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Líos en la empresa de limpiezas

en Sexo con maduras

Este relato pertenece a la serie de los “líos”. Su lectura es completamente independiente de los relatos anteriores de la serie: “Líos en el viaje del INSERSO” (https://todorelatos.com/relato/149954/), “Líos en la casa de la playa” (https://todorelatos.com/relato/151322/) y “Líos en el mercado de abastos” (https://todorelatos.com/relato/151809/). Espero que lo disfrutéis y gracias por vuestros comentarios y valoraciones.

Hola, mi nombre es Carlos. En la época en la que se desarrolla el relato tenía veintitrés años, acababa de terminar el grado y prácticamente me veía obligado a trabajar en cualquier cosa que me saliera, para poder pagar el alquiler del pequeño estudio en el que vivía y además poder comer.

Después del trabajillo que me salió en agosto como mozo del mercado de abastos de mi barrio, me quedé de nuevo en el paro, con la amenaza de tener que dejar el estudio donde vivía y volver a vivir a casa de mis padres, cosa que ni a ellos ni a mí nos apetecía.

Un sábado en el que mis padres organizaron una comida familiar, coincidí con mi tía Ana. Ella es la segunda mujer de un hermano de mi madre. Tenía cuarenta y tantos años y estaba buena para echar de comer aparte. Cuando mi tío salía de viaje con sus amigos a hacer rutas en bicicleta, Ana se tiraba a todo lo que se movía, incluyéndome a mí cuando se terciaba.

-              Hola Carlos. –Me saludó dándome dos besos  en las mejillas-.

-              Hola Ana.

-              ¿Tienes trabajo?

-              Qué más quisiera, soy un jodido parado.

-              Pues estás de suerte. ¿Te acuerdas de mi amiga Ángela, la que te presenté en la playa?

Como no me iba a acordar de ella si una tarde habíamos echado un par de polvos fantásticos. Ángela era más o menos de la misma edad que mi tía, rubia de bote, pelo lacio, guapa de cara y un cuerpo para perderse, unas tetas grandes, una ligera barriguita propia de la edad, un precioso culo grande y duro y unas piernas largas y torneadas.

-              Claro que me acuerdo. ¿Por qué?

-              Ella y su marido han comprado una empresa de limpiezas y me dijo ayer tarde que necesita a alguien que la ayude con la administración y la organización del personal. Creo que tú podrías ser esa persona.

-              Por mí perfecto.

-              Luego la llamo y se lo digo. Por cierto, ¿sabes que tu tío se va la semana que viene a hacer otro tramo del Camino de Santiago?

-              Pues no.

-              Podríamos vernos tú y yo, Luis va estar fuera toda la semana.

Luis es mi mejor amigo, se lo había presentado a mí tía en la casa de la playa y no habían tardado ni media hora en liarse, sobre todo porque Luis tiene una polla de casi treinta centímetros de la que Ana se beneficia todo lo que puede.

-              Ya lo vamos viendo –le contesté a mi tía-.

Como he dicho, mi tía estaba buenísima y alguna vez habíamos follado, pero no quería tener muchos líos con ella y que pudiera crearse un problema familiar. A media tarde mi tía Ana se acercó a mí.

-              Carlos he hablado con Ángela y te espera el lunes a las nueve de la mañana en las oficinas de la empresa.

-              Gracias Ana, espero que haya suerte.

Cuando terminó la comida volví a mi apartamento y decidí pasarme antes por el de Julia para tomar una copa con ella. Julia era una vecina divorciada de unos cuarenta años muy atractiva con la que mantenía una relación de algo más que amigos, pero sin compromisos para ninguno de los dos.

-              Hola Carlos –me dijo al abrir la puerta, dándome un piquito en los labios-.

-              Hola Julia, ¿me das una copa o te invito en mi apartamento?

-              Pasa, esta mañana he estado en el supermercado y he comprado bebidas.

Preparó las copas y nos sentamos en el sofá. Estaba muy guapa con un pantalón corto tipo deportivo y una camiseta de tirantas que dejaba ver buena parte de sus hermosas tetas.

-              He visto a mi tía Ana en casa de mis padres. –Le dije-.

-              ¡Peligro, peligro! –Me contestó ella que sabía la pieza que era mi tía-.

-              Me ha buscado una entrevista de trabajo en la empresa de una amiga suya.

-              ¡Hombre, eso es estupendo! ¿De qué se trata el trabajo?

-              Es para la administración y organización del personal de una empresa de limpiezas.

-              Parece un trabajo mejor que el de mover cajas en el mercado de abastos.

-              Eso creo yo, pero por ahora no es más que una entrevista.

-              Por cierto, ¿cómo están tus padres?

-              Estupendos, viviendo una segunda juventud.

Me sentía siempre muy a gusto con Julia, me transmitía una paz y una confianza que hacían que me sintiese muy relajado.

-              Si este apartamento fuera mío, pondría un espejo sobre la cama como ellos. –Me dijo Julia recordando el dormitorio de mis padres en la casa de la playa-.

-              Te gustó a ti la idea, ¿eh?

-              Me encantó –me dijo acercándose a mí para besarme en la boca-.

-              Julia, estás muy guapa –le dije tras devolverle el beso-.

Me puse de rodillas en el sofá sobre ella y la besé largamente en la boca.

-              Yo sé lo que tú quieres. –Me dijo-.

-              ¿Y tú no quieres?

-              ¿Cuándo no he querido yo?

Para ese momento ya estaba empalmado con un buen bulto en los pantalones. Cogí la camiseta de Julia desde abajo y se la quité. No llevaba sujetador. Besé sus preciosas tetas morenas, mientras ella me abría la tirilla del pantalón, me bajaba la cremallera y metía su mano bajo los boxes.

-              ¡Huy que animado estás! ¿Te has puesto así de ver a tu tía Ana?

-              Me he puesto así de animado de verte a ti. –Le dije sobándole sus tetas-.

Metí una mano por una de las amplias perneras de su pantalón corto, hasta llegar a acariciar su chocho por encima del tanga.

-              Ten cuidado no vayas a perder la mano. –Me dijo besándome de nuevo-.

-              Pues tu mano también está de excursión y yo no me quejo tanto.

-              Anda vamos a la cama, que se nos van a dislocar las muñecas.

Nos levantamos, en el borde de la cama Julia me quitó la camisa y yo deje caer al suelo los pantalones y los boxes, luego la empujé para que cayera boca arriba en la cama y le quité los pantalones y el tanga. Me puse sobre ella para besarla, pegando mi polla contra su vientre.

-              Cómeme el chocho que hoy me apetece mucho.

Me deslicé besando su cuerpo hasta situarme entre sus piernas. Julia se había acostumbrado a depilarse los bajos igual que yo. Apliqué mi lengua sobre su chocho. Ella suspiró.

-              Me gusta mucho como me comes el chocho, estaría así todo el día.

El trabajo de mi lengua hizo que su secreción de jugos se intensificara, lo mismo que el perfume de su chocho.

-              Y yo también me estaría así todo el día. –Le contesté-.

Ella tenía una mano sobre mi cabeza, mientras que con la otra se sobaba las tetas y se pellizcaba los pezones. Yo estaba muy caliente y me dolía la polla de lo dura que la tenía.

-              ¡Sigue Carlos que me voy a correr, aaaggg, aaaggg, ahora, ahora,…!

Cuando terminó de correrse me puse sobre sus tetas, primero le puse los huevos en su boca para que me los chupara y luego le metí la polla en la boca. Cuando noté que ya no podía aguantar más me eché hacia atrás y me corrí sobre sus tetas.

Nos duchamos y volvimos al salón a terminarnos las copas. Al cabo del rato me vestí, la besé y abrí la puerta para irme.

-              Puedes volver cuando quieras, no te hagas mucho de rogar. –Me dijo Julia al despedirme-.

El lunes estaba en la puerta de la empresa de limpiezas unos minutos antes de las nueve. Esperé a que fuera la hora y llamé al timbre. Me abrió una chica jovencita bastante guapa, le dije que estaba citado a las nueve con Ángela. Me hizo pasar y me dijo que esperara. Volvió al momento y me acompañó hasta su despacho.

-              Buenos días Carlos –me dijo Ángela dándome dos besos en las mejillas-.

-              Hola Ángela, que barbaridad, que guapa estás.

Era verdad que estaba muy guapa. Llevaba un vestido blanco bastante entallado y descotado, que le hacía un culo fantástico y un canalillo muy apetitoso.

-              Gracias. Siéntate, por favor. ¿Qué tal estás?

-              Si no fuera porque no tengo trabajo, no podría estar mejor. ¿Y tú?

-              Ahora un poco estresada para hacerme con las riendas de la empresa.

-              Hace mucho tiempo que la compraste.

-              No, la semana pasada.

-              ¿Y cómo se te ocurrió meterte en este lío?

-              Yo había trabajado cuando joven, antes de casarme, en esta empresa como limpiadora, me enteré que la vendían y le dije a mi marido, que tiene dinero para aburrir, que la comprásemos.

-              Me dijo Ana que estabas buscando a alguien para la administración y la organización del personal.

-              Sí, eso es.

-              ¿No había ya alguien en ese puesto?

-              Sí, pero lo despedí el viernes pasado, nada más entrar por la puerta de las oficinas.

-              ¿Tan inútil era?

-              Además de inútil, un hijo de puta.

-              ¡Vaya!

-              Cuando estuve trabajando aquí con poco más de veinte años o se la chupaba mientras él me tocaba las tetas o me mandaba a los peores sitios a limpiar.

-              Un buen pedazo de hijo de puta.

-              El poder despedirlo es uno de los motivos de haber comprado la empresa. Tus obligaciones serían llevar la administración, ya sabes, facturar y llevar la contabilidad junto con Irene, que es la chica que te ha acompañado, y organizar a los empleados para que vayan a los sitios contratados, cubrir las bajas, ajustarlos a los trabajos,…etc. ¿Te interesa?

-              Claro que me interesa, ya te he dicho que estoy sin trabajo y en peligro de no poder pagar el alquiler.

-              Bueno, entre tus obligaciones también estaría atender las necesidades de la dueña.

-              No creo que eso constituya un problema.

¡Qué bien iba a tener salario en metálico y en especies! Ángela estaba buenísima y me había caído muy bien desde el día que estuvimos follando. Descolgó el teléfono y dijo:

-              Irene que no me moleste nadie y no me pases llamadas.

Se levantó de su silla y sentó en la mesa frente a mí. Se veían tentadoras sus bonitas piernas.

-              No hemos hablado todavía del sueldo. –Me dijo-.

-              No creo que vaya a ser menos que en el último trabajo que he tenido.

-              Me he acordado mucho de la tarde que pasamos juntos en tu casa de la playa.

-              Ya me gustaría a mí que fuera mía, pero es de mis padres.

Me levanté de la silla y me senté en la mesa junto a ella para besarla.

-              ¿Te apetece empezar a trabajar ya? –Me preguntó después de besarla-.

-              Es un momento tan bueno como cualquier otro. –Le dije y volví a besarla-.

Llevé mi mano a su espalda para bajarle la cremallera del vestido y ella llevó la suya a mi entrepierna donde se encontró mi polla ya como un leño. Se puso de pie y dejó caer su vestido al suelo. Dejó al descubierto un bonito sujetador blanco que a duras penas cubría sus grandes tetas y un minúsculo tanga a juego. Luego se quedó de pie entre mis piernas.

-              ¿Vienes así de guapa todos los días al trabajo? –Le pregunté mientras la besaba-.

-              Claro, hay que dar buena impresión.

-              Me va a costar mucho concentrarme en mis otras tareas.

Ángela me abrió la cremallera del pantalón y metió su mano hasta agarrar mi polla. Yo le agarré su culo y seguimos besándonos.

-              ¿Denunciaste al tipo que te obligaba a chupársela?

-              Entonces las cosas no funcionaban así. Si te tocaba un tipo como ese o dejabas el trabajo o te aguantabas. Afortunadamente yo encontré a mi marido y pude dejar el trabajo.

Ella me abrió la camisa y me la quitó. Me levanté y dándole la vuelta la apoyé sobre la mesa, dejando su culo en pompa hacia mí. Me puse en cuclillas y le aparté el tanga para acceder a su ojete y a su chocho. Empecé a lamerle el ojete mientras que con una mano le acariciaba el chocho.

-              ¡Oh Carlos, como me gusta!

-              Y a mí, tienes un culo precioso.

Seguimos así un rato hasta que me solté el pantalón y me lo bajé a los pies junto con los boxes. Le quité el tanga y le metí la polla en su empapado chocho. Luego le solté el sujetador y le agarré las tetas.

-              Creo que he hecho un gran fichaje para la empresa y sobre todo para mí –dijo mientras yo le bombeaba el chocho y le sobaba las tetas-.

-              Y yo pienso que voy a tener que echar muchas horas extras, para que la jefa esté contenta conmigo.

Puse una mano en su clítoris y empecé a acariciárselo, estaba crecido y era grande.

-              Carlos me voy a correr, no pares de sobarme el clítoris.

Yo también estaba a punto de correrme, se lo dije:

-              Ángela yo tampoco voy a tardar en correrme.

-              Córrete dentro de mí, quiero sentir tus chorros, ¡Ahora, ahora, aaaggg, Dios que bueno, sigue, sigue…!

Empecé a correrme como si llevara un mes sin hacerlo y le inundé el chocho con mi crema. Cuando terminé de correrme me dejé caer sobre ella y nos quedamos un buen rato en esa posición, manteniendo mi polla en su interior. Luego nos incorporamos y tras recomponernos, Ángela me dijo:

-              Me encanta follar contigo. Ahora voy a enseñarte tu despacho.

Salimos, me presentó a Irene y me condujo a un pequeño despacho con una mesa, unas sillas y una estantería. Sobre la mesa había un ordenador y algunos papeles.

-              Cualquier cosa que quieras saber pregúntale a Irene. Yo ahora voy a ver a unos clientes. Por cierto he previsto un pequeño ágape a mediodía para conocer a todos los empleados y que ellos nos conozcan.

Encendí el ordenador para ver que documentos tenía. Encontré varias carpetas, una con el personal de la empresa, otra con los clientes sus direcciones, los servicios que se le prestaban y quién o quienes se los prestaban. No parecía en principio que el trabajo fuese a ser muy complicado, si no se producían muchos cambios. Al rato entró Irene en mi despacho.

-              Me alegro que hayas sustituido al cerdo viejo verde de Tomás. –Me dijo-.

-              Parece que mi antecesor no tenía muy buena fama.

-              Era un baboso y un asqueroso. Las trabajadoras se quejaban de él al anterior propietario, pero las quejas nunca tenían consecuencias.

