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Mi compañera de piso 2

en Grandes Relatos

Estuve toda la semana impaciente hasta que llego el fin de semana y con él la mudanza de mi nueva compi de piso. Por suerte no traía demasiados trastos aunque me aseguró que quizás se traería cosas de su pueblo más adelante ahora que por fin se había asentado. El primer día estuvo muy bien. Estuvimos hablando sobre nuestros horarios, normas de convivencia y reparto de tareas, etc.

- Entonces cuando te subas a la novia, me quedo en mi habitación, desaparezco...

- No, no tengo novia...

- ¿En serio? Pues tienes pinta de ser el típico chico que lleva años con la novia.

- ¿Si? ¿Por qué lo dices?

- No sé, me transmites esa sensación.

- ¿Tú tienes novio?

-Si... Pero esta en el pueblo. Dijo con un tono que no supe descifrar.

Comimos juntos, pero lo mejor fue el rato cocinando en el que me ayudó a hacer unos macarrones a la vez que se cachondeaba de mis habilidades culinarias. Había muy bueno rollo y eso solo hacía que me jodiese más que tuviese novio. De todas maneras no me veía intentando nada con ella. Primero porque estaba en otro nivel, física y mentalmente, casi no parecíamos de la misma especie, o al menos eso pensaba yo. Y segundo porque jamás me vería entrometiéndome en una pareja por mucho que me gustase la tía. Me parecía moralmente reprochable.

Poco más paso ese día hasta después de la cena. Ella salió a tomar algo con gente de su universidad y yo cene solo. Cuando llego me propuso ver una peli juntos antes de irnos a dormir. Me falto tiempo para decirle que si.

Se fue a cambiar mientras yo recogía la mesa y me senté en el sofá. Cuando volvió vestía unos pantaloncitos muy cortos y una camiseta de tirantes abierta por los lados. Ya me puso nervioso eso imaginaos cuando se sentó a mi lado y pude comprobar que no llevaba sujetador.

Me costó un huevo concentrarme en la peli pero no me quedo otro remedio pues Miriam era del tipo de personas que no se puede estar callada durante una peli. Cada dos por tres hacia algún comentario o broma. Habrá gente a la que le moleste esa actitud pero a mí me pareció muy divertido. Por aquel entonces dudaba que hubiera algo de ella que no me gustara.

- ¡Venga ya! ¿Se acaban de conocer y ya están enamorados? Es más falso eso que cuando han sobrevivido a la explosión del edificio - se quejó mi compañera.

- ¿Nunca has tenido un flechazo?

- No, de hecho... Nunca me he enamorado.

-Oh... ¿Pero no tenias novio?

- Si pero no estoy enamorada de él.

- Amm.

- Mira, me dijo volviéndose hacia mí. Estaba sentada a lo indio con las piernas cruzada y tenía las manos sobre sus pies. Yo le quiero mucho - continuó, pero nunca he sentido por él ni por otro chico esa conexión de la que me han hablado, de no parar de pensar en esa persona, de querer dejarlo todo por esa persona...

- Entiendo. Bueno quizás te llegue algún día.

- No lo sé. Por una parte me encantaría pero ya es como que he perdido la esperanza.

- ¿Que dices?  Si eres muy joven aun.

- Pero he conocido a bastantes tíos, todos los de mi pueblos eran iguales. Solo querían una cosa de mi.

- El mundo es más grande que tu pueblo y tienes toda la vida por delante. Seguro que encontraras a alguien que te haga sentir eso.

- ¿Tú crees? - Me preguntó acercándose mucho  a mi. Su mano derecha se poso sobre la mía y su cara quedo a menos de 30 cm de la mía.

- Ssssi claro...- contesté titubeando.

- Eres un cielo. ¿Y tú qué? ¿Cómo vas de amores? ¿Cuántas veces te has enamorado?

- Ahora mismo mal. Hace tiempo que no estoy con nadie. Estuve enamorado hace tiempo.

- Uuuh cuenta.

- Pues era una chica mi universidad. No iba a mi clase pero teníamos amigos comunes. Empezamos a salir al poco de conocernos. Es la relación más larga que he tenido.

- ¿Y que paso? Si quieres contármelo claro.

- No tengo problema. Se fue de Erasmus y me dijo que no quería que ninguno de los dos sufriera por la distancia. Lo pase mal pero creo que tenía razón. A la larga era lo mejor.

- Si, es comprensible, dijo con una mirada pensativa.

- Pero eso no tiene que pasarte con tu novio, estáis bastante más cerca...

- Tampoco me preocupa. Ya te he dicho que no estoy enamorada, así que lo que tenga que pasar que pase, sin ataduras. Volvió a sentarse como antes y vimos el resto de la peli en silencio.

Me había dejado un poco descolocado esa forma que tenia de ver el amor y su actual relación. De primeras Miriam parecía muy dulce, del tipo de chicas cariñosas que lo daban todo por amor. Pero supongo que no se puede juzgar un libro por su tapa.

