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La Institución

en Sexo con maduras

-              ¡Me cago en el puto coche! –Exclamé al leer la carta en la que la financiera me daba quince días para pagar el recibo atrasado del coche o me lo embargarían-.

Antes de seguir con lo que pasó me presento. Mi nombre es Carlos, tengo veintidós años, de estatura media, cara aniñada, bastante lampiño y por entonces llevaba el pelo largo.

Lo del coche había sido un estúpido capricho mío en contra de la opinión de mi novia y de mis padres.

-              Carlos, acabas de terminar la universidad, tienes un trabajo temporal que en cualquier momento se acaba y si te compras un coche, te quedas sin ahorros y con una deuda, que no podrás pagar. –Me dijeron todos una infinidad de veces, pero desgraciadamente no les hice caso y me lo compré-

Al mes de que me dieran el coche me quedé sin trabajo y como me habían dicho sin ahorros. Mi novia, Cristina, se enfadó tanto conmigo que decidió que nos diéramos un tiempo. Así que me quedé también sin novia.

Acababa de terminar bellas artes un mes antes de que me despidieran. Vivir de mi obra ni se me pasaba por la cabeza, así que comencé a mandar currículum a todas las academias, colegios e instituciones similares, por ver si alguno necesitaba de un monitor o de un profesor de artes, aunque fuera sólo para el verano.

Cuando llegó el primer recibo del coche después de quedarme sin trabajo, pasando mucha vergüenza les pedí el dinero a mis padres, que con toda la razón me lo negaron. Estaba desesperado, ya que encima me iba a quedar sin el coche.

Pero como dice el refrán: Dios aprieta, pero no ahoga. Me llegó un correo electrónico de uno de los sitios a los que había mandado el currículum, la Institución para la Formación de Señoritas en las Artes y la Naturaleza (abreviadamente la Institución), citándome para una entrevista al día siguiente. Me convocaban a las cinco de la tarde en una conocida cafetería de Sevilla.

Volví a mirar la página Web de la Institución y su sede estaba en un caserón muy grande en medio de una dehesa en la sierra. Imaginé que me habían citado en la cafetería para que no tuviera que desplazarme hasta allí.

Cuando le dije a mi madre lo de la entrevista me dijo que me cortara el pelo, pero no le hice caso, pensaba que un aspecto bohemio me vendría bien para tener más imagen de artista.

Llegué a la cita cinco minutos antes de la hora. La cafetería estaba bastante vacía, lo cual era normal a esa hora y a principios de julio en Sevilla. Me senté en una mesa de cara a la puerta a esperar. A la hora en punto llegó una mujer de unos cuarenta y tantos años, muy guapa y con un tipo espléndido, elegantemente vestida con un ajustado vestido casi blanco sin mangas. Miró a su alrededor y por fin reparó en mí.

-              Eres Carlos, ¿no? –Me preguntó-.

-              Sí, ¿es usted de la Institución?

-              Sí, soy la directora, mi nombre es Antonia y por favor llámame de tú, sino me haces todavía más mayor.

-              Gracias.

Se acercó el camarero y le pidió un té.

-              Así que eres licenciado en bellas artes, aunque por lo joven que eres supongo que hace muy poco.

-              Sí, poco más de un mes.

-              Te cuento, la Institución para la Formación de Señoritas en las Artes y la Naturaleza es una institución privada, que trata de ofrecer una educación alternativa a la habitual, como dice su nombre, formando a chicas de entre dieciséis y veinte años en la práctica de las artes y la convivencia con la naturaleza.

El camarero trajo el té y lo dejó sobre la mesa.

-              La institución, además del curso lectivo normal, da un curso especial en verano centrado exclusivamente en la práctica de las artes, el contacto con la naturaleza y el ejercicio físico de las chicas. El problema es que la monitora de arte se ha puesto enferma y va a estar de baja al menos dos meses. Normalmente la hubiera sustituido por una mujer, pero con la premura de tiempo para empezar el curso no he encontrado ninguna, me he acordado del currículum que enviaste y te he citado a ti.

-              Lo siento por ti, pero es una suerte para mí que no hayas encontrado a ninguna mujer.

-              Bueno espera que termine de contarte. Por cómo es la Institución y el curso, todo el personal debe ser femenino o al menos parecerlo.

-              No te entiendo.

-              Te voy a ser clara, si quieres el trabajo tienes que vestirte y parecer una mujer. Lo dejamos ya o seguimos hablando.

Mi cabeza me decía que eso de hacer de mujer era una locura, pero también me decía que si perdía esa oportunidad de trabajo, me quedaba sin el puto coche, con una deuda y en la lista de morosos.

-              No te voy a decir que no me extrañe la propuesta, pero sigamos hablando.

-              Estupendo. El curso dura un mes y medio y empieza dentro de dos días. Se celebra en nuestra sede en la sierra y tendrías que vivir allí durante todo el tiempo.

Si no hubiera sido por el agobio que tenía me habría fijado más en Antonia, era una mujer muy guapa y muy atractiva.

-              ¿Pero cómo podré parecer una mujer durante mes y medio?

-              Por la ropa no te preocupes, ya que debemos ir de uniforme. Yo tampoco soy una experta en travestismo, pero afortunadamente para los dos tienes una cara muy aniñada y poco vello en la barba. Imagino que tendrás que depilarte, maquillarte y peinarte como una chica. También tendrás que comprarte zapatos, ropa interior femenina y disimular tus atributos masculinos como puedas. Veo que tienes gestos suaves y una voz no demasiado ronca. No sé, mira por internet a ver qué encuentras.

¡Joder en que lío me estaba metiendo por el puto coche!

-              ¿De cuánto dinero estamos hablando?

-              Tres mil euros por el curso entero.

Tres mil euros y sin gastos me salvaban un motón de letras del coche.

-              De acuerdo, pero necesitaré un adelanto.

-              Sin problemas, el pago se hace la mitad al firmar el contrato y la otra mitad al final del curso. He traído el contrato, a falta de rellenar tus datos. –Me pasó el contrato y le eché un vistazo, no había nada extraño en él respecto a lo que Antonia me había comentado-.

-              De acuerdo, lo relleno y lo firmamos.

-              Sólo una cosa, tienes que poner un nombre de mujer.

Nunca había pensado como me hubiera gustado llamarme si fuera una mujer. Me quedé pensando. Lo más sencillo sería Carla, pero que me llamaran señorita Carlota no me gustaba. Alicia era un nombre de mujer que siempre me había gustado y señorita Alicia sonaba bien, así que me decidí por él. Rellené las dos copias del contrato, las firmé y se las pasé.

-              Bonito nombre Alicia –comentó mientras firmaba ella también, luego me dio una copia y un sobre-. Cuéntalo si quieres.

-              No hace falta me fio de ti.

-              Entonces te espero pasado mañana a mediodía en la Institución. Ahora tengo que dejarte, todos los inicios de cursos son una auténtica locura y voy muy apurada de tiempo.

Me dio la mano y se marchó. Yo también me levanté para marcharme, no tenía tiempo que perder para convertirme en una mujer en menos de cuarenta y ocho horas. Pensé a quién podía pedir ayuda para mi transformación. A mi madre, a mi hermana o a mi ex novia no desde luego. Me acordé de una vieja amiga a la que no veía hace tiempo, que era una mujer muy coqueta y que se arreglaba mucho, Marisa. Además, por lo menos antes, trabajaba en un salón de belleza. La llamé.

-              Hola Marisa, soy Carlos, ¿te acuerdas de mí?

-              Sí claro, ¿cómo estás?

-              Muy bien, ¿y tú?

-              No me puedo quejar. Dime.

-              ¿Sigues trabajando en el salón de belleza?

-              En el mismo no, he montado un pequeño gabinete propio. ¿Por qué?

-              ¿Podrías ayudarme? Es algo un poco complicado para hablar por teléfono.

-              Que misterioso estás, pero si puedo ayudarte está hecho. Ahora estoy liada, pero vente mañana por la mañana que no tengo ninguna cita.

Me dio la dirección y nos despedimos hasta la mañana siguiente.

Cuando llegué a casa les dije a mis padres que me habían contratado y que al día siguiente tenía que marcharme. Ya por la mañana recogí mis cosas y fui en el coche a la dirección que me había dado Marisa. Era un pequeño local con una parte de peluquería delante y una trastienda separada detrás para las actividades que precisaban de cierta intimidad.

-              ¡Qué alegría verte Carlos, cuánto tiempo! –Me saludó Marisa cruzándonos dos besos  en las mejillas.

-              Igualmente te digo –le contesté-.

Marisa era de mi misma edad, había puesto algunos kilos y era una fofibuena con bastante más morbo que cuando la había conocido. Vestía con una falda corta y una camiseta de tirantas que evidenciaba que no llevaba sujetador.

-              ¿Qué puedo hacer por ti?

-              Primero muchas gracias por atenderme tan pronto. Verás es un poco delicado. He encontrado un trabajo, pero tengo que parecer una mujer durante un mes y medio.

-              ¿No iras a trabajar de travesti?

-              No mujer, trabajo de monitor de bellas artes, pero se trata de una institución de formación de chicas que sólo contrata mujeres.

Me miró de arriba abajo y dijo:

-              Pues no va ser ni fácil ni rápido. Depilación, manicura, maquillaje, peluquería, vamos un tratamiento completo. Empecemos por lo más largo y más duro, entra allí detrás y desnúdate. Voy a poner la cera a calentar.

-              ¿Cómo la cera?

-              Claro, sino cómo te voy a quitar el vello corporal.

Fui a la trastienda y me desnudé quedándome sólo con los boxes. Cuando entró Marisa me dijo:

-              Los boxes fuera también. ¿Cómo te voy a hacer las ingles con ellos puestos? Si te da vergüenza, ponte este tanga. –Y me pasó un tanga de hilo desechable-.

Me coloqué el tanga. Me apretaba la polla y los huevos hasta dolerme y la tirilla se me metía en el culo molestándome continuamente. Me tumbé en la camilla y Marisa empezó con la depilación. La espalda, me dolió pero fue soportable, las piernas también fueron soportables, salvo la cara interior de los muslos y las ingles, pero con los pelos del pecho gritaba y maldecía por haber aceptado el trabajo.

-              Ya sólo me queda el pubis y los colgajos. –Me dijo Marisa con cara de sádica-. Pero eso te lo voy a hacer con la maquinilla de afeitar.

-              Gracias Marisa, pero ten mucho cuidado, dije quitándome el tanga.

Cuando Marisa empezó a trajinar con mi polla y mis huevos empecé a empalmarme.

-              ¿Carlos tu novia no te afeitaba el mondongo?

-              Pues no, pero yo tampoco se lo propuse y ahora que me lo estás haciendo la verdad es que me parece muy excitante.

-              Ya lo veo. Tienes una polla muy bonita, hasta para mí que soy lesbiana.

-              Gracias por el cumplido. ¿Y tú has afeitado a muchos?

-              A mujeres muchas sí, pero a hombres tú eres el primero.

Me produjo cierta intranquilidad la confesión de Marisa, pero afortunadamente terminó con éxito su trabajo y yo con la polla como un leño.

-              Anda mírate y verás el cambio –dijo Marisa-.

Me puse de pie y me mire al espejo. Me gusté depilado integralmente como los tíos que hacen culturismo.

-              Ponte los boxes que al final me vas a poner cachonda. Vamos con las uñas.

Empezó por los pies apoyándolos sobre su regazo y sus tetas. El contacto de mi pie con sus hermosas tetas sin sujetador me estaba poniendo caliente, pero no era yo el único sus pezones empezaron a destacarse en su camiseta. Después de limarme y pintarme las uñas de los pies, siguió con las de las manos.

Con unas cosas y con otras era ya la hora de comer, pedimos una pizza y luego Marisa siguió con la tarea de la peluquería.

-              Voy a cortarte un poco el pelo y a hacerte un peinado que te resulte fácil arreglártelo.

Me dejó el pelo bastante corto con un flequillo largo y por último pasó al maquillaje. No es que el maquillaje durara mucho tiempo, pero ella se empeñó en enseñarme para que pudiera repetirlo todos los días. Base, algo de colorete, ojos,...etc. Cuando terminó me miró y me dijo:

-              Estás demasiado blanco, voy a meterte un rato en los rayos UVA.

Cuando salí de los rayos UVA me volví a mirar en el espejo y quitando que no tenía pecho y lo que sí tenía en la entrepierna era ya una mujer atractiva.

-              ¿Tienes ropa de mujer? –Me preguntó Marisa-.

-              No, ellos me dan el uniforme y yo tengo que comprarme ropa interior.

-              Pero tendrás que llegar allí vestida de mujer.

-              En eso no había caído.

-              Para salir te voy a prestar algo de ropa y unos zapatos que tengo aquí para un desavío y nos vamos de tiendas.

Me dejó una ropa similar a la que ella llevaba puesta, una falda vaquera bastante corta, una camiseta y unos zapatos tipo chanclas con tacón. Me la puse sin quitarme los boxes, pero ella me dijo que me los quitara, que se iban a ver por debajo de la falda. Me había convertido en una mujer aunque todavía sin tetas.

