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Líos en el viaje del INSERSO.

en Sexo con maduras

Mi nombre es Carlos. Cuando sucedieron los hechos que voy a relatar, es decir, la primavera pasada, tenía veintitrés años y estaba estudiando el último año del grado en Sevilla. Soy de estatura media, moreno y bastante normalito físicamente.

Era el mes de abril y mi novia y yo habíamos cortado un mes antes. Los dos habíamos alquilado un pequeño apartamento para vivir y cuando terminamos ella se volvió a casa de sus padres y yo me quedé en el apartamento hasta cumplir el contrato que teníamos firmado.

Una tarde me llamó por teléfono mi tía Ana. Bueno ella no era realmente mi tía, sino la segunda mujer de uno de los hermanos de mi madre. Rondaría entonces los cuarenta y cinco, diez o doce menos que mi tío. Era una mujer morena, guapa y con un cuerpo espléndido que mantenía a base gimnasio. A mi tío lo habían prejubilado en el banco y por lo que decía mi madre estaba bastante insoportable. Ana no solía llamarme, mejor dicho no me había llamado nunca, así que me extrañó su llamada.

-              Hola Carlos, ¿cómo estás?

-              Hola Ana, bien, ¿pasa algo?

-              Nada importante. Verás, Manolo y yo –Manolo es el nombre de mi tío- habíamos contratado un viaje del INSERSO para finales de abril. Resulta que tu tío se ha lesionado con la manía que le ha dado por montar en bicicleta y tiene para un mes con la lesión.

-              No lo sabía, no me han dicho nada mis padres, dile que se mejore, que seguro que no es nada.

-              Gracias se lo diré. La cuestión es que no puede ir al viaje y yo no quiero perderlo. Tu madre me ha dicho que has roto con tu novia y entonces he pensado que te podías venir conmigo, así no voy sola y tú te olvidas de tu ex. ¿Qué me dices?

-              No lo sé, me coges de sopetón. ¿Dónde es el viaje?

-              A Almería, bueno a un pueblo de Almería, no me acuerdo si Garrucha, Vera o Cuevas, en fin un sitio de costa del norte de Almería.

-              ¿Cuándo es?

-              La semana de Feria, así que no tendrás clases. Ahorras dinero y te quitas de la cabeza a tu ex novia.

-              ¿Cuándo tengo que contestarte?

-              Lo antes posible para que me de tiempo a proponérselo a otro sobrino, en caso de que no quieras ir.

-              Te contestó mañana y gracias por acordarte de mí.

-              De nada y espero tu llamada.

Me quedé pensando. Ana me caía bien, me trataba como si tuviéramos la misma edad, era simpática y bastante divertida, desde ese punto de vista la cosa era favorable. Sin embargo, que el viaje fuera del INSERSO y yo seguramente fuera el único con veinte y pocos años no me hacía nada feliz. Por otra parte, no tenía ninguna gana de pasar la Feria sólo en el apartamento y podía aprovechar la semana para conocer esa parte de Almería, que no conocía. Al final le vi más ventajas que inconvenientes y le dije a mi tía Ana que iría.

-              Hola Ana, he pensado que sí, que te acompaño.

-              Estupendo Carlos, lo vamos a pasar muy bien. Cuando sepa la hora y sitio de salida te llamo y te lo digo.

Dos o tres días antes de la salida me llamó Ana.

-              Hola Carlos. Ya me han confirmado que saldremos desde el Aeropuerto a las nueve de la mañana. El viaje es en autobús y en principio llegaremos a la hora de comer.

-              Vale, perfecto.

-              Una pregunta, ¿eres muy vergonzoso?

-              No demasiado, me imagino que lo normal. ¿Por qué?

-              Por nada. Te recojo en un taxi sobre las ocho para ir juntos al Aeropuerto. Llévate ropa de verano, parece que allí va hacer calor esos días.

La conversación con Ana me pareció un poco rara. ¿A qué venía preguntar si era muy vergonzoso? Supuse que sería por tener que compartir habitación, sin embargo, había compartido muchos años habitaciones de hotel con mis padres y sólo era cuestión de organizarse.

El día antes de la salida vino a verme Cristina, mi ex novia. Decía que se había dejado unas cosas suyas en el apartamento y quería recogerlas. Cristina era una chica atractiva, tal vez demasiado atractiva, pero un poco paranoica. Habíamos roto porque se le había metido en la cabeza que yo tonteaba con cualquier chica, lo cual no era cierto o al menos no la cantidad de veces que me lo echaba en cara. A mí me gustaba ella y la quería, salvo cuando empezaba a decirme que si miraba a una o a otra o que hablaba demasiado con tal o cual amiga.

Dio la casualidad de que cuando llegó, sobre las ocho de la tarde, estaba en el apartamento una vecina recién separada muy vistosa, vamos muy maciza, que me recordaba mucho físicamente a mi tía Ana. Se había mudado hacía una semana y quería que le explicara algunas cosas del funcionamiento de los apartamentos y de la comunidad.

-              Buenas tardes Carlos, te importa que pase para recoger las cosas.

-              Hola Cristina, no me importa en absoluto, lo que pasa es que he mirado y no he visto nada que sea tuyo. Entra y me dices que cosas son.

Cuando entró se topó con la vecina, Julia, que estaba sentada en el sofá.

-              Julia, una vecina –le dije a Cristina, que la miró con cara de pocos amigos-.

-              Son estos dos libros –me dijo Cristina señalando dos libros que había comprado yo-.

-              Esos libros los compré yo –le contesté-.

-              Pero para regalármelos.

Durante la discusión Cristina miraba a Julia cada vez con peor cara. Decidí cortar por lo sano.

-              De acuerdo, si tú recuerdas así las cosas, llévatelos. No voy a discutir contigo por dos libros. –Cogí los libros y se los di-. ¿Quieres algo más?

-              Sí, que seas menos cabrón –me gritó mirando a Julia-.

-              Y tú menos paranoica. Adiós Cristina.

Logré que se fuera y volví con Julia para terminar de decirle lo que quería saber.

-              Lo  siento –le dije a Julia-.

-              No tienes nada que sentir, son cosas que pasan cuando las parejas se rompen. Si yo te contara las discusiones con mi ex por los trapos sucios de cocina, no te las creerías. Pero ella no venía por los libros, venía a por ti y cuando me ha visto aquí se ha enfadado mucho.

-              ¿Tú crees?

-              Lo creo no, lo sé. He notado su cambio de actitud cuando me ha visto y cómo sus miradas eran cada vez más malintencionadas.

-              Es posible, ha sido siempre muy paranoica con los celos.

-              Igual en este caso estaba acertando. –Julia acercó su boca a la mía y me besó. No me lo esperaba y me quedé paralizado-. ¿Te molesta que te bese?

-              No, pero no me lo esperaba.

Ella volvió a besarme y yo se lo devolví. Tenía una boca muy suave y besaba de maravilla, su lengua se movía con la mía como si se conocieran de toda la vida. De los besos pasamos a los magreos. Ella metió sus manos bajo mi camiseta acariciándome la espalda y yo le correspondí acariciando su cintura.

-              ¿Te apetece que lo hagamos o prefieres dejarlo así? –Le pregunté-.

-              Llevo demasiado tiempo sin hacerlo como para dejarlo así.

-              A mí me pasa igual, he estado en secano desde antes de romper con Cristina.

-              Además, tengo que compensarte por el polvo que ella te iba a echar esta tarde.

Seguimos besándonos un poco más hasta que le dije que pasáramos a la cama. Nos levantamos y aproveché para empezar a desnudarla. Le desabroché la blusa que llevaba y apareció un esplendido par de tetas embutidas en un sujetador negro. Se las besé.

-              ¿Te gustan? ¿No están ya un poco caídas?

-              Son espléndidas Julia.

La abracé para poder quitarle el sujetador, mientras ella me soltaba los pantalones. Tenía unas areolas grandes y rosadas y unos pezones medianitos pero muy largos y duros. Ella deslizó su mano bajo mis boxes y agarró mi polla que estaba como un palo.

-              Tienes una polla muy gustosa. ¿Desde cuándo te depilas?

-              Desde que se empeñó Cristina hace unos meses.

-              No he estado nunca con un hombre depilado. Mi ex decía que eso es de maricones. Pero yo creo que todo lo contrario. Me gusta mucho lo suave que lo tienes todo.

Mientras ella seguía sobándome el nabo y los huevos yo le bajé la cremallera lateral del pantalón que llevaba. Me separé de ella para besarle las tetas y la ligera barriguita que tenía.

-              No me mires la barriga, estoy gordísima.

-              Estás buenísima y me gusta tu barriguita, te hace una mujer todavía más atractiva.

Ella me quitó la camiseta y besó mis pezones. Le cogí el culo con ambas manos. Era más grande que pequeño y no demasiado duro. Me arrodillé para quitarle los zapatos y los pantalones. Llevaba un tanga también negro a juego con el sujetador. Le besé el chocho por encima del tanga. Olía a mujer caliente. Me levanté y ella se agachó para quitarme los pantalones, mientras yo le acariciaba la cabeza y los hombros. Nos tumbamos en la cama.

-              Eres una mujer espléndida. Nunca he estado con una mujer madura y la verdad es que me encanta.

-              Yo tampoco he estado con un yogurín como tú, me siento un poco pervertida y eso me gusta. Espero que no sea la última vez que esté con uno.

Volvimos a besarnos y a sobarnos. Me puse de rodillas a sus pies para quitarle el tanga. Tenía un triángulo grande de pelo bastante recortado en el chocho.

-              Ve despacio que quiero disfrutarlo. –Me dijo-.

Me quedé admirando su preciosa desnudez y por un momento pensé que mi tía Ana debía ser muy parecida. Me quité de la cabeza la idea, no me parecía bien tener fantasías eróticas con los miembros de la familia. Volví a besarla y fui bajando besándole primero las tetas y después toda su barriguita. Ella suspiraba con mis besos. Luego la puse boca abajo para admirar su espalda y su culo. Le fui dando suaves bocaditos por toda la espalda hasta llegar a su culo.

-              Tienes un culo de infarto. Me gusta más que el culo de la mayoría de las chicas con las que he estado.

-              ¿Has estado con muchas chicas?

-              No me puedo quejar.

Los besos y los bocaditos sobre sus nalgas hicieron que aumentara el volumen de sus gemidos. Le encajé la polla entre las nalgas, me tumbé sobre ella y metí mis manos bajo su cuerpo para agarrar sus tetas.

-              ¿Y tú has estado con muchos hombres?

-              Ahora me doy cuenta de que con menos de los que me gustaría. Parece mentira, pero cuando te separas empiezas a enterarte de que tus amigas casadas se han acostado con unos y con otros y que tú has hecho el pardillo durante años. Túmbate boca arriba.

Lo hice. Ella se incorporó y se puso de rodillas entre mis piernas. Me quitó los boxes y tras sobarme la polla y los huevos me la estuvo lamiendo suavemente hasta que se la metió en la boca. Me puse dos almohadas detrás de la cabeza para poder verla, además de sentirla. Me la habían comido pocas veces y nunca de la forma que Julia lo estaba haciendo.

-              ¿Quieres que hagamos un “69”? –Me preguntó-.

-              Me encantaría.

-              Algunos hombres no quieren hacerlo, no les parece suficientemente varonil comerle el chocho a una mujer.

-              Pues yo no soy uno de esos.

Se dio la vuelta y se colocó sobre mí. Le abrí el chocho con las manos y puse en marcha mi lengua desde su clítoris hasta su ojete. La labor de Julia en mi polla me estaba calentando enormemente.

-              Julia, si sigues me voy a correr.

-              Yo también, sigue lamiéndome el clítoris y no voy a tardar más de un minuto.

Seguí lamiéndoselo y presionándoselo suavemente con el dedo. Noté que empezaba a correrse antes de que me dijera:

-              ¡Sigue, sigue, por Dios que rico, no pares que va a ser muy largo!

-              Julia me voy a correr.

-              Córrete en mi boca.

Siguió chupándomela hasta que termine de eyacular. Luego dejó el semen sobre mi barriga.

-              Me gusta sentir en la boca la eyaculación, pero no me gusta tragarme el semen.

-              Julia ha sido fantástico.

-              Para mí también. Estábamos los dos demasiado calientes para aguantar mucho más. –Dijo poniéndose a mi lado y poniendo una de sus piernas sobre las mías.

Nos quedamos así un buen rato disfrutando la laxitud de después de un buen polvo. Yo le acariciaba suavemente sus tetas y ella mis depilados huevos.

-              La gente de mi edad no quieres preludios ni caricias, quieren follar y ser follados sin más. –Le comenté-.

-              Pues se pierden lo mejor.

-              Eso creo yo. Tendré que ducharme, ¿te apetece que lo hagamos juntos?

-              Claro, una buena ducha te repone.

Nos levantamos y fuimos hacia el baño. Mientras salía el agua caliente se sentó en el inodoro y orinó. Cuando terminó cogí un trozo de papel y le limpié la gotita del chocho.

-              Es la primera vez que alguien me limpia después de orinar. Me ha encantado, se lo voy a pedir siempre a mis amantes.

En el plato de ducha nos enjabonamos el uno al otro y volví a tener una erección. Era un placer acariciar a Julia por todo el cuerpo con la suavidad que daba el agua y el gel. Nos secamos al terminar y volvimos al sofá.

-              Creo que me queda algo de vino blanco, ¿quieres una copa?

-              Si hay para los dos sí.

Serví las copas y me senté con ella en el sofá, sin que se me bajara la erección de la ducha.

-              Julia eres una mujer preciosa. ¿Qué pasó para que te separaras?

-              Mi marido me engañó con una lagarta, a la que no se le ocurrió otra cosa que irlo contando por ahí hasta que llegó a mí. Primero creí que era tonta, después me di cuenta que no, que lo había hecho con toda la intención para romper mi matrimonio.

-              Valiente zorra.

-              Pues sí, pero así son las cosas. De todas formas ya no estábamos bien, la ruptura iba a ser un año u otro.

La volví a besar en la boca y ella me devolvió el beso.

-              Veo que tu depilada polla quiere más guerra. ¿Echamos el segundo?

-              Por mí encantado.

Se sentó sobre mí en el sofá, haciéndome una suave paja. Yo alternaba besarla en la boca y en las tetas mientras le acariciaba el culo.

-              Eres muy delicado haciéndolo y eso me gusta mucho.

-              Tú también eres muy delicada y sensual.

Se movió hasta que se metió mi polla en el chocho.

-              Uuumm, que gusto –me dijo cuando la tuvo entera dentro-. No te corras dentro, que no estoy tomando anticonceptivos.

Con toda la polla dentro se movía adelante y atrás produciéndome mucho placer. Empecé a sobarle el clítoris con el dedo gordo, sin dejar de acariciarle el culo con la otra mano.

-              Me gusta mucho que me masturbes a la misma vez que me follas.

-              Y a mí el balanceo que haces.

Seguimos así besándonos a la misma vez. Me estaba encantando follar con Julia era pasional, pero a la misma vez tranquila, como queriendo prolongar el placer.

-              Carlos me voy a correr otra vez, pensarás que soy una salida.

-              Pienso que eres una espléndida mujer pasional.

-              ¡Sigue así, sigue con tu dedo en mi botón del placer, uuuhhmm, que bueno, que gusto…!

Se corrió sin dejar de balancearse. Yo también estaba ya a punto. La atraje hacia mí para sacar mi polla de su chocho y me corrí sobre su culo y su espalda.

-              Gracias por acordarte de sacarla, a mí se me había olvidado con el gusto.

-              Gracias a ti por estos dos magníficos polvos.

-              Huy que tarde, más de las diez. Todavía tengo que hacer algunas cosas y mañana me levanto temprano. –Dijo mirando el reloj-.

-              Yo también me tengo que levantar temprano y todavía no he hecho la maleta.

-              ¿Te vas de viaje?

-              Sí y si te digo el viaje te vas a morir de la risa.

-              Dímelo que necesito reírme después de los meses que llevo.

-              Me voy con una tía mía a un viaje del INSERSO.

-              ¿Cómo? –Preguntó partiéndose de la risa-.

-              Mi tío se ha lesionado y no puede ir y mi tía no quiere ir sola.

Se puso de pie y yo fui por una toalla para limpiarle de semen la espalda y el culo. Mientras se vestía me dijo:

-              Espero que no sea la última vez. La próxima vez traeré una botella de vino.

Nos besamos y se fue. Me volví a sentar en el sofá pensando en Julia, había pasado una tarde fantástica con ella. Lo de las mujeres maduras había sido todo un descubrimiento. Hice una pequeña maleta y me fui a dormir.

A la mañana siguiente esperé a Ana en el portal. Me recogió puntualmente. Venía muy guapa, la miré sin que ella se diera cuenta y en efecto se parecía mucho a Julia. ¿Sería Ana igual de sensual que ella? Luché por quitarme esa pregunta de la cabeza.

Media hora antes de la salida habíamos guardado las maletas en el autobús y estábamos en la puerta fumando un cigarrillo. Poco a poco fueron llegando el resto del grupo. La mayoría eran parejas más jóvenes de lo que yo esperaba. Ellos como media rondarían los sesenta años y ellas entre cincuenta y cincuenta y cinco. Todos en general con bastante buen aspecto y curiosamente bastante morenos para la época primaveral que era. En cualquier caso mi tía y yo éramos los más jóvenes con diferencia. Diez minutos antes de las nueve llegó el grueso del grupo, según nos enteramos venían en avión desde Valencia, por eso la salida era desde el aeropuerto. Ana había tardado poco en entablar conversación con unos y con otros.

-              ¿Viene sola? –Le preguntó a una señora guapetona como de cincuenta y tantos años-.

-              No, lo que pasa es que mi sobrina va directamente al hotel. Ella trabaja por allí y era una tontería que viniera hasta aquí para luego volver allí.

