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Detrás de escena

en Transexuales

LA OBRA

Vivir de la actuación era el sueño de mi vida. Había estudiado actuación desde pequeña y desde que terminé la escuela no me había faltado trabajo en teatros. Aún estaba lejos de poder independizarme con los ingresos que tenía, pero como en toda carrera se empieza por abajo y se progresa con el tiempo.

Mi nombre era Julián y tenía 22 años cuando esta historia ocurrió. Me presenté al casting de una obra en un teatro pequeño. Hice mi presentación para tres posibles personajes de la obra y quedé para uno, el de una transexual. No quería ese papel realmente, no por discriminación sino porque ya tenía dudas sobre mi sexualidad y tener que vestirme de mujer y actuar como tal ante toda una audiencia me iba poner demasiado nerviosa. Pero no podía darme el lujo de negar el papel. Además, yo era ideal para ese papel, por eso me eligieron. De por sí tengo rasgos finos y femeninos, y en mis años de escuela no pude escapar al bullying de compañeros que insinuaban que yo era mujer o gay. Medía 1,65 m, pesaba 55kg, tenía la piel blanca y suave, poco bello facial que mantenía siempre afeitado, mayormente lampiño salvo algo de pelo bajo las rodillas y las partes íntimas, ojos verdes y pelo rubio y grueso que mantenía algo largo pero no lo suficiente como para recogerlo.  Era un corte unisex que me quedaba muy bien.

No bien me contrataron para el rol me dijeron que no me cortase el pelo, que lo mantuviese largo para no tener que usar una peluca en la actuación. También me pagaron sesiones de depilación corporal ya que debía usar vestidos en algunas escenas y tanto mis axilas como mis piernas no podían tener pelo. Yo debía al centro de depilación y luego llevar el ticket al productor de la obra que me daría el dinero. No escatimaban en gastos, ya que faltaban cuatro meses para el inicio de la obra y quería que me depilase para los ensayos, o sea que sería varias sesiones de depilación hasta que la obra no esté más en cartelera. Como dije, tenía dudas sobre mi sexualidad, y aproveché que tenía que depilarme y me realicé una depilación completa de las partes íntimas.

Me depilé una mañana y a la tarde ya tenía que el primer ensayo. Me maquillaron y me dieron ropa de mujer. Para el cabello me dieron una diadema y me lo acomodaron de forma que quede bien femenino el peinado. Cuando vi la ropa que me tenía que poner no lo podría creer: había dos tangas y dos culotes.

—     ¿Por qué me dan esto si no tengo que desnudarme en la obra?-le pregunté al director.

—     Lo sé. Pero tiene que ser real, ¿qué pasa si nota que bajo el vestido llevas un bóxer? No podemos arriesgarnos.

No tuve argumentos para responder y me resigne. Descarté las tangas, era innecesario vestirme con algo tan sexy. Cuando tomé los culotes noté que no eran iguales aunque parecían; la tela era distinta y uno tenía un bulto más grande. Me dijo la vestuarista que estaba hecho para transexuales, con tela más elástica y más espacio en el bulto para no aplastar demasiado el miembro, en cambio el otro era un culote normal. Me habían conseguido ambos para que elija, y con las tangas pasaba lo mismo. Tomé el de bulto más grande para sentirme más cómoda y ya.

Mi personaje se llamaba Daniela y era un personaje secundario que solo aparecía en seis escenas por poco tiempo en cada una. Aun así en cada escena aparecía con un atuendo, maquillaje y peinado distinto. El director quería explotar al máximo mi feminidad. La trama principal pasaba por el personaje llamado Diego que tenía que resolver una situación laboral crítica en su empresa. Mi personaje era el único aspecto LGTB de la obra, y algunos se preguntaran si era necesario que fuese una transexual y no una mujer, sobre todo teniendo que la trama principal de la obra era una crisis empresarial y no una cuestión de género. Sucede que el escritor de la obra era homosexual y había sido transformista, y quiso meter en la obra una transexual en segundo plano para que pareciese de lo más normal del mundo. Además mi personaje era la pareja de Darío, el personaje principal, pero eso no se sabía hasta el final de la obra. Era una revelación a último momento, una vuelta de tuerca para sorprender a la audiencia.

