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Las Muñecas IX

en Grandes Relatos

IX

 

Me desperté por la mañana con Silvia durmiendo plácidamente a mi lado, al girarme en la cama para levantarme al baño ella abrió los ojos y me miró con una sonrisa.

 

- Dios mío, ¿qué hora es? - me preguntó.

 

- Las diez y media, - dije mirando mi despertador. - Menuda novia borracha tengo. - dije entre risas.

 

- Calla, aún estoy medio mareada. Dijo ella dejándose caer nuevamente contra la almohada y cerrando los ojos.

 

Fui al servicio y aproveche para darme una ducha rápida. Volví al cuarto con mi albornoz y acabando de secarme el pelo con una toalla. Silvia estaba sentada en la cama esperándome.

 

- ¿Ayer follamos? - preguntó – no me acuerdo de nada, pero tengo la entrepierna pringosa de todo.

 

- Si, un polvo peculiar, - mentí a medias – casi te desnudas en las escaleras y al acabar te quedaste dormida sin decir ni pio.

 

- ¿En las escaleras? - contestó entre risas – espero que tus vecinas no me escuchasen ni me viesen. Ni me acuerdo ni me enteré de nada, así que voy a asearme un poco y tendrás que compensarme. Qué vergüenza, aprovechándote de una chica borracha. - me recriminó divertida.

 

- A ver si puedo, tendrás que convencerme, yo estoy cansado. - le contesté pícaramente.

 

Ella se levantó, paso la mano entre sus piernas sacando de entre ellas los restos pastosos de mis jugos y los suyos. Olió su mano, chupó uno de sus dedos y con un guiño desapareció corriendo a la ducha.

 

Era evidente que nadie me iba a librar de otro asalto de sexo, así que lo mejor era reponer fuerzas. Me dirigí a la cocina a preparar el desayuno y estaba colocando las tazas en una bandeja cuando sonó la puerta de la calle.

 

Fui a abrir la puerta con el cartón de leche en la mano y, sin darme tiempo a reaccionar Laura mi vecina entró en casa vestida con un short y una camiseta blanca que dejaba intuir sus pechos libres y desnudos debajo. Se vino hacia mí y se abalanzó buscando mi boca.

 

- Ya sé que te dije que uno y no más, pero estoy como loca por hacerlo otra vez contigo. Sé que tus padres no están, así que vamos a la cama.

 

Sin darme tiempo siquiera a pensar que aquello no podía estar sucediendo dadas las órdenes que Laura recibiera en su último sueño, ella se aplastó contra mí, derramando la leche sobre ambos cuerpos, y enterró la mano en mi albornoz apoderándose de mi polla, que, traidora, la recibió empezando a crecer bajo sus caricias. Mientras su boca mordisqueaba ávidamente mi cuello y buscaba la mía con desesperación.

 

- Laura! Para! , tienes que irte. Silvia está aquí- le susurré aterrorizado porque Silvia pudiese oírnos.

 

Tarde!

 

De la puerta del baño emergió mi novia que se dio de bruces con semejante estampa. Silvia conocía a Laura, sabía que era mi vecina, y no tardó mucho en atar cabos. Se quedó mirando atónita para nuestros cuerpos entrelazados, paralizada y avanzó hacia nosotros mecánicamente, como un robot, dejando caer la toalla con la que se envolvía y quedando ante nosotros completamente desnuda

 

- Joder, ¿Qué narices está pasando aquí? - Pregunto enfadada.

 

- Silvia, yo, yo… yo - balbuceé separándome de Laura con el albornoz abierto, chorreando leche por mi cuerpo, mientras intentaba buscar alguna excusa en mi mente por absurda o pueril que fuera.

 

- Lo siento! - gritó Laura sorprendida separándose bruscamente de mí. – Yo ya me voy! - Dio un paso atrás intentando alcanzar la puerta. Su camiseta estaba empapada y ahora, sus pechos podían verse perfectamente a través de la tela.

