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El señor que me pervierte

en Transexuales

El señor que me pervierte

Me llamo Carlos, soy un chico tímido lleno de inseguridades por culpa de mi físico que me impide disfrutar de la vida tanto como me gustaría.

Antes de comenzar a sentir interés en el sexo opuesto, yo era un chico alegre, positivo y muy movido, casi hiperactivo, que siempre estaba haciendo bromas y le encantaba ser el centro de atención. Pero a raíz de los catorce o quince años, me volví alguien introvertido que prefería pasar el tiempo encerrado en mi habitación con el ordenador que en la calle intentando ligar con chicas, mala costumbre que se extendió incluso después de cumplir la mayoría de edad, cuando prefería jugar a la play e hincharme a porros que ir a la discoteca a perder el tiempo o a emborracharme, ya que no ligaba ni sabía bailar.

El motivo de mi extrema timidez es que tengo un grave complejo de poco hombre. Soy muy bajito, no llego al metro sesenta por dos centímetros; de cara soy tan andrógino que a menudo me confunden con una chica: ojos azules con pestañas tan largas que muchas veces me han preguntado si son naturales (lo son), nariz pequeña, labios ligeramente carnosos y facciones suaves y finas. Mis manos y pies son pequeños (tengo un mote: "manitas de clavel"), tanto que las novias de mis amigos a veces se divierten comparando sus manos con las mías y, excepto una, pierdo con todas aunque sea por poco... Además, casi no tengo nada de vello corporal (facial ni la sombra de bigote), salvo en las piernas que tengo el pelo tan rubio que apenas se nota.

Para acabar de rematar mi escaso orgullo viril, odio mi voz... a veces grave, a veces aguda. En especial cuando pregunto o hablo en inglés o catalán, mi entonación suena aguda y si por si acaso era cosa mía (nadie se escucha a sí mismo como realmente suena), pregunté a mis amigos y, efectivamente, no son paranoias mías.

Además, me temo que también me creo incapaz de satisfacer a una mujer en caso de la remota posibilidad de que alguna se sienta atraída por mí: en erección mi polla me mide doce centímetros y, en reposo, hasta un niño preadolescente la tiene más grande y gruesa que yo... que lo he visto personalmente en los vestuarios de la piscina municipal.

Como consecuencia de todo esto, a mis veinte años sigo siendo virgen y mi única experiencia "sexual" con una chica fue en un viaje al Reino Unido con la academia de inglés cuando tenía diecisiete años, donde una chica masculina que decía ser lesbiana me tiraba los tejos a pesar de ser yo un chico. Ella decía que quería probar con un hombre ni que fuera una vez y que, como parecía una chica, yo le gustaba. Realmente fue un desastre, yo tenía la sensación de ser la chica ya que ella era la que llevaba toda la iniciativa, incluso recuerdo que el primer beso que nos dimos fue porque ella me acorraló contra una pared y me agarró de las muñecas, forzándome a besarla y a tocarle las tetas que, por cierto, eran enormes. Sin embargo, no pudimos ir más allá porque no conseguía empalmarme y, tras un buen rato intentando despertarla con su boca sin éxito, al final desistió y no volvimos ni a hablar.

Quizá todo se solucionaría si me volviera gay y, de hecho, todos asumen que me gustan los hombres a pesar de que nunca me he sentido atraído por ninguno, aunque sí es cierto que me siento más cómodo en presencia de sólo tíos que cuando hay chicas cerca, aunque yo siempre he pensado que es porque con tíos no me siento presionado ni tengo que demostrar nada.

La verdad es que alguna vez he pensado que todo sería mucho más fácil si me gustaran los hombres o, por otro lado, si fuera realmente una chica. Pero aunque desde hace muchos años soy aficionado a leer relatos eróticos (amo la lectura y entré al mundo de los relatos por casualidad en la adolescencia, cuando pasaba tanto rato en el ordenador) y la temática gay/transexual me parece morbosa si el relato está bien escrito, nunca me he sentido atraído por un hombre y los videos porno gay no me gustan.

Si bien es cierto que he llegado a excitarme con la idea de comer una polla, no puedo ni imaginarme recibiendo por culo (mucho menos follarme a un tío), y después de correrme siempre me siento sucio por haberme excitado con algo así.

