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Interrogatorio severo

en Dominación

 

¿Alguna vez han visto la serie Castle? Bueno, pues si es así, recordarán que hay cierta inspectora de policía guapísima, indomable, exageradamente atractiva y a la vez intimidante ¿verdad? Bueno, ¿qué me dirían si les cuento que me crucé en una ocasión con una inspectora así? No era ella, pero era ciertamente muy parecida, al menos físicamente, porque esta inspectora resultó ser mucho más letal, que la inspectora de ficción, al tener ciertas... "tácticas".

Bueno pues si fui allí fue simplemente porque me pillaron robando una cartera. Y ahí estaba yo, en la sala de interrogatorios de la policía. ¿De verdad se liaba tanto por robar una cartera? No me lo explicaba. Seguro que tenía que haber algo más gordo. La inspectora no tardó en hacer acto de presencia. Era guapísima: cabello castaño largo, ojos marrones, cuerpo hermoso. Se le marcaban los pechos, lo que sería una talla noventa de sujetador. Tragué saliva. Era hermosa e intimidante al mismo tiempo. Se parecía a Beckett, si bien no llegaba a ser ella. Se sentó frente a mí.

— Veamos... — dijo mientras repasaba unos informes. Mi expediente.

Tras una breve pausa hojeando y leyendo por encima, alzó la vista hacia mí y me dijo:

— Así que te llamas Ronnie, tienes veinte años y has robado un coche, robado a un muerto en plena escena del crimen y además venta ilegal de películas pornográficas. Interesante.

Así que era eso. Por eso estaba en comisaría. Me removí, algo inquieto, pero tratando de parecer tranquilo. Sabía que era inútil. Lo notaba en la penetrante mirada de la inspectora cuyo nombre desconocía. Me atravesaba el cuerpo y leía mis pensamientos más íntimos.

— Me llamo Agatha Quinn

Se presentó.

— Dime Ronnie, ¿a quién le has vendido el deportivo rojo, de la marca Ford?

Me callé. Hablar sería un suicidio. Aquello había pasado hacía apenas tres semanas.

Al ver que no abría la boca, soltó un suspiro de impaciencia, se inclinó hacia mí y entrelazó ambas manos.

— Mira Ronnie... no soy famosa por mi paciencia. Dime lo que quiero saber, o hablaré con el juez, y te aseguro que puedo hacer que te incrementen la condena más de lo que mereces. En cambio — dijo tras un instante de silencio — si hablas, puede que convenza al juez para que te reduzca la pena, o tal vez incluso que te libere por tu libre colaboración.

Tras un suspiro, esta vez por mi parte, me incliné yo también y dije:

—      Inspectora, si hablo, ese tipo me matará.

—      Bien — dijo mientras apuntaba en una libreta algo con su bolígrafo — ya sabemos que es hombre y es altamente peligroso. ¿Qué más?

—      ¿Cómo que qué más? — dije exasperado. Rebajé el tono y continúe al percatarme de mi error. Afortunadamente, aún estaba a tiempo de enmendarlo —. Mire inspectora, si hablo, soy hombre muerto. No puedo decir más.

—      Yo creo que sí puedes decir más. Podemos protegerte.

—      Nadie puede.

—      En eso te equivocas. Somos más eficaces de lo que crees.

La conversación quedó estancada ahí. No sabía cómo decirle que el tipo era un mafioso de los buenos. Si él se enteraba de que yo había dicho algo... Kaputt.  La inspectora, tras ver que no decía nada, dijo:

— ¿Me estás diciendo que prefieres ir a la cárcel a decir el nombre del tipo ese peligroso?

Asentí con la cabeza. Eso fue suficiente para que ella cerrara el expediente, se levantara arrastrando la silla y dijera:

— Vale.

Salió de la sala. Regresó al cabo de un cuarto de hora, con unos papeles y una mochila. Soltó la mochila, se sentó y dijo:

— Venta ilegal de película pornográfica chica le da con arnés al chico. Venta ilegal pornográfica castidad forzada. Mmm ¿te ponen esas cosas Ronnie?