Vaya con el prenda, pensé. A lo largo de la mañana fueron pasando por las oficinas algunos empleados de la empresa, mayoritariamente mujeres. Irene me los fue presentando conforme llegaban. Se pasaban por la empresa antes o después de hacer su trabajo y algunos se cambiaban en los vestuarios para ponerse o quitarse el uniforme. Seguí mirando el contenido del ordenador y algunas cosas me llamaron la atención. Una carpeta con un volumen de datos enorme y un programa que parecía de visualización de cámaras. Cuando iba a ver que era, me llamó mi tía Ana.

-              Hola Ana.

-              Hola Carlos, me ha dicho Ángela que te ha contratado y que ya has empezado a trabajar.

-              Efectivamente, me pillas sentado ya en mi mesa de despacho.

-              Como te dije, tu tío ya se ha ido de viaje y sin Luis en Sevilla me siento muy sola.

-              Ana ya sabes que no quiero líos familiares.

-              No es ningún lío, follamos y listo. ¿Cuándo sales del trabajo?

-              Por la tarde, a las siete.

-              Me paso por tu casa a las siete y media. Adiós Carlos.

Bueno pues ya tenía el lío servido. Volví a concentrarme en el trabajo hasta que sobre la una y media volvió Ángela y entró en mi despacho.

-              ¿Qué tal con los clientes? –Le pregunté-.

-              Bien, no creo que vayamos a tener problemas con ellos por el cambio de dueños.

Fuera unos camareros estaban montando unas mesas y trayendo comida y bebida para el picoteo que había organizado Ángela.

-              Es importante que mejoremos la relación con el personal, el antiguo propietario y sobre todo el cabrón de Tomás tenían jodidos a todo el mundo, así que aplícate bien para recomponer las relaciones. Esta empresa es su personal y si ellos no están bien con nosotros, la empresa se irá al traste. –Me dijo Ángela-.

-              De acuerdo, haré todo lo que pueda.

Una vez preparadas las cosas el personal empezó a llegar. Como he comentado antes, la mayoría eran mujeres entre los cuarenta y cincuenta años, aunque también había chicas más jóvenes y otras de más edad. Entre el personal masculino destacaba un hombre negro grande como un armario empotrado llamado Bekur, cuya edad, al menos para mí, era imposible calcular. Ángela y yo, cada uno por un lado, empezamos a ir de grupo en grupo de trabajadores para conocerlos y entablar conversación con ellos. Me acerqué a un grupo de tres mujeres que picaban algo con una cerveza en las manos.

-              Hola soy Carlos, me han contratado esta misma mañana y me voy a encargar de la administración y la organización del personal.

-              Encantada, yo soy María.

-              Yo Cristina.

-              Y yo Pepa, las tres somos limpiadoras.

Las tres me saludaron dándome dos besos en las mejillas. Tendrían unos cuarenta años e iban muy arregladas para la ocasión. Las tres eran guapetonas y la tal Cristina tenía un cuerpo de lo más apetitoso, alta, rubia natural, boca sensual, tetas que debían ser bastante grandes y un bonito culo embutido en un ajustado vestido azul marino.

-              Bueno contadme algo de la empresa. –Les dije-.

-              Pues que haga lo que haga doña Ángela, siempre será mejor que los dueños anteriores. –Contestó María-.

-              Y de Tomás mejor no hablar, así que no tendrás que esforzarte mucho. –Dijo Cristina-.

No había nadie que hablase bien de mi antecesor. María y Pepa se fueron al grupo en el que estaba Ángela y nos quedamos Cristina y yo solos.

-              ¿Qué pasaba con Tomás? –Pregunté-.

-              Que era un viejo verde y un abusador. Lo mínimo que hacía era colarse en el vestuario femenino sin llamar, a ver si nos cogía desnudas, pero si tú quieres entrar, yo por lo menos estaría encantada.

Vaya con Cristina que lanzada, pensé y me reí para dar a entender que creía que era una broma.

-              No te rías que lo he dicho muy en serio –me dijo-.

El picoteo duró hasta más o menos las cinco de la tarde. Algunos de los empleados se marcharon antes y otros decidieron seguir la reunión en alguna cafetería o pub. Yo iba a quedarme trabajando, pero Ángela me dijo:

-              Hoy es más importante que confraternices con ellos que cualquier otra cosa que tengas que hacer.

Me uní al grupo que iba a seguir, entre el cual se encontraba Cristina. Fuimos a un pub cerca de mi apartamento. En la barra entablé de nuevo conversación con Cristina.

-              ¿Estás casada? –Le pregunté-.

-              Divorciada desde hace varios años. ¿Y tú?

-              Soltero y sin novia desde hace meses.

-              ¡Huy que bien, un soltero de oro!

-              ¿Tienes hijos?

-              Dos, los tuve muy joven, ahora viven cada uno por su cuenta y yo vivo sola. ¿Por dónde vives?

-              Aquí cerca en un pequeño estudio, pero con una terraza estupenda. ¿Y tú por dónde vives?

-              En un barrio a tomar por culo de aquí. En un piso antiguo sin ascensor.

Cristina tenía un cierto halo de tristeza, aunque procuraba ocultarlo. Seguimos charlando hasta que sobre las seis y media el grupo empezó a disolverse. Cuando nos quedamos Cristina y yo solos me dijo:

-              Invítame a la penúltima en tu apartamento, si es que cabemos los dos.

-              Sí mujer, es pequeño pero no tanto. Durante unos meses viví en él con mi ex novia.

Comenzamos a andar hacia mi apartamento y Cristina me cogió del brazo durante el corto camino. Notaba la dureza de sus tetas en mi costado y entre el alcohol que había tomado y las confianzas de Cristina empecé a calentarme mucho.

-              ¿Qué quieres tomar? –Le pregunté cuando llegamos-.

-              ¿Qué tienes?

-              Un calentón de mucho cuidado.

Ya sé que no tenía que haber dicho eso, pero me traicionó la cabeza.

-              Ja, ja, ja –se rió Cristina con mucha espontaneidad-.

-              Perdóname Cristina, de verdad que siento haber dicho eso.

-              No tengo nada que perdonar, hace mucho tiempo que un chico joven no me dice eso y me siento muy halagada. ¿Crees que yo podría hacer algo con tu calentón? –Me dijo acercándose a mí y besándome en la boca-.

Durante el beso puse mis manos en su culo y la apreté contra mí. Ella tuvo que notar mi polla ya en erección contra su vientre.

-              Efectivamente tienes un buen calentón. –Me dijo poniendo su mano en mi entrepierna-. ¿Todo esto es por mí?

-              ¿Por quién iba a ser si no?

-              No sé, podría ser espontáneo por la juventud.

Cristina me soltó el pantalón, bajó la cremallera y empezó a sobarme el nabo por encima de los boxes.

-              Me encanta como me sobas la polla. –Le dije mientras me abría la camisa-.

-              Bájame la cremallera del vestido. –La obedecí bajándole la cremallera que tenía en la espalda, sin que ella dejara de sobarme el nabo-.

Se separó de mí y dejó caer el vestido al suelo. Llevaba un sujetador y un tanga negro sobre un liguero que le sujetaba unas medias también negras. Sus tetas eran grandes y estaban comprimidas en el sujetador que debía ser por lo menos una talla menos que la suya. Me acerqué a ella para seguir besándola y ella metió su mano por la abertura de los boxes hasta cogerme la polla.

-              ¡Vas depilado! –Exclamó-.

-              ¿No te gusta?

-              No lo sé, no he estado nunca con un hombre que estuviera depilado.

Su culo era más grande que pequeño y lo tenía muy duro.

-              ¿Vas al gimnasio para tener un culo así de duro? –Le pregunté-.

-              ¿Tú te crees que yo tengo ni tiempo ni dinero para ir a un gimnasio? Son las horas de barrer y de fregar que me pego todos los días.

-              Pues deberías patentar eso como nueva forma de gimnasia.

-              Quítate los boxes quiero verte depilado.

Di un par de pasos hacia atrás y me quité los boxes quedándome totalmente desnudo, mientras ella no me quitaba la vista de encima.

-              Me gusta cómo estás.

Me volví a acercar a ella y a coger su culo, mientras volvíamos a besarnos.

-              Siéntate en el sofá. –Me dijo-.

Me senté y ella se quedó de pie. Se puso de espaldas a mí para que le soltase el sujetador. Lo hice y ella siguió de espaldas. Luego ella misma se quitó el tanga, quedándose con el liguero y las medias.

-              Estás buenísima.

-              Gracias, pero tengo ya los bastantes años como para saber que eso no es cierto.

-              Claro que es cierto, eres una mujer madura que estás para comerte.

Se dio la vuelta tapándose las tetas y el chocho con los brazos.

-              ¿Qué quieres que te enseñe primero? –Me preguntó con la voz muy ronca-.

-              ¿Qué crees que debería ver primero?

-              Si prefieres dejar lo mejor para el final, yo diría que el chocho primero.

Mi calentón había ido aumentando y no tuve más remedio que empezar a sobarme la polla y los huevos.

-              Pues déjame ver tu chocho.

Cristina desplazó lentamente la mano hacia un lado. Tenía un buen triángulo de pelo recortado no demasiado oscuro. Su raja se elevaba bastante sobre el monte de Venus, debía tener un chocho muy grande.

-              ¿Cómo llevas el calentón? –Me preguntó-.

-              Cada vez más grande –le contesté señalándome el nabo-.

Se acercó hacia mí sin descubrirse las tetas y se puso a horcajadas sobre mis piernas. Con la mano que tenía libre volvió a agarrarme la polla. Yo llevé mis manos a su culo para acariciárselo.

-              Estoy muy caliente Cristina.

-              Y yo también.

-              Déjame ya ver tus tetas y besártelas.

Ella bajó lentamente su brazo dejándome ver su espléndido par de tetas. Grandes, redondas, un poco caídas por los años, con unas grandes areolas rosadas y unos pezones también grandes y erectos. Acerqué mi cabeza para lamer sus pezones y agarrarlos con los labios.

-              No creo que pueda aguantar mucho más con la paja que me estás haciendo. –Le dije-.

-              ¿Puedes correrte varias veces?

-              Normalmente sí.

-              Pues córrete porque yo quiero seguir así de caliente todavía un rato.

-              ¡Aaaaagggg! –Grité cuando me corrí sobre su vientre y su mano-.

-              Buena corrida has tenido. –Me dijo sin dejar de sobarme la polla, extendiéndose mi semen por su vientre y luego llevándose su mano a la boca para saborearlo-. ¿Me ayudas a ducharme?

-              Claro, será un placer. –Le dije y después volví a besarla-.

Se sentó a mi lado para quitarse las medias y el liguero. Cuando estuvo completamente desnuda me levanté y le di la mano para que me siguiera al baño. Entré en el plato de ducha primero y abrí el grifo. Cuando el agua estuvo a buena temperatura le cogí la mano para que entrara. Con el rociador la fui mojando, luego cogí el bote de gel y lo vertí sobre sus tetas y su vientre. Al extenderle el gel volví a empalmarme como antes de correrme.

-              Umm, me gusta tu polla sin pelos –me dijo volviendo a cogerme el nabo-.

-              Y tú a mí me gustas entera –le contesté metiendo mi mano entre sus piernas para acariciarle su clítoris-.

-              Sepárate, tengo que orinar o no podré correrme a gusto.

-              No pienso hacerlo, méate encima de mí.

-              Tú eres un guarrete.

-              No, yo soy muy guarro.

Empezó a mear con un potente chorro caliente que cayó sobre nuestras piernas.

-              ¿Tú no meas también?

-              ¿Crees que puedo mear con la erección que tengo?

Me gustaba sentir su chorro de meado sobre mí. Me puso de nuevo muy caliente. Cuando terminó de mear puse gel sobre nuestras piernas y me puse en cuclillas para extendérselo y volver a limpiarle el chocho. Cuando terminé, fue ella quien se puso en cuclillas para limpiarme, aprovechando para lamerme la polla y los huevos.

-              Cristina que gusto. No sigas o volveré a correrme.

Se incorporó, nos aclaramos y nos secamos el uno al otro. La llevé a la cama, la tumbé boca arriba y me puse sobre ella para besarla. De pronto sonó el timbre de la puerta. ¡Hostia mi tía, se me había olvidado por completo! Dudé que hacer, si dejar que sonara hasta que se aburriera y se fuera o decirle que no podía abrirle.

-              Quédate aquí en la cama –le dije a Cristina mientras me incorporaba-

Me levante con la intención de no abrirle la puerta. Me puse los boxes que había dejado en el sofá, que todavía presentaban una buena mancha de líquido preseminal, y me acerqué a la puerta para escuchar si se iba. Pero las cosas no iban a ser tan fáciles. Empezó a sonar mi móvil y corrí a quitarle el sonido. Era Ana quien me llamaba y tenía que haberlo escuchado, por si acaso no era así le quité el sonido.

-              Carlos abre, sé que estás dentro, he oído tu móvil.

Me acerqué otra vez a la puerta.

-              Ana no estoy sólo, no puedo abrirte.

-              Y a mí que más me da que no estés sólo. ¿Qué estás con Julia? Pues hacemos una fiesta los tres.

-              No estoy con Julia, estoy con otra mujer que tú no conoces.

-              Pues abre de todas formas, no he venido hasta aquí para irme de vacío. Si no abres voy a montar un escándalo.

¡Joder con Ana, con lo bien que iba la tarde! Le abrí por fin, entró y cerré la puerta.

-              ¡Qué bien te lo montas! –Me dijo mirando el bulto que tenía bajo los  boxes-. ¿Y para tu tía no hay nada?

-              Ana, por favor, márchate y quedamos para otro día

En ese momento apareció Cristina que venía envuelta en una toalla. Era un tanto raro todo, pero me pareció una grosería no presentarlas.

-              Cristina ella es Ana, que ya se iba.

-              Hola Cristina –le dijo Ana mirándola de arriba abajo-.

-              Hola Ana, cojo mis cosas, me visto y me voy. –Le dijo Cristina recogiendo su ropa-.

-              No Cristina, quien se tiene que ir es Ana.

-              ¿Y por qué se tiene que ir una de la dos? –Preguntó Ana-.

-              Ana no empieces que te conozco.

-              No Carlos, yo creo que Ana tiene razón. ¿No te pone que nos montemos un trío? –Propuso Cristina-.

-              Estáis las dos locas.

-              Sí, pero también estamos las dos muy buenas –dijo Ana acercándose a Cristina, le soltó la toalla, que cayó al suelo, y luego la besó en la boca cogiéndole el culo-.

¡Joder también con Cristina, le venía bien todo! Decidí tomarme la copa que había aplazado.

