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La primera vez ha sido en Portugal

en Orgías

Esta historia que os cuento no me la saco de la cabeza y nos pasó en setiembre de este año en unas vacaciones en Portugal. Somos un matrimonio de Burgos, yo tengo 51 y mi esposa 47. No tenemos hijos por eso solemos ir de vacaciones generalmente fuera de temporada.

Fuimos por una semana de vacaciones a la zona norte de Portugal, y nos alojamos en un hotelito (Santo André) que está muy cerca de un pueblito pesquero y muy pequeño que se llama Aguçadora.  A mi me gusta jugar al golf y a escasos 4 kilómetros está el campo de glof de Estela, que además de barato está justo encima de la zona de dunas de la playa.

Nuestras vacaciones son para descansar, tomar el sol en la playa, pasear y en mi caso jugar al glof, para que os hagáis una idea un día normal nos levantamos, damos un paseo por la praia antes de desayunar mientras vemos a los pescadores ya volver cargados con lo que han pescado, y luego ya vamos a desayunar. Luego de desayunar, de lavarnos etc., con las toallas y un buen libro nos vamos a la playa hasta la hora de comer que volvemos al hotel. Siesta en la tumbona de la piscina del hotel, y a media tarde cuando el sol bajaba salíamos a caminar por la playa, en bañador y  con una toalla por si nos bañábamos a última hora, hasta que casi volvíamos al hotel al caer la noche para cenar.

Nuestro hotel tiene acceso directo a la praia, y si vamos a la izquierda había un paseo marítimo que nos podría llevar hasta la población más cercana, son casi 10 km de paseo marítimo. Si salíamos en cambio hacia la derecha, esa zona era más salvaje porque no hay paseo marítimo ni pasajes de maderas, ya que está el campo de golf y luego hasta llegar a Apulia son todo dunas con vegetación y algunas de las dunas incluso muy altas. El camino va bastante tierra adentro y es una zona con mucho arbolado. Pues bien, a la mañana nos gustaba irnos por el paseo marítimo hasta porque había más gente paseando y haciendo deporte, y sin embargo por las tardes como queríamos bañarnos solos, caminábamos al otro lado con la intención de bañarnos donde sabíamos a buen seguro que había cantidad de playa donde uno no se encontraba con nadie.

Os comento que nunca nos hemos intercambiado con nadie, pero si que es cierto que tenemos nuestras fantasías y en el sexo muchas veces mi esposa y yo recurrimos a ella en nuestros juegos. 

El hotel apenas estaba ocupado, y esa zona no es muy turística, de tal manera que apenas nos encontrábamos generalmente en nuestros paseos con apenas nadie. Silvia al estar tan solitario todo, el segundo día se quitó la parte de arriba del bikini y el tercero ni lo sacó del hotel. He de decir que fue su primera vez, porque apenas tiene pecho y la verdad, tiene complejo por ello y no le gusta que la vean y por eso no hace top less. No obstante yo muchísimas veces le he animado, porque me pone a mil que la vean, y porque tiene unos pezones negros enormes que incluso sin calentura sobresalen y cuando está cachonda se le ponen casi como dos dedos meñiques de gordos. Total que en cuanto bajábamos a la playa, Silvia se quitaba la parte de arriba y el calzado, y yo mi calzado y lo dejábamos junto con la toalla encima de una roca y nos dábamos ese paseo, de tal manera que allí teníamos la ropa luego a la vuelta, para darnos el chapuzón después de caminar, al anochecer, y antes de volver a cenar a nuestro hotelito.

Uno de los días estábamos caminando y nos propusimos llegar hasta el pueblo de al lado por la playa, se llamaba Apulia y por la orilla había 3 kilómetros. Cuando ya se veía de lejos el pueblo pasamos por una zona donde había varias embarcaciones varadas, algunas viejas, rotas, y unas redes al fondo.  Cuando pasamos por allí había olor a barbacoa que resultó ser de unos pescadores, se veían cuatro o cinco hombres mayores, uno de ellos preparando brasas bajo una parrilla en la arena, otro recogiendo redes y cosas de una barca, y otros dos más con música que salía de un cobertizo de madera donde tenían unas cajas o algo así. Sin duda celebraban algo porque había ruido y cervezas y alcohol como para un fin de semana entero, y se les notaba alegres.