Todo empieza a cambiar a raíz de trabajar a medio tiempo en una cafetería local. Ni siquiera mis padres creen que aguantaré debido a mi personalidad y mi torpeza innata. En realidad, he estado a punto de abandonar en varias ocasiones pero estando en crisis económica yo quiero ayudar a mis padres pagando mis gastos, además no es la primera vez que trabajo cara al público y mi intención es aprovechar esta oportunidad para intentar ser más abierto y lanzado.

Hay varios motivos por el cual no lo dejo. Uno de ellos es que los clientes suelen ser muy simpáticos conmigo, en especial las señoras mayores que al parecer les recuerdo a sus hijos o nietos y a veces me dan buenas propinas "para ti, para que te compres algo y por ser tan guapo y majo".

Recibo mucha ayuda del resto de camareras, casi todo chicas bastante atractivas que me tienen como una especie de peluche, todo el día dándome abrazos, besos y caricias. Aunque sé que no hay nada sexual en todo ello, por lo menos disfruto de la atención de bellezones que muchos desearían tener la oportunidad incluso de hablar, así que... bueno, me conformo y soy feliz.

Un sábado, después de haber hecho una caja de casi mil euros, tres de las chicas que comparten turno conmigo deciden ir de fiesta para celebrarlo y me invitan. Yo al principio me niego, ¿qué pinto yo con ellas? Pero me convencen a base de chantaje emocional y algo de acoso sexual, amenazándome con pellizcarme el culo hasta que diga que sí y os aseguro que después de tres pellizcos comienza a doler como un tiro en las rodillas (bueno, en realidad no sé cómo es que te disparen, pero lo imagino).

Al cerrar la cafetería, nos subimos al coche de una de ellas y vamos a su casa, donde se tienen que cambiar. Como en una película porno, se desnudan delante de mí y cuando intento irme al salón para dejar que se vistan sin que las esté viendo, me obligan a quedarme para darles mi opinión de chico. Es la primera vez que veo a chicas desnudas en la realidad y, aunque están tremendas, no me excito... cosa que es un alivio y, a la vez, una mala señal. ¿Por qué no se me levanta cuando estoy flipando con sus cuerpos desnudos?

Después de una eternidad en la que acaban de arreglarse, nos ponemos a beber un poco antes de salir. Una de ellas, Laia, con la que mejor me llevo al ser de mi edad y una belleza de largas piernas y buenas tetas, me tira su cubata encima por accidente cuando se pone a tontear conmigo para disfrute de las otras dos.

Todo pegajoso y con la ropa manchada del vodka negro, Sandra (la dueña de la casa), me lleva a la ducha y me dice entre risas que me deja ropa limpia encima del lavabo. Cuando salgo de la ducha y me acerco a la ropa...

— ¿Qué se supone que es esto? —pregunto, un poco enfadado.

He salido del lavabo con la toalla cubriéndome la cintura, con una blusa y una falda en las manos.

— Tu ropa de fiesta, claro. —me contesta Sandra, riéndose.

— ¿Qué, no sabes cómo se pone? Espera, te ayudamos. —dice Laia, también riéndose.

Entre las tres, me obligan a entrar en el lavabo contra mi voluntad y aunque al principio forcejeo con ellas, no sé si es por mi poca tolerancia al alcohol y estar algo borracho o porque Laia me agarra de la mandíbula y me da un morreo que me deja sin respiración y, de paso, sin cerebro, acabo dejándolas hacer.

Antes de vestirme, Laura (la tercera chica) me depila las piernas con crema mientras Sandra me aplica lociones por todo el cuerpo y mi cara, que huelen muy bien y me dejan un poco más aturdido. Laia me ayuda a ponerme un sujetador con relleno y, entre las tres, me visten con la blusa de botones dejando los dos últimos descordados, me hacen poner unas bragas blancas súper suaves al tacto y finalmente la falda.