-              ¿Queréis beber algo? –Les pregunté-.

-              Más tarde –contestó Cristina y Ana ni me contestó-.

Fui a la cocina y me serví un whisky con hielo, pese a la bronca con Ana seguía empalmado como al salir de la ducha. Me senté en el sofá a mirarlas. Ana seguía vestida con una camisa y una falda de bastante vuelo. Sin dejar de besarse Cristina le fue soltando los botones de la camisa y se la quitó, luego le bajó la cremallera de la falda que cayó al suelo y le soltó el sujetador que quedó enganchado en las grandes tetas de Ana. ¡Vaya festival de tetas! Pensé.

-              Eres muy atractiva –le dijo Ana a Cristina, tirándome el sujetador, que por fin se había soltado de sus tetas-.

-              Y tú estás muy buena –le contestó Cristina cogiéndole el culo con fuerza-.

Ana llevó su mano al chocho de Cristina y empezó a sobarle el clítoris. La cara de Cristina denotaba el placer que estaba sintiendo en ese momento. Mi polla estaba segregando líquido seminal a borbotones y decidí quitarme los boxes. Escuché cómo Cristina le decía en voz baja a Ana:

-              Estoy muy caliente, sigue que me voy a correr. No te preocupes por ti, me puedo correr varias veces.

-              Pues sí que te tenía que tener caliente mi sobrino.

-              Mucho, mucho, mucho… !Aaagggg, qué bueno, sigue, sigue, sigue…aaaaggg, sigue por favor!

Cristina se corrió durante un largo tiempo durante el que Ana no paró de sobarle el clítoris. Yo estaba caliente para reventar, noté que a Cristina le fallaban las piernas y de un salto la sostuve por los brazos antes de que cayera al suelo y luego la puse sobre la cama.

-              Sobrino por lo que veo sigues sabiendo calentar a una mujer. –Dijo Ana mientras se quitaba el tanga-.

Cristina empezó a recomponerse.

-              ¡Ana, que corridón me has dado! –Le dijo-.

-              Me alegra, pero el trabajo duro ya estaba hecho. Ven sobrino que te la voy a comer mientras Cristina termina de revivir.

Me acerqué a Ana que se había sentado en el sofá. En cuanto estuve a tiro Ana me puso las dos manos en el culo y se metió mi polla en la boca, me fue empujando hacia ella hasta que la tuvo entera dentro y luego con la lengua empezó a lamerme los huevos.

-              Ana, la comes como nadie. –Le dije-.

Más tarde empezó a moverme para que le follase la boca. Yo llevé mis manos a sus tetas para sobárselas mientras ella me comía la polla. Noté que Cristina se ponía detrás de mí, pegándome sus grandes tetas a la espalda, echó sus brazos hacia delante, me cogió la polla cuando Ana se la había sacado de la boca y luego empezó a golpearle la lengua y los labios con ella a Ana.

-              ¿Te gusta, que le golpee con tu polla a tu tía? -Me preguntó-.

-              Mucho.

-              ¿Ya ti Ana, también te gusta?

-              Me encanta, la tiene durísima. –Le contestó Ana-.

Solté las tetas de Ana y eché mis brazos hacia atrás para cogerle el culo a Cristina y empujarla contra mí. Cristina le daba cada vez más fuerte a Ana en la cara con mi polla.

-              Estoy muy caliente y si sigues me voy a correr otra vez. –Le dije a Cristina-.

-              Córrete, así jugaremos otra vez Ana y yo. –Me contestó Cristina-.

-              ¡Vamos córrete en mi cara! –Dijo Ana-.

No pude aguantar más y me corrí sobre su cara a grandes chorros. Cristina no dejó de golpearle la cara a Ana hasta que eché la última gota de mi corrida. Me senté en el sofá junto a Ana, Cristina empezó a lamerle la cara a Ana y a tragarse toda mi corrida. ¡Que dos fieras! Luego Cristina empujó a Ana para que se recostase en el sofá con su cabeza sobre mis piernas, se las abrió y empezó a comerle el chocho.

-              Cristina, que bien lo haces. –Suspiró Ana-.

-              Me encanta comértelo así depilado como lo llevas.

Ana puso una mano sobre la cabeza de Cristina y con la otra me cogió la polla que estaba morcillona. Las miraba y me encantaba la escena. Ana boca arriba con los ojos cerrados y acariciando la cabeza de Cristina, que estaba de rodillas con el culo en pompa y con una mano acariciándose el clítoris.

-              Cristina no voy a aguantar mucho más. –Dijo Ana-.

-              Córrete cuando quieras, no voy a parar de comértelo –le contestó Cristina-.

La escena, el olor a flujos de mujer caliente que había en la habitación y la mano de Ana jalándome la polla, hicieron que volviera a empalmarme, pese a llevar ya tres corridas ese día.

-              ¡Sigue Cristina, sigue así, sigue que me voy a correr, así, así, síiiiii, aaaagggg, sí, sí, sí!

Ana se había puesto roja y se le había tensado la cara al correrse. Levanté su cabeza de mis piernas, me incorporé, me puse detrás de Cristina y le metí la polla en su coño que estaba empapado. Ella siguió sobándose el clítoris con una mano y con la otra empezó a apretarse las tetas.

-              ¡Dame cachetes en el culo! –Me dijo Cristina-.

La obedecí y le fui golpeando el culo fuerte, pero sin hacerle daño.

-              No te corras dentro, que no estoy tomando nada.

Deje una mano quieta en su ojete y comencé a sobárselo para distenderlo. Saqué mi polla de su chocho y le metí dos dedos que salieron completamente empapados, volví a meterle la polla y con mis dedos engrasados por sus jugos, le penetré el ojete.

-              ¿Qué vas a hacer? –Me preguntó Cristina-.

-              Voy a metértela en el culo para poder correrme dentro de ti.

-              Ve con cuidado, nunca me la han metido por el culo.

-              No te preocupes, que no te la voy a meter hasta que no tengas el ojete abierto.

Cristina seguía con la cabeza apoyada en el vientre de Ana. Cuando Cristina tuvo bien abierto el ojete le saqué la polla del chocho y poco a poco se la fui metiendo por el culo.

-              ¡Aaahhh que rico, lo que me he estado perdiendo todos estos años! –Gritó Cristina cuando terminé de metérsela y empecé a bombear en su interior-.

Volví a golpear su culo con sonoros cachetes. Ana se levantó, se puso detrás de mí y me cogió los huevos para sobármelos.

-              ¡Carlos me voy a correr, sigue dándome cachetes, sigue, sigue!

Noté que efectivamente Cristina se iba a correr otra vez, yo también estaba a punto de nuevo e intenté correrme a la misma vez que ella, para que sintiera los chorros en su interior. Ana seguía sobándome los huevos cada vez con más fuerza.

-              ¡Ya, ya, ya, me corro, me corro, me vuelve loca sentir como te corres en mi culo, así, no pares! –Gritó cuando me corrí en su culo a la misma vez que ella se corría-.

Cristina se dejó caer hacia delante, sacándose mi polla que salió llena de semen. Estaba reventado, como pude me fui hacia la cama y me tumbé. Me quedé dormido y entre sueños escuché como las dos entraban al baño y se duchaban. No sé que más hicieron, bastante tarde noté como las dos me besaban y luego se iban juntas.

Al día siguiente, como no podía ser de otra forma, me levanté con un fuerte dolor en la polla y recordando la tarde anterior. Cuando entré al baño, Ana y Cristina me habían dejado como regalo sus tangas colgados en el toallero. Los olí y casi vuelvo a empalmarme. ¡Qué perfume femenino!

La primera semana de trabajo pasó rápidamente y con mucho trabajo que hacer.

El viernes, casi a la una del mediodía, abrí por error uno de los iconos que había en la pantalla del ordenador. Se abrió una pantalla con un video en el que dos mujeres le comían a un negro un pollón como la catedral de Burgos. Pensé que el guarro de Tomás debía dedicarse a ver porno durante las horas de trabajo. Antes de cerrar la pantalla me fijé un poco más en la escena. La imagen era de calidad, los tres protagonistas estaban en un vestuario, el negro estaba desnudo tumbado boca arriba en una banqueta con las piernas a los lados y los pies en el suelo, la polla del negro era como mínimo el doble de la mía de larga y de gorda y parecía que debía estar como un palo de dura, el tío tenía unos huevos como pelotas de tenis, que le colgaban sobre uno de sus muslos. Una de las mujeres estaba en bragas y la otra en bragas y sujetador. Estaban de espaldas a la cámara y sólo se veían sus espaldas y sus culos, que me parecieron bastante grandes.

-              ¡Joder que pollón tiene el negro ese, qué barbaridad! –Exclamé en voz baja-.

Cuando iba a cerrar el programa una de las mujeres se giró y pude ver su cara. ¡Cojones era Pepa, la empleada que había conocido el primer día a la misma vez que a Cristina! ¿Qué coño era aquello? Me fije bien en el propietario del pollón y era Bekur, el empleado de la empresa, que también había conocido el día del picoteo. Pepa y la otra mujer no podían meterse ni el capullo de Bekur en la boca del tamaño que tenía. Le lamían el capullo, el tronco y los huevos ante la imposibilidad material de comérsela. Cuando el negro debía tener la polla como un leño, Pepa se quitó las bragas, cogió una toalla y se la lió en la base del pollón a Bekur, imagino que con la intención de que no la reventara, se puso sobre él mirando a sus pies y poco a poco y con bastante esfuerzo logró metérsela en el chocho. La otra mujer a la que no conocía o no recordaba se quitó el sujetador y las bragas y se sentó sobre la cara de Bekur para que este le comiera el coño. La mujer tenía unas tetas grandes y mucho pelo en el coño. En ese momento sonó el teléfono fijo de mi mesa. Me salí del programa y descolgué.

-              ¿Carlos puedes venir un momento? –Era Ángela-.

Colgué y fui a su despacho.

-              Hola Ángela, ¿pasa algo?

-              Nada importante, quería contarte que hemos hecho un par de clientes nuevos.

-              Estupendo.

-              ¿Y a ti te pasa algo? Te veo como sofocado.

-              Pues sí, puedes venir a mi despacho un momento.

-              ¿Por qué?

-              Tú ven.

Entramos en el despacho y cerré la puerta.

-              Siéntate en mi sillón –le dije-.

Ángela se sentó y volví a abrir el mismo programa de antes. Pepa seguía empalada en el pollón de Buker y la otra mujer seguía sentada en su cara.

-              Pero bueno, ¿ahora quieres que me ponga a ver porno? –Me preguntó extrañada-.

-              No, fíjate bien. ¿No reconoces a la mujer que está follando?

-              Es verdad, ¡coño es Pepa! ¡Joder que pedazo de pollón tiene el negro!

-              Es nuestro Buker.

-              ¿Pero esto qué es?

-              Eso me he preguntado yo también.

-              ¿Esto está grabado?

-              Creo que no, pero vamos a comprobarlo.

Cerré el programa, dejamos transcurrir como un minuto y volví a encenderlo. La escena había cambiado. Ahora Pepa estaba sentada en el suelo y la otra mujer, que le había quitado la toalla al pollón de Buker, se lo estaba follando con los brazos apoyados en su pecho.

-              No debe estar grabado. ¿Tú has estado en el vestuario femenino? –Le pregunté a Ángela-.

-              Sí, un día.

-              ¿Podría ser el del folleteo?

-              Sí, sino es muy parecido.

-              Pues qué bien se lo pasan tus empleados en tus oficinas.

-              ¡Qué barbaridad el pollón de Buker, yo no visto uno ni parecido! –Exclamó Ángela cuando se lo vio entero-.

-              Yo he visto uno parecido, el de mi amigo Luis, pero el de Bekur es todavía más grande.

-              Así está tu tía tonta con el tal Luis. Carlos me estoy poniendo muy cachonda con la escenita. –Me dijo Ana girando el sillón y poniéndome la mano en la entrepierna-.

-              Ni lo sueñes Ángela, no te voy a dejar que compares mi polla con el pollón de Buker. Si quieres, luego cuando no la tengas delante, hacemos lo que sea.

La mujer que estaba follando con Buker debió correrse y se tumbó sobre su pecho. Pepa se levantó y no sin esfuerzo logró sacarle la polla del coño de la otra mujer y empezó a hacerle una paja y a lamerle el capullo, hasta que del pollón de Buker empezaron a salir chorros como si fuera una fuente.

-              ¡Qué barbaridad con la criatura! –Exclamó Ángela cuando Buker empezó a lanzar chorros por el pollón-.

Cerré el programa y miré a Ángela.

-              ¿Crees que deberíamos hacer algo con la cámara? –Le pregunté-.

-              Deberíamos quitarla. Si el personal femenino se entera de su existencia podemos tener problemas bastante feos. Valiente tío guarro Tomás.

-              Pues sí que era un coralito el tío. ¿Has sabido algo de él?

-              No. Seguramente nos demandará por despido improcedente, pero yo no pienso pagarle un euro. Vámonos, venga te invito a comer que mi marido y mis hijos están de viaje y no quiero comer sola.

-              Gracias, a mí tampoco me apetece comer solo.

Ángela escogió un restaurante de pescado y marisco que estaba de moda. Se empeñó en pedir unos carabineros, unas almejas de carril crudas y después un arroz. Para beber pidió una botella de champán.

-              Ángela vamos a salir de aquí con un buen calentón, además de desplumados. –Le dije cuando se marchó el camarero-.

-              ¿Tienes algo que hacer esta tarde?

-              Nada en absoluto.

-              Después de comer te invito a una copa en casa.

Ángela tenía clarísimo lo que íbamos a hacer después de comer. Durante la comida hablamos de algunas cosas de la empresa. Concluimos que, si teníamos nuevos clientes, deberíamos contratar, al menos, tres empleados más.

-              ¿Te quieres creer que no se me quita de la cabeza el pollón de Buker? –Me comentó Ángela durante la comida-.

-              Es un insulto a la raza blanca o al menos a gran parte de los hombres de raza blanca. ¿Te apetecería follar con él?

-              No sé si follar, pero divertirme un rato con ese rabo, claro que sí.

-              Cómo sois las mujeres y después decís eso del tamaño no importa.

-              No me habrás escuchado a mí decir esa tontería. ¿A ti como te gustan las mujeres, con las tetas grandes o pequeñas?

-              Qué pregunta es esa, claro que me gustan con las tetas grandes.

-              Pues eso, ves como el tamaño importa.

Como la comida era muy distendida decidí preguntarle a Ángela por su vida:

-              Tienes una relación muy abierta con tu marido, ¿no?

