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En la barra del pub

en Sexo con maduras

En la barra del pub

 

La barra del pub donde trabajaba fue testigo de nuestros escarceos amorosos. La visita de aquella madura hizo vivir en mí uno de mis mejores momentos. Uno de esos gratos momentos sin duda difíciles de olvidar…

 

 

-          La mujer del final de la barra dice que le sirvas una copa.

-          ¿Y por qué no te la pidió a ti?

-          Y yo que sé… le habrás entrado por el ojo a la cuarentona. Anda sé amable… suerte la tuya muchacho, no la dejes escapar –respondió Miguel, mi jefe y compañero de barra en aquel garito en el que me sacaba un dinerillo trabajando los fines de semana.

Una sonrisa aviesa me lanzó mientras se dirigía con unas cocas y la botella de whisky, enfrentando a un grupo de parroquianos habituales a los que empezó a llenar los vasos de tubo. Los cubatas era lo que más daba al negocio, cuánto antes se vaciaban antes se volvían a llenar lo cual repercutía de la mejor manera en la caja y en mi posterior sueldo. Tras acabar de servir unas cervezas a dos parejas de jóvenes enamorados, enseguida me encontré frente a la mujer preguntándole qué deseaba tomar.

-          ¿Me invitas a una copa, cielo? –la escuché decir con voz débil y aflautada.

-          ¿Qué tal unos chupitos? –respondí de manera algo seca.

-          ¿No puedes ofrecerme algo más fuerte?

-          ¿Cómo qué?

-          Tú sabrás… tú eres el profesional de esto –me sonrió con mirada directa y en la que dejaba traslucir algo de misterio.

-          ¿Un cubata va bien? ¿Vodka con limón?

-          Mejor ron si no te importa –declaró apoyando el codo sobre el abrigo que reposaba en la barra a su lado.

Sentada en el alto taburete que la posicionaba a mi altura, la luz amarillenta y baja del local dejaba ver un rostro redondeado y de amplios pómulos, de sonrisa fresca y abierta y mirada de ojos oscuros que brillaba de modo especial enfundada bajo una corta cabellera castaña y algo revuelta. Un jersey de cuello alto, de color militar y canalé remarcaba bajo el mismo unos pechos descarados y prominentes sobre los que la mirada no pudo menos que caer prendida un breve instante.

-          ¿No llevas mucho por aquí verdad? –de nuevo esa voz débil y aflautada.

-          Dos meses escasos -dije llenándole de ron un buen cacho de vaso y mezclándolo luego con limón.

-          Ah claro, hace tiempo que no vengo y por eso no te había visto antes –sonrió ahora tímidamente aquella mujer a la que le eché sus largos cuarenta y tantos años.

Disculpándome amablemente de ella continué con  lo mío, sirviendo a unos y otros como si no hubiese un mañana. Rondas de cubatas y cervezas junto a chupitos de aquel líquido azulado que a saber de qué estaba hecho, era lo que la gente más pedía noche tras noche. Los dos primeros días me costó hacerme a la barra y a donde estaban las cosas pero una vez tomada la medida todo resultaba fácil y repetitivo.

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Las dos de la mañana, ya quedaba poco para que cerraran. Beatriz y Amalia, sus amigas, la habían dejado tirada mientras Lola deseaba disfrutar un rato más de la noche y la música suave que sonaba. Así que decidió quedarse hasta la hora de cerrar y pedirse una copa encontrando un taburete libre en la esquina de la barra.

Hacía tiempo que no iban por allí, cuatro meses al menos pero estaba como siempre. La misma gente de mediana edad mezclada con parejas de enamorados y tíos solos en busca de algo bueno que echarse a la boca. Sin embargo, algo nuevo e interesante encontró aquella noche haciéndola correr una sensación agradable por el cuerpo. Al poco de llegar, no tardó en fijarse en aquel joven camarero de camisa de cuadros y tejanos desteñidos, atendiendo junto a Miguel de manera rápida y eficiente a toda aquella marabunta que en la barra se agolpaba.

Debía ser nuevo pues no le había visto antes por allí. A Miguel, el dueño, le conocían de escasamente cruzar cuatro palabras cada vez que les servía. Durante la noche, a unos cuantos de aquellos moscones habían tenido que quitarse de encima de la mejor manera posible cada vez que habían salido a bailar a la pista situada al fondo de aquel pequeño recinto de luces apagadas. Las gentes se apretujaban provocando en el bullicio inevitables roces entre unos y otros. O tal vez no tan inevitables.

-          Te quedas a cargo del pub, yo tengo que marchar antes de tiempo… Cierra a la hora y ni un minuto más, no quiero problemas con la poli. Que marche la gente pronto y sin montar jaleo.

Así pues quedaba todavía media hora larga y Miguel me dejaba a cargo de todo. Ni un minuto había pasado y, con un golpe de mano, vi a la mujer de la esquina de la barra pedir que me acercara donde se encontraba. Ya me había olvidado de ella, enfrascado en el ritmo de pedidos continuos que no me dejaba ni respirar.

-          Me tienes muy olvidada. ¿Me sirves otra copa? –volvió a mis oídos esa voz débil y aflautada que ya tenía descuidada.

-          Ya casi vamos a cerrar.

-          Una más, por favor. Anda no seas malo conmigo –suplicó con ojos de cordero degollado.