Mientras hablaba la señora no dejaba de mirarme, lo mismo que había notado en otras mujeres y hombres del grupo. Por fin nos montamos todos en el autobús. Ana me dijo que me sentara en la ventanilla para que ella pudiera seguir hablando durante el viaje con otros miembros del grupo. Casi no habíamos salido de Sevilla y Ana conversaba animadamente con la pareja del otro lado del pasillo.

-              ¿Es la primera vez que viene a este tipo de viajes? –Le preguntó a Ana una mujer con un fuerte acento valenciano-.

-              No, mi marido y yo somos asiduos desde que le jubilaron. Lo que pasa es que este año vengo con un sobrino, porque él tiene una pierna lesionada. –La señora sacó la cabeza para mirarme detenidamente-. ¿Para vosotros es la primera vez?

-              Sí y estamos un poco nerviosos, somos nuevos en todo esto, pero estamos muy ilusionados. –Contestó volviendo a sentarse normalmente-.

Ana siguió conversando y yo me quedé medio dormido pensando en Julia y el buen rato que habíamos pasado. Me desperté en una parada del autobús en Loja. Debido a la ensoñación con Julia tenía una medio erección un tanto indiscreta, esperé a que se me bajara para salir del autobús. Tomamos un café y volvimos a emprender la marcha.

-              Carlos se me olvidó comentarte un detalle del viaje. –Me dijo Ana en voz baja-.

-              Bueno, dímelo ahora.

-              Verás, tu tío y yo hace años que somos naturistas.

Me quedé mirando a mi tía bastante sorprendido. No tenía ninguna idea de cómo debían ser los naturistas, pero no me lo podía haber imaginado con lo tradicional que parecía mi tío y lo asiduo que era a las hermandades y las historias de Semana Santa.

-              No tenía ni idea, pero en fin cada uno puede ser lo que quiera, mientras no haga daño a nadie y, que yo sepa, ir desnudo no hace daño.

-              Me gusta que pienses así, no esperaba otra cosa de mi sobrino favorito.

No pude evitar que la imagen de Ana desnuda, tomando el sol en la playa, se me pusiera delante como si fuera una foto.

-              ¿Por qué me cuentas eso ahora y qué tiene que ver con el viaje?

-              Ambas cosas están relacionadas, resulta que este es un viaje naturista.

Me quedé petrificado. ¿Cómo que era un viaje naturista? ¡Y Ana creía que eso era un detalle que se le había olvidado contarme! Ahora entendía su pregunta sobre si yo era muy vergonzoso.

-              Ana, ¿tú crees que eso es un detalle?

-              Si te lo hubiera dicho, igual no habrías querido venir.

-              No lo sé, desde luego lo habría pensado un poco más. ¿Oye mi tío sabe esto?

-              Claro, fue él quien se acordó de ti primero. Pero no te preocupes, ya verás que es la cosa más natural del mundo.

Natural debía ser, cuando ellos se autodenominaban naturistas.

-              ¿El hotel al que vamos es naturista?

-              Claro, por eso se trata de un viaje naturista.

La imagen de Ana, mi tía, desnuda no se me quitaba de la cabeza y yo no quería que permaneciera allí. El autobús volvió a parar, esta vez en Guadix, y bajamos a tomar un refresco o lo que cada uno quisiera. Lo malo es que esta vez veía a todo el grupo desnudo, como el protagonista del clásico “El hombre con rayos X en los ojos”. Decidí volver al autobús y cerrar los ojos.

-              ¿Carlos, te pasa algo? –Preguntó Ana cuando volvió-.

-              Creo que no, sólo que me ha sorprendido este tipo de viaje. No sabía que existían y menos que los organizara el INSERSO.

-              Nos costó nuestra lucha que el INSERSO incluyera los hoteles naturistas, pero lo hicieron durante el gobierno de Zapatero.

No podía haber sido otro gobierno, pensé. Seguimos viaje y sobre las dos de la tarde llegamos al hotel, el Vera Playa. Como me había dicho Ana hacía calor. La mayoría de los huéspedes debían estar comiendo o tomando el sol, porque no había nadie en el lobby. Mientras esperábamos para registrarnos una mujer rubia muy morena cubierta sólo de cintura para abajo cruzó en dirección a lo que parecía el comedor. Ya no eran alucinaciones mías, aquella mujer iba desnuda. Cuando terminamos de registrarnos el recepcionista nos dijo que el comedor estaba completo, que tendríamos que tomar algo en el chiringuito. Subimos y entramos en la habitación. Estaba bien, amplia, luminosa y con vistas al mar, lo malo era que tenía una sola cama de matrimonio.

-              Ana deberíamos cambiar de habitación.

-              ¿Por qué si esta es muy buena? -Con la cabeza señalé la cama.- No te entiendo, ¿qué me quieres decir?

-              Que no tiene dos camas, sólo una de matrimonio.

-              Ah, es verdad. Se me olvidó comentártelo. Intenté que la habitación fuera de dos camas, pero estaban todas ocupadas. De todas formas es muy grande, debe ser de casi dos metros.

¡Vaya con la mala memoria de Ana! Ahora resultaba que el viaje era naturista, que estaba en un hotel naturista y que iba a tener que dormir con mi tía en la misma cama.

-              Date prisa que nos perdemos la comida, después deshacemos las maletas. –Dijo Ana-. Cámbiate tú aquí que yo lo hago en el baño.

Cogió algo de la maleta y me dijo:

-              Toma ponte esto.

Ella cogió otras cosas y se metió en el baño. Miré lo que me había dado. Era una tela grande medio transparente, como la que llevaba la rubia del lobby, creo que le llaman un pareo. Me detuve un momento a pensar. No pasaba nada por ver gente desnuda, ahora se ve gente desnuda en el cine, en la televisión, en las revistas, en los periódicos, vamos en todas partes, y eso sin buscar en internet. Me desnudé y me puse un bañador y una camiseta y me lié el pareo. Al poco salió Ana del baño. Sólo llevaba el pareo a la cintura. No tuve más remedio que ver sus esplendidas y grandes tetas. Me recordaron las de Julia, pero con los pezones más grandes, y no quería que eso sucediese. Aparté la mirada de inmediato.

-              Carlos, así no se puede ir al chiringuito, quítate el bañador y la camiseta y quédate sólo con el pareo. Si quieres te llevo la camiseta en mi bolsa, por si te quemas.

-              Yo he ido siempre con bañador y camiseta a los chiringuitos.

-              Pero no eran nudistas como este.

Resignado me di la vuelta, me quité el bañador sin quitarme el pareo y luego me quité la camiseta y se la di a Ana sin mirarla.

-              Vamos a ver Carlos seamos personas adultas. No creo que sea el primer par de tetas que has visto. No comprendes que estar todo el tiempo sin mirarme a la cara, para no verme las tetas, no tiene sentido.

Ana tenía razón, pero no podía evitarlo. Además, verla desnuda había hecho que mi polla empezara a reaccionar y no quería que eso pasase.

-              De acuerdo Ana, haré lo que pueda, pero no te prometo nada.

Salimos de la habitación y fuimos hacia el chiringuito. Por el camino empecé a obsesionarme con que si me quitaba el pareo iba a dar el cante con los bajos depilados. Además, al ir detrás de Ana, podía ver perfectamente su bonito, redondo y carnoso culo a través de la transparencia del pareo. Deje de mirar porque se me estaba poniendo la polla morcillona y debía verse perfectamente a través pareo. La obsesión por llevar los bajos depilados se me quitó en cuanto llegamos al chiringuito, más de la mitad de los hombres y mujeres iban completamente depilados. Un problema menos, pensé.

Buscando una mesa nos encontramos a la pareja de Valencia con la que había estado hablando Ana en el autobús. Estaban los dos desnudos sentados sobre un pareo. Según me comentó Ana, la etiqueta era que para sentarse debías tener algo entre el culo y el asiento, normalmente un pareo puesto o quitado.

-              Por favor sentaros con nosotros –dijo ella y el asintió-.

-              No queremos molestar –dijo Ana-.

-              No molestáis, así además, como somos nuevos, podemos preguntaros algunas cosas. –Dijo él-.

-              De acuerdo, yo soy Ana y él es mi sobrino Carlos. –La señora volvió a mirarme detenidamente, tuve la impresión de que no se creía que Ana y yo fuéramos tía y sobrino-.

-              Ella es Montse y yo soy Pablo, encantados.

Yo trataba de mirar de una manera asexuada, pero las grandes tetas y el depilado chocho de Montse me lo ponían bastante complicado. Montse tenía algún kilo de más, pero el conjunto era de una mujer madura muy morbosa. Él llevaba los bajos también depilados y tenía una polla de buen tamaño. Ana se quitó el pareo y lo puso en el asiento, llevaba también el chocho depilado y tenía un monte de Venus muy carnoso. Estaba buenísima. Nos sentamos entre los dos, uno a cada lado de la mesa.

-              Sois más jóvenes que la media, casi demasiado para los viajes del INSERSO. –Dijo Montse-.

-              El viaje lo sacó mi marido que está prejubilado pero, como te dije antes, no ha podido venir por una lesión. ¿Cómo lleváis lo de ir desnudos?

-              Bien, algunas veces hemos estado en playas nudistas, pero esto de hacer la vida desnudos en público no lo habíamos hecho nunca. –Dijo Montse-. Si quieres que te diga la verdad, nos tiene un poco salidos.

La conversación no me ayudaba a tranquilizarme. ¿Qué necesidad tenía yo de saber que ella estaba salida?

-              Es normal, lo bueno es que esa sensación no se pasa, por eso gusta tanto. –Dijo Ana-.

-              La cosa, por lo menos para mí, es que no se debe a ver a otras personas desnudas, sino a mostrarse uno desnudo. –Dijo Pablo y luego me preguntó:- ¿Y tú cómo lo llevas siendo tan joven?

-              Es mi bautizo naturista y más que un bautizo me parece una inmersión. -Se rieron de la ocurrencia-. No sé, me cuesta acostumbrarme, tal vez con el paso de los días lo haga con más naturalidad.

-              ¿Te produce excitación como a nosotros? –Me preguntó Montse-.

-              Pues sí, lo malo es que a mí edad la excitación tiende a mostrarse inmediatamente de forma involuntaria. Ya me entendéis lo que quiero decir.

-              Bendita juventud –dijo Pablo riéndose-.

Nos trajeron un arroz para los cuatro que era francamente deleznable. Pablo empezó a quejarse de él, pero Montse le dijo que lo dejara, que la culpa la tenía él por haberlo pedido, siendo además ellos valencianos.

-              Hemos visto unos anuncios de una fiesta de bienvenida mañana por la noche. ¿Sabes de qué va? –Preguntó Montse a Ana-.

-              La organiza la agencia de viajes para los del grupo que quieran asistir. Es muy animada, lógicamente es nudista y en algunas ocasiones hay un poco de desmadre, para los que lo deseen.

Yo había logrado tranquilizar un poco la excitación, pero se me sentó en frente una mujer muy morena de unos cincuenta años, con unas tetas como no había visto otras en mi vida de gordas. Mis esfuerzos se fueron al traste y otra vez se me puso la polla algo más que morcillona. Si iba a tener que pasar así una semana, me iba a tener que matar a pajas para aguantar.

-              ¿Vosotros vais a ir? –Preguntó Montse a mi tía, pero mirándome a mí-.

-              A mí me gustaría, pero tenemos que hablarlo. –Contestó Ana-. ¿Y vosotros?

-              Claro, no queremos perdernos nada. Espero que nos veamos.

¿A qué se referiría Ana con lo del desmadre de la fiesta? Pensé que sería que algunos beberían de más y formarían una tangana. Terminamos la comida, Montse y Pablo dijeron que iban a ir a la playa a tomar un rato el sol. Ana y yo coincidimos en ir primero a deshacer las maletas. Cuando llegamos a la habitación Ana entró al baño y se puso el albornoz del hotel.

-              ¿Cómo te has encontrado? –Me preguntó-.

-              Un poco violento. No estoy acostumbrado a estar desnudo en público ni a que los demás estén desnudos a mí alrededor. –Le contesté guardando mis cosas en mi parte del armario-.

Como llevaba bastantes menos cosas terminé antes que Ana y me senté en la cama para hablar con ella. Cuando terminó con los vestidos, fadas y blusas que llevaba empezó con la ropa interior y yo empecé a ponerme malo. Fue sacando tangas mínimos y sujetadores muy eróticos a juego. Lo peor fue cuando sacó lo que parecía un camisón de dormir negro, transparente y muy corto. Yo tengo la costumbre de dormir desnudo y caí en que se me había olvidado traerme un pijama. Si ella se acostaba con ese camisón y yo desnudo, no iba a poder dormir nada.

-              ¿No te vas a poner nada encima? –Me preguntó-.

-              Ana no te entiendo. ¿Salimos desnudos, pero te cambias en el baño  y hay que ponerse algo para estar en la habitación?

-              Carlos yo normalmente estaría desnuda, pero me pongo el albornoz porque entiendo que puedes ponerte agitado al verme. Ten en cuenta que a mí me podría pasar lo mismo.

No supe cómo entender lo que me dijo. ¿Quería decir que le resultaba atractivo y que podía ponerla cachonda?

-              Yo me voy a la playa un rato, ¿te vienes?

-              Vale, pero sólo un rato. No me quiero quemar.

Volvió a meterse al baño para quitarse el albornoz y ponerse el pareo. No entendía nada. Mientras la esperaba pensé que Ana era una mujer muy atractiva y que a mí me gustaba. No quería pensar en eso, pero era del género tonto negarme a mí mismo la evidencia.

La playa era la típica playa del Mediterráneo, poca arena seca separada de la húmeda por un talud de entre uno y dos metros. La gente se sentaba en la arena seca cerca del talud y la arena húmeda se utilizaba para andar por la playa y entrar o salir del agua.

-              ¿Te parece bien aquí? –Me preguntó Ana-

-              Donde tú quieras.

Ana desplegó una esterilla, se quitó el pareo y se sentó.

-              Siéntate si quieres. –Me dijo-.

Yo me hubiera sentado, pero entendía que para sentarme debía quitarme el pareo y quedarme desnudo, si no quedaría como un tío raro.

-              Ahora me siento –le contesté dando largas al asunto-.

-              Carlos, por favor, ponme crema solar en la espalda. –Me pidió Ana al rato colocándose boca abajo en la alfombrilla-.

Ya he elogiado antes el culo de Ana al verlo con el pareo, pero sin nada era un culo como había visto pocos o ninguno. Me pasó el bote de crema y mirándome me dijo:

-              Carlos, quítate ya el pareo que estás dando la nota, ¿es que no lo ves?

En eso tenía razón Ana, todo el mundo a nuestro alrededor o que paseaba por la playa iba desnudo. Finalmente me lo quité ante la atenta mirada de Ana. Me puse de rodillas a su lado a la altura de su cintura. Cogí un poco de crema y empecé a untársela por los hombros. Su piel era muy suave.

-              Carlos, no sabía que te depilabas tú también.

-              Caprichos de mi ex y al final me he acostumbrado por comodidad.

-              Tienes una polla muy bonita que realza el depilado.

-              Gracias –le contesté bastante cortado por el comentario-.

Seguí dándole crema por la espalda y cuando llegué a la altura de su culo, puse el bote al lado de su cabeza, dando por terminada la tarea.

-              Carlos, ¿crees que no me puedo quemar el culo y los muslos?

-              Ana, por favor, no me hagas eso.

-              ¿Eso, qué es?

-              Ana, aunque seas mí tía, soy un hombre como otro cualquiera y de sobra sabes que darte crema en el culo y en los muslos me va a excitar mucho.

-              No seas pamplinas, te doblo la edad y a ti te gustarán las chicas de tu edad, no las mujeres maduras.

Si no hubiera estado follando la tarde anterior con Julia, igual podía haber colado lo que me había dicho Ana, pero ya había probado la manzana de la tentación de las maduras y sabía que me había gustado demasiado.

-              ¿Me vas a dar la crema o te vas a comportar como un crío?

Cogí otra vez el bote y empecé a untarle el culo. Era delicioso, carnoso, suave y de la dureza justa. Noté que me empezaba a empalmar irremediablemente. Terminé como pude los muslos sentándome sobre mis piernas y metiendo la polla en medio. Volví a dejar el bote a la altura de su cabeza y en un movimiento rápido me puse boca abajo para disimular la erección.

-              ¿Tienes una erección? –Me preguntó en voz baja-.

-              ¿Tú qué crees? Ya te dije que soy un hombre como otro cualquiera.

-              ¿Te gusta mi culo?

-              ¡Ya está bien Ana! ¿Por qué pretendes avergonzarme?

-              No pretendo avergonzarte, es que me da mucho ánimo saber que todavía le puedo gustar a un jovencito.

-              Y mucho Ana, pero por favor vamos a dejarlo.

-              Tampoco es tan raro ver a gente empalmada en esta playa.

Decidí quedarme callado y que se le pasaran las ganas de hablar.

Al rato se colocaron cerca de nosotros la señora que había viajado sola y me imagino que la que debía ser su sobrina. La señora llevaba un pareo al pecho y la sobrina, una chica muy guapa que debía ser más o menos de mi misma edad, un vestido veraniego bastante suelto. La señora me saludó con la mano, yo le devolví el saludo y luego miré para otro lado. Afortunadamente la erección se me iba bajando y podría marcharme pronto de la playa. Volví a mirar a la señora y la sobrina. Habían colocado una toalla grande en la arena. La señora se quitó el pareo, aunque debía haber sido consciente que era mejor que se lo hubiera dejado puesto. Sin embargo, la cosa cambió completamente cuando su sobrina le pidió que le bajara la cremallera que el vestido tenía en la espalda y después se lo quitara ella. No llevaba nada debajo. Estaba bastante morena sin una sola marca de biquini o bañador. Las tetas de medianas a grandes parecían duras como el acero desafiando a la gravedad. El chocho parecía depilado, pero con una tirita de pelo negro corto, como de un centímetro de ancho y que le llegaba a la altura del principio de los muslos, cuando no estuviera depilada debía tener un pelucón negro monumental. Maniobrando para sentarse se dio la vuelta y su culo aparentemente no tenía nada que envidiarle al de Ana. Dejé de mirarla porque mi erección estaba empezando a renacer.