En las seis escenas en las que aparecía también estaba Darío, pero en las primeras cinco siempre estábamos en lugares públicos y con otros personajes, por lo que nunca había un trato íntimo o algo que demostrase que éramos pareja. Además mis apariciones eran cortas. Mi personaje estaba puesto a la fuerza para satisfacer el gusto del escritor. Depilaciones, maquillajes y seis atuendos para menos de quince minutos totales de escena. En la escena final aparecíamos Darío y yo por primera vez solos en un ambiente privado, nuestra casa. De entrada el público iba a notar algo raro, en esta escena yo vestía medias de red negras y un babydoll negro pegado al cuerpo que me llegaba a cubrir toda la cola. Teníamos una breve conversación sobre cómo se resolvieron los problemas en la empresa, luego él me decía “acércate mi amor”, yo me sentaba a su lado en un sofá, nos besábamos y se cerraba el telón. Como ven, mi papel existía para que el héroe de esta obra tuviese una pareja transexual y así brindar apoyo y aceptación a la comunidad trans. Por cierto, me veía tan femenina con las ropas y el maquillaje que el guión tuvo que ser modificado y hubo que meter una excusa para que en mi primera aparición un personaje dijese de manera explícita que yo era trans. El director temía que desde las gradas, sobre todo las lejanas al escenario, la gente no lo note.

ENSAYANDO EL BESO

Ya habían pasado cuatro meses, en cinco días se estrenaba la obra. Yo no había superado mi vergüenza a que me vieran vestida de mujer, pero me había resignado. Lo que más me avergonzaba es que bajo los vestidos y faldas que debía vestir llevaba un culote innecesariamente y todo el elenco lo sabía.

Dada mi corta presencia en la obra solo ensayaba tres días por semana, pero esos días pasaba casi ocho horas vestida de mujer. Vestir, actuar y poner voz de mujer durante tanto tiempo me había afectado. Durante esos meses haciendo de Daniela obtuve respuestas a dudas sobre mi sexualidad en principio, pero luego me surgieron dudas sobre mi sexo. Durante esos meses asumí que mi lugar en la cama era junto a un hombre y como pasivo. Al mes de ensayo me compré un consolador de 12x3 cm y comencé a masturbarme a diario como una adolescente con las hormonas descontroladas. Mientras me masturbaba, en mi mente yo era Daniela vistiendo los distintos atuendos de la obra, y mi amante era Darío. Darío era interpretado por Diego, un hombre de treinta años en plena forma física, alto y atlético; su presencia imponía masculinidad, por eso lo habían elegido para el papel principal. Era el estereotipo de hombre seguro, fuerte física y emocionalmente; además, era muy apuesto.

Cada vez se me hacía más difícil ensayar con él. En los ensayos me encontraba vestida con las ropas que vestía en mis fantasías en las que él me follaba. Por eso cuando a cinco días del estreno, Diego entró en mi camerino, y nos encontrábamos los dos solos, mi cuerpo se congeló de nervios y miedo.

—     ¡Qué sorpresa que sigas vestido aún!—Ante estas palabras se me cerró la garganta. Había tomado por costumbre no desvestirme hasta última momento, disfrutaba sentir esas ropas femeninas sobre mí cuerpo—. Mejor sí. Venía a decirte que deberíamos ensayar la escena final.

—     ¿Pero si la hemos ensayado varias veces?

—     Sí. Pero nunca ensayamos el beso—Era cierto. Habíamos ensayado los diálogos pero habíamos obviado ensayar el beso por razones obvias—. Estuve pensando que si lo hacemos por primera vez el día del estreno, puede llegar a notarse la falta de ensayo. El beso tiene que verse natural y yo nunca he besado a una trans.

—     Ni yo a un hombre.

—     Exacto. No queda nadie en el teatro, de hecho yo tengo las llaves para cerrar una vez que nos vayamos—Inmediatamente miré la hora, no podría que se había hecho tan tarde y yo me había quedado cómodamente vestida de Daniela. Era la primera vez que me pasaba algo así.