-              Vamos a la tienda de una amiga aquí cerca, que tiene algunas cosas de vestir y ropa interior.

Cuando salimos a la calle eran las seis de la tarde. Yo tenía la sensación de que todo el mundo me miraba y sabía que era un hombre vestido de mujer. Ir sin ropa interior y con mis cosas colgando bajo la corta falda me puso otra vez cachondo.

-              ¿Qué nombre vas a usar? –Me preguntó en la puerta de la tienda-.

-              Alicia.

-              Hola Maite, te presento a mi amiga Alicia. Le han perdido la maleta en el aeropuerto y necesita un poco de todo.

-              Hola Marisa, encantada Alicia, id mirando vosotras y si necesitáis ayuda me lo decís.

Lógicamente, dejé que Marisa mirara y fuera escogiendo la ropa. Dos vestidos juveniles, pero no demasiado, por encima de la rodilla y tres juegos de sujetadores con relleno y tangas. Protesté por lo de los tangas, pero Marisa se mostró inflexible diciendo que las bragas ya no las usaba ninguna mujer joven. Cogió también dos pares de medias para rellenar más los sujetadores. En el probador noté que Marisa estaba nerviosa y que me tocaba más de lo necesario. Me deje puesto un vestido y un juego de la ropa interior de los que había comprado. El sujetador y el tanga me parecieron la cosa más incómoda del mundo. ¡Pobres chicas que tenían que llevarlos desde los doce o trece años hasta la vejez! Después fuimos a una zapatería próxima. Marisa escogió un par de zapatos cerrados con algo de tacón y unas chanclas también con algo de tacón. El chico que atendía la zapatería me estuvo sobando los pies y mirando entre mis piernas todo lo que pudo. Cuando se puso de pie noté que al tío se le había formado un buen bulto en los pantalones.

-              No sé cómo pagarte todo lo que has hecho por mí –le dije a Marisa al salir de la zapatería-.

-              Luego hablamos de eso. ¿Tienes sitio para dormir esta noche?

-              No, no puedo volver a casa de mis padres con esta pinta, había pensado en ir a una pensión.

-              De eso nada, te vienes a mi casa, mi novia está fuera y estoy sola.

-              No, ya bastante te he dado la lata hoy.

-              No hay nada que discutir. Pasamos por algún sitio para comprar algo para cenar y luego charlamos un rato en casa.

Finalmente acepté su invitación. Pasamos por un chino y compramos algunas cosas. Empecé a notar como los hombres me miraban y algunos chavales se volvían para mirarme el culo, incluso alguno llegó a decirme un piropo de bastante mal gusto sobre lo que me metería por debajo del vestido. Cuando llegamos a casa de Marisa, tras cerrar la puerta se me abalanzó a besarme y a sobarme contra la pared.

-              ¿Sabes que estás muy buena? –Me dijo entre besos y magreos-.

-              Tu también estás muy buena –le dije sobándole sus grandes tetas-.

El magreo mutuo produjo que me empalmase lo que me dejaba el tanga. Marisa me quitó el vestido, yo iba a quitarme el sujetador y el tanga, pero ella me pidió que no lo hiciera. Me llevó a su dormitorio, me tumbó en la cama y se desnudó. Estaba todavía más buena de lo que parecía vestida. Sus grandes tetas terminaban en unas areolas rosadas y grandes, con unos pezones duros muy apetecibles, al final de su barriga mostraba un carnoso monte Venus sin un solo pelo y un chocho grande ya con los labios fuera. Su culo grande y respingón provocaba para darle azotes con la mano abierta hasta ponerlo rojo. Me fui a bajar el tanga por el dolor que me producía tener la polla embutida en el triangulito, pero Marisa me lo impidió. Me empujo para que me tumbara boca arriba y se sentó sobre mi cara poniendo su depilado chocho en mi boca.

-              Cómeme el chocho Alicia, que estoy muy caliente –me pidió entre jadeos-.

Para ella me había convertido en Alicia y había dejado de ser Carlos. Me apliqué a lamer y morder suavemente sus labios y su clítoris, hasta que exclamó:

-              ¡Sigue Alicia, no pares, sigue que me voy a correr, aaaggg, no pares, no pares,…!

Después de correrse durante casi un minuto se dejó caer a un lado dejándome la boca llena de sus jugos. La dejé descansar un poco e hice intención de sacarme la polla del tanga y metérsela en la boca.

-              Tú eres Alicia y no tienes polla, pero no te preocupes que te voy a dar mucho placer.

Se giró en la cama, abrió el cajón de la mesilla de noche y sacó un bote de vaselina y un artefacto con una polla de plástico grande y negra y otra más pequeña color carne con unas cintas para sujetarla a la cintura y a las ingles. Se puso de rodillas en la cama, se metió la polla grande en el coño, dejando la más pequeña para fuera, se ató las cintas y embadurnó la que había quedado fuera de vaselina.

-              Alicia, ponte a cuatro patas, que te voy a follar.

-              Marisa no sé si quiero que me metas por el culo esa cosa. ¿No prefieres que te folle yo?

-              ¿Con qué, si tú eres Alicia y no tienes polla? No te preocupes que no te va a doler.

Hice lo que me pidió. Por un lado tenía miedo de que me hiciera daño, ya que no tenía experiencias homosexuales, pero por el otro, me ponía muy caliente que Marisa me follase. Empezó a lamerme el ojete, luego me lo untó bien de vaselina y comenzó a sobármelo y a meterme primero un dedo y más tarde dos. Puso en marcha el vibrador de las pollas y lentamente me la metió entera en el culo.

-              Alicia tienes un culo suave y precioso –me dijo y empezó a darme azotes con las manos-.

-              Marisa me está gustando mucho lo que me haces –le dije y fui a sobarme la polla, pero ella no me dejó dándome dos fuertes azotes en el culo-.

-              Alicia, deja que tu amante te de placer.

-              Me voy a correr Marisa.

-              Córrete, yo me voy a correr otra vez también.

Me corrí con fuerza contra el tanga y ella gritó y volvió a correrse otra vez. Lo malo de las pollas falsas es que no se ponen blandas después, así que Marisa me la dejó metida en el culo un buen rato hasta que recuperó el aliento, se tumbó boca arriba en la cama y apagó la vibración del artefacto.

-              ¡Alicia qué pedazo de polvo tienes!

Era la primera vez que una mujer me decía eso, yo se lo había dicho alguna vez a una de las chicas con las que había follado, pero me gustó que Marisa me lo dijera como si yo fuera una mujer.

Cenamos algo y Marisa me hizo dormir con el sujetador y el tanga puestos para que me fuera acostumbrando. A la mañana siguiente guardé las cosas en la maleta, me duché y Marisa estuvo supervisando como me peinaba y me maquillaba.

-              Alicia, cuando vuelvas te vamos a echar un polvo mi novia y yo todavía mejor que el de anoche –me dijo dándome un cachete en el culo y un beso en la boca en la puerta cuando me marchaba-.

Salí de Sevilla rumbo a la sede de la Institución, por fin el puto coche me iba a servir para algo. Después de una hora de viaje llegué a mi nueva residencia. Bajé del coche y entré en el edificio con mi maleta. Mi seguridad con los tacones dejaba mucho que desear, por lo demás me iba acostumbrando al sujetador y el tanga. Seguí un cartel que indicaba el lugar de la dirección del centro y llamé a la puerta con los nudillos.

-              Pase –escuché decir a la voz de Antonia-.

-              Buenos días Antonia –le dije entrando-.

-              ¿Tú quien eres?

-              Alicia o Carlos, como quieras llamarme.

-              ¡Qué barbaridad, qué cambio, no hay quien te reconozca!

-              Eso espero, sino vamos a tener problemas.

-              Por favor, date una vuelta para que te vea. –Hice lo que me pidió-. Alicia vas a ser la monitora más guapa del curso. Siéntate que te tengo que contar algunas cosas del funcionamiento del centro. Tus obligaciones, lo mismo que para el resto de monitoras, serán dar tus prácticas de artes en el horario establecido y vigilar a las chicas durante la noche, en las comidas, en la piscina y en las duchas los días establecidos en el cuadrante.

-              ¿Las duchas?

-              Sí, las duchas, como cualquier otra monitora, no puedo hacer una excepción contigo sin levantar suspicacias. Los dormitorios para las monitoras son triples, excepto el mío que es individual, todos con un baño interior. Lamentablemente, en mí habitación no hay sitio para otra cama, así que dormiremos juntas, no puedo dejar que duermas con otras monitoras por las razones que tú y yo sabemos. ¿Algún problema?

Miré a Antonia con más atención después de saber que íbamos a dormir juntos. Llevaba lo que debía ser el uniforme del centro, una camisa blanca, en ese momento con tres botones abiertos dejando ver un más que sugerente canalillo y una falda por la rodilla relativamente entallada. Estaba muy atractiva, iba a pasar mucho calor por las noches durante el curso.

-              No, ninguno, excepto el de las duchas, al fin y al cabo soy un hombre con veintidós años.

-              Eso quítatelo de la cabeza, eres una joven de veintidós años. Si no quieres otra cosa, te enseño la habitación y escoges el uniforme de tu talla. El resto de monitoras llegará esta tarde.

Nos levantamos, cogí mi maleta que había dejado en la puerta y la seguí. La falda del uniforme le hacía un culo precioso más que deseable y unas piernas muy bonitas.

Subimos unas escaleras y entramos en lo que debía ser la habitación en la que se guardaban los uniformes de las monitoras y de las chicas. Antonia cogió dos de diferente talla y seguimos camino al dormitorio.

-              ¿Cuándo llegan las chicas? –Pregunté-.

-              Mañana a las ocho de la mañana.

-              ¿Cuántas son?

-              Este curso serán quince, normalmente no aceptamos tantas, pero no nos ha quedado más remedio debido a las peticiones de matrícula. Aquí es. –Dijo Antonia abriendo la puerta-.

Era una habitación luminosa y amplia, un ventanal abría sobre un jardín con una piscina grande. Tenía una cama como de metro y medio con una mesilla de noche, una mesa de trabajo con una silla y un sillón junto a la ventana para leer. Dos armarios empotrados completaban su equipamiento.

-              No he podido liberarte un armario completo, pero te he dejado algunas perchas y un cajón. Pruébate los uniformes, a ver cuál te viene bien.

Entré al baño a cambiarme, era grande, del tipo señorial de principios del siglo pasado. Me quité el vestido y me probé uno de los uniformes. Me venía como un guante, tal vez un poco estrecho por la espalda, pero valía. Salí del baño con él puesto.

-              Te queda bien Alicia. Luego te doy un par de ellos más de la misma talla. Coloca tus cosas y vamos a comer –me dijo señalando uno de los  armarios-.

Abrí la maleta y empecé a colocar la ropa que traía. Al coger la ropa interior Antonia la miró y dijo:

-              Tienes buen gusto para la ropa interior. A mí también me gusta escogerla con cuidado. Ah otra cosa, cuando haya chicas presentes las monitoras nos hablamos de usted y con señorita delante. El resto del tiempo nos tuteamos.

De camino al comedor pasamos por las instalaciones docentes y las de las chicas. Había un solo dormitorio corrido para las chicas, tipo cuartelero, con los baños en un extremo, unas cuantas cabinas, unos lavabos corridos y una única ducha con muchos rociadores, empecé a sudar pensando en la ducha llena de chicas desnudas. En el otro extremo había una pequeña habitación con una cama individual, una mesa, una silla y un aseo para la monitora que le tocase la vigilancia.

Llegamos al comedor, había una mesa larga para las monitoras y otras dos mesas para las chicas. Nos sentamos y la que parecía la cocinera nos trajo agua y la comida.

-              Luisa, ella es Alicia la monitora nueva.

Charlamos de mis clases durante la comida.

-              Alicia, algunas veces darás clase junto a la monitora de literatura. Ella hace lecturas mientras las chicas dibujan o modelan. Sea dibujo, pintura o escultura, las chicas deben hacerlo del natural. Una de las chicas debe hacer desnuda de modelo.

-              ¿Y no pueden dibujar una naturaleza muerta o unos bodegones o unas flores o un paisaje?

-              No Alicia, la Institución parte de que el cuerpo humano es la mayor expresión de la belleza y además, la desnudez une a las chicas con la naturaleza. Son los dos pilares principales de la formación que imparte la Institución.

-              Me podrías haber advertido de las duchas y del tipo de clases de arte. No me gusta parecer un mirón.

-              No eres un mirón, eres una mujer entre otras mujeres.

Tendría que sacar en todo lo posible el lado femenino que todos los hombres levamos dentro. Terminamos de comer, Antonia se fue de nuevo a la dirección y yo me dediqué a pasear por el centro para conocerlo mejor. El aula de artes era muy luminosa, con muchos caballetes, una tarima en el centro y un pequeño vestidor para la modelo. Estaba nervioso ante lo que pudiera pasar con las chicas, las duchas y el posado durante mis clases.

A las ocho de la tarde sonó un timbre, me acerqué al comedor y ya estaban allí Antonia y mis nuevas compañeras de trabajo.