 

- Quieto todo el mundo! - Dijo Silvia en tono autoritario para después alcanzarnos, rebasarnos e ir hacia la puerta cerrándola y cortando la ruta de escape de Laura. - De aquí no se mueve nadie hasta que sepa que pasa. - Silvia nos retaba abiertamente sin siquiera percatarse de su completa desnudez.

 

- Joder tía, no sé cómo decírtelo – dijo Laura entre avergonzada y asustada – anteayer tu novio y yo nos enrollamos. No fue nada importante, un calentón, pero hoy me desperté con ganas de más, y vine a verle, pero me acaba de rechazar. No te enfades, por favor, fue algo repentino, por favor, habladlo y arregladlo, no quiero ser la responsable de que rompáis.

 

- Pues ya podías haberlo pensado antes, mona – Le respondió Sonia enrabietada.

 

Viendo venir el desastre, me interpuse entre las dos chicas y me dispuse a inmolarme para evitar una pelea.

 

- Sonia, ella no tiene la culpa. Fui yo quien actuó mal. Ya sé que no me vas a perdonar pero que se vaya y lo hablamos. ¿Vale?

 

- ¿La quieres? - Preguntó con una serenidad que me asustó profundamente

 

- No. -no mentía- como te dijo ella fue un arrebato, y quedamos de no repetirlo. Lo de hoy a la mañana no debería haber pasado.

 

- ¿Y tú a él? - Preguntó a Laura con gesto de fiera.

 

- No. Te lo juro. - Respondió.

 

Silvia se acercó a ambos, despacio, de forma casi mecánica, y se colocó de nuevo entre los dos, de modo que me era imposible defender el primer ataque a Laura si, como esperaba, estallaba de ira.

 

- ¿Cuantas veces?

 

- Solo una. - Respondió Laura

 

- ¿Estuvo bien? - su tono era serio pero pausado, tanto que solo podía presagiar que la tormenta era inminente, una evidencia que me tenía totalmente aterrado.

 

- Joder Silvia, ¿a qué viene esto? - pregunté avergonzado

 

- Pregunto si estuvo bien. - dijo ella mirándome fijamente a los ojos - ¿fue buen sexo?

 

- Joder, tía – contestó Laura – Tan bueno como para estar aquí ahora haciendo el ridículo y quedando como una puta. Por favor, fue culpa mía, habla con tu novio y arregladlo, yo me voy.

 

Silvia se fue hacia Laura, despacio, mirándola de arriba a abajo, mientras ella, más corpulenta y alta, se preparaba para el impacto. Silvia se plantó a diez centímetros del rostro de Laura, y sin mediar palabra pegó su boca a la suya y la besó. Aprovechó la boca abierta de Laura para meter su lengua e invadirla, violentamente, sin concesiones, mientras Laura. Inmóvil como una estatua, recibía un contacto bien distinto al esperado sin ser capaz de reaccionar.

 

Me hubiese gustado que alguien hiciese una foto de mi cara en ese momento, porque debía ser un poema. Cuando Silvia se lanzó a por Laura yo intenté detenerla. En cuanto sus bocas se juntaron, yo me quedé petrificado, atónito, sin ser capaz de creer ni entender lo que ocurría a un metro mío. Mi novia, desnuda, se abalanzaba sobre la boca de mi vecina, semidesnuda y completamente bañada en leche, comiéndosela como si no hubiese un mañana.

 

El beso duró unos segundos que parecieron horas, tras los que, mi novia, dueña y señora de la situación, se separó de Laura y mientras hablaba llevó una de sus manos al pecho de mi atónita vecina y comenzó a explorar con curiosidad su adornado pezón.

 

- Estoy enfadada con ambos, pero os creo, y me alivia que solo haya sido sexo. - su otra mano buscó el otro pecho de Laura que, aún inmóvil, recibió las caricias con una parálisis mezcla de alivio, estupor y tensión sexual. - Ahora vais a tener que compensarme. Ambos. Si tan bien sois capaces de follar quiero que me volváis loca de placer.