Cuando por fin se me bajó la erección le dije a Ana que me volvía al hotel, me lié el  pareo y me marché sin mirar a la señora y su sobrina por miedo a volver a empalmarme.

-              Perdona chico –escuché a mi espalda-.

Me giré y era la señora. Maldita sea mi suerte, pensé. Me acerqué a ellas.

-              Hola, tú eres del grupo de Sevilla, ¿no?

-              Si señora.

-              Por favor llámame Maribel.

-              De acuerdo Maribel, yo soy Carlos. ¿Dígame?

Durante la breve presentación traté de no mirar a la sobrina, que estaba sentada desnuda a su lado.

-              Sólo quería presentarte a mi sobrina Antonia. Me he fijado que sois los dos únicos jóvenes del grupo y que así os conocierais.

-              Hola Antonia encantado. –Le iba a dar la mano, pero se levantó ella y acercándose me plantó dos besos en las mejillas. Su olor a gel y a crema solar me puso malo-.

-              Yo también Carlos. Mi tía me ha contado que afortunadamente para mí, había un chico de mi edad, pero no me había contado que era tan guapo.

-              Muchas gracias. Yo no podía imaginar que su sobrina fuera una chica tan atractiva como eres.

Mi polla empezó a ponerse más morcillona todavía con aquella preciosidad desnuda a mi lado. Sin ser grosero traté de terminar la conversación antes de que ocurriera una desgracia.

-              ¿En qué habitación estás, para poder llamarte y tomar una cerveza?

-              En la 69, fíjate que buen número. –Dijo riéndose y yo me reí también de la ocurrencia-. Llámame mejor al mediodía, algunas noches tengo que volver al trabajo.

-              Perfecto. Pues de nuevo encantado, Antonia.

Ella se acercó otra vez para volver a darme dos besos. ¡Joder que suerte, si al final se iba a enderezar el puto viaje del INSERSO!

Al llegar a la habitación decidí ducharme y así dejar luego el baño libre para Ana. Estaba enormemente excitado con todo lo sucedido y decidí hacerme una buena paja bajo el agua de la ducha para tranquilizarme, pensé que iba a ser la primera de una larga serie en esa semana. Mi imaginación cambiaba de Ana a Antonia e incluso a Montse. A Montse la descarté pronto y me quedé con Ana y Antonia. Estaba dándole al sube y baja cuando escuché la puerta de la habitación. ¡Joder no iba ni a poder hacerme una paja!

-              Estoy en la ducha –grité y me acordé que no había cerrado la puerta del baño-.

-              Vale Carlos. Mira para la pared, tengo que orinar, no puedo más. –Me dijo Ana-.

La ducha tenía una mampara transparente, me puse de cara a la pared, tanto porque me lo había pedido, como para ocultar la erección que tenía. En un momento pasó por mi cabeza que Ana me iba a ver desnudo, inmediatamente pensé que era tonto del culo, pues Ana ya me había visto desnudo todo lo que quiso hacía un rato en la playa.

-              Oye que chica más guapa con la que te has parado a hablar. ¿Quién es? –Me dijo Ana, mientras yo oía como caía el chorro en el inodoro-.

-              Se llama Antonia, es la sobrina de la señora que venía sola en el autobús.

-              ¡Qué bien, así puedes salir con alguien de tu edad!

Presionó la cisterna y dijo:

-              Me salgo para que termines de ducharte.

Volví la cabeza y la muy hija de su madre había dejado la puerta del baño abierta. Definitivamente me quedaba sin mi paja, con la falta que me hacía.

Cuando volví todavía desnudo a la habitación, Ana tenía el albornoz puesto.

-              Podías ponerte algo –me dijo-.

-              ¡Venga ya Ana, que hemos estado los dos desnudos en la playa! –Le contesté mientras me ponía los boxes de espaldas a ella-.

-              Pero no es lo mismo.

-              De acuerdo Ana, procuraré que no vuelva a pasar.

Terminé de vestirme y le dije que me bajaba al bar del hotel a tomar algo. Que se tomase el tiempo que quisiera, que la esperaba allí.

A esa hora los clientes del hotel iban ya vestidos, excepto alguno que había prolongado la estancia en la playa más de la cuenta. Me acordé de Antonia, era una chica muy guapa, con un cuerpo de escándalo y muy simpática. Pensé que una de las ventajas del nudismo era que no se podía engañar sobre el cuerpo que cada uno tenía. Había estado con alguna chica que parecía tener unas buenas tetas y luego resultó que usaba siempre sujetadores con mucho relleno. Eso no me iba a poder pasar con Antonia.

En el tiempo que estuve esperando a Ana noté que muchas mujeres y algunos hombres me miraban de manera insistente. Será para compararte desnudo y vestido, pensé. Cuando vi entrar a Ana en el bar, me pareció que a la misma vez la mujer de las tetas enormes, que se había sentado enfrente cuando estábamos comiendo, venía hacía mí y que se dio la vuelta cuando vio que Ana se acercaba. Ana venía muy guapa y luciendo mucho la mercancía. Minifalda y blusa muy descotada que permitía admirar su profundo canalillo. Me levanté.

-              ¿Quieres que nos vayamos ya a cenar? –Le pregunté-.

-              Es temprano, me apetece tomar un Martini seco.

Le pedimos al camarero dos Martinis secos al estilo tradicional, es decir, mucha ginebra y un chorreón corto de Martini. Observé que el juego de miradas continuaba entre todos los clientes.

-              ¿No te parece que la gente mira con mucha insistencia? –Le comenté-.

-              Es posible –fue lo único que me contestó-.

Seguimos un rato en el bar y luego Ana propuso que cenáramos fuera en algún restaurante. Preguntamos en recepción y nos recomendaron uno a unos diez minutos andando, el “Lúa”. Durante el corto camino pasamos frente a un local muy oscuro y cerrado pintado de rojo y gris.

Llegamos al restaurante y estaba francamente bien. Nos sentamos, pedimos y Ana me dijo:

-              Tenemos que decidir lo de la fiesta de mañana.

-              Hacemos lo que tú quieras.

-              Primero te tengo que contar algunos detalles sobre la fiesta.

A ver qué nuevos detalles del viaje se le había olvidado a Ana contarme.

-              Esto tiene que quedar entre nosotros. ¿Me lo prometes?

-              Por supuesto Ana.

-              Tu tío y yo, además de naturistas somos muy liberales. ¿Sabes lo que quiero decir?

-              No sé, la palabra liberal tiene ahora muchas acepciones.

-              La que yo te digo significa que tenemos la costumbre de practicar sexo con otras personas u otras parejas. -¡Cojones, mis tíos no hacían más que sorprenderme!- Este viaje, además de naturista es liberal. Tu tío está tomando una medicación que le afecta a su potencia sexual. El pobre ha tenido varios gatillazos las últimas veces que hemos estado con otras parejas y por eso no ha querido venir. Como me quiere mucho no ha consentido que anulara el viaje y me empujó a que viniera contigo.

Si dijera que me había quedado de piedra con lo que estaba contando Ana, me quedaría muy corto. Así que mis tíos se dedicaban a follar con otros como cosacos. Bueno eso podía entenderlo con dificultad, ¿pero qué pintaba yo en ese lío?

-              Centrándonos en la fiesta de mañana, se trata de una fiesta liberal. –Ya entendí lo que quería decir Ana a mediodía con desmadrarse-. La cuestión es que para poder asistir deben ser dos personas, no quieren paracaidistas.

-              ¿Paracaidistas?

-              Si, elementos sueltos que se dejan caer a ver qué pillan.

-              O sea, que o vamos los dos o tú no puedes ir sola.

-              Lo has entendido perfectamente. Tú, si no quieres, no tienes que hacer nada. Eso sí, vas a ver una peli porno en vivo y en directo tomándote una copa.

-              ¿Por eso eran tan insistentes las miradas, para ir fichando?

-              Sí y tú estabas teniendo mucho éxito.

-              No sé Ana, me coges por sorpresa, como a lo largo de todo el puñetero viaje del INSERSO. Y yo que creía que estos viajes lo único que se hacía era ver monumentos y comprar mantas.

-              Tú ya has visto dos monumentos.

-              Eso desde luego, Antonia y tú sois dos monumentos nacionales.

-              Piénsatelo y me lo dices mañana.

-              Oye una pregunta: ¿yo te gusto?

-              Claro, estás muy bien y eres muy simpático. Por supuesto que te follaría en una fiesta liberal, si no se me hubieran adelantado.

-              ¿Por qué me has puteado esta tarde con la crema?

-              Quería saber que te pongo.

Terminamos de cenar, por cierto estupendamente, y volvimos al hotel. Al pasar por el local pintado de rojo y gris, ya estaba abierto.

-              ¿Te apetece una copa aquí? –Le pregunté a Ana-.

-              A mí sí, pero a ti igual no. Es un local liberal.

-              Vale, mejor la tomamos en el hotel.

Mientras tomábamos la copa mi cabeza era un auténtico hervidero. Yo no tenía ni idea del mundo liberal. Lo que sí creía saber, es que no me gustaría ver a mi pareja follando con otros.

-              ¿Tienes la cabeza muy liada? –Me preguntó Ana-.

-              Bastante. ¿Por qué se hace una pareja liberal?

-              Normalmente a los dos les gusta mucho practicar sexo y llegan a la conclusión de porqué no lo pueden hacer con otras personas, si ambos lo desean. La monogamia es una costumbre reciente en el ser humano, que no encaja con el carácter su naturaleza. -Ana me sorprendía con su elaborado discurso.- Sé que este comportamiento no gusta normalmente a los jóvenes, salvo que hayan madurado muy pronto.

-              Es posible. Trataré de madurar esta noche.

Subimos a la habitación y yo seguía con la calentura que no pude quitarme por la tarde en la ducha. Dejé que Ana pasara al baño primero. Salió al poco con el camisón negro que había visto a mediodía. Estaba impresionante. El camisón no llegaba a cubrirle el culo y llevaba un tanga negro absolutamente mínimo, de esos que llaman de hilo. Mi polla saltó como un resorte.

-              Ana, me echaste en cara esta tarde que saliera del baño desnudo. ¿No te das cuenta que ese camisón es mucho más provocativo que no llevar nada?

-              ¿No te gusta?

-              De sobra sabes que me gusta. Mira como me has puesto otra vez. –Le dije poniéndome en pie para que viera el bulto que tenía en la entrepierna-.

-              Me encanta que estés así.

-              ¿Tú quieres hacer algo o no quieres más que calentarme?

-              No lo sé y es tarde para llamar a tu tío para preguntarle.

-              Lo que me faltaba. A mí tío no le importa que te acompañe para que folles con otros y va a tener reparos con que lo hagas conmigo.

-              Si quieres te ayudo con tu excitación, eso sí sé que no le importaría a tu tío.

-              ¿Ayudarme cómo?

-              Terminando de hacerte la paja que te estabas haciendo esta tarde.

-              Eso ya lo puedo hacer yo.

-              Pero no es lo mismo a que te lo haga yo.

En eso tenía toda la razón. Vino hacia mí, verla con el camisón transparente me estaba matando. Me soltó el pantalón y dejó que cayera al suelo, luego me bajó los boxes dejando mi polla como un palo al aire, por último me quitó la camisa.

-              Túmbate en la cama o lo vamos a poner todo perdido. –Dijo con voz de estar muy caliente. La obedecí y ella se sentó sobre mis muslos-. Ya te he dicho que tienes una polla muy bonita, pero así de dura me gusta más.

Me cogió la polla con una mano y los huevos con la otra. Empezó el sube y baja sin dejar de mirarme a los ojos. Me salía líquido preseminal como si fuera un manantial.

-              He tenido suficientes pollas en mis manos como para saber que no vas a durar nada.

Y tenía razón a la media docena de zarandeos me corrí como una fiera con grandes chorros que ella frenó contra su otra mano.

-              ¿No estás caliente? –Le pregunté-.

-              Yo siempre estoy caliente. Cuando estoy lejos de tu tío me tengo que hacer un dedo para dormir. Normalmente utilizo un vibrador, pero hoy no me va a hacer falta y además tengo pringadas las manos para que me den más gusto.

Con una mano se echó a un lado el tanga y la otra se la llevó al chocho. Tenía un chocho grande, los labios ya estaban fuera y el clítoris lucía como una bolita brillante. Cuando se lo abrió, tenía un precioso color rosa y se notaba húmedo de los jugos que había segregado. El espectáculo impidió que mi polla se bajara después de haberme corrido. Tenía una cara de viciosa y de caliente como yo no se la había visto en mi vida. Gemía y suspiraba con fuerza. Yo me llevé mi mano a la polla para hacerme otra paja mientras miraba como ella se la hacía. Estuvimos así un rato mirándonos a los ojos, hasta que noté como su cara iba cambiando, a la misma vez que su mano se aceleraba.

-              ¡Ahora, ahora, mírame, mírame, córrete tú también! –Me gritaba-.

Volví a correrme como si no me hubiera corrido diez minutos antes. Pasados dos minutos se levantó me dio un beso en la frente y se fue a su lado de la cama. Yo entre al baño a limpiarme del semen que tenía por la barriga y el pecho. Cuando regresé estaba durmiendo como un angelito. Me acosté desnudo sin tocarla ¡Qué barbaridad, que primer día del viaje del INSERSO!

Me despertó sobre las diez y media ya con el pareo puesto.

-              Carlos despierta, que nos vamos a perder el desayuno.

Yo me despertaba normalmente empalmado y el bamboleo de sus tetas por estar agachada para despertarme, me la puso todavía más dura. Eché la sábana hacia atrás sin importarme que viera como estaba. Ella me miró y sonrió.

En el desayuno vi a Antonia con su tía y con otra pareja sentados en la misma mesa, todos ellos con pareo a la cintura. En una de rondas para coger el desayuno me acerqué a saludarla.

-              Buenos días Antonia.

-              Buenos días Carlos. –Se incorporó en la silla y me dio dos besos en las mejillas. Estaba preciosa-.

-              ¿Vas a ir a la playa o a la piscina?

-              A ninguna de las dos, mi tía quiere ir a conocer una playa y la voy a llevar en el coche. ¿Te vienes?

-              Si no os importa os acompaño, yo también quiero conocer alguna playa más de la zona.

-              Estupendo. Nos vemos a las once y media en el aparcamiento. Tráete una toalla, igual nos bañamos en alguna.

Le dije a Ana que iba a ir de excursión, ella prefería quedarse en la piscina.

-              ¿Has pensado lo de esta noche? –Me preguntó-.

-              Tengo curiosidad por saber más sobre el tema, pero no lo he decidido todavía.

-              Cuando lo tengas claro me lo dices. Nos vemos luego.

A la hora fijada nos vimos en el aparcamiento. Antonia iba con el mismo vestido de la tarde anterior. Me pregunté si llevaría algo debajo. Su tía llevaba un pantalón corto y una camiseta ajustada, no parecía llevar sujetador, se le marcaban los pezones en la camiseta.

-              Siéntate delante Carlos, yo prefiero ir en el asiento de detrás. –Dijo Maribel-.

Protesté, pero finalmente acepté. Al sentarse a Antonia se le subió la falda dejando a la vista casi todas sus piernas. La excursión podía ser muy dura para mí. Ellas iban hablando sobre la vida y miagros de primos, tíos, conocidos,…etc., yo me mantuve callado ya que no sabía de quienes estaban hablando.  A la media hora larga de camino Antonia le dijo a su tía que ya casi habíamos llegado. Se trataba de una playa salvaje al sur de Carboneras. Aparcó cerca de la arena y fuimos andando hasta ella. La playa era magnífica y estaba desierta. Pusimos las toallas cerca del agua. Maribel se quitó la camiseta, los pantalones y las bragas. Me fijé más en ella, se le notaba mucho la marca del bañador, que contrastaba con un buen pelucón negro en su entrepierna, tenía algunos kilos de más, sus tetas eran grandes un poco caídas y al estar muy blancas destacaban mucho sus areolas muy oscuras con unos pezones grandes. Se puso un pareo a la cintura, dijo que iba a echar un vistazo a ver que se encontraba y se fue andando.

-              ¿No te desnudas? –Me preguntó Antonia de pie, mientras dejaba caer el vestido. Llevaba sólo un minitanga blanco que debía pertenecer a un biquini mínimo-.

-              Si quieres que te diga la verdad, me da un poco de vergüenza.

-              Venga, si estamos los dos solos –me dijo quitándose el minitanga y quedándose completamente desnuda-.

-              No es porque nos vean, es que eres tan atractiva, que produces una reacción en mí un poco escandalosa.

-              No seas tan prudente, esa reacción, como tú la llamas, es bastante habitual entre los jóvenes en las playas nudistas y no me voy a escandalizar. –Dijo sentándose en la toalla-.

Le hice caso y me desnudé. Tenía la polla muy morcillona. Me senté a su lado, tratando de que no se viera demasiado mi estado.

-              Es muy simpática tu tía. Hace nudismo con mucha naturalidad, aunque no parece ser naturista por la marca del bañador.

-              Huy, lo de mi tía es una historia muy complicada.

-              ¿Por qué?

-              Ella es la hermana mayor de mi madre, y según dice ella, era una chica bellísima a la que se le acercaban todos los chicos. Sin embargo, de buenas a primeras se empeñó en entrar en un convento, en las clarisas, una orden de clausura.

Quién lo diría pensé, si se acababa de desnudar delante de mí sin el más mínimo problema.

-              Estuvo allí bastantes años, hasta que hará unos tres, el capellán del convento les regaló una televisión antigua para que las hermanas más mayores o impedidas pudieran seguir la misa. Mi tía, que era de las hermanas más jóvenes, se aficionó a ver otros programas que no eran la misa. Una noche vio un programa en el que salía Arturo Fernández, ya sabes el actor maduro, diciéndole “chatina” a una mujer de la edad de ella. Entonces se dio cuenta de lo que se estaba perdiendo del mundo exterior, decidió colgar los hábitos y ponerse al día.