—     Bien, ensayémoslo—Mi camerino contaba con un sofá bastante grande y como la escena final era en un sofá, nos sentamos en este para ensayar.

Yo estaba muerta de miedo por la situación. Estaba a punto de temblar de los nervios. Además, me encontraba justamente vestida con la ropa sexy de la última escena. Tenía las medias de red negras muy sexies, el babydoll negro pegado al cuerpo que me cubría toda la cola y el culote. También me encontraba maquillada, y como mi pelo ya había crecido bastante, para esta escena me habían hecho una trenza ajustada que comenzaba desde la parte superior de mi nuca y terminaba entre mis omóplatos; recogida con una coleta negra que hacia juego con mi ropa. Era una trenza gruesa de principio a fin, ya que mi pelo era grueso; no era de esas trenzas que son gruesas al inicio y finísimas en el extremo. Solo mi largo flequillo no estaba sujeto por la trenza; dos mechones de pelo muy sensuales que me caían a cada lado de la cara.

Diego se sentó en el sofá y yo me senté a su derecha. La iluminación del camerino era muy tenue, lo que generaba un ambiente más íntimo. Comenzamos el dialogo. Estaba tan nerviosa que me costaba mucho actuar y hacer la vos femenina de Daniela. Finalmente llegó el momento del beso.

—Acércate mi amor—dijo Diego tal como indicaba el libreto y yo me puse en la posición del beso.

Tal como indicaba el guión, con el brazo derecho me envolvió por detrás del cuello y con la mano izquierda me tomó del rostro y puso sus labios sobre los míos. Debíamos simular un beso pasional durante unos diez segundos. Eran cinco segundos de escena hasta que bajen el telón y unos cinco segundos más para estar seguros que el público no llegue a ver la separación de nuestros labios.

Yo también había puesto mis brazos en posición, mi brazo izquierdo abrazaba su hombre derecho y mi apoyé mi mano derecha sobre su abdomen.

No bien me envolvió con sus brazos y me beso suspiré. No pude evitarlo. Se suponía que debíamos mover nuestros labios como su fuera un beso de lengua pero manteniendo nuestras lenguas pegadas al paladar para evitar un incómodo contacto de lenguas. Pero desde el momento en que suspiré me distraje por completo, solo podía pensar en la vergüenza que me daba. Diego no se había detenido tras el suspiro y como los nervios y la vergüenza me hicieron perder el control de mi cuerpo, dejé caer mi lengua hacia delante. Todo esto ocurrió en apenas cinco segundos. La punta de mi lengua llegó hasta el extremo de mi boca y el la rozó, y definitivamente la sintió. La volvió a rozar con sus labios. ¡No! Directamente la chupó con sus labios y luego metió su lengua en mi boca. Me sujetó muy fuerte con sus brazos y aplastó su boca contra la mía para que su lengua pudiese meterse bien adentro de mi boca.

Comencé a gemir, no lo podía controlar. Eran gemidos nasales o que sonaban ahogados ya que terminaban su boca. Mi mano derecho se movía descontrolada por su abdomen rígido.

Estaba sumamente nerviosa, asustada, avergonzada y sobre todo excitada. Pero Diego no dejaba de besarme, y con el paso de los minutos eso me fue tranquilizando, pues él estaba tan interesado en besar a una crossdresser como yo a un hombre.

Suavemente con su brazo derecho, que envolvía mi cuello, me fue desplazando y me terminé sentando encima de él con mis piernas bien abiertas por fuera de sus piernas. Separamos nuestros labios un instante y nos miramos a los ojos, me tomó de la cintura y me apretó contra su cuerpo. Yo tenía una erección que el culote no contenía ya que estaba pensado para chicas trans o cross y Diego sintió de lleno mi erección sobre su abdomen. Además, sentí como mis testículos estaban apoyados directamente sobre su erección; sentía duro como una roca y grueso. No podía determinar el largo ya su erección se encontraba apretada bajo su pantalón.

Los nervios y la vergüenza se apoderaron de mí nuevamente. Diego se acercó a mi cuello y comenzó a besármelo, mientras me abrazaba fuertemente contra sí. Me chupaba el cuello con mucha fuerza, de un lado y del otro, y yo gemía. Al cabo de un rato volvió a besarme durante unos segundos hasta que aflojó su abrazo nuestros se separaron.