Me dijo en tono juguetón. Yo con la boca abierto, balbuceé y cuando fui a decirle que no, ella sonriendo triunfante, se levantó de la silla y se acercó seductoramente hacia mí. Noté que se había desabrochado la camisa y dejaba ver un generoso escote. Olí su perfume. Aquello hizo que la polla se me levantara involuntariamente, cachondo. Ella lo notó y empezó a tocarme suavemente los pectorales.

— ¿Qué pasa Ronnie? ¿Te pongo amor?

Me decía seductoramente. Yo tragué saliva y me dejé hacer. Estaba demasiado buena como para dejarlo pasar y no me di cuenta de que estaba cayendo justo donde ella quería. Siguió bajando su mano hasta mi paquete, donde empezó a acariciarlo de arriba a abajo con el dedo índice. Suspiré, nervioso. ¿Adónde quería ir a parar la inspectora? Hace un momento quería que le dijera a quien le vendí el Ford, ¿y ahora quería seducirme? Quizá solo quisiera sacarme información. Sí, estaba claro que era eso.

Quería negarme. Bueno, en el fondo no. De todos modos ¿quién tiene la suerte de que una sexy inspectora te seduzca, aunque sea con otras intenciones? En ese momento me dije que tal vez mereciera morir por eso... Aunque a lo mejor la inspectora tenía razón y podían protegerme...

No pude pensar más, porque la sexy inspectora se quitó la camisa, dejándome ver su espectacular sujetador negro y sus hermosos pechos. Quise tocarlos, pero ella me apartó la mano guiñándome un ojo.

— Se mira pero no se toca cariño.

— Venga ya...

Ella rió con suavidad, divertida. Se sentó, colocando su trasero en mi pene. Colocó las manos sobre mis hombros y me dio un tierno beso en los labios. Tras meterme lengua, separó los labios y dijo:

— Uff, ¿ya la tienes así de dura rey? Vaya, si que voy a disfrutar...

— ¿Porqué quiere acostarse conmigo?

— Luego te lo digo amor.

Tras eso, empezó a frotar rítmicamente su culo y vagina contra mi verga, que ya estaba húmeda y manchaba el pantalón. Ella alternaba besos en mi cuello, boca y cara, además de caricias. Tras aquello me quitó la camisa que llevaba puesta y la tiró al suelo de cualquier manera. No me agradó, ya que soy muy escrupuloso con esas cosas, pero en aquel momento decidí que daba igual. Me besó los pectorales y una vez más la boca, para luego quitarse de encima mío y desabrocharme los pantalones y bajarme la cremallera. Ya bajados mis pantalones, también lo hicieron mis calzoncillos y mi pene se estiró en todo su esplendor, goteando liquido seminal y estando más erecto que nunca.

— Guau — se sorprendió la inspectora — ¿Alguna vez lo has hecho Ronnie?

— unas pocas, sí.

Sí, no sabría contar cuantas veces, pero varias veces he tenido sexo. Tres veces con una amiga, una con una desconocida y varias veces más con una novia que tuve hace cuatro años.

— Excelente — dijo ella.

Me agarró la verga, e hizo ademán de chuparla, pero no lo hizo. Hacía como que me la lamía pero no lo hacía. Todo mientras me miraba juguetona y aquello no hacía sino calentarme más.

— Creo que aún no lo has ganado. Antes tenemos que jugar un poquito más mi amor.

Se desabrochó el pantalón y lo bajó dejándome ver sus braguitas negras. Tragué saliva. Si esto fueran dibujos, sin duda habría sangrado por la nariz de la excitación que sentía. Se arrodilló la inspectora y comenzó a masturbarme. Tras unos minutos se detuvo y abrió la mochila. Sacó algo, no sé el qué.

— Levanta Ronnie, cariño. Es hora de jugar.

