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Números primos

en Hetero: General

"Las lecciones tienen que estar terminadas a tiempo, y aún tenemos que repasar los temas más complicados".

 Es lo que le dije a mis padres cuando vieron llegar a mi primo a casa esa tarde.

Me ayudaba a preparar el examen de matemáticas.

Sabía que ellos se irían de compras. Y yo tenía el plan perfecto para esa tarde de lluvia.

Quería las lecciones en mi cama.

En cuanto quedamos solos, llevé a Clyde a mi cuarto.

—¿Traes el libro ese que me dijiste ayer?

Él era un par de años mayor que yo, y estaba descubriendo cosas de sexo que ni imaginábamos en nuestras mentes adolescentes.  Y me las enseñaba. Las practicábamos juntos en el desván de los abuelos. Y a mí me encantaban sus lecciones.

En unos meses me había transformado en una pícara avispada. Abandonaba mi inocencia a manos de la indecencia, sin pudor ni mala conciencia.

—No, no lo tengo. Pero ya vengo con la lección aprendida, y te la voy a explicar paso por paso. Hoy toca clase práctica, primita...

 Estaba segura de que la lección no era de matemáticas.

—No perdamos tiempo entonces. Explícame todo, primo... Estoy deseando aprender.

Yo era descarada. Mis manos sabían donde encontrar lo que mi cuerpo pedía...

Se me aceleraban las palpitaciones, pensando en la novedad que iba enseñarme Clyde. Sabía que ese libro nuevo era de sexo. De sexo adulto y prohibido para nosotros.

Por eso le invité a venir a casa cuando supe que estaríamos solos toda la tarde.

Quería acostarme con él en mi cama. En el mismo sitio donde me masturbaba pensando en nuestras fechorías.

 Ya llevábamos un par de meses jugando en el desván. Me apetecía sentirlo aquí, en mi cuarto. En mi lecho. En mi territorio del placer a solas.

 Tenía razón cuando me llamaba golfilla. Me estaba convirtiendo en una golfa. Éramos un par de golfos. Los dos.

Iba a desnudarme, pero me él me sujetó  las manos y me paró,

—Hoy no te quites nada, nena. Deja que lo haga yo todo.

Me tocó los pechos por encima de la ropa mientras me besaba el cuello. Me apretó las tetas con fuerza. Ya sabía como calentarme...  Bajó las manos a mi culo y me apretó las nalgas.

Me abrazó fuerte contra él. Hoy ya venía muy caliente. Podía sentir la dureza de su sexo contra mi vientre. Y sus besos eran más desaforados que otros días.

Me devoraba la boca, metía la lengua con más ansias que nunca. Buscó mi sexo bajo la falda y metió la mano bien dentro de mis bragas.

Le sentía poderoso.

—Vamos... Túmbate en la cama, nena.

Besé su pecho desnudo y mis manos buscaron su bragueta. Iba a abrirla, pero las apartó del pantalón, y su voz sonó casi como una orden.

—Hoy déjame hacer a mi. Tú  quítate las bragas y túmbate de espaldas.

—Vienes un poco mandón esta tarde, primito... Te estás tomando muy en serio eso de ser profesor ¿No?

— Shhh...Obedece y cállate. Túmbate y ábrete de piernas, nena... No vas a arrepentirte. Te lo prometo.

Nunca se había puesto tan serio cuando retozábamos. Me excitaba esa actitud. Obedecí.

 Quité las bragas. Me tumbé de espaldas y abrí las piernas.

Me subió la camiseta hasta el cuello y me tapó la cara. La breve falda vaquera se enrolló en mi cintura en cuanto separé las piernas.

Sentí el aliento de su boca en mi pubis, bajando despacio hacia mi vulva. Su cabeza metida entre mis piernas, en busca del sexo abierto. Lo besó en los labios... En todos los labios de mi coñito palpitante.

Me encantó la sensación. Ternura y excitación. Mucha excitación... Mordió suavemente el clítoris y sentí su lengua en mi agujerito. Una descarga eléctrica recorrió mi espalda...

Me tensé y retiré su cabeza con mis manos.

—Clayde ¿Qué haces, primo?

—Sexo oral, nena. Comerte el coño. Eso hago... Solo tienes que relajarte, Bonnie. Déjate llevar. No te va a doler nada esta vez. Disfruta. Goza y no pienses en nada más.