-              Pasa Alicia, te voy a presentar al resto de monitoras. Carmen es la monitora de música, Lola la de literatura, María la de botánica, Luz la de ecología y Lucía la de educación física.

Fui saludándolas a todas con dos besos en las mejillas y al llegar a Lucía, además de cruzarnos los dos besos, me sobó disimulada pero insistentemente el culo. Pensé que al final iba a ligar a más mujeres como mujer, que como hombre.

Mis compañeras tendrían todas entre cuarenta y cincuenta años, eran guapetonas, parecían simpáticas y bien avenidas entre ellas. Durante la cena habría como cuatro conversaciones distintas y simultáneas, capacidad que siempre me ha sorprendido de las mujeres. Yo, naturalmente sin esa capacidad, me mantuve callado todo el tiempo. Después de cenar pasamos a la sala de profesores y tomando una café, se distribuyó el horario y las tareas comunes. Mis clases serían de doce a dos casi todos los días, después de las clases de educación física y de la ducha de las chicas. Mi primer día para las tareas comunes sería pasado mañana.

Nos fuimos a la cama sobre las diez, pues las chicas llegarían por la mañana a las ocho,  para de ocho a nueve ubicarse y comenzar las clases a las nueve como el resto de los días. Cuando fui a desnudarme en el baño del dormitorio para dormir, me di cuenta que se me había olvidado coger un pijama.

-              Antonia se me ha olvidado coger un pijama, ¿podrías prestarme alguno?

-              Pues sólo tengo uno, pero puedo prestarte la parte de abajo y yo me quedo con la de arriba.

Entreabrí la puerta del baño y Antonia me pasó un pantalón corto, amplio y, claro está, sin bragueta. Cuando salí del baño Antonia me dijo que me quedaba casi mejor que a ella, pero que tendríamos que buscar otra solución para las noches que tuviera que dormir con las chicas. Antonia salió del baño con la camisa del pijama, evidentemente sin sujetador y con un tanga blanco que pude ver cuando se estiró para colgar la ropa. Tenía un precioso culo. Se acostó, apagó la luz y pude percibir por sus movimientos que se quitó el tanga.

La dinámica que habíamos establecido para las mañanas, era que Antonia se levantaba primero y entraba al baño. Yo mientras perreaba un poco más en la cama. Esa noche había hecho calor y yo había dormido encima de las sábanas, cuando me desperté después de levantarse Antonia, tenía una erección matutina que había formado una auténtica tienda de campaña en el pantalón del pijama. Me morí de la vergüenza, pues Antonia tenía que haberme visto en semejantes condiciones. Después de asearse Antonia salió del baño con una bata bastante corta y transparente y sin nada debajo, estaba tremenda. Entré corriendo en el baño para disimular que estaba empalmado y me hice una paja en su honor bajo la ducha, como pensé que tendría que repetir muchas mañanas durante el curso.

Las chicas llegaron, se acomodaron e hicieron educación física de nueve a once, luego fueron a las duchas y desayunaron. A las doce estaban entrando en mi aula y pude verlas por primera vez. Como me había dicho Antonia, estaban todas entre los dieciséis y los diecinueve o veinte años, edad en la que todas las mujeres están guapas. El uniforme del centro era el clásico de camisa blanca, falda plisada muy corta y medias casi hasta la rodilla. Aquellos muslos me iban a martirizar durante mes y medio. De pronto vi que una de las chicas era la guapísima hermana menor de mi ex novia, Paula, me faltó el aire y creí morirme. Paula tendría entonces dieciochos años y durante los dos años que estuve con su hermana Cristina había hecho muy buenas migas con ella. Era imposible que no me reconociera. Entró también en el aula Lola, la monitora de literatura. Mientras las chicas se colocaban y sacaban sus lápices, carboncillos y resto de cosas, Lola me dijo:

-              Me imagino que te dará corte decirles que una tiene que hacer de modelo desnuda, así que déjame a mí que ya tengo experiencia.

-              Gracias –le dije de todo corazón-.

-              Escuchen señoritas, ella es la señorita Alicia, la monitora de dibujo y otras artes, y yo soy la señorita María Dolores, monitora de literatura. –Yo, mientras Lola hablaba, había intentado taparme la nariz y la boca para evitar que Paula me reconociera, al menos inmediatamente.- Para aprovechar el tiempo, mientras ustedes trabajan con las manos, yo les voy a leer algunas obras literarias. Ahora necesitamos una voluntaria para que haga de modelo.

Un par de chicas, que no tendrían ganas de trabajar, levantaron la mano.

-              Tengo que advertirles que la modelo debe estar desnuda, se trata de dibujar del natural.

Se produjo la clásica risita nerviosa de esa situación y ambas chicas bajaron la mano.

-              Señoritas si no hay voluntarias seré yo la que escoja a alguna. Vamos anímense, que su cuerpo no tiene nada de malo, sino todo lo contrario.

Después de la charla se levantó Paula y mirándome a los ojos dijo:

-              ¿Qué debo hacer?

-              Estupendo señorita Paula, vaya al vestidor se desnuda, se pone la bata que encontrará allí y vuelve con nosotras. –Le dijo Lola-. Y para el resto de señoritas, sepan que a partir de hoy les tocará por orden alfabético de sus apellidos. Déjense de pudores tontos.

En unos minutos volvió Paula envuelta en la bata. Lola me dijo al oído:

-              Acércate tú y le indicas la postura que quieres que adopte.

-              Por favor, túmbese en la posición de la “Venus del espejo”, recordará usted el cuadro de Velázquez –le dije con un hilo de voz-.

Paula, sin cortarse un pelo, se quitó la bata, la echó en el suelo y se tumbó como le había dicho. Era una mujer preciosa y estaba unas mil veces más buena que su hermana. Después de tragar saliva les dije:

-              Bueno señoritas estudien a la modelo, recuerden el cuadro que representa y dibujen, primero encajando las proporciones y luego detallando.

Paula era alta, con las tetas grandes y duras, sin la mínima caída, con unas areolas de esas que sobresalen, una preciosa figura, un culo respingón, más grande que pequeño y con un buen triángulo de pelo recortado en el chocho.

-              Voy a comenzar a leer, presten atención, porque comentaremos el texto en clase de literatura. –Dijo Lola-.

“Vidas ejemplares. Santa Frígida. Los comienzos.

Santa Frígida nació a principios del siglo I DC en la entonces próspera ciudad de Baelo Claudia, en el seno de una familia cristiana secretamente, debido a las leyes del Imperio que prohibían su práctica.

Su infancia fue feliz rodeada del amor de sus padres, convirtiéndose en una joven cristiana llena de fe y amor por Jesús.

Con dieciséis años se había convertido en una de las jóvenes más bellas de la ciudad y posiblemente de toda la provincia. Rubia con el pelo largo lleno de tirabuzones naturales, ojos verdes, una bonita nariz rectilínea y unos labios carnosos. Alta para la época, con unos pechos muy abundantes y duros, una barriguita mínima que la hacía todavía más atractiva y un precioso trasero respingón en forma de pera. Siendo una joven tan bella, sus padres la vigilaban de cerca para que se mantuviera intacta para el matrimonio.

Sin embargo, toda aquella felicidad se truncó cuando los tres fueron apresados y acusados de prácticas religiosas prohibidas por el Emperador. Su padre fue encarcelado en la prisión de hombres y su madre y ella en la de mujeres. Los carceleros la miraban lascivamente debido a su belleza, pero su madre impedía que fuera asaltada por aquellos hombres libidinosos.

Una mañana que su madre la ayudaba en su higiene vertiendo agua sobre su precioso cuerpo desnudo, fue vista por el pretorio que hacía su visita de inspección semanal a la prisión. El pretorio era un hombre bueno ya mayor que tenía problemas con su virilidad, ya que no conseguía que su miembro tuviera erecciones. La impresión que causó la contemplación de la Santa en el pretorio fue tal, que tuvo una fuerte erección en ese mismo momento, tras años de impotencia.

-              ¿Quién es esa joven? –Preguntó el pretorio al carcelero mientras se tocaba lleno de incredulidad su miembro viril milagrosamente revivido-.

-              Una cristiana de la familia de los Antoninos. –Le contestó el carcelero-.

-              Llevadla a mi residencia esta tarde y no se os ocurra abusar de ella, bajo pena de muerte. –Ordenó al carcelero y siguió su camino, sin que su miembro descendiera ni un milímetro en el tiempo que estuvo observando a la Santa-.

Al llegar a su residencia llamó a su esposa, veinte años más joven que él, para contarle la erección que había tenido con la sola visión de la joven desnuda.

-              Esposo, ¿es que quieres repudiarme para tomar a esa joven? –Le pregunto su esposa temerosa de su futuro-.

-              No Claudia, sólo quiero que se repita mi erección para poder yacer contigo. -Contestó el pretorio besando a su esposa de la que estaba profundamente enamorado-. Prepáralo todo para esta tarde, a ver si se repite de nuevo el prodigio con la visión de esa joven desnuda y podemos consumar.

Como había ordenado el pretorio, esa misma tarde fue llevada la Santa a su residencia. Llorosa por la separación de su amada madre, fue recibida por el servicio de la casa, que siguiendo instrucciones de la esposa del pretorio, la condujo al enorme baño del matrimonio, donde la esperaban ambos desnudos en el interior de una gran pila.

-              Desnudadla y bañadla –ordenó al servicio la mujer del pretorio-.

La Santa dejó que las mujeres del servicio la despojasen de su túnica, quedando desnuda como Dios la había traído a este mundo. La erección del pretorio no se hizo esperar y su esposa palpando su miembro, tras años de impotencia, exclamó:

-              ¡Esposo, esto es una bendición del Dios Priapo!

Mientras bañaban a la Santa al otro lado de la pila, el pretorio y su esposa hicieron el amor durante largo tiempo sin dejar de mirar a la bella joven y sin que esta se alterara lo más mínimo.

-              Esposo mío vuelvo a ser una mujer feliz, pues la felicidad del matrimonio depende del miembro viril del hombre. ¿No quieres yacer con ella?

-              No Claudia, no quiero que esta joven pueda perder su prodigiosa influencia sobre mí.”

Me quedé con la boca abierta. ¡Pero qué disparates estaba leyendo Lola a unas chicas con las hormonas revueltas por la edad! Las chicas tampoco daban crédito a lo que escuchaban y miraban más a Lola que a la modelo que debían dibujar. Pero Lola siguió leyendo sin inmutarse:

“A partir de ese momento la esposa del pretorio mandó que la Santa fuera siempre desnuda por la residencia, lo que provocaba continuos asaltos amorosos entre el matrimonio en cualquier lugar de la casa.

El pretorio ordenó que nadie hablara de la cualidad afrodisiaca de la joven, pero las amigas de la esposa del pretorio notaron su cambio de humor y le preguntaron:

-              Claudia pareces otra mujer últimamente, más bella, más joven y más alegre. ¿Qué ha pasado para este cambio?

-              Soy una mujer feliz, el miembro viril de mi esposo ha recobrado su perdido vigor gracias a la visión de una bella joven que le produce ese maravilloso efecto. Ahora yacemos a cualquier hora y en cualquier lugar cuando ella está presente desnuda.

-              ¿Sería posible que viniera alguna vez a mi casa, pues mi esposo también está inapetente? –Le preguntó una de las amigas-.

-              No puedo permitirlo, si mi esposo se entera sólo de que os lo he dicho, se enfadaría mucho conmigo.

El sexo se apoderó de la residencia del pretorio, ya que también los sirvientes, cuando veían a la Santa desnuda, fornicaban entre ellos en cualquier lugar de la casa.

A los pocos meses de que la felicidad reinara en el matrimonio del pretorio, este tuvo que marchar de viaje, dudó si llevarse a la Santa, pero comprendió que su mujer no lo vería con buenos ojos.

Quedó sola la esposa del pretorio echando de menos la recobrada virilidad de su marido. Cuando se bañaba solía hacerlo en compañía de la Santa y echando de menos los momentos de holganza de los últimos meses se masturbaba insanamente observando a la Santa.

La fama de los poderes afrodisiacos de la Santa se fue extendiendo por la ciudad, dando pábulo a increíbles historias lúbricas. A tal punto llegó su fama que todos los viejos, ya impotentes por su edad, deseaban hacerse con ella.

Fue un viudo amigo del pretorio el que aprovechando su ausencia ordenó secuestrar a la Santa y llevarla a su palacio a las afueras de la ciudad. La misma noche del secuestro mandó llamar a varias meretrices de las más bellas de la ciudad para que lo acompañasen cuando la Santa fuera llevada a su casa. Rodeado en su alcoba de varias de las meretrices desnudas esperó a la Santa. Pese a la belleza de las mujeres que lo acompañaban y de los tocamientos que estas hacían a su miembro, el viejo no logró tener una erección, hasta que sus sirvientes desnudaron a la Santa en su presencia. De nuevo se hizo el prodigio y el viejo logró consumar varias veces seguidas con todas las mujeres, después de años de impotencia.