Cuando pasamos a su altura nos llamaron medio en broma medio en serio, nos saludaban y gritaban vinho? una cerveza? jantar sardinhas?  Ni que decir tiene que se lo decían a Silvia que iba vestida sólo con la parte de abajo del bikini y esos pescadores no habían visto a una cuarentona en tanga y con el cuerpo de mi mujer en su vida, ni siquiera la hubieran imaginado.

Silvia se paró y se volvió a mirarme, y por educación nos acercamos a ellos y les dijimos no obrigado, obrigada dijo Silvia y seguimos nuestro camino.  Cuando ya marchábamos oímos a nuestras espaldas “eu amo seu grandes mamilos pretos” y según nos íbamos alejando se venían arriba y ya sus gritos eran “peitos pequenhos, peitinhos, gostosa, vamos foder na praia”

Seguimos nuestro paseo y la conversación empezó a ser picante, cuando yo le dije que no paraban de mirarle las tetas, que los había puesto cachondos y que si les hubiéramos aceptado la invitación hubieran acabando metiéndola mano, noté que Silvia cada vez se iba poniendo más cachonda porque me decía que para eso me tendrían que haber emborrachado, a lo que le contesté que si ella se dejaba manosear no hubiera dicho nada, sino que incluso hubiera disfrutado de la escena. Noté que ella ya estaba mojada de la charla, y la verdad mi calentura también empezaba a aperecer.  Total, que ya iba poniéndose cada vez más oscura la tarde y decidimos darnos la vuelta.

Al llegar a la altura de los pescadores empezó uno a gritar “Ricardo seu noviha, seu noviha vem seu noviha gostosa” y empezaron a hacernos señas para que nos acercarnos. Yo le dije a Silvia que no me gustaba, que acabarían perdiendo los papeles y sobándola, que mejor era saludarlos desde la orilla y seguir nuestro camino, pero Silvia me dijo que a ella le apetecía que nos quedásemos, que sería solo un rato, tomar algo y marcharnos. Total que allí estuvimos discutiendo y al ver nuestra indecisión tres de ellos se acercaron y tomándonos de la mano nos hicieron ademán de llevarnos donde su barbacoa, junto a la caseta de la playa. Yo recuerdo que me negué y para mi asombro Silvia se dejó llevar por ellos. Le grité ¡Silvia ven! ella volvió hacia mi me dijo “si no quieres quedarte nos vemos en el hotel cari” Le dije bueno si tú quieres tomamos algo con ellos vale? Y me quedé de piedra cuando mi mujer me dice “ cari, prefiero que tu te vayas, me apetece mucho quedarme, estoy húmeda toda. Me gustaría disfrutar de esta aventura yo sola. Antes me has dicho que les dejarías manosearme no? Pues si tú te quedas sé que me cortaría y no la disfrutaría como me apetece hacerlo” 

Antes de despedirme sólo le pedí una cosa, que no volviera luego ella sola al hotel, que ya se había hecho casi de noche, que les pediría que la acompañasen en coche.  Silvia me dio un beso de piquito y me dijo, descuida que yo se cuidarme.

Por una parte asombrado, por la otra enfadado y ninguneado seguí mi camino por la orilla hacia el hotel. Llegué donde habíamos dejado el calzado y la toalla, recogí, me fui al hotel, me duché y bajé directamente al bar. No me apetecía más que un gin tonic, no pasé ni al comedor para la cena. Debí tomar más de tres y subí a nuestra habitación.  Creo que me hice una o dos pajas pensando lo que la estarían haciendo a Silvia y sin darme cuenta me debí quedar dormido.  Me desperté a las 4 de la madrugada cuando tocaron con los nudillos la puerta: era Silvia que al no tener llave tocó en la puerta.  Venía descalza, en bikini y con una camiseta sucia de propaganda por encima que olía a pescado de lejos.

Le pregunté y me dijo “gracias, ha sido la noche más maravillosa de mi vida, he hecho cosas que jamás había pensado que fuera capaz de hacer. Espero que no te haya molestado” a lo que le respondí que no, que si ella quería lo volveríamos a repetir.  Aquella noche creo que será el inicio de un montón de cosas que viviremos en adelante.