-              Yo creo que nos tenemos muy vistos. A él le ha dado por las jovencitas y en parte a mí también por los jovencitos como tú. Hemos decidido que cada uno se monte su vida sexual como quiera.

-              ¿Por qué no os separáis?

-              Nos seguimos queriendo, aunque de otra manera. Y además no queremos que los niños lo pasen mal.

-              ¿Qué edad tienen tus hijos?

-              Ángela dieciocho y Juan dieciséis. Son muy buenos chicos, muy estudiosos y muy guapos, han salido a mí. –Dijo Ángela riéndose-.

Terminamos de comer y cogimos un taxi para ir a casa de Ángela. Vivía en un chalet grande en una buena zona de la ciudad. Como ella decía, su marido debía tener dinero para aburrir. Entramos y nos dirigimos a un salón que daba al jardín.

-              ¿Te apetece que abra una botella de champán? –Me preguntó-.

-              Por supuesto, se me ha quedado corta la botella que nos hemos bebido comiendo.

Fuimos a la cocina por la botella y la enfriadora. Me pasó la botella para que la abriera y sirviera las copas.

-              ¿Te gusta el rollo sado? –Me preguntó-.

-              No he tenido muchas experiencias plan sado, pero las que he tenido me han gustado.

Me acordé de la follada que había tenido con Mercedes en el viaje del INSERSO que había hecho con mi tía Ana y de la leña que le habíamos dado Antonia y yo a Paola en la casa de la playa.

-              ¿Por qué lo preguntas, a ti te gusta? –Le dije a Ángela-.

-              No siempre, pero de vez en cuando sí. Mi marido y yo lo practicábamos de vez en cuando. Como es muy caprichoso, para unas pocas veces que lo hacíamos mandó preparar un gabinete en parte del sótano. Después se aburrió y no hemos vuelto a usarlo. ¿Quieres que lo usemos nosotros?

-              ¿Quién va a hacer de sádico y quién de masoquista? –Le pregunté besándola en la boca-.

-              Empezamos de una manera y luego cambiamos si nos apetece.

-              De acuerdo.

-              Coge la botella de champán y vamos.

Salimos de la cocina y por un pasillo llegamos a una puerta que abrió Ángela con una llave que había cogido en la cocina, bajamos unas escaleras que conducían a otra puerta que se abría con la misma llave. Encendió las luces y pude ver la estancia. Era el clásico gabinete sado de las películas porno. Yugo, cruz de San Andrés, barras para colgar, potro, jaula, látigos, cuerdas, máscaras, en fin de todo lo necesario, pero además tenía una enorme bañera redonda y un espejo que cubría toda una pared.

-              ¿Y ya no utilizáis esto? –Le pregunté a Ángela-.

-              Desde hace varios años que mi marido se aburrió del sado o de mí, no sabría que decirte.

-              Pues habrá que probar algunas de estas cosas. –Le dije volviendo a besarla y agarrándole el culo-.

-              Deja que te desnude –me contestó-.

Ángela me desabotonó la camisa, me la quitó y la dejó en el suelo, luego me soltó los pantalones y los dejó caer. Yo me quité los zapatos y empujé los pantalones hasta sacármelos de las piernas. Finalmente se puso en cuclillas, me bajó los boxes y me los sacó de las piernas. Yo tenía ya una buena erección.

-              Ven aquí –me dijo después de incorporarse y me llevó al potro-.

-              ¿Tú no te desnudas?

-              Cuando te tenga cogido al potro.

-              Eres una mujer perversa.

-              No, sólo estoy muy juguetona.

Me tumbé boca arriba en el potro y ella me cogió las manos y los pies con unos grilletes. Luego, con un mecanismo, puso el potro en vertical dejándome con la  cabeza hacia arriba. Se acercó a mí y me beso de nuevo en la boca apretándome la polla empalmada con su vientre.

-              Desnúdate –le pedí-.

-              Todavía no, estoy tan caliente que necesito correrme antes de seguir.

-              Y yo también, déjame que te vea desnuda.

-              Vas a ver otra cosa que te va a poner todavía más caliente.

Se alejó de mí y se acercó a un sillón con brazos a juego con el resto del gabinete. Se remangó la falda y se quitó el tanga, luego se sentó en el sillón con una pierna sobre uno de los brazos, enseñándome bien su chocho. Sin dejar de mirarme llevó una mano a su chocho y empezó a hacerse un dedo.

-              ¿Has visto a una mujer hacerse un dedo?

-              Alguna vez y me pone mucho.

La cara de Ángela iba cambiando poco a poco y su mano se movía cada vez más rápida sobre su clítoris. Los jugos que iba segregando hacían que brillara su chocho.

-              ¡Aaaaggg que gusto! No te preocupes que me voy a correr muy pronto.

-              Ángela me estás poniendo muy caliente. ¿No prefieres que te lo haga yo?

-              Luego, ahora prefiero bajarme yo misma el calentón. ¡Ahora, ahora, siiiiii, aaaagggg, aaaagggg!

Mientras se corría con los ojos cerrados, apretó mucho la boca y se puso muy colorada. Cuando terminó distendió el gesto y siguió con los ojos cerrados. Yo tenía una calentura que no era normal. Si no hubiera estado inmovilizado me habría hecho un pajote de mucho cuidado.

-              ¿Te ha gustado? –Me preguntó-.

-              Mucho, me has puesto caliente para reventar.

Sonó el timbre de un portero electrónico junto a la puerta del gabinete.

-              ¿Quién coño será? –Dijo Ángela levantándose del sillón y yendo hacia el aparato-. ¡Coño tu tía Ana! ¿Qué querrá ahora?

-              Pues joder en todos los sentidos, como siempre.

Se bajó la falda y abrió la puerta del gabinete.

-              ¡No me dejes así, suéltame por lo menos!

Ángela no me hizo ni caso y salió cerrando la puerta tras ella. ¡Pues qué bien! Me ha dejado aquí, en pelotas, inmovilizado y con un calentón de mucho cuidado, pensé. Debieron pasar sus buenos quince minutos hasta que escuché que se abría la puerta.

-              Tu tía que quería que la invitase a una copa. Me había estado llamando al móvil, pero me lo había dejado arriba, así que ha decidido presentarse.

-              ¿Le has dado puerta?

-              Sí, le he dicho que tenía un invitado, ha remoloneado un poco, pero al final se ha ido.

-              ¡Joder qué mujer, a ver si vuelve Luis y nos deja tranquilos!

-              ¿Seguimos dónde lo dejamos? –Me pregunto acercándose a besarme y cogiéndome el nabo-.

-              Por supuesto, me has puesto muy caliente con tu paja.

Ángela se separó de mí y comenzó a desnudarse mirándome. Se bajó la cremallera del vestido y se lo quitó por los pies, quedándose sólo con el sujetador, que se quitó inmediatamente, sobándose las tetas después.

-              Estás preciosa –le dije-.

-              Gracias, voy a ponerme una de las guarrerías que hay por aquí.

-              No te pongas nada.

-              No Carlos, sin corsés o cosas así no es rollo sado.

Se dirigió a una vitrina alta y escogió un corsé rojo con unos gafetes grandes y se lo puso. La verdad es que el corsé le subía mucho el morbo a la situación.

-              ¿Ángela, tú me has traído hasta aquí para luego no hacerme nada y dejarme con el calentón que tengo?

-              No seas impaciente, tenemos toda la tarde por delante.

De la misma vitrina cogió un látigo pequeño con muchas puntas. Se acercó a mí y me soltó un buen trallazo en los muslos muy cerca de la polla.

-              No te parece bastante tortura que no pueda tocarte, para además zurrarme.

-              No protestes más, ya le gustaría a muchos jovencitos que los azotara una madura desnuda. –Me contestó soltándome otro trallazo todavía más arriba de los muslos-.

Me ponía mucho verla con el corsé y el látigo en la mano. Sus grandes tetas le bailaban cuando movía el látigo. Después de varios latigazos más se acercó a la vitrina y cogió una cosa que no llegué a averiguar de qué se trataba hasta que se me acercó de nuevo.

-              Vamos a ver cómo estás de caliente –me dijo-.

-              Mucho, eso yo te lo digo yo –le contesté-.

Me cogió la polla y colgó de ella la cosa que había cogido. Además de la cinta que me había colocado en la polla, la cosa tenía un pequeño plato metálico colgado. De la misma vitrina cogió unas pesas con forma de polla y empezó poniendo en el plato la más pequeña.

-              ¿Qué haces Ángela?

-              Quiero ver cuánto aguanta tu polla sin bajarse. Mientras más peso soportes sabré cómo estás de caliente. Esta la has aguantado bien, veamos la siguiente.

-              ¿A ti te parece esto normal? ¿Por qué no me la chupas y verás si estoy caliente?

-              Mi marido nunca pasó de la segunda pesa, veamos cómo te va a ti.

Quitó la primera pesa y colocó la siguiente en tamaño en el plato. Cuando soltó el plato, mi polla se mantuvo mirando al techo.

-              Muy bien Carlos, veamos la siguiente.

-              Ángela te advierto que luego te voy a hacer lo mismo con los labios de tu coño y con tus pezones, a ver cuánto peso aguantas.

No me contestó, me cogió los huevos con sus manos y me los sobó con fuerza. Luego retiró la pesa, cogió la siguiente, la puso en el plato y lo soltó. Aquella tercera pesa empezó a hacer mella en mi orgullosa polla, que comenzó a dejar de mirar al techo. Tuve que hacer fuerza para que no siguiera bajando y dejara caer el artefacto.

-              Pues sí que estás caliente.

-              Ángela cómemela y déjate de jueguecitos.

Sin quitarme la cosa aquella, se puso en cuclillas y empezó a comerme el capullo. Yo unas veces la miraba para ver cómo me la comía y otras veces miraba al techo por el placer que me estaba produciendo.

-              Ángela esto es mucho mejor que el jueguecito de las pesas. Me estás matando del gusto.

-              Creo que ya estás preparado para la pesa siguiente.

Efectivamente debía estarlo porque la polla me dolía de la erección que tenía. Ángela se incorporó, cuando me quitó la pesa mi polla me golpeó en el vientre.

-              Esta es la última, a ver si la aguantas –me dijo, mientras la colocaba en el plato y luego lo soltaba poco a poco, volviendo a ponerse en cuclillas y meterse mi capullo en la boca-.

-              Ángela sigue comiéndomela, que me das mucho placer.

Volví a mirarla y a levantar la cabeza intermitentemente. En una de las veces que lo hice vi que la puerta del gabinete estaba entreabierta y que Ana nos estaba mirando con los pantalones a media pierna y con una mano apartándose el tanga y con la otra sobándose el chocho.

-              ¿Se puede saber que haces aquí, Ana? –Le grité cuando la vi-.

Ángela se giró cuando me oyó y el artefacto se descolgó de mi polla cayendo al suelo.

-              Sabía que debías ser tú. –Me contestó Ana sin dejar de sobarse el chocho-.

-              Ana eres muy pesada, déjanos que sigamos jugando nosotros. –Le recriminó Ángela-. Sabes que no me gusta hacerlo con mujeres.

-              ¡Vaya cómo os lo montáis! Me habéis puesto muy caliente con vuestros jueguecitos. Y no voy a hacer nada contigo, sólo con mi sobrino. Por cierto sobrino, vaya aguante que tienes con la polla.

-              Ana eres increíble, encima mirona. –Le dije-.

-              ¿Por qué no me atáis a mí? –Sugirió Ana-.

-              Mira, no es mala idea –le contestó Ángela-.

Ana empezó a desnudarse al ver que Ángela parecía estar receptiva a la idea de atarla. Ana sería como fuera, pero no se podía negar que estaba como un tren de buena. Cuando terminó de desnudarse se acercó a nosotros. Ángela cogió dos barras metálicas con grilletes en las puntas. Primero le colocó una de las barras en las manos y luego la otra en los pies. Cuando ya la tenía atrapada, poco a poco por la dificultad que tenía Ana para andar, la llevó frente al espejo, debajo de una cadena que colgaba del techo, la bajó y la fijó a la barra de las manos, luego la subió y la dejó que casi no llegaba al suelo. Observar la operación que estaba haciendo Ángela con Ana desnuda me puso todavía más caliente, si es que a esas alturas era todavía posible. Finalmente Ángela cogió una venda y se la puso a Ana de mordaza.

-              Ahora nos vas a dejar tranquilos para que podamos seguir. –Le dijo Ángela-.

-              Sigue por dónde ibas –le pedí a Ángela-.

Ella volvió a ponerse en cuclillas a mi lado y ya, sin la tontería de los pesos, se metió mi polla entera en la boca sin dejar de mirar a Ana.

-              ¡Qué gusto Ángela! ¡No puedo aguantar más, me voy a correr!

Ángela siguió comiéndome la polla hasta que notó que empezaba a correrme, entonces se la sacó y la dirigió a sus tetas, dónde me corrí como una fiera gritando.

-              ¿Te has puesto más caliente? –Le preguntó Ángela a Ana con las tetas cubiertas de mi lefa-.

Ana asintió con la cabeza e hizo algunos ruidos con la boca al no poder hablar.

-              Ahora vas a ver cómo nos damos un baño tu sobrino y yo para relajarnos un poco.

Se dirigió hacia la bañera, abrió los grifos y cerró el desagüe. Luego se vino hacia mí y me liberó los brazos y las piernas. Besé a Ángela magreándole su duro culo. Después de un rato de besarnos y sobarnos, dijo Ángela:

-              ¿Te apetece zurrarle a tu tía por pesada?

-              Luego, primero vamos a bañarnos.

-              Quítame el corsé.

Fui soltándole los gafetes al corsé de Ángela, cuando terminé lo dejé sobre el potro y ella se metió en la bañera, llené las copas de champán, le pasé una a Ángela y me senté en el borde de la bañera con la otra copa mirando a Ana. Pese a haberme corrido, la polla no se me había bajado un milímetro del calentón que había pillado.

-              ¿Qué pasa no has tenido bastante? –Me preguntó Ángela cogiéndome la polla-.

-              Me has puesto tan caliente, que voy a tener que correrme por lo menos dos veces más para que se me baje.

Me metí en la bañera y me puse de rodillas sobre las piernas de Ángela para abrazarla y besarla.

-              Yo también sigo todavía muy caliente. Fóllame.

Me quité de encima de ella, que se puso de rodillas en la bañera, con las manos también apoyadas en el fondo y mirando a Ana.

-              Tienes un culo para comértelo. –Le dije mientras ponía mi cabeza entre sus nalgas y empezaba a lamerle el ojete-.

-              ¡Uuuummm, me gusta mucho lo que me haces!