Murió pronto el viejo viudo al no soportar tan enorme actividad sexual para su edad. La Santa, todavía virgen, quedó desamparada y buscó refugio en casa de un hermano de su padre. Era una familia formada por el matrimonio y un hijo, todos ellos malas personas, tanto que ellos habían sido los que denunciaron el credo cristiano de la familia de la Santa, motivando su arresto y posterior martirio, para quedarse con sus bienes.

Se trataba de una familia relativamente acomodada, avara y libidinosa. La presencia de la bella joven incrementó la lubricidad de padre e hijo. La avaricia de la madre hizo que vendiera a una sirvienta, pues sus trabajos los haría su sobrina, así como dispuso que viviera en las habitaciones del servicio de la casa. Padre e hijo la espiaban cuando se aseaba desnuda y ambos tenían tremendas erecciones que les llevaban a forzar a las esclavas del servicio o a masturbarse salvajemente.

La vida de la Santa era muy dura, pero su fe y su estoicismo la mantenían serena y contenta, hasta que su tío hilvanó en su mente que su sobrina y la joven afrodisiaca desaparecida de la que se hablaba en la ciudad, eran la misma persona. Cuando lo comentó con su esposa la avaricia de esta trazó un plan para aprovecharse de las cualidades de la joven. Mandó construir unas pequeñas habitaciones con unos ventanucos que abrían a una pila para el baño. Compró a unas esclavas para utilizarlas como meretrices e hizo saber en los mentideros de la ciudad, que la bella joven afrodisiaca podía ser vista en su casa.

De la casa entraban y salían continuamente viejos y hombres impotentes que a la visión de la Santa desnuda recuperaban su virilidad y fornicaban con las meretrices. El sucio negocio fue tan rentable que pronto pasaron a ser de las familias más ricas de la ciudad, sin que la joven recibiera por ello una triste moneda.”

Lola paró un momento para beber agua, instante que yo aproveché para preguntarle en voz muy baja:

-              ¿Qué es lo qué estás leyendo?

-              Es un relato mío que plantea la posible contradicción entre el sexo y la santidad. ¿Te gusta?

-              A mí sí, pero no sé si excitara un poco a las chicas.

-              A esta edad las chicas vienen ya excitadas de casa. Es mejor que se les vayan quitando las tonterías. Señoritas no pierdan su atención del relato –dijo luego en voz alta-.

Observé que Paula tenía una pequeña mancha brillante en una ingle, no podía contener los jugos que llenaban su chocho debido a la exhibición de su cuerpo y a la lectura de Lola.

“Pero la lubricidad del primo de la Santa, joven sucio, feo y mal hecho, hizo que la forzara y que esta perdiera su virginidad. Nada sintió la Santa pues su primo, además de sus malas cualidades, tenía un miembro viril pequeño y delgado, más propio de un niño que de un joven. La casta Santa ni protestó ni denunció a su primo, pero perdió sus poderes afrodisiacos, dando al traste con el lucrativo negocio que la familia había montado. Cuando la avariciosa madre se enteró de lo que había pasado, culpó a la Santa y ante la pérdida de su poder la devolvió al presidio, cobrando la recompensa que el pretorio había ofrecido por ella.

Volvió la Santa a la casa del pretorio, pero este descubrió que ya no tenía sus anteriores poderes afrodisiacos, llorando amargamente él y su esposa la pérdida de los mismos. Por el cariño que le habían cogido y por si acaso en algún momento volvía a recuperar sus poderes la dejaron seguir viviendo en la casa, a condición de que fuera siempre desnuda.

La Santa entristeció por no poder ayudar a sus semejantes y sobre todo al pretorio y a su esposa a los cuales les había tomado especial afecto. Desde que el pretorio la conoció en el presidio la Santa había desarrollado plenamente su cuerpo de mujer. Sus pechos crecieron aun más y se volvieron durísimos, sus caderas y su culo terminaron de formarse adquiriendo una belleza extrema, su vagina se volvió también más grande y sus piernas se alargaron hasta parecer infinitas.

La Santa rezaba todas las noches pidiendo a la madre de Jesús que le devolviera su poder afrodisiaco y la madre de Jesús la escuchó, apareciéndosele una noche y diciéndole:

-              Hija, como bien sabes yo no perdí mi virginidad ni siquiera al dar a luz a mi hijo, hágase en ti el mismo prodigio.

A la mañana siguiente, cuando paseaba desnuda por el jardín de la residencia del pretorio, se cruzó con este y su esposa, notando el pretorio una tremenda erección que hizo saber a la Santa y a su esposa, recobrando ambas la alegría perdida.

-              Claudia es imprescindible que nadie fuera de esta casa sepa este prodigio o podríamos perder de nuevo al origen de nuestra alegría.

-              Te juro que así será –le contestó ella con lágrimas en los ojos-.

Sabedora la Santa de que la recuperación de sus poderes había sido fruto de la voluntad de la madre de Jesús, decidió hacer cuanto bien pudiera con ellos. Por la noche, cuando la casa del pretorio dormía, se escapaba e iba desnuda por los asilos y los hospitales sembrando en todos ellos la alegría y la satisfacción que en los hombres produce la erección de su miembro viril. Estas caritativas obras le ganaron el sobrenombre de la Prodigiosa Visión en toda la ciudad.

Fueron casi dos años de inmensa felicidad para todos en la residencia del pretorio y en los asilos y hospitales. Pero quiso la desgracia que la ciudad fuera asaltada y saqueada por los enemigos de Roma. El pretorio fue asesinado y su esposa y la Santa tomadas como rehenes y trasladadas en barco para pedir por ellas un rescate a Roma.

La estancia de las dos mujeres durante su secuestro fue difícil ya que eran vejadas por sus guardianes, aunque nunca llegaron a violarlas, pensando en el rescate pedido. La viuda del pretorio al sentirse sola volvió a su costumbre de masturbarse delante de la Santa, que la miraba cariñosamente comprendiendo la difícil situación en la que se encontraba.

Durante el secuestro de las dos mujeres la ciudad de Baelo Claudia se recuperó y cuando sus moradores supieron que pedían un rescate por la joven conocida como la Prodigiosa Visión y por la viuda del pretorio, los hombres de todas las edades pusieron su dinero hasta completar el rescate. Seleccionaron a los hombres más valiente y fuertes de la provincia junto con algunos hombres impotentes y fletaron un barco para pagar el rescate y liberarlas. A esta gesta la historia la conoce como la expedición de la “Erección Deseada”.

La expedición llegó a su destino y un grupo de los expedicionarios, entre los que había algunos de los hombres impotentes, fueron a pagar el rescate, exigiendo que primero les dejaran ver a las mujeres a solas. Cuando salió del aposento el último guardián pidieron a la Santa que se desnudase, para comprobar que conservaba sus poderes afrodisiacos. Al dejar la Santa caer su túnica todos los varones presentes, incluso los impotentes durante años, tuvieron una gran erección que se mostraron mutuamente con gran alegría. Ante tal visión de miembros viriles erectos, la viuda del pretorio les pidió que yacieran con ella, cosa que hicieron los excitados hombres por orden inverso a su edad.

La travesía de vuelta estuvo llena de satisfacciones para los tripulantes y para la viuda del pretorio, ya que la Santa se paseaba desnuda por el barco en agradecimiento al rescate. La llegada de la Santa a la ciudad fue uno de los eventos más importantes jamás acaecidos en ella. La población se había reunido en el teatro y allí trasladaron a la Prodigiosa Visión, que sabedora de lo que se esperaba de ella, se desnudo entre vítores y aplausos y dejó que dos mujeres fueran vertiendo agua sobre ella. Las primeras filas del teatro estaban ocupadas por los hombres viejos e impotentes y sus mujeres o meretrices, mientras que los hombres capaces de tener erecciones y sus mujeres ocupaban las filas de atrás. Fue la mayor orgía de la que se tienen noticias en Baelo Claudia.

Las cosas volvieron a la normalidad, la viuda del pretorio y la Santa ocuparon una casa cerca del foro, que se convirtió en una de las más visitadas de la ciudad. Ellas alquilaban habitaciones a los hombres necesitados que iban a admirar con sus esposas o concubinas a la Santa bañarse o pasear desnuda por el patio y las habitaciones.”

La visión de Paula desnuda y con la brillantez creciente en sus ingles, las piernas del resto de chicas y el relato de Lola me habían causado una medio erección. Paula me miraba descaradamente cuando pasaba frente a ella. Afortunadamente para mí sonó el timbre que avisaba del fin de la clase y la hora de la comida.

-              Señorita Paula puede usted vestirse y muchas gracias por su colaboración. El resto que deje sus dibujos en el aula y vaya al comedor. –Les dije-.

Lola salió con las chicas y yo tuve que esperar a que Paula se vistiera y saliera. Cuando salió me preguntó:

-              Perdone señorita Alicia, ¿tiene usted un hermano llamado Carlos? Es que es usted igualita a un novio que tuvo mi hermana con ese nombre.

Vi el cielo abierto. Yo efectivamente tenía una hermana dos años mayor que yo, así que decidí escaparme por ahí.

-              Sí, que casualidad.

-              Dele recuerdos de Paula cuando le vea o hable con él. Nos caíamos muy bien, lástima que la tonta de mi hermana lo dejara. Ahora está con un imbécil.

-              Claro que se los daré. –No sabía que ahora Cristina estuviera con otro, pero la verdad es que no me importó lo más mínimo-.

Salvo los días que me tocaban las tareas comunes, tenía bastantes horas libres. Esa tarde después de comer fui al aula para mirar tranquilamente los dibujos de las chicas. Lógicamente los había mejores y peores, pero dos de las chicas habían retratado a Paula con tal sensibilidad y tal verismo que recordando lo sucedido por la mañana tuve que irme al dormitorio con la intención de hacerme una paja. Llamé suavemente a la puerta por si Antonia estaba dentro, nadie contestó así que abrí la puerta. Antonia estaba en la cama durmiendo desnuda sobre las sábanas. Su visión me desasosegó más de lo que ya estaba. Tenía un bonito moreno integral, sus tetas eran grandes con unas areolas también grandes y rosadas, su culo precioso, como ya había supuesto, y su chocho completamente depilado. Cerré suavemente la puerta y me quedé en el pasillo pensando que el curso iba a ser un suplicio y eso que todavía no me había tocado vigilar la ducha de las chicas.

Bajé a los aseos comunes, que naturalmente eran todos femeninos. Llamé a la puerta, entré y no había nadie, me metí en una cabina, cerré, me subí la falda, me bajé el tanga y comencé a desahogarme como un mono en el zoo. En ello estaba cuando escuché abrirse la puerta y luego dos voces hablar. Creí reconocerlas eran Carmen y Lucía.

-              ¿Qué te parecen las chicas de este año? –Preguntó Carmen-.

-              Muy guapas y muy crecidas, cada año mejora la especie. Pero la que me ha dejado impresionada es la monitora nueva, está para comérsela enterita.

Vaya por Dios, pensé. No me fiaba un pelo de que efectivamente no tratara de comerme, después de la sobada de culo que me había dado, y se descubriera el pastel

-              Mira que eres novelera. Anda dame un beso y luego esta noche me comes a mí, que ya lo estoy deseando.

Debieron lavarse las manos y salieron otra vez del baño. A mí se me habían quitado las ganas de hacerme una paja, me recompuse y salí de los aseos.

Las chicas tenían clase hasta las seis de la tarde, luego tenían un rato de descanso en la piscina y luego se les dejaba el móvil una media hora para que hablasen o chateasen. Volví a subir a la habitación y llamé con fuerza a la puerta, luego entré, Antonia ya no estaba. Me senté a dibujar y a esperar la hora de la cena. Desde el ventanal de la habitación vi cuando las chicas empezaron a llegar a la piscina. El traje de baño no estaba incluido en el uniforme, por lo que unas iban en bañador, otras en biquini más o menos normal y otras en unos minibiquinis que cortaban el aliento. Charlaban entre ellas, nadaban o jugaban echándose agua. Paula, que llevaba un minibiquini de lo más escueto, me vio en el ventanal y me saludó con una sonrisa, mientras se ajustaba el top del biquini para que no se le salieran los pezones. Empecé otra vez a calentarme y decidí dejar de mirarlas, no podía pasarme el día en ese estado, sobre todo porque me quedaba mes y medio de estancia.

Al rato entró Antonia en la habitación.

-              Hola Alicia. ¿Qué tal tu primer día?

-              Bien, pero se me hace un poco cuesta arriba convivir con tanta chica guapa de esa edad.

-              Bueno, ya te irás acostumbrando

-              Quien sí me da un poco de miedo es Lucia, la monitora de educación física, creo que es un poco lesbiana y que se ha encaprichado de mí.

-              Si tú lo dices. Ten cuidado con ella de todas formas, porque es muy lanzada.

-              ¿Y cómo puedo tener cuidado?

-              Se me olvidaba que eres una recién llegada al género femenino y no sabes cómo quitarte a los moscones, cosa que aprendemos las mujeres desde nuestra pubertad. Procura no quedarte a solas con ella y no le des a entender que tienes algún interés por ella.