Nos miramos a los ojos. Con sus manos me terminó de levantar el babydoll hasta el ombligo, que al abrirme de piernas se me había levantado bastante. Mi erección quedó por completo al descubierto, debajo del culote obviamente. Mi polla medía 13x3,5 cm, y se encontraba muy apretada bajo el culote, pero la tela lo suficientemente elástica como para permitir que una polla mediana como la mía se extienda en su totalidad hacia arriba. Finalmente Diego rompió el silencio.

—     Daniela, te haré mujer.

—     Lo sé—respondí con la voz de Daniela.

—     No. No creo que te puedas ni imaginar lo que vas a sentir. ¿Tiene dildo en tu casa?—Asentí con vergüenza—. Pues lo que sientes al masturbarte no es nada comparado con lo que sentirás. Apuesto a que es un dildo más pequeño que tu polla, con el que haces presión sobre tu punto g hasta que no resistes más el placer y te detienes para descansar—. Comencé a temblar de miedo ¿Cómo podía saber tan a la perfección algo así? ¿Cómo era el placer que iba a sentir que escapaba a mi imaginación?

Se sacó la remera y yo comencé a acariciar sus músculos. Volvimos a besarnos pero Diego puso su mano en mi nuca y comenzó a empujarme suavemente hacia abajo. Bajé por su cuerpo besando su cuello, luego el tórax, los abdominales, hasta quedar arrodillada con mi cara frente a su erección, aún bajo el pantalón. Diego me alcanzó un almohadón que puse bajo mis rodillas.

Primero le quité los zapatos y las medias. Luego con muchos nervios abrí el cierre del pantalón se lo bajé despacio junto con el bóxer, dejando al descubierto su masiva erección. Solo tenía bello en la ingle, pero bien cortito. Eran 19x5 cm de puro músculo. De veras, esa polla parecía que tuviera músculos. Su apariencia era imponente.

Cuando la tomé en mis manos suspiré nuevamente. No podía creer lo dura que era. Con el tiempo aprendí que toda polla que no sea la propia parece más dura, seguramente se deba a lo acostumbrados que estamos a nuestra propia erección. Pero en ese momento era virgen e inocente y quedé anonadada por la dureza. Vi un brillo en el glande, era líquido pre seminal. Lentamente me acerque y me la metí en la boca. Para mi sorpresa me pude meter la mitad de la polla sin problemas y sin tener arcadas. Con ambas manos masajeaba la otra mitad y los testículos. El líquido pre seminal se había esparcido por toda mi lengua al tragar la polla.

Comencé a chupar, succionar, la apretaba con los labios a medida que movía mi cabeza hacia arriba y hacia abajo. Cada tanto gemía intensamente, pues esa polla en mi boca me hacía sentir muy mujer. La boca se me hacía agua literalmente y sentía como la saliva bañaba mis manos que sujetaban la base del falo. Diego me acompañaba con una mano sobre mi cabello y con la otra acariciaba unos de mis hombros desnudos, ya que el babydoll no me cubría los hombros.

La felación no duró más de diez minutos. Diego me separó de su polla y se levantó. Se puso detrás de mí y me empujo suavemente hacia delante, quedando recostada sobre el sofá con mi cola expuesta en dirección a él. Tomó mi culote con ambas manos y lo bajó lentamente hasta quitármelo por completo. Me sentía más desnuda que nunca. Mis partes más íntimas estaban expuestas y a merced de un hombre.

Puso las manos en mis nalgas y suspiré, acercó su cara a mi cara, en cuanto sentí su respiración comencé a gemir. Cuando sentí su lengua mi cuerpo pareció derretirse. Pero luego mis músculos se contrajeron, y volvieron a ablandarse. Inmensas ráfagas de placer que no podía controlar recorrían mi cuerpo.

Separó su boca de mi cola y acerco un dedo que introdujo suavemente ayudado por la lubricación de la saliva. Aunque estaba acostumbrada a un dildo más grande que su dedo, sentir un dedo de un hombre en mi cola me hizo gemir como loca. Solo jugo con el dedo unos segundos y lo retiró.