-          De acuerdo, ¿una más de lo mismo? –pregunté tratando de cortar bruscamente la conversación.

-          Oh, no seas grosero conmigo quieres. Una más de lo mismo estará bien –exclamó al dejar resbalar el billete de diez euros entre mis dedos.

-          ¿Quedamos a la hora del cierre? –los labios gordezuelos y humedecidos pronunciaron sin cortarse un pelo y en un leve susurro al tiempo que me regalaba un guiño de complicidad.

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El guante estaba ya lanzado. Tras sus últimas palabras resultaba más que claro lo que aquella mujer pretendía. Con Sandra llevábamos unos cuantos días malos y lo nuestro cada vez iba peor. Viéndonos casi nada y cuando nos veíamos discutíamos por cualquier cosa, nos peleábamos a cada momento y apenas follábamos. Más de una semana llevaba sin catarla y eso a mis 21 años y en plena efervescencia ciertamente era mucho.

Todo lo que antes era bullicio, conversaciones animadas y algún que otro leve flirteo o tal vez mucho más directo acompañado de una copa tras otra, se convirtió a los pocos minutos en completo silencio para los dos. Ya con todas las puertas cerradas y las luces encendidas nos quedamos a solas. Aquella mujer tenía su morbillo. En cada sonrisa y mirada que te echaba, en cada gesto que empleaba. Humedeciéndose profusamente de tanto en tanto los labios rojizos, revolviéndose el pelo con los dedos resultaba imposible no parar atención en ella. Y más aún con la que ella paraba en mi persona, cada vez con actitudes de mayor interés. Me provocaba de forma descarada con sus miradas y yo, a la fuerza ahorcan, acabé como no cayendo en sus redes de mujer llena de experiencia.

-          Anda ven cariño –con el dedo me invitó a acompañarla.

Invitación imposible de resistir. Allí parada de pie junto al taburete, ahora sí pude disfrutar a placer la imagen de su sinuosa figura. De cabellos cortos y revueltos caídos por encima del hombro, vestía una falda tubo de piel y de color burdeos a juego con los zapatos de alto tacón y del mismo tono. La falda, tan estrecha y ceñida, marcaba perfecta la sensual figura en forma de caderas prominentes. Una verdadera mujerona de las que te pasan muy de tanto en tanto por delante de las narices. Bajo el pantalón no pude evitar la creciente erección ante lo que ante mí se ofrecía. Ella volvió a humedecerse los labios, sonriendo abiertamente y bien dispuesta a todo. Directo y sin pensar en nada más me fui a por ella como un corderito.

-          Eres hermoso muchacho… no pensé que te resistieras tanto.

Tomándola por la cintura y con sus manos en mi pecho, acercamos los rostros sin todavía ir a más. Reconociéndonos, sonriéndome de aquel modo irresistible, brillándole los ojos de manera acariciadora, centelleándole golosos mientras con mis manos empezaba a recorrer su cuerpo maduro y lleno de curvas. Escuché su respiración levemente agitada, pegados el uno al otro, bajándole el rostro camino de la fragancia que su cuello expelía. Olí sus cabellos lisos, su cuello desnudo y aguardando la caricia por encima. Pegado a ella noté excitarme aún más, un escalofrío subiéndome el cuerpo al sentir las manos de largos dedos correrme la nuca.

Subiendo la mano la tomé del cabello acariciándolo entre los dedos, observando su mirada fija en la mía, aguantando a duras penas el deseo que la invadía. En ese momento y teniéndola tan entregada me hubiera lanzado sobre ella sin esperar a más; sin embargo preferí tomarlo con calma, disfrutar su cercanía, su aliento cálido, el deseo intenso por apoderarme de esos labios brillantes y húmedos que solo pedían ser besados. Las manos corrieron arriba y abajo por encima de sus ropas, explorándole los costados sin llegar a rozar los senos de buen tamaño que el ceñido jersey guardaba. El primero de sus gemidos escuché junto al oído y eso me hizo continuar lo que le hacía. Abracé ahora la espalda, apretándola con algo de fuerza al clavarle los dedos con pasión contenida.

-          Sigue, si… gue así mi amor –me animó a insistir sobre sus ropas, pegándose hasta hacer el contacto mucho más cercano.

Sentí la pierna apretarse y subir para engancharme con ella, caída ahora sí mi mano sobre la piel de la falda. Respiraba la madura con fuerza, la pierna rodeándome por detrás sin darme vía alguna de escape.

De nuevo los rostros uno junto al otro, los dos sin decir palabra la cogí del mentón haciéndola enfrentarme la mirada. Aguantó mi examen al sonreír tímidamente. Sonreí yo también, acercándome de manera peligrosa y próxima a aquellos tentadores labios. Ella gimió nuevamente al parpadear entrecerrando los ojos y volviéndolos a abrir. Las manos de ambos seguían el reconocimiento del otro por encima de las ropas, las de la mujer acariciándome la mejilla al deslizarla suavemente y las mías teniéndola bien sujeta por la cintura. Aquella mirada radiante bajo las luces del local me traspasaba con deseo callado, la mano corriéndome pausada el hombro. Y entonces me lancé sobre ella, buscándole el cuello y escuchándola gemir rabiosamente su tremendo anhelo.