Llevé una mano a su clítoris y empecé a sobárselo. Ana se revolvía intentando soltarse, pero no lo conseguía, los jugos le caían por la cara interior de los muslos.

-              Creo que tu tía está muy caliente también –dijo Ángela-.

-              ¿Y cuando no? –Le contesté-.

-              Métemela ya o me voy a correr antes de que me folles.

Me acerqué a Ángela y se la incrusté de una vez sin el menor problema.

-              ¡Aaaagggg! –Gritó ella cuando notó mi polla entera en su chocho-.

Empecé a bombear con fuerza para que mis huevos chocaran contra su clítoris.

-              ¡Qué bueno Carlos, no pares! Me parece que tu tía se va a correr sin que nadie la toque.

Mire a Ana y en efecto estaba roja y con la cara muy tensa.

-              ¿Te calienta ver cómo me folla tu sobrino?

Ana asintió con la cabeza y cerró con fuerza sus manos atrapadas por los grilletes.

-              Sigue follándome Carlos, que me voy a correr. Córrete dentro de mí.

Con una mano le cogí el pelo a Ángela y tiré de su cabeza hacia mí, mientras que con la otra mano le sobaba las tetas.

-              ¡Ahora, sigue, sigue, me cooorroooo!

-              ¡Y yo, aaaagggg! –Grité y empecé a soltar chorros de leche en el chocho de Ángela-.

-              ¡Uuuuummmm! –Gimió Ana pese a la mordaza, la miré y estaba claro que se estaba corriendo también-.

Me retiré de Ángela y me senté en la bañera, Ángela hizo lo mismo sentándose a mi lado. Ana se había quedado colgada de los brazos al fallarle las piernas con el orgasmo que había tenido. Al rato me incorporé, llené las copas y le pase una a Ángela, que estaba todavía recuperando la respiración.

-              ¡Qué me gusta follar! –Exclamó Ángela antes de beber un sorbo de champán-.

-              Y a mí –le contesté-.

-              ¿Qué vamos a hacer con Ana? –Preguntó-.

-              Esa no es la pregunta, la pregunta es ¿qué voy a hacer ahora contigo?

-              ¿No querrás atarme y azotarme? –Me preguntó Ángela-.

-              Justamente eso es lo que quiero.

-              Huy que malo y con su jefa. –Me dijo poniéndose sobre mí para besarme y cogiéndome otra vez la polla-. No se te baja –dijo al notar que seguía empalmado-.

-              Para, tú lo que quieres es que no pueda pegarte. Muévete que te voy a atar.

Se levantó de la bañera y yo tras ella. Mojados como estábamos la llevé al lado de Ana, luego cogí unas barras como las que Ángela había utilizado con ella y se las coloqué en pies y manos, colgándola después del techo. Me separé de ellas para mirarlas por atrás. Eran dos mujeres preciosas, gracias al espejo podía verlas de espaldas y de frente. Me acerqué para sobarles el culo a las dos a la misma vez y luego le quité a Ana la mordaza.

-              Si empiezas a dar la lata te la vuelvo a poner –amenacé a Ana-.

-              No seas cruel conmigo sobrino –me contestó ella-.

Me acerqué a una de las vitrinas para ver que encontraba. Las dos me miraban reflejado en el espejo. Vi varias máscaras, pero no tenía ganas de taparme la cara, seguí mirando y vi una especie de slip hecho de tiras de cuero que parecían dejar libres la polla y los huevos, me hizo gracia el cacharro y me lo puse. Abrí el cajón que había debajo de la vitrina y encontré lo que parecía ser un hábito de monje con capucha incluida. Lo saqué del cajón y lo miré bien y por la parte de delante tenía un agujero para dejar la polla al descubierto.

-              Póntelo, me da mucho morbo. –Me dijo Ángela-.

-              Sí, por favor, a mí también me pone mucho que te lo pongas. –Dijo Ana-.

Les hice caso a las dos y me lo puse, cubriéndome la cabeza con la capucha y sacando la polla y los huevos por el agujero del hábito. Seguía empalmado y lo del hábito me ponía también a mí cachondo. Cogí una fusta de la vitrina y me puse delante de ellas con las pintas que llevaba.

-              Padre no atropelles nuestra virtud. –Dijo Ana, a la que el disfraz de monje parecía ponerla muy cachonda-.

-              ¿De qué virtud me hablas, mujer pecaminosa? –Le contesté, siguiéndole el juego dándole con la fusta en el vientre-.

-              Es verdad lo que dice, hemos pecado mucho con el pensamiento.

-              ¿Sólo con el pensamiento? –Le volví a preguntar, descargando la fusta esta vez en sus muslos-.

-              Sí, sólo con el pensamiento. Bueno, alguna vez he tenido que tocarme para poder dormir.

-              ¿Y tú también has tenido que tocarte? –Le pregunté a Ángela pasándole la fusta por entre sus piernas-.

-              Sí padre, lo confieso. Soy una joven muy caliente que necesita tocarse para no caer en la tentación con los hombres.

Con la tontería del disfraz y la película que se había montado Ana estaba cachondo perdido.

-              ¿Me estáis diciendo que las dos seguís vírgenes?

-              Yo una vez me pasé con los tocamientos, cogí una figurita de la Virgen que tenía en la mesilla de noche y sin querer me la metí demasiado en mi rajita y me rompí el himen. –Dijo Ana-.

-              ¡Con la Virgen, pecadora! Mereces un castigo ejemplar.

Con la fusta le fui dando golpes en los pezones, que se le pusieron a reventar de grandes y duros.

-              Padre, yo estando una vez en la cocina, había unos pepinos tan hermosos, que me recordaban tanto a un buen miembro masculino, que me subí la falda, me bajé las bragas y empecé a metérmelo, con la calentura se me fue la cabeza y también perdí el himen. Luego todos mis hermanos dijeron que era el pepino más jugoso que habían probado nunca.

-              Sólo el castigo podrá sacaros al demonio de vuestros cuerpos lascivos.

Me puse detrás de ellas y empecé a darle con la fusta en sus hermosos culos, hasta que se pusieron muy rojos.

-              Padre, yo ya estoy empezando a notar cómo el diablo sale de mi cuerpo por mi rajita. –Dijo Ana-.

Miré y por los muslos le resbalaban sus jugos. Puse la fusta en su chocho y empecé a moverla adelante y atrás.

-              Padre, si nos aflojaras las cadenas de los brazos, podríamos hacer que el demonio también saliera de su cuerpo a través de su miembro viril. –Dijo Ángela-.

-              ¿Cómo crees que podrías hacerlo?

-              Padre, por lo que he oído a las mujeres casadas hay muchas formas de hacer que el demonio salga del cuerpo de los hombres.

-              ¿No pretenderás que rompa mi voto de castidad?

-              No, bueno no del todo.

Volví a ponerme frente a ellas, que centraron su vista en mi polla que emergía orgullosa del hábito. Fui pasándoles la fusta por sus vientres y sus chochos.

-              He oído que pocos hombres pueden mantener el demonio dentro cuando una mujer les mama su miembro. Eso sólo rompería un poquito el voto de castidad. –Dijo Ana-.

-              Yo también he oído que pocos hombres pueden mantener el demonio dentro cuando acarician las partes íntimas de una mujer hasta que esta expulsa su demonio. –Dijo Ángela-.

-              Tened cuidado con lo que pensáis mujeres del pecado o me veré obligado a azotaros más.

-              Padre, ¿es qué usted no se toca las noches que no puede dormir? –Preguntó Ana-.

-              Los tocamientos son un pecado mortal, pero la carne es débil y todo hombre necesita relajarse. –Dije sobándome el nabo, mientras volvía a golpear sus tetas con la fusta-.

-              Nosotras podemos hacerlo por usted, para que así no peque. –Dijo Ángela-.

-              Voy a soltaros del techo, arrodillaros cuando lo haga en señal de arrepentimiento y contrición.

Bajé las cadenas que sostenían en alto las barras y luego las solté. Empujé a las dos para que se arrodillaran, manteniéndolas con las manos y los pies cogidos a las barras.

-              ¿Padre no quiere que le saquemos el demonio del cuerpo con nuestras bocas pecadoras? –Dijo Ángela-.

-              ¿Vais a rezar por mí?

-              Yo por lo menos no estaba pensando en eso precisamente. –Contestó Ana-.

-              ¿Entonces?

-              Padre si usted acercara su miembro a nuestras bocas nosotras le sacaríamos el diablo que hace que esté tan grande y tan duro. –Contestó Ángela-.

-              Eso Padre, déjenos ayudarle –dijo Ana-.

Me acerqué a Ángela que esperaba con la boca abierta y cogiéndole la cabeza con las manos le metí la polla en la boca, luego empecé a mover su cabeza y mis caderas para follarla por la boca. Ana no quitaba ojo de la follada que le estaba dando a Ángela y se pasaba la lengua sensualmente por los labios.

-              Padre para el exorcismo son mejor dos bocas –dijo Ana-.

Le saqué la polla de la boca a Ángela y se la metí a mi tía hasta el fondo, que empezó a lamerme los huevos como ella sabía. Estaba tan caliente que si seguía follándoles las bocas no podría aguantar mucho más. Me separé de Ana y me coloqué a sus espaldas. Sus culos lucían preciosos y sus piernas abiertas por las barras dejaban ver sus chochos abiertos y con los labios por fuera. Cambié la fusta por el látigo con el que Ángela me había golpeado. Cuando iba a empezar a darles con el látigo, volvió a sonar el telefonillo.

-              ¿Quién coño será? Yo no espero a nadie. –Exclamó Ángela-.

Me acerqué al aparato. ¡Coño era Antonia, mi muy buena amiga de Almería!

-              ¿Ana tú has hablado con Antonia?

-              Sí, ha venido a Sevilla, te estaba llamando al móvil pero no se lo cogías, me llamó a mí, yo le dije que iba a venir a casa de Ángela porque creía que estarías aquí y le di la dirección, por si le apetecía pasarse para tomar una copa o lo que surgiera.

-              ¡Joder Ana, que esto se parece cada vez más al camarote de los hermanos Marx! –Le recriminó Ángela-.

-              No pasa nada Ángela, es una buena amiga y siempre con ganas de folleteo. –La tranquilicé y fui a abrirle la puerta a Antonia-.

Me dejé el hábito y me guardé la polla, que formó un buen bulto bajo él. Me eché la capucha hacia abajo para taparme la cara y le abrí la puerta. Venía preciosa, como siempre, con un ligero vestido veraniego, con un profundo escote y la falda con mucho vuelo. Se quedó bastante sorprendida cuando vio a un monje.

-              Hola vengo buscando a Ana, me dijo que iba a estar aquí.

-              Pasa hija –le dije poniendo una voz muy grave y cerrando la puerta tras entrar ella-.

-              No me esperaba que me abriese un monje.

-              ¿Por qué hija?

-              No sé, no me pega que Ana se relacione mucho con los monjes ni con la iglesia.

-              ¿Cómo te llamas hija?

-              Antonia. Podría avisar a Ana o a Ángela, creo que se llama.

-              Eres una chica muy atractiva.

Era una lástima que no pudiera verle la cara a Antonia, porque debía ser un poema.

-              Gracias, pero no creo que sea muy correcto que un religioso piropee a las mujeres.

-              ¿Por qué, crees que no tenemos ojos en la cara y tentaciones masculinas?

-              Mire, no tengo ganas de saber de sus tentaciones, así que si puede avisar a Ana o a Ángela se lo agradecería.

Mientras me decía esto observé que me miraba de arriba abajo descubriendo el bulto que tenía a la altura de la entrepierna y el agujero del hábito.

-              Hija, ¿quieres confesarte de tus pecados?

-              Mejor confiésese usted de los suyos, la lujuria es un pecado muy grave para un monje.

-              ¿Lo dices por cómo estoy? –Le pregunté poniendo mis manos al lado del bulto-.

-              Hombre un poco, parece el fraile carmelita del higrómetro.

-              ¿No te apetece meter la mano por el agujero del hábito?

-              Mejor que se la meta la madre superiora o su puta madre.

-              Bueno si tú no quieres meter la mano, la meteré yo. –Le dije metiendo la mano por el agujero y cogiéndome la polla con la intención de sacármela-.

-              Como se saque la polla se la corto.

-              Verás cómo te gusta mucho –le dije y me saqué la polla, que seguía como un palo -.

-              ¡Coño Carlos! ¿Qué haces disfrazado de monje y con ese empalme qué llevas?

-              Hola preciosa, ¿cómo me has reconocido? –Le dije echándome la capucha hacia atrás-.

-              Reconocería tu pollita de diario en cualquier sitio –me contestó besándome y cogiéndome la polla-.

-              Eres una chica muy traviesa.

-              ¿En qué lío estás metido ahora?

-              Ya sabes tú, en los líos que a mí me gustan.

-              ¿Y tu tía y Ángela?

-              Las tengo a las dos presas en un gabinete sado que hay en el sótano de la casa.

-              O sea que os he cogido en medio de un trío con mucho vicio. –Dijo ella riéndose-.

-              Más o menos.

-              Pues yo no me lo pierdo, así que andando.

Entramos en el pasillo y bajamos las escaleras. Al llegar a la puerta del gabinete escuchamos a Ángela y a Ana que estaban discutiendo.

-              Ana, no entiendo porqué has venido, pero menos porqué le has tenido que dar mi dirección a nadie.

-              No te enfades Ángela, verás que Antonia es una chica preciosa y muy divertida.

-              Ana, ya sabes que a mí no me gustan las mujeres, que me gustan los hombres y mucho.

-              ¡Toma y a mí también me gustan los hombres y mucho! Y lo que dices de que no te gustan las mujeres es que no lo has probado.

-              ¿Por qué voy a probar lo que sé que no me gusta?

-              ¿Pero si no lo pruebas cómo vas a saber que no te gusta?

-              ¡Qué pesada eres Ana, tú cómete los chochos que quieras, pero a mí déjame que me coma las pollas que pueda!

Nos reímos los dos de la discusión que tenían entre ellas y deje que Antonia entrara primero al gabinete.

-              ¡Joder que bien os lo montáis! –Exclamó Antonia cuando vio a Ángela y a Ana de rodillas con las barras en pies y manos-.

-              ¡Hola Antonia, que alegría verte y que guapa vienes! –Le dijo Ana-.

-              Igual te digo –le contestó Antonia-. ¿Tú debes ser Ángela?

-              Sí, perdona que no me levante a saludarte, pero es que no puedo.

Antonia se acercó a Ángela y le dio dos besos en las mejillas, luego se dirigió a Ana y la besó largamente en la boca.

-              Uuuummm, cómo echaba de menos tus besos –le dijo Ana a Antonia cuando dejó de besarla-.