—     Ahora te penetraré tiernamente—. Tomo su pantalón y del bolsillo sacó un pomo de gel íntimo.— Tenía planeado hacerte mujer desde que entré a tu camerino.

Se embadurno toda la polla con el gel. Mi ano ya estaba levemente dilatado, así que metió la punta del pomo en la entrada del ano y apretó el pomo con fuerza. Sentí una ráfaga de gel fresco meterse unos centímetros dentro de mí. No bien retiro el pomo apoyó la punta de la polla en mi ano, impidiendo que expulse involuntariamente el gel que había dentro de mí.

Muy despacio comenzó a meterla. Con su mano derecha me sujetaba de un hombre, con el pulgar extendido sobre mi nuca, bajo la trenza, y lo movía haciéndome masajes para ayudarme a relajarme. Con la otra mano me sujetaba de la cintura. De a poco me sodomizaba más y más. Yo no paraba de gemir desconsoladamente, no tenía control sobre mi cuerpo. Cuanto más me penetraba más se relajaba mi cuerpo, y por lo tanto más débil me volvía y más a me merced de Diego me encontraba.

—     Ooohh, ooohh, AY SI! AY SIIIII! Ay Diego por dios!! SIIII!!!!

Diego fue tan delicado que tardó varios minutos en introducirme sus 19 cm. Y aunque mi cola nunca se había dilatado tanto, el dolo había sido mínimo, totalmente opacado por el placer. La abundante cantidad de gel ayudó mucho. Una vez que entró toda la sacaba unos pocos centímetros y la volvía a meter, muy suavemente. Yo tenía cero control de mi cuerpo, no paraba de gozar, pero sobre todo, de hablar. Nunca fui una persona charlatana, pero las palabras se escapaban de mi boca sin que pudiera evitarlo.

—     ¡Qué bien se siente! ¡Siento tanto placer! OOOOHHH DIEGO, mi siento tan mujer.

—     No, Dani. Aún no te haz hecho mujer.

Tras escuchar eso mi sangre se congeló. Mi cuerpo no podría resistir más placer del que ya sentía; me encontraba al límite. Sin sacármela me levantó y me arrodilló sobre el sofá, él se arrodilló detrás de mí y con sus piernas por dentro de las mías me las separó aún más, haciendo que me cintura baje y su polla se clavé más dentro de mí. Largué un grito desconsolado en ese momento. Diego llevó mis brazos hacia atrás y pasó sus brazos por delante de los míos, pero llevó sus manos a mis hombros por detrás y los sujetó con fuerza. Mis brazos se encontraban trabajos con los suyos, que me empujaban levemente hacia delante me hacían arquear el cuerpo un poco. Estaba totalmente indefensa. Y como si no fuera suficiente esta así sujeta, con una mano tomo mi trenza con fuerza me tiro suavemente hacia atrás. Comencé a gritar, presa del miedo y del placer. Al tirarme de la trenza mi cuerpo se arqueó aún más, haciendo que su polla dentro de mí haga más presión sobre puntos más erógenos como la próstata.

—     Ahora sabrás lo que es ser mujer.

De a poco comenzó un mete saca que iba cada vez más rápido y retiraba más centímetros de polla para luego introducírmela con más y más fuerza.

Mis gritos eran desgarradores. No podía hablar. Me era imposible coordinar mis labios, mi lengua y mis cuerdas vocales para pronunciar una simple sílaba. Mi polla erecta se sacudía violentamente y recorría un ángulo de 180°. Rebotaba fuertemente contra mi abdomen y bajada hasta apuntar con el glande directamente hacia el asiento del sofá para luego volver a subir. Nunca había sentido mi polla tan dura y tan hinchada, y no me explicaba cómo podía sentir tantas ráfagas de placer que recorrían mi polla si no estaba recibiendo ningún estímulo directo.

Estos pensamientos fueron quedando de lado. Mis gritos eran de placer y de miedo. No tenía ningún control sobre la situación y no sabía cuánto tiempo continuaría follándome así Diego. Hacía varios minutos que me sentía al borde del clímax pero no podía llegar al orgasmo. De hecho, nunca había logrado un orgasmo solo con estimulación anal.