Después, me hacen ponerme unas chanclas con algo de plataforma (¡por fin alcanzo el metro sesenta!) y me ponen una peluca del mismo color que mi pelo, moreno y tan largo que me llega a la cintura. Nunca lo había imaginado, pero es muy incómodo agacharse con el pelo largo, ya que me cae sobre la cara y a veces se me mete en la boca, así que acaban por recogerlo en una cola de caballo. Para terminar, me depilan las cejas y me ponen algo de brillo de labios y rimmel.

Las tres se apartan para mirarme.

— Increíble —dice Laia.

— Es incluso mejor de lo que pensaba —dice Sandra con una sonrisa.

— Entre adorable y guapísima, diría yo —comenta Laura, haciéndome mirar en el espejo.

Realmente, nadie diría que la chica que hay frente al espejo es realmente un chico. Incluso me asusto un poco al no ver nada de mí en ese reflejo. Para asegurarme, acerco mi mano a mi cara y la chica del espejo repite mi gesto, así que no hay duda: esa soy yo. ¿Siempre he sido tan femenino? Pero yo... no tengo pluma... ¿o sí? Nadie me lo ha dicho nunca. Entonces, ¿por qué me veo como una chica en vez de como un travesti de parada de camión? Aunque no es como si tuviera nuez o facciones masculinas, algo se debería notar... ¿no?

— Hmm, pareces muy contenta con el cambio, ¿eh? —me dice Laia, tocándome el paquete por encima de la falda. Sin darme cuenta, estoy con una erección por toda esta situación y, para mi suerte o desgracia, no se nota.

— Oye... ¿cómo deberíamos llamarla? —pregunta Sandra. — Carla es como muy cliché, ¿no?

— ¿Qué tal Helena? —las tres se habían quedado pensándolo y, antes de darme cuenta, yo mismo digo el nombre que siempre me ha gustado para mi hija si es que algún día tengo...

 Tras un rato de silencio, las tres confirman "Helena" como si pensaran que era el nombre perfecto.

Después de volver al salón, seguimos bebiendo un poco más mientras las tres me dan lecciones de cómo tengo que actuar, cómo sentarme, los gestos, bla bla bla. Tengo que decir que por primera vez, mi voz no me horroriza ya que las tres dicen que no suena para nada forzado al intentar hablar agudo.

Finalmente, con el estómago retorciéndose como si tuviera miles de serpientes dentro, las cuatro cogemos un taxi y salimos a una discoteca que hay a diez minutos conduciendo. Yo estoy muy nervioso por si alguien me reconoce o, peor, por si se dan cuenta de que en realidad no soy una chica. Y, sin embargo, la erección no se me baja.

Antes de bajar del taxi, las chicas retocan mi maquillaje y nos acercamos a la fila, entrando por lista sin pagar al ser la hora de que las mujeres entran gratis. ¡Cómo se ríen todas al ver que en la cola ya he ligado!

Al entrar en la discoteca, la música me envuelve y mi perspectiva es diferente a la habitual. Normalmente tengo alergia a las discotecas, a la aglomeración de gente y a la música tan alta, pero en esta ocasión siento que la alegría de la música me invade y quiero expresarlo bailando.

Nos acercamos a la barra y un chico con buenos pectorales y abdominales nos atiende en seguida. Me pido un vodka limón y me dejo llevar por las chicas hacia la pista de baile, donde todas se ponen a bailar moviendo su cuerpo de manera sugerente y sensual. A pesar de que al principio me siento un poco ridículo, quizá por ir vestido así o por el alcohol, poco a poco me siento en sintonía con ellas y las imito al bailar.

Unos chicos se nos acercan, pero cuando Sandra me mira y niego con la cabeza horrorizado, los manda a paseo y los chicos se van con cara de derrotados. Eso me hace algo de gracia, ya que la sensación de tener el poder de decir que sí o no es... embriagador.

Pasamos un rato más bailando y, la verdad, ya he perdido todo el miedo y, de paso, el norte. No soy capaz de pensar como Carlos, ahora soy completamente Helena e incluso cuando bailamos reggaetón, música que normalmente odio, lo doy todo mientras me restriego con Laia, atrayendo a algunos buitres a los que no hacemos ni puto caso.