-          Oh cariño sigue, sigue así… me tienes muy cachonda.

En el silencio que nos rodeaba se percibían los fugaces besos sobre la piel bronceada, subiéndole el cuello para bajar luego y volver a reconocerlo en su totalidad. En un gesto ardiente y descontrolado, sentí las manos femeninas apretando frenéticas mi trasero por encima del pantalón. Eso me hizo seguir sobre su cuello, besándolo y lamiéndolo de manera sensual y precisa.

-          Ummmm, sigue, sigue… no te pares… me vuelves loca –la voz desconsolada alababa mi labor saboreando esta vez la pequeña orejilla que lamí y sorbí descubriendo un temblor desenfrenado en toda la figura femenina.

Con los labios succioné el cuello, ofreciéndole lametones llenos de pasión por mi parte. Un chupetón y luego otro arrancándole un gritito de sorpresa y excitación. Me apretó a ella de forma desenfrenada, haciéndome sentir sus pechos rotundos unidos a mi torso. Las manos sobre la falda, en silencio sepulcral y sin movernos de donde estábamos, allí parados junto a la barra soportando el apetito que nos consumía. La deseaba, la deseaba con locura igual que ella sentía por mí. Ya nada ni nadie podría pararnos en nuestros deseos y en la necesidad que sentíamos por el otro. Aquella madura de formas voluminosas sería mía, no pensaba en otra cosa. En poseerla salvajemente y disfrutar de cada uno de sus rincones escondidos.

-          Quiero hacerte el amor –aseguré en un susurro que imagino le supo a gloria.

Ella nada dijo haciendo el silencio insoportable a nuestro alrededor. Acercándole los labios noté como los abría y ofrecía mínimamente la lengua. Nos besamos con suavidad por vez primera, juntando los labios en un beso corto pero lleno de intención. Una vez se dio el primer beso ya no pudimos parar. Los ojos en blanco se dejó besar, envolviéndole los labios entre los míos. La mano en mi cara continuamos besándonos lentamente, disfrutando la sensación que cada beso nos producía. Besaba bien, de maravilla y de forma experta, sacando la lengua para que se la tomara. Jugando boca contra boca, ladeábamos las caras en busca del beso más profundo. Respirando fatigosos al unir las bocas, mordiéndome ella el labio inferior y mordiéndole yo la lengua al notarla entrar en mi boca.

Mis manos se encontraban bajo la falda que a duras penas había conseguido levantar. Pasando los dedos sobre los muslos para luego llevarlos hacia atrás camino de la nalga, el roce lleno de decisión me hizo conocer la delicadeza de su prenda íntima. Pegado a ella le hacía conocer lo muy excitado que me tenía y la madura sonrió perversa viendo el lastimoso estado en el que me encontraba. Se pegó más a mí removiendo maliciosa el vientre sobre el mío. Me ponía esa tía, una pedazo hembra de bandera y allí la tenía entre mis manos y deseosa por sentir cada una de mis caricias. Caí obnubilado bajo el hechizo de su mirada.

Seguíamos morreándonos con descaro y con mi mano busqué su entrepierna haciéndola correr sobre la delicada tela. Moviéndola arriba y abajo, intentando ir un poco más allá. Peleándome con la braguita la rozaba tratando malamente de llevarla a un lado. No hablábamos, tan solo mezclábamos las respiraciones del uno a las del otro cada vez más animados por lo que se avecinaba. Al tiempo, sentí sus manos vivarachas en busca de mi intimidad excitada. Palpándome con los dedillos por encima del pantalón, se apoderó de la hebilla que soltó con rapidez hasta conseguir dejarla libre. Luego el resto resultó mucho más fácil para la veterana experta en las artes amatorias. Yo solo me dejaba hacer, moviendo la mano por encima de la braguita que empezaba ya a notarse húmeda de sus jugos.

La mano vivaracha y experta alcanzó el miembro oculto todavía bajo el pantalón, removiéndola también arriba y abajo lo que la hizo lanzar un murmullo de aprobación acallado por los besos profundos que nos dedicábamos. Lengua contra lengua en el interior de su boca, la notaba húmeda y ardiente junto a la mía, mordiéndome pérfida los labios mientras con la otra mano me estrujaba con fiereza el trasero.

Mirándonos divertidos a los ojos, entregados a la ardua faena que nos traíamos entre manos, enganchándole yo los labios y dándome ella la lengua tras un breve sollozo placentero escapando de su boca entreabierta por el deseo.

-          Quie… ro tu polla –exclamó poco antes de envolverle la boca en un nuevo beso prolongado y apasionado con el que perder el resuello.

Teniéndome ya bien cogido me masturbaba abiertamente adelante y atrás, resbalándole los dedos a lo largo del tronco. Suspirando mimosa cerró los ojos entregada al enésimo de nuestros besos, Al momento nos separamos, apretándose ella los labios como mejor forma de soportar la lujuria terrible que la dominaba. Mientras y por abajo los dedos corrían con rapidez a todo lo largo de la horrible erección.

-          ¡Qué duro estás cariño! –ponderó sin dejar un segundo de remover la mano con fiereza y delicadeza al tiempo.