Después de un rato más de charla bajamos a cenar. Me senté entre Antonia y Lola evitando a Lucía. Después de cenar sin que Paula me quitara ojo de encima, subimos otra vez a la habitación.

-              ¿Tú has entrado en la habitación a la hora de la siesta? –Me preguntó Antonia, cogiéndome desprevenido-.

-              Sí, lo siento. Llamé y como no contestaste creí que no estabas.

-              ¿Te ha gustado lo que has visto?

-              Vuelvo a decirte que lo siento y claro que me ha gustado lo que he visto, lo mismo que le gustaría a cualquier hombre.

-              No importa Carlos, a mí también me ha gustado lo que he visto esta mañana cuando me he levantado. Creo que vamos a tener que hacer algo para quitarte la tensión con las chicas y para facilitar nuestra convivencia.

Me quedé un poco extrañado con lo que dijo y con que ahora me llamara Carlos. Lo de la tienda de campaña ya me lo había supuesto.

-              No te entiendo –le contesté-.

-              Es fácil, tu eres un hombre, aunque vayas travestido, y yo una mujer y ambos tenemos nuestras necesidades sexuales. Lo que te propongo es que nos quitemos las tensiones mutuamente, ya que tenemos mes y medio por delante en la misma cama.

Después de decirme esto se acercó a mí, me bajó la cremallera de la falda, la dejó caer al suelo, metió su mano bajo mi tanga y me agarró la polla que se puso como un palo inmediatamente. Luego me besó en la boca jugando con su lengua contra la mía.

-              ¿Te parece un buen acuerdo? –Me preguntó-.

En vez de contestarle puse las manos en su culo apretándola contra mí y la besé con más fuerza.

-              Ya veo que sí. ¿Has follado con alguna mujer madura? –Continuó ella-.

-              No, pero me gustaría mucho.

-              Desnúdame, a ver qué tal lo haces.

Aquella orden me sonó a gloria. Me puse detrás de ella y le saqué la camisa de la falda, luego fui desabotonando su camisa lentamente, empujando mi polla contra su culo, todavía dentro de su falda. Cuando le quité la camisa, le agarré las tetas por encima del sujetador, las tenía duras y muy suaves. Ella empezó a gemir quedamente. Desabroché su falda, dejándola caer. Metí una mano bajo el tanga hasta llegar a su chocho, estaba muy húmedo y Antonia subió el volumen de sus gemidos.

-              ¿No te parece que esto es algo más que desnudarme?

-              ¿No te gusta?

-              Todo lo contrario, me gusta demasiado.

Solté su sujetador y ella lo dejó caer al suelo. Me puse de rodillas metiendo mi cara entre sus poderosas nalgas y fui bajando lentamente su tanga hasta dejarla completamente desnuda. Mis caricias sobre su clítoris hacían que ella no parase de gemir. La empujé contra la cama en la que cayó boca abajo. Ella subió su culo y yo seguí chupándole el ojete, a la misma vez que le sobaba el clítoris con los dedos.

-              Carlos me vas a matar de placer. –Me dijo con una voz muy ronca-. Túmbate en la cama y déjame que yo también te de placer.

Hice lo que me pidió, Antonia se puso a mis pies y me quitó el tanga, después se dio la vuelta y puso su chocho en mi boca a la misma vez que empezó a chuparme y comerme la polla. Puse mis manos en su esplendido culo acariciándoselo.

-              Antonia me voy a correr.

-              Yo también, no pares ahora de chuparme el chocho. –Me dijo y volvió a meterse mi polla en la boca-.

-              ¡Antonia me corro!

A la misma vez que yo me corría en su boca, ella se corrió en la mía, dejándomela llena de sus jugos, luego se echó a un lado y se tumbó boca arriba a mi lado.

-              Ahora vamos a poder dormir más tranquilos –dijo-.

-              Eres una mujer maravillosa –le dije cuando apoyó su cabeza en mi hombro-.

-              Duérmete –me contestó y apagó la luz de la mesilla-.

Por la mañana nos duchamos juntos. El contacto con su cuerpo hizo que me empalmara.

-              Voy a tener que quitarte tensiones para el día que te toca hoy –me dijo mientras me sobaba la polla-.

Mientras nos besábamos bajo el agua ella no paró de sobarme el nabo, hasta que me corrí de nuevo sobre su barriga.

Los días que me tocaban las tareas comunes no tenía clase, así que después de desayunar me fui a la sala que hacía las funciones de biblioteca. No dejaba de pensar en Antonia, no lograba quitarme su fantástico cuerpo de la cabeza y me puse otra vez muy cachondo, lo que no era bueno para la obligación que tenía poco después de vigilar a las chicas en la ducha. A las once menos cinco subí al dormitorio de las chicas, ellas llegaron minutos después, venían sudorosas del ejercicio físico.

-              Buenos días señorita Alicia –me dijo Paula cuando pasó delante de mí, mientras se quitaba la camiseta-. ¿Ha hablado con su hermano?

-              Todavía no, pero no te preocupes que cuando lo haga le daré recuerdos tuyos.

Las chicas se iban desnudando dejando la ropa sobre sus camas e iban entrando a las duchas. La visión de las quince chicas desnudas me dejó sin aliento. Más altas o más bajas, más delgadas o menos delgadas, rubias o morenas, con más tetas o con menos tetas, con más culo o con menos culo, depiladas o con pelos en el chocho, todas ellas eran preciosas. Pasé a las duchas detrás de la última chica. El agua caía sobre sus cabezas y ellas se enjabonaban pasando sus manos sobre sus tentadores cuerpos. No quería centrar mi atención en ninguna, sino disfrutar de la visión del aquel grupo de preciosos cuerpos juveniles. Era un tío muy afortunado, pensé, sabedor de que muy pocos hombres podrían disfrutar en su vida de la visión que yo tenía delante y que nunca podría olvidar. Empecé a notar el efecto que aquellas chicas desnudas le producían a mi polla, que luchaba contra el tanga para tener una erección plena. Las chicas fueron poco a poco terminando de ducharse y se secaban sentadas o apoyadas en las banquetas, justo al lado de donde yo estaba de pie.

-              Vamos señoritas terminen, que es casi la hora del desayuno –les dije tratando de que aquella visión concluyera antes de que mi polla venciese al tanga-.

Las chicas hablaban entre ellas mientras se vestían. Verlas ponerse sus sujetadores y sus bragas o tangas era todavía más provocativo que contemplarlas desnudas en la ducha. Por fin acompañé a la última hasta el comedor y traté de serenarme tomando un café, hasta que se fueron a su clase. Fui a ver a Antonia a su despacho.

-              ¿Qué tal te ha ido? –Me preguntó cuando cerré la puerta-.

-              Es mucho más duro de lo que pensaba. Ya sé cuál debe ser la imagen del paraíso celestial y yo ya la he disfrutado en la tierra.

-              Anda sube al dormitorio a desfogarte, que falta te hará.

-              Prefiero esperar a echarme la siesta contigo esta tarde.

-              Por mí perfecto –me dijo levantándose y besándome en la boca-.

Llamaron a la puerta y entró Lucia.

-              Buenos días Antonia. ¿Pasa algo? –Dijo Lucia mirándome-.

-              No, nada, Alicia me estaba hablando de sus clases. ¿Querías algo?

-              Quería comentarte que habría que endurecer la vigilancia de las chicas durante la noche, creo que se masturban demasiado y llegan a mis clases por la mañana sin la energía suficiente.

-              No creo que sea eso, a su edad tienen energía para correrse varias veces al día y hacer sus tareas sin problemas. -La imagen de las chicas que acababa de contemplar en las duchas haciéndose un dedo me resultó perturbadora-. Alicia, tú que estas más cerca de su edad, ¿no crees que es verdad lo que digo?

Pensé que yo a la edad de las chicas me la pelaba una o dos veces al día y por eso no perdía un ápice de energía.

-              Totalmente de acuerdo contigo Antonia.

-              ¿Entonces qué crees que es? –Preguntó Lucia a Antonia-.

-              Posiblemente tengamos que incrementar el contenido energético de las comidas y aumentar el tamaño de las raciones.

-              De acuerdo, pero creo que también habría que incrementar la vigilancia. ¿A quién le toca esta noche? –Preguntó Lucía-.

-              A mí –contesté-.

-              Pues guapa, procura que no se pasen más de la cuenta. –Me contestó dándome un cachete en el culo-.

¡Vaya lo que me faltaba, estar encima de las chicas para que no se hicieran un dedo o dos! Por mí se podían achicharrar las manos sobándose. Me entretuve hasta la comida dibujando el jardín de la piscina y el edificio de la Institución. Poco antes de la una llegó Lucia a bañarse en la piscina.

-              Hola de nuevo Alicia, ¿no te apetece bañarte conmigo? –Me dijo quitándose el albornoz, quedándose con un escuetísimo biquini blanco. Era una mujer más atractiva de lo que parecía vestida-.

-              No gracias Lucía, estoy entretenida dibujando.

-              Tú te lo pierdes –me contestó y se zambulló en la piscina-.

Era el tipo de situación que me había advertido Antonia que debería evitar, pero irme no parecería normal, al menos hasta que hubiera pasado un rato. Lucía salió de la piscina y se aclaró del cloro bajo una de las duchas de la piscina. ¡Joder que día de duchas llevaba y todavía me quedaba vigilar a las chicas en la piscina esa tarde! Lucía dejaba caer el agua mientras se sobaba el cuerpo con sus manos. El biquini se transparentaba lo bastante como para poder apreciar sus pezones, que se le habían puesto duros con el baño, y su chocho, que debería llevar depilado por cómo se le marcaba. Cuando dio por terminada la ducha se tumbó boca abajo en el césped de la piscina, mirándome de forma descarada.

-              Tienes unas bonitas piernas –me dijo-.

-              Gracias, tú también –le dije por cortesía y porque era verdad que tenía unas bonitas piernas-. Debo marcharme.

-              Parece que me rehúyes.

-              No es eso, es que tengo cosas que preparar para mis clases.

Al entrar en el comedor cuando sonó el timbre Antonia y Lucía discutían en voz baja, sin embargo pude escuchar algo de lo que se decían:

-              Antonia todos los años pasa lo mismo. –Decía Lucía-.

-              Yo cumplo lo que pactamos, así que no protestes. Ya te tocará a ti más adelante.

-              ¿Más adelante cuando?

Al apercibirse de mi presencia dejaron de hablar y nos sentamos las tres en la mesa a esperar a las chicas y resto de monitoras. Durante la comida no pude quitarme de la cabeza la imagen de las chicas en la ducha, las miraba y las veía desnudas bajo el agua. Entre unas cosas y otras me pasaba el día con la polla o morcillona o luchando con el tanga.

Después de comer Antonia y yo subimos a la habitación, bajo la atenta mirada de Lucía y resto de monitoras. Al cerrar la puerta comenzamos a besarnos apasionadamente. Ella me echó la mano al nabo y yo le sobé el culo.

-              ¿Estás caliente? –Me preguntó-.

-              No lo notas, me paso el día cachondo perdido.

-              ¿Te gusta?

-              Sí, pero a veces me sobrepasa.

Nos desnudamos los dos y nos tumbamos en la cama. Ella se puso sobre mí y se metió mi polla en el chocho. Yo le sobaba su precioso culo y ella se inclinaba para que le besara y le mordiera sus grandes tetas, ofreciéndomelas con sus manos.

-              Se te pone durísima. –Me dijo-.

-              ¿Cómo quieres que se me ponga ahora que no me la contiene el tanga?

Se movía sobre mí adelante y atrás produciéndome un enorme placer.

-              Follas de maravilla –le dije-.

-              La experiencia es un grado. Una mujer madura te sabrá dar mucho más placer que una jovencita.

-              Que la sosa de mi ex novia desde luego.

-              Carlos me voy a correr. Puedes correrte dentro, llevo un DIU. ¡Aaaggg, aaaggg, me corro, me corro,…! –Dijo clavando sus uñas en mi pecho hasta hacerme daño-.

-              ¡Yo también, sigue moviéndote, sigue, sigue, yaaaaa!

Se dejó caer sobre mí y me besó en la boca sin dejar que mi polla se saliera de su chocho. Al poco empezó a mover sus caderas de nuevo.

-              Necesito correrme otra vez –me susurró al oído-.

-              Y yo –le contesté notando como la crema que había lanzado en el interior de Antonia resbalaba por mi polla-.

-              ¿Has echado alguna vez dos polvos seguidos sin sacarla?

-              Ni sacándola tampoco.

Volvió a sobarse las tetas y a ponérmelas en la boca.

-              Tengo unos pezones muy sensibles que me dan mucho placer, chúpamelos.

Y tanto que se los chupé, me encantan las tetas de las mujeres, creo que tengo una fijación infantil con ellas.

-              ¿Estás listo Carlos para correrte otra vez?

-              Dame un minuto y no pares de moverte.

Antonia empezó a subir y bajar con mi polla dentro. La sacaba casi entera y se dejaba luego caer con fuerza.

-              ¡Joder Antonia cómo me gusta lo que me haces!