Al rato fui a lavarme los dientes para irme a dormir pero me encontré a Miriam en el baño aplicándole pasta al cepillo.

- Ups, te me adelantaste, vuelvo luego.

- Nooo hay sitio para los dos, ven.

Me arrastró hasta el lavabo y entre risas me vi obligado a cepillarme los dientes. Yo estaba justo detrás, ambos lavándonos los dientes y mirándonos al espejo. Entonces Miriam empezó a ponerme caras graciosas y casi escupo la pasta de la risa. Entré en su juego y le conteste cada mueca con otra de mi propia cosecha. Entonces me di cuenta que se le marcaban los pezones a través de la camiseta. Me quede mirando esos milagros puntiagudos fijamente a través del espejo durante lo que me pareció una eternidad pero no quería que se diera cuenta así que escape de ese campo magnético que atraía mirada como pude y me volví a encontrar con la suya. ¡Mierda! ¡Me había pillado! pero no vi reproche en su mirada. Vi diversión y algo más que no supe leer. Esquive su mirada y ella se rio. Volví a mirarla e hizo algo que me dejó congelado. Abrió la boca, que aun estaba llena de la pasta de dientes y saco la lengua dejando que el espeso liquido blanquecino goteara hasta el desagüe. Tuve una erección al instante. Aparto su mirada y se agacho para escupir el resto y enjuagarse con el chorro del grifo, pero al hacerlo puse el culo en pompa echándolo hacia atrás. Se culo entro en contacto con mi abultado paquete, el roce duró de apenas unos segundos pues me aparté como si ardiera al tacto. Miriam se limpio la boca con la toalla tras acabar y se encaminó a su habitación. Yo evité su mirada pero al pasar por mi lado me dio un pequeño empujón con la cadera que me obligo a volver a mirarla a sus precioso ojos.

- Dulces sueños - me dijo guiñándome un ojo.

               Cuando me tumbe en la cama aun me duraba la erección. Me deshice rápidamente de los pantalones y los calzones y comencé a macharme el cipote. A mi mente acudió la escena que acababa de vivir hacia unos instantes. Miriam se agachaba para enjuagarse la boca pero no se incorporaba. Seguía inclinada, apoyada en el lavabo y mirando a través del espejo. Su mirada ya no era dulce, era la mirada que ya había presenciado dos veces. Ahora lo comprendía, era una mirada de deseo. Esta vez no me aparte, me baje los pantalones liberando mi polla, ella la miro y arqueo una ceja sensualmente. Con decisión lleve mis manos al elástico de sus bragas y se las deje por los tobillos. Ante mi tenía una visión impactante. Las preciosas nalgas de Miriam que pedían a gritos un mordisco, sus hinchados y húmedos labios que harían salivar a cualquier hombre. Sin mas dilación me lance a devorarlos. Miriam respondió con tímidos gemidos las acometidas de mi lengua.  Yo estaba fuera de mi, me levante y sin mediar palabra se la metí de golpe. Ambos gemimos al unísono. Podía haberme tomado mi tiempo, sin prisas, disfrutar de un buen polvo, pero mi cuerpo me pedía que me la follara sin piedad. La penetré con una rabia y con un ansia poco propias de mi mientras ella me miraba aun a través del espejo. Levanto su camisa y por fin pude ver sus perfectas tetas. Me lance a agarrarlas como un niño se lanza a coger caramelos en las cabalgata de reyes. No pude aguantar ese ritmo diabólico durante mucho tiempo. Miriam fue consciente de que estaba cerca del orgasmo. Entonces hizo que me saliera de ella, se arrodillo ante mí y dejo a mi disposición su lengua como diana. No puede contenerlo más. Me corrí entre gemidos. Mi semen salió disparado hacia arriba nuevamente manchándolo todo como en la primera paja que le había dedicado a mi compañera de piso, pero en mi mente toda mi leche había caído en la boca de Miriam y se había derramado desde su lengua hasta sus tetazas.

Estaba exhausto. Me recuperé como pude y limpié el estropicio. Mi último pensamiento antes de caer en un profundo sueño fue que después de todo puede que si tuviese una oportunidad con Miriam.

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El primer mes con Miriam fue muy tranquilo. Cada uno tenía su horario y pronto nos compaginamos. Yo trabajaba a diario y al menos un fin de semana al mes me tocaba quedarme por la noche, pero a cambio la semana siguiente la tenía libre. Miriam por su parte tenia clases de lunes a jueves por las mañanas y trabajaba los fines de semana desde las 10 hasta las 7 y algún día de diario en un bar del mismo dueño del pub en el que trabajaba. Debido a esto no compartíamos tanto tiempo como a mí me hubiera gustado pero sí que solíamos cenar juntos a diario, viendo alguna peli, programa serie, etc. Estaba muy cómodo con ella siempre, me reía mucho y hablaba de mis mierdas sin reparo. Sin embargo no me atrevía a lanzarle ninguna indirecta por varias razones. La primera que soy pésimo ligando, la segunda que sí me rechazaba seria un marrón y la tercera que tenia novio. Si, es cierto, no le amaba, pero estaba en contra de mis principios meterme en una relación. Mi tía, que en paz descanse, me inculcó que no debía hacer aquello que no me gustaría que me hiciesen a mí. Por todo ello me refrene de flirtear con Miriam.