 

QUEEEE! Si la reacción de Silvia hubiese sido coger un cuchillo y abrirme el vientre en canal el impacto no habría sido mayor. Mi novia la puritana ¿Estaba pidiendo un trío? No entendía nada, no era capaz de moverme, y solo podía observar cómo, mientras hablaba, la mano de Silvia bajaba hasta la entrepierna de Laura conquistándola con el mismo descaro e impunidad con el que había tomado sus pechos.

 

- ¿Que .. Quie.. res .. decir? - Logre balbucear

 

-  Cariño, - dijo Silvia alejándose de Laura, buscando mi cuerpo y tomando mi miembro con sus manos - Ahora somos novios de verdad. Si te apetece estar con otra chica, yo estoy de acuerdo, pero por favor, no me dejes fuera ni me mientas.

 

Dicho esto soltó mi polla y se fue de nuevo a por Laura. Metió su mano dentro de su pantalón y buscó su sexo mientras le decía. - Eso si, como castigo a vuestra mala acción, yo soy la protagonista. Tenéis que aseguraros de que acabe totalmente satisfecha. - Laura, como respuesta, buscó con su mano el sexo de mi chica y, sin vacilar, metió dentro de su raja un par de dedos mientras buscaba nuevamente su boca, encontrándola abierta, preparada y completamente accesible.

 

- A la cama chicos – Dijo Silvia. - En la tuya no cabemos, así que hoy se folla en cama de los suegros.

 

Antes de que pudiese siquiera mover un músculo, ambas chicas ya habían desaparecido de mi vista entrando en el cuarto de mis padres. No podía dar crédito a lo que pasaba, y para ser sincero ni siquiera había tenido tiempo para pensar sobre qué opinaba al respecto. Pero las cosas estaban pasando allí dentro sin mí, y mi rabo, me decía a gritos que si no cruzaba aquella puerta inmediatamente jamás me lo perdonaría.

 

Cuando entré en el cuarto ambas chicas estaban encima de la cama, de rodillas, comiéndose la boca como si no hubiese otra cosa que hacer en el mundo. Era un beso profundo, tórrido, con ambas lenguas apareciendo y desapareciendo por entre las comisuras de sus labios soldados a fuego uno con el otro. Laura se había desprendido de su camiseta empapada y del short, y recibía, por encima de unas bonitas bragas rosas, casi infantiles, la caricia de Silvia que restregaba su mano de adelante a atrás por la entrepierna de mi vecina. Mientras ella enterraba sus dedos en el sexo de mi novia masturbándola rudamente con tanta energía que podía oírse perfectamente el chapoteo que producían sus dedos en los jugos vaginales de Silvia.

 

Me acerque a ellas para unirme a la fiesta, pero Silvia me detuvo con un gesto, se separó de Laura y me dijo.

 

- Vosotros dos ya os conocéis, pero nosotras no, necesitamos unos minutos para intimar solas, siéntate en el sillón de tu padre y disfruta el espectáculo.

 

Dicho esto, y sin dejar tiempo a replica, regresó a la boca de Laura que, superada la sorpresa inicial estaba encantada con la situación. A regañadientes me senté en un sillón situado frente a la cama que mi padre usaba para leer por las noches, y una vez sentado, frente a las chicas, enseguida me di cuenta de que aquel sillón, probablemente, fuese uno de los sillones con mejores vistas del mundo.

 

Silvia había vuelto a la faena, y colocada a cuatro patas enterraba su boca en los pechos de Laura que, sentada de rodillas sobre sus pies se apoyaba con ambas manos echada hacia atrás mientras disfrutaba de la caricia con la mirada perdida en el techo. La mano de Silvia desaparecía debajo de las bragas de Laura que la recibía con las piernas totalmente abiertas. Silvia, con su postura, me mostraba su trasero en pompa en primer plano, con una increíble imagen de su ano que volvía a estar tan cerrado como antes de desvirgarlo y su coño depilado y brillante por la humedad que Laura extrajera con sus dedos de la gruta de mi chica. Era un cuadro irresistible, por lo que abrí mi albornoz, y mientras miraba sin siquiera pestañear comencé a masturbarme muy despacio, uniendo la sensación de la caricia a los estímulos que mis ojos, mis oídos y mi nariz me regalaban.