-              ¿Te apetece besarme algo más? –Le preguntó Antonia-.

-              Por supuesto, a mí siempre me apetece besarte y lamerte algo más.

Antonia se bajó la cremallera lateral del vestido que llevaba y lo dejó caer al suelo. Seguía con su costumbre de no usar ropa interior y se quedó completamente desnuda. Era una mujer espectacular, unos veinticuatro años, alta, con un pelo muy abundante, tetas grandes duras como piedras, un precioso culo respingón, un buen triángulo de pelo muy corto en el chocho y unas piernas largas y torneadas. Se acercó de nuevo a Ana y le encajó el chocho en su boca. Yo me acerqué a Ángela, le metí la polla en la boca y empecé a mover las caderas adelante y atrás. Llevé una mano hasta el culo de Antonia y se lo acaricié.

-              Qué buen recibimiento me has preparado –me dijo y se volvió para besarme, luego continuó:- Siempre me divierto contigo.

-              ¿Les quitamos los grilletes? Las pobres deben estar doloridas. –Le dije a Antonia-.

-              Déjame un rato más así con Ana –me contestó ella-.

Mientras Ana seguía comiéndole el chocho a Antonia, le solté a Ángela primero las manos y luego los pies, ayudándola a levantarse ya que se le habían dormido las piernas.

-              Quítate el hábito y fóllame –me dijo cuando la senté en la mesa del potro-.

La obedecí, me quité el hábito, quedándome con el slip de tiras de cuero, y me arrodillé entre sus piernas para comerle el coño. Ángela puso sus manos sobre mi cabeza y me empujó hacia ella.

-              ¡Joder Carlos, que bien me lo comes, así voy a aguantar muy poco!

-              Tienes el chocho empapado.

-              ¿Y cómo quieres que lo tenga?

Escuché que Antonia estaba soltando a Ana de los grilletes y luego vi como ambas se dirigían a la bañera. Ana se metió en ella y Antonia se sentó mirándonos con las piernas muy abiertas, para que Ana le siguiera comiendo el coño. Levanté a Ángela y me tumbé en la mesa del potro, ella se puso sobre mí y lentamente se fue metiendo mi polla, hasta llegar al final, empezando después un intenso sube y baja, durante el cual restregaba su clítoris contra mi pelvis. Lleve mis manos a su culo y ella se cogió las tetas.

-              Ángela me voy a correr.

-              Y yo también, hazlo cuando quieras.

-              ¡Aaaaggg, me corro, me corroooo! –Grité cuando empecé a soltar chorros en el interior de Ángela-.

-              ¡Y yo, no pares de llenarme el chocho, me encanta sentirlos, qué bueno, aaaahhhh!

Cuando Ángela terminó de correrse se dejó caer sobre mi pecho para besarme, todavía con mi polla en su interior.

-              ¡Ah Carlos, qué placer me das!

-              Y tú a mí, eres una maquina follando.

Escuché entonces un grito de Antonia seguido de otro de Ana, ambas se estaban corriendo en la bañera.

-              Me apetece relajarme con otro baño –dijo Ángela incorporándose-.

-              Estupendo, a mí también. No puedo más –le contesté-.

Nos pusimos de pie y nos acercamos a la bañera donde estaban Antonia y Ana.

-              Voy arriba por una botella de champán y más copas –dijo Ángela-.

-              Te acompaño –le dije-.

Subimos las escaleras desnudos como estábamos y ya en la cocina Ángela cogió otra botella de champán del frigorífico y dos copas más.

-              Estás preciosa Ángela –le dije poniéndome detrás de ella encajándole mi polla morcillona entre la nalgas y cogiéndole las tetas-.

Ángela apoyó las manos en la encimera para que yo pudiera apretarme contra ella.

-              Eres un mentiroso, pero un mentiroso agradable. Preciosa es tu amiga Antonia y no yo, que le doblo la edad.

-              No te voy a negar que Antonia sea una preciosidad, pero eso no quita que tú también lo seas.

-              Anda cuentista. Vamos para abajo que estas son capaces de liarse otra vez.

-              Eso no lo dudes.

Antonia y Ana seguían besándose en la bañera. Les pasamos las copas, nos metimos nosotros dos también en la bañera y me senté entre Antonia y Ángela.

-              Me voy a marchar. Ayer estuve de turno de noche y no pude dormir nada y hoy a medio día me he zampado cuatrocientos cincuenta kilómetros conduciendo y necesito descansar. –Dijo Antonia-.

-              Te acompaño y duermes en casa. –Le dije-.

-              Carlos, piensa en que hacemos con la cámara del vestuario. –Me dijo Ángela antes de marcharnos-.

Nos despedimos de Ángela y de Ana y nos fuimos a mi estudio en el coche de Antonia. Durante el viaje en coche, Antonia me preguntó:

-              ¿Así que ahora Ángela es tu jefa?

-              Pues sí, la verdad es que he tenido mucha suerte con el trabajo que me ha dado.

-              ¿Y eso de la cámara del vestuario qué es?

-              El gerente anterior y muy posiblemente también el propietario de la empresa eran dos guarros de mucho cuidado y tenían instalada una cámara oculta en el vestuario femenino, para ver a las trabajadoras cambiarse. Hemos descubierto su existencia esta mañana.

-              Valientes tíos más rijosos.

-              Sí, además según dicen todas las trabajadoras de la empresa, el gerente, un tal Tomás, abusaba sexualmente de ellas. Ángela lo conocía de cuando trabajó en la empresa de joven y lo primero que hizo cuando la compró fue despedirlo.

Cuando llegamos al apartamento, Antonia se fue directamente a la cama a dormir y yo me quedé viendo un rato la televisión. Cuando por fin me acosté, Antonia estaba preciosa durmiendo desnuda sobre las sábanas. Me entraron ganas de acariciarla y besarla, pero me pareció una putada despertarla y la dejé tranquila.

Me desperté antes que Antonia, preparé café para mí y té para ella y se lo llevé a la cama. Durante la noche habría tenido frío y se había tapado con las sábanas.

-              Buenos días dormilona –le dije pasándole la taza de té-.

-              Joder que madrugador –me contestó-.

Me volví a meter en la cama a su lado, acariciándole la espalda mientras ella sentada se tomaba el té. Luego dejó la taza en la mesilla y se volvió a tumbar de lado mirándome.

-              ¿Qué quieres hacer hoy? –Le pregunté-.

-              Nada especial.

-              ¿Te apetece acompañarme a las oficinas de la empresa? Quiero ver lo de la cámara.

-              De acuerdo, pero primero tendrás que hacerme cositas. –Me contestó pegándose a mí y besándome-.

Puse una mano en su culo y la apreté más contra mí. El contacto de su cuerpo y los besos hicieron que me empalmara inmediatamente. Me apeteció comerle el chocho. Me moví hasta ponerme entre sus piernas y le fui besando el interior de sus muslos, mientras ella, con los ojos cerrados, puso sus manos sobre mi cabeza.

-              ¿Tú no puedes tener un trabajo normal sin meterte en líos? –Me preguntó mientras le besaba el clítoris-.

-              Yo lo intento, pero es que los líos me persiguen.

-              Ya, pobrecito, ¿cómo ayer no?

-              Ayer estaba pasando un ratito con Ángela y primero se presentó mi tía y luego tú.

Antonia empezó a gemir, primero quedamente y luego cada vez más fuerte. Me gustaba comerle el chocho a Antonia, su olor me ponía cada vez más caliente.

-              Sigue así que no voy a tardar en correrme.

-              ¿No quieres que te folle con mi pollita de diario?

-              No, quiero que sigas así hasta que me corra y cuando lo haga, quiero que te corras en mis tetas.

-              Estás tú muy caprichosa.

-              Calla y sigue, que te distraes con cualquier cosa.

-              Me encanta tu chochito.

-              Vale y a mí, pero sigue, sigue, que me voy a correr. ¡Aaaahhh, que bueno, ahora, ahora, no pares, yaaaaaa!

Mientras se corría me llenó la boca con sus jugos. Cuando terminó de correrse yo estaba a punto también. Me puse sobre su vientre, me jalé la polla cuatro o cinco veces y me corrí sobre sus tetas con un placer enorme.

-              Ahora ya podemos ir dónde quieras –me dijo cuando terminé de correrme-.

Nos duchamos, nos vestimos, Antonia por supuesto sin ropa interior, y nos fuimos andando hacia las oficinas.

-              ¿Y Julia que tal está? Tengo ganas de verla. –Me preguntó Antonia cuando salimos del edificio.

-              Bien, yo también hace unos días que no la veo con los líos del trabajo. Luego podemos llamarla para comer, seguro que le da mucha alegría verte.

En principio no esperaba que hubiera nadie en las oficinas, pues aun cuando se realizaban los trabajos que fueran necesarios en fin de semana, normalmente los trabajadores no pasaban por las oficinas y estas permanecían cerradas. Cuando llegamos, en efecto, las oficinas estaban cerradas. Abrí, le dije a Antonia que pasara y volví a cerrar la puerta con llave.

-              Pues están bien las oficinas, yo creía que iban a ser más cutres. Enséñame tu despacho. –Me dijo Antonia-.

-              Ven por aquí.

Ella estuvo mirando el despacho mientras yo encendía el ordenador.

-              ¿Te vas a poner a trabajar ahora? –Me preguntó-.

-              No, sólo quiero ver el punto de vista de la cámara, para saber por dónde puede estar.

Cuando el ordenador se hubo iniciado, abrí el programa de visualización de la cámara y luego fui al vestuario con Antonia.

-              Debe estar por ahí –le dije a Antonia señalando una balda en la que había algunas muestras de reconocimiento a la empresa, posiblemente falsas, enmarcadas-.

Acercamos una banqueta para llegar mejor a la balda, pero no encontramos nada raro.

-              Quédate tú aquí y te mueves, a ver si así llego a saber dónde está la cámara, viéndote por el monitor. –Le pedí a Antonia-.

Fui hacia mi despacho, me senté en el sillón y miré hacia el monitor. Antonia se había desnudado y se estaba sentando en una banqueta frente a la cámara. Estaba preciosa. Puso también los pies sobre la banqueta con las piernas bastante abiertas y apoyó la espalda contra el lateral de un grupo de taquillas. Me lanzó un beso con la mano, después se salivó la mano y empezó a hacerse un dedo. A mí se me olvidó el tema de la cámara y me concentré en ver la paja que se estaba haciendo Antonia. Descubrí que el programa de visualización también permitía escuchar y subí el volumen. Antonia gemía quedamente y de vez en cuando decía:

-              ¿Carlos me ves bien, sabes ya dónde está la cámara?

La muy hija de puta se estaba cachondeando de mí, pero lo cierto es que empecé a calentarme, parecía una de esas páginas guarras en las que chicas desnudas chatean mientras se hacen un dedo o se meten vibradores por cualquier agujero. Me había empalmado y decidí abrirme el pantalón y acompañar a Antonia con su paja.

-              Carlos, creo que ya sé dónde está la cámara, pero ahora no puedo parar de tocarme.

Debía ser cierto porque veía que ella miraba directamente a la cámara, pero yo tampoco podía parar.

-              ¿Por qué no vienes y lo compruebas?

Una invitación así no la podía rechazar. Me levanté y con los pantalones a media pierna y la polla al aire como un palo me fui hacia el vestuario.

-              Tú sí que vas a comprobar cómo me has puesto la polla. –Le dije al entrar en el vestuario-.

-              ¿Y cómo te la he puesto? –Me preguntó con mucha guasa-.

-              Dura cómo una barra de acero. –Le contesté metiéndole la polla en la boca-.

-              ¿Te gusta ver cómo me hago un dedo? –Me preguntó en un segundo que se la saqué-.

-              Eres muy traviesa y te gusta mucho calentarme –le contesté volviendo a metérsela en la boca-. ¿No has tenido bastante esta mañana?

-              Nunca es bastante en lo que a follar se refiere.

-              Me voy a correr. –Le dije sin parar de moverme adelante y atrás-.

-              Y yo, córrete cuando quieras, pero hazlo en mi boca.

-              ¡Aaaaagggg! –Grité cuando empecé a llenarle la boca-.

-              ¡Aaaaagggg! –Gritó Antonia sin parar de sobarse el clítoris mientras se corría ella también-.

Me senté a su lado en la banqueta tratando de recuperar el aliento y la fuerza en las piernas.

-              Entiendo que te ha gustado verme. –Me dijo dándome un beso en la boca, pasándome parte de mi corrida-. ¿No serás uno de esos viciosos que se dedican a ver como las chicas se masturban frente a la cámara web, mientras ellos se hacen pajas?

-              Igual me aficiono a partir de ahora, pero sólo si las chicas están tan buenas como tú y les gusta tanto el folleteo.

De pronto escuchamos como se abría la puerta de las oficinas, nos miramos y le dije a Antonia en voz baja:

-              Corre, coge tu vestido y nos metemos en una de las cabinas de las duchas.

Antonia me hizo caso y nos metimos en una de las cabinas, Antonia todavía desnuda y yo con el pantalón bajado y la polla fuera. Escuchamos que se abría la puerta del vestuario y luego dos voces, una de hombre y otra de mujer, que hablaban alto en un idioma extranjero. No entendíamos nada de lo que se decían entre ellos. Al cabo de cierto tiempo de escucharlos me pareció que el hombre podía ser Buker. Antonia me miró cómo preguntándome que estaba pasando y yo le contesté con un gesto que no tenía ni idea. Poco tiempo después cesaron las voces. Me eché al suelo, para mirar por debajo de la puerta lo que sucedía fuera. Una mujer negra como el tizón con unas grandes tetas estaba sentada en una de las banquetas comiéndole el pollón a Buker. Me incorporé y le dije a Antonia al oído:

-              Mira tú que te va a merecer la pena.

Antonia se echó al suelo y miró por debajo de la puerta un buen rato. Cuando se incorporó con la boca abierta y los ojos fuera de las órbitas indicó separando las manos el tamaño del pollón de Buker.

-              ¡Qué barbaridad, eso no es otra raza, eso es otra especie! –Me susurró, cogiéndome a la misma vez la polla, que para colmo estaba en mínimos históricos con la corrida y el susto-.

Volvió a echarse al suelo para seguir mirando. La posición que adoptaba, de rodillas, con el culo en pompa y la cabeza en el suelo empezó a ponerme cachondo otra vez y mi polla empezó a despertar de su letargo. Se incorporó nuevamente.

-              ¿Qué hacen? –Le pregunté en voz muy baja-.

-              Follar cómo cosacos. ¡Qué barbaridad el pollón que gasta el tío!

-              Lo importante no es el tamaño, sino la habilidad. –Dije tratando de quitarle importancia-.