-              ¡Qué historia! ¿Tanto efecto le produjo Arturo Fernández?

-              Parece que sí o al menos eso dice ella. –Me contestó Antonia-.

Nos quedamos un momento callados mirándonos a los ojos. De pronto Antonia empezó a reírse como una loca y me dijo:

-              Pero Carlos, ¿tú te crees cualquier cosa que te cuenten?

-              No te entiendo.

-              Que es todo mentira. A mí me gusta inventarme cosas y me encanta cuando se la cuelo a alguien del todo, por inverosímil que sea la historia.

No paraba de reírse y estaba absolutamente preciosa.

-              Eres mala.

-              Es la demostración de que con una cara bonita, los hombres estáis dispuestos a creeros cualquier cosa que os digamos.

-              Es posible que tengas razón.

-              Mi tía estaba felizmente casada con un hombre que la adoraba. Según me ha contado ella, ambos eran muy fogosos y estaban todo el día dale que te pego. Desgraciadamente, él murió de un infarto hace dos años y ella se quedó muy deprimida. Yo estoy tratando de animarla y de que vuelva a tener sexo. No puede vivir sin él.

-              Esto que me cuentas es la verdad o es otra filfa.

-              Te juro que es la verdad.

-              ¿Le has buscado tú el viaje este?

-              No, se enteró de su existencia a través de una amiga y me pidió que la acompañara, decía que no quería venir sola.

-              ¿Tú sabes bien de que va el viaje? –Le pregunté-.

-              Ella me contó que era un grupo naturista, como yo lo soy, no me importó acompañarla.

-              Yo no tenía ni idea de que iba el viaje, ayer primero me enteré que era naturista y anoche me enteré que también es liberal.

-              Eso no me lo ha contado mi tía.

-              ¿Vais a ir a la fiesta de esta noche?

-              Mi tía me está insistiendo mucho, ¿por qué?

-              Es una fiesta liberal y no permiten personas solas. Mi tía Ana quiere que la acompañe, pero yo no lo tengo claro.

-              ¡Qué zorra! No me había dicho nada de que fuera una fiesta liberal. ¿Y tú porque lo sabes?

-              Me lo ha dicho Ana, que al parecer es asidua. Igual si tu tía es el primer año que viene no lo sabe.

-              Lo dudo ha venido muy bien informada por su amiga.

Vimos aparecer a lo lejos a la tía de Antonia

-              Se lo preguntaré ahora –dijo ella-.

Maribel se sentó al lado de Antonia, venía respirando con dificultad y muy alterada.

-              ¿Te pasa algo? –Le preguntó Antonia-.

Su tía le contestó en voz muy baja pegada a la cabeza de Antonia, aun así pude oír lo que decía:

-              Mi amiga Luisa tenía razón con lo de esta playa. Me he pegado un polvo con dos abueletes de campeonato. Los pobres estaban muy necesitados y yo también.

¡Joder con Maribel, que franqueza con su sobrina!

-              Tía ya te he dicho que tengas cuidado, que cualquier día te dan un susto.

-              No, si el susto ya me lo he llevado con la tranca de uno de ellos.

Estaba claro que la tía de Antonia debía saber de qué iba la fiesta.

-              ¿Tú cuando pensabas decirme de que va la fiesta de esta noche? –Interpeló Antonia a su tía-.

-              Luego, no quería asustarte.

-              Luego cuando, ¿cuando ya estuviera dentro?

-              No Antonia, luego más tarde.

¡Vaya personaje que era Maribel!

-              ¿Vosotros vais a ir? –Me preguntó-.

-              Mi tía quiere ir, yo no lo sé.

-              Si no la acompañas no puede entrar.

-              Lo sé. Pero para entrar podéis acompañaros entre vosotras, si Antonia no quiere ir.

-              Es una posibilidad, no hay que descartarla. Lo malo es que tocaremos a menos hombres y ya se les ve mayores como para que puedan repetir.

-              ¿Te bañas? –Me preguntó Antonia.-

-              Gracias pero no, si no a la vuelta voy a ir muy incómodo.

Antonia se levantó y se fue para el agua. Verla andando desnuda volvió a excitarme, cosa que no pasó desapercibida para Maribel.

-              ¿Te gusta Antonia, verdad?

-              Mucho.

-              Aprovecha ahora que ha roto con su novio.

Interesante información la que me había dado Maribel.

-              ¿Tienes novia?

Podía haberle dicho que a ella que le importaba, pero me pareció también interesante hacer llegar esa información a Antonia.

-              No, me pasa lo mismo que a ella, hemos roto hace unos meses.

Volvió Antonia de bañarse. Perlada de gotitas de agua estaba todavía más atractiva.

-              ¿Tenéis hambre? Podemos comer en algún sitio cerca. –Preguntó Antonia-.

Miré el reloj, eran las dos y media.

-              Por mí perfecto –contesté-.

Volvimos a vestirnos, Antonia sólo con el ligero vestido sin nada debajo. Sentado en el coche al lado de ella, no podía dejar de pensar que estaba desnuda debajo del corto y vaporoso vestido y que en cualquier momento se le podía subir más de la cuenta.

Comimos en Las Negras y  en la sobremesa, Maribel informó a su sobrina de mi situación sentimental.

-              Carlos me ha comentado que anda sin novia, igual que tú Antonia.

-              ¿Cómo lo llevas? –Me preguntó Antonia-.

-              Ni bien ni mal. De algún modo ha sido una liberación. Era una chica muy celosa. ¿Y tú?

-              Yo bien, no tenía nada claro tener novio tan joven y atarme a alguien sin conocer más mundo.

Volvimos al hotel. Al llegar Antonia recibió un mensaje. La reclamaban de su trabajo debido a la baja de una compañera. Dijo que no la esperásemos, que no volvería hasta altas horas de la madrugada. Su tía pareció muy decepcionada.

-              No te preocupes por la fiesta Maribel, yo no tengo ganas de ir, así que podrás asistir con mi tía. Luego te llamo a la habitación cuando hable con ella.

Ellas se fueron a su habitación y yo a la mía. Ana no estaba. Decidí echar una siesta durante la que tuve un extraño y lúbrico sueño homosexual.

Finalmente acompañaba a mi tía a la fiesta. Ambos bajamos de la habitación sólo con el albornoz del hotel. Nos identificamos ante un hombre que estaba en la puerta de acceso a la fiesta. La abrió y entramos a un salón que estaba muy oscuro, sólo iluminado por algunas luces de colores. Había un guarda ropa atendido por la tía de Antonia desnuda. Le pregunté qué hacía allí y me contestó que era la única forma en que había conseguido entrar a la fiesta al haberse marchado su sobrina. Dejamos los albornoces. Ana desnuda estaba de lo más atractiva. Los asistentes eran personas del viaje, todas ellas desnudas. Nos acercamos Ana y yo a la barra en la que servían las bebidas. Mientras esperábamos a que nos sirviesen se nos acercó la pareja de Valencia, supuse que él iría a por mi tía y ella a por mí, pero me equivoqué. Él se puso a mi lado y me echó el brazo por la cintura, mientras que ella hacía lo propio con Ana. Estaba deseando verte en la fiesta, me dijo. Yo, pese a no ser homosexual ni haber tenido experiencias homosexuales, me sentí muy atraído por ese hombre. Llevé mi mano a su polla que estaba medio en erección. Él me sonrió y nos propuso ir a sentarnos a un sofá que estaba en el centro de la sala. Ellos se sentaron juntos en el centro, Ana al lado de ella y yo junto a él. Yo no había dejado de sobarle la polla, que ya la tenía grande y dura. Yo también estaba empalmado. La pareja empezó a besarse y yo sentí un enorme deseo de comerle la polla. Vi como Ana se agachaba y metía la cabeza en la entrepierna de ella, hice lo mismo que mi tía y me metí su polla en la boca. Él llevó su mano a la mía y comenzó a hacerme una paja. Me gustaba la sensación de tener ese trozo de carne caliente y duro en la boca. Al poco noté como se iba a correr e incrementé el ritmo de la mamada. Se corrió en mi boca y poco después me corrí yo en sus manos.

Desperté entonces, me había corrido de verdad durante el sueño. Estaba extrañado había tenido el primer sueño homosexual de mi vida o mejor dicho, era el  primer sueño homosexual que recordaba haber tenido y al parecer me había excitado mucho. Me levanté y fui a ducharme para quitarme el semen. Pensé que igual ver tantas pollas estaba afectando a mi sexualidad, aunque también había visto bastantes chochos, por lo que no debería ser esa la razón.

Cuando estaba vistiéndome llegó Ana desnuda de cintura para arriba.

-              ¿Qué tal con Antonia y su tía?

-              Bien, hemos estado en la playa y luego comiendo.

-              ¿Has pensado lo de la fiesta?

-              Yo no tengo ganas de ir, pero tú puedes ir con Maribel, la tía de Antonia. Ella ha tenido que irse a trabajar.

-              Si no hay más remedio iré con ella, aunque me hubiera gustado que vinieras conmigo a tu primera fiesta liberal.

Llamé a Maribel y le dije que mi tía estaría en la puerta de la fiesta en treinta minutos. Me dio las gracias y nos despedimos. Terminé de vestirme y bajé al bar del hotel, tras desearle a Ana que se divirtiera.

Cuando llegué al bar estaba empezando a anochecer. Había bastantes grupos de extranjeros ya vestidos para cenar, charlando animadamente. Pedí un Martini seco. No conseguía sacarme de la cabeza el sueño. Se me acercó una mujer como de cincuenta años y con un fuerte acento alemán me dijo:

-              Hola, perdona, te hemos visto solo y hemos pensando que igual querías sentarte con nosotros, así ya no estás solo y nosotros practicamos español.

Era una mujer guapa, rubia y muy morena del sol. Miré hacia la mesa en la que me indicó que estaba su grupo, un hombre y la mujer de las tetas enormes que había visto el día anterior. Pensé que no tenía nada que perder y prefería no estar solo. Acompañé a su mesa a Ingrid, así me dijo llamarse, y me presentó al resto, el Thomas y ella Katia.

Hablaban español bastante bien. Ingrid y Thomas eran pareja y Katia era amiga de ellos. Katia tendría unos cuarenta y cinco años, guapa y rubia como su amiga, llevaba un pantalón negro muy ajustado y un jersey amplio también negro, que aun cuando no era descotado, no lograba disimular sus enormes tetas. Vi pasar a Ana en albornoz camino de la fiesta.

-              ¿Es la primera vez que vienes al hotel? –Me preguntó Ingrid-.

-              Sí, he venido con mi tía en un viaje organizado. ¿Y vosotros?

-              No, nosotros somos asiduos desde hace por lo menos quince años. –Contestó Thomas-.

-              Normalmente venimos también con el marido de Katia, pero este año se ha tenido que quedar trabajando. –Intervino Ingrid-.

-              Yo no he querido perderme estos días tan relajantes. –Dijo Katia mirándome a los ojos-.

-              ¿Picamos algo? Nosotros debemos irnos en un rato. –Preguntó Thomas retóricamente, llamando al camarero mientras preguntaba-.

Tomamos algunas raciones y una botella de vino tinto. Después Thomas pagó la cuenta y él e Ingrid se marcharon.

-              Es lo que tiene venir sola, no puedo acompañarlos al local donde van. –Comentó Ingrid-.

-              ¿Y qué local es que no puedes ir?

-              El bar liberal que hay a la salida del hotel.

-              No conozco esos sitios.

-              Habitualmente vamos las dos parejas, es muy excitante. ¿Tú no vas a la fiesta de tu grupo?

Lo de la fiesta del grupo del INSERSO parecía ser de conocimiento e interés general.

-              No, le he dejado el sitio a otra persona.

-              Me apetece fumar. ¿Quieres venir a mi habitación para fumar un cigarrillo en la terraza?

-              De acuerdo, no soy muy fumador, pero alguno me fumo de vez en cuando.

Subimos en el ascensor a la última planta. Era una suite con dos habitaciones y una terraza grande.

-              Siempre reservamos esta suite para los cuatro. –Dijo Ingrid-. Voy a abrir una botella de champán, ¿te apetece una copa?

-              Sí, me parece una buena idea.

Ingrid sacó una botella y unas copas del minibar. Era una mujer agradable y simpática. Me pregunté si el tamaño de sus tetas le produciría algún problema, además de los lógicos de la espalda. Nos sentamos en la terraza con las copas y encendimos un cigarrillo.

-              Puedes mirarme las tetas. Estoy acostumbrada a que los hombres o no las miren o no le quiten la vista de encima.

-              Perdona, no quería molestarte.

-              No me has molestado, comprendo tu actitud.

-              Te las vi ayer cuando te sentaste en frente desnuda en el restaurante.

-              Ya lo sé, te vi como me las mirabas. ¿Te gustaron?

-              ¿Por qué no me iban a gustar? Son muy grandes, pero también muy bonitas.

-              ¿Quieres verlas otra vez?

La conversación y la situación había derivado peligrosamente, pero la verdad es que me apetecía estar con Katia. Sin esperar mi respuesta se quitó el jersey. El sujetador que llevaba no conseguía constreñir semejantes tetas. Se dio la vuelta como pidiéndome que le desabrochara el sujetador. Tenía por lo menos cinco gafetes y me llevó su tiempo soltarlos. Luego se volvió de frente a mí y se lo quitó dejándolo en una silla. Verla desnudarse había hecho que me empalmara.

-              ¿Has visto algunas tan grandes?

-              La verdad es que en vivo no.

-              ¿Qué te gustaría hacer con ellas? –Dijo sobándoselas-.

-              Un poco de todo, pero no querría centrarme sólo en ellas. Tienes un tipo muy bonito y tu culo parece muy bien puesto.

-              ¿Te has fijado en él?

-              Claro, para eso te pones unos pantalones tan ajustados, ¿no?

-              Me has pillado.

-              No hace falta ser un genio. Todas las mujeres y los hombres tratamos de resaltar lo que creemos mejor de nuestro cuerpo para resultar atractivos y tú estás muy contenta con tu culo, pero menos con tus tetas si no, no utilizarías un jersey tan amplio.

Katia se levantó, bajó la cremallera lateral de su pantalón y se lo quitó. Llevaba un tanga negro de hilo para que no se le notase por lo ajustado del pantalón. Era muy atractiva.

-              No me he equivocado tienes un culo precioso.

-              ¿Piensas seguir vestido?

-              No, preferiría desnudarme, pero una cosa va a llevar a la otra y no sé si eso es lo que quieres.

-              Claro que es eso lo que quiero, si no porqué iba a desnudarme para ti.

-              Para estar más fresquita. –Bromeé-.

Pensé que me iba a dar un buen atracón de tetas con aquella teutona tetona. Me levanté de la silla, lo que hizo evidente mi erección. Me quité la camisa, los zapatos y finalmente los pantalones, volviendo a sentarme. Katia se sentó sobre mis piernas y me besó en la boca. Llevé mis manos a su culo, era suave y carnoso y estaba muy duro. Dejó de besarme, se irguió poniendo sus enormes tetas a la altura de mi cabeza y se apretó contra mí metiendo mi cabeza en medio de ellas.

-              ¿A qué no has estado así nunca? –Me preguntó, pero yo no podía contestarle presionado contra aquel par de cántaros-.

Sus tetas estaban calientes, eran muy suaves y extrañamente duras para su tamaño. Puso una mano sobre mi polla, todavía dentro de los boxes.

-              Pobrecita está aprisionada, habrá que liberarla. –Dijo metiendo la mano por la portañuela de mis boxes. Me agarró la polla y la sacó de su celda-.

-              ¿Por qué quieres hacerlo conmigo? –Le pregunté en un momento que pude sacar la cabeza de entre sus tetas-.

-              Llevo lejos de mi marido diez días, me apetece follar y tú me has gustado. –Quedamos un rato en silencio y luego ella siguió hablando- Me gusta cómo me acaricias el culo, pero ahora levántate.

Ella se levantó de mis piernas y yo me levanté de la silla que ocupó ella. Se metió mi polla en la boca y me apretó el culo. Luego me bajó los boxes y volvió a comérmela otro rato. Saqué la polla de su boca y cogiéndola con mi mano, fui dándole golpes sobre los pezones. Ella puso sus manos bajo sus enormes tetas y las subió para que me fuera más fácil.

-              Ven –dijo al cabo del rato, levantándose y tirando de mí hacia el sofá del salón-. Túmbate.

Me tumbé boca arriba en el sofá y ella se puso sobre mí mirando mis piernas, le aparté el tanga a un lado y puse mi boca en su depilado y húmedo chocho. Ella unas veces se metía mi polla en la boca y otras veces la ponía entre sus tetas, moviéndose adelante y atrás.

-              Lo haces muy bien –me dijo suspirando-.

-              Tú también –le contesté-.

-              Sigue que voy a tener un orgasmo, no pares de darme placer.

Noté una intensa descarga de flujos sobre mi boca y mi barbilla.

-              ¡Wie gut, wie reich! –Dijo en alemán y se dejó caer sobre mí-.

Estuvimos así un rato, hasta que dijo:

-              Estoy siendo una egoísta, pero necesitaba tener un orgasmo, lo deseaba demasiado desde hace días.

-              No te preocupes, estoy muy a gusto contigo así.

Se incorporó, se dio la vuelta y mirándome a los ojos se apartó el tanga y se metió mi polla en el chocho.

-              ¡Oh, que rico! –Dijo-.

Puse mis manos sobre sus tetas, era imposible abarcarlas, apenas podía cubrir sus areolas. Ella subía y bajaba y otras veces se movía adelante y atrás.

-              Si sigues así me voy a correr –le dije-.

-              Córrete, yo voy a tener otro orgasmo.