 

Las chicas seguían explorándose, o más bien Silvia exploraba a Laura con fruición saltando con su lengua de los pechos de Laura a su boca mientras su mano seguía arrasando su coño sin interrupción.

 

Laura, en un momento se incorporó sobre sus rodillas, haciendo levantar también a Silvia que aprovechó la ventaja adquirida para salir de la caricia y con ambas manos empujar hacia abajo las bragas de Laura bajándolas hasta las rodillas. Laura se deshizo de ellas pegó su boca a la de Silvia y fue guiándola hasta dejarla recostada contra el cabecero de la cama, reclinada, totalmente abierta de piernas y expuesta. Una vez colocada, su boca descendió hacia los pechos de Silvia que, incapaz de quedarse quieta, jugueteaba con su mano con las cadenillas de los piercings de Laura que colgaban suspendidas en el vació desde sus pezones producto de la postura. Los pechos de Laura recibieron la boca de mi vecina creciendo y afilándose como puntas de flecha, mientras su dueña se deshacía en gemidos, guturales y calientes, que dejaban muy a las claras el punto de excitación de las chicas. La mano de Laura devolvía al coño de Silvia, una a una, todas las caricias antes recibidas, enterrando sus dedos dentro de su sexo, pellizcando sin piedad su clítoris, buscando cada rincón, dentro y fuera de ella que pudiese despertar el placer. Acariciaba el sexo de Silvia como solo puede hacerlo aquella que también posee uno y sabe por tanto donde y como despertar la locura.

 

Segundos después su boca continuó su descenso para buscar ese sexo palpitante y, sin retirar sus dedos de dentro de Silvia ni reducir la velocidad de sus embates, comenzó a castigar con la lengua el capuchón de sus labios mayores y su botón de placer.

 

Mientras Silvia, desencajada, sudorosa y con la cara colorada por ese erótico rubor que habíamos descubierto en estos días y que en el pasado jamás la había adornado cuando follábamos, se abandonaba a un primer orgasmo intenso y cálido, salpicado con pequeños gritos incoherentes que la deshacían mientras sus manos enterraban la cabeza de Laura en su coño, otra costumbre “inédita” antes de ese inexplicable cambio que había convertido, para mi deleite, a Silvia la mojigata en una gata en celo ávida y salvaje.

 

Mi chica se corrió durante más de medio minuto, tiempo en el que la boca de Laura, a la que claramente si le gustaba el sexo oral con mujeres, siguió explorando su intimidad mientras su mano continuaba su mágica perforación dentro de una Silvia tensa como una cuerda de guitarra que, acabado el orgasmo se dejó vencer desplomándose en la cama por su propio peso, jadeante y satisfecha.

 

Laura abandonó en sexo de Silvia y busco su boca compartiendo los sabores retenidos en sus labios y su lengua con su legitima propietaria. Silvia se reincorporó, invitó a Laura a sentarse nuevamente sobre sus rodillas y, de nuevo a cuatro patas enterró su cabeza entre las piernas de Laura para comer su delicioso coño.

 

Incapaz de resistir un segundo más sin participar de aquella fiesta me puse en pie, y aprovechando la postura de mi chica me coloqué detrás de ella, y hundí mi boca en su sexo en pompa recogiendo los sabores de su sexo, las babas de Laura y embriagándome en aquel olor a hembra en celo que tanto me enloquecía.

 

Silvia, concentrada en su trabajo oral, arqueaba al mismo tiempo la espalda como si mágicamente hubiese aprendido a hacerlo de repente, exponiendo tanto su sexo, que mi lengua pudo limpiar de efluvios desde el ano a su clítoris antes de que la pasión y la urgencia, exigiesen a mi boca abandonar aquel templo para que mi polla, enfurecida y ansiosa, pudiese entrar en escena.