Una y otra vez, haciéndose entre los dedos al tamaño creciente que su experiencia había logrado hacerme llegar. Las respiraciones alteradas quedaban aplacadas con cada nuevo beso. En mi total descontrol me abalancé sobre la mujer, cayendo mis labios en el cuello para ofrecerle un atrevido chupetón que le arrancó un estremecimiento por todo el cuerpo.

-          ¡Sí muchacho, eres malvado! –susurrando junto a mi oído noté la mano de largos dedos acariciarme la nuca con suavidad infinita.

La vi morderse los labios y con un nuevo beso cerrar la boca y continuar pajeándome con fuerzas renovadas. La ayudé con mis manos a tirar la ropa del pantalón a los lados y entonces sí todo aquello quedó a su capricho. Echando la vista abajo observó mi polla con un punto de malicia. Adelante y atrás, tomado por completo con la mano el placer se acrecentaba en mí con cada nuevo movimiento arriba y abajo que me daba.

-          Sigue, sigue así… lo haces de maravilla.

Y ella continuó de aquel modo agradable y minucioso, masturbándome rápido primero para luego hacerlo mucho más despacio entre los débiles gemidos que mi boca producía. Comiéndonos las bocas, llevados por la pasión y la lujuria nos deseábamos con locura. Un lamento le escapó al apartar la boca de la mía que buscaba atraparla sedienta de sus besos. Pero eso me hizo caer sobre la orejilla que chupé y lamí entre los grititos satisfechos y llenos de deleite con los que la mujer recibía la depravada caricia. Se la comí pasándole la lengua por toda ella, temblando la madura hecha un flan al sentirse las ancas apretadas de manera procaz por mis dedos.

Las manos en sus pechos nos morreábamos con desenfreno, mezclando las salivas, raspándome la lengua entre sus dientes blanquecinos y bien cuidados. Y al tiempo me pajeaba sin descanso, excitándome con el roce de sus dedos, haciéndole callar con mi boca sus murmullos de deseo mientras me lo hacía. Con mis dedos la ayudaba en su tarea tratando de deshacerme del pantalón buscando llevarlo abajo.

Se agachó al fin, la polla entre sus manos y las miradas cruzadas la una con la otra. Empezó a lamerla apoyándola suavemente en la lengua que sacó lasciva pasándola por los labios al juguetear encima del grueso champiñón elevado y deseoso de caricias.

-          Cómemela –mi voz se hizo un leve lamento por encima de su cabeza.

Sus grandes ojos clavados en los míos, abrió la boca aún más para acabar metiéndosela finalmente en la boca. Temblé de emoción y creí que las piernas me fallaban ante tan maravillosa imagen como me ofrecía la experta madura. Envolviéndola con los labios, entrecerrando los ojos para volver a abrirlos al dejarla libre. Y de nuevo la lengua recorriendo el glande ya brillante de sus babas, la sonrisa maliciosa al pasarlo y repasarlo por encima de la traviesa lengüecilla que me mostraba con su peor intención. Nuevamente adentro tragando hasta donde podía que ciertamente era mucho. Desde luego no la dejaba ir, chupando y succionando un largo rato entre los gemidos y murmullos débiles que mis labios dejaban ir. Me tenía en la gloria, nunca Sandra ni ninguna de las otras chicas con las que había estado habían logrado llevarme a ese estado tan cercano al nirvana. Intenté concentrarme en otra cosa o no tardaría en correrme como un bendito sobre esa boca hecha pura pasión.

Las manos en los muslos y sin necesidad de ellas, me chupaba y comía a buen ritmo, lento y rápido, adelante y atrás arrancándome gemidos placenteros gracias al juego que se llevaba con lengua y labios. Ella siguió y siguió ajena a mi delirio, moviendo la boca en círculos alrededor del objeto que tanto apetecía. Murmurando su placer de manera ahogada, se llenaba la boca hasta donde podía consiguiendo en más de una ocasión comérsela entera lo que me hizo echar la cabeza atrás clavando la mirada en el blanco techo. Susurré palabras que ahora no recuerdo pero que seguro eran de placer infinito ante el roce continuo con el que me obsequiaba. Tan pronto los ojos cerrados y en blanco como entreabriéndolos levemente para observar mi gesto angustiado por la satisfacción.

Se la sacaba y de nuevo adentro, los dos en silencio tan solo los mínimos gemidos que mi boca producía acompañaban la cálida escena. Recorriendo el tallo a todo lo largo, de abajo arriba y de arriba abajo hasta acabar en los huevos que me dolían de tantas ganas como reprimía para no descargar. Los chupó golosa, metiéndoselos en la boca, golpeándolos luego con pequeños roces de la lengua que me hicieron vibrar sin remedio.

-          Me gusta tu polla muchacho.

Eso sí me hizo sentir importante, que una tía como aquella me dijera algo así consiguió hacerme crecer el ego de forma desmesurada. Cerré los ojos fuertemente, entregado a la tierna caricia con la que me complacía su boquita golosa y hambrienta, dejando deslizar la lengua a lo largo del tallo venoso y palpitante. Una vez más esa sensación de perder la fuerza en las piernas. Pero ella no se detuvo. Al contrario continuó maltratándome de la mejor manera posible, tan pronto hundiéndola entre sus fauces como dejándola escapar con un ardiente ronroneo con el que demostrar el ansia que por mí sentía.