Agotada... perdón, agotado y un poco agobiado, le pido a las chicas que me acompañen fuera a fumar. Es en la puerta, mientras nos ponen el sello, que un rayo me golpea cuando detrás de nosotras se ponen a esperar unos chicos de más o menos treinta años. Son increíblemente guapos y sexys, además el que me llama la atención es un tipo alto de por lo menos metro ochenta, cuerpo robusto sin parecer para nada gordo, moreno con barba ligeramente espesa aunque bien cuidada, camisa ligeramente abierta por el cuello dejando entrever un pecho peludo y brazos fuertes, también peludos.

Creo que me quedo boquiabierto y mirándole descaradamente, porque él me lanza un guiño y sonríe, provocando que me muera de la vergüenza y me ponga rojo como un tomate. Laia agarra mi mano y salimos fuera a fumar. Al parecer, todas se han dado cuenta ya que se ríen y se burlan de mí diciendo que me he puesto perra demasiado pronto, que debería haberles pedido para hacer esto antes ya que todas sabían desde hace tiempo que soy una chica atrapada en el cuerpo de un chico.

— ¡Que no! ¡Que solo he pensado que era muy alto! —intento defenderme con una excusa más que pobre, porque no es cierto que yo haya pensado alguna vez eso. ¿O sí? Agh, no estoy seguro.

— Ah, míralos. Pues sus amigos no están nada mal, ¿les llamamos? —dice Laura.

— ¿¡Qué!? ¡No! —chillo con voz aguda sin pretenderlo.

— Venga, sí. ¡Heeey! —Laia se acerca a ellos y vemos cómo les dice algo, todos miran y yo aparto mi mirada pensando que la voy a matar. Horror, ¡que vienen!

Siento que me muero de la vergüenza con las presentaciones, ya que tengo que ponerme un poco de puntillas y ellos inclinarse para darnos los dos besos, cosa que hace mucha gracia a mis "amigas" a las que deseo un embarazo no buscado por putas.

De izquierda a derecha, se llaman Sergio, Raúl, David y Víctor. El que me ha llamado la atención es David, quien se pone a mi lado y muy caballerosamente me enciende el cigarro. Noto que las chicas no pierden detalle de mi conversación con David, mientras que los chicos están más que contentos por tener la atención de cuatro chicas de muy buen ver.

David tiene veintisiete años, es Mosso d'Esquadra (la policía autonómica de Cataluña) y está sacándose la carrera de psicología a distancia. Su voz es grave y no puedo evitar fijarme en sus manos, grandes y viriles que en comparación con las mías...

A medida que vamos hablando, me siento un poco más cómoda en su presencia hasta el punto de reírme de sus bromas y olvidar todo ese rollo de que en realidad soy un chico. Incluso al entrar en la discoteca, no me importa que ponga su mano en la parte baja de mi espalda y ya que las chicas están ocupadas con sus ligues, me quedo con él y bailamos juntos... cada vez más cerca... hasta que me besa y ¡oye, oye! ¡Espera!

Le aparto, sorprendida por su ataque y disimuladamente miro a las demás, que están ocupadas comiéndose la boca con sus respectivos ligues.

— Perdona, ¿he ido demasiado rápido? —me pregunta David.

— Ah.. no, perdón, es que me ha sorprendido... —le respondo.

Durante un rato David no vuelve a intentarlo y, joder, yo me lamento porque ahora soy yo quien quiere besarle pero no me atrevo a dar el paso. Aún noto en mis labios el tacto de su beso y eso me ha encendido, derribando todas las malditas barreras de mi desaparecida virilidad.

— Voy a pedirme algo para beber, ¿vienes? —le digo, ofreciéndole mi mano. Él la coge y, por Dios, prácticamente mi mano desaparece dentro de la suya. No puedo evitar ser un poco mala y mover las caderas provocativamente mientras vamos a la barra, girándome para pillarle mirándome el culo, cosa que me sube el ego.

Mientras esperamos a que nos sirvan, me acerco un poco a él y con la excusa de ir a decirle algo, aprovecho que se agacha para rodearle con mis brazos y besarle. Él parece sorprendido al principio, pero luego me agarra de la cintura y prolonga el beso introduciendo algo de lengua para ser recibida por la mía, hasta que el barman nos interrumpe preguntando qué queremos.