Me corrí y ella también. Luego se tumbó sobre mi pecho, sin que mi polla saliera de su coño. Sus enormes tetas desbordaban sobre mis costados. Estábamos los dos muy relajados cuando escuché abrirse la puerta detrás de mí.

-              ¡Oh Thomas, ich denke Katia hat mehr Spaß als wir! –Era una voz de mujer que debía pertenecer a Ingrid-.

-              Pues sí, muy posiblemente me haya divertido más que vosotros. Hemos echado un polvo estupendo. –Contestó Katia tan tranquila sin moverse-. ¿Y vosotros que tal?

-              Muy aburrido, hemos estado solos todo el tiempo tomando una copa.

Yo estaba bastante agobiado con que nos hubieran pillado así, pero a Katia no parecía importarle en absoluto. Por fin pude ver a Ingrid y a Thomas que se apoyaron en el respaldo del sofá a mirarnos.

-              Hola, buenas noches –fue lo único que acerté a decir-.

-              Hola Carlos, me alegra volver a verte tan bien. –Me contestó Ingrid-.

Con la sorpresa se me había bajado la erección y mi polla se había salido del coño de Katia del que ahora caía lo que yo le había dejado dentro. Ingrid fue hacia la mesa en la que estaba la botella de champán, llenó cuatro copas y vino de nuevo hacia nosotros. Katia se incorporó para coger su copa y yo lo hice cuando ella me dejó. Ingrid nos pasó las copas a todos.

-              Por nuestro nuevo amigo –dijo Ingrid brindando-.

-              Gracias, pero la verdad es que estoy un poco violento. –Dije después de chocar la copa-.

-              No te incomodes Carlos, nosotros somos muy liberales. –Me tranquilizó Ingrid-. ¿Os importa si nos sumamos?

-              Ya sabes que no –le contestó Katia-. ¿Y a ti Carlos?

-              No sé exactamente a qué.

-              A que va a ser, a seguir con la noche de sexo, pero entre los cuatro.

Yo no las tenía todas conmigo. No había ido a la fiesta liberal y ahora querían organizar una conmigo. Ingrid se soltó el vestido que llevaba y lo dejó caer al suelo quedando en sujetador y tanga. Luego me ofreció la mano para que la siguiera. Se la di levantándome del sofá.

-              Somos liberales, pero también muy aseados. –Dijo Ingrid conduciéndome hacia un dormitorio. Ya dentro de él abrió la puerta del baño diciendo:- ¿Nos damos una ducha?

No contesté y entre en la amplia cabina de ducha. Ingrid se quitó el sujetador y el tanga y entró en la ducha. Era una mujer madura muy atractiva con un precioso moreno integral. Abrí el agua mientras ella cogía un poco de gel, que me puso por el cuerpo, mientras me besaba en la boca. La abracé pensando que al principio de la noche creía que iba a estar solo y ahora iba a por la segunda madura. Apareció Katia, entrando también en la ducha y detrás de ella Thomas ya desnudo luciendo una polla bastante grande, ya morcillona. La cabina de ducha era grande, pero no tanto como para cuatro, así que Thomas se quedó fueran mirándonos y sobándose suavemente su buen badajo. Katia se puso a mi espalda apretando contra ella sus enormes tetas y las dos fueron enjabonándome con especial atención a la polla y los huevos. Era la primera vez que estaba con dos mujeres en la ducha y con cuatro manos sobándome, así que mi polla no tardó en reaccionar a tanta caricia.

-              Vamos –me dijo Ingrid y salimos de la ducha a la que entró Thomas y se abrazó con Katia-.

-              Yo no tengo experiencia en esta situación. –Le dije a Ingrid mientras nos secábamos los dos mutuamente-.

-              Tú haz sólo lo que te apetezca respetando lo que quieran los demás y todo irá bien. Y si te sientes incómodo, déjalo sin dar explicaciones.

-              ¿Cómo os organizáis?

-              Normalmente entre todos, no por parejas, pero puede ser como tú te sientas más cómodo.

Yo estaba nervioso. Por una parte me apetecía probar el sexo en grupo con aquellas dos atractivas maduras, pero por otra, al no tener experiencia no sabía cómo podría reaccionar. Terminamos de secarnos mientras Katia y Thomas seguían besándose y magreándose. Ingrid me condujo al salón y sirvió de nuevo champán. Mientras lo hacía me puse detrás de ella y encajé la polla entre sus nalgas.

-              ¡Uumm, que joven tan atrevido! –Dijo empujando hacia mí para sentirla todavía más-.

Aparecieron Katia y Thomas que ya presentaba un pollón de cuidado. Me separé de Ingrid, pero ella retrocedió hasta volver a encajar su culo en mi polla. Les pasó sus copas y Katia brindó diciendo:

-              Porqué disfrutéis todos lo mismo que yo ya he disfrutado. –Y luego se puso frente a Ingrid para besarla, mientras sus tetas se aplastaban contra las de Ingrid-.

Thomas siguió a Katia, poniéndose a su espalda. Al rato de besarse Ingrid se dio la vuelta, me besó y me apretó la polla contra su vientre, moviéndose suavemente. Katia se volvió hacia Thomas y poniéndose en cuclillas empezó a chuparle su capullo bajándole el prepucio.

-              ¿Te apetece hetero o bi? –Me preguntó al oído Ingrid-.

-              No lo sé, no tengo experiencia bi. ¿Tú que me recomiendas?

-              Bisexual es más divertido, pero eso depende de ti.

Volvimos a besarnos, llevé mis manos a su culo para acariciarlo. Después me puse en cuclillas y puse mi boca en su chocho. Ella subió un pié al sofá para facilitarme el acceso. Tenía un chocho grande con los labios ya por fuera. Olía a mujer caliente, pese a acabar de ducharse.

-              Segrego muchos jugos cuando estoy caliente como ahora. –Dijo-.

Le abrí el chocho con mis manos y fui pasando la lengua por toda su raja y su clítoris. Estaba otra vez tan caliente como antes de follar con Katia. Thomas se subió al sofá y le metió la polla en la boca a Ingrid, mientras Katia se puso de rodillas a mi lado para meterse la mía en su boca, acariciándose su chocho con una mano.

-              Carlos, tengo muchas ganas de follar. –Me dijo Ingrid poniéndose a cuatro patas sobre el sofá-.

Thomas se tumbó delante de ella para que le siguiera comiendo la polla y Katia se sentó sobre la boca de Thomas, yo me puse a su espalda y se la metí hasta el fondo. Me estaba gustando eso del sexo en grupo, allí cada uno sólo trataba sólo de dar y recibir placer. No sabía cómo reaccionaría si Thomas trataba de interactuar conmigo.

Yo, mientras bombeaba a Ingrid, le sobaba su durísimo clítoris que tenía totalmente excitado.

-              ¡Voy a tener un orgasmo, Carlos no pares, así, así, aaahhh!

Se corrió durante casi un minuto, durante el cual yo seguí bombeando y bombeando.

Katia empezó a gritar y a pedirle a Thomas que siguiera y se corrió al momento. Thomas y yo paramos para que ellas pudieran respirar y relajarse tras los orgasmos de que habían gozado.

Nos sentamos los cuatro en el sofá. Ingrid de ladeó para besarme.

-              Eres un gran amante –me dijo-. Me has dado mucho placer.

-              Gracias, igualmente.

Después de reponerse Katia se levanto, lleno las copas y nos las trajo. Admiré de nuevo sus enormes tetas y su precioso culo. Thomas se sobaba el pollón para mantener la erección, actividad que pasó a realizar Katia cuando volvió a sentarse a su lado, besándolo a la misma vez.

-              ¿Te gusta? –Me preguntó Ingrid empezando a hacerme una lenta paja-.

-              Por ahora mucho. Me encanta esto de simplemente tener sexo, sin prejuicios ni malos rollos, sólo disfrutar unos de otros.

-              ¿No te gustaría disfrutar también con Thomas?

Miré el pollón del teutón y me ocurrió como en el sueño que había tenido esa tarde. Sentí deseos de comerle la polla, pero no sabía si estaba preparado para una experiencia homosexual. Ingrid debió percibir mis dudas y le dijo a Thomas que se acercara a nosotros. Él se puso sobre mí, Ingrid le cogió el pollón y me lo acercó a la boca, la abrí y me lo introdujo. Katia se puso de rodillas entre mis piernas y empezó a comerse mi polla. Era una sensación nueva para mí tener una polla en la boca y no me desagradaba. Estaba tan caliente que me iba a correr de un momento a otro.

-              Katia me voy a correr.

Ella se sacó la polla de la boca y me siguió pajeando hasta que me corrí sobre sus tetas. Thomas me sacó su polla de la boca, se puso frente a Katia e Ingrid lo pajeó hasta que se corrió con grandes chorros sobre las enormes tetas de Katia.

¡Vaya nochecita de sexo! Pensé. Eran ya las tres de la madrugada y estaba reventado. Me vestí, me despedí de mis nuevos amigos y me fui hacia mi habitación. En el pasillo me encontré con Maribel.

-              Creo que es mejor que duermas en mi habitación, Ana se ha subido con dos hombres a la tuya. –Me dijo-.

La habitación era también de cama de matrimonio, pero yo estaba lo bastante cansado como para caer muerto en la cama. Maribel entró al baño a ducharse, después se acostó sólo con las bragas en el otro lado de la cama y apagó la luz.

Amaneciendo noté que alguien me empujaba por detrás. Pensé que Maribel se había despertado con ganas de juerga. Abrí los ojos y no debía ser Maribel pues estaba durmiendo todavía en su lado de la cama. La voz de Antonia me susurró por detrás.

-              ¿Qué haces aquí, no habrás terminado con mi tía?

-              No he hecho nada con tu tía, nos encontramos anoche cuando volvía a mí habitación, me dijo que mi tía estaba en ella con dos maromos y me dio refugio. No te preocupes, me levanto y me voy al sofá.

-              ¿Y a qué hora fue el encuentro?

Como parecía que Antonia tenía ganas de hablar, me di la vuelta para verla de frente. Estaba guapísima y me pareció que desnuda.

-              Creo que a las tres de la mañana.

-              ¿Y qué hacías tú sólo a esa hora?

-              Es muy largo de contar y un tanto subido de tono.

-              Eso último me gusta.

-              Te dejo para que puedas dormir.

Traté de salir de la cama sin molestarlas y sin que se notara demasiado que tenía una erección.

-              Que contento te has levantado –susurró Antonia al verme, luego se dio la vuelta y se quedó dormida-.

Cogí una manta del armario y me acosté en el sofá para tratar de seguir durmiendo. Me desperté con el sol ya bien alto. Antonia seguía durmiendo y su tía estaba en el baño. Al poco salió con un pareo al pecho.

-              Dúchate si quieres y te presto un pareo para que bajes a desayunar, luego recoges tu ropa. –Me dijo en voz muy baja-.

-              Gracias –le contesté entrando en el baño-.

Me aseé, me puse el pareo y salí del baño. Maribel ya no estaba y Antonia seguía durmiendo, con el movimiento tenía una teta fuera de las sábanas. Admiré su belleza un poco de tiempo y luego bajé a desayunar.

Ana estaba sentada con Maribel charlando, mientras ambas desayunaban. Me senté con ellas.

-              ¿Qué tal anoche? –Les pregunté-.

-              Bien, pero pocos hombres. –Me contestó Ana-. Y los que había los acaparó Maribel casi hasta el final de la fiesta, menos mal que pude pillar a dos sobre la marcha, cuando terminaron con Maribel.

-              Ana, creo que eres demasiado guapa y joven y eso les da miedo a los abueletes. Además, eso de tener un buen pelucón frente a tanta muñeca, les da mucho morbo –Dijo Maribel-.

-              No te creas que al final no les da tanto miedo. ¿Y tú donde te metiste? –Me preguntó Ana-.

-              Charlando con unos alemanes. –Le contesté-.

Maribel terminó de desayunar y dijo que se iba a la piscina para no molestar a su sobrina.

-              Carlos me tienes que hacer un favor. –Dijo Ana cuando se había marchado Maribel-.

-              Dime.

-              Anoche, aunque me apetecía mucho, no pude estar con Pablo, ¿te acuerdas de él?

-              Sí, la pareja de Montse. –Contesté, recordando mi sueño-.

-              Ese mismo. Resulta que al final no les gusta eso de ser tan liberales, pero me propusieron hacer hoy un intercambio y yo acepté por los dos.

-              Ana, tú tienes mucha cara. ¿Cómo te atreves a comprometerme en un intercambio?

-              Es cada uno por su lado y creí que no te molestaría echar un polvo con Montse, que está todavía de muy buen ver.

La verdad era que Montse me producía mucho morbo y, en efecto, no estaría mal estar un rato con ella. De todas formas no quería ponerle las cosas tan fáciles a Ana.

-              No lo sé Ana, me parece un poco violento sin conocerla de nada.

-              Pues charlas con ella antes. ¡No te fastidia el señorito, ni que me hubiera comprometido para que picaras piedra! Tú ve a las doce a su habitación y no me jorobes el plan, que sabré recompensártelo. Toma la llave.

-              Vale, pero me debes una –dije  cogiendo la tarjeta magnética-.

Eran ya las once y media. Ana terminó de desayunar y se fue a la habitación a esperar a su conquista. Terminé de desayunar al filo de las doce y subí a la habitación que me había dicho Ana.

Me resultaba extraño eso de ir a echar un polvo por las buenas con una desconocida, porque Ana lo hubiera concertado. Pensé que iba a ir despacio y que ya veríamos lo que pasaba.

Llamé a la puerta y una voz que debía ser la de Montse por el fuerte acento valenciano, respondió que entrara. Utilicé la tarjeta magnética y entré. Cuando me acostumbre a la luz natural, vi que Montse estaba desnuda boca arriba, con los brazos y las piernas atados a las patas de la cama y un antifaz tapándole los ojos.

-              Hola Carlos, ¿te gusta el rollo DBSM? –Me preguntó cuando oyó cerrarse la puerta-.

Me quedé mirándola sin contestarle. La imagen me resultaba muy morbosa.

-              Vaya Montse, no sé si me gusta el rollo BDSM, pero me gusta mucho verte así. Eres una mujer muy atractiva.

-              ¿Qué llevas encima?

-              Solo un pareo, que creo que no me va a durar mucho.

Llevaba los labios pintados de un rojo intenso, sus hermosas tetas le caían un poco hacia los lados, los pezones los tenía duros y del tamaño de la punta de un dedo, su barriguita quedaba muy disimulada por la posición, el chocho lo tenía muy abierto y le brillaba de los jugos que ya habría segregado.

-              Le he pedido a Pablo que me dejara así. Él se ha ido bien caliente a ver a tu tía y yo me he quedado todavía más caliente pensando cómo me ibas a encontrar tú. ¿Te gusta?

-              Ya te he dicho que eres una mujer muy atractiva.

-              Encima de la mesilla hay algunos juguetes, por si quieres usarlos.

Miré y había un consolador con la forma de una polla grande, un pequeño látigo y unas pinzas para los pezones.

-              ¿Viajas siempre con estas cosas?

-              Casi siempre. Nos gusta mucho este rollo, aunque hasta ahora sólo lo he practicado con Pablo, por eso estoy tan excitada. ¿Cómo tienes la polla?

-              Como un palo –dije quitándome el pareo-.

-              Lástima que no pueda verla, pero puedo imaginarla.

Cogí el pequeño látigo y empecé a rozarlo por su cuerpo. Ella gimió con el primer roce. Me divertía excitarla con el simple roce de las cuerdas del látigo.

-              ¿Qué crees que voy a hacerte? –Le pregunté-.

-              Sé que no me vas a hacer daño, lo demás no lo sé, pero me puedes hacer lo que quieras.

-              Me gusta tu chochito abierto y brillante.

Me puse sobre ella y fui besando y lamiendo cada poro de su cuerpo. Empecé por sus depiladas axilas, seguí con su cuello, salté sus tetas y seguí con su barriga y su ombligo. Montse suspiraba y gemía al sentir mi lengua. Salté también su chocho y seguí con la cara interior de sus muslos, luego sus piernas y finalmente sus pies que lamí y mordí.

-              Carlos me voy a correr, necesito correrme, sigue con mis pies. Hace tiempo que no me corro sin que me penetren o me masturben. Sigue, puedo correrme varias veces. ¡Aaaaggg! –Gritó durante bastante tiempo mientras se corría por primera vez-.

Su cara se desencajó y su culo se movió de arriba abajo con grandes estertores.

-              Eres una mujer muy pasional por lo que veo.

-              Mucho, necesito tener sexo constantemente. Gracias a Dios mi pareja también lo es.

Yo tenía la polla a reventar, me excitaba mucho que Montse estuviera atada y sin visión. Hasta ese día nunca había estado con una mujer inmovilizada a mí disposición.

-              Sigue cuando quieras y hazme lo que desees. –Me dijo con la voz muy ronca-.

Me puse sobre ella a la altura de vientre, le cogí las tetas, empecé a chuparlas y a morderle suavemente sus pezones.

-              Me gusta mucho que me coman las tetas.

-              Y a mí comértelas.

Subí un poco sobre su cuerpo y comencé a darle golpes con mi polla sobre sus tetas.

-              Tienes la polla durísima. Me gusta saber que estás así por mí. Déjame que la pruebe.

-              Primero mis huevos –le dije metiéndole un huevo en la boca-.

-              ¡Qué gusto que estén depilados! Los tienes grandes y calientes.

Le metí los dos huevos en la boca, ella me los acariciaba con su lengua. Me gustaba mucho como jugaba con ellos en el interior de su boca. Luego se los saqué y acerqué la punta de mi polla, que estaba llena de líquido preseminal, a sus labios. Ella sacó la lengua para lamerme el capullo.

-              Parece que tiene un buen tamaño y está muy mojada. –Me dijo jugando con su lengua en mi glande-.

-              Mucho, me tienes muy caliente.

-              Y tú a mí. Había deseado este momento desde que te vi en el autobús.