Agarrándome de las nalgas para llevarme hacia ella, la mano de largas uñas acompañando el movimiento de la boca, adelante y atrás, los ojos sin apartarlos de mi mirada borrosa al succionar y lamer por encima del glande del que ya escapaban los primeros líquidos seminales. Se detuvo, saboreándolos y devorándolos al tragar el largo instrumento. Cambió ahora a un ritmo mucho más lento y preciso, tomándose su tiempo, jugueteando la punta de la lengua entre el constante y turbio murmurar que ayudaba el lento roce. Subiendo la lengua muy lentamente por el tallo elevado que mi miembro erecto presentaba. Ni tan siquiera necesitaba de sus dedos, tan excitado me tenía. Lo observó con su sonrisa aviesa que ya tan bien conocía.

-          Madre mía, cómo te has puesto… –relamiéndose de gusto al pasar la lengua humedeciéndose los labios.

Y de nuevo a la boca, chupando y succionando de ese modo lento con el que llevarme a la gloria. Yo solo podía apoyarme en la barra, aguantando el tormento de aquella boca malvada y afable al tiempo. La rozó levemente con los dientes provocándome una emoción desconocida hasta entonces. El roce de los dientes sobre la piel sensible era algo hasta entonces nunca vivido por mi miembro delicado y mi cerebro llenos de tensión mal reprimida.

Viéndola abrir la boca, la tomé de la cabeza empezando a moverme adelante y atrás llenándola la boca con el grueso músculo. Follándola yo con mi movimiento rápido de riñones con el que ahogarla cada vez que se la daba. Ella abría la boca complacida, recibiendo el largo animal entre callados gruñidos al notarla entre los labios.

-          Joder, joder… me harás correr –anuncié con un mínimo susurro.

-          ¿No puedes más pequeño? –preguntó sacándosela no sin antes rodearme con un movimiento circular de la lengua.

La boca abierta, chupaba y lamía como si no hubiera un mañana. Era evidente que no me iba a dejar escapar tan fácilmente, toda una ninfómana se me había cruzado aquella noche y yo solo pensaba en disfrutarlo todo lo que pudiese. Mi rápido respirar acompañaba cada roce de su lengua a lo largo del sexo, los pantalones ya a media pierna y aquella maravillosa mujer que me ofrecía la mejor noche que uno imaginar pudiera. Adentro y afuera, no sé cómo aguantaba todo aquello. La imagen de aquella boca abierta y fresca de dientes menudos, los grandes ojos oscuros reclamando más y más, la mano deslizándose adelante y atrás en su lenta masturbación. ¡Qué cabrona y qué bien lo hacía la muy ladina!

Media polla en el interior de su boquita, rodeándola con la lengua y luego metiéndosela hasta el final aguantando el aliento y dejándola escapar finalmente. La masturbó con la mano, apoderándose de los huevos que lamió y chupó para enseguida subir arriba con la lengua. Muy despacio para así ayudarme a soportar el roce constante al que me sometía. Suspiraba y sollozaba entre dientes, descansando más en la barra que me servía de apoyo y alivio. Los ojos en blanco de la mujer me embelesaban, aplicada a la labor de la felatio con que me complacía. Empujé contra ella follándola lentamente, hundiéndome en la boca y viendo su rostro contraerse por la fuerza del miembro hinchado. Al fin me soltó dándome un breve respiro. Tomándola de la cabeza la hice poner en pie para besarnos apasionados y con un punto de necesidad malsana.

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Ayudada por él me levanté ofreciendo al chico el descanso que tanto necesitaba. No quería que se corriese todavía, además que por mi cabeza corrían un montón de buenas ideas a aplicar por ambos. Nos besamos de manera salvaje, comiéndonos las bocas, morreándonos entre murmullos ahogados por la lujuria que nos movía. De manera autoritaria me hizo volver de espaldas a él, bajando las manos a las caderas para pronto subirme la falda dejando el culito al aire. Me lo chupó y mordió disfrutando su plena desnudez, besando una nalga con devoción que yo le brindaba echando el trasero aún más hacia su boca.

Con las manos me bajó muy lentamente las blancas bragas de encaje que había elegido para la ocasión. Volviendo a apoderarse de la nalga que mordió y besó con suavidad deliciosa. Gemí ante tan amable caricia removiendo el culillo contra su boca de gruesos labios.

-          Bésame cariño, así muy bien… sabes bien cómo hacerlo…

Poco a poco, las bragas fueron cayendo piernas abajo hasta que con un golpe de pie conseguí dejarlas reposar a mi lado. La boca jugando entre mis cachetes con la peor intención, metiendo la boca entre ellos para después dedicarme un beso sonoro en el trasero prieto y levantado. De nuevo el silencio se había apoderado del local, escuchándose tan solo los besos de la boca hambrienta sobre el redondo bronceado de las  posaderas, ¡Me encantaba!

Besándome al provocarme un gimoteo divertido ante el roce perverso que sus labios producían. Sigue sigue –pensaba sin llegar a decírselo en voz alta. Abriéndome los cachetes se introdujo entre ellos alcanzando de ese modo el coñito que tanto deseaba maltratar. Gemí ahora en voz alta, respingando y elevándome hacia arriba sin control de lo que hacía. Sintiendo el roce rasposo de la lengua entre las piernas, chupándome y lamiendo lo que podía de la vulva encharcada de mis jugos.

-          Mmmmmm, ohhhhhhhh.