-              ¡Vete al carajo! ¿Tú es qué eres tonto?

Al rato escuchamos unos gemidos muy altos y finalmente unos gritos que evidenciaban que uno o los dos se habían corrido. Seguimos quietos y callados esperando que hubieran terminado y se fueran. Pero muy al contrario, de pronto se abrió la puerta de cabina y nos encontramos los cuatro frente a frente.

-              Señor Carlos, ¿pero qué hace usted aquí en sábado?

-              He venido a buscar unos documentos –mentí descaradamente ya que Antonia seguía desnuda y yo con los pantalones bajados y la polla fuera-. ¿Y vosotros?

-              Verá señor Carlos, ella es Abeba, mi esposa, vivimos en un piso tan pequeño y con tantos paisanos, que no podemos hacer nada, ¿ya me entiende usted? Además no tenemos agua caliente y aprovechamos los sábados por la mañana para venir aquí desfogarnos y ducharnos con agua caliente.

Pues no te desfogarás con tu mujer, pero con las compañeras de trabajo bien que lo haces, pensé. La situación era muy rara. Los cuatro desnudos o casi, manteniendo una conversación. Me fijé en Abeba. Era alta, de piel muy negra casi brillante, unas tetas grandes con las areolas enormes y los pezones también muy negros y muy prominentes, unas caderas y un culo voluminosos y unas piernas largas, con muslos gruesos y su chocho con una buena mata de pelo, lógicamente también negro.

-              Hola Abeba. Ella es Antonia y yo soy Carlos.

Antonia dejó un momento de mirar el pollón de Buker, que aunque ya no estaba empalmado seguía siendo espectacular, y se adelantó para cruzar dos besos primero con Abeba y luego con Buker. Abeba se me acercó para darme también dos besos, tenía las tetas como piedras de duras y casi me hace daño con la presión de sus pezones sobre mi pecho.

-              Bueno os dejamos para que os duchéis –les dije ya saliendo Antonia y yo de la cabina-.

Entraron ellos dos en la cabina entornando la puerta.

-              ¿Has estado alguna vez con una negra? –Me preguntó Antonia en voz baja-.

-              No. ¿Y tú con un negro?

-              Tampoco, aunque no le haría ascos, si es como Bakur.

Nos sentamos en una banqueta para vestirnos y ponernos los zapatos. Antonia tenía la mirada perdida y yo me imaginaba en que estaba pensando.

-              Antonia vuelve, deja de soñar y vuelve a la realidad.

-              No estoy soñando, es real, la he visto y la he sentido cuando nos hemos saludado.

Escuchamos abrirse la puerta de la cabina de ducha y vimos como Abeba y Bakur se acercaban hacia nosotros. Abeba se puso frente a mí y Bakur frente Antonia.

-              Hemos oído que nunca habéis estado con una persona negra y nos ha dado mucha pena. –Dijo Abeba, ofreciéndome su mano-. Acompáñame que lo vamos a solucionar.

Bakur hizo lo mismo con Antonia, ella le cogió la mano y se fueron a una ducha. Antes de que pudiera levantarme Abeba tiró de mis pantalones y de mis boxes hasta quitármelos. Luego me puso de pié, me desabotonó la camisa y me la quitó. Que me desnudara me produjo una fuerte excitación que hizo que me empalmara otra vez. No quería pensar en el ridículo que estaba haciendo al lado de su marido. Caminé detrás de ella cogido de su mano, su culo era realmente fabuloso, grande, sin ser excesivo, y con unas nalgas que parecían tener volumen y vida propios.

-              ¿Por qué lo hacéis? –Le pregunté-.

-              Porque no te puedes morir sin haber estado con una negra.

-              No pienso morirme por ahora.

-              Eso nunca se sabe y luego te arrepentirías de no haber estado conmigo.

Entramos en otra cabina y Abeba abrió el agua de la ducha, cuando estuvo a buena temperatura nos pusimos los dos debajo. Nos abrazamos y nos besamos en la boca, por cierto, tenía unos labios tan grandes como no había besado en mi vida, creí que podría succionarme con ellos hasta hacerme desaparecer. Puse mis manos sobre el portento que era su culo. Lo tenía carnoso y duro.

-              ¡Abeba qué culo tienes! –Le dije extasiado-.

-              ¿Te gusta?

-              Gustarme me gusta comer o beber, tu culo me fascina.

-              ¿Quieres comérmelo?

Me dijo dándose la vuelta y poniéndose de espaldas a mí. Me puse en cuclillas y metí mi cabeza entre sus portentosas nalgas. Ella empezó a mover las caderas a un lado y otro. Sus nalgas golpeaban contra mi cara una y otra vez.

-              Una blanquita nunca te hará esto. –Me dijo-.

Después abrió sus piernas, puso las manos en sus nalgas y se las separó para dejarme llegar con mi lengua a su ojete.

-              Cómemelo.

Empecé a lamerle desde el ojete hasta cerca del clítoris. Ella empezó a suspirar y a gemir. Yo estaba a reventar de la calentura que tenía.

-              Levántate y aprieta tu polla contra mi culo.

La obedecí y le encajé la polla entre las nalgas, luego llevé una mano a sus tetas para amasárselas y la otra a su chocho para sobarle el clítoris. Abeba gemía cada vez más fuerte hasta que se tapó la boca con la mano. Tenía las tetas durísimas.

-              Bakur tiene la polla muy grande y cree que con eso ya da placer a una mujer. Me vuelve loca que me sobes el clítoris.

-              Lo tienes muy grande y muy jugoso. –Le dije mordiéndole el lóbulo de una oreja-.

Abeba volvió a mover las caderas y el movimiento de sus nalgas producía el efecto de que me estuviera haciendo una paja.

-              Sigue sobándome el clítoris, creo que me voy a desmayar del placer.

-              No sé cuanto voy a poder aguantar con lo que me estás haciendo con tu culo.

-              Cuando empiece a correrme no pares de sobarme el clítoris, quiero correrme varias veces seguidas.

Mi mano se movía sobre su clítoris a una velocidad endiablada y ella mantenía su boca tapada para bajar el volumen de sus gemidos. Noté que empezó a correrse llenándome la mano de jugos. Como ella me había indicado seguí sobándole el clítoris y amasándole las tetas, se corría una vez tras otra y yo me corrí entre sus nalgas con un enorme placer. Cuando ya no pudimos más, nos sentamos en el plato con la espalda contra la pared, mientras nos seguía cayendo el agua de la ducha.

-              ¡Joder que polvazo! –Le dije tratando de recuperar el aliento-.

-              A mí también me ha gustado mucho, hacía tiempo que no empalmaba tantos orgasmos seguidos.

Abeba me cogió la polla que seguía empalmada y luego se movió hasta colocarse encima de mí de rodillas, meterse mi polla en el chocho y poner mi cabeza entre sus tetas.

-              Me gusta que sigas caliente –me dijo-.

-              Parece que no soy el único.

Le cogí el culo de nuevo y ella empezó a moverlo arriba y abajo.

-              Para ser un blanquito no follas mal. Vuelve a sobarme el clítoris.

Ella se echó hacia atrás para dejarme acceso y yo empecé a apretarle y sobarle su enorme clítoris con los dedos gordos de las dos manos. Cerró los ojos y empezó de nuevo a suspirar y a gemir.

-              ¡Uuuumm, qué rico! –Exclamaba Abeba de forma reiterada-.

Yo seguía muy caliente, pero Abeba debía tener la vagina muy dilatada porque no sentía su presión sobre mi polla. Ella debió notarlo se movió y se puso a cuatro patas.

-              Métemela por el culo sentirás más placer, pero no dejes de sobarme el clítoris.

Me puse también de rodillas detrás de ella, como tenía la polla empapada de sus jugos no me costó ningún trabajo meterle la polla hasta el fondo de su ojete, después empecé a sobarle al clítoris y a bombear en el interior de su culo.

-              ¿Te gusta que te lo hagan por el culo? –Le pregunté-.

-              Sí me gusta. Bakur pretende hacerme esto algunas veces, pero yo nunca lo dejo, con la polla que tiene me partiría en dos.

-              Alguna ventaja teníamos que tener los blanquitos.

-              ¿Te gustaría tener un pollón como el de mi marido?

-              No te voy a negar que me gustaría tener la polla más grande, pero tanto no.

-              ¡Sigue sobándome que me voy a correr otra vez!

-              Y yo también, bombear en tu culo me da mucho placer.

-              ¡Ahora, sigue, sigue, no pares, aaaaggg, sigue sobándome hasta que me desmaye!

Mientras yo también me corría en su interior no paré de sobarla hasta que perdió las fuerzas y se dejó caer como muerta de lado. Pasados unos dos o tres minutos abrió los ojos, me miró y dijo:

-              No puedo más, vamos a terminar de ducharnos.

Mientras terminados de ducharnos la estuve sobando todo el cuerpo y ella lo mismo a mí, pero ya era imposible que volviera a empalmarme. Salimos de la cabina para secarnos fuera. Antonia y Bakur se estaban secando también. Nos vestimos todos y luego ellos se fueron, no sin antes besarnos para despedirse.

-              ¿Qué tal? –Le pregunté a Antonia-.

-              Una barbaridad, pero imposible follárselo.

-              Eso no es lo que opinan algunas de nuestras empleadas.

-              Pues hijo mío habrán tenido seis niños cada una, porque para una mujer como yo imposible. Eso sí, estando de pié me ha puesto la polla entre las piernas y me ha levantado en peso. Desde luego es una experiencia que hay que vivir. ¿Y tú?

-              No tan exagerado como lo de Bakur, pero coincido contigo que ha sido toda una experiencia. Por cierto, también dirás ahora que soy yo el causante del este lío.

-              No, la verdad es que este lo he causado yo con el espectáculo de la camarita, pero no ha estado nada mal. –Me dijo besándome en la boca-.

-              Volviendo a lo que nos ha traído aquí, ¿dónde dices que está la cámara?

-              Detrás del marco ese –me dijo señalando una mención enmarcada en un marco muy profundo-.

Acercamos una banqueta, me subí en ella para tratar de retirar el marco, pero estaba atornillado a la pared.

-              Está atornillado a la pared –le dije a Antonia-.

-              Como los cuadros de los hoteles cutres.

-              Debe haber un destornillador por algún sitio, voy a mirar en el almacén.

Fui hacia el almacén y empecé a rebuscar y a quitar cajas apiladas aprovechando para mirar en su interior. Dos de las cajas estaban llenas de DVDs, me extrañó porque no sabía que podían hacer allí. Saqué uno de ellos, tenía una caratula que decía: “Mira como se desnuda tu vecinita”. Lo cogí, llamé a Antonia y fuimos hacia mi despacho. Coloqué el DVD en el lector y se puso en marcha. Duraba aproximadamente una hora. La imagen estaba tomada con la cámara del vestuario. Entró en cámara una de las empleadas de la empresa, creí recordar que se llamaba Luisa, una mujer como de cincuenta años, más bien gordita y empezó a desnudarse hasta quitarse toda la ropa, luego se fue hacia una cabina de ducha, cambiaba el cuadro y se veía como se duchaba. La cámara parecía estar en el techo entre dos de las cabinas.

-              Los DVDs deben ser de Tomás. El tío grababa a las empleadas, luego los replicaba y sería capaz hasta de venderlos. –Le dije a Antonia parando el video-.

-              Eso parece, el tío se había montado un negocio con las grabaciones espía que hacía.

Recordé la carpeta de archivos muy pesada que tenía en el ordenador. Cerré la aplicación del DVD y abrí esa carpeta. Eran archivos de video cuyos nombres eran fechas. Me temí lo peor y me di cuenta que había acertado en cuanto abrí el primero. En él una mujer joven en ropa interior se la chupaba a un hombre mayor sentado de espaldas mientras que él le sobaba violentamente las tetas. Tenemos un problema, pensé.

-              ¿Qué es eso? –Me preguntó Antonia-.

-              El entretenimiento del guarro de Tomás. Esto es peor de lo que me temía.

Apagué el video, me quedé un rato pensando y finalmente le dije a Antonia:

-              Tengo que llamar a Ángela, la empresa puede estar metida en un buen lío.

-              Sí, esto no pinta nada bien.

Llamé a Ángela al móvil.

-              Buenos días Carlos. Esta noche he dormido de maravilla.

-              Buenos días Ángela, mejor que estés descansada. ¿Puedes venir a la oficina?

-              ¿Ahora, qué pasa?

-              Sí, mejor que vengas ahora y que lo veas en persona.

-              De acuerdo tardo cinco minutos, estoy comprando ropa interior por la zona.

-              ¿Qué tipo de ropa interior?

-              Una muy provocativa.

-              Ya me la enseñarás.

-              Claro que te la enseñaré, pero cuando la lleve puesta.

-              De acuerdo, hasta ahora.

En efecto, a los cinco minutos llegó Ángela con varias bolsas de compras.

-              Hola Antonia –la saludó dándole dos besos en las mejillas-. ¿Qué ocurre, qué es tan importante? –Me preguntó-.

-              Cosas de tu amigo Tomás.

-              ¡Vaya por Dios? Tenía que ser otra vez el asqueroso ese. ¿Algo además de la cámara?

-              Míralo tú –le dije, dándole la vuelta al monitor, poniendo el DVD otra vez en el lector-.

-              ¿Qué es esto? ¿Es nuestro vestuario? –Preguntó Ángela cuando empezó a ver la escena de Luisa desnudándose y duchándose-.

-              Sigue viéndolo. –Le dije, fui al almacén por una de las cajas y la puse en la mesa-. Tomás no sólo grababa a las trabajadoras en el vestuario, luego editaba las grabaciones en DVDs y debía venderlos, hasta que internet le jodió el negocio.

-              ¿Vender las grabaciones hechas aquí?

-              Eso parece, pero eso no es todo.

-              ¿Qué más hacía el tío?

Apagué el DVD y puse uno de los videos del ordenador.

-              Tío cerdo –dijo Ángela-.

-              Podemos tener un problema, el menda abusaba de las trabajadoras, pero parece que el anterior propietario no tomó ninguna medida, pese a las denuncias de las trabajadoras de los abusos. Deberías hablar con un abogado.

-              ¡Joder qué hijo de puta! Yo sabía que lo hacía porque había intentado hacérmelo a mí, pero que además lo grabara.

En ese momento escuchamos que se abría la puerta de las oficinas.

-              ¿Quién puede ser? –Preguntó Ángela en voz baja-.

-              Cierra la puerta del despacho –le dije a Ángela y continué:- Tú no sabes el cachondeo que es esto, antes ha venido Bakur con su mujer a follar y a ducharse.