Volvemos a la pista agarrados de la mano y bailamos juntos, noto su paquete bastante duro contra mi cuerpo en varias ocasiones y eso sólo hace que me suelte más y más. Sé que me estoy comportando como toda una zorrita provocando a su macho, moviéndome sensualmente con la única intención de excitarle, pero en estos momentos es lo que quiero y no me importa nada más.

Nos besamos varias veces, a cada cual más largo y húmedo. Sus manos tocan mi cuerpo y es cuando comienza a tocarme los muslos hacia arriba que recuerdo que ahí no está lo que él espera, pero por alguna razón no encuentro la forma de pararle y mi mano también está tocando su paquete por encima del pantalón de manera "disimulada". ¡Fuah, vaya bulto que tiene el maldito!

— Heeeey, te robo a Helena un momentito —dice Laia, apareciendo de golpe con una sonrisa y llevándome lejos de David. Las otras dos chicas también se acercan y vemos como los chicos se reúnen, probablemente para alardear de sus conquistas.

— Oye, ¿no estás un poco desatada, Helenita? —me dice Sandra entre risas.

Me encojo de hombros. Estoy borracha y excitada, no es momento para pensar en qué hago y si está bien o mal.

— ¿Y vosotras qué? Me habéis dejado sola con él y también os estáis liando con ellos, que os he visto. —las acuso, haciendo un puchero por haber sido interrumpida.

Las tres se me quedan mirando sorprendidas y se ríen.

— ¿Qué pasa? —pregunto.

— Creo que nos hemos pasado feminizándote —dice Laura.

— Hasta yo estoy olvidando que eres un chico —se ríe Sandra.

— A este paso acabarás follando con él... —dice Laia.

Al quedarme callada, las tres me miran sorprendida y con un fuerte "NO PUEDE SER" se echan a reír.

— ¡Que no! ¡Que no! —me defiendo, roja como un tomate. — Aunque... igual podría chupársela... —digo medio en broma, medio en serio. Bueno, más bien en serio.

Bromeamos un poco más y volvemos con nuestros chicos, aunque ahora estamos los ocho juntos así que ya no hay más sobeteos. David me devora con los ojos y yo no puedo evitar dejarme desear, sonriéndole y provocándole al bailar con Laia, quien me sigue el rollo.

El tiempo pasa volando y cuando nos damos cuenta son las cinco de la mañana. Salimos de la discoteca y los chicos quieren que tomemos una última copa con ellos, lo que se traduce por echar un polvo. Nos miramos entre nosotras y en un silencioso debate aceptamos la oferta.

Llamamos a dos taxis y me subo a uno junto a David, Laia y Sergio. Cuando llegamos, los chicos pagan por los taxis y subimos a la casa de David, quien sirve bebidas para todos y además se hace unas rayas de coca. A pesar de ser policía, David se esnifa una raya y, por hacerme la chula, yo también.

Nos repartimos las habitaciones y me tumbo en la cama con David encima haciendo esfuerzos para no aplastarme, besándonos tan salvajemente que al cabo de un rato empiezan a dolerme los labios de los agresivos besos de David.

— Aahhh... espera... David, tengo que decirte algo... —jadeo, totalmente fuera de sí.

— No me importa, Carlos. —dice, cogiéndome de la cintura y dándome la vuelta mientras me quita la falda con facilidad. Me besa una nalga y otra para luego morderlas, arrebatándome un quejido/gemido ahogado.

— Pero es que yo... —lo intento de nuevo, porque a pesar de que pudiera joder mi primera vez, si se enteraba por sorpresa iba a ser peor. — Espera, ¿cómo me has llamado?

David vuelve a darme la vuelta después de quitarme las bragas y mira mi enana polla que está a reventar y mojada. La toca, manchando sus dedo y metiéndolo en mi boca, que instintivamente lamo como si fuera su polla.

— Lo sabía desde el principio... —dice con una sonrisa triunfal, sacando su dedo lleno de saliva y pasándolo por mis labios antes de volver a besarme tan agresivamente que me deja sin aliento. Luego, a medida que va besándome el cuello y lamiéndolo, me dice con voz entrecortada: — Deseo follarte desde la primera vez que fui al bar y me atendiste con esa cara de niña inocente que tienes.