Cogí el consolador de la mesilla, me di la vuelta mirando hacia sus pies, le metí la polla en la boca y empecé a rozar su chocho con el consolador, hasta que se lo introduje poco a poco y empecé a jugar con él en su interior. Noté que se iba a correr otra vez. Yo también estaba a punto. Le saqué la polla de la boca.

-              Déjala dentro, quiero que te corras en mi boca.

-              ¡AAAhhh, tómala! –Le dije mientras me corría como un salvaje en su boca-.

Cuando había expulsado todo el contenido de mis huevos se la saqué y ella se tragó casi toda mi crema. Le di varios golpes con la polla en los pezones y luego me dejé caer sobre ella, sin sacarle el consolador de su coño. La polla no se me bajó un milímetro del calentón que tenía. Quería volver a correrme. Le solté las cuerdas de los brazos y de las piernas. Le dije que se pusiera de rodillas con la cara hacia el cabecero de la cama y volví a atarle los brazos.

-              Tienes un culo precioso, tal vez demasiado blanco, voy a ponértelo como si te hubieras quemado del sol.

Cogí el pequeño látigo y lo fui descargando con fuerza sobre sus grandes cachetes. Ella gemía con cada golpe. Quise que sintiera el placer junto al dolor y lleve la otra mano a su clítoris para sobarlo.

-              Sigue Carlos, me estás dando un enorme placer. ¡Me voy a correr otra vez, sigue, sigue, sigue, sigue,…!

Se volvió a correr y yo necesitaba volver a hacerlo. Le metí la polla en su chocho de un solo golpe de cintura y empecé a jugar con los dedos en su ojete del culo.

-              Me encanta que me sobes el culo. No me gusta que me la metan por ahí, pero me gusta mucho que me metan los dedos.

Le pasé los dedos por el chocho, que estaba empapado de jugos, y volví a hurgar en su ojete. Aquella mujer era un volcán en erupción.

-              Voy a correrme otra vez, córrete dentro de mí, quiero sentirlo.

Nos corrimos los dos a la vez. Luego le solté los brazos, le quité el antifaz y la besé en la boca. Ella estaba exhausta y yo también. Nos quedamos un rato abrazados en la cama.

-              Tenemos que repetirlo en estos días. Me he quedado en la gloria. Tengo que recomendarte a otros del grupo. –Me dijo besándome y sobándome la polla-.

Eran ya las dos de la tarde. Le propuse que nos ducháramos y bajáramos a comer.

Ana y Pablo estaban ya sentados tomando un vino. Él se levantó a besarla. Me senté junto a Ana.

-              ¿Qué tal la experiencia? –Me preguntó-.

-              Debo reconocerte que fantástica. Esa mujer es un auténtico volcán. ¿Y la tuya?

-              No ha estado mal, pero tampoco para tirar cohetes.

Durante la comida llegó Antonia con su tía, las dos con el pareo a la cintura. Me acerqué a ellas para saludarlas.

-              ¿Has conseguido dormir? –Le pregunté a Antonia-.

-              Hasta ahora mismo.

-              ¿Haces algo después de comer?

-              Me apetece ir un rato a la playa a sestear, ¿te vienes?

-              Sí,  te espero a que termines de comer.

Durante la comida Ana y Antonia estuvieron cruzándose miradas sin parar. Cuando terminamos de comer y Ana, Montse y Pablo se fueron a la piscina. Me sumé a la mesa de Antonia y Maribel. En ese momento entraron a comer desnudos mis tres amigos alemanes, que se acercaron a saludarme.

-              Hola Carlos. Venimos a despedirnos, esta noche volvemos a Alemania. –Dijo Katia-.

-              Lo siento por vosotros, a mí todavía me quedan unos días.

Los presenté a Antonia y Maribel.

-              Os dejamos para que terminéis de comer. –Dijo Ingrid, dándome dos besos en las mejillas, lo mismo que hizo Katia después y se sentaron al sol-.

-              ¡Joder, que pedazo de tetas tiene esa mujer! –Dijo Antonia cuando se fueron-.

Ellas terminaron de comer y Antonia y yo bajamos a la playa. Antonia se tumbó boca abajo y yo que quedé sentado a su lado. ¡Qué preciosidad el culo de Antonia! Pensé.

-              Oye, me tienes que contar que hacías anoche sólo a las tres de la madrugada. Me dejaste intrigada esta mañana.

Dudé si contarle la verdad o cualquier milonga y me decidí por la verdad.

-              Tuve un lío con los alemanes que te he presentado antes.

-              ¿Con la de las tetas enormes?

-              Y con los otros dos, fue una noche muy movida.

-              Carlos, ¿tú te crees que yo soy tan infeliz como tú para creerme esas cosas?

-              Piensa lo que quieras, ¿para qué iba a mentirte?

No podía dejar de admirar el culo de Antonia. No sabía cómo se lo tomaría si se lo decía, finalmente decidí no comentarle nada.

-              ¿Y qué tal la experiencia?

-              Un poco chocante al principio, pero bien.

-              Yo nunca he practicado el sexo en grupo, no sé si me gustaría. ¿Tú ya tenías experiencia?

-              No, anoche fue la primera vez.

Nos quedamos un rato en silencio, durante el que varias parejas del grupo pasaron delante nuestra sin dejar de mirarnos, hasta que Antonia dijo:

-              Tu tía es una mujer muy atractiva.

-              Sí que lo es, para mí ha sido toda una sorpresa los hábitos naturistas y liberales de ella y de mí tío.

-              ¿Crees que ella querría tener algo conmigo?

Me quedé sorprendido por la pregunta. En ningún momento había pensado que Antonia pudiera ser lesbiana.

-              Pensé que te gustaban los hombres.

-              Y me gustan, pero últimamente me está apeteciendo montármelo con alguna mujer y tú tía me resulta una madura muy tentadora. No has contestado mi pregunta.

-              Porque no tengo ni idea de lo que le pueda apetecer a mi tía.

Volvimos a quedarnos en silencio. Al cabo del rato Antonia me preguntó la hora, se la dije.

-              Me voy a subir al hotel, he quedado con mi tía para ir de compras a Vera y cenar allí.

-              Subo contigo, ya he tomado bastante el sol por hoy.

Recogimos y fuimos al hotel. Nos despedimos en el hall y me fui hacia mi habitación. Llamé a la puerta no fuera que Ana estuviera con algún lío.

-              ¿Puedo pasar?

-              Sí pasa, estoy leyendo.

Ana estaba desnuda sentada en el sofá.

-              Creo que con lo de esta mañana te has hecho un nombre en el grupo –me dijo dejando el libro a un lado-.

-              Estuvo muy bien, pero no pretendo pasar por un follador empedernido.

-              Lástima que seas mi sobrino, la verdad es que siento curiosidad por follar contigo.

-              Déjalo ya Ana y no juegues conmigo.

-              ¿Te apetece venir a cenar? He quedado con una pareja amiga y no quiero ir sola.

-              Desde luego que me vas a sacar partido como acompañante.

Antonia iba a cenar fuera y mis amigos alemanes se habían marchado, así que decidí acompañarla. Ana había quedado en el mismo restaurante en el que cenamos la primera noche. Una pareja como de cincuenta años nos estaba esperando en la barra. Ana y ellos se intercambiaron unos besos en la mejilla y ella me los presentó:

-              Mira Carlos, ella es Laura y él Luis, mi sobrino Carlos.

Laura era una mujer alta y rubia, llevaba un elegante, ceñído y corto vestido negro que dejaba casi toda su espalda al descubierto. Luis tendría algún año más que ella, pero no muchos, también alto y muy moreno de tomar el sol. Nos sentamos.

-              Laura y Luis tienen la suerte de vivir aquí gran parte del año. Es lo que tiene ser ricos. –Me dijo Ana-.

Según deduje de la conversación, se conocían de otros años, aunque en ningún momento salió el nombre de mi tío.

Cuando terminamos de cenar propusieron que fuéramos a su casa a tomar una copa y seguir charlando. Vivían en un ático bastante grande con vistas al mar, también situado en la zona naturista. El ático tenía un jacuzzi en la terraza.

-              La noche está perfecta para tomar un baño. –Dijo Laura y luego se fue, creo que camino al dormitorio, mientras Luis servía las copas-.

Con la copa en la mano salí a la terraza, dejando a Ana y Luis en el salón. Al poco salió Laura a la terraza en albornoz.

-              ¿No te animas a darte un baño? –Me preguntó Laura-.

-              No he traído bañador.

-              Yo tampoco –me dijo quitándose el albornoz y quedándose desnuda frente a mí-.

-              Ya lo veo, ni falta que te hace –le contesté-.

Me quedé sentado mientras ella se metía en el jacuzzi. Una de las veces que miré hacia el salón Ana y Luis se estaban besando apasionadamente y Laura debía estar viéndolos ya que se había colocado de forma que podía ver el mar y el salón.

-              Déjalos y ven, no tenemos porque hacer nada. –Dijo Laura en voz baja-.

-              ¿Te da igual que ellos se líen?

-              No me da igual, me gusta.

Estaba empezando a sentirme un poco agobiado con la situación, Laura debió notarlo.

-              Carlos, lo mismo que hay maridos que les gusta ver como se follan a sus mujeres, a mí me gusta ver como se follan a mi marido.

Arqueé las cejas en señal de extrañeza.

-              No es tan raro. Siento curiosidad por ver que hace con otras mujeres, si es tan apasionado como conmigo o si disfruta con ellas tanto o más que conmigo. Además, yo ahora estoy más tranquila con el sexo y me excita verlo. ¿Crees que hay algo de malo en eso?

-              No tiene porqué. Cada pareja puede montárselo como quiera.

Dentro la cosa se iba calentando progresivamente, Ana y Luis seguían besándose y ahora se magreaban de lo lindo. Yo tenía sensaciones contradictorias. Me estaba calentando, pero la verdad es que no me interesaba para nada ver como mi tía se liaba con otro. Decidí hacer caso a Laura y meterme en el jacuzzi. Me desnudé y me senté en el borde mirando al mar y a Laura.

-              Antes mi principal, casi único placer era follar. Ahora prefiero disfrutar sólo excitándome viendo a mi marido y sentir otros placeres como tomar un baño nocturno con un atractivo joven desnudo a mi lado, sin saber si llegará a pasar algo.

-              ¿Luis no disfruta de esos placeres contigo?

-              Luis es muy apasionado y muy caliente. Por él estaría todo el día follando con unas y con otras. A mí eso no me molesta, siempre que yo lo sepa y me siga queriendo.

-              Sois una pareja con una relación muy abierta. No sé si yo podría serlo tanto.

-              Deja pasar los años. Descubrirás que si quieres a alguien, querrás que sea feliz a su manera y no a la tuya. ¿De verdad eres sobrino de Ana?

-              Sí, ella es la segunda mujer de mi tío, ¿lo conoces?

-              Creo que no.

Me extrañó la respuesta de Laura. ¿Si no conocían a mí tío, de qué conocían ellos a Ana para tener una relación tan íntima?

-              Ana la come de maravilla. –Dijo Laura sin quitar la vista del salón-.

-              No necesito que me retransmitas lo que sea que esté haciendo Ana.

-              Tienes razón, el interés no es el mismo para ti que para mí. Anda métete en el jacuzzi.

Le hice caso y me mantuve mirando al mar y a Laura. Laura era una mujer muy atractiva. Morena, media melena rubia, una bonita cara con unos labios muy carnosos y unas tetas medianas muy bien puestas todavía.

-              ¿Estás caliente? –Me preguntó Laura-.

-              No sé si esa sería la palabra. Estoy excitado con todo esto.

-              ¿No quieres mirarlos? Si Ana lo está haciendo así, es que desea que la veas.

-              Yo he desistido de entender a Ana. Creo que lo que quiere es jugar conmigo.

-              ¿Jugar en qué sentido?

-              Ponerme violento, evidenciar que soy un pardillo y que ella puede hacer conmigo lo que quiera.

-              Es posible. Está en la edad en que quiere demostrarse que puede todavía hacer lo que quiera con cualquier hombre.

-              ¿Y tú no?

-              Yo sé que todavía puedo hacer lo que quiera con cualquier hombre o mujer.

Laura había metido una mano en el jacuzzi y se estaba acariciando el chocho.

-              Por lo que veo tú sí te estás calentando con lo que ellos están haciendo.

-              Claro, para eso lo estoy mirando. Me gusta ponerme cachonda.

-              ¿De qué conocéis a Ana?

-              Conocimos a Ana antes de que se casara. Durante un tiempo tuvo una pareja que la introdujo en el mundo liberal. Él era un tipo bastante atractivo y ella salta a la vista que también lo es. Cuando la conocimos era muy cortada, ahora se ve que ya no lo es tanto.

Ver a aquella hermosa madura haciéndose un dedo me había empalmado.

-              Me excita mucho ver cómo te masturbas –le dije-.

-              Ya lo veo, me gusta que te pongas así por mí. ¿Quieres seguir masturbándome?

-              Claro, me apetece mucho. –Le dije llevando mi mano a su chocho-.

-              Házmelo despacio, quiero sentirme muy excitada. –Dijo ella llevando su mano a mis huevos para acariciármelos-.

-              ¡Uuuummm! –Susurré al sentir su mano-.

El masturbarnos mutuamente me estaba poniendo todavía más caliente. Me pregunté si me apetecía follar con Laura y me di cuenta que prefería seguir así, sentir como me iba excitando cada vez más, igual que ella, sin tener que llegar a nada más.

-              ¿Te das cuenta de lo que te decía? –Me preguntó al oír mis gemidos de excitación-.

-              Sí, es muy placentero.

-              Manejando bien las caricias puedes sentir excitación y placer el tiempo que quieras. –Dijo a la misma vez que cambiaba su mano al tronco de mi polla-.

Se escucharon unos gritos de Ana desde el salón, se estaba corriendo:

-              ¡No pares Luis, sigue dándome fuerte, sigue, sigue, así, así…!

-              Yo también me voy a correr –le contestó él-.

-              Ves, ellos ya han terminado y nosotros sólo hemos empezado. –Me dijo Laura-.

Al rato Ana y Luis salieron desnudos a la terraza. Ana estaba muy guapa, el polvo le había sentado de maravilla.

-              ¿Te ha gustado? –Le preguntó Luis a Laura-.

-              Habéis estado muy bien los dos para ser viejos conocidos. –Le contestó ella-.

-              ¿Y vosotros qué tal estáis? –Volvió a preguntar Luis-.

-              En la gloria –le contestó Laura-.

-              ¿No os apetece correros? –Preguntó Ana esta vez-.

-              Claro, pero no tenemos prisa –le respondió Laura-.

Ana se sentó a mi lado en el jacuzzi y preguntó:

-              ¿Por qué no has querido mirarme?

-              Ya te miraba Laura por los dos –le respondí-.

-              La próxima vez quiero que me mires tú.

El trabajo de Laura en mi polla estaba dando sus frutos y creía que no podría aguantar mucho más. Aceleré el ritmo de mis dedos en su clítoris.

-              Córrete tú. No quiero correrme todavía, prefiero quedarme excitada. –Me dijo acelerando el movimiento y la presión de su mano sobre mí polla-.

Laura me miraba a la cara, igual que Ana, lo que me excitó todavía más e hizo que me corriera con chorros que saltaron por todo el jacuzzi. Luis rellenó las copas y se metió en el jacuzzi también.

-              ¿Amor, estás muy caliente? –Le preguntó Luis a Laura que seguía masturbándose muy despacio-.

-              Mucho, pero puedo esperar a que nos quedemos solos.

Ana y yo pillamos la indirecta de Laura y al poco tiempo nos vestimos y nos marchamos hacia el hotel. Que Laura me dijera que ellos no conocían a mí tío, me había dejado bastante extrañado. Decidí tenderle una pequeña trampa a Ana.

-              ¿Conocéis a Laura y Luis desde hace tiempo?

-              Si, ya hace tiempo, siempre que venimos tu tío y yo quedamos a cenar.

Me quedó claro que Ana mentía, ya que Laura no había tenido ningún motivo para hacerlo.

Cuando llegamos al hotel eran las dos de la madrugada, subimos a la habitación y, tras asearnos, nos quedamos dormidos los dos. Desperté cuando estaba amaneciendo, dándole vueltas a porqué Ana me mentía sobre el papel de mí tío en sus andanzas. Di un par de vueltas en la cama y volví a quedarme dormido. Tuve una pesadilla con Ana y con mi tío.

Habíamos ido los tres al viaje del INSERSO, Ana, mi tío y yo. Estábamos todos en la habitación y Ana, vestida sólo con el camisón transparente, nos estaba zorreando a los dos, moviéndose por la habitación y agachándose por cualquier cosa para que le viéramos el culo y su depilado chochito por detrás. Me sentía violento con la situación. Yo estaba desnudo y mi tío vestido, ambos sentados en el sofá. Mi tío empezó a hacer comentarios en una voz lo bastante alta como para que Ana lo oyera:

-       Está buena la muy zorra. Lo que le pasa es que es muy puta. ¿No te apetece follártela? Si no lo haces, vas a ser el único del hotel que no se la folle.

Me indignaron sus groserías y se lo dije:

-       Esas cosas no se dicen de ninguna mujer y menos de la propia.

-       No le riñas a tu tío, tiene razón en lo que dice. –Intervino Ana-. A tu tío le gustaría ver cómo te la mamo y luego cómo me follas.

Tras decir esto último, Ana vino a sentarse en mis piernas, cogiéndome la polla que ya estaba empalmada. Yo trataba desesperadamente de levantarme y deshacer aquella situación, pero me era imposible.

-       Fóllatela, verás que mojado está y como te aprieta el nabo con su chochito. –Me decía mi tío sentado a mi lado-.

Ana se había sacado las tetas del camisón y trataba de metérmelas en la boca. Yo seguía sin poder levantarme y estaba cada vez más agobiado.