-              ¿Estabais vosotros?

-              Sí y casi nos pillan en medio de un folleteo.

Oímos que quien fuera entraba en el vestuario femenino y puse la aplicación para ver la cámara. Era un hombre mayor.

-              ¿Y este quién coño es? –Pregunté-.

-              El hijo de puta de Tomás, ¿qué coño hace aquí? –Dijo Ángela-.

-              No lo sé. ¿Tú no le habías quitado las llaves?

-              Sí, pero tendría otro juego y todavía no he podido cambiar la cerradura.

El tal Tomás puso la bolsa que llevaba sobre una de las banquetas del vestuario y tras abrirla sacó un juego de destornilladores. Luego desplazó otra banqueta debajo de la balda en que estaba la cámara.

-              ¿Puedes grabarlo? -Preguntó Antonia-.

-              Me imagino que sí. –Le contesté mientras buscaba en la pantalla el botón de grabar, pulsándolo cuando lo encontré-.

-              El tío ha venido a desmontar las cámaras –dijo Ángela cuando Tomás acercó el destornillador a la cámara-. Nos va a estar dando por culo lo más grande. ¿Qué hacemos?

-              Me has dado una idea –dijo Antonia-. ¿Puedes llamar a Bakur?

-              ¿A Bakur para qué? –Le pregunté a Antonia-.

-              Tú llámalo y que venga rápido, yo mientras voy a entretener a Tomás.

-              Ni lo pienses –le dije-.

-              A mí no me conoce y no vamos a dejar que el tío se salga con la suya. Tú grábalo todo.

-              Yo llamo a Bakur –dijo Ángela, mirando el listín con los teléfonos de los trabajadores-.

Tras decirme esto Antonia salió de mi despacho y al poco tiempo apareció en el vestuario.

-              Hola, ¿te han mandado a cambiar la decoración? –Le dijo Antonia a Tomás-.

-              Hola guapa, ¿y tú quien eres? –Le contestó Tomás bajándose de la banqueta, mirándola después de arriba a abajo-.

-              Antonia, soy una empleada nueva. ¿Y tú quien eres?

-              Tomás, un antiguo empleado. He venido a recoger algunas cosas mías que no me dio tiempo de hacerlo antes de irme. ¿Sabes que eres muy guapa? Con esa cara y ese cuerpo yo te podría conseguir un trabajo mejor.

-              ¡Tío baboso! –Exclamó Ángela-.

-              ¿Qué trabajo sería ese? –Le preguntó Antonia-.

-              El que tú quieras, siempre que seas dulce conmigo.

-              ¿Cómo de dulce tendría que ser?

-              Bueno, tengo aquí un soldadito que se siente muy solo. –Le contestó Tomás cogiéndose la entrepierna-.

-              Vaya, eres un maduro muy travieso y también parece que muy caliente. –Le dijo Antonia pasándole un dedo por la barbilla-.

-              No sabes tú cuanto. ¿Te apetece probar mi soldadito? –Dijo Tomás bajándose la cremallera de la bragueta-.

-              Eres muy lanzado y eso me gusta, pero me apetece jugar a algo más perverso.

-              ¿Cómo qué? –Le contestó Tomás ya metiéndose la mano por la bragueta-.

-              ¿Qué tal si te desnudas y luego vamos improvisando? –Dijo Antonia colocándose detrás de Tomás y empezando a soltarle los botones de la camisa, mientras él se soltaba el cinturón y los pantalones-.

-              Además de guapa eres una chica muy lista, que sabe lo que le conviene.

-              No hables tanto y termina de desnudarte, que estoy deseando disfrutar de tu soldadito.

Ángela y yo observábamos asombrados como se desenvolvía Antonia con semejante individuo.

-              ¿Te ha dicho Bakur cuanto iba a tardar? –Le pregunté a Ángela-.

-              No ha concretado, pero me ha dicho que poco tiempo, que estaba cerca.

Por el monitor vimos como Tomás terminaba de desnudarse quitándose unos calzoncillos ajustados, que debieron ser blancos en otro momento. Tenía una polla pequeña, que aun estando morcillona casi no lograba salir de su muy abundante mata de pelo público.

-              ¡Qué asco de tío, por Dios! –Exclamó Ángela cuando Tomás terminó de quitarse los calzoncillos-. Me ha quitado las ganas de follar en una temporada-.

Tomás se sobaba el nabo tratando de tener una erección.

-              Chúpamela. –Le dijo a Antonia que seguía detrás de él-.

-              Sin que te duches primero no pienso tocarte. –Le contestó ella-.

-              Pues entonces dúchate conmigo.

-              A mí no me hace falta. Mientras tú te duchas yo voy a preparar algunas cosas para jugar.

-              ¿Qué cosas?

-              No seas impaciente, ya las verás.

Tomás a regañadientes se fue para una de las cabinas de ducha, mientras Antonia salía del vestuario, apareciendo por mi despacho al momento.

-              Qué huevos tienes Antonia –le dijo Ángela al verla-.

-              ¿Qué sabemos de Bakur?

-              Está de camino, no creo que tarde –le contestó Ángela-.

-              ¿Tenéis algunas bridas o algo similar? –Preguntó Antonia-.

-              He visto varios paquetes en el almacén esta mañana. –Dije yendo a por uno de ellos-.

Cuando volví Ángela le estaba diciendo a Antonia:

-              No te arriesgues con semejante cerdo.

-              No te preocupes, para eso quiero las bridas.

Antonia cogió varias bridas del paquete y volvió al vestuario.

-              No pierdas a esta chica, vale su peso en oro –me dijo Ángela cuando Antonia salió-.

-              Eso pretendo, pero ella no quiere compromisos.

-              Chica lista.

Volvimos a ver a Antonia por el monitor. Al llegar cogió la banqueta en la que se había subido Tomás y la puso en medio del vestuario, dejando las bridas sobre ella. Al poco salió Tomás de la ducha, cogió una toalla y empezó a secarse. Antonia se acercó a él le cogió la toalla, se colocó detrás de él y empezó a secarle.

-              Deberías haberte duchado conmigo.

-              Ya te dije que a mí no me hacía falta –le contestó Antonia mientras bajaba una mano con la toalla para secarle la polla y los huevos-. ¿Qué le pasa a tu soldadito? ¿No le gusto?

-              Claro que le gustas, pero necesita que te lo comas.

-              Ven, ponte de rodillas en la banqueta, que vamos a jugar duro.

-              Déjate de jugar y chúpamela.

-              Obedéceme. Mira lo que te vas a perder si no lo haces. –Antonia se bajó la cremallera del vestido y lo dejó caer quedándose desnuda-.

-              ¡Joder qué buena estás! –Exclamó Tomás tratando de coger a Antonia-.

-              Ni lo pienses –le dijo a la misma vez que lo empujaba con tanta fuerza que Tomás estuvo a punto de caerse-. ¡Venga ponte de rodillas en la banqueta, si quieres que te la coma!

Tomás volvió a mirarla de arriba abajo y luego se puso de rodillas en la banqueta de espaldas a la puerta. Antonia se acercó a él cogió las bridas y le dijo:

-              Has sido un hombre malo y tendré que atarte.

-              No quiero que me ates.

-              Me estás aburriendo –le dijo Antonia mientras le cogía los huevos con una mano y se los apretaba-.

-              Vale, pero no me hagas daño.

Antonia le cogió los tobillos a la banqueta con dos bridas. Luego le empujó la cabeza hacia abajo y le trabó las manos a la banqueta, dejándolo con el culo en pompa.

-              Chúpamela ahora que ya estoy como querías.

-              Te estás poniendo muy pesado con que te la chupe.

Oímos unas llaves que trataban de abrir la puerta de las oficinas. Ángela abrió la puerta del despacho y dijo:

-              Es Bakur, voy con él al vestuario.

-              De acuerdo –le contesté.

Al momento vi como entraban los dos al vestuario y Antonia le decía a Tomás.

-              Tenemos visita.

-              Suéltame rápido.

-              Qué te crees tú eso, tío cerdo. –Le contestó Antonia-.

Bakur miraba la escena con cara de no entender nada.

-              Ángela, ¿por qué no animas un poquito a Bakur?

-              Encantada Antonia, lo estaba deseando.

-              ¿Qué hace aquí este tío guarro? –Preguntó Bakur-.

-              Pues como siempre, dar por el culo y abusar de las mujeres. –Le contestó Ángela-.

-              Le tengo muchas ganas. Le pedí que contratara a Abeba, mi esposa, me dijo que viniera a verlo la tarde siguiente, que yo estaba trabajando. Cuando la recibió, le dijo que si quería trabajar tendría que chupársela, que nunca se la había mamado una negra. Abeba le dijo que era un tío asqueroso y que me lo iba a contar. Él le contestó que si me lo contaba me despediría. Abeba me lo contó y yo tuve que aguantarme por no perder el trabajo.

Mientras Bakur contaba aquello, Ángela le soltó los pantalones y le metió la mano bajo los boxes.

-              ¡Qué barbaridad! –Exclamó Ángela cuando le cogió el pollón-. Antonia ya viene animado.

-              ¡Soltadme putas! –Gritaba Tomás de vez en cuando, hasta que Antonia le soltó un bofetón que resonó en todo el vestuario y Tomás decidió callarse-.

Ángela le quitó del todo los pantalones y los boxes a Bakur y volvió a cogerle el pollón y los huevos.

-              ¿Qué queréis que haga? –Preguntó Bakur-.

-              Que le rompas el culo a este cerdo, tanto que no pueda sentarse en varias semanas. –Le contestó Antonia-.

-              ¡No, por favor, no lo hagáis! –Gritó Tomas tratando de liberarse de las bridas sin conseguirlo-.

-              No me gustan los hombres y menos este blanquito de mierda, pero lo haré encantado por haber querido abusar de Abeba.

Ángela se colocó delante de Tomás y le dijo:

-              ¿Tomás, te acuerdas cuando me decías que si no te la chupaba me darías los peores trabajos?

-              No, no lo recuerdo.

-              ¡Pues haz memoria, cerdo! –Le dijo dándole otro bofetón-.

-              Antonia, Abeba está en la puerta, ábrele y hazla entrar porque quiero que disfrute de este momento. –Dijo Bakur-.

Antonia volvió a ponerse el vestido y fue a abrirle a Abeba. Salí del despacho para verlas.

-              Abeba pasa, Bakur quiere que estés con él.

Cerró la puerta y le indicó a Abeba que pasara al vestuario. Después, en lugar de volver al vestuario se vino conmigo al despacho. Cuando entró la besé apasionadamente.

-              Eres increíble Antonia. Ángela me ha dicho que no te deje escapar.

-              No me puedes dejar escapar, porque no me tienes.

Volvimos a mirar al monitor. Bakur se había colocado detrás de Tomás, poniéndole la punta del pollón en el ojete. Tomás rogaba que lo dejaran ir.

-              Abeba ella es Ángela, la nueva dueña.

-              Hola Abeba, estás contratada, empiezas el próximo lunes.

Abeba se puso al lado de Ángela, frente a Tomás.

-              Gracias Ángela nos hace mucha falta para poder ayudar a nuestras familias. Voy a disfrutar mucho este momento. Bakur, pártele el culo a este hijo de puta.

Bakur no se hizo de rogar y de un golpe de cadera le metió media polla, mientras Tomas gritaba como un cerdo al que hubieran degollado.

Antonia se puso encima de mí mirándome y me dijo mientras me abría la bragueta:

-              Anda fóllame que no me gusta el porno gay.

-              Encantado, a mí tampoco.

Me sacó la polla de los pantalones, que estaba ya dura como una piedra, y se la metió en el chocho. Los gritos de Tomás resonaban en toda la oficina. Mientras follábamos le solté el vestido a Antonia y se lo saqué por la cabeza para poder disfrutar de sus hermosas tetas.

-              Hay que ver lo líos en que te metes, Carlos. Menos mal que al final te saco de ellos.

-              Yo no me meto en líos, los líos me buscan a mí. ¡Qué buena estás Antonia! Me pasaría la vida follando contigo.

-              Conmigo, con Ángela, con tu tía, con Julia y con cualquiera que te deje.

-              ¿Estás celosa?

-              Cuantas veces te lo voy a tener que preguntar, ¿Carlos tú eres tonto? Anda bésame y cállate.

-              Bueno, que bien os lo pasáis –dijo Ángela entrando en el despacho-.

-              Hola Ángela, ¿y Tomás? –Le preguntó Antonia sin dejar de moverse sobre mí-.

-              Ya lo hemos dejado marchar, casi no podía andar, pero se ha ido corriendo. Le he dicho que si vuelvo a saber algo de él, colgaré el video en internet para que lo vea todo el mundo. Bakur y Abeba se están duchando en el vestuario y me imagino que haciendo algo más.

-              ¿Por qué no te has quedado con ellos? Son una pareja muy abierta y hacerlo con un negro tiene mucho morbo. –Le pregunté-.

-              Me lo han dicho, pero he preferido venir a ver a mi heroína.

Ángela se puso al lado de Antonia y la besó en la boca.

-              Creo que han empezado a gustarme algunas mujeres –le dijo-.

-              Claro, ¿por qué te vas a perder a la mitad del género humano? –Contestó Antonia, levantándose y continuó hablando con Ángela:- ¿Por qué no te desnudas y jugamos entre los tres?

Ángela no tardó un segundo en quedarse desnuda. Antonia la tumbó en la mesa con las piernas fuera y empezó a comerle el coño. Me levanté, me desnudé yo también, me puse detrás de Antonia y seguí follándomela.

-              Antonia nadie me ha comido el coño así de bien.

-              Pues ya iba siendo hora, que te has perdido treinta años.

-              ¡Sigue Antonia que me voy a correr, sigue, sigue! ¡Aaaaggg, que bueno por Dios, no pares!

-              Yo me voy a correr también –le dije a Antonia-.

-              ¿Y qué te crees que voy a hacer yo? –Me contesto-. ¡Aaaaggg, aaaaggg, que buen día llevo, el cuarto!

-              Ves cómo tienes que venir más –le dije empezando a correrme en su interior-.

-              Me lo voy a pensar, ahora que también follo con tu jefa.

No volvimos a saber nada más de Tomás, quitamos las cámaras, destruimos los DVDs y eliminé los archivos guarros de mi ordenador con un programa de esos que los deja irrecuperables. La empresa empezó a ir mejor y por fin creí que tenía un trabajo fijo y decente. Las trabajadoras me cogieron mucho cariño y yo a ellas, en fin todo fantástico durante un tiempo, pero como decía Antonia, los líos no tardaron en volver a perseguirme o yo a perseguirlos a ellos, pero esos líos ya os los contaré en otro relato.