— ¿Q-qué? —pregunto estremeciéndome con sus caricias y sus besos. Es entonces que entiendo algo que debería haber sospechado antes: todo, absolutamente TODO lo que ha pasado esta noche estaba preparado de antes. ¿Cómo sino iban a tener una peluca y ropa de mi talla preparada de antes?

David se levanta y se quita la ropa, regalándome a la vista su escultural cuerpo trabajado. Como sospechaba, es realmente robusto pero es puro músculos, con los abdominales marcados y pectorales bien definidos, todo rodeado de vello. Sus brazos también están fuertes, con unos bíceps que son casi más anchos que mis brazos y sus piernas, anchas y robustas con una tercera pierna enorme y ancha que apunta hacia arriba, con varias venas decorando su falo y un glande rosado que también está soltando algo de precum.

Aaahh... ¡qué demonios!

Me tumbo en la cama boca abajo y me acerco a David, agarrándole la polla con mi mano. Está caliente. No lo dudo y me la acerco a la boca, aunque primero la olisqueo disimuladamente y al no desagradarme el olor, abro mis labios y me meto un poco la punta. Le lamo el glande y la saco de mi boca, analizando a ver qué me parece.

La respuesta es obvia cuando me la vuelvo a meter en la boca y esta vez me la trago casi hasta la mitad. Es un poco incómodo ya que al ser tan ancha debo abrir mucho la boca y me duelen las mandíbulas, pero me siento tan caliente que no me importa. Es la primera polla que chupo y probablemente no lo hago del todo bien, pero he leído muchos relatos de cómo se hace y he visto muchos vídeos porno, así que me concentro en no darle con los dientes a la vez que aprieto los labios alrededor de su falo y con mi lengua lamo en todas direcciones: lado a lado, arriba y abajo a medida que me la voy tragando un poco más.

Creo que no lo hago mal ya que David suelta algún que otro suspiro y cierra los ojos, levantando la cabeza hacia el techo mientras su mano acaricia mi peluca y empuja mi cabeza para que trague más. Me asfixio y toso cuando su polla entra en mi garganta al empujar mi campanilla, así que me deja unos segundos para recuperarme mientras se masturba.

Su polla está empapada con mi saliva y cuando vuelve a meterla y sacarla de mi boca, unos cuantos hilillos de baba unen su glande con mis labios. ¡DIOS! Eso me enciende y vuelvo a metérmela en la boca, comenzando con el movimiento de tragar y sacar de mi boca más rápido, intentando no descuidar el apretar los labios y lamer. Cómo me ponen las venas de su pollón...

Noto a David revolviendo en un cajón mientras se la chupo, pero no me importa porque estoy disfrutando de la mamada como toda una putita. Me la saco de la boca y agarrándola con la mano, la mantengo recta para poder lamerla de arriba abajo, llenándola bien de saliva. Alzo los ojos y veo que me mira con una sonrisa, así que le sonrío en respuesta mientras me la meto en la boca, sin apartar la mirada hasta ver que cierra los ojos y suspira, momento en el que aumento el ritmo de la mamada.

— Aah, para, para. —me dice de golpe, sacándola bruscamente de mi boca. Le miro sorprendida y me llena de un cierto orgullo cuando me dice: — Como sigas así me corro. ¿Seguro que era tu primera mamada? Uff, pues lo haces genial.

Sonrío orgulloso y le hago un hueco para sentarse en la cama. Me agarra con sus fuertes manos por la cintura y me eleva sentándome en su vientre. Noto algo frío y húmedo en mi culo y al preguntarle, me dice que me está poniendo lubricante para no hacerme daño.

Mi corazón empieza a latir rápido al entender que David quiere follarme. Mi cerebro me dice que me niegue, que de aquí ya no hay marcha atrás pero antes de que pueda expresarlo en voz alta, David me besa y ¡bah! Hoy voy a recibir la ración de polla que tanto deseaba sin saberlo.

— Shhh... —me susurra cuando protesto al meterme un dedo. Me empieza a dar besitos en el cuello y en la boca, mientras su dedo juega con mi ano, metiéndolo con cierta dificultad para volver a sacarlo y otra vez para dentro. Y así hasta que el dedo entra y sale más fácilmente, provocándome escalofríos que me hacen gemir.