-       Por favor, dejadme. Esto es una monstruosidad. –Les grité-.

No sé cómo, pero al final logré deshacerme de Ana y levantarme. Corrí hacia la puerta de la habitación, la abrí y en vez de salir al pasillo, salí, desnudo y empalmado, directamente al comedor del hotel en el que el grupo del INSERSO estaba desayunando. Sentí vergüenza y traté de cubrir mi polla empalmada, pero Montse y la tía de Antonia me cogieron los brazos separándolos de mi cuerpo. Antonia, que estaba tomando un té, me dijo:

-       Eres un vicioso y un asqueroso –y me lanzó el té hirviendo sobre mi polla-.

Gracias a Dios Ana me despertó en ese momento para decirme que iba a bajar a desayunar y que no tardara yo en bajar vestido, pues ese día teníamos contratada una excursión a algunas playas desiertas de alrededor. Cuando logré reponerme de la pesadilla, me levanté, me aseé y bajé al comedor.

Ana, Antonia y su tía estaban desayunando juntas. Me sumé a su mesa.

-              ¿Qué tal la cena de anoche? –Le pregunté a Antonia y a Maribel-.

-              Muy bien, estuvimos en una terraza en Vera, donde se comía de maravilla. Tenemos que ir un día de estos, pero a comer. –Me contestó Antonia-.

-              ¿Vas a la excursión de esta mañana? –Le pregunte-.

-              Sí, ¿y tú?

-              Si tú vas, me animo yo también.

A las diez estábamos todos subidos al autobús. Nos acompañaba una guía local. Me senté con Antonia. Notaba que las mujeres del grupo me miraban de manera descarada.

-              Es lo que tiene haberte echado fama de buen follador en este grupo. –Me dijo Antonia al oído-.

-              ¡Joder, las noticias vuelan! No son más que los líos de mi tía.

-              Bueno, algo habrás hecho tú.

Me callé, estaba molesto con que mi aventura con Montse hubiera llegado a oídos de Antonia.

-              No te preocupes, que no creo que haya muchos santos y santas en este grupo. –Me dijo Antonia antes de cerrar los ojos para intentar dormir, pese a que la guía no dejaba de hablar por el altavoz, contando los sitios que íbamos a visitar-.

Paramos por un par de pequeños pueblos costeros, en los que la mayoría del grupo no quiso bajar del autobús. Cuando Antonia y yo volvimos de dar un breve paseo por Agua Amarga, el grupo estaba bastante revolucionado, exigiendo ir ya directamente a alguna playa desierta. La guía los calmó aceptando su petición.

-              ¿Oye, tú sabes que es lo que pasa? –Le pregunté a Antonia-.

-              Ni idea, tendrán muchas ganas de bañarse y de tomar el sol.

Finalmente llegamos a la playa desierta. Se levantó todo el grupo, que muy lentamente fue bajando del autobús. Observe por la ventanilla que la guía les daba a los hombres un vasito de agua y unas pastillas.

-              Parece que es la hora de la medicación de la próstata. –Le comenté a Antonia de broma-.

-              Creo que te equivocas, les está dando una viagra a cada uno y aquí se va a liar parda.

-              ¡Joder con los abuelos, la calentura que tienen! ¿No pueden estar ni un rato sin follar?

Bajamos del autobús los últimos y la guía me ofreció también el vasito y la pastilla. Dude si aceptarla.

-              No creo que haga falta. –Le dije a la guía, no tanto porque fuera de sobrado, sino porque no pensaba hacer nada-.

-              Cógela, que estos tienen mucho peligro. –Me contestó-.

Miré a Antonia y ella me hizo un gesto con los hombros como indicando que aquella decisión no era de su incumbencia. Cogí la pastilla y la guardé en la mochila, junto con la botella de agua que llevaba. El grupo se fue desnudando y poniendo las toallas en la arena. Antonia y yo estábamos expectantes con lo que fuera a suceder allí o más que con lo fuera a suceder, con cómo se organizarían entre ellos, para lo que estaba claro que iba a suceder.

La guía salió del autobús desnuda, cogió un megáfono y se dirigió al grupo:

-              Cómo ya sabéis hoy es el día de las mujeres, así que son ellas las que eligen. De acuerdo con las normas de la excursión, que habéis aceptado al apuntaros, todo el mundo tiene que participar, sin excepciones. –Diciendo esto último mirándonos directamente a Antonia y a mí-. Salvo que haya un conflicto, el orden de las mujeres para elegir es libre. Los cambios no son obligatorios, sino voluntad de cada uno. ¡Al lío!

Antonia y yo, que no sabíamos nada del lío, nos habíamos quedado un tanto pasmados.

-              ¿Qué hacemos? –Le pregunté, mientras las mujeres del grupo empezaban a dar vueltas mirando a los hombres-.

-              ¿Qué quieres que hagamos?

-              He preguntado yo primero. –Le dije ya bastante despavorido-.

-              La situación es esta: o follamos o nos follan. –Dijo Antonia y luego me besó en la boca marcando el territorio frente a las demás mujeres, que protestaron cuando lo vieron-.

-              Vamos a retirarnos un poco –le propuse a Antonia cogiéndola de la mano y empezando a andar para alejarnos del grupo-.

-              ¡Es injusto! –Exclamaron algunas mujeres y hombres a nuestras espaldas-.

-              No es injusto –les contestó la guía-. Os recuerdo que esto es un viaje del INSERSO y no un viaje fin de curso de bachillerato con derecho a premio.

Logramos situarnos un poco retirados del resto.

-              Vaya, parece que la viagra ya está haciendo sus efectos. –Dijo Antonia observando a algunos de los abuelos del grupo, que ya lucían un buen empalme-.

Luego puso una toalla en la arena y se desnudó, volviendo a besarme en la boca. Tenía una boca maravillosa y su lengua jugaba apasionadamente con la mía.

-              ¿Te va a hacer falta la viagra? –Me dijo-.

-              Para el primero no, después ya veremos. ¡Qué suerte haber venido a la excursión! –Le dije entre beso y beso-.

-              No creas que todo es suerte.

-              ¿Tú sabías de que iba esta excursión?

-              Algo había oído. Tú, como te dedicas a follar como un descosido, no te enteras de nada.

-              No seas tan dura conmigo, que te pones fea, con lo guapa que eres.

-              No, no creo que vayas a necesitar la viagra. –Dijo Antonia cuando notó la erección que tenía-.

Me desnudé y la abracé de nuevo. Luego le pedí que se tumbara boca abajo para admirar su precioso culo. Esta vez sí se lo dije:

-              Antonia tienes un culo precioso.

-              ¿No te parece un poco caído?

-              No, me parece un portento de la naturaleza. Si la Iglesia pusiera como ejemplo de la existencia de Dios la belleza de tu culo, tendría muchos más creyentes.

Me puse de rodillas dejando sus piernas en el centro y fui besando y lamiendo su culo. Ella suspiraba quedamente dejándome hacer.

-              ¿Sabes que echo de menos no haberte visto en ropa interior? –Le dije-.

-              Qué raro eres. Toda mi vida los hombres llevan intentando quitarme la ropa y ahora tú quieres ponérmela.

Me tumbé boca abajo sobre Antonia encajando mi polla entre sus nalgas y olí la fragancia que emitía su pelo y su cuello.

-              Antonia, que buena estás.

-              ¿No crees que tengo la espalda demasiado ancha?

-              A mí me parece perfecta.

-              Tú tampoco estás mal.

Seguimos un rato en la misma posición. Yo no paraba de darle besos en el cuello y en las orejas.

-              ¿Cómo quieres que lo hagamos? –Me preguntó-.

-              ¿Hacer qué?

-              Pues jugar al parchís, ¿a ti que te parece?

-              Por ahora prefiero no penetrarte, quiero disfrutar de tu cuerpo.

-              Pues sí, raro tela. Llevo desde jovencita cerrando las piernas y ahora que te ofrezco abrirlas, me pides que las deje cerradas. Ponte a mi lado boca arriba.

Hice lo que me pidió y ella se puso de rodillas sobre mí, cogiéndome la polla.

-              ¿Con esto has conquistado a las mujeres de la excursión?

-              No, tengo otra más grande para ellas.

-              ¿No te la has traído?

-              Es que no sabía de qué iba la excursión.

-              Pues hay que llevarla siempre encima. –Me dijo cogiéndome los huevos con la otra mano-. Me apetece mucho comértela, pero no quiero hacerlo aquí.

-              Quiero que me la comas otro día, cuando estés en sujetador y tanga.

-              ¡Qué empeño tienes en vestirme! A mí me gusta estar desnuda.

-              No te preocupes que luego te quitaría la ropa para poder comerte el chocho.

Mientras hablábamos yo le sobaba sus hermosas tetas, duras como piedras y su precioso culo.

-              Al lado de tu amiga alemana te resultarán ridículas.

-              Son perfectas, las de Katia eran una enormidad.

De vez en cuando se oían gritos de mujeres y de hombres que decían correrse. Antonia puso su chocho encima de mí polla. Los líquidos que habíamos segregado los dos le permitían resbalarse adelante y atrás, masturbándonos mutuamente.

-              ¿Te gusta? –Me preguntó-.

-              Mucho, ¿y a ti?

-              Puedo correrme en cualquier momento.

Le ofrecí las manos para que se apoyara sobre ellas. Ella trabó las suyas con las mías e incrementó el ritmo de su movimiento.

-              Carlos, me voy a correr.

-              Y yo contigo, dime el momento.

-              ¡Ahora, ahora, ahora, ahora, ahora….!

Me corrí a la misma vez y ella se dejó caer sobre mi pecho.

-              Me ha encantado –le dije al oído-.

-              Y a mí, ha sido muy gustoso y he tenido un orgasmo muy largo y muy intenso. Al final me ha servido con tu polla de diario.

Nos reímos los dos. Antonia se dio la vuelta y quedamos boca arriba en la toalla uno junto a otro.

-              Es la primera vez que lo he hecho en una playa. –Le dije-.

-              Yo no, no ves que soy de aquí.

-              ¿Te apetece que echemos otro?

-              Aquí no, luego con sujetador y tanga o algún bodi sexi y tu vestido para que yo pueda desnudarte.

La guía volvió a dar la matraca con el megáfono:

-              Bueno, hora de vestirse y marcharnos. Se acabó la visita a la playa.

Algunos abuelos protestaron diciendo que no se habían corrido y no se les bajaba el efecto de la viagra

-              ¿Y yo que queréis haga? –Contestó la guía-. Haceros un pajote o que os ayude una buena samaritana, pero rapidito que no llegamos al hotel a la hora de comer.

En el viaje de vuelta los hombres exageraban sobre sus capacidades amatorias, mientras que las mujeres se cachondeaban de ellos bajándoles los humos.

Sonó el móvil de Antonia. De su trabajo le indicaban que la necesitaban esa tarde.

-              Lo siento Carlos, pero tengo que ir a trabajar esta tarde.

-              Más lo siento yo, pero que le vamos a hacer. ¿Volverás muy tarde?

-              Ya volveré mañana por la mañana, me voy a quedar a dormir algo en mi casa.

Llegamos al hotel un poco antes de la hora de apertura del comedor. Antonia subió a su habitación para cambiarse e ir a su trabajo. Ana y yo subimos a la nuestra a ducharnos. Cuando Ana estaba en la ducha sonó mí móvil era mi madre:

-              Hola Carlos.

-              Hola mamá, ¿qué tal estás?

-              Bien, bien. ¿Oye tu no estabas con la tía Ana en un viaje, debido a una lesión de tu tío?

-              Sí. ¿Por qué?

-              Porque me ha llamado para otra cosa mi primo Juan y me ha contado que había visto a tu tío haciendo el camino de Santiago en bicicleta, así que muy lesionado no debía estar.

-              Pues no lo sé mamá.

-              Espera, cómo no me cuadraban muy bien las cosas, he llamado a tu tío para preguntarle y me ha dicho que él no sabía nada de que tú ibas a acompañar a Ana al viaje. Parece ser que él había quedado con un grupo de amigos hacía meses para hacer el camino y que Ana se empeñó en hacer ella otro viaje a Almería en las mismas fechas. Me ha dicho que le fastidió un poco porque no conoce Almería y le hubiera gustado ir.

Así que Ana había formado todo el lío y me había mentido desde el principio. Ni mi tío estaba lesionado, ni le había dicho que yo la acompañase, ni ella y mi tío hacían el mismo viaje todos los años.

-              No sé qué decirte, ya sabes que el tío Manolo está muy despistado últimamente.

-              Pues no sé. ¿Y tú, cómo te lo estás pasando?

-              Ya te lo puedes imaginar, un poco aburrido con tanto viejo –le mentí descaradamente-.

-              Te tengo que dejar hijo, que me voy con tu padre a la Feria y ya me está metiendo prisa.

-              Vale mamá, un beso.

Valiente embustera era Ana, ¿pero por qué había formado ese lío y me había metido a mí en medio? Bueno, el porqué había formado el lío estaba claro, para follarse todo lo que se moviera. Pero el meterme a mí, contarme una sarta de mentiras y tenerme caliente todo el viaje no lo estaba.

Ana salió del baño en albornoz.

-              Ya te puedes duchar cuando quieras y bajamos a comer –me dijo-.

Entré al baño. No podía dejar de pensar en las mentiras de Ana y que encima se hiciera la estrecha conmigo cuando estábamos solos. Decidí no decirle nada de lo que sabía por el momento, esperaría a cuando fuera la ocasión. Salí del baño desnudo para ponerme el pareo en la habitación.

-              Carlos, ¿qué hemos hablado sobre estar desnudo por la habitación?

-              ¡Venga ya Ana, déjate de tonterías!

Me coloqué el pareo y bajamos al chiringuito.

-              ¿A mí tío Manolo le gustaba esto cuando venía? –Le pregunté cuando nos sentamos-.

-              Claro, le encantaba. A ver si se le pasa su problema y podemos volver a venir juntos. ¿Y a ti, te está gustando?

-              No sé qué decirte. Lo de esta mañana me ha parecido un tanto excesivo.

-              Pues eso que no estuviste en la fiesta de la otra noche. A tu tío le encantaban ese tipo de fiestas.

Ya me mentía sin necesidad. O era una mentirosa compulsiva o quería adornar las mentiras para que yo me las tragara mejor.

-              Además no protestes de lo de esta mañana que tú te lo has pasado en grande con tu amiga Antonia. –Continuó al poco-.

-              Pues sí, pero para eso no hacía falta la excursión. Por cierto, ¿te gusta ella?

-              ¿A quién le amarga un dulce así? Espera un momento –me dijo levantándose de la mesa y acercándose a otra donde estaba comiendo otra pareja del grupo que había estado por la mañana en la excursión, pero que no recordaba haberlos visto antes-.

Pensé que seguramente ya se estaba preparando alguna actividad para la tarde. Volvió a los pocos minutos.

-              Son una pareja de Córdoba muy simpáticos y él tiene una muy buena polla. –Me dijo al sentarse-.

-              ¿Y a mí que me importa como tenga él la polla?

-              No te pongas desagradable.

Miré a la pareja. Ella era mujer morena guapa, con una cara muy cordobesa, tendría unos cincuenta y cinco años y se conservaba bastante bien, aunque le sobraban algunos kilos, unas tetas medianitas un poco caídas, pero con unas areolas tremendamente grandes. Él tendría sobre los sesenta y cinco, canoso, un poco gordo también, pero no excesivo, y muy velludo.

-              Me han propuesto un intercambio o un menage esta tarde. Ya te dije que estabas teniendo mucho éxito.

-              Lo siento Ana. Ya me comprometiste el otro día y no quiero más líos sólo para que tú te lo pases bien. Además, si recuerdas me debes una del otro día.

-              ¿Y cómo quieres que te pague?

-              Follando conmigo.

-              No creo que eso le guste a tu tío.

-              En realidad no creo que nada de esto le guste –le dije no pudiendo reprimirme más-.

-              ¿Por qué lo dices?

-              Porqué me has mentido a mí y le estás engañando a él.

Se le cambió el gesto, pero aguantó el chaparrón.

-              No sé de dónde sacas eso.

-              Hace un rato he hablado con mi madre, tu marido está haciendo el camino de Santiago en bicicleta, no sabía que yo estaba de viaje contigo y además dice que no conoce Almería. ¿Por qué me has metido en este lío y por qué me mientes?

-              No te he mentido. Bueno, igual alguna cosilla sin importancia que haya dicho puede no ser exactamente cierta.

-              No sigas mintiendo y dime la verdad o me marcho ahora mismo para Sevilla.

-              Estoy harta de que tu tío quede con sus amigotes para hacer bicicleta y a mí me deje tirada. Antes de casarme con él era nudista y liberal con un novio que tenía, con el que me debía haber casado y no con tu tío. Algunas veces le he propuesto que hagamos nudismo o qué metamos algo de gracia en nuestra relación de pareja, pero él se niega sistemáticamente. Este año, cuando me dijo que se iba a hacer el camino en bicicleta, decidí que ya estaba bien, que quería volver a mis costumbres anteriores y cogí este viaje. Comprenderás que no podía venir sola, pues me perdería lo mejor, así que me acordé de ti, pensé que con un chico guapetón y tan joven podría pasármelo en grande. Te oculté algunas cosas, te dije otras que no eran toda la verdad, pero tampoco te estaba metiendo en algo que no te haya gustado. Así que no te enfades, que ya no eres un crío.

-              ¿Cómo quieres que me ponga, si has estado jugando conmigo?

-              No exageres. Muchos jóvenes de tu edad estarían dando palmas con las orejas, por una ocasión como esta.

-              ¿Yo te gusto?

-              Ya te dije que sí.

-              Entonces a qué vienen tus reparos y la manía de que no esté desnudo en la habitación.

-              Porqué te estoy guardando para el postre. Estar a tu lado en este ambiente me tiene caliente todo el tiempo y eso me gusta.

