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Castigada por celos injustos

en No Consentido

Alejandra tenía un novio cariñoso que a todas horas deseaba una probada de la pasión carnal con sexo rudo y fuerte; lo que sabía era que todo eso desaparecía de él al estar en casa de ella. Su hermana de 18 años, robaba la atención de su adorado hombre y eso la enfadaba hasta la médula. Alejandra no podía creer que un cuerpo tan joven y delgaducho, pudiera robar la mirada de Eric hasta el punto de estar comiéndosela con los ojos frente su presencia. Aunque, se mintiera y la describiera como un hueso con piernas, sabía que se estaba engañando ante las anchas caderas y pechos copa D de su hermana menor. Su largo cabello rojo era superior al simple cabello negro y sin vida que llenaba su cabeza, su altura no la hacía pasar por una niña y el trasero que se traía, era un arma mortal para que cualquiera quisiera follarla con ímpetu. Ariel era todo lo que Alejandra no era, mientras una se vestía con extravagantes minifaldas y tangas de baja calidad, además de pasar horas teniendo sexo; la otra, preferiría leer libros y vestirse con decencia sin dejar al descubierto partes esenciales de su anatomía. Alejandra empezó a despreciar a su hermana cuando vio aquella belleza que ella creía no poseer, así que robar algo preciado para ella, había agotado su resistencia. Se vengaría de la mejor manera, castigándola robándole su virginidad.

Una tarde, ideó un plan sobre qué haría y cómo lo llevaría a cabo. Necesitaba que el perro de la casa actuará y mantener despierta a Ariel mientras era follada, era su punto a llegar; quería que disfrutará de eso, mientras era grabada con la cámara de su celular, para luego ser enseñado el vídeo incriminatorio a su novio que después de ver semejante escena, se olvidaría de Ariel. Lo había arreglado todo, cuando el perro empezó a ladrar, alertándola de la llegada de su hermana. Se levantó de la cama, observando hacia afuera la vestimenta larga en la que Ariel estaba vestida. Desde la distancia, su delgado suéter se encontraba cerrado por aquellos botones que no podían ocultar ese pecho, de enormes proporciones, a punto de reventarlos. Su cabello estaba agarrado por una diadema que mantenía sus ondas fuera de la cara, mientras daba pasos a la casa, Alejandra vio la falda larga que llegaba hasta sus tobillos y lo suelta de ésta. Analizó cada cosa a su favor para aquel momento. 

-¡Ya llegué!- La dulce voz de Ariel llegó a sus oídos, resintiéndola de la falta de una voz igual de dulce a la de ella.

-¡Enseguida bajo!- Agarró su celular y se encaminó al rellano de las escaleras. 

Cuando bajó, la encontró tomando la cara de Hércules, su mascota, entre sus manos y jugueteando con él. El perro respondía con un camino de saliva en su mejilla, a lo que la niña no podía alejarlo y sonreía como la más afortunada.

-Por cierto, hice de comer... ¿quieres que te sirva?

-Sí, por favor -En ese momento, Hércules recostaba su cabeza en la falda azul marino de Ariel, mientras ésta le rascaba entre las orejas.

Alejandra sirvió en dos platos, a uno terminó echándole droga molida revolviéndola entre la comida, esto también lo había hecho con la comida del perro, por lo que explicaba su euforia al ver a Ariel entrar por la puerta. Llegó a la sala y entregó el plato, mientras amarraba al perro fuera. Cuando entró, su hermana ya había acabado con medio plato del que le entregó, la salsa de tomate era visible en las esquinas de la dulce boca de la chica. 

-¿Está rico, verdad? -sonrió levemente, evitando sacar una pista de su plan.

-Demasiado. Creo que ya me llené. -Vio el plato limpio, que fue comido mientras Ariel veía la televisión, y miró al perro ladrar como loco. Cuando terminó de lavar los platos, fue a sentarse a un lado de Ariel en el sofá, esperando a que la droga surtiera efecto pronto. Menos de media hora, Ariel se movía constantemente y llevando su mano al frente de su falda, retorciéndose por fricción y sin saber cómo actuar ante una oleada de excitación. Alejandra le preguntó qué era lo que tenía, viéndola ponerse de color rojo granada por sus mejillas y cuello, a lo que sugirió que se quitará el suéter. Ver a Ariel desabrocharse cada botón, excitó a Alejandra un poco, recordándole su plan y yendo afuera por el animal encadenado. 

En tanto Hércules se acercó a la adolescente cachonda, lamió su cara, oliendo su excitación en el aire. La chica no pudo evitar tocar con ligereza sus pechos por encima de su camisa de tirantes, se podía apreciar el valle de sus pechos cuando miraba hacia abajo, lo que la incitaba a apretarlos con dureza. El perro trataba de llegar por debajo de la falda, dándole Alejandra aquel acceso requerido sin que Ariel lo notará. Llegando a su ropa interior de algodón y Ariel siendo llevada a la lujuria, Alejandra buscó tijeras para cortar sus bragas. Le había dado una gran porción a Ariel, para mantenerla dentro de las alucinaciones y la excitación, que le daba acceso al que podía saciar su hambre de sexo. Al haber hecho un corte en las bragas, el perro lamía el intacto clítoris de Ariel, mientras trataba de subir al cuerpo de la adolescente. Alejandra vio los ojos de su hermana en unos enormes faros sin pupila, estaba excitada y al ser virgen, no sabía que hacer más que solo apretar sus pechos y dejar lamerse por el codicioso animal. 