La mirada se me nublaba cada vez que esa lengua me corría encima de la rajilla. Apretándome los labios rabiosa aguantaba de la mejor manera posible el ataque descarnado con el que me satisfacía. Sigue muchacho sigue –removiendo el culillo murmurando mi placer de manera ahogada. Pasando la lengua a todo lo largo, humedecía la zona alrededor del coñito y del agujero estrecho del ano. Regalándome delicados golpeteos de lengua con los que hacerme brincar de puro gusto. Acabó su tarea con dos besos sonoros en cada  una de las nalgas, repasándolas con las manos al apretarlas con fiereza mal disimulada.

-          Fóllame nene, quieres…

Doblando la pierna la dejé colgar en el aire. Ofrecida a mi joven amante me la hizo levantar cayendo apoyada en la barra. Ya me tenía perfectamente lista para lo que ambos pretendíamos.

-          Métemela anda, me muero de ganas por que lo hagas.

Así pues y sin hacerse de rogar, le vi cogerse la polla y llevarla entre mis piernas buscando la penetración deseada. Me sentía tan mojada que seguro no le costaría nada hacerlo. Con un suave movimiento me noté llena de él quedando unidos el uno al otro en comunión perfecta. Girándome hacia mi hombre, gemí fuertemente al sentir el golpe con el que me cubría. Los rostros tan cercanos, el aliento excitado se mezclaba en el inicio del tenso coito. Grité ahora sin poder evitarlo, cerrando los ojos ante lo violento del empuje masculino. El chico se movía con rapidez, de forma rotunda y fácil gracias a lo resbaladizo de mi entrada. Clavándose hasta el final, pudiendo notar los huevos cargados pegados a mi trasero.

-          Con fuerza, así así con… tinúa.

Cogiéndome de la cintura para llevarme contra él, empujaba con violencia inaudita, adelante y atrás, centímetro a centímetro y hasta lo más hondo de mi ser. Yo gimoteaba, sollozaba herida por el ardiente arpón, enterrándose sin descanso y de ese modo me corrí por vez primera sin que el muchacho frenase por ello su rápido avance.

-          Me corro, me corro… continúa, con… tinúa, es tan maravilloso.

Su boca junto a mi cuello, cubriéndolo con lo cálido de su respiración desbocada. Y siguió y siguió sin mostrar cansancio alguno ante lo violento de la follada.

-          Fóllame, fóllame… me encantaaaaa.

Bien cogida de la cintura me tenía a su merced y yo lo disfrutaba sollozando desconsolada, quemándome las paredes ante lo brusco de las entradas. Quedó quieto unos instantes pero no por mucho tiempo, reanudando el folleteo de manera lenta y pausada. Lo agradecí reprimiendo el aliento y dándole la boca para que la besara. Nos besamos abriendo yo la boca para unir las lenguas húmedas por el afán carnal. Los ojos en blanco un nuevo orgasmo crecía en mi interior, bajándome el chico la cazoleta del sujetador que el jersey subido dejaba entrever.

-          Deprisa, deprisa… me vas a hacer correr otra vez…

Una explosión en mi cabeza me hizo perder el sentido unos instantes. Entre las piernas un torrente incontenible se apoderó de mi persona, subiéndome columna arriba para acabar explotando en mi cerebro cansado. Me besó con suavidad, aplacando de ese modo fascinante lo implacable de la sensación que me consumía.

Haciéndome sentar en el taburete cercano volvimos a la carga sin reposo alguno. Abierta de piernas y ofrecida por entero, acercó la boca enterrándome la lengua entre los labios inflamados. Lamiéndome y lengüeteando sobre la abertura rosada que le recibía empapada y dichosa. Lamió y chupó haciéndose ahora con el clítoris diminuto y excitado lo que me hizo gritar encogida sobre mí misma. Las piernas colgándome, le tenía allí entre ellas rozándome y envolviendo el sensible botón con los labios. Gimoteaba vencida hacia atrás, sin apartar un momento la mirada de la diabólica cabeza que tanto placer me daba. Le pedía más y más, no pensaba en otra cosa que no fuese que siguiera. Y él me lo daba saboreando el aroma de mis jugos, embebido en el néctar continuo que mi sexo hecho manantial le entregaba. Rodeando el clítoris para luego correr la lengua a lo largo de la rajilla abierta, enterrándola mínimamente en el interior de la vagina.

-          Sigue, sigue… me vuelves loca cariño –no podía más que decirle mientras pataleaba en el aire sin encontrar acomodo ni consuelo.

La nariz friccionando levemente contra el vello del pubis, el chico aspiraba los aromas penetrantes que mi sexo despedía. Mi mirada cansada se cruzó con la suya, viéndole succionar de manera golosa, corriendo la lengua por la flor rosada que se abría complaciente a la caricia.

-          ¿Le gusta señora?

-          Oh claro que me gusta maldito… continúa, continúa como lo haces –susurré en un suave bisbiseo, tan pocas fuerzas me quedaban.

La mano descansando en su cabeza, enredé los dedos en el cabello ondulado y bien cuidado llevándolo con fiereza entre mis piernas. El dulce tormento continuó en forma de lentas y encantadoras caricias besándome el interior de los muslos, subiendo por los mismos con lentos besitos hasta acabar hundido una vez más en el mojado tesoro. Me moría, moría de placer, un cálido deleite recorriéndome el tenso cuerpo.