Me quedé un rato callado pensando en lo que me había dicho Ana. Ahora las cosas me cuadraban bastante mejor. Que mi tío fuera nudista y liberal siendo un capillita, no me había resultado creíble en ningún momento. Que Ana lo fuera, si me cuadraba con su carácter, aunque desconociera hasta estos días que fuera tan pasional. Que estuviera harta de las cosas de mí tío, también me cuadraba bastante bien. Que me guardara para el postre para mantenerse cachonda, me parecía una exageración para quedar bien conmigo.

-              Bueno, ¿entonces qué me dices de la pareja de Córdoba? –Me preguntó como si no hubiera pasado nada-.

-              Desde luego eres incombustible. Mira vale, pero no como el otro día. Por lo menos conocernos algo, hablar algo, no aquí te pillo aquí te mato.

-              ¿De qué quieres hablar, de filosofía o de política? –Me preguntó con mucha sorna-.

-              Ana, esas son las condiciones.

-              De acuerdo señor relaciones públicas. Tomemos una copa con ellos.

Ana se levantó, se acercó a su mesa, habló algo con ellos, se levantaron y se vinieron a nuestra mesa. Tenía razón Ana, el tío tenía un carajo y unos huevos de actor porno. Marina era más alta de lo que parecía sentada. Me levanté para saludarlos.

-              Carlos, te presento, ella es Marina y él Miguel. –Marina me dio dos besos en las mejillas y Miguel la mano-.

-              Encantado, por favor sentaros y tomamos algo.

Se sentaron entre nosotros y Ana empezó a hablar con Miguel y yo con Marina.

-              No recuerdo haberos visto en el viaje desde Sevilla. –Le dije a Marina-.

-              Claro, porque no vinimos en el viaje. Perdimos el tren que nos tenía que llevar a Sevilla y ya se descuadró todo. Al final nos vinimos ayer en coche.

-              ¿Y qué tal, que os parece el sitio?

-              Está muy bien, la verdad es que estamos encantados. Perdona que te haga esta pregunta, ¿no eres muy joven para ir en un viaje del INSERSO?

-              Es una larga historia, pero resumiendo, vengo acompañando a Ana, que es la mujer de un hermano de mi madre.

-              ¿Qué haces el resto del año?

-              Estudio el último curso de carrera. ¿Y tú?

-              Tengo una tienda de ropa interior femenina.

-              Pues las del viaje te comprarán poco.

-              No te creas, las naturistas son muy sensuales y les gusta mucho lucirse en ropa interior sexi.

-              Es posible, yo echo de menos que las mujeres lleven algo de ropa que quitarles.

Marina se rió con la ocurrencia. Tenía una bonita risa y se le formaban unos hoyuelos en las mejillas cuando lo hacía.

-              Tengo que decirte que estoy un poco avergonzada con lo que pensarás de mí. Una mujer con mis años pretendiendo acostarse con un muchacho. La culpa es de mi marido, que le ha echado el ojo a Ana y no he tenido manera de quitárselo de la cabeza.

-              No pienso nada malo, el viaje va de lo que va y además eres una mujer muy atractiva.

-              Gracias por el cumplido, aunque sea mentira. ¿Por qué has querido que hablemos antes?

-              Me resulta muy frío estar con alguien a quien no conozco, aunque sea mínimamente.

-              Tienes razón, a mí también. Estoy un poco preocupada con mi marido, ya no es un joven y ha perdido parte de su potencia. Después de lo esta mañana no sé si podrá satisfacer a Ana.

-              Seguro que Ana sabe sacar lo mejor de él.

-              ¿Cómo te apetece que lo hagamos, si es que te apetece claro, todos juntos o por separado?

-              Casi que prefiero por separado. Ana no es mi pareja y no quiero estar en un lío con ella.

-              Por mí perfecto. ¿Pedimos una botella de champán para que nos la lleven a la habitación?

-              Me parece una buena idea.

Nos levantamos y Marina fue a decirle algo al oído a su marido. Cuando terminó de hablarle se volvió hacia mí, me cogió de la mano y echamos a andar hacia su habitación.

-              Estabas con una joven muy guapa esta mañana –me dijo durante el corto trayecto-.

-              Sí, yo creo que ninguno de los dos sabíamos exactamente de qué iba la excursión, si no igual no habríamos ido.

Llegamos a su habitación y nos sentamos en el sofá a esperar que trajeran el champán. Ella se levantó al momento, cogió algo del armario y entró en el baño. Llamaron a la puerta y entró un camarero con un carrito, la botella en una enfriadora y unas copas. Cuando se fue, abrí la botella y serví las copas. Marina me resultaba agradable, pero no tenía claro que quisiera follar con ella. Cuando Marina salió del baño era como otra mujer. Se había puesto un sujetador, un tanga y unas medias con liguero, todo rojo y una neglilee negra. Estaba de lo más sexi.

-              Tengo que hacer publicidad de mi tienda –me dijo riéndose-.

-              Y vaya si la haces, así se vende las prendas solas. –Le dije dándole su copa-.

-              ¿A qué ahora te gusto bastante más? Es el efecto de la ropa interior sexi, sobre todo en la mujer que se la pone. Te hace sentir más atractiva.

Me acerqué a ella y la besé en la boca, ella me devolvió el beso metiendo su lengua en mí boca. Besarla, su imagen y el contacto con su cuerpo hicieron que mi polla empezara a despertar.

-              Tu soldadito se está animando –me dijo al oído-.

-              ¿Cómo pretendes que no se anime junto a esta mujer?

-              ¿Te gustan las mujeres maduras?

-              Mucho, sobre todo si son tan atractivas como tú. ¿Y a ti te gustan los hombres jóvenes?

-              Hace tiempo que no estoy con ninguno, pero tú me gustas, no porque seas joven, sino porque eres sensible y eso se nota enseguida.

Me quité el pareo, la cogí de la mano, me senté en el sofá y le pedí que se sentara a mi lado, tumbándose sobre mí. Ella me cogió suavemente la polla y yo empecé a acariciar sus tetas y su barriga y a besar su cuello y chupar sus orejas.

-              Me gusta que la tengas dura como un palo –me dijo-. Eso es que algo te pongo.

-              Algo no, mucho.

-              Sabes, es difícil para una mujer pasional hacerse mayor. Los hombres dejan de mirarte y crees que has perdido tu atractivo. Menos mal que aun le pongo a alguien tan atractivo como tú. He follado mucho en mi vida y, sin embargo, lamento no haber follado todavía más. Te voy a dar un consejo, hazlo todo lo que puedas, para que luego no te arrepientas de no haberlo hecho.

-              Gracias por el consejo.

Fui bajando una mano por su cuerpo hasta meterla bajo el tanga y acariciarle el chocho. Iba depilada y tenía un chocho grande.

-              Antes me depilaba para gustarle más a mi marido, ahora lo hago para que no se me vean las canas. Acaríciame para que me ponga húmeda.

-              Ya estás húmeda. ¿Llevas mucho tiempo siendo liberal?

-              No demasiado. A Miguel y a mí siempre nos ha gustado mucho el sexo, cuando ya fuimos maduros pensamos que porqué no practicarlo con otros. ¡Uuff cómo me gustan tus caricias!

Marina no dejaba de sobarme la polla.

-              ¿Y tú cómo te has metido en esto?

-              Engañado por Ana, hace dos o tres días.

-              Vaya con Ana, habrá que darle las gracias por pervertirte.

Con las caricias se le había puesto el clítoris como la punta de un dedo chico, yo pasaba los dedos por su raja para humedecerlos y luego le acariciaba su enorme botón.

-              Carlos me estás dando mucho placer. Sigue, estoy muy caliente y  necesito correrme.

Metí la otra mano bajo el sujetador, mientras aumentaba el ritmo sobre su clítoris.

-              ¡Sigue, sigue, aaagg, no pares hasta que te lo diga quiero que sea muy largo!

Marina se corrió cerca de un minuto, durante el que no dejé de sobarle el clítoris y ella no dejo de gemir y de segregar jugos.

-              Carlos que bien me he quedado.

-              Ya se ve y se nota –le dije metiendo un par de dedos en su raja-.

Después de unos minutos se incorporó y fue por las copas. Bebimos y volvió a dejar las copas en la mesa. Luego se puso de rodillas entre mis piernas y me dijo:

-              Voy a comerte la polla.

-              Me parece estupendo.

Yo tenía la polla pegada a la barriga y durísima. Ella puso sus manos sobre mi pecho y sólo con la boca logró agarrarla y engullirla. Yo puse las manos sobre su cabeza suavemente, acariciándole el pelo.

-              Marina me gusta mucho como lo haces, ¿pero por qué no te vienes aquí conmigo y me follas?

Se levantó, se puso a horcajadas sobre mí mirándome, se echó el tanga a un lado y se le metió hasta el fondo. Yo le sobaba su culo, mientras ella se movía adelante y atrás, rozando su clítoris en mi pubis.

-              ¿Puedo correrme dentro? –Le pregunté-.

-              ¿Tú crees que me puedo quedar embarazada? Por supuesto que te puedes correr dentro.

-              ¡Marina me voy a correr!

-              ¡Córrete, yo también me voy a correr otra vez!

Nos corrimos los dos besándonos en la boca, luego ella se dejó caer sobre mi pecho. Al poco rato sonó su móvil.

-              Seguro que Miguel ya ha terminado y quiere saber si puede venir. ¿Sí? Danos cinco minutos –dijo y colgó-.

Me levanté del sofá y volví a besarla.

-              Marina ha sido un auténtico placer.

-              Lo mismo digo. Siempre se dice pero luego nunca se hace, ven a verme cuando vayas por Córdoba.

-              Siempre que tú lo hagas cuando vayas por Sevilla.

Me puse el pareo y salí de la habitación camino de la mía. Las miradas de los miembros del grupo hacia mí cuando andaba por el hotel, empezaban a resultarme molestas por su insistencia. Debía haberme convertido en un tío popular, cosa que no me hacía mucha gracia. Al cruzar la recepción vi que había un cartel anunciando un bingo para los miembros del grupo, por fin iban a hacer algo propio de los viajes del INSERSO.

Ana estaba en la habitación cuando llegué.

-              Hola Carlos, ¿qué tal?

-              Bien y ¿tú qué tal?

-              Pues mal, no he conseguido que Miguel se empalmara. Mucha polla, pero para nada. A su edad dos polvos al día no pasan de ser una ilusión.

-              Lo siento.

-              He visto que hay un cartel abajo anunciando un bingo para dentro de un rato. ¿Te apetece que vayamos?

-              No es el plan de mi vida.

-              ¡Anda, puede estar divertido!

Que Ana dijera que un bingo con los abuelos podía estar divertido, hizo que se me pusieran las orejas como a los perros lobos.

-              ¿De qué va lo del bingo?

-              Pues un bingo de toda la vida: bombo, cartones, línea y bingo.

-              Déjate de coña, si fuera eso a ti no te interesaría.

-              Sólo hay una pequeña diferencia en el premio. Cada uno o una que gana un bingo escoge a otro u otra que haya jugado, para pasar un rato entretenido.

-              ¡Joder Ana, qué barbaridad con los viejos! Claro, así después tienen los gatillazos que tienen.

-              ¿Qué quieres si el viaje son unos pocos días? Habrá que aprovecharlos.

-              Yo paso del tema, que además tengo muy mala suerte con los juegos de azar.

-              Pues yo voy a probar suerte.

-              Ten cuidado que la suerte de la fea, la guapa la desea –le dije con bastante guasa y a ella no pareció sentarle muy bien-.

Ana se quitó el albornoz, se puso el pareo y salió de la habitación hacia la sala donde se jugaba el bingo. Me quedé tumbado en la cama un buen rato pensando. A mí me había gustado el sexo desde adolescente, había tenido algunos líos y luego había tenido a mi novia, con la que al principio de conocernos habíamos follado de lo lindo, hasta que la cosa empezó a estropearse. Pero el jodido viaje del INSERSO me estaba transformando. Ahora cualquier momento era bueno para follar con cualquier mujer que se me pusiera por delante y aun así me sentía todo el día caliente. Parecía que las maduras me habían sugestionado e incrementado mi lívido exponencialmente.

Decidí dejar mis pensamientos, ducharme y luego bajar al bar del hotel a tomar algo. Estando en la ducha escuché ruidos y voces en la habitación. Ana no debía haber tenido suerte en el bingo. Cuando salí del baño en albornoz una mujer le estaba dando un masaje en la espalda a Ana, que estaba desnuda tumbada boca abajo sobre una camilla.

-              Ah hola Carlos, te presento a Irene. –Dijo Ana cuando me vio.

Recordaba a Irene de verla durante el viaje. Tendría algo menos de cincuenta años, una cara agraciada y una media melena rubia, creo que teñida. Llevaba una camiseta y un pantalón corto blancos.

-              Hola Irene. –Saludé y luego le pregunté a Ana-: ¿Qué ha pasado para que estás de vuelta tan pronto?

-              Pues que no hemos tenido suerte ni Irene ni yo. Han ido ganando las abuelas y se han llevado a todos los hombres que estaban jugando. Me dolía la espalda de la tensión del bingo e Irene, que es fisioterapeuta, se ha ofrecido a darme un masaje, a ver si me mejoraba. ¿Y tú que has hecho?

-              Perrear en la cama un rato y ahora iba a bajar a tomar algo al bar.

Irene me miraba insistentemente mientras le daba el masaje a Ana. Cogí la ropa que me iba a poner y entré al baño de nuevo a cambiarme. Cuando salí, Irene se había quitado la camiseta y le sobaba la cara interior de los muslos a Ana a base de bien, mientras esta gemía quedamente. Aquello no era sólo un masaje terapéutico. Empecé a empalmarme otra vez, me estaba volviendo un obseso del sexo. Decidí que era mejor que me fuera y las dejara a las dos a solas. ¡Joder con Ana no iba a desaprovechar un minuto del viaje!

Pedí un Martini seco en el bar para hacer tiempo antes de cenar. Al rato vino a hablar conmigo un recepcionista del hotel.

-              ¿Es usted el compañero de viaje de doña Ana G?

-              Sí, ¿le pasa algo?

-              Un desgraciado accidente. Al parecer se ha roto la camilla de masaje y ella tiene una pierna lesionada. Hemos llamado a una ambulancia y está en camino.

Le agradecí que me hubiera informado y subí a la habitación. Ana estaba tumbada en la cama con Irene a su lado. La camilla de masaje estaba destrozada en el suelo.

-              ¿Qué ha pasado, estáis bien? –Les pregunté-.

-              Que la camilla se ha cerrado y en la caída creo que Ana se ha roto una pierna. –Me contestó Irene-.

-              ¿Te duele? –Le pregunté a Ana-.

-              ¿Tú qué crees? Pues claro que me duele.

Al poco llegaron los de la ambulancia, observaron la pierna de Ana, no les gustó lo que vieron y decidieron llevársela al Hospital. Me fui con ellos en la ambulancia. Ingresaron a Ana por urgencias y yo me quedé esperando. Pasada más de una hora, salió Antonia vestida de enfermera.

-              ¿Qué haces tú aquí? –Le pregunté al verla-.

-              Pues trabajar, soy enfermera de urgencias.

-              ¿Cómo está Ana?

-              Tiene rota una pierna, nada que no pueda curar una escayola en poco más de un mes. ¿Qué estaba haciendo?

-              Una mujer del viaje le estaba dando un masaje en una camilla de esas portátiles y yo creo que se les fue de las manos el masaje.

-              ¡Vaya con Ana! ¿Quieres verla?

-              Si es posible, me gustaría.

Ana estaba en una habitación boca arriba en la cama, vestida con la horrible bata de hospital y con la pierna derecha colgada y escayolada desde encima de la rodilla hasta el talón. Se estuvo quejando un rato del dolor y de la mala suerte que tenía.

-              Esta noche tienes que pasarla aquí, mañana organizaremos el traslado. No te preocupes que no es nada. –Le dijo Antonia a Ana y luego me dijo a mí:- Yo termino mí turno en cinco minutos, si quieres vamos a tomar algo para cenar, aquí no puedes hacer nada.

-              Claro, ¿te espero aquí?

-              Sin problemas. –Me contestó y se marchó-.

-              ¿Pero qué estabais haciendo para romper la camilla? –Le pregunté a Ana cuando Antonia salió-.

-              Irene se animó más de la cuenta, se subió a la camilla y se ve que no está hecha para dos personas. Carlos les voy a pedir que me trasladen a Sevilla. Tu tío ya está allí y podrá cuidarme.

-              Como quieras.

-              Recoge mis cosas y llévatelas de vuelta.

Volvió Antonia, me despedí de Ana y nos fuimos.

-              Si conduces tú, volvemos al hotel y tomamos algo al llegar. Yo estoy muy cansada para conducir.

-              De acuerdo.

Después de conducir más o menos una hora llegamos cerca del hotel y nos paramos a cenar en un restaurante al lado de la playa, que pillamos abierto de milagro. Antonia iba muy guapa, por primera vez la veía arreglada y maquillada.

-              Me resulta raro verte tan arreglada. –Le dije cuando nos sentamos-.

-              ¿Quieres decir tan arreglada o tan vestida?

-              Es posible que sean las dos cosas.

-              ¿Sabes que hoy llevo ropa interior?

-              Te estoy imaginando sólo con ella.

-              ¿Y te gusta?

-              Dime cómo es.

-              No, mejor la descubres tú luego. ¿Cómo te va con tus maduras?

-              No me puedo quejar, pero son insaciables. ¿Sabes que después de lo ésta mañana, esta tarde han estado jugando al bingo para formar parejas?

-              Me lo ha contado mí tía que, al parecer, ganó la primera.

-              ¿Tú crees que seremos así cuando lleguemos a su edad?

-              A mí me gustaría, ¿a ti no?

-              Por supuesto. Guardaré la viagra de esta mañana para cuando me haga falta.

Antonia y yo pasamos los días que quedaban del viaje como pareja y puedo decir que las ofertas de los abuelos y abuelas ni nos faltaron ni las rechazamos.