Diego, sorpresivamente, acerco su cara a mi oreja, pensé que me iba a decir algo, pero no, comenzó a devorarme la oreja con sus labios. Todo esto sin aflojar el ritmo de la penetración. Yo desconocía por completo que la oreja fuera una zona erógena. Era el estímulo que faltaba. Sentí como los músculos de mis piernas se contraían, y luego mi cola se cerraba, haciendo que la penetración se sintiese más fuerte. Mi polla explotó en chorros de semen que salieron disparados hacia todos lados. Ya no tengo palabras para describir mis gritos de placer que eran aún más desgarradores. Fue la eyaculación más larga de mi vida, mi polla no dejaba de escupir semen. Mi mente estaba dividida entre una parte que pedía a gritos que terminase el orgasmo de una vez, que mi cuerpo ya no resistía más; y otra parte que procesaba el placer y quería prolongar el orgasmo el mayor tiempo posible.

Cuando mi orgasmo terminó, mis gritos se atenuaron considerablemente, pero Diego no aflojo para nada su intensidad. No me soltó los brazos ni la trenza. De a poco mi polla perdió por completo su erección, pero Diego me seguía follando salvajemente. Yo seguía gritando. Era inevitable. No me dolía, ni gozaba como antes del orgasmo. Eran solo gritos de nerviosismo y miedo. ¿Hasta cuándo iba Diego a someter mi cuerpo a tan intensa sodomía?

Finalmente se corrió dentro de mí. Al momento de eyacular me penetró bien hasta el fondo y ahí si me hizo grito con un poquito de dolor. Pero de eso se trataba ser mujer, entregar tu cuerpo a hombre para que te de placer y para darle placer.

Luego de correrse dentro de mí me soltó la trenza y luego los brazos. Me desplomé sobre el respaldo del sofá. De a poco fue sacando la polla, y una vez que salió por completo mi cola escupió enormes cantidades de semen que chorreó por mis testículos y de ahí cayó sobre el sofá; también se formó un chorro de semen recorrió toda mi pierna derecha hasta llegar al sofá. Recién entonces me di cuenta que estaba sobre algo húmedo. Era mi propio semen que había quedado esparcido por todo el respaldo.

Diego me tomo de un hombro y me tiro hacia atrás. Quedé arrodillada pero con directamente sobre el sofá. El seguía arrodillado detrás de mí. De vuelta me tomo de la trenza, tiró mi cabeza hacia atrás y me besó apasionadamente. Ese beso fue muy reconfortante.

Al cabo de unos minutos me soltó y sentó en sofá a descansar. Yo abalance sobre él, con piernas abiertas, para descansar sobre su pecho. No me había dado cuenta pero yo tenía semen por todos lados y ahora lo estaba pegoteando a él, pero no parecía molestarle.

Miré el reloj de la pared y quedé pasmada al ver que apenas habían pasado unos cuarenta y cinco minutos desde el inicio del beso. Sentía que habían pasado como tres horas. Diego también miró la hora y comento que era temprano.

—     Podríamos cenar aquí ¿qué dices?

—     Claro. Estoy hambrienta—yo seguía hablando con la voz de Daniela.

—     Yo también. Además necesitaremos las energías para el resto de la noche.

—     ¿El resto de la noche?

—     Por supuesto. Después de lo que hemos experimentado quiero repetir. Quiero follarte con cada uno de tus atuendos de la obra—me corrió a un costado para levantarse y comenzó a vestirse—iré a comprar algo para cenar. ¿Por qué no te viste con el vestido que usas en la escena del restaurant?

—     Sí! ese vestido es hermoso—contesté con mucho nerviosismo.

—     El escenario está armado con la escena final, o sea nuestra casa, con mesa, sillas y la cama en el fondo—. Tras decir eso me guiñó el ojo. Cenaríamos en la mesa y luego haríamos el amor en la cama.

Diego salió del camerino y me quedé sola pensando: ¿follarme con cada atuendo?, ¿el resto de la noche? Mi cuerpo volvió a llenarse de adrenalina que anticipaba las intensas sensaciones que sentiría más tarde.