ajetreada, un grupo grande quiere una reserva para dos días para la semana próxima y no quieren estar repartidos por el hotel ni pisos muy altos. Consigo solventar la mini-cris reservándoles la 2ª y 3ª plantas completas. Para mediodía ya estoy mentalmente agotada. Tengo dos mensajes importantes en mi bandeja de correo. Abro primero el de Alberto:

Hermanita, qué harías tu sin mi? He hablado con los padres de Ricardo, a cambio de que no le demandemos lo están poniendo en la calle en estos momentos. Se han comprometido con Iñaki a que no va a recibir un céntimo de ellos y con el magnífico curriculum que tiene… ya nos podemos olvidar del infeliz!

Un abrazo, Al

No puedo evitar una sonrisa, imaginarme un futuro de indigencia y cartones de Don Simón para Ricardo me gusta, mentiría si dijera otra cosa.

El segundo es de Javier:

Buenos días Eva,

No hagas planes para mañana por la tarde, ¿quedamos mañana para comer en A Vánvera y luego venimos a jugar?

Besos, Javier

¡Vaya! Tan eficaz como siempre. Voy a su despacho para intentar sonsacarle pero lo único que consigo es que me hable de trabajo y esquive el tema, una y otra vez. Lo único que consigo, a cambio de acompañarle a comer, es que me hable del chico elegido: un auténtico chulazo moreno con un cuerpazo y ojos azules. No suelta más prenda. Además, le divierte mi curiosidad con lo que lo tengo claro.

El tiempo hasta la cita para comer transcurre con “normalidad”: los llantos de Ruth en mi despacho por quedarse sin trabajo, indagaciones infructuosas en internet intentando averiguar quienes pueden ser nuestros “invitados”, trabajo, más trabajo, los quehaceres domésticos… entre una cosa y otra llego a la comida con casi diez minutos de retraso. Javier ya me está esperando tomándose una cerveza.

-Lo siento, me retrasé.

-He llegado hace un minuto –me responde Javier.

Nos sentamos frente a frente y pedimos, le pregunto a Javier, lo más discretamente que puedo para no llamar la atención del resto de comensales, sobre lo que va a ocurrir en un rato pero esquiva hábilmente todas y cada una de las preguntas hasta el tiempo entre el segundo y el postre en el que se inclina sobre mi oreja y me susurra:

-Me encanta verte así de… caliente.

Y se aparta y sigue comiendo como si tal cosa. Decido ser traviesa yo también, aprovechando el largo mantel que nos cubre, me descalzo y deslizo mi pie entre sus piernas. La sorpresa se dibuja en su rostro y trata de cerrar los muslos pero, al ser la mesa pequeña yo llego antes a mi “premio”. Le saco la lengua:

-Aquí, o jugamos todos o rompemos la baraja –le digo retirando mi pie y calzándome.

Nos sonreímos con complicidad. El resto de la comida transcurre sin más juegos. Aunque puede que alguno de los camareros o algún otro comensal se hayan percatado de nuestro juego ninguno hace ningún gesto, nunca lo sabremos.

Volvemos al hotel en taxi para evitar “males mayores”. Javier me sugiere que acuda a la habitación 1412 antes de las seis que es cuando empezará la “función”. No sé que esperar, conozco a Javier desde hace años pero estos últimos días parece distinto. El Javier que yo conocía era un hombre responsable, formal, metódico… en una palabra: aburrido aunque en quien se podía confiar con los ojos cerrados. Estos días, sin embargo me está enseñando a un Javier que además de todo eso es apasionado y con un punto de locura que me encanta.

A las 17:50 llego a la habitación 1412: En el enorme televisor se entrevé una habitación vacía a oscuras, creo imaginar que es la contigua 1414. A las 17:58 llega alguien y se activan las luces por efecto de la tarjeta. Se trata de una chica muy guapa en la que destaca su generoso pecho y se sienta en la cama y consulta su reloj antes de quitárselo junto con una pulsera y un fino collar. No viste como yo esperaba, lo hace de forma elegante, como lo podría hacer yo para un día de trabajo.

A las seis con puntualidad, como siempre llega Javier. Me sonríe:

-¿Qué tal?

-Pues nerviosa, no sé si esto es buena idea…

-Estamos a tiempo de parar, ¿lo dejamos?

Estaba nerviosa y mi lado cerebral quería salir corriendo de allí pero mi lado morboso me mantuvo clavada al suelo. Mientras me debato en mis dudas entre correr o quedarme cuando una nueva figura irrumpe en la habitación contigua. ¡Y qué figura! Un verdadero dios griego. Viste de forma impecable él también.

-Raúl –se presenta a la chica con dos besos.

-Tania –responde ella.

Es evidente de que los dos son tremendamente atractivos y que no se atrevían a dar el siguiente paso. Javier también se da cuenta:

-¿Nos ponemos cómodos? –dice- ya ves que esto no es como una película.

Nos descalzamos y nos sentamos en la cama mientras Tania y Raúl conversan un poco sobre asuntos banales para romper un poco el hielo, es curiosamente Tania la que da el primer paso:

-¿Sabes que eres un chico muy guapo? –dice- de hecho creo que eres el más guapo con el que he… -se interrumpe.