 

Busque con mi glande la entrada de la vagina de mi chica para penetrar en ella violenta y profundamente. Las entrañas de mi niña me recibieron calientes como el fuego y suaves como la más fina de las telas; empapadas del recuerdo de su orgasmo lésbico. Al segundo empujón, comenzaron a contraerse espasmódicamente, al ritmo que marcaban mis caderas, apretando y aflojando la presión sobre mi miembro, que acuchillaba la base de mí columna con calambrazos de puro placer sexual, que casi desencadenan una precoz eyaculación que tuve que contener con un titánico esfuerzo.

 

Arrasada por mi polla. Silvia descoordinada aparto su boca del sexo de Laura y gemía con ansia lobuna, elevando su mirada al techo, completamente perdida y desenfocada. Mientras Laura, inclinada hacia adelante, enterraba su mano en la fusión de nuestros sexos, ahora tocando el clítoris de Silvia, ahora acariciando con firmeza mis testículos, ahora interponiéndola entre mi pubis y el trasero de mi chica. Luego regresó a la boca de mi novia, enterrando en ella su lengua mientras sujetaba con ambas manos la cabeza de Silvia para profundizar el morreo. Silvia hundió de nuevo la mano en el coño de Laura mientras un segundo orgasmo la asaltaba haciendo convulsionar su cuerpo en oleadas de placer explicitas y visibles, como arcadas, que remataron dejándola exhausta, inmóvil, a cuatro patas, con el cuerpo laxo, abandonada e incapaz de moverse.

 

Laura me pidió que me tumbase boca arriba, en la cama, por lo que abandoné el sexo de Silvia para cumplir sus deseos. Una vez tumbado ella se sentó sobre mi pene, ensartándose en el para iniciar un movimiento profundo y rítmico, de arriba a abajo con sus caderas, movimiento que en mi pene se tradujo en una caricia profunda y devastadora que me hizo cerrar los ojos  y arquear la cadera para profundizarlo más y más.

 

Mientras, Silvia, ya recuperada, se acariciaba a si misma a pocos centímetros de nosotros mientras nos contemplaba follando. Su cara aún estaba completamente inflamada en rubor rojo como el carmín y su mirada, lasciva y salvaje se clavaba en la intersección entre mi sexo y el de Laura, recorriendo con la mirada cada vaivén de la rubia y acompañándolo con una caricia en su propio sexo, abierto, palpitante y todavía insatisfecho.

 

Unos segundos después abandonó su caricia y se acercó a nosotros buscando nuevamente la boca de Laura, mientras su mano hacia presa en el piercing de su clítoris castigándolo sin piedad.  Laura gritaba de puro placer mientras aumentaba el ritmo y la violencia de su recorrido por mi sexo, y yo jadeaba, nuevamente al borde de un orgasmo que sabía absolutamente inevitable.

 

Silvia, ansiosa, paso una pierna sobre mi cuerpo y emuló la postura de Laura sobre mi polla, pero en su caso colocó su sexo justo encima de mi boca. Los olores de mi chica se clavaron en mi nariz como lanzas afiladas, mientras mi lengua salía al encuentro de su gruta penetrándola todo lo profundo que era capaz. Silvia se inclinó hacia adelante, buscando nuevamente la boca de Laura e inició un movimiento de caderas, de adelante hacia atrás restregando su sexo a lo largo de mi boca y mi nariz mientras mis ojos, casi bizqueando se clavaban en su culo y en su orificio, apenas a unos centímetros de mi mirada, que se acercaba y alejaba tentador, llamándome a gritos.

 

Una vez más, como en nuestro primer encuentro conscientes, el orgasmo de Laura, líquido y caliente, invadió mi polla, resbalando por mis testículos y mi pubis encarcelándolo todo, y una vez más, la sensación de recibirlo, provocó mi orgasmo deshaciéndome dentro de ella de forma copiosa, mientras me alzaba para intentar clavarme en ella todo lo posible en un orgasmo mortal, delirante e intenso que casi me arrastra a la más placentera de las locuras.