De todos modos, ella no se cortaba en pasear por la casa ligera de ropa, darme abrazos improvisados por la espalda o apoyar su cabeza en mi hombro cuando veíamos una peli. A mi todo eso me volvía loco, no sabía si eran indirectas o era que simplemente era así de cariñosa con la gente. En cualquier caso no paraba de masturbarme pensando en ella. Imaginaba que lo hacíamos en el sofá, en su habitación, en la mía, en la encimera de la cocina, en la mesa en la que comíamos, en la ducha... Imaginaba que hacíamos el amor de forma cariñosa y que follabamos con rabia. Imaginaba una cosa distinta cada día mientras me la machaba hasta correrme.

La cosa fue así hasta que un viernes fui a salir con unos compañeros del curro a cenar. Miriam por su parte trabajaba así que se había ido a ducharse. Le dije que me avisara cuando acabara en el baño mientras yo veía un programa aburrido en la tele.

- ¡Juan! ¡Ya!

Me levanté y  me encaminé hacia el baño. Cuál fue mi sorpresa que Miriam aun seguía dentro. Estaba desnuda y cubierta por una tolla atada encima del pecho.

- Perdón, pensaba que ya estabas fuera - dije muerto de vergüenza y evitando hacer contacto visual.

- Tranquilo hombre, te he llamado porque necesito que me hagas un favor...

- ¿Un favor? le pregunté por fin atreviéndome a mirarla. Tenía el pelo mojado y mirada de no haber roto un plato. Me dio la espalda y me dijo:

-¿Te importaría echarme crema en la espalda? - dijo al tiempo que me ofrecía el bote.

Me quedé a cuadros. Con una mano se sujetó la toalla en el pecho y la otra la llevo a la parte trasera de la toalla, la agarro y bajo hasta sostenerla justo donde acaba la espalda, mostrándomela completamente desnuda. Ni siquiera pude contestar, agarré el bote aun en estado de shock y me acerqué a ella. Apenas conseguí abrir la dichosa tapa de lo nervioso que estaba. Me eché crema en la mano y me lancé a ello.

Mi mano semiembadurnada por fin entró en contacto con sus hombros. Hasta entonces me había abstenido de tocarla, siempre había sido ella quien iniciaba el contacto, que me abrazaba, quien me empujaba o me daba pellizcos, etc. Jamás imaginé que su piel fuera tan suave como pálida. Esparcí la crema por sus hombros y me recree acariciándolos y masajeándolos con ambas manos. Pronto escuche unos tímidos "mmm" por parte de Miriam, puede que no fuese el más hábil a la hora de ligar pero según mis parejas sabia dar buenos masajes. Gane confianza en mí mismo al ver que disfrutaba de mi masaje, mis manos eran firmes y a la vez delicadas. Trabajé sus hombros un rato y luego fui bajando por sus dorsales y llegué a la parte baja de su espalda. Entonces Miriam dejo caer un poco más la mano de su espalda revelándome casi la mitad de su culo. Nuevamente me entró el pánico, toda la confianza que había ganado se desvaneció como el humo y mis manos titubearon hasta quedar casi inmóviles.

- Mmm venga sigue - me conminó mi musa.

Me armé de valor y baje mis manos un poco más, esparcí crema por sus hoyos de venus mientras me imaginaba sujetándolos mientras me la... ¡Dios! ¡Otra vez me había puesto palote! Estaba nerviosísimo, pero tenía que seguir, este era el momento. La yemas de mis dedos entraron por fin en contacto con el inicio de su culo. Solo tenía que bajar un poco más, acariciar con firmeza esas nalgas e introducir unos dedos en su...

- Mmm muchas gracias, dijo de repente subiéndose la toalla hasta quedar cubierta de nuevo. Me seco el pelo y te dejo el baño libre, ¿Vale? Me dijo sin siquiera mirarme.

Salí caminando como un sonámbulo y volví a sentarme en el sofá. No podían haber sido imaginaciones mías. Le había estado tocando casi el culo, aquello tenía claramente una finalidad sexual. Y sin embargo, la forma de cortarlo todo y despacharme sin prestarme atención me había dejado completamente rallado. Estuve un rato en el sofá intentando encontrarle el sentido a lo que acababa de pasar. Entonces Miriam salió completamente arreglada.

- El baño es todo tuyo, me voy corriendo que voy pillada al curro. Abrió aprisa la puerta y antes de desaparecer por ella se volvió a mí y me dijo:

- Por cierto, tienes muy buenas manos. Me guiñó el ojo y se fue dejándome tan confuso como cachondo.