-              Y a mí, sóbame el clítoris.

Lo hice con los dos dedos gordos.

-              ¡Me voy a correr otra vez Antonia!

-              Lo noto. ¡Yo también me voy a correr, ahora, ahora, ahora!

-              ¡Aaaaggg, qué bueno, toma, toma, toma!

-              ¿Más tranquilo?

-              Mucho más ¿y tú?

-              También bastante más relajada.

Al poco tiempo se puso a mi lado en la cama y nos quedamos dormidos hasta poco antes de tener que bajar a vigilar a las chicas en la piscina.

-              ¿Me acompañas a la ducha? –Me dijo al despertar-.

-              Claro, pero no me hables más de duchas hoy.

Al salir de la ducha, tras vestirnos, Antonia me dio un pijama corto de mujer.

-              Se lo he pedido a Lola, no puedes aparecer esta noche sin la parte de arriba, mételo en tu neceser con el resto de las cosas que necesites.

La vigilancia de las chicas en la piscina fue bastante más tranquila que la de las duchas por la mañana, aunque la visión de Paula con su minibiquini me excitó bastante. Subí con ellas al dormitorio para vigilar que se vistieran a tiempo para la cena. Procuré no mirarlas mientras se quitaban los bañadores y se vestían. Después de la cena y de un rato más de móviles, subí con ellas. Se cambiaron y se pusieron a charlar o a leer hasta la hora de apagar la luz. Vi que algunas chicas se pasaban libros, revistas u otros objetos unas a otras, intentando que yo no las viera.

Me acerqué a una de ellas, Clara, debía ser de las más jóvenes. Una chica bastante guapetona y un poco gordita, que había escondido algo bajo las sábanas.

-              ¿Me enseñas lo que te han pasado?

-              Señorita Alicia se equivoca, no me han pasado nada –me contestó poniéndose roja como un tomate-.

-              No me mientas, si he visto que lo escondías debajo de las sábanas.

-              De verdad que no señorita Alicia.

Me quedé mirándola. Su cara evidenciaba que era capaz de echarse a llorar en cualquier momento.

-              Clara, dámelo, por favor.

La chica que le había pasado lo que fuera estaba también roja como un tomate y negó que lo hubiera hecho.

-              No voy a castigar a ninguna si me das ya lo que sea.

Muy lentamente sacó de debajo de las sábanas un consolador del tamaño de un pepino grande y se echó a llorar.

-              Pero chiquilla si con esto te puedes hacer daño, no ves el tamaño que tiene y tú todavía estás sin formar del todo.

-              Quería probarlo.

-              ¿Eres virgen?

-              Sí –dijo muy bajito-.

-              Con esto ibas a dejar de serlo y te ibas a hacer daño tontamente. Si lo necesitas, tócate un poquito cuando se apague la luz y verás que bien te lo pasas.

El dormitorio se rió a carcajadas.

-              Este monstruo queda confiscado por vuestra seguridad. ¿A quién se le ha ocurrido comprar esto?

Yo ya sabía que nadie me iba a contestar, así que con aquella cosa en la mano apagué la luz y me retiré hacia mi habitación. Esperé un rato para cambiarme, por si tenía que intervenir para algo. Efectivamente las chicas tenían las hormonas alteradas y una sí y otra también se estaban haciendo un dedo. Pues mejor para ellas, pensé. Ya un poco más calmado el dormitorio de las chicas entré en mi aseo para ponerme el pijama. La tarde con Antonia me había dejado bastante relajado, sexualmente hablando. Apagué yo también la luz y me dormí. Me despertó el ruido de cerrar la puerta, que yo había dejado abierta para escuchar si se producía algún problema. En voz baja pregunté quien había entrado.

-              Soy yo Paula.

-              Paula, debes estar en tu cama, ¿qué haces aquí? –Le pregunté encendiendo la luz-.

Llevaba un camisón de dormir bastante corto, iba lógicamente sin sujetador y se le transparentaba un tanga de hilo. Se sentó en la cama.

-              ¿Carlos no habrás pensado ni por un momento que me había tragado la filfa de que eras tu hermana? –La jodimos, pensé-.

-              Bueno en algún momento creí que había colado.

-              ¿Qué haces aquí haciéndote pasar por una mujer?

-              La necesidad de dinero me hizo aceptar este trabajo. Ahora sé que no ha sido una buena idea.

-              ¿Sabes que además de un hombre atractivo también eres una mujer muy atractiva?

Paula estaba preciosa, su camisón permitía ver sus magníficas tetas como si no llevara nada.

-              ¿Qué vas a hacer, me vas a descubrir? –Le pregunté-.

-              Qué sentido tendría eso para mí. No pienso decir nada si tú eres bueno conmigo.

-              Te pondré una buena calificación.

-              Las calificaciones me importan un pimiento.

-              ¿Entonces qué quieres?

-              Te quiero a ti desde que eras el novio de mi hermana. –Me dijo agachándose para besarme en la boca-.

Que ciego había estado con Paula. Le devolví el beso y la abracé. Sentía sus durísimas tetas apretándose contra mi pecho. Eché la sábana hacia atrás invitando a Paula a acostarse a mi lado. Los dos frente a frente estuvimos besándonos y sobándonos durante un buen rato. Luego Paula metió su mano bajo mi tanga para agarrar mi polla y yo le devolví el gesto acariciando su clítoris bajo su tanga.

-              He deseado esto desde que te vi por primera vez con dieciséis años. –Susurró Paula en mi oído-. Sobarte la polla ha sido normalmente el imaginario de mis muchas pajas adolescentes.

-              Lo mismo digo Paula. De haber sabido que sentías algo por mí habría dejado a tu hermana para poder estar contigo.

-              Ni lo pienses, no quiero novio ni cosa que se le parezca, lo que quiero es follar contigo.

Me incorporé en la cama para desnudarme, pero Paula me pidió que no lo hiciera diciéndome:

-              No te desnudes, me produce mucho morbo follar contigo así vestido.

Ella sí se desnudó, se puso entre mis piernas y sacándome la polla del tanga empezó a chupármela y comérmela, acariciándome además los huevos. Después de un buen rato, se colocó sobre mí dándome la espalda y se la metió en el chocho. Su espalda y su culo eran preciosos. Le cogí las dos manos por su espalda y comencé a darle cachetes en su culo y a tirar de ella hacia atrás.

-              ¡Carlos eso me gusta mucho, pégame más fuerte!

-              Sigue moviéndote que estás poniendo a mil.

-              No te corras dentro que no tomo nada.

-              No te preocupes, te aviso.

¡Joder con Paula como follaba! Se movía como una peonza y a la misma vez apretaba y distendía el coño sobre mi polla.

-              ¡Zúrrame más fuerte que me voy a correr! ¡Ahora, ahora, sigue pegándome, me corro, aaaaggg, sigue, sigue,…!

Se corrió, pero siguió moviéndose como antes.

-              ¡Me voy a correr Paula!

Se incorporó y se puso de rodillas en el suelo.

-              Córrete sobre mis tetas.

Me puse de pie frente a ella, me cogió la polla con la mano y cuando empecé a correrme la dirigió sobre sus tetas.

-              ¡Paula todo para ti, toma, toma,…! –Le dije-.

-              Eso quiero, no te dejes nada dentro.

Cuando terminé de correrme, con su mano se llevó mi crema a la boca.

-              Me gusta probar el sabor de su semen cuando lo hago con alguien por primera vez.

-              ¡Joder Paula que polvo tienes!

-              Y usted también señorita Alicia. –Me dijo riéndose-. Tengo que volver al dormitorio antes de que alguna se de cuenta.

Se vistió me dio un beso en la boca y se marchó diciéndome:

-              Hasta la próxima.

Me tumbé en la cama y me quedé profundamente dormido pensando que si el curso seguía así iba a tener que tomar un complemento vitamínico. Me desperté con tiempo para afeitarme, ducharme, maquillarme y peinarme. Cuando sonó el timbre desperté a las chicas para que se vistieran y bajaran a su clase de educación física.

Desayuné y esperé a la hora de mi clase en el aula. Llegaron las chicas y Lola a su hora. Ese día le correspondía a Clara, la del megaconsolador hacer de modelo. Se desnudó en el vestuario y al salir le dije:

-              Clara hoy vas a posar como la Venus de Botticelli. ¿Recuerdas el cuadro?

-              Sí, señorita Alicia.

-              Pues chicas a dibujar.

Clara se quitó la bata, aunque con algunos kilos de más era una chica bella, con una buena mata de pelo en el chocho, lo que no pasó desapercibido para Lola.

-              Clara, lo mismo que te cortas el pelo de la cabeza, hay que cortarse también el del pubis. Y esto va para todas que he visto algunas que parecen salidas de una cueva. Voy a retomar la lectura del otro día

Ya la vamos a liar, pensé, mientras Lola cogía las hojas en la que llevaba el relato de la Santa.

“Vidas ejemplares. Santa Frígida. La conversión a mujer.

La fama de la Prodigiosa Visión se extendió por el imperio, siendo reclamada a Roma. Cuando los habitantes de la ciudad y alrededores se enteraron, hubo revueltas que tuvieron que ser reprimidas a sangre y fuego. Finalmente la viuda del pretorio, que se había hecho inseparable de la Santa, y la Santa embarcaron rumbo a Roma, sumidas en la tristeza por dejar su tierra, pero también expectantes por lo que el futuro les depararía.

La travesía empezó triste, pero se fue llenando de regocijo para la tripulación y la viuda del pretorio, cuando esta animó a la Santa a andar desnuda por la embarcación.

Un día la viuda del pretorio, después de yacer con dos remeros, le preguntó a la Santa:

-              ¿Frígida a ti no te apetece yacer con hombres?

-              Mis creencias me obligan a llegar virgen al matrimonio. Además, recuerda que cuando fui violada por mi primo perdí mi poder sanador.

-              Pues te estás perdiendo los mejores años de tu vida.

-              Debo sacrificarme yo para dar felicidad a otros.

La llegada a Roma se hizo en estricto secreto para evitar tumultos y las dos mujeres fueron llevadas al palacio del Emperador, siendo alojadas en la zona privada. Un secretario privado del Emperador, ya bastante mayor, fue a verlas.

-              Vuestra función exige la máxima discreción. No podéis hablar con nadie de lo que aquí suceda, bajo pena de muerte. ¿Entendido?

-              Por supuesto –contestaron las dos-.

-              El Emperador ha tenido muchas enfermedades debido a las guerras y los viajes. Como secuela de una de ellas ha quedado impotente, sin embargo mantiene un gran deseo sexual por las mujeres y también por algunos jóvenes, sufriendo terriblemente por su problema. Cuando se enteró de la existencia de la Prodigiosa Visión, mandó que se la trajera a su palacio. Yo le indiqué que podía ser un bulo o una superchería de las muchas que llegan a oídos de Roma, pero él no cejó en su exigencia. Yo, como podéis ver, soy un hombre ya viejo que ha perdido vigor en sus erecciones. Demostradme a mí la veracidad de lo que se comenta antes de ser recibidas por el Emperador.

El viejo secretario dejó escrito el portento de que fue objeto cuando contempló la Prodigiosa Visión:

“La muchacha era evidentemente muy bella, pero cuando se quitó la túnica ayudada por su acompañante, noté como mi cuerpo se transformaba al contemplar el suyo. Inmediatamente el miembro viril se me puso más grande y más duro que cuando tenía veinte años.

Me levanté la túnica para poder ver el fenómeno con mis propios ojos. Maravilla de las maravillas, parecía una estatua del Dios Priapo. No podía dejar de sobármelo contemplando a la muchacha, que me miraba con una dulce sonrisa. Eyaculé con grandes chorros y con más grande alegría aun. Mi miembro viril se mantuvo erecto hasta que la muchacha se volvió a poner la túnica.

Después de que mi miembro volviera al letargo, pedí de nuevo a la muchacha que se desnudara para mí. El portento volvió a producirse como la primera vez, le pedí a la acompañante de la muchacha que me permitiera yacer con ella, para probar como respondía mi miembro a mayores exigencias. Perforé a la mujer por todos sus agujeros, teniendo ella varios orgasmos durante ese tiempo. Finalmente eyaculé sobre sus pechos con gran placer y hasta que la Prodigiosa Visión no volvió a ponerse la túnica mi miembro viril se mantuvo en erección.

¡Gloria a los Dioses, que nos regalan con semejantes prodigios!”

La continuación del relato seguía en el mismo tono que el primer día o peor. Después Lucía se extrañaba que se hicieran un dedo. Las chicas soltaban algunas risitas nerviosas que provocaban miradas de censura de Lola. ¿De dónde coño habría sacado semejante historia?  

“La alegría del Emperador fue inmensa cuando supo por su secretario que eran ciertos los poderes de la Prodigiosa Visión. Mandó llamar a su esposa y ambos en el baño, junto a varias sirvientas, hicieron entrar en él a la Santa y a la viuda del pretorio. Cuando la Santa se quitó la túnica, el Emperador notó una tremenda erección que hizo saber a su esposa:

-              Toca, toca esposa y notarás el prodigio.