 

Me abandoné a mí placer sintiendo como el peso del culo de Silvia dificultaba mi respiración. Silvia se había quedado inmóvil, mirando pasmada para aquel lago de jugos que se extendía por mi pubis, por mi polla todavía clavada en Laura y por el sexo de Laura, que apoyada hacia atrás, sosteniéndose con sus brazos ,se recuperaba también de su propio orgasmo, incapaz siquiera de moverse.

 

Silvia lanzó un gritito de ilusión, como una niña pequeña sorprendida con su chuchería favorita y poniéndose a cuatro patas aun encima de mi cuerpo, enterró su boca en ese mar de jugos recogiéndolos con una lengua que pude notar abrasando mi piel y que alternaba entre mi pubis y el sexo empapado y palpitante de Laura.

 

Levanté la cabeza y la pude ver, al fondo del túnel que formaban nuestros cuerpos, más allá de sus firmes tetas suspendidas en el vacío, afanándose en recoger con la lengua los sabores de cada rincón, de cada pliegue y de cada centímetro de ambas pieles. Aquella visión era sencillamente arrebatadora.

 

 

Laura se apartó de mí dejándose caer a mi lado, en la cama, con la cabeza pegada a la mía y buscó mi boca con la suya para fundirnos en un beso largo y tierno. Entretanto Silvia, recostada boca abajo sobre mis piernas mantenía su cabeza enterrada entre las piernas de Laura limpiando sus jugos, y recogiendo los míos mientras escapaban fuera del cuerpo de Laura, dejando claro que aquel encuentro todavía no había acabado.

 

Con cuidado salí de debajo de su cuerpo, me tumbé en la cama de espaldas manteniéndome erguido apoyándome sobre mis antebrazos, recostado contra el pequeño respaldo de los pies de la cama, contemplando el quehacer de mi novia que, en su afán de limpieza, había encendido de nuevo a Laura que gemía y se contoneaba camino hacia un nuevo orgasmo.

 

Laura giró su cintura para colocarse de lado hacia mí, dejando todavía disponible su sexo para Silvia y acercándose a mi cuerpo, luego, sujetándome con una mano por la cadera me hizo girar el cuerpo hacia ella para, ante mi absoluto estupor, enterrar mi polla en su boca virgen, regalándome una peculiar y extraña primera vez que supe agradecer con mi mejor mirada de cariño acompañada de una tierna caricia por su pelo, siguiendo suavemente el movimiento de su cabeza sobre mi miembro en una caricia torpe y dubitativa, una mamada ciertamente mediocre e inexperta, pero cargada de mágicos significados.

 

Mi miembro reaccionó a las caricias inflamándose nuevamente, llenando cada vez más la boca de Silvia que, poco a poco, aprendía instintivamente el arte de una buena mamada. Yo me esforzaba por ser cuidadoso con ella y movía mi cadera muy despacio, con cuidado de no profundizar demasiado o hacer algo que la molestase. Entretanto Silvia había acabado con su trabajo entre las piernas de Laura y observaba la mamada con sumo interés, acercando su cara hasta que la distancia le permitió unirse al grupo, llevando la lengua a la base de mi polla, para luego arrancar  mi glande del interior de la boca de Laura y tomar posesión de ella en un beso de chicas a pocos centímetros de mi miembro.

 

- Gracias. -Le dije suavemente a Laura agradeciendo de corazón aquel regalo.

 

- ¿Gracias por qué? - Pregunto curiosa mi chica.

 

- A Laura no le gustan las mamadas. - Le expliqué – Nunca había hecho una a nadie y hoy se ha estrenado conmigo.

 

Silvia quedó mirando fijamente para Laura, atónita, y luego me miró nuevamente a mí. Se la notaba ciertamente sorprendida y sin saber cómo reaccionar. Después de unos segundos, pareció colocar sus ideas, se repuso y, luciendo una pícara sonrisa le dijo a Laura.