Fue cuando se puso en pie y cogiéndose el miembro erecto lo pasó entre los labios imitando el roce de la copula. Y enseguida lo sentí dentro penetrándome de un solo y certero golpe. Sollocé herida en lo más profundo de mi ser, los ojos entrecerrados y reclamándole mayor empuje. Comenzó a follarme de manera brusca, entrando y saliendo y escapando en una de esas de mi interior de tan fuerte que percutía, Entre los dos volvimos a llevarla dentro, cerrando yo fuertemente los ojos ante lo salvaje del impulso. Mi joven acompañante bramaba con cada nuevo golpe de riñones con el que se enterraba entre mis paredes irritadas.

-          ¿Te gusta pequeña?

-          Claro, me encanta como lo haces… vamos continúa más fuerte.

Mientras tanto, yo misma me masturbaba buscándome el clítoris con los dedos. La polla encabritada por el deseo empujaba violenta arrancándome suspiros prolongados de evidente sorpresa.

-          Fóllame, fó… llame -no dejaba de pedirle entre súplicas entrecortadas por el arrebato del momento.

Apretándome los labios, me los mordía con fruición como mejor forma de soportar el terrible empeño con el que el joven me satisfacía. Adentro y afuera, clavándose y desclavándose provocando en mí débiles ayes de puro placer. Era tan magnífico que solo podía dejarme llevar por su violencia desmedida. El coñito me quemaba, me ardía gracias al eje infame que no dejaba de enterrarse haciéndome notarlo en toda su presencia. Con los dedos le acaricié los huevos, volviendo a notarle bramar en su alterado estado de macho dominado por la locura infinita. Pegados el uno al otro nos besábamos sin saber muy bien lo que hacíamos, entregados a lo salvaje del arrebatador polvo que disfrutábamos. El chico bufaba sin control y yo le acariciaba los cabellos por detrás mientras notaba mi sexo abrirse al miembro masculino de manera desvergonzada.

La pierna reposándole en el hombro, la follada resultaba cómoda y fácil para ambos. Tan fuerte me daba que parecía iba a levantarme por los aires. ¡Maldito muchacho, qué bueno era! Un orgasmo y otro más se apoderaron de mi persona, sollozando y gritando entre continuos estertores ahogados mis jadeos llenaban la estancia.

-          Tómala, tómala toda –bramaba al quedar enterrado por entero en mi pobre coñito.

Me besaba amoroso la rodilla silenciando así su respiración irregular. Tan salvaje me follaba que creí mi joven amante iba a explotar. Pero afortunadamente no fue así manteniendo no sé cómo la fuerza inagotable de la copula.

Salíó de mi interior cayendo una vez más entre las piernas, lamiendo y devorando el dulce flujo de mi deleite. Elevándome el trasero mostrándose dominante, se dedicó a chupar el agujero trasero haciéndome aullar con el depravado roce.

-          Ummmmmm –qué gusto el que sentía en esos instantes, echada atrás y disfrutando el ir y venir de la lengua por los alrededores del estrecho agujero

Del ano pasaba adelante, lamiendo y golpeando esta vez el tierno botón de mi placer, rozándolo con la lengua húmeda lo que me hacía sollozar en mi delirio. De un lado al otro, tan pronto hundiendo la lengua en mi coñito como intentando meterla en el canal cerrado que era mi ano. Yo no sabía dónde agarrarme, las manos resbalándome por el taburete o bien atrapando la cabeza del chico para ahogarle en mi entrepierna. Se levantó y nuevamente volvimos a las andadas, clavándose poderoso y firme aprisionado por las paredes de mi encharcado sexo. Desde mi posición, podía verle entrar y salir sin descanso mientras con los dedos me masturbaba el delicado clítoris dándome yo misma el placer que tanto necesitaba. Se movía muy lentamente como queriendo alargar el cálido encuentro que formábamos. Y yo se lo agradecía, allí abierta y con las piernas colgando en la mejor postura posible. Se hundía hasta el final, rebotando una y otra vez entre los gemidos de ambos. Sonidos y jadeos confusos, anunciadores de un aumento de la excitación con la respiración acelerada bajo el ritmo acompasado del coito. Adelante y atrás, adelante y atrás...

Me dio el dedo a chupar, ofreciéndome otro más que lamí envueltos entre los labios como si de una polla se tratara. Y no paraba de darme, una y otra vez, abriéndome las paredes con su lento batir. En voz baja le pedía que siguiera, suplicando mayor velocidad, jadeando inquieta y muy excitada. El muy bribón continuaba como si aquel ritmo lento le hubiera dado nuevas fuerzas en su constante empuje. Alargando los dedos le acaricié los huevos y eso le hizo gimotear complacido. Se los rocé, apretándolos ligeramente y notando lo muy duros que se encontraban. Los pechos fuera de sus cazoletas, los pellizcó arrancándome un grito furioso, pellizcándomelos entre los dedos de manera sorpresiva y sin esperarlo.

-          Me tiene loco señora…

-          Sigue, sigue… más fuerte, vamos más fuerte –los ojos en blanco y perdido el control de mí misma.