-              ¡En verdad esposo que esto es un prodigio! –Exclamó la mujer del Emperador palpando el miembro erecto de su esposo-. Aprovechémoslo inmediatamente.

La estancia en el palacio del Emperador estaba llena de atenciones y placeres para las dos mujeres. Sin embargo, la pregunta de la viuda del pretorio a la Santa sobre si no le apetecía yacer con hombres, fue haciendo mella en la Santa. Estaba harta de ver miembros viriles erectos de viejos y hombres impotentes y de cómo estos yacían con otras mujeres con evidente placer para todos. Lo que en un principio le producía la satisfacción de ayudar a sus semejantes, ahora le producía cierta excitación y calores en su vagina que no podía explicarse. Se lo dijo a su querida acompañante y amiga:

-              Claudia no sé si estoy perdiendo la fe o que me pasa, pero de un tiempo a esta parte, cuando veo como yacen las mujeres con los hombres siento una gran excitación y un fuerte calor en mi interior.

-              Es normal, eres una mujer adulta con sus necesidades sexuales como cualquier otra mujer. ¿Por qué no me dejas masturbarte? No perderás tu virginidad y te disminuirá la excitación y el furor interno.

-              ¿No crees que pueda ser un acto contra Jesús?

-              No lo creo. Tú me has visto muchas veces masturbarme y has notado el placer que me supone. ¿Por qué eso podría ofender a nadie?

-              De acuerdo, probemos.”

Aquello ya era demasiado hasta para mí. Yo iba mirando y corrigiendo el trabajo de las chicas y notaba al acercarme a ellas, como la respiración de muchas se aceleraba con las partes más escabrosas del relato. Noté que Clara, debido a la posición de una de sus manos tapándose el chocho, aprovechaba para acariciarse discretamente. Esa chica tenía las hormonas en guerra.

“La Santa y su acompañante se quitaron las túnicas y al primer contacto de la lengua de Claudia con su vagina y su clítoris, la Santa tuvo un fortísimo orgasmo que a punto estuvo de dejarla inconsciente.

-              ¡Pero esto es mucho más maravilloso de lo que imaginaba! –Exclamó la Santa después de su orgasmo-.

-              Ves como estabas muy necesitada de caricias, ha sido tocarte y has estallado de placer.

La Santa tuvo ciertas dudas sobre si sentir semejante placer afectaría a sus poderes. Salió de dudas cuando fue llamada por el Emperador y este copuló copiosamente con dos de sus concubinas. Sin embargo, esa vez mientras ellos yacían, la Santa estuvo acariciándose suavemente su clítoris hasta llegar al orgasmo a la misma vez que ellos.

La Santa sentía paulatinamente cada vez más necesidad de placer y raro era el día que no le pedía a Claudia que la condujese al orgasmo. Un día, después de tener uno de ellos gracias a los hábiles dedos de su amiga, le dijo:

-              Claudia, ¿tú crees que buscar el placer es contrario al mandato de la fe? –Le preguntó la Santa-.

-              Frígida yo creo que sentir el placer no es contrario a nada, si se procura sin hacer daño a nadie. El placer sexual ha sido creado por los Dioses, igual que todo lo demás, por su amor a los mujeres y a los hombres. No utilizar ese regalo sería una ofensa para ellos.

La Santa comenzó a sentir que necesitaba algo más que los dedos de su compañera para saciar sus deseos. Miraba con lujuria a los soldados que custodiaban sus habitaciones. Espiaba sus musculados cuerpos desnudos y sus grandes miembros viriles en erección, cuando Claudia yacía con alguno de ellos. No sentía envidia de su amiga, pero si un enorme deseo de estar en su lugar.

-              Claudia necesito acariciar y lamer los miembros viriles de esos jóvenes soldados y que ellos me acaricien a mí. –Le dijo un día a su amiga-.

-              ¿Y qué te impide hacerlo, mientras te mantengas virgen?

-              No creo que pueda contenerme si empiezo.

-              Tengo una idea que creo algo te ayudará.

Claudia pidió al secretario del emperador un gran biombo de madera y tela con la excusa de salvaguardar la intimidad de la Santa. Cuando se lo trajeron le abrió un agujero a la altura de la cadera. Claudia acababa de inventar el “agujero glorioso”. Le dijo a la Santa que esperara junto al biombo. Desnuda al otro lado del biombo llamó a uno de los soldados, lo desnudó y le sobó el miembro viril hasta conseguir que tuviera una gran erección, luego introdujo su miembro y sus testículos por el agujero y dijo:

-              Amiga, haz con él lo que desees.

Por los gestos del soldado Claudia supo que la Santa le estaba trabajando el miembro. La curiosidad hizo que mirara al otro lado del biombo y vio a la Santa de rodillas con el miembro en su boca, una mano en los testículos del soldado y otra en su clítoris, hasta que el soldado eyaculó gritando de placer.

-              Muchas gracias por tu ayuda amiga, he gozado de dos intensos orgasmos. –Le dijo la Santa a Claudia, una vez el soldado se hubo retirado del agujero-.”

Llamé a Lola a un aparte fuera del aula.

-              Lola no pretendo inmiscuirme en tus clases, pero las chicas están completamente revueltas con el relato. A mí me gustan los relatos eróticos, pero leerlos en una clase a chicas de su edad me parece un poco excesivo.

-              Venga Alicia, no es un relato erótico, sino un relato edificante.

-              Pues si no es un relato erótico se parece mucho, pero tú verás.

Volvimos a entrar en el aula y Lola se dirigió a las chicas.

-              Escuchad un momento, por favor. La señorita Alicia cree que la lectura es un poco provocadora para vosotras. ¿Qué pensáis vosotras, es de vuestro agrado?

Se produjo un silencio que fue roto por Paula.

-              Sí, creo que es un relato provocador, pero eso no creo que eso tenga que ser malo.

-              Estoy de acuerdo con Paula –dijo Clara-.

-              Nosotras también –dijeron varias chicas más-.

-              ¿Os turba escucharlo?

-              Un poco sí, pero es divertido y despierta la imaginación –dijo Clara-.

-              Yo creo que turban otras cosas mucho más que el relato –dijo Paula mirándome fijamente-.

-              ¿Convencida? –Zanjó Lola preguntándome a mí-.

Hice un gesto con la cara como diciendo que valía y Lola continuó la lectura.

“Tras el invento de Claudia los soldados de la guardia tenían que ser sustituidos con asiduidad, pues eran frecuentemente sorprendidos por sus superiores dormidos, debido a su cansancio

El Emperador comenzó a tener problemas con el Senado, que lo acusaba de déspota por no acudir a sus sesiones. Sin embargo, el problema no era que fuera un déspota, sino que se entretenía demasiado yaciendo con su esposa o con sus concubinas, gracias a los poderes de la Santa.

Ante la compleja situación política, el secretario habló con el Emperador.

-              Señor el Senado está revuelto y deberíamos hacer algo.

-              ¿Qué se te ocurre que podríamos hacer?

-              Señor la mayoría de los senadores son hombres viejos, con los problemas en su miembro propios de la edad. Convoca a los más levantiscos y homenajéalos con los poderes de la Prodigiosa Visión. Se volverán tus mayores defensores y entenderán que no vayas al Senado.

-              Prepáralo todo.

El secretario del Emperador convocó a un nutrido grupo de senadores a una cena en palacio con sus esposas o concubinas. Una vez saciada su hambre y su sed con los manjares más exquisitos y el mejor vino. Tomó la palabra el secretario:

-              Augustos padres de la patria, todos los aquí reunidos sufrimos de problemas con nuestros miembros viriles. –Algunos senadores protestaron, aun cuando sabían que era cierto-. El Emperador quiere compartir con vosotros el remedio a nuestro problema.

-              Yo he probado todos los supuestos remedios y todos han sido una superchería, así que no creo en ese remedio. –Protestó uno de los senadores más viejo y libidinoso-.

-              Haced pasar a la Prodigiosa Visión –ordenó el Emperador-.

Unos sirvientes trajeron una gran bañera con una cortina sobre unas andas y la colocaron frente a los comensales. Cuando hubieron salido los sirvientes masculinos, el secretario del Emperador se acercó a la bañera y descorrió las cortinas. En el interior de la bañera estaba la Santa desnuda, que poco después se levantó dejando su cuerpo a la vista de los viejos senadores, que tras observarla detenidamente comenzaron a tocar sus miembros viriles al notar que revivían tras años de impotencia.

-              ¡Esto es un prodigio! –Dijo uno de ellos levantándose la túnica para que su esposa viera su tremenda erección-.

-              ¡No creí que volviera a sentir esto! –Exclamó otro senador tocándose su miembro bajo la túnica-.

El Emperador, los senadores y el secretario hicieron una gran orgía en la que también participó Claudia, mientras la Santa se acariciaba su clítoris hasta gozar de tres grandes orgasmos.

La paz entre el Emperador y el Senado volvió, sin que los senadores no invitados a aquella cena comprendieran el giro político de algunos de sus colegas más combativos.”

Sonó el timbre que advertía del final de la clase. Otra vez había terminado la clase excitado entre el relato, la modelo desnuda y los muslos del resto de las chicas.

La semana siguiente pasó poco más o menos como los primeros días. Follaba a diario con Antonia y cuando me tocaba vigilar a las chicas con Paula, que no perdía oportunidad ni yo tampoco. El cerco de Lucía sobre mí fue en aumento y se lo volví a comentar a Antonia, que me dijo que hablaría con ella. Sorprendí una conversación entre las dos en el jardín.

-              Se lo tienes que decir ya Antonia, van pasando los días y sólo te beneficias tú.

-              Está bien. Entrad a la hora de la siesta y destapamos el tema.

Ese día, como el resto de días, Antonia y yo subimos a echarnos la siesta, aunque sólo dormíamos después de uno o dos buenos polvos.

-              ¡Qué buena estás Antonia! –Le dije besándola desnuda desde su boca hasta sus pies-.

-              Tú que me ves con buenos ojos.

-              Date la vuelta que quiero besarte el culo y la espalda.

Se la dio y fui besando y sobando su espalda y su culo entre sus suaves gemidos.

-              Hoy me apetece que me lo hagas por detrás de rodillas. –Me dijo poniéndose a cuatro patas de cara a la puerta-.

Antes de penetrarla seguí besando y sobando su fabuloso culo de mujer madura. Finalmente se la metí en el chocho que lo tenía empapado. Bombeaba apasionadamente tirando de su pelo hacia atrás y mirando su precioso culo, cuando de repente se abrió la puerta de la habitación y entraron Lucía y Lola. Me quedé paralizado.

-              Podíais llamar a la puerta antes de entrar –les dijo Antonia-.

-              Sigue, por mí no te cortes –le contestó Lucía-.

Se me había bajado la erección de golpe. Aquello podía terminar con mi detención y procesamiento por engaño y abuso sobre las chicas. Si además se enteraban de que follaba con Paula era mi final. Antonia salió de la cama y se puso su bata casi transparente. Yo traté de taparme con las manos.

-              Eres tú demasiado mojigato y pudoroso para luego estar follando como un conejo. –Me dijo Lola-.

-              ¿Se lo has contado? –Le preguntó Lucía a Antonia-.

-              No, prefería que estuvieseis delante.

-              ¿Contarme qué? -Pregunté-.

-              Verás Carlos, estos cursos de verano se nos hacían insoportables a todas, más de veinte mujeres juntas, sin poder salir de la Institución y sin un solo hombre a la vista, era demasiado para todas nosotras. Hace cuatro años se jubiló la monitora de bellas artes y entonces ideamos una pequeña treta para que los cursos fueran más divertidos: contratar a un chico joven en lugar de a una mujer. Las modelos desnudas, la ducha de las chicas, los relatos de Lola y dormir en la misma cama conmigo eran situaciones infalibles para tener todo el día al chico al borde de explotar. Bastaría un pequeño detonante para que el chico me diera primero a mí su más ardiente sexo y después al resto de las monitoras.

Con mi estado de nervios no lograba entender todo lo que Antonia me estaba diciendo, pero el resumen sí lo había entendido: ¡las muy zorras se buscaban a un pardillo, lo hacían parecer una mujer para que colase en la Institución, lo calentaban al fuego con las chicas y después se beneficiaban de él durante todo el curso!

-              ¿Por qué lo hacéis? –Pregunté-.

-              Pues para follarnos a un jovencito y entretenernos durante el curso. ¿Te parece poco? –Contestó Lucía-.

-              Carlos, nosotras somos mujeres maduras con parejas maduras e hijos fuera de aquí. Nuestra vida es aburrida y el aliciente que le hemos puesto a este curso nos mantiene vivas y nos quita el aburrimiento. –Dijo Lola-.

-              ¿Pero entonces cuál es mi situación? –Le pregunté a Antonia-.

-              Tú eres la señorita Alicia para las chicas y el resto del personal del centro y un semental, para nosotras. El trato no es malo para ti puedes disfrutar con seis atractivas mujeres maduras, fíjate la cantidad de combinaciones que puedes hacer. –Me contestó Antonia-.