No pensé. Simplemente la obedecí y rápidamente ella, con sus esposas, me esposó a la mesa la mano izquierda y luego, con otras esposas, la mano derecha.

— ¡Eh! ¿Qué es esto?

— Oh, vamos Ronnie. Tranquilo. Solo es parte de mi plan.

— De tu... ¿qué?

Ella rió y entonces vi que ella se bajaba las braguitas y se colocaba un arnés de pene negro, bien grueso. También llevaba un látigo. Yo trataba de escapar del destino que veía, pues ya no me parecía tan divertido, pero estaba fuertemente esposado. Vi a la sexy inspectora tumbarse sobre mi espalda, sus pechos tapados por el sostén posarse ante mí y me puse aún más caliente. Ella besó mi omoplato derecho.

— Vamos rey, es hora de jugar.

Cogió vaselina, la untó en su dedo y no tardó nada en colocarlo en mi ano.

— No cierres el culito amorcito, a menos que quieras que te duela.

— No... pare por favor.

— ¿Seguro? ¿Y acabar la diversión tan pronto? Vamos, ya verás como disfrutas.

 Me removía un dedo en el ano, sacaba y metía y removía. Metió la lengua suya en mi ano y comenzó a hacerme un beso negro. Notaba su dulce lengua en mi ano, entrando y saliendo. Gemí.

— ¿Ves? Te dije que te gustaría.

Rojo de vergüenza, noté como otra vez regresaba a la carga. Luego noté algo más. Gracias al espejo que había delante mía, pude ver como ella se había desabrochado en algún momento el sostén y vi sus hermosas tetas. Tuve ganas de chuparlas.

— Venga rey, si me dejas hacerte cositas yo también te dejaré.

Me metió entonces el arnés por el ano (o Strapon como lo llaman algunos en lugar de arnés). La tranca de plástico mediría al menos dieciocho centímetros. La notaba chocar contra mis huevos, llenarme los intestinos y luego, cuando la sacaba, solo vacío. Diez minutos más tarde de embestidas y gemidos por mi parte (ella me gritaba a su vez "¿te gusta amorcito? me alegro bebé." Y cosas así) pasó a otra cosa.

 Me dio entonces varios latigazos y tras reírse, me quitó las esposas e inmediatamente me arrodilló, empujando mis hombros hacia abajo.

— Bueno, creo que, mejor que chupártela a ti, me la vas a comer tú.

— Ni hablar...

— Si lo haces te dejo chupar mis tetas y... quién sabe, quizá te deje probar mi delicioso coño. Venga, lo estás deseando.

Dijo a la vez que movía el arnés. Al final, me acerqué tímidamente a él y me lo metí en la boca. Comencé a mamar la verga lentamente y luego más deprisa, por orden de ella. Lamí y besé cada parte del pene: huevos, tronco y glande, el cual este último lamí en círculos. Entonces ella me agarró en brazos y empecé a cabalgar su pene mientras nos besábamos y ella me metía lengua. Se sentó y ahí seguimos, mientras yo agarraba firmemente sus hombros y la besaba o apoyaba mi cabeza en sus tetas. Finalmente se cansó, se quitó el arnés y pude arrodillarme para chupar su depilado coño. Mientras chupaba, ella orinó en mi boca mientras me agarraba la boca con ambas manos y reía traviesa.

— ¡Traga todo putita!

Estaba tan cachondo que acepté. Era asqueroso y a la vez excitante. Sentí la orina de aquella mujer impregnar mi boca. Espero que no tuviera ninguna enfermedad... la orina sabía caliente y salada. Me senté encima de la inspectora. Ella cogió entonces su perfume y se lo colocó en las tetas. No me preguntéis de donde lo sacó, lo tendría en la maleta. Sus tetas olían a la sexy inspectora. Lamí sus pechos, los besé. Besé y lamí sus pezones. Chupé una teta como si fuera un bebé mientras que con la otra manoseaba la otra teta y ella me decía:

— ¿te gusta la teta de mami bebé? ¿te gusta rey?