Enganchada de la cintura me follaba a su antojo, despacio deprisa, despacio deprisa según como mejor le convenía. Enterrado hasta el final quedamos quietos, cogida por el muslo y recibiendo sus besos al notarlo caer encima. Me dio la lengua que agarré con los dientes haciéndoselos notar.

-          Ven aquí –me invitó a levantar para, más alto que yo, cogerme por detrás y  ponerme de espaldas a él buscando los muslos rollizos con las manos.

-          Me encanta ese coñito –su voz vacilante junto al oído mientras los dedos se paseaban por la entrada tratando de horadarla.

Pataleaba enloquecida. Teniéndome cogida por los pechos froté la grupa contra su cuerpo. Eso excitó a mi joven compañero aún más. Vuelta hacia el chico nos besamos dándonos las lenguas, juntando los labios en un beso prolongado y sensual con el que perder el aliento. Estuvimos así unos segundos, saboreando la boca del otro y enredando las lenguas en un juego perverso y procaz.

Mi joven compañero se tumbó en el suelo con la lanza en ristre y esperando que le acompañara. Echando la pierna al lado y tirándome la falda arriba, le cogí la polla y montando encima quedé empalada por el recio músculo. Lancé un grito ahogado ante lo profundo del enlace. Pronto comencé a cabalgarle, moviéndome arriba y abajo de manera lenta y pausada. A horcajadas y con las manos apoyadas en el suelo me sentía cómoda llevando yo el ritmo de la follada. Él solo se mantenía quieto, tomándome de las nalgas que saltaban alborotadas bajo el influjo del ardiente retozar. Arriba y abajo, adentro y afuera y cada vez más rápido me encantaba lo incansable de ese miembro. Nuevamente me rocé el clítoris con los dedos, pasándolos sobre el vello rizado en un subir y bajar por toda la zona hasta volver a alcanzar el sexo dilatado. Me follaba a mi ritmo, lento y rápido y apoyada con firmeza en los pies que descansaban en el suelo ajedrezado.

-          Así muchacho así, tú sí que me tienes loca.... eres incansable –declaré sin dejar de cabalgarle en mi lento subir y bajar.

Con las manos en mis nalgas me tenía bien cogida, sin dejarme escapar en la total locura que a los dos nos dominaba. Dios, era perfecto… me había corrido un montón de veces y él ahí seguía dale que te pego. Las tetas me rebotaban tomadas entre las cazoletas del sujetador y el jersey que las aprisionaba. Jadeaba, sollozaba desconsolada sabiéndome próxima a un nuevo orgasmo. El calor bien conocido comenzaba a apoderarse de mi persona, notándolo crecer piernas arriba.

-          Me voy a correr, me voy a correr cariño… có… rrete, vamos có… rrete –le pedí de forma entrecortada.

Los suspiros y jadeos del uno se mezclaban con los del otro, aumentando la cadencia cansada de cada uno de nosotros. El chico bufaba, bramaba atrapado en mi salvaje cabalgar removiéndome  como desesperada entre continuos grititos de pura emoción. El orgasmo de ambos se avecinaba ahora sí imparable. Unos segundos más duramos, no mucho más. De pronto paré, tomando él el relevo empujando el interior de mi coñito con violencia inaudita. No conseguiría aguantar mucho más a ese ritmo machacón.

-          Me corro… me corroooooo –avisó al poco empujándome del culo para hacerme levantar con urgencia.

Quitándole la goma me lo llevé a la boca. Echada a su lado, se la comí pajeándole al tiempo con desenfreno, deseando que me lo diera todo y poder saborear el líquido amargo. La explosión fue violenta en forma de fuerte descarga con que llenarme la boquita. Tanto fue lo que se me vino encima que no pude evitar dejar escapar una pequeña parte del líquido blanquecino a través de la comisura de los labios. Con un golpe de garganta me lo tragué todo dejando al muchacho flipando en colores ante lo perverso de mi acto. Desde el suelo y volviendo a llevarme el miembro a la boca, lo chupé y lamí hasta dejarlo limpio de todo rastro de lo que allí había sucedido. Para finalizar me relamí de gusto, ronroneando mimosa al tiempo que le sonreía agradecida. Ciertamente debería volver mucho más por aquel interesante pafeto.

…………………………………………………………………………………………….

Me corrí en su boca, cayéndole parte del abundante líquido por la comisura de los labios ante lo abundante de la eyaculación. La experta madura supo guardarlo en la boca, saboreándolo con deleite en cada uno de sus gestos. Con una mueca pícara la vi tragarlo garganta abajo, antes de sonreírme perversa ante lo que imaginaba sería mi cara de profundo pasmo. Se estrechó los labios, humedeciéndolos con la lengua para dejarlos aparecer brillantes. Sin decir palabra y de nuevo llevándose mi polla a la boca, jugó y succionó un breve instante hasta dejarla limpia del líquido blanquecino y viscoso que todavía rezumaba por encima del tallo. Los ojos entrecerrados, no recuerdo una mejor imagen en mucho tiempo.

Marchamos de allí despidiéndose de mí con un simple beso, la noche aún cerrada sobre la solitaria ciudad. Al despertar por la mañana me di cuenta que ni siquiera sabía su nombre como ella no sabía el mío. Tan solo había sido un momento agradable de solaz sin preguntas por parte de nadie. Aunque me moría de ganas porque aquello pudiera repetirse algún otro día…

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