Viéndola en aquella posición, empezó a tomarle fotos; después, la trasladó al piso sin ninguna objeción y la puso de rodillas, el perro al ser negado de la dulzura de la joven, la rodeó oliendo su parte inferior y gimiendo de tristeza por aquello. 

-Creo que quiere que habrás las piernas. -Ariel lo hizó con total obediencia y el perro enseguida se adhirió a los jugos de su cuerpo. Ariel no paraba de gemir, mientras era fotografiada sin percibirlo ante sus sentidos drogados. La postura era lujuriosa y ella no quedaba atrás por su belleza resaltada por el rojo de sus mejillas, haciéndola ver en una mezcla de inocencia y tigresa. Ella seguía pellizcando sus pezones y Alejandra se animó a tocarlos una vez, el perro al sentir el lugar de las manos, levantó la cara. Al ver esto, la celosa hermana corrió los tirantes por debajo de los hombros de Ariel, sacando sus enormes pechos del sujetador sin ningún problema.

-Hércules, chupa. -Éste no entendió las instrucciones, a lo que Alejandra lo acercó a ellas y empezó a lamerlos. Tomando una oportunidad, fotografío esa erótica escena, para luego hacer un vídeo. El perro lamía como si tuviera hambre y Ariel no paraba de gemir dulcemente, mientras su santa mano fue, por primera vez, a la zona prohibida de tocar. El dedo delineaba sus labios vaginales, mientras sentía una mano por debajo de su falda. Aquella mano, fue a zonas que, ni ella, se había atrevido a masturbar. Delineaba el resto de los labios y la ponía más caliente, aún con la lengua del canino lamiendo sus prominentes pezones. Un instante, y Hércules ya no estaba, posteriormente fue inclinada, y de pronto, la lengua salivosa estaba atrás de ella. Su postura hacía restregar su cuerpo en la alfombra del suelo, con las piernas flexionadas y las palmas de las manos en el suelo, hacía que el perro tuviera el ángulo perfecto para lamer; aunque era mucho más que lamer lo que Alejandra quería. 

Ariel sintió un peso arriba de ella, no le tomó importancia mientras restregaba su clítoris por la textura rasposa de la alfombra, sentía manos que subían y bajaban por sus muslos y un movimiento de corte en la parte de atrás de sus bragas, quedó desapercibido para ella. El tirón de tela siendo desgarrada fue nulo para sus oídos, tanto a los piquetazos en su sexo, que pudo captar. Alejandra al ver aquello y antes de que el perro se arrepintiera, agarró el miembro grande del canino y lo puso en la entrada de su hermana. Al ver que no entraba, ella empujó a la mascota hasta estar piel contra piel con la adolescente; está, al sentir el picor de ser penetrada, aulló de dolor, y Alejandra supo que había logrado su cometido. La había desvirgado con un animal. Miró la delgada línea de sangre que logró salir al querer el perro sacar el miembro, pero en esos momentos, la taladraba con rapidez. Ariel cautiva de la excitación, no se atrevió a moverse mientras sentía las arremetidas violentas del canino, estaba siendo follada sin consentimiento. Las fotografías no pararon, luego el vídeo fue el siguiente, su hermana estaba excitándose al ver esos ojos verdes con lujuria y suplicando por más, o eso era lo que ella veía. Unos seis minutos después, Ariel gimió de dolor, Alejandra enfocó el sexo del canino y la adolescente, observando una bola del tamaño de una de béisbol ser introducida en el sexo de la joven; trató de quitar al perro pero se dio cuenta que, éste al gruñir, se había quedado atascado dentro del virginal útero. 

La cámara seguía grabando y su enfoque principal fueron las expresiones de su hermana, luego giró de lado, dando un panorama completo de la postura entre ambos. Hércules escuchaba los gemidos de Ariel y lamía su hombro queriéndola tranquilizar, que llevó a preguntarse Alejandra, si él perro estaba enamorado de su dueña. Ariel bajó su cabeza hasta recostarla en el suelo, mientras el perro estaba recostado en ella, con las piernas flexionadas y el peso del animal, apenas podía respirar por los tirones del canino queriendo desprenderse aún unidos. Cuando bajo la inflamación, Hércules todavía no se movía de la espalda de Ariel y un poco de semen viscoso se escurrió por los muslos carnosos de la chica. Alejandra grabó cada uno de esos aspectos, tocándose los pechos, también quería ser follada así. Cuando el perro se bajó, salió un río de semen desde las profundidades de la cueva vaginal junto con la mezcla de la sangre de su primera vez de Ariel. 

La adolescente nunca recordó todos los detalles de ese día, solo supo que Hércules se había convertido en su primero y sentía culpa de haber confundido esos inocentes toques de la mascota a los de un hombre. Se recluso más en la ropa cubriendo todo su cuerpo, castigándose por lo sucedido. Por el contrario, cuando se le enseño el vídeo a Eric, quedó cautivado por el visible cuerpo oculto de Ariel.

-¡Qué asco! ¿Se acuesta con animales que con un hombre? ¿Quién quisiera acostarse con ella?

Alejandra quedó satisfecha con esa respuesta y no volvió a sentir celos por la belleza de su hermana. Había manchado su pureza, y ahora, la inocencia no era vista desde sus ojos. Lo que Alejandra no sabía, era aquellas noches, en que Eric se quedaba a dormir en su casa, le hacía visitas inesperadas a su hermana que guardaba silencio para no causarle daño a Alejandra sobre cómo su novio la violaba dentro de su habitación en la oscuridad.