Todo como si fuera un niño pequeño. Mi polla estaba muy caliente y deseando ser tocada. Viendo esto, la inspectora me puso en la pared y comenzó  a restregar su caliente y hermoso cuerpo contra mí. Restregó su culo contra mi verga, así como su vagina. Hizo ademán de chupármela, pero en lugar de eso hizo algo que me sorprendió:  Se levantó, cogió hielo de la bolsa y me puso este sobre mi pene, que se puso flácido enseguida. Luego me puso un cinturón de castidad. Todo fue rápido y apenas pude hacer nada, ya que su pulso era firme.

— Pero qué...

— Creo que ahora sí me dirás lo que quiero saber. A menos que quieras quedarte ahí encerrado de por vida amorcito.

Respiré nervioso, mientras ella, traviesa y con mirada cruel, se sentaba frente a mí, en la mesa.

— Vale. Vale joder.

Ella sonrió. Tras unos segundos angustiado, caliente como estaba, le dije entrecortadamente:

— Se llama Ronaldo. Vive a tres manzanas de aquí. No sé cómo se apellida, pero nos reunimos en su casa.

Ella lo apuntó todo y llamó por teléfono a una patrulla. Luego se acercó a mí. Se inclinó sobre mí hasta que noté sus pechos y su aliento en mi cara. Puso la boquita en mi oreja y susurró sexy:

— ¿ves como no era tan difícil, chiquitín? Toma tu premio.

Me mordió suavemente la oreja, haciéndome gemir de placer. Me tumbó en el frío suelo y allí me quitó al fin el cinturón. Antes de que pudiera darme cuenta, sentí su delicioso coño en mi pene. Era la gloria. Retozó conmigo varios minutos, adelante, atrás, arriba, abajo. Gimiendo como una loca mientras veía su cabello desparramarse sobre sus hombros y cara. Se los apartó y me besó mientras seguía cabalgándome. Le toqué su hermoso culito con ambas manos. Rápida como el pensamiento, se puso a cuatro patas y ordenó que la culeara. Y lo hice. Al verla disfrutar como loca comprendí todo: ella era quien llevaba las riendas de la situación, yo solo la obedecía. Me correría si ella quería. Usó mi calentura y consciente de su propia belleza, me embaucó para que le contara todo. Pero no me pude enfadar. Al fin y al cabo, estaba follándome a una sexy inspectora. Joder ¿quién puede decir eso?

Tras unos minutos así, casi me corro, pero ella aplicó hielo y esperamos diez minutos. Durante ese tiempo, ella aprovechó para acariciarme el cabello y darme dulces besos que me empalmaron enseguida.

— Ven a mi casa mañana por la noche — me pidió. Lo haremos de nuevo tesoro.

Por supuesto le dije que sí. Loca de contenta, me besó otra vez. Me sentó en la silla y cabalgó mientras me besaba y acariciaba. Luego de notar su vagina chocar con mis huevos, se puso a cuatro patas y comenzó a hacerme una mamada. Metió la boca hasta el fondo primero. Tras unos segundos parada, la sacó. Así estuvo dos minutos. Luego comenzó la mamada normal. Lamió de abajo arriba y viceversa, besó cada parte de mi verga, tragó el liquido pre seminal y siguió mamando. Finalmente me hizo una paja y me corrí en sus pechos. Creí que todo había acabado pero no. Se levantó, pegó mi cara a sus tetas llenas de leche y dijo muy dominante:

— Lame. Ya.

Parecía enfadada y temiendo una mala reacción, lo hice. Lamí mi propia leche de sus pechos mientras ella, satisfecha, sonreía. Lamer mi propia leche fue raro y era un sabor extraño. Pero me gustó. Ya tragada toda, ella limpió mi pene con su lengua. Mientras se vestía dijo:

— Recuerda nuestra cita de mañana cariño.

Terminó de vestirse y se marchó canturreando, dejando la puerta a medio abrir y a mí colocándome los pantalones mientras trataba de comprender que había pasado.