Después de un dedo viene el segundo y luego un tercero, llevándome a un éxtasis tal que yo mismo muevo mis caderas hacia adelante y atrás cuando me mete y saca los dedos.

Tras un tremendo y húmedo morreo que me pone a mil, David me pone a cuatro en la cama y se pone detrás. Noto que intenta metérmela pero no puede al estar muy estrecho y hacerme daño, así que se aparta y revuelve en el cajón para sacar una pequeña botella que destapa y me pone en la nariz, tapándome uno de los orificios y ordenándome aspirar por el otro.

El olor es muy fuerte y me provoca cierto rechazo, aunque luego de golpe me siento muy caliente con la sangre palpitando en mis sienes.

— Ufff... haaa... —jadeo, cerrando los ojos y apoyando la cabeza en la cama, agarrándome a las sábanas.

Noto de nuevo a David trastear en mi culo con el lubricante y algo que intenta abrirse hueco poco a poco. Me tapa la boca cuando mis gritos de dolor empiezan a ser altos y se detiene, haciéndome aspirar de nuevo y otra vez esa sensación de estar alcanzando el clímax sexual.

— Aaah... métela ya... —suplico sin darme cuenta.

David empuja y otra vez protesto por el dolor, sintiendo como si me estuvieran abriendo por dentro. ¡Aaggh! ¡Cómo duele! Ni siquiera sabría describir la sensación, es un dolor punzante que hace que instintivamente quiera tirarme hacia adelante, pero David me sujeta de la cintura y con voz suave me va informando que ya ha entrado el glande. Se detiene y me va dando besitos en la espalda y la nuca, hasta que dejo de sentir dolor y mi respiración agitada se convierten en leves jadeos.

Poco a poco vuelve a empujar y, aunque me duele, ya no siento que me esté muriendo. Para cuando me informa de que ya está la mitad dentro, yo me siento lleno y pensaba que ya estaba toda dentro. Se me escapan algunas lágrimas y me agarro muy fuerte a las sábanas, a lo cual me regaña y me dice que me relaje. No es hasta mi tercera esnifada a la botellita que la polla de David me entra entera.

Después de unos segundos, comienza a sacarla lentamente y empuja a la misma velocidad. Saca lentamente y empuja lentamente.

— Ahhh... haa... hmm...

Al escuchar mi primer gemido, David empieza a sacarla y empujar un poco menos lento. Yo me muerdo el labio inferior para no gritar, pero ya empiezo a disfrutar de la sensación de estar siendo follado. Me estremezco de placer cuando siento cosquilleos por la espalda y los laterales, cosquilleo que bajan por mi columna hasta el culo.

— Ufff...

Me retuerzo apoyando de nuevo la cabeza en la cama y David comienza a acelerar más y más las embestidas, comenzando a hacer algo de ruido cada vez que sus huevos chocaban contra mi culo. Su mano tiene que tapar mi boca para que mis gemidos, cada vez más fuertes, no sean escuchados por los demás.

Después de un rato follándome, no hay rastro de dolor y en cambio el placer es inmenso, tanto que mi capacidad de razonamiento ha desaparecido. Intento empujar hacia atrás cada vez que él empuja hacia adelante y, ¡aaaaah! ¡me muero! ¡qué gusto!

— Aaah... más... más... hmmmmm... —gimo contra su mano. Él me obedece y empuja cada vez más fuerte, haciendo que mi cuerpo se vaya hacia adelante con cada embestida.

Escucho mis gemidos, nuestra respiración entrecortada y el sonido de sus huevos golpeando mi culo con cada embestida y... me chifla. Sin embargo, el placer es tan intenso que de golpe siento la necesidad de apartarme y sacármela de dentro. No puedo soportarlo más.

David lo entiende y me hace detenerme, para sacarla él lentamente y así no hacerme daño. Me deja tumbado en la cama medio muerto, saliendo al baño para limpiarse y volver con toallitas húmedas y limpiar mi culo. Luego me coge en brazos y me lleva hacia el baño al ser incapaz de caminar, donde me mete en la ducha y me lava el culo. Medio inconsciente, le dejo hacer mientras intento recuperar la respiración.