-Gracias, tú también eres muy guapa –responde un casi azorado Raúl.

A Javier empieza a acabársele la paciencia:

-¡Vaya par de sosos! ¿Verdad?

-Calma… -le replico.

Mientras en la otra habitación Raúl propone poner algo de música, el televisor ofrece la opción de música, la elegida es una canción lenta. Raúl sugiere que bailen cosa que Tania acepta inmediatamente. Se ponen a bailar aprovechando la amplitud de la habitación. Se les ve cada vez más “acaramelados”. Hasta que él levanta la barbilla de Tania y empieza a besarla. Un beso que empieza con un contacto de labios se convierte rápidamente en un morreo en toda regla con lucha de lenguas incluida.

-¡Vaya! –se le escapa a Javier.

El siguiente paso de la pareja de la habitación contigua va rodado, rápidamente empiezan a volar prendas de ropa hasta que quedan en ropa interior con la respiración agitada mirándose.

Empiezo a sentirme tremendamente excitada.

Los dos parecen modelos de ropa interior y de hecho llevan auténticos modelos de marca. Visten por fuera para lucir y por dentro para seducir…

Raúl, valiéndose de su desarrollada musculatura toma a Tania en brazos y la deposita en la cama con suavidad. Vuelven a besarse mientras Raúl se deshace del sujetador de ella (se lo habrá desabrochado sin darme yo cuenta). Me siento excitada. Miro de reojo a Javier, que no quita ojo a la pantalla (dónde Raúl besa suavemente el cuello de Tania haciéndole emitir suspiros cada vez más cercanos a gemidos), quien también parece excitado por el bulto de sus pantalones…

Las yemas de los dedos de Raúl empiezan a jugar con los enhiestos pezones de Tania sin dejar de besarle el cuello y los lóbulos de las orejas. Los gemidos de ella denotan su tremenda excitación.

En un momento ella sujeta la cabeza de su amante y se vuelven a besar ¿o soy yo o el slip de Raúl se ha deslizado un poco revelando parte de su polla? Después empuja su cabeza hasta sus pechos… Él capta rápido el mensaje y con delicadeza acaricio los erectos pezones con la lengua. Parece que Tania va a volverse loca de placer. Javier me mira y yo le miro. Los dos volvemos a mirar a la pantalla.

En pantalla los dedos de Raúl han apartado el tanga de Tania y juegan con sus labios, acariciándolos suavemente, hundiéndose en el húmedo interior. Ella grita de placer frases inconexas que no entiendo.

La boca de él deja sus pechos para ayudar a sus dedos a intentar apagar un fuego incontrolable que se ha desatado entre las piernas de Tania, con el primer lengüetazo ella gime, grita de placer y balbucea algo que no entiendo. Raúl para y recoge algo de sus pantalones, un envoltorio ¡un condón! ¿van a follar tan rápido?

Raúl se termina de desnudar revelando algo espectacular, de lo que Tania también se da cuenta. Él se pone el condón con maestría y al contrario de lo que yo pensaba en cuestión de segundos soy testigo de un 69 espectacular. La lengua de él juega sobre el coño de ella a una velocidad inusitada mientras mueve las caderas hundiendo su imponente polla en la boca de Tania.

Estoy tan excitada que si estuviera sola me tocaría. Miro a Javier, como si notara mi mirada me mira y ocurre lo inevitable: nos besamos, nos besamos con deseo del otro de años, nos hemos venido deseando desde hace años, quizá desde que nos conocemos… sin embargo soy yo la que interrumpe el beso:

-Tenemos mucho tiempo para eso, disfrutemos del espectáculo.

Javier parece no entender nada al principio pero al ver que empiezo a quitarme la ropa viendo la pantalla lo entiende: quiero que nos masturbemos juntos viendo el show.

Nuestra pareja no ha perdido el tiempo, en la pantalla se ve a Raúl tumbado y a Tania montándolo como una experta amazona mientras acaricia sus pechos. Yo también acaricio mis pezones y veo como Javier se masturba. Parecemos dos colegiales pero la situación me da un morbo tremendo.

En pantalla Raúl hace que ella se incline hacia él. Se besan mientras él marca el ritmo de la penetración con sus manos en las caderas de  ella. Decido hacer una locura: estiro mi brazo y agarro la polla de Javier. Nos miramos. El estira su brazo y alcanza mi sexo. Empiezo a masturbarle con brío el empieza a hundir sus dedos en mi. Estamos solos. Oímos gemidos, bufidos. Nos da igual. Nos besamos. Para mi no hay nada más importante que dar placer a Javier y al sentir sus dedos creo que mi placer es prioritario para él. Nos corremos casi a la vez, en un gemido silenciado por un beso.

Nos tumbamos uno al lado del otro, en silencio. En la pantalla Tania y Raúl están vistiéndose.

No sé que me deparará el futuro, pero sé seguro que Javier estará en el, tenemos mucho que descubrir el uno del otro…