Le dejé hacer. Nunca me defraudaba. Me relajé y disfruté el cosquilleo que me producía su lengua. Lamía como si tuviese un helado de chocolate en mi coñito.

 Y yo tan caliente...

Suspiré de gozo. Gemí en voz baja.

Otro mordisco travieso y su lengua más atrevida. Yo me revolvía de placer. Enredaba mis dedos en los rizos de su pelo. Jadeaba... Me toqué los pezones y apreté mis pechos. Agarraba su pelo y le tiraba con fuerza cada vez que me estremecía de placer.

Estaba muy caliente...

Perdí el control de mi cuerpo entre espasmos. Subía los brazos y me agarraba el pelo, a las sábanas...

¡Placer! Muchísimo placer...

—Oh, Clyde... Ufff... Me gusta. Sí que me gusta... Me gusta que me comas ahí. primo... Así... Sí.. Me gusta, sí... Mmmm... Uff..

Levantó la cabeza y me miró. Vi sus labios brillantes, húmedos de mi flujo. Eso me excitó más aún. Bebía de mi coño como yo bebí en su polla.

—Clyde... Fóllame ya... Tengo muchas ganas ya... Quiero tu pollita, primo. Dámela.

—Nena, hoy la lección es esta. Quiero que te corras así... Relaja y entrégate. Entrégame tu coño entero. Voy a comerme de merienda este chochito. Entrégamelo todo, nena...

Me puso la almohada bajo el culo y me separó más las rodillas. Me dejé llevar...

Dejé entrar en mi mente todas las sensaciones. Me entregué completamente a su boca. Al placer adulto.

El deseo se arremolinaba en mi vientre. La lucha entre las ganas de correrme y el miedo de mearme en su boca.

—Clyde ¿Y si me meo? Tengo miedo de mearme...

—Shhh... Méate o córrete... No me importa. Goza, Bonnie. Goza sin miedos...

—¿En tu boca?

No me hizo caso. Siguió afaenado en mi coñito a punto de estallar. Sentí la ola descendiendo cuesta abajo hacia mi vagina.

—Ohhh, Clyde ¡Clydeeeee! ¡Me voy, Clayde! Me voyyyy Me voy a... Uffffff

Creo que me corrí en su boca. Tenía la cara mojada, entre el sudor y mis flujos.

Se apartó de mis piernas y se arrodilló sobre mi vientre. Su polla era un pedestal glorioso sobre los testículos hinchados.

Se acercó un poco más a mi cara y me recosté sobre las almohadas. Me puse cómoda.

—Así, ponte cómoda. Ahora ya puedes mamarla ¿Quieres mi polla, nena? Pues mámala otra vez como ayer ¡Chúpamela!

Era buena alumna, y obedecí sin rechistar. Recostada en las almohadas de mi cama, repasamos la lección aprendida la tarde anterior en el desván.

Esta vez no me paré en jueguecitos. Abrí los labios y  la metió directamente en mi boca. Le hice espacio entre la lengua y el paladar, y me apliqué como alumna aventajada. Con la soltura del iniciado.

No podía hablar con la boca llena, pero aún así lo intenté.

—Primo, me encanta el juego de los mayores.

No me escuchó. Estaba con los ojos cerrados y absorto en su placer. Callé y se la seguí comiendo. La comí entera y le hice disfrutar... Gozaba de mi lengua. De mis labios. De mi boca, hoy un poco más profunda que ayer.

Él jadeaba. Gemía del gusto y agarraba mi cabeza con fuerza.

—Así, nena.... Ufff... La chupas muy bien... Ohhh nena... Un poco más... Más... Así... Aahhh

Y yo gozosa de saber que había aprendido bien la primera lección.

—Ohhh Bonnieeee Bonnieeeee Ahhhh ¡Que buenoooo!

Esta vez no avisó. Noté un chorro de semen caliente en mi lengua y debí tragar la mitad.

La sacó despacio, como sin ganas de desalojar... Chorreando semen mezclado con mi saliva. Escupí el resto en la sábana...

—Mi madre me va a matar.

Nos reimos, Me encantaba la risa con Clyde después del sexo.

—¿Te gustó la lección de hoy?

—¡Me encantó! Y la de ayer también... Creo que voy a suspender para ser repetidora.

—Vamos a recoger esto, anda. Si vuelven tus padres nos matan.

SUSY ALACIMA