 

- Yo no quiero ser menos que tú. - Sus palabras parecían agresivas, pero su mirada solo contenía erotismo y cariño. - Cuando Manu y yo nos conocimos yo ya no era virgen -Explicó a Laura - pero aún me queda una virginidad para entregarle a este suertudo.

 

Besó a Laura en los labios, miró para mi guiñándome un ojo y dándose la vuelta de colocó de espaldas a mí, nuevamente a cuatro patas, ofreciéndome su culo como si aquello fuese lo más normal del mundo.

 

A estas alturas de la historia, yo ya era capaz de encajar como normal el hecho más sorprendente, por lo que sin perder un instante me incorporé para proceder a desvirgar, por segunda vez, el trasero de mi novia. Me coloqué detrás de ella y apunté con mi miembro a la entrada de su gruta, preparándome para penetrarla con firmeza y suavidad.

 

- Espera! - dijo Laura sujetándome por un brazo. - Ese culito es virgen, le va a doler.

 

Dicho esto me empujó suavemente para atrás hizo sitio para meter la cabeza entre ambos y comenzó a lamer el ano de Silvia mientras lo salivaba, empapándolo con sus babas entre los suspiros de placer de Silvia. Luego se retiró y mirándome con seriedad me dejó paso advirtiéndome.

 

- Despacio, sin prisas, no seas bestia.

 

Recuperé la posición al instante y coloqué nuevamente mi glande en el ahora empapado orificio de mi novia. Con la primera presión el esfínter cedió sin dificultad, y lenta pero firmemente mi miembro fue ganando profundidad dentro de ella, sin detenerme en avance hasta ese mágico momento en el que el ano, sobrepasado el borde del glande, se cierra y se aprieta alrededor del tronco de la polla, casi succionándola, en la sensación más agradable del mundo para aquellos que somos amantes del buen sexo anal.

 

Si sintió dolor, Silvia no lo demostró en ningún momento. Recibió los lametazos de Laura entre jadeos y mi estocada con un profundo y largo gemido. Ahora, mientras yo me agarraba con ambas manos a sus caderas y bombeaba dentro de ella rítmicamente, ella acompañaba cada embestida con un grito agudo y corto, un grito de inequívoco placer sexual que me hacía penetrarla con más fuerza por segundos.

 

Laura había deslizado una de sus manos por debajo del cuerpo de Silvia y frotaba su clítoris rápidamente, Yo podía sentir la caricia en forma de una vibración continuada en las entrañas de mi chica que ahora sí, gemía alocadamente presa de la meseta de un nuevo orgasmo que ambos, Laura y yo, nos esmerábamos en regalarle. En una de mis embestidas. Mis testículos tropezaron con la yema de los dedos de Laura, en la siguiente con sus nudillos. En la siguiente entrada pude distinguir perfectamente los dedos de Laura dentro del coño de mi chica, empujando la fina pared que separa ambas cavidades y acariciando mi tronco a través de la carne de Silvia.

 

La caricia era la puntilla que esperaba mi novia que explotó en un orgasmo agónico, lleno de gemidos salvajes y pequeños gritos, de movimientos incontrolados de cadera, de giros imposibles de cabeza buscando aire, para luego, después de casi un minuto de placer, dejar caer su cabeza desplomada sobre la cama. Tuve que avanzar mi cadera para no perder mi penetración aunque, solo unos segundos más tarde, me corrí copiosamente en el culo inerte de mi novia, que, desplomada por el cansancio, rendida y feliz, recibió por vez primera, esta vez sí, mi semen en su trasero cerrando sin duda la mejor sesión de sexo que ambos, y probablemente Laura también, habíamos tenido en nuestras vidas.

 

Nos tumbamos los tres en la cama, con Silvia en medio de nuestros dos cuerpos, agotados y sonrientes, y tras un reparto de tiernos y dulces besos, nos rendimos en silencio a un merecido descanso que, en el caso de Silvia, desembocó en un dulce y profundo sueño, esta vez sin necesidad de que nadie la hipnotizase.