Esas mujeres habían perdido la cabeza, pero en su favor había que decir que todas ellas eran de lo más apetecibles.

-              ¿Cómo se os ocurrió semejante artimaña? –Les pregunté a ver si lograba entenderlas un poco más-.

-              Se le ocurrió a Antonia. El último curso antes de contratar a un hombre fue extraordinariamente insoportable. Cuidar de doce o quince chicas con las hormonas revueltas y pasar la mitad del verano de celibato forzado no es fácil para ninguna mujer de nuestra edad. Como la idea fue de Antonia y además ella se encarga de seleccionar al chico, se lo dejamos los primeros días para ella sola.

-              ¿Y si no acepto vuestra oferta?

-              Todas sabemos que eso no va a pasar. Te estamos ofreciendo el paraíso terrenal para cualquier joven de tu edad. Estar con quince chicas adolescentes adorables en las duchas, en la piscina o en su dormitorio mientras se cambian y luego follar con seis atractivas mujeres maduras durante mes y medio, sólo a cambio de que te hagas pasar por mujer. –Me contestó Antonia-.

-              Os lo tenéis muy bien pensado. ¿Qué hicieron mis antecesores en el puesto?

-              Todos ellos aceptaron y pidieron repetir el curso siguiente, pero nosotras preferimos variar. –Contestó Lucía en esta ocasión-.

-              Además Carlos la alternativa es que tengamos que denunciarte, cosa que no nos gustaría. –Sentenció Antonia-.

Las semanas siguientes fueron agotadoras. Entre ellas seis y Paula, que seguía sin perder ocasión, terminé rendido, pero como me dijeron con ganas de repetir el curso siguiente, lástima que ellas no quisieran.

Ah se me olvidaba, por si a alguien le interesa el final del relato de Lola, os lo transcribo a continuación, que lo disfrutéis como lo hicieron las chicas.

“Vidas ejemplares. Santa Frígida. El sacrificio y la canonización.

La Santa utilizaba el invento de su amiga una o dos veces al día, lloraba de alegría al ver, sobar y lamer los miembros viriles de algunos soldados, grandes y durísimos, con unos testículos gordos y colgantes. Normalmente tenía dos orgasmos con cada uno de los soldados.

Notó Claudia que la Santa había empezado a meterse dos dedos en su vagina, lo que le preocupó pues podía perder su virginidad y con ella sus poderes.

-              Frígida, ten cuidado con los dedos en tu vagina, que nos pueden dar un disgusto.

-              Lo siento Claudia, pero necesito sentir algo dentro.

-              Te comprendo, pero hay otra manera menos peligrosa. Espérame aquí y te lo mostraré.

Fue Claudia por un soldado que poseía un miembro viril muy largo, pero no demasiado grueso. Cuando lo preparó, introdujo su miembro en el agujero y fue con la Santa al otro lado del biombo.

-              Quédate de pie y dobla tu cintura –le dijo tras quitarle la túnica-.

Así lo hizo la Santa, su amiga se puso de rodillas detrás de ella y empezó a trabajarle su agujero más estrecho con la boca y los dedos, hasta que notó que se distendía.

-              ¿Qué me haces Claudia que me da tanto placer?

-               Date la vuelta e introduce el miembro del soldado en tu orificio más estrecho.

Así lo hizo la Santa hasta tenerlo entero en su interior.

-              ¡Ay Claudia que haría yo sin ti! ¡Qué maravilloso placer!

Su amiga se arrodilló bajo la Santa y aplicó su boca al clítoris de su amiga. Al poco la Santa fue enlazando un orgasmo con otro hasta caer desmayada al suelo, soltando grandes goterones del semen del soldado, que gritaba al otro lado del biombo como un energúmeno.

Cuando despertó la Santa le dijo a su amiga que había tenido una visión de la madre de Jesús, en la que le había dicho que debía seguir haciendo el bien a todos los necesitados con sus poderes. Habló la Santa con el secretario del Emperador sobre su visión.

-              No puedo decirle eso al Emperador, ya sabes que ha prohibido practicar el cristianismo y si sabe de tus creencias y de tus visiones de la madre de Jesús, no tendrá más remedio que encarcelarte.

-              Pero señor, tengo que hacer lo que me ordena la madre de Jesús y hacer el bien a todos los necesitados de mis poderes, sino podría perderlos.

-              ¿Estás segura de tu visión, no habrá sido sólo una alucinación?

-              No creo, ya he tenido otra visión antes y fue ella la que me devolvió la virginidad y con la virginidad mis poderes sanadores. Desobedecerla los pondría en serio peligro.

El secretario, hombre listo y astuto, habló con el Emperador.

-              Señor, hay descontento en las calles, la población siente la falta de comida y su carestía. Los hombres se quejan de que tienen que trabajar tanto que quedan sin fuerzas suficientes para satisfacer a sus mujeres.

-              ¿Y qué quieres que yo haga?

-              Señor podrías organizar una gran celebración, en la que los habitantes de Roma entretengan sus problemas. Vuestro remedio es la Prodigiosa Visión. Los hombres podrán satisfacerse y satisfacer a sus ahora lánguidas esposas.

-              ¡Estás loco secretario! Ya compartirla con algunos miembros del Senado me molesta, cuanto más compartirla con el populacho.

-              He hablado con ella y no le importaría prestar ese servicio por vos.

-              ¿Y si pierde sus poderes con tantos hombres mirándola?

-              No creo señor. He averiguado sobre su historia y en Baelo Claudia se exhibió ante toda la población y su poder no mermó, como vos mismo habéis podido gozar.

-              De acuerdo, encárgate de organizar el evento.

El astuto secretario consiguió lo que la Santa demandaba, librándola del castigo del Emperador, y a la misma vez se había hecho valer frente al Emperador, tratando de evitar una revuelta. Mandó el secretario anunciar un gran evento en el Coliseo para hombres maduros con sus esposas. Más de veinte mil parejas acudieron al gran evento. La Santa salió a la arena cuando el Coliseo ya estaba lleno, subió a un estrado dispuesto al efecto y ante la expectación del pueblo dejó caer su túnica, produciéndose en todos los hombres el consabido efecto sobre sus miembros viriles. Durante las siguientes horas el Coliseo vivió uno de sus momentos más importantes, conocido históricamente como “La Gran Erección de Roma”. La Santa aguantó estoicamente los más de diez orgasmos que ella misma se proporcionó durante el evento.

El evento en el Coliseo había satisfecho la necesidad de la Santa de alegrar con sus poderes a parte importante del pueblo de Roma. Pasaron unos meses de serenidad para las dos amigas, que mantenían su afición por el biombo. Un día que la Santa y Claudia volvían de ayudar al Emperador, se cruzaron con un apuesto hombre por las galerías del palacio.

-              ¡Qué hombre tan hermoso! –Dijo la Santa a su amiga-.

-              Es un joven patricio del que se dice que practica el cristianismo.

Se volvió el patricio al paso de la Santa y le dijo:

-              Eres una bellísima joven, que seguro harás muy feliz a tu esposo, pero sólo con verte también me has hecho feliz a mí.

-              No tengo esposo, pero me alegra haber hecho feliz a un hombre tan apuesto.

-              Me gustaría conocerte más, pues yo tampoco tengo esposa y si tú quisieras podrías serlo.

Claudia sintió peligrar la situación de que gozaban ambas en palacio, pero comprendió que su amiga tenía derecho a una felicidad marital plena.

Le confesó el patricio a la Santa su fe cristiana y esta le dijo que la compartía y le comentó vagamente sobre sus poderes. Comprendieron los dos que tendrían que huir de Roma para poder desposarse y que Claudia tendría que acompañarlos.

Embarcaron los tres en secreto hacia Alejandría, ciudad en la que había vivido el patricio y gozaba de buenos amigos que podrían encubrirle. Durante el viaje el patricio respetó a su futura esposa, por lo que esta tuvo que ir siempre castamente vestida.

Días después de acomodarse en su nueva ciudad, celebró la pareja sus esponsales. Tras una pequeña celebración se retiraron a sus aposentos para consumar el matrimonio. Pidió la Santa a su esposo que Claudia estuviera presente durante la consumación, para ayudarla en lo que necesitara, a lo que él accedió gustoso.

Esperó la Santa a su esposo desnuda en el baño, mientras Claudia iba a buscarlo. Quedó maravillado el patricio del bello cuerpo de la Santa y cuando se desprendió de su túnica lucía un miembro viril grande, gordo y enhiesto, que también maravilló a la Santa. Quiso la Santa probar con su boca aquel portento antes de yacer con él. Tanto lo probó, que el patricio eyaculó por primera vez aquella noche sobre los bellos pechos de la Santa. Pensó la Santa que podría tener problemas para consumar, pero no fue así, el mástil del patricio se mantuvo en erección como antes de eyacular y consumaron su matrimonio por tres veces seguidas.

La Santa gozó por primera vez los placeres maritales plenos, sus orgasmos se encadenaron durante toda la noche y tras dormirse finalmente el patricio, Claudia le dijo a su amiga.

-              Eres una mujer muy afortunada, pues el miembro de tu esposo te dará muchos momentos de plena felicidad.

Y así fue durante largo tiempo.

Quiso la Santa pasados unos meses de la pérdida de su virginidad probar si había perdido sus poderes y pidió a su amiga que le trajera un viejo impotente, para que la contemplase durante el baño. Babeó el viejo admirando el cuerpo de la Santa, pero su miembro viril permaneció inapetente como al principio.

Un día Claudia le dijo a su amiga:

-              Frígida me encuentro triste y deprimida por no yacer con hombres durante demasiado tiempo.

-              Hablaré con mi esposo y le pediré que lo hagamos los tres juntos, él es un hombre generoso y tan viril que podrá satisfacernos a las dos sin problema.

-              Gracias Frígida eres una gran amiga.

Habló la Santa con su esposo y le pidió que Claudia los acompañara esa noche. Siendo el patricio de unas profundas creencias, le contestó a su esposa:

-              ¿No crees que eso sería contrario a los mandamientos de la Ley de Dios?

-              No lo creo esposo, Claudia es viuda, te lo estoy pidiendo yo, que soy tu esposa, y yacer consentidamente los tres no es un acto impuro.

-              Me has convencido. Esperadme esta noche las dos en el lecho.

Cuando la Santa le dijo a Claudia que su esposo estaba conforme, esta lloró de alegría, tanto por la enorme generosidad de su amiga de compartir a su esposo, como por imaginarse los buenos ratos que iba a pasar en el futuro.

Se acostumbraron los tres a yacer juntos e inventaron una gran cantidad de juegos y posiciones para alcanzar todos unos mayores placeres.

Pero la felicidad nunca es eterna y el patricio sufrió una grave enfermedad que le produjo unas altísimas fiebres que, tras superar la enfermedad, lo dejaron impotente con gran pena para los tres. Las noches eran largas y tristes y aunque habrían podido, la Santa y su amiga decidieron no darse placer entre ellas por respeto al sufrimiento del patricio.

Un día Frígida tomó la decisión por la que se convertiría en Santa. Con gran sentimiento y fe rezó a la madre de Jesús, pidiéndole que le devolviera la virginidad para poder ayudar a su esposo y a su amiga. La escuchó la madre de Jesús y se le apareció por vez tercera.

-              Hija eso que me pides es un gran sacrificio para ti. Has probado las delicias del matrimonio y como te has convertido en una mujer ardiente, sufrirás de nuevo por no poder consumar.

-              Madre debo hacerlo por la felicidad de mi esposo, que es también mi felicidad y además hay otras maneras de obtener el placer marital.

-              Me parece a mí que eres tú un poquito golfa, pero sea cumplido tu deseo y recupera de nuevo tu virginidad y tus poderes sanadores.

Esa noche convenció la Santa a su amiga de que esperaran ambas desnudas al patricio en el lecho.

-              ¿Qué has hecho Frígida? –Le preguntó Claudia horrorizada ante lo que suponía-.

-              He pedido a la madre de Jesús recuperar mi virginidad y mis poderes para sanar a mi esposo y ella en su infinita bondad me lo ha concedido.

Lloró Claudia ante la magnitud del sacrificio de la Santa por su esposo y también por ella.

Entró este muy apenado al dormitorio conyugal, pues no podía dormir bien y las noches se le hacían eternas. Cuando vio a su esposa desnuda sobre el lecho se obró el prodigio y se le formó un enorme bulto bajo la túnica.

-              ¿Qué has hecho esposa, para que mi miembro viril recupere su fuerza?

-              Se lo he pedido a la virgen y ella me ha devuelto mis poderes, junto con mi virginidad.

-              Gracias esposa, no sé cómo agradecerte lo que has hecho por mí.

-              Es fácil querido esposo penetra a Claudia por delante y a mí por detrás y todos contentos.

El amor entre los tres y los poderes de la Santa hicieron que estuvieran yaciendo hasta pasados los noventa años, cuando los tres murieron a la vez debido a un esfuerzo marital excesivo para su edad.

Años después Frígida fue beatificada a instancias de la madre de Jesús, que se lo pidió en una aparición al Papa, contándole lo que hasta aquí os he narrado.”