Después de lo que me parece un montón, volvemos a la habitación y me tumba boca arriba. Se pone entre mis piernas y me las levanta, poniendo mis pies en sus hombros para poner un cojín debajo de mi espalda y levantarme el culo. Vuelve a ponerme lubricante y con otro condón, vuelve a metérmela.

— ¡Aaah! —grito, obligándole a callarme con un morreo mientras va enterrando ese enorme pollón en mi culo. — ¡Hmm! ¡Hmmm!

Ni siquiera puedo devolverle el beso, pero a él no parece importarle ya que empieza a follarme otra vez sin piedad. Me agarro a la almohada y me retuerzo de placer y algo de malestar al sentirme raro cuando su polla golpea mi próstata. Me muero, me muero, me muero, ¡aaaah! ¡quiero máááássssss!

Cambiando ligeramente de postura, David me abre las piernas y se pone sobre mi cuerpo, aplastándome ligeramente con su peso... ¡y me encanta! Le beso con pasión mientras me agarro a su espalda con mis manos y piernas, arañándole sin querer de lo bien que se siente y..

— ¡Ah! ¡Me corro! ¡Me corro! —le digo sin saber si llorar, reír o qué hacer. El placer que siento es tan intenso que soy incapaz de soportarlo más y acabo por correrme sin siquiera haberme tocado ni una sola vez. David ahoga mi grito con otro morreo mientras me retuerzo de puro placer hasta que acabo de correrme y quedo medio muerto en la cama, con los ojos en blanco y los brazos extendidos a los lados, luchando por respirar.

Así estamos un poco más hasta que le oigo gruñir y apretar más y más fuerte hasta que finalmente él se corre también con su polla dentro de mi culo, por desgracia con condón. Y digo "por desgracia" porque a estas alturas deseaba que me preñara y sentir su leche caliente por mis entrañas.

En algún punto después de eso, me quedo medio dormido a pesar de notar que David va a limpiarse y me limpia también, dándome un dulce beso antes de acostarse a mi lado y quedarnos dormidos.

Cuando me despierto, el sol está alto y David no está en la habitación. A cambio está Laia, tumbada a mi lado desnuda con los ojos abiertos, acariciándome el pelo, con la peluca fuera.

— Buenos días Helena —me dice con una sonrisa. — ¿Qué tal ha estado mi hermano?

— Ahh.. así que todo fue tu idea, ¿no? —digo con una sonrisilla satisfecha. Ella sonríe más en respuesta y me abraza cariñosamente.

Después de un rato, Laia me ayuda a ir al baño y me lava ya que estoy medio muerto y sin fuerzas. Para cuando salimos del baño, otra vez llevo la peluca y ropa de chica, aunque en esta ocasión se trata de unos shorts y una camiseta de tirantes sobre el sostén con relleno.

En el comedor solo está David, quien me recibe con un "hola preciosa" y una sonrisa. Me besa y me da un café con leche que acepto con muuuucho gusto. Ayer no me había dado tanta cuenta pero, hoy con la luz del día, ¿no está David demasiado bueno para mí? De alguna manera, después de tomarme el café termino en los brazos de David bajo la atenta mirada de Laia, quien sonríe encantada.

Como me duele el culo y me lo noto irritado, no volvemos a follar a pesar de que me gustaría mucho. Pero eso no impide que se la acabe chupando hasta tragarme toda la lefa que tenía para darme, la cual es bastante teniendo en cuenta que se había corrido hacía unas horas.

Pasan los días y cada vez tengo más ganas de polla, de polla de David para ser exactos. Además, tanto en la cafetería como con David ahora utilizo siempre ropa de chica, me hago llamar Helena y me he decidido a dejarme crecer el pelo. De hecho, ya empiezo a pensar en femenino y alguna vez se me ha escapado delante de mis amigos o mi familia, aunque por el momento nadie parece haberse dado cuenta.

Sin embargo, cuando todo va perfecto y no puedo ser más feliz, ocurre una desgracia y me desmayo en mitad de la cafetería... pero eso es algo que